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Vidal Marciano, Moral de actitudes, II, PS, Madrid 1977

Ill

CRISTIANISMO Y SEXUALIDAD

La relación entre sexualidad y cristianismo ha tenido y tiene


manifestaciones muy variadas y complejas. La comprensión y el
ejercicio de la sexualidad dentro de la cultura occidental no pue­
den ser interpretados sin el dato socio-religioso del cristianis­
mo (159); en la institucionalización de la sexualidad ha desempeñado
un papel decisivo la cosmovisión judeo-cristiana, hasta el punto de
verificarse en este ámbito la ley formulada por A. Gehlen de «la
formación de sistemas sociales bajo la primacía de categorías
religiosas» (160). El matrimonio, como institución conformadora
del dinamismo de la sexualidad humana es una prueba fe­
haciente.

(159) H. SCHELSKY, Sociología de la sexualidad (Buenos Aires, 1962),


131-137.
(160) Citado por F. BÜCKLE-Th. BEEMER, Presentación: Concilium (1970),
166.
390 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

Por otra parte, no es posible hacer una hermenéutica completa


de la vivencia y de la realización social del cristianismo sin tener en
cuenta el dato de la sexualidad. Desde la configuración adminis­
trativa de la Iglesia (sobre todo de la Iglesia Católica, en que es
preceptivo un ministerio celibatario) hasta la verbalization de la
experiencia mística cristiana, la sexualidad constituye dentro del
cristianismo una clave privilegiada de interpretación. Este tema
merecería un estudio serio y detenido (161), paralelo al estudio
realizado en torno a la hermenéutica de la persona (desde presu­
puestos preferentemente psicoanalíticos) y más recientemente en
torno a la hermenéutica sociopolítica desde la clave sexuál.
Nos limitamos a exponer la cara y la cruz de la relación entre
cristianismo y sexualidad: los aspectos negativos y los aspectos
positivos. Anteponemos un prenotando en que señalamos la di­
mensión mistérico-religiosa que ha tenido y tiene la comprensión
de la sexualidad humana.

1. PRENOTANDO: LA DIMENSION MISTERICO-RELIGIOSA


DE LA SEXUALIDAD

Según nuestra cosmovisión, la sexualidad humana tiene una


apertura al mundo de la trascendencia. El comportamiento sexual
humano tiene una clave de interpretación y un ámbito de vivencia
en la referencia al Absoluto. Pero ¿cómo hay que entender y vivir
correctamente esa relación al Absoluto?

a) Formas incorrectas de entender y vivir


la dimensión mistérico-religiosa de la sexualidad

A lo largo de la historia han existido muchas formas incorrec­


tas de relacionar la sexualidad con lo religioso. Al tener que hacer
una selección, nos vamos a referir a tres de ellas a modo de
ejemplo.

(161) Veánse anotaciones interesantes en Humanización de la sexuali­


dad: Concilium 55 (1970), 307-320. «Una de las tareas que nos aguardan será
la integración de lo sexual en las disciplinas teológicas... Los místicos siempre
han vivido y expresado el parentesco que existe entre sus experiencias y lo
sexual. La relación sexual volverá a ser imagen y ejemplo de toda relación en
la Iglesia. Este dato podría transferirse a la eclesiología, la liturgia, la doctrina
de los sacramentos, etc.» (Ibíd., p. 320).
moral del amor y de la sexualidad 391

1. ° ) Sacralization tabuistica

A. ALVAREZ VILLAR, Sexo y cultura (Madrid, 1971). R. BASTIDE,


Sexualidad entre los primitivos: Estudios sobre sexualidad huma­
na (Madrid, 1967), 73-101. L. DE MARCHI, Sexo y civilización
(Buenos Aires, 1962). B. DE RACHEWILTZ, Eros negro (Madrid,
1967)
, 283-312. M. ELIADE, Chasteté, sexualité et vie mystique
chez les Primitifs: Mystique et Continence (Bruges, 1952), 29-50.
J. HÀCKEL, Das geschlechtliche Schamgefühl bei den etnologis-
chen Altvólkern: Anima 2 (1957), 7-14. K. LEONHARD, Instinkte
und Urinstinkte in der menschlichen Sexuatitat (Stuttgart, 1964).
B. MALINOWSKI, La vida sexual de los salvajes del Noroeste
de la Melanesia (1937); Sex und Repression in Savage Society
(London, 1927); Estudios de psicologia primitiva (Buenos Aires,
19582). M. MEAD, Sexo y temperamento en las sociedades primi­
tivas (Barcelona, 1973); El hombre y la mujer: un enfoque revolu­
cionario de las relaciones entre los sexos (Buenos Aires, 1961);
Anthropology, a Human Science: Selected Paper 1936-1960 (New
York, 1964); Adolescencia, sexo y cultura en Samoa (Barcelona,
1972). R. MOHR, Frau und Schamhaftigkeit bei den Urvòlkern in
Lichte Zeitseelsorge: Anima 5 (1950), 301-310; La ética cristiana a
la luz de la etnologia (Madrid, 1962). J. MlÌLLER, Das sexuelle
Leben der Naturvòlkern (Augsburg, 1901). D. MORRIS, Et mono
desnudo (Barcelona, 1969). J. F. THIEL, La antropologia cultural
y la institución matrimonial: Concilium 55 (1970), 169-182. L.
THORE, Lenguaje y sexualidad: Estudios sobre sexualidad hu­
mana (Madrid, 1967), 73-101. A. tULLMANN, Vida amorosa de
los pueblos naturales (Barcelona, 1963).

Para el conocimiento de la conducta sexual de los pueblos


primitivos tenemos dos procedimientos principales: el estudio di­
recto de las «huellas» que de ellos poseemos (instrumentos de
trabajo, muestras de «arte», disposición de las aldeas...) y el
estudio de los actuales pueblos «naturales». En cuanto al primer
procedimiento, los datos no son muy abundantes. Las estatuillas u
objetos en los que se encuentran grabadas personas desnudas
pueden ser considerados como testimonios; pero se trata de testi­
monios mudos y de escasísima frecuencia. La llamada Venus de
Willendorf, y la representación en hueso de la pareja humana
descubierta en la cueva de Istúriz, y otras estatuillas similares, no
nos permiten más que una formulación de hipótesis improbables e
inconexas.
El estudio de los pueblos naturales que existen en nuestros
días ofrece mejores garantías y conduce a mayores resultados. No
han faltado, por otra parte, etnólogos interesados por el tema del
392 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

comportamiento sexual de los pueblos no civilizados. A partir de


sus investigaciones, podemos trazar, con mayor fundamento, los
rasgos fundamentales de la ética sexual de los pueblos primitivos.
Frente a las teorías de la pretendida libertad sexual de los
pueblos primitivos es necesario oponer la existencia de una regla­
mentación sexual en dichos pueblos. Pero antes de exponer el
contenido de este ordenamiento, conviene hacer alusión a dos as­
pectos previos que lo configuran de antemano. Nos referimos a su
importancia y a su orientación general.
En cuanto a la importancia que los pueblos primitivos otorgan
a la reglamentación sexual, basta anotar que lo sexual, junto con
el homicidio, forman los tabúes más importantes. La ordenación
sexual es una red tupida que abarca la mayor parte de las situa­
ciones vitales, tanto del individuo como de la tribu; lo sexual va
jalonando las diversas etapas de la vida individual y colectiva:
embarazo, nacimiento, paso a la juventud, matrimonio, etc. Y no
ha de extrañarnos. De hecho, en un ambiente «natural», sin los
avances de la civilización, lo sexual aparece abiertamente en todas
las situaciones importantes de la vida personal y social.
Tratando de calificar la orientación general que tiene la regla­
mentación sexual de los pueblos primitivos, conviene tener en
cuenta que dicha reglamentación se basa en la característica de
una realidad más amplia: en la actitud fundamental que tienen los
pueblos primitivos frente al mundo. Mohr (162), siguiendo a otros
antropólogos, distingue dos actitudes fundamentales en la historia
de la civilización humana: la actitud religiosa-supramundana y la
mágica-intramundana. Tanto en la religión como en la magia, el
punto de partida es el mismo: la experiencia de la insuficiencia y
relatividad de todas las cosas humanas. Pero la reacción ante esta
experiencia es diversa. En la actitud religiosa, el hombre reacciona
con el humilde reconocimiento de sí mismo y demanda el auxilio
divino; en la actitud mágica, el hombre busca aumentar sus propias
fuerzas mediante apropiaciones fraudulentas (mágicas) de un orden
superior a él. El hombre religioso se siente inserto en el orden de un
mundo establecido por Dios, tiene una humilde conciencia de
culpabilidad y siente la necesidad de expiación; el hombre mágico
parte de la orgullosa conciencia de su fuerza y busca transformar el

(162) R. MOHR, La ética cristiana a la luz de la etnología (Ma­


drid, 1962), 4-31.
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 393

orden establecido apoderándose de la clave del poder mediante


acciones mágicas.
Estas dos actitudes básicas frente a la realidad originan dos
tipos de ordenamientos y regulaciones. En la actitud religiosa,
ética y religión están íntimamente unidas; la actitud religiosa es
una fundamentación apropiada para el ethos. En cambio, la acti­
tud mágica no es favorecedora de una dimensión ética, sino más
bien de una regulación calculada e intramundana. La referencia de
esta diferencia fundamental de actitud espiritual se advierte de un
modo claro en el ámbito de la ética sexual. Mientras que en la
actitud religiosa hay un predominio de respeto, de ausencia de
pasión y de obediencia a un orden establecido, en la actitud
mágica predomina una concepción pasional y hasta picara de la
sexualidad.
Las dos concepciones éticas de la sexualidad en los pueblos
primitivos tienen algo común que las define. La orientación gene­
ral de la ética sexual de los pueblos primitivos es de signo tabuís-
tico. El ethos primitivo se pone de manifiesto en el tabú, que
—siguiendo en la doble línea indicada— puede ser «tabú religioso»
o «tabú mágico». Esta orientación tabuística le da una tonalidad
especial a la ética sexual de los pueblos primitivos, la tonalidad
que tiene todo tabú: carácter «sacro», ¡dea de sanción automática
por su violación, etc.
El contenido de la ética sexual de los pueblos primitivos apa­
rece principalmente en los tabúes sexuales. Vamos a señalar los
puntos principales de su ética sexual. Tenemos en cuenta las
investigaciones de los etnólogos, entre los que destacamos a
M. Mead, Malinoswki y Boris de Rochewiltz, pero no vamos a
constatar aquí los datos empíricos. Nos limitamos a exponer los
principios generales. He aquí los más principales:
★ La sexualidad dentro del matrimonio. El comporta­
miento sexual dentro del matrimonio está controlado por una serie
de tabúes, entre los que destacan:
— el tabú del adulterio: la mujer adúltera (y a veces el marido
adúltero) son severamente castigados. La gravedad de la condena
varía de un grupo a otro: desde una simple amonestación o multa
hasta la pena de muerte. A veces el soñar en poseer la mujer
ajena se considera un acto punible. Con ocasión del alumbra­
miento, la mujer debe confesar sus faltas de adulterio;
394 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

— el tabú de la sexualidad anárquica: las relaciones son res­


tringidas con bastante frecuencia dentro del matrimonio. Tales
restricciones se extienden a un amplio campo de situaciones diver­
sas: embarazo, lactancia, por razón de caza o pesca (sobre todo
colectivas), en época de siembra, con ocasión de expediciones
guerreras, con motivo de determinadas ceremonias religiosas.
★ Comportamiento sexual de los jóvenes. La relación de
los sexos antes del matrimonio adquiere modalidades muy varia­
das. En algunos pueblos se establece una separación severa, pro­
hibiéndose todo encuentro por juzgar que dos personas de distinto
sexo no pueden estar juntas sin dar en relaciones sexuales mutuas.
En cambio, en otros pueblos existe la costumbre de un trato
natural entre los sexos.
★ Valoración de la virginidad. En los pueblos primitivos no
se encuentra estima por la abstinencia perpetua. Pero sí aparece
entre ellos un gran aprecio por la virginidad de las jóvenes antes
del matrimonio. Este tabú prematrimonial va unido al rito y al
significado de la defloración, y se trata de una virginidad enten­
dida en sentido corporal. La violación de este tabú se castiga de
distintos modos: pena de muerte, expulsión de la comunidad,
muerte del hijo ilegítimo, etc.
★ El tabú del incesto. Este tabú se presenta bajo dos for­
mas. Unas veces es tabú toda relación sexual entre parientes
consanguíneos; otras veces es tabú toda relación sexual dentro de
un grupo determinado de personas que se consideran ficticiamente
consanguíneas por un orden artificial establecido. Por lo demás,
existen matices y modalidades muy variadas entre los diferentes
pueblos.

°)
2. Sacralización mítico-ritualista
J. E. M. CENAC-MONCAUT, Historie de t'amour dans i’antiquité
chez les hébreux, les orientaux, les grecs et les romains (París,
1862). B. DE RACHEWILTZ, Egitto mágico-religioso (Torino,
1961); Poesie d'amore nell'antico Egitto (Verona, 1961); Eros
negro (Madrid, 1967), 26-63. J. FILLIOZAT, Continence et sexua-
lité dans le boudhisme et les disciplines de Yoga: Mystique et
continence (Bruges, 1952), 70-81. 0. LACOMBE, Ascese de
chasteté et mystique érotique dans ¡’Inde: o. c., 61-69. L. MAS-
SIGNON, Mystiqué et continence en IsIam: o. c., 93-99. J.
MÜLLER, Das sexuelle Leben der alten Kultur-vólker (Leipzig,
1902).
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 395

Nos referimos a las grandes culturas con las que tuvo contacto
el pueblo de la Biblia: Mesopotamia, Siria, Canán y Egipto. La
comprensión que estas culturas tienen de la sexualidad podría
resumirse en estas palabras: «el pensamiento religioso sacraliza la
sexualidad humana y todo lo que con ella se relaciona mediante
los dos medios clásicos del mito y de los ritos» (163). Y esto aún
allí donde el matrimonio es una institución esencialmente civil,
como es el caso de Mesopotamia.
Los mitos constituyen, en las antiguas religiones, la forma
más elevada del pensar. En los mitos se plasman las concepciones
que los hombres tienen de la realidad. El hombre proyecta en ellos
toda la experiencia de su vivir: de su vivir social, de su relación
con el cosmos y de su relación con la divinidad. Por otra parte, los
mitos quedan sacralizados al ser la plasmación de historias divinas
acaecidas en los tiempos primordiales de la humanidad o de un
pueblo concreto. De este modo, constituyen un mundo de arque­
tipos, de cuya reproducción recibe significado sacro y consistencia
real el mundo humano (164). El tema de la sexualidad es un caso
concreto donde se aplica esta noción de mito. La sexualidad
humana es una realidad sacra al reproducir una serie de arquetipos
o de historias divinas sucedidas en el tiempo primordial o mítico.
Los diversos aspectos de la relación hombre-mujer reciben una
concreción en los distintos mitos. Destacamos principalmente tres
aspectos:
— Mitos de la fecundidad: centrados en las figuras del dios-
padre y de la diosa-madre y relacionados con el tema de la crea­
ción. La diosa-madre está personalizada en la tierra, engendradora
de la vegetación; el dios-Dadre guarda relación con la lluvia, en
cuanto elemento fecundante que hace germinar las plantas en el
seno de la tierra. Este esquema básico se complica en las distintas
culturas, pero en él podemos encontrar la explicación mítica de un
aspecto de la sexualidad humana. Esta, en cuanto fuerza fecun­
dante, tiene su arquetipo, su realidad y su sacralización en el mito
del dios-padre y de la diosa-madre;
— Mitos del amor pasional: centrados en las figuras del
dios-amante y de la diosa-amante, no necesariamente identificados

(163) P. GRELOT, Le couple humain selon la sainte Ecriture: Le


Supplément 57 (1961), 138.
(164) Cfr. M ELIADE, Traité d'histoire des religions (París, 1949),
330-372; Le mythe de l'eternel retour (París, 1949), 15-80.
396 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

con el dios-padre y la diosa-madre. En las diversas historias de las


pasiones amorosas de los dioses (por ejemplo, la diosa Istar de
Babilonia), encuentra el amor humano su justificación y sacraliza-
ción. Todos los amantes viven bajo la esfera de influencia de Istar,
Venus o Afrodita;
— Mitos del matrimonio: centrados en las figuras del dios-
esposo y de la diosa-esposa. Todas las religiones tienen sus pro­
pias historias. Los textos de Ugarit nos han transmitido un relato
del matrimonio de Nikkal con el dios-luna. El matrimonio humano es
una realidad sagrada al reproducir este arquetipo mítico.
Los mitos reciben su complemento en los ritos; tienen una
traducción ritual. Mientras que los mitos sacralizan la realidad al
descubrir el trasfondo de sus arquetipos, los ritos la sacralizan
mediante la acción; al reproducir los gestos divinos, sobre todo en
el culto, el hombre se asocia a la acción divina y se introduce en
la esfera de lo sagrado. También en este plano de los ritos aparece
el tema de la sexualidad. Hay ritos sexuales, destinados a sa era-
lizar la sexualidad humana y a asegurar sobre ella la protección
divina. Estos ritos también los podemos diversificar conforme a los
tres aspectos que vimos en los mitos sexuales:
— Ritos de fecundidad: entre los cuales destaca la «hiero-
gamia». Consiste en la celebración solemne de la unión sexual tipo
del dios-padre con la diosa-madre mediante la unión sexual del
sacerdote con una sacerdotisa. Esta celebración tiende a provocar
la actuación de las fuerzas fecundantes de la naturaleza (cultos
agrarios) y de las parejas humanas;
— Ritos de amor pasional: el culto de la diosa-amante se
traduce en la unión sexual de los hombres con las prostitutas
sagradas que están al servicio de la diosa. Mediante esta unión,
que no ha de ser valorada con nuestras actuales categorías mora­
les, se busca una sacralización de la sexualidad humana y hasta la
eficacia divina en la fertilidad de los rebaños y de los campos;
— Ritos de matrimonio: el ritual del matrimonio, principal­
mente del matrimonio regio, dice una relación al matrimonio divino.
Queda, por eso mismo, sacralizado.

° ) La «neosacralización» de la sexualidad en el mundo actual


3.
Para la revista «Concilium» (1970), la neosacralización de la
sexualidad constituye uno de los dos grandes aspectos en que hoy es
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 397
presentada preferentemente la sexualidad: «Todo el que se esfuerce
por descubrir, desde un punto de vista teológico, algunos elementos
estables en la profusión de publicaciones recientes consagradas a la
sexualidad, encontrará, al menos, dos: una tendencia a convertir la
sexualidad en campo de experimentación de una nueva religiosidad,
en la perspectiva de la neosacralización de la sexualidad, y una
tendencia a incluir el carácter libertador, tan acentuado hoy en la
sexualidad, como un factor de la gran revolución que trata de
conducir al hombre hasta una nueva toma de conciencia en todos los
campos de la vida en sociedad y de la cultura» (165).
La neosacralización de la sexualidad va unida a otros fenómenos
erráticos del mundo actual, sobretodo entre los jóvenes. La «religión
del sexo» o la «religión de las drogas» es, muchas veces, la versión
secular y falseada de la auténtica religión.
Al describir, más adelante, la manera de vivir la sexualidad en el
mundo de hoy volveremos sobre este tema. Por eso, no lo des­
arrollamos más en este momento.

b) Hacia una forma correcta de entendery vivir


la apertura de la sexualidad al Absoluto

E. AMEZUA-ORTEGA, Religiosidad y sexualidad (Madrid, 1974). F.


LEIST, Sesso e religione (Verona, 1974). A. VALSECCHI, Nuevos
caminos de la ética sexual (Salamanca, 1974), 61-72.

La comprensión científica de la sexualidad nos impide verla y vi­


virla en una relación falsamente sacralizada con lo religioso: en clave
de tabú (regulación de las prohibiciones sacralmente sancionadas),
en clave de mitos (reconociendo lo divino inmanente en la misma
sexualidad humana), en clave de orgía mistérico-sexual (interpretan­
do el éxtasis sexual como una hierofanía). Sin embargo, estas
explicaciones erráticas de la sexualidad nos indican que existe algún
factor que, deficientemente interpretado, las origina. «Efectivamen­
te, en el gesto integral que la expresa (la sexualidad), el hombre —el
hombre común— se experimenta como proyectado hacia una cum­
bre suprema de poder: siente que ha superado en la unión con el otro
y en la posesión del mismo sus límites individuales, se percibe como
engendrador y creador de vida, se ve envuelto en un éxtasis que lo

(165) Humanización de la sexualidad: Concilium 55 (1970), 307.


398 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

arranca, al menos por unos instantes, de su pobreza y dispersión y lo


levanta a una existencia ampliada y potenciada que parece alcanzar
la esfera de lo divino» (166).
¿Dónde encontrar y cómo expresar adecuadamente esa dimensión
profunda, mistérico-religiosa, de la sexualidad? A nuestro modo de
entender, existen tres aspectos fundamentales en los que se des­
cubre la apertura de la sexualidad humana al Absoluto.
En primer lugar, la sexualidad humana tiene una gran capacidad
de simbolizar lo religioso. Casi todas las religiones han utilizado
la relación sexual como imagen para expresar el encuentro y la
relación del hombre con Dios. Dentro de la tradición judeo-cristiana
es éste uno de los símbolos permanentes: en la predicación pro­
fètica, en la descripción de las experiencias místicas, etc.
Aunque frente a esta capacidad simbolizadora de la sexualidad
nuestra cultura se muestra reservada y reticente, no podemos dejar
de reconocer su importancia como factor que hace descubrir y vivir
la dimensión mistérico-religiosa de la sexualidad. Grelot advierte
que, si en un primer momento el amor humano sirve de comparación
para expresar las relaciones de Dios con el pueblo de la alianza, esta
evocación del encuentro religioso «arroja una luz retrospectiva sobre
la realidad humana que le sirve de punto de partida» (167).
A través de su dimensión simbolizadora de lo religioso, la sexuali­
dad nos ofrece una clave hermenéutica de su profundidad. «Este
dato documenta, a su modo, cuántas posibilidades, cuántas nostal­
gias y cuántos anhelos por una posesión total y totalmente bea­
tificante se encuentran inscritos en los dinamismos profundos y
manifiestos de la sexualidad» (168).
Otro rasgo de la sexualidad que nos descubre su dimensión de
profundidad mistérico-religiosa es la capacidad celebrativa del
comportamiento sexual. No nos referimos a las celebraciones sa-
crales de la sexualidad; retrocederíamos así a las formas de sacra-
lización mítico-ritualística que acabamos de descartar. Por el contra­
rio, hacemos referencia a la dimensión festiva que tiene la misma
realidad humana de la sexualidad.

(166) A. VALSECCHI, Los nuevos caminos de la ética sexual (Sala­


manca, 1974), 62-63.
(167) P. GRELOT, Le couple humain selon la sainte Ecriture: Le
Supplément 57 (1961), 168
(168) VALSECCHI, o.c., 65.
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 399

El comportamiento sexual se puede entender como la celebración


de la ternura. Ahora bien, en toda celebración humana hay un
resquicio por el que aparece la profunda búsqueda de la Fiesta
absoluta en Gozo definitivo.
A partir de esta constatación podemos descubrir una relación
profunda entre la fiesta religiosa y la dimensión celebrativa del com­
portamiento sexual (169). Relación que expresa la inevitable apertura
de la sexualidad al Absoluto.
El tercer factor que nos descubre la dimensión trascendente de la
sexualidad humana es el mismo análisis antropológico del fenó­
meno sexual. Vaisecchi deduce una lección global del estudio antro­
pológico de la sexualidad: tanto la hermenéutica psicoanalítica como
las hermenéuticas fenomenològica y sociopolítica descubren en la
sexualidad un coeficiente altísimo de conflictividad. Ahora bien, esa
conflictividad abre, en la vivencia sexual, un resquicio a la tras­
cendencia.
He aquí la argumentación de Vaisecchi: «En nuestra cultura, con
un acento mucho más típico que en otras, la actividad sexual se
presenta bajo la forma de una experiencia conflictiva. Esto quiere
decir, por ejemplo, que cuanto más fuerte es su tendencia hacia el
objeto en que puede hallar descanso, tanto más operantes son las
fuerzas de rivalidad agresiva que se ponen en movimiento; cuanto
más alto es el impulso hacia el goce que se cree posible en el
encuentro sexual, tanto más íntimamente se palpan sus limitaciones;
cuanto más codiciada es la expansión personal y comunitaria que
puede actuar la sexualidad, tanto más intenso es el sentimiento de
soledad, de extrañeza a veces, que puede derivarse de ella; cuanto
más amplia es la exigencia de sentirse uno presente entre los
hombres y en el mundo, de una forma tan robusta y profunda como
es la sexual, tanto más dolorosa resulta la percepción, continuamen­
te palpitante, de que la muerte puede en cualquier momento señalar
su fin. ¿No se abre, precisamente en esta situación conflictiva del
vivir sexual, un resquicio por donde asomarse esa indecible necesi­
dad de trascendencia? Si la sexualidad es, tal como se nos presenta,
una realidad tan paradójica y tan enigmática, ¿no esconderá también
en sí misma el valor de una referencia vital a una comunión
finalmente resolutiva y beatificante, la comunión con Dios?» (170).

(169) E. AMEZUA-ORTEGA, Religiosidad y sexualidad (Madrid, 1974),


175-203.
(170) VALSECCHI, o.c., 67-68.
400 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

También señala Vaisecchi que algunas «formas utópicas» de


proyectar la realización de la sexualidad en nuestra cultura (recuér­
dese la utopía de Marcuse de la «erotización integral de la sociedad»)
pueden ser interpretadas como la expresión de un deseo que, en su
dimensión más profunda, es la aspiración a la última alegría y a la
comunión armoniosa y gratuita a la que está llamado el hombre.
Partiendo de estas utopías se puede descubrir la apertura de la
sexualidad a la trascendencia.
Como conclusión de este prenotando sobre la dimensión mistéri-
co-religiosa de la sexualidad reconocemos en el interior del compor­
tamiento sexual una posibilidad de apertura hacia la trascendencia.
La sexualidad puede tener un ámbito de vivencia y un horizonte de
comprensión en el mundo religioso. Existe, por lo tanto, junto a las
hermenéuticas psicológica, existencial y sociopolítica, la hermenéuti­
ca religiosa del fenómeno sexual.

2. LA DIFICIL ASIMILACION DE LA SEXUALIDAD


POR EL CRISTIANISMO HISTORICO

B. FORCANO, Trasfondo cultural del problema sexual: Iglesia viva,


número 31 (1971), 43-55. J. E. KERNS, La teología del matrimo­
nio (Madrid, 1968). F. LEIST, Sesso e religione (Verona, 1974).
S. H. PFURTNER, Kirche und Sexualitàt (Hamburg, 1972). J.-M.
POHIER, ¿es chrétiens devant les probtémes poses par la sexua-
Hté... aux chrétiens: Le Supplément, n.° 111 (1974), 480-511.
F. SILVESTRINI, La Chiesa e H sesso (Milano, 1976). W. SCHU-
BART, Religion und Eros (München, 1941).

Dentro de la hermenéutica religiosa del fenómeno sexual en occi­


dente cobra un relieve especial el cristianismo. La cosmovisión
cristiana ha condicionado profundamente la realización histórica de
la sexualidad; pero, a su vez, la realización histórica del cristianismo
se ha visto notablemente influida por la comprensión de la sexuali­
dad. Sin pretender hacer un desarrollo de esa mutua relación, nos
vamos a fijar en este apartado en el modo como el cristianismo
at-miló la sexualidad y en la forma en que se vio influenciado por
dicha asimilación; dejamos para el siguiente apartado el estudio de la
visión bíblico-teológica de la sexualidad humana.
La asimilación de la sexualidad por el cristianismo histórico ha sido
difícil. Se puede hablar de un «conflicto» entre sexualidad y cristia­
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 401

nismo; conflicto que está pidiendo una «reconciliación» (171). Ello


no impide reconocer el papel positivo que ha desempeñado el cris­
tianismo para una recta comprensión y una no desviada vivencia de
la sexualidad dentro de la cultura occidental.

a) Afirmación inicial: complejidad del tema y valoración positiva


de la relación entre cristianismo histórico y sexualidad

Cuando se habla de la relación entre cristianismo histórico y


sexualidad se alude a un tema sumamente complejo. Es difícil
involucrar en una afirmación unitaria posturas tan diversas como se
han dado en las diferentes épocas de la Iglesia y, aun dentro de cada
época, en los diferentes estamentos que integran el llamado cristia­
nismo histórico (172). Esta complejidad del tema nos impide dar
soluciones simplistas a la relación entre sexualidad y cristianismo.
Por otra parte, cuando en el contexto de este tema se habla del
cristianismo hay que entender por «cristianismo» no sólo ni prefe­
rentemente la posición de la Iglesia, sino más bien las actitudes
históricas de la cultura occidental cristiana. En este sentido es difícil
separar lo que pertenece al cristianismo y lo que es propio de la
cultura occidental (173).
Admitida esa complejidad del tema, creemos que se puede
mantener la afirmación de que el cristianismo ha sabido seguir un
camino intermedio entre los extremismos de la «exaltación indebi­
da» del sexo y del «desprecio ante lo corporal-sexual» (174). El

(171) M. VIDAL, Sexualidad y cristianismo: del conflicto a la reconci­


liación: Concilium 109 (1975), 374-386.
(172) S. H. PFÜRTNER, La Chiesa e la sessualità (Milano, 1975), 20-22.
(173) «Se ha achacado, erróneamente, a las iglesias cristianas el ser únicas
responsables del proceso de alienación de la sociedad contra la que hoy se
protesta: Van Ussel ha demostrado que esta alienación era más aún resultado
de la moral burguesa farisaica que se impuso a renglón seguido de la Revolu­
ción Francesa y que ha dejado sus huellas en la legislación civil de casi todos
los Estados. Hasta después de Tiépolo y Rubens, lo erótico tenía libre acceso
a las iglesias a través de las obras artísticas; a partir del siglo XIX, lo erótico
quedó totalmente desterrado de los edificios religiosos, cosa que, por otra
parte, iba muy de acuerdo con la linea del "Siglo de las Luces" de un
Diderot o un Kant» (Humanización de la Sexualidad: Concilium 55
(1970), 307).
(174) E. LOPEZ AZPITARTE, Sexualidad y matrimonio hoy (Santan­
der, 1975), 14-17.
26. Etica de la persona
402 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

cristianismo histórico ha sabido recoger y salvaguardar lo sustancial


del mensaje bíblico del amor y de la sexualidad; más aún, ha puesto
en mayor evidencia algunos valores relacionados con la sexualidad,
tales como la virginidad y la castidad conyugal. Al mismo tiempo, ha
deducido de los principios fundamentales de la revelación criterios
más concretos de comportamiento y los ha aplicado a situaciones
nuevas.
Sin embargo, con la misma claridad y con idéntica valentía
hemos de reconocer un gran número de elementos negativos en el
cristianismo histórico en relación con la sexualidad. Es lo que vamos
a señalar en el apartado siguiente.

b) Ejemplificación de conflictos
entre el cristianismo histórico y la sexualidad

Dentro de la llamada «patología del cristianismo y de la Iglesia»


conviene señalar un factor que pertenece tanto al grupo de las
entidades patológicas como al género de las etiologías. Es la
sexualidad, tanto a nivel de comprensión como a nivel de vivencia.
En el cristianismo histórico se ha vivido, y todavía se vive, la
sexualidad de una manera conflictiva. Sin dejar de reconocer, según
acabamos de afirmar, la existencia de elementos muy positivos en la
historia del cristianismo en relación con la sexualidad, hemos de
confesar también el alto nivel traumático que ha alcanzado la
vivencia sexual dentro de la Iglesia.
No es nuestra intención hacer una detallada exposición, ni
histórica ni tipológica, de los problemas que ha provocado la
sexualidad dentro del cristianismo. Unicamente, a modo de ejemplo,
recordaremos algunos de ellos. Por otra parte, preferimos recoger las
anotaciones críticas que otros han formulado.
1.a) En un libro dedicado al tema de la relación entre Iglesia y
sexualidad, destaca Pfürtner una serie de aspectos que constitu­
yen lo que él llama el síndrome de sexofobia dentro de la
Iglesia. Aunque la postura de este autor nos parece un poco
parcial en la selección de datos y un poco exagerada a la hora de
interpretarlos tan negativamente, tenemos que reconocer que el
cristianismo histórico no se ha visto libre del miedo y la minus-
valoración ante la sexualidad (175).
(175) PFÜRTNER, o. c., 33-71. Señala de una manera expresa la actitud
de la Iglesia ante los siguientes aspectos: baños (39-40), coeducación (40-41),
moral del amor y de la sexualidad 403

2. a) Dentro de ios problemas que la sexualidad sigue plan­


teando a los cristianos de hoy, Pohier ha puesto de relieve tres de
orden preferentemente pastoral: el celibato obligatorio de los
sacerdotes, la valoración moral de los métodos de control de na­
talidad y el trato pastoral con los divorciados. Se trata de tres
aspfectos relacionados con la sexualidad que no tuvieron la posi­
bilidad de ser sometidos a un libre y sincero debate en el Concilio
Vaticano II. La Santa Sede se ha reservado el derecho de orien­
tación y de decisión sobre ellos (176).
3. a) Se ha puesto muchas veces de relieve la mala pasada
que una comprensión incorrecta de Is sexualidad ha jugado al
matrimonio. No juzgamos necesario volver a repetir las incon­
gruencias, los errores y hasta inmoralidades que se introdujeron en
la corriente del pensamiento cristiano sobre el matrimonio, tanto
en la época patrística como en la Edad Media y aun en los últimos
siglos (177).
4. a) La ética sexual cristiana es otro de los sectores en los
que se advierte de una manera evidente la conflictividad de la
sexualidad dentro de la síntesis cristiana. A pesar de todos los
intentos de renovación, la moral cristiana todavía encuentra en
el ámbito del comportamiento sexual una serie de dificultades que
la hacen sumamente conflictiva (178).

placer sexual y pecado (42-45), rigorismo moral en la moral sexual (46-50),


autoerotismo (50-53), sexualidad y pecado original (53-55), hostilidad hacia el
sexo (60-62), minusvaloración del matrimonio y del placer sexual (62-65), la
virginidad más santa y mejor que el matrimonio (65-69).
(176) J.-M. POHIER, Les chrétiens devant les problémes posés par la
sqxualité... aux chrétiens: Le Supplément 111 (1974), 480-511.
(177) D. LINDNER, Der usus matrimonii (Munich, 1929); M. MULLER,
Die Lehre des hl. Augustinus von der Paradiesehe und ihre Auswirkung
in der Sexualethik des 12. und 13. Jahrhunderts bis Thomas von Aquin
(Rastisbona, 1954); J. FUCHS, Die Sexualethik des hl. Thomas von Aquin
(Colonia, 1949); L. BRANDL, Die Sexualethik des hl. Albertus Magnus
(Ratisbona, 1954); J. G. ZIEGLER, Die Ehelehre der Ponitentialsummen
von 1200-1350. Eine Untersuchung zur Geschichte der Moral und Pasto-
raltheologie (Ratisbona, 1956); K. KLOMS, Ehemoral und Jansenismus.
Ein Beitrag zur Überwingung des sexualethischen Rigorismus (Co­
lonia, 1964).
(178) Cfr. K. KRIECH, Crisis actual de la moral sexual en la comuni­
dad católica: Concilium 100 (1974), 418-431, F. BÍJCKLE, Iglesia y sexuali­
dad: posibilidades de una moral sexual dinámica: Ibíd., 507-523.
404 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

El carácter conflictivo de la ética sexual cristiana se evidencia y


se prolonga en las dificultades que han encontrado dentro de los
sectores oficiales de la Iglesia católica algunos moralistas que
han intentado abordar con nueva metodología la normatividad
sexual. Sin entrar en valoraciones concretas, estos «casos» ponen
de relieve la conflictividad que engendra la sexualidad dentro de la
Iglesia cuando pasa a ser tema de una discusión libre de prejui­
cios. Recordemos los «casos» Marc Oraison, S. H. Pfürtner,
A. Vaisecchi, etc.
5. a) El magisterio pontificio ha encontrado en el tema de la
sexualidad dificultades que no ha tenido en otros campos del
quehacer de los cristianos. Ahí están como testimonio los magis­
terios de Pío XII y de Pablo VI. «Mientras en la época de Pío XII
determinados 'movimientos' intraeclesiales (piénsese, por ejemplo,
en los movimientos litúrgico, bíblico, ecuménico o social) hicieron
madurar algunos temas que encontrarían confirmación en el Con­
cilio Vaticano II, el de la sexualidad no pudo ser abordado de
forma abierta y natural hasta después de ese pontificado, sobre
todo en el sentido de revisar ciertos elementos de la posición
fundamental, es decir, más allá de una manera casuística 'fiel a la
doctrina', aunque también en este tema el Papa Pablo VI haya
sugerido cierta moderación» (179).
6. a) El puesto y papel de la mujer dentro de la Iglesia
puede ser aducido como un campo en el que se han dado cita,
además de otros factores, prejuicios de orden sexual (180). Lo
mismo podríamos decir de algunas motivaciones históricas del
celibato (181), de ciertas estructuras de la vida religiosa, y, en
general, de algunos aspectos de las estructuras eclesiásticas.
Estos y otros ejemplos que podrían ser aducidos ponen de
manifiesto el carácter conflictivo que ha tenido y sigue teniendo la
(179) P. GO, La sexualidad en la predicación de Pio XII: Concilium 100
(1974), 380.
(180) Sobre el puesto y función de la mujer en la Iglesia existe abundante
bibliografía. Para analizar la repercusión que ha tenido la comprensión de la
sexualidad sobre el «androcentrismo» eclesial recomendamos: M. MARTI-
NELL, Igualdad mujer y hombre en la Iglesia: Cuadernos de orientación
familiar 59 (1975), 107-139; M. ALCALA, ¿Por qué discriminación sexual
en la Iglesia?: Razón y Fe nn. 932-933 (1975), 195-207); PFÜRTNER, o. c.,
73-111.
(181) G. GOMEZ DORADO, Sacerdote hoy y aquí (Madrid, 1971), 74-82
(con notas bibliográficas); VALSECCHI, o.c., 62.
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 405

sexualidad dentro del cristianismo y más concretamente en la vida


oficial de la Iglesia. Con frecuencia se insiste en la conflictividad
de la sexualidad dentro de la vivencia personal de los individuos.
Nos podríamos preguntar si el origen de tales conflictos no se
encuentra, en parte, en la falta de una adecuada integración de la
sexualidad dentro de los esquemas y cosmovisiones de índole
social y religiosa.
El cristianismo tiene que responder a la acusación de los que
han visto y ven en él una negación de la sexualidad. Feuerbach
decía que «el celibato reside en la esencia más íntima del cristia­
nismo». Explicaba su aserto-acusación del siguiente modo: «El
cristiano identifica inmediatamente el género y el individuo: supri­
me la diferencia sexual como un apéndice molesto y contingen­
te... El cristiano se comprende en su subjetividad trascendente y
sobrenatural como un ser perfecto por sí mismo. Pero esta intui­
ción era contraria al instinto sexual; está en contradicción con su
ideal, con su esencia suprema; el cristiano debía, pues, reprimir
este impulso... El cristiano excluye del cielo la vida del género; allí
termina el género, allí sólo hay individuos puros, asexuados, 'es­
píritus'; allí domina la absoluta subjetividad; luego el cristiano
excluye de su vida la vida del género; niega el principio del matri­
monio como algo pecaminoso y rechazable; en efecto, la vida
verdadera y sin pecado es la celestial» (182).

c) Etiología de la conflictividad

La conflictividad de la sexualidad dentro del cristianismo no


proviene de la más genuina cosmovisión bíblíco-teológica, según
señalaremos con claridad más abajo. Han sido otros factores aje­
nos a la pura corriente cristiana.
La primera labor que se impone a la teología de nuestro tiempo
es hacer una obra de purificación de los elementos espúreos, no
cristianos, que se han introducido en la comprensión de la sexua­
lidad y del amor.
Podríamos señalar muchos de estos elementos espúreos, pero
nos vamos a limitar a algunos de ellos. En concreto, haremos
referencia a las influencias provenientes del estoicismo, del dualis-

(182) L. FEUERBACH, La esencia del cristianismo (Salamanca, 1975),


205-207.
406 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

mo helénico y del neoplatonismo, de la situación precientífica, de


los factores personales de los diversos escritores y de los movi­
mientos extemistas suscitados dentro del cristianismo.
La influencia del estoicismo es directa y evidente en algunos
padres (por ejemplo, en Clemente de Alejandría) y difusa en todo
el cristianismo primitivo (183). Dentro del campo de la moral
sexual, son muchos los aspectos en que se denota el influjo del
estoicismo. La visión unilateral de la sexualidad en orden al fin
exclusivo de la procreación hunde sus raíces en el humus del
estoicismo. Es cierto que los padres citan con profusión a este
respecto las palabras de la Biblia: «Procread y multiplicaos» (Gé­
nesis 1, 28); pero el mismo contexto del Génesis, de donde pro­
cede este texto, le da una visión más integral de la sexualidad.
Además, la doctrina paulina sobre la virginidad y el matrimonio no
insiste de ningún modo en la relación entre sexualidad y procrea­
ción. ¿De dónde procede esa insistencia, machacona y casi mor­
bosa, en justificar el acto conyugal únicamente por la finalidad
procreativa? Creemos que en gran parte procede del estoicismo.
La justificación del acto conyugal por la sola procreación no es
doctrina fundada en la Biblia; en realidad, el origen de esta exclu­
sividad de finalidad proviene de tendencias paganas rigurosamente
transmitidas hasta nosotros por el pensamiento agustiniano (184).
Los moralistas greco-romanos trataron de elevar a este fin el espí­
ritu de los esposos (185); los escritores cristianos creyeron ver ahí
la tradición pagana de un valor cristiano y «cristianizaron» esa ten­
dencia (186).

(183) J. STELZENBERGER, Die Beziehungen der frühscholastischen


Sittenlehre zur Ethik der Stoa (München, 1933); M. SPANNEUT, Le stoi-
cisme des Pères de l'Eglise, de Clément de Rome à Clément d'Alexan-
drie (París, 1957).
(184) Cfr. L. JANSSENS, Morale conjúgale et progestogènes: Ephe­
merides Theologicae Lovanienses 39 (1963), 787-826.
(185) Ver textos en M. MURLAND, Saint Jean Chrysostome, défen-
seur du mariage et apotre de la virginità (Paris, 1932), 50-51.
(186) Un ejemplo de cristianización de valores estoicos lo tenemos en la
influencia que tuvo en los escritos cristianos Munsonius Rufus. De este autor
latino, uh maestro de moral práctica más que un pensador original, se conser­
van dos fragmentos en griego, en uno de los cuales se opone a la contracep-
ción y en otro declara ¡legítimo buscar el solo placer en el uso del matrimonio
y no la procreación. Estos textos, sobre todo el segundo, fueron recogidos
muchas veces en la enseñanza de los escritores cristianos: O. HENSE, C.
Musonii Rufi reliquiae (Leipzig, 1905), 64,77-78.
moral del amor y de la sexualidad 407

Esta influencia estoica en la doctrina de la exclusividad en el fin


procreativo del acto sexual ha perdurado hasta nuestros días. Es
este elemento espúreo el que ha ido creando oscuridad en la
evolución de la moral cristiana. Piénsese que la licitud de la de­
manda del débito conyugal, sin intención inmediata de procrea­
ción, no aparece como doctrina común hasta el siglo XVII. Pién­
sese también en la lenta y penosa aparición de otros motivos que
justificasen el acto conyugal (187) y en las polémicas recientes de
los fines del matrimonio, y de la regulación de la natalidad, en
cuyo trasfondo todavía perdura la influencia del planteamiento
estoico. El estoicismo influyó en el rigorismo con que se plantea­
ron y se solucionaron los problemas morales del matrimonio (188).
La influencia del dualismo helénico y del neoplatonismo se
ha dejado sentir hondamente en la doctrina sexual de los padres y
todo a lo largo de la historia de la moral cristiana.
Este influjo se manifiesta a través de una metafísica despre­
ciativa de la materia y aparece de una manera general en la tona­
lidad de abstención en todo lo que se refiere al comportamiento
sexual, aun dentro del matrimonio. El influjo encratista se advierte
en prohibiciones que hoy nos resultan escandalosas (restricciones,
un poco tabuísticas, del acto conyugal en determinadas circuns­
tancias); en concepciones negativas del acto conyugal como «acto
no sin inconveniente», un «acto permitido, pero escabroso» (189);
en el pesimismo frente a todo lo sexual; en la misma concepción
de la virtud de la «castidad» con cierto matiz restrictivo y de
abstención; en el ascetismo como medio para encontrar una vida
más pura y más dedicada a la contemplación (190).

(187) L. VEREECKE, Mariage et sexualité au déclin du moyen áge: Le


Supplément 57 (1961), 208-225. Solamente a partir del siglo XIV y principal­
mente en el siglo XVI son admitidos otros motivos: el bien espiritual individual
del cónyuge, la salud, el placer.
(188) «En esta insistencia sobre la moralidad del matrimonio más que
sobre su aspecto sacramental y en la solución rigorista que se da, general­
mente, al problema de las relaciones conyugales, no puede dejar de verse una
influencia de la filosofía popular de tendencia estoica»: SPANNEUT, o.c., 260.
(189) Estas apreciaciones se prolongan hasta los siglos XIV-XVI: cfr.
VEREECKE, a.c., 202-208.
(190) Sobre la importancia que los filósofos paganos otorgaron a la vida
pura y solitaria como medio favorable al ejercicio de la razón para llegar a la
sabiduría, cfr. C. SPICQ, Théologie Morale du NT II (París, 1965), 819 (con
abundantes notas técnicas y bibliográficas en la nota 1).
408 MORAL DE ACTITUDES II. ETICA DE LA PERSONA

Un aspecto muy importante donde aparece el influjo extracris­


tiano es en la valoración del placer, que va inherente al compor­
tamiento sexual. A lo largo de la historia de la moral cristiana ha
perdurado este malestar de no saber encajar perfectamente el
placer dentro de una concepción integral de la sexualidad. Desde
la concepción agustiniana del placer sexual como un mal única­
mente justificable con la excusa de la procreación, la solución del
problema recibió una importante negativa que todavía no ha per­
dido. Es cierto que no han faltado teólogos que hayan visto el
modo de integrar el placer en el conjunto armónico del compor­
tamiento sexual (191); pero la doctrina común ha sido negativa a
este respecto. Piénsese que únicamente a comienzos del siglo XX
se pusieron de acuerdo los moralistas sobre la no ilicitud de la
búsqueda del placer moderado entre esposos fuera del acto con­
yugal. Piénsese, asimismo, en la dificultad que ha existido en ver
integrados en armonía el amor espiritual y el acto carnal: conse­
cuencia evidente del dualismo helénico y de las tendencias neo-
platónicas.
Además de estos factores provenientes del campo no-cristiano
han existido otros varios elementos que condicionaron la doctrina
sexual cristiana. Uno de ellos no es imputable como fallo; va
inherente al grado de evolución de la cultura y del pensamiento
humano. Se trata del planteamiento precientífico y prepsico­
lógico en que tuvo que colocarse la moral cristiana. Muchas
concepciones de la sexualidad partían de un error científico y la
moral sufrió sus consecuencias; faltó también una concepción per­
sonalista para dar sentido auténtico del comportamiento sexual
humano, radicalmente diferente del animal. En la explicación —lo
decimos a título de ejemplo— del débito conyugal faltó una con­
cepción previa de la relación dual e interpersonal del acto conyu­
gal; una concepción jurídica y cosificada prevaleció sobre una rea­
lidad humana de gran riqueza psicológica.
Otro factor que tuvo gran importancia en la comprensión cris­
tiana de la sexualidad fue el factor personal. Algunos autores
introdujeron en el pensamiento cristiano perspectivas muy mar­
cadas por sus experiencias y por su psicología personal en materia
sexual. Podemos pensar en san Jerónimo (192) y en san Agustín.

(191) A. PLE, Vida afectiva y castidad (Barcelona, 1966), 111-169.


(192) H. NODET, Position de saint Jerdme en face des probldmes
sexueles: Mystique et continence (Bruges, 1952), 306-356.
MORAL DEL AMOR Y DE LA SEXUALIDAD 409

Este último ejerció una influencia muy grande en la doctrina sexual


posterior. Y tenemos que suscribir el juicio de quienes han estu­
diado el pensamiento agustiniano sobre la moral del matrimonio y
que califican las ¡deas de san Agustín de severas, rígidas, rigoris­
tas y con mezcla de elementos contingentes (193).
Conviene recordar también la influencia que ejercieron en la
formulación de la moral sexual los movimientos extremistas
suscitados dentro del cristianismo. Los gnósticos, los encratistas,
los maniqueos, etc., todos dejaron su huella en el pensamiento
cristiano. Más aún, la doctrina común y hasta oficial no se vio
libre de cierta prevalencia por la virginidad y continencia frente al
matrimonio, llevando a un desequilibrio peligroso la enseñanza de
la Biblia (194).
Todo lo dicho nos obliga a una labor de purificación crítica.
Aun admitiendo una continuidad y un progreso en el valor sus­
tancial del mensaje cristiano sobre el amor y la sexualidad, tene­
mos que someter a un examen sincero la doctrina para purificarla
de los elementos no cristianos que contiene (195).
«En ningún otro terreno, como en el de la sexualidad, se mani­
fiesta la impronta de enseñanzas extrañas a la espléndida luz del
evangelio. Los restos de una mentalidad platónica, la extrema difi­
cultad de precisar una norma cristiana para la sexualidad en medio
de los abusos paganos, la influencia eventual de uno u otro autor
(Jerónimo, Agustín) de perspectivas excesivamente marcadas por su
psicología personal en materia sexual, se juntaron a los datos
evangélicos para hacerles predicar con preferencia la virginidad o
aconsejar la continencia en el matrimonio y no incitaron a los
padres de la Iglesia a construir una moral conyugal plenamente
equilibrada» (196).

(193) Ver bibliografía en A.-M. DUBARLE, La Bible et les péres ont-ils


parlé de la contraception?: Le Supplement 63 (1962), 604, nota 68.
(194) M. MESLIN, Sainteté et mariage au cours de la seconde quere­
lle pélagienne: Mystique et continence (Bruges, 1952), 293-307.
(195) J. GARCIA-VICENTE, La régulation des naissances dans I'Eglise
catholique: Le Supplément 74 (1965), 320.
(196) DUBARLE, a.c., 610.

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