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REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE NACIÓN: TRADICIÓN, POESÍA

DEL MAL Y DERIVA MATERIALISTA EN WALT WHITMAN1

Rodrigo Maida

Presentación

¿Existe pues una actualidad sobre Whitman? ¿Puede decirnos algo en nuestras
circunstancias espaciales y temporales? ¿Se ha disuelto su figura y obra en el
siglo que lo vio respirar? El mismo poeta tendría la respuesta, que por supuesto es
afirmativa ya que él mismo se posicionaba más allá del tiempo; tal y como él
escribió: “Me río de lo que llamas disolución/ yo conozco la amplitud del tiempo.”
(Werner, Michael. 2004. p. 24).2

Se trata de un ensayo que no se reduce a Whitman porque estamos conscientes


que sobre su obra se ha escrito mucho y que es un desacierto pretender aportar
algo nuevo en tan poco espacio. Esto en ningún momento representa una
claudicación al aporte crítico desde la actividad literaria. Al contrario, para nosotros
la posibilidad de innovar radica en intentar el establecimiento de un diálogo
productivo entre la obra del poeta en cuestión y nuestras actuales circunstancias.
Eso resulta para nosotros mucho más útil –y lo que es mejor- mucho más
necesario debido a que ese diálogo sólo puede ser fructífero si se aborda desde
un eje temático que contemple su concepto de nación bajo la égida de una visión
estética que es a la vez política. Por ello decimos que este es un ensayo sobre
Whitman y al mismo tiempo no lo es. ¿Nos estamos contradiciendo? Bueno,
entonces nos estamos contradiciendo.3

1
Este ensayo resultó galardonado en el Primer Certamen de Ensayo Literario “Matilde Elena
López” edición 2017, organizado por el Departamento de letras de la Universidad Nacional de El
Salvador (UES). 
2
Traducción propia.
3
O como lo diría el mismo poeta: Do I contradict myself? /Very Well, then I contradict myself/ I am
large - I contain multitudes.) Traduciendo: ¿me contradigo a mí mismo? Muy bien, entonces me
contradigo. Soy enorme, contengo multitudes (Stacy, Jason. 2009. p. 103).
1
Nuestro trabajo es un exordio, un preámbulo para sumergirse en tres aspectos de
la obra del bardo americano que pueden enriquecer aquellos recursos que nos
permitan afrontar críticamente algunas de las apremiantes disyuntivas que
enfrentamos en la actualidad. Fundamentalmente hemos tratado de dar respuesta
a tres interrogantes rectoras de este ensayo, a saber:

a) ¿Existe una forma única de relacionarse con la obra de Whitman y la


tradición literaria nacional que representa y en la cual se circunscribe?
b) ¿Puede la poesía y el mal vincularse? Y si es así ¿cómo se relaciona el
poeta con su nación en términos ético-políticos?
c) ¿Conserva -en nuestro presente- vigencia la crítica a la deriva materialista
en detrimento de la formación espiritual que Whitman diagnosticó para su
tiempo y nación?

1. Whitman y la tradición

En primer lugar hay que decir que no sólo es interesante sino también provechoso
asumir a Walt Whitman como parte de una tradición nacional ético-política de
carácter específicamente norteamericano. Lo que impulsaría desde una posición
emancipadora a revisar esa tradición, perdiendo el miedo atávico que –por
ejemplo- la izquierda ha tenido a “los gringos”, identificándolos exclusivamente con
el imperialismo y la explotación global –cosas por otro lado no solamente
acertadas y terriblemente actuales como puede evidenciarse en las amenazas de
intervención militar en Venezuela- pero también perdiendo una oportunidad única
para las nuevas generaciones de educar en una dirección combativa y liberadora
a partir del reconocimiento de esas fuentes estadounidenses de corte libertario. 4
4
A propósito de esto, es interesante recordar como Hugo Chávez recurrió a Walt Whitman para
comparar un verso de Alí Primera en el marco de una reflexión sobre la vida y la muerte por la
patria. Según Chávez: “Alí Primera cantaba ‘los que mueren por la vida no pueden llamarse
muertos’. O como decía Walt Whitman: ‘la muerte no existe’ cuando es grande no es muerte. A
estas alturas de la vida creo ya en que la muerte no existe creo que el que da su vida por una
causa noble, por sus semejantes, no muere, sino que pasa a formar parte de ese colectivo. Bolívar
por ejemplo no ha muerto, anda por ahí en el sueño, en la mirada, en el recuerdo, en el corazón,
en los libros, en las canciones de un pueblo, es decir, se hizo colectivo” (Aznárez, Carlos. 2000.
p.303). Las cursivas son nuestras.
2
En nuestra opinión es en este sentido en que debería entenderse la entonces
polémica expresión de Nicanor Parra, cuando poéticamente colocaba su
manifiesto: “Cuba sí, yanquis también.” 5 Si en la historiografía política ha habido
un esfuerzo en esta dirección sin duda se lo podemos atribuir al historiador
Howard Zinn en su obra La Otra Historia de los Estados Unidos (Zinn, Howard.
2000). En la dimensión poética-política debe hacerse lo mismo con Whitman,
revisarlo, no para copiar al pie de la letra sino para repensarlo desde nuestras
respectivas modalidades históricas.

Por lo tanto –insistimos- no se trata de una tradición unívoca en la historia de los


Estados Unidos. James Petras recuerda como en la lucha por la independencia
norteamericana algunos colonos apoyaron a la corona inglesa y su política
colonial, en cambio otros enarbolaron la defensa de la guerra de independencia.
Ya en el siglo XIX –sigue el autor norteamericano- algunos (los dueños de las
plantaciones específicamente) defendieron la secesión y la esclavitud mientras
otros dieron su respaldo a la abolición y a la unidad. En el siglo XX algunos
propusieron hacer las paces con Hitler, mientras otros, la gran mayoría dio la
pelea contra el nazismo. Luego, a finales del siglo XX, Petras señala como
algunos norteamericanos apoyaron “las democracias” promovidas por los
escuadrones de la muerte en Centroamérica mientras que otros respaldaron a los
guerrilleros que peleaban por la tierra y la libertad. Frente a una provocación de un
agente de la CIA que lo interpeló sobre su patriotismo, el intelectual de
ascendencia griega replicó con una pregunta que bien valdría la pena hacernos
nosotros mismos, teniendo en cuenta todo lo anterior: “¿Qué tradición
norteamericana apoya usted?” (Petras, James. 1997. p. 41). Esta es la pregunta
que debemos hacernos nosotros, pero también deben de hacerse la gran cantidad
de salvadoreños que sueñan y trabajan en territorio de los Estados Unidos de
Norteamérica y que de un día para otro –si es que todavía no lo son- se
convertirán en ciudadanos norteamericanos.

5
Es importante señalar que este verso parriano apareció en una obra muy particular, no
necesariamente se trataba de un libro, al menos no como tal, se trataba de una caja con cierto
número de postales, ilustradas. (Gómez, César. 2014. pp. 45-64).
3
Y como este ensayo tiene la pretensión de ser crítico y por lo tanto dista de ser un
acartonado panegírico sobre Walt Whitman y su obra, es necesario decir, que el
ya citado historiador estadounidense destaca la manera en que el mismo Walt
Whitman en el Eagle de Brooklyn manifestó una posición fatídica respecto a la
guerra de 1840 (es decir la guerra México-estadounidense): “Sí, ¡a México hay
que castigarlo severamente! Que ahora se lleven nuestras armas con un espíritu
que enseñe al mundo que, mientras no nos perdemos en discusiones, América
sabe como aplastar, así como también expandirse” (Zinn, Howard. 2000. p. 152). 6
¿Es ese el concepto de nación que nos interesa rescatar del autor del Canto a mí
mismo? ¿El guerrerista que ensalza la superioridad bélica del país del norte y
aboga por el levantamiento de las armas para una guerra de despojo? Sin dejar de
celebrar la observación crítica de Zinn que golpea a uno de los tótems de la
cultura literaria estadounidense, hay que observar si esas declaraciones de
Whitman datan de su período como periodista en Nueva York antes de viajar a
Nueva Orleans y recibir el choque existencial que supone para él, la
contemplación de una subasta de esclavos. Para un crítico como Charles Oliver,
hubo una época en que el poeta aún era ambiguo respecto a la cuestión de la
esclavitud, para Oliver, uno de los factores decisivos en este dilema era la
sensación de Whitman que la preservación de la Unión era más importante que la
abolición de la esclavitud. (Charles, Oliver M. 2006. p.15).

Pero aún con esto que acabamos de señalar, no terminamos de responder a la


interrogante planteada anteriormente, a saber: ¿debemos de apropiarnos del
Whitman “guerrerista”, del anexionista? ¿O por el otro lado del implacable
luchador contra la esclavitud? ¿Podemos tomar a uno rechazando al otro?
Nosotros pensamos que de alguna manera sí podemos y el argumento para
sostener esto nos puede ser proporcionado por otro poeta, por el francés René
Char quién en uno de sus versos sostenía: “nuestra herencia es una herencia sin
testamento.” (Char, René. 1999). El pensamiento creador de corte crítico no tiene
instrucciones escritas sobre piedra, inamovibles, dogmático, y la apropiación que
de ese conjunto de bienes poéticos se realice, depende mucho de las
6
La traducción es propia.
4
subjetividades involucradas en ese proceso pero también del autor, del creador
mismo de la obra, pues no se trata de caer en un eclecticismo barato. Decimos
esto porque el Whitman “abolicionista”, es a su vez un negador implícito de sí
mismo, del Whitman que mostraba entusiasmo en la lucha contra los mexicanos.

2. Whitman y los poetas del mal

Un filósofo esloveno llamado Slavoj Žižek, ha planteado de manera provocadora


que existe un complejo poético-militar, y que la limpieza étnica en Bosnia fue una
especie de continuación de la poesía por otros medios (Žižek, El complejo poético-
militar). 7 El pensador esloveno habla de la experiencia de la ex Yugoslavia, donde
en las guerras fratricidas que siguieron al desmoronamiento del orden socialista,
se destacó en la carnicería un poeta, laureado inclusive en la clandestinidad. Nos
referimos a Radovan Karadžić, quién en la actualidad guarda prisión por haber
sido encontrado culpable de cometer crímenes contra la humanidad. ¿Un caso
aislado? No lo creemos así; nosotros agregaríamos a la lista al poeta judío Abba
Kovner que luego fue laureado en el Estado de Israel. Aunque la operación fue
abandonada, Kovner tuvo la intención de asesinar a millones de alemanes,
incluidos mujeres y niños para lo cual planeaba envenenar suministros de agua,
todo en el marco de una represalia por el exterminio nazi del pueblo judío. 8 Y si a
la lista agregamos no sólo poetas sino ensayistas o historiadores ésta se expande.
Ya Arnold Hauser al hablar de la literatura social en Inglaterra, señalaba, que
Thomas Carlyle fue “el primero y más original de los matarratas que prepararon el
camino para Mussolini y Hitler.” (Hauser, Arnold. 1980. p. 129).

Sin embargo, no podemos perdernos y hablar del mal a secas. Lo que hay que
preguntarse, es a quién va dirigido ese mal. En el ámbito de la literatura
salvadoreña un escritor que se ha planteado esto ha sido Manlio Argueta, en su
7
En una evidente paráfrasis de la harto conocida fórmula de Carl von Clausewitz respecto a que la
guerra es la continuación de la política por otros medios.
8
(Los Vengadores Judíos. 2010).
5
novela Los Poetas del Mal. Preguntémonos sin ir tan lejos: ¿acaso Roque Dalton u
Otto René Castillo no hicieron el mal a los gobiernos militares de turno que les
tocó padecer? ¿No fueron perseguidos por ese mal que causaron al sistema de su
época? Por supuesto que así fue. Luego lo que hay que preguntarse es a quién o
qué va dirigido ese mal. Para su época, Bertolt Brecht lo planteaba de manera
insuperable, de la siguiente manera: si se quiere hacer el bien a la humanidad hay
que desear hacerles el daño, el mal a los fascistas. (Macciochi, Antonietta M.
1978. p. 202).

De esta manera las consecuencias de una determinada práctica política del poeta
tiene un alcance nacional, en dos direcciones, tanto si afecta al conjunto del poder
que ostenta un determinado grupo sobre una nación (digamos en el rechazo de la
esclavitud), cómo si afecta al individuo particular que la habita. Este último aspecto
parece ser en buena medida el caso de Whitman. Su intento por combatir la
terrible lacra que se abate por entonces en los Estados Unidos, es decir, la guerra
civil, se circunscribe a un esfuerzo desesperado por llevar un poco de consuelo,
de alivio, aunque sólo se trate de escribir una carta, llevar dulces o hablar con un
soldado, un ser humano que se debate entre la vida y la muerte, o entre “la vida y
la vida”, es decir entre la vida antes y después de la mutilación, entre la vida como
la ha conocido hasta ahora y una vida nueva marcada por la amputación y el
padecimiento del por entonces desconocido síndrome de estrés post-traumático.
Esta cruzada por llevar un poco de tranquilidad en medio de un océano de dolor
no fue para nada aséptica para el poeta, pues terminó por hundirlo en una
profunda depresión. (Charles, Oliver M. 2006. p.16).

En este sentido, Richard Lehan señala cómo, en términos general el escritor


estadounidense ha sido al mismo tiempo testigo y profeta de la historia
norteamericana, menciona –entre otros- a Thoreau protestando en Concord, a
Walt Whitman en un puesto de primeros auxilios en Chancellorsville, a Mark Twain
en los yacimientos de oro,9 a Dreiser en la huelga de los mineros del carbón en
9
Recordemos también como después de una masacre realizada en 1906 por el ejército
estadounidense en Filipinas, Twain escribió enojado al respecto, particularmente por la actitud del
presidente Roosevelt de felicitar al comandante militar responsable de la matanza (Zinn, Howard.
2007. p.54).
6
Harlan,10 a Dos Passos y Upton Sinclair en protesta contra la ejecución de Sacco
Y Vanzetti, a Hemingway en los conflictos armados de Italia y España, a Norman
Mailer y Robert Lowell en el pentágono en contra de la guerra de Vietnam, para
Leihan “el escritor estadounidense puede decir con razón, que estuvo presente.”
(Luther S. Luedtke. 1990. p. 193).

Pero Whitman no sólo lloró por y junto a los soldados anónimos heridos o
condenados irremediablemente a la muerte. También sintió el dolor por personajes
reconocidos, hablamos particularmente de Abraham Lincoln. Así lo manifestó en
su poesía, en su canto fúnebre titulado Del Canto al Presidente Lincoln
(conmemorando su muerte). (Whitman, Walt. S/F. p. 193). Tal y como algunos
señalan, debió existir una fuerte amargura en el hecho de que haya sido en un
teatro donde ejecutaron a Lincoln -Whitman era un amante del teatro y también de
la ópera- (Zwonitzer, Mark. 2008), pero no hay que perder de vista que esta
paradoja sólo agregó un toque de tristeza ante la pérdida de una figura pública
cuya ausencia se haría sentir para mal en el proyecto democrático de la nación
norteamericana. Las posibilidades político-democráticas que se apagaban para la
nación estadounidense debieron afectar intensamente a Whitman. Hay que tener
presente que fue Lincoln quién promulgó la ley que daba tierras en el oeste a los
que quisieran trabajarla y otra (la del 1 de enero de 1863) que liberaba a los
esclavos de los rebeldes (Manfred, A.Z. 1978. pp. 425-426). Esta última tuvo un
alcance particularmente revolucionario. Para Federico Engels si el Norte no
adoptaba la bandera revolucionaria, sería derrotado. En este caso la medida
revolucionaria fue otorgar la libertad a todos los negros. Ese fue el gran acto
revolucionario que brindó una decisiva ventaja sobre el sur esclavista. En otras
palabras: tocó nada más y nada menos que la estructura económica esclavista.
(Mayer, Gustav. 2009. pp. 154-155). 11 Para otros, el conflicto que le tocó vivir a

10
No tiene desperdicio alguno ver respecto a este suceso, el documental del año 1977 Harlan
County U.S.A dirigido por Barbara Kopple. Aunque la actividad aludida por Lehan es el conflicto de
los años 30 y no el de los 70 que el documental muestra, sin embargo, lo importante es explorar la
existencia de esa lucha y la continuidad, interrupción o transformación del compromiso político de
los poetas junto a esas gestas.
11
También es necesario tener presente que la aprobación de esa ley no fue nada fácil; dentro del
marco de las producciones culturales contemporáneas y específicamente del séptimo arte, el lugar
en el que se subraya esta problemática es en la película Lincoln, protagonizada por Daniel Day-
7
Whitman no era poca cosa, no se trató simplemente de una lucha por la secesión.
Se trató de algo mucho más decisivo y de mayor alcance, el conflicto entre el
Norte y el Sur fue una pugna entre dos civilizaciones y culturas por hegemonizar
el territorio geográfico de los actuales Estados Unidos de Norteamérica (Blanco,
Antonio J. 1999. p. 48). Los ecos de esta pugna aún se hacen sentir en el latente
racismo de varios sectores norteamericanos que recientemente han cobrado
inusitada violencia.

3. El peligro de una deriva materialista

Para Richard Lehan a Whitman le preocupó el creciente materialismo de los


Estados Unidos pues se convertiría en un obstáculo para crear una identidad
nacional más espiritual, también se mostró crítico de la explotación individual de la
tierra y abogó por una literatura que surgiera de la armonía entre el escritor y la
tierra, que había sido alejada por lo técnico-científico (Luther, Luedtke. 1990. p.
181.)

Pero no sólo los grandes megaproyectos y las promesas de “políticos millennials”


de toda índole, nos subrayan esa tendencia hacia la preponderancia de lo técnico-
científico. También en los pequeños detalles puede evidenciarse. Esta vez –por
ejemplo- desde el enfoque actual que en el exterior se le brinda a nuestra nación
en materia de “ayuda y cooperación.” Hablamos específicamente del mundo de las
becas y los estipendios. Es interesante constatar como la mayor parte de esta
forma de cooperación se enfoca casi exclusivamente en materias técnico-
científicas, viendo reducidas significativamente las oportunidades de escritores,
historiadores o filósofos de verse beneficiados por este tipo de programas. No es
algo meramente casual, es algo que responde a una lógica nada inocente que
privilegia el progreso material, “lo evidente”, es decir las grandes construcciones,

Lewis, quien es hasta la fecha el único actor en ganar en tres ocasiones el Oscar por un papel
protagónico y como dato curioso, hijo del poeta irlandés: Cecil Day-Lewis.
8
los megaproyectos urbanísticos, desconociendo como progreso la reflexión
auténticamente crítica e inconformista propia de “las humanidades” y no sólo la de
ciertos autodenominados “analistas políticos” o de periodistas liberales que
aprovechan la menor oportunidad para hacer ejercicios públicos de corrección
política y que se presentan como de izquierdas a la hora de encarar el pasado –
las masacres militares o la memoria histórica- pero son completamente
conservadores a la hora de valorar a los gobiernos de izquierda en la región
latinoamericana. No, el pensamiento humanista como el filosófico tiene pretensión
de radicalidad. ¿Por qué entonces muchas de esas instituciones que proyectan la
cooperación buscan entre sus candidatos perfiles que les resulten dóciles,
genuflexos? Personajes que al invertir en ellos –y lo decimos en términos
estrictamente económicos- se mantengan apegados al guión de la economía de
mercado capitalista, de sus valores y de la visión de mundo que la respalda. El
peligro al que se enfrentó Whitman –es decir la amenaza de todo materialismo que
empobrece lo espiritual- está lejos de haber caído en desuso y es por ello que
aunque de manera insospechada el poeta barbado todavía tiene algo que decirnos
al respecto.

Tal y como Whitman se lo planteó a su amigo –y uno de los ejecutores de su


testamento- Horace Traubel:

Los griegos –casi todos ellos: los escritores, las tradiciones raciales- están
llenas de esta idea: la idea de que los dioses odian la prosperidad –esta
clase de prosperidad, la idea de que cuando los hombres se sientan
apilados por todos lados con posesiones, pillaje, luego el fin está cerca
entonces ¡cuidado! (Schmidgall, Gary. 2001. p. 169) 12
No es difícil por lo tanto establecer una conexión entre esos seres abocados a la
posesión y el pillaje y lo que el poeta mismo denominaba “las clases
ornamentales” que en su opinión hacían mucho ruido pero que en realidad no
creaban nada. Se burlaba diciendo que uno puede sacudir látigos sobre los seres
humanos y aún así ser un completo inútil, de tal manera que mucho de lo que se

12
Traducción propia. Véase también la crítica poética a ese sujeto apilador, es decir el sujeto
burgués en su poema titulado A un Burgués. (Whitman, Walt. S/F. p. 166).
9
hace pasar por habilidad solamente es una cosa muy diferente: brutalidad.
(Schmidgall, Gary. 2001. p. 168).

Conclusiones

Este breve trabajo ha intentado ser una invitación, un preludio a una relectura del
bardo. En nuestro caso ha sido un intento por saldar una deuda pendiente, es
decir, conocer más y mejor al poeta norteamericano.

Vamos a plantear las conclusiones a manera de axiomas, breves, concisas, la


demostración de las mismas se ha intentado en las páginas anteriores.

-El legado poético de Whitman es amplio, no está exento de contradicciones, sin


embargo una apropiación productiva de su obra nos conecta con una tradición
estadounidense de digna lucha emancipadora.

-Todo poeta es un ser complejo que en su escritura no se desliga de una práctica


política que le es propia. Se enfrenta a la disyuntiva sobre a qué o quienes hacer
el mal. Transita dos vías para intentar resolver el laberinto de los problemas de su
tiempo, una amplia donde combatirá calamidades –como el racismo- que atañen a
un gran grupo social, una nación por ejemplo e inclusive a una civilización entera.
La otra vía es más íntima, pequeña pero no por ello menos insignificante. Por este
camino tratará por sus propios medios de disminuir el dolor de los que le rodean,
el dolor de sus compatriotas.

-Whitman tiene vigencia, en especial en aquella faceta en la que critica y hace


saltar las alarmas frente a la amenaza de la deshumanización, del
empobrecimiento del espíritu de una nación que se corrompe a sí misma al
hipotecar su bienestar en aras de una inercia fanática por el beneficio material.
Este peligro es constante en todas aquellas naciones que se postran ciegamente
ante el falso límite insuperable de nuestro tiempo: el capital.

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Referencias

Bibliográficas

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Hemerográficas

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Audiovisuales

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Material de soporte electrónico

Slavoj Zizek. El complejo poético-militar, recuperado de:


https://elpais.com/diario/2008/08/07/opinion/1218060004_850215.html

Los Vengadores Judíos. (2010). Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?


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Walt Whitman (American experience). (2008). Recuperado de:


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