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Seis viñetas sobre política, contexto y

compromiso en la literatura

Fecha: julio 4, 2020Autor/a: Hay vida en Marte0 Comentarios


Esta ponencia se leyó en el marco de las Primeras Jornadas de Literatura Boliviana, en
la Feria Internacional del Libro de La Paz 2014, en la mesa denominada Política,
contexto y compromiso.
Carlos Medinaceli, abogaba por una literatura comprometida

Virginia Aillón (1)


No deja de preocuparme el tema de esta mesa de las Jornadas de Literatura Boliviana,
celebradas en el marco de la Feria Internacional del Libro 2014.
Mi preocupación se asienta en por qué deberíamos discutir ahora este tema que se
desarrolló con fuerza en las décadas del 60 al 80 del pasado siglo.
Espero, en todo caso, que en el contexto nacional no se estén desplegando tendencias —
que suelen denominarse “políticas culturales”— de simpatía a lo que se llamó la
“literatura comprometida”.

Viñeta 1. El origen de la pregunta

Todo comienza con la pregunta: ¿influyen la política y el contexto en la creación


literaria? En realidad debería, antes, formularse otra pregunta ¿deben la política y el
contexto influir en la creación literaria? Y, de esta última cuestión, la palabra “debe” es la
que más peso acusa.

En realidad, la corriente que respondió positivamente a esta pregunta fue el “realismo


socialista” que se desplegó como política cultural oficial en la ex Unión Soviética (1917-
1991) pero que afinca sus orígenes en pleno desarrollo del realismo y naturalismo en el
siglo XIX. Pero, es claro que su despliegue central se dio en paralelo a las vanguardias
que planteaban la autonomía del arte.

La del realismo socialista ha debido ser una de las épocas en que la literatura haya sentido
mayor presión del poder político. Y si las prescriptivas literarias han sido siempre un
dulce para el poder, la socialista fue de las más elaboradas. Vale como ejemplo la
siguiente aseveración (2):

Se afirma en algunos círculos, de manera terminante, que la novela contemporánea es


la novela surgida de la trinidad Joyce-Faulkner-Kafka, a la que se agrega con frecuencia
Proust o Virginia Woolf, es decir, la novela sin personajes, sin acción, la novela que se
niega a sí misma o que se toma a sí misma como tema de la novela. Y bien, ¡esto es una
especie de terrorismo! (…) con tal criterio es evidentemente fácil expulsar de la
literatura universal las grandes novelas cíclicas o las de inspiración socialista…
De este modo, el realismo socialista estableció el deber del creador en general y del
escritor en particular; el escritor y su obra “debían” responder a su contexto, a la realidad,
al pueblo, al destino, a la historia.

En Bolivia, la producción de “literatura comprometida” tuvo su auge en la época de las


dictaduras militares (60-80 siglo XX) y hay sendas antologías que así lo demuestran. Pero
fue en la ideología nacionalista que afincó la noción del arte comprometido. Así lo
demuestra la siguiente reflexión, o más bien reclamo, de Carlos Medinaceli en 1935 (3):

¿Cuál es el panorama que presenta nuestra literatura en 1935? .¿Qué obras de


trascendencia se han publicado? ¿Qué .acontecimientos intelectuales han ocurrido?
¿Cuál es el rumbo .que sigue el pensamiento nacional? ¿A dónde vamos? ¿Cuál ha .sido
nuestro íntimo, profundo sentir? ¿Cuál la emoción que nos .ha dado la guerra? Aunque
sea doloroso decirlo, este año no se .ha publicado ninguna obra, en ninguno de los
géneros, que esté a la altura del dolor boliviano o que haga frente a la realidad que nos
aplasta.
De este modo, la literatura boliviana contemporánea, especialmente la narrativa, se ha
desarrollado bajo esta presión, lo que no impide reconocer obras de evidente valor
literario, como sucedió seguramente en todo el continente.

Muy posiblemente, la fortaleza de la narrativa boliviana del siglo XXI, tenga que ver con
que ha discurrido desatada ya de tal apremio; pienso en propuestas tan interesante como
las de Adolfo Cárdenas y Alison Spedding.

Viñeta 2. El poder del poder.

Pero si la creación parece haberse librado del peso del realismo socialista, creo que su
gravitación permanece en amplios sectores de lectores. El realismo socialista —y la
ideología del nacionalismo— ha creado un “lector tipo” representado tanto por los
intelectuales de esa época como de nuevas generaciones que se enganchan a través de la
cultura de la música protesta, el cine comprometido, y otros. Creo que ese lector tipo se
manifiesta en la valoración literaria, y posiblemente artística en general, a través de la
manida frase: “es igual a la realidad”, demandando, entonces, más un testimonio o
fotografía de la realidad antes que productos estéticos de la palabra. Para mi ese es el
poder del poder del realismo socialista.

VIÑETA 3. LA BOLSA DE VALORES LITERARIOS

Ahora bien, la pregunta que organiza esta mesa, en los hechos, refiere a la relación del
poder con la literatura o viceversa. Pero, más que el poder “externo”, o el poder político,
quisiera más bien referirme al poder de la institución literaria.

Es decir, a la vez que rechazo las preceptivas literarias, es decir, el peso del poder político
sobre el hecho creador, eso no vela el poder de la estructura literaria. Creo, con Foucault,
Rama, Bourdieu y Said que la literatura conforma un espacio de múltiples poderes,
normado no siempre por los poderes de la palabra. En todo caso los discursos estéticos e
ideológicos parecen ocultar otros poderes que podrían denominarse como la oferta y la
demanda literaria. Ahí se ubican, fundamentalmente, el canon y la academia literarios.
Habría, entonces, una bolsa de valores literarios que establecería una centralidad.

Así, no son ni tan ingenuos ni tan puros, lo premios, los profesores, los críticos, las ferias,
los programas de televisión, los de radio, los viajes, los simposios, las tesis, los
congresos, las traducciones, los invitados, las editoriales, las presentaciones, los grados y
los post grados, las revistas.

Viñeta 4. Las paradoxas de crear en los intersticios de la estructura literaria.

La estructura literaria, de ropajes bellos, esenciales y trascendentes, como toda estructura,


acusará también intersticios y rajaduras por donde los echados afuera se cuelan…aunque
generalmente han sido ellas las echadas afuera.
Posiblemente las a veces llamadas “literaturas menores”, son las que mejor muestran el
poder de la estructura literaria; son el espejo que devuelve la imagen del poder literario.

De ahí que cuando estas literaturas (de mujeres, negra, indígena, etc.) “irrumpen”, juegan
una paradoja interesante: a la vez de producir (o mejor dicho, para producir) enfrentan el
poder de la estructura y ésta, por supuesto, reacciona. Los discursos reactivos de la
estructura literaria pueden, sin embargo, reducirse a uno solo: en la valoración literaria no
cuentan los hechos “extraliterarios” (género, identidad, etc.).

Viñeta 5. La gran paradoxa y de la crítica y la academia literarias (y no solo de los


Estudios Culturales) (4)
Lo que pasa con la adscripción de la obra literaria a la ideología es terreno farragoso y en
el intento suelen sucederse incontables preguntas que devienen a veces en absurdas. Sin
embargo, estos posibles absurdos son tomados por la crítica literaria para acercarse a
determinadas obras. Veamos el caso de la así llamada “literatura indígena” que provoca
la inicial cuestión de qué denomina “literatura indígena”, ¿la escrita por un/a indígena?, y
entonces, ¿quién es indígena? o, ¿se puede denominar indígena a una obra literaria escrita
por alguien “no indígena?, o ¿alude la literatura indígena a cualquier obra que tematice la
problemática indígena? y, ¿cuál es esa temática?, ¿o se trata más bien de un modo
indígena de nombrar el mundo, un lenguaje?, ¿cuál? Entonces, ¿es indígena la novelística
de Alison Spedding, igual o tanto más que la de Alcides Arguedas, considerada como
“indigenista”?

Tales porfías que generalmente tienen sin cuidado al lector y a muchos de los escritores,
conforman, como dije antes, pautas cuasi metodológicas para el estudio de estas obras
por parte de la crítica literaria, especialmente la académica. No podría ser de otro modo
porque toda marca “identitaria” de un texto es producto de una lectura, siempre situada
en un contexto social, histórico e ideológico. Esta forma de trabajo de la crítica literaria
causa a veces rechazo porque se “encasilla” —dicen sus detractores— la obra literaria.
Esto también es cierto porque la crítica es una selección de uno o más sentidos de una
obra y es muy escasa la crítica que trabaje “al ras de la obra”; esto es, armando el juicio
crítico a partir de los sentidos múltiples y a veces contradictorios de la obra literaria. De
ahí que toda adscripción de la obra a determinantes así llamadas “extraliterarias” es una
esfera la mayor de las veces confusa. Entonces, las literaturas indígenas, o las femeninas,
o las juveniles, o las sociales (¡sic!), serán siempre cuestionadas. Me parece que vale la
reprobación de esta crítica pero deberá comprenderse que su origen académico le impone
metodologías de estudio de determinados corpus. Porque, ¿qué podría denominarse el
conjunto de novelas escritas por Woolf, Yourcenar, Zamudio y Matto de Turner?

Claro que hay algunas adscripciones que se impugnan más que otras. Tanto así que la
asignación de espacio geográfico, que también es extraliterario, no se cuestiona y por esa
vía se acepta sin más la existencia de una “literatura nacional” e incluso universal. Es
como que se consintiera la existencia de un halo, un espíritu o un espectro telúrico que sí
marcaría la obra. Pero si esto se acepta no veo por qué no se podrían admitir otras
entidades que a modo de soplo marcarían también la creación.

Con todo y a favor del halo telúrico, repitamos la pregunta: ¿cómo se denominaría al
conjunto de estos autores: Freyre, Saenz, Cerruto, Mitre, Camargo, Medinaceli, Borda,
Pacheco Balanza y Rivero? O ¿cómo le decimos al conjunto conformado por Tolstoi,
Gorki, Pushkin, Dostoievski, Chejov, Pasternak y Ajmátova? Estos ejemplos no hacen
más que confirmar nuestra inicial certeza, que estas son aguas convulsas y poco claras.

La crítica literaria en Bolivia, que se desarrolla desde fines del siglo XIX, ha discurrido
por acercamientos históricos y por géneros literarios: modernismo, realismo, un poco de
romanticismo, las vanguardias, etc. También por tópicos “extra literarios”: literatura
indígena, social, urbana, costumbrista, femenina, infantil, juvenil, de la represión, de la
guerrilla, etc. Y geográficos: literatura cochabambina, cruceña, paceña, potosina (no sé si
existen, sin embargo, la alteña o la pandina). Finalmente por idiomas: literatura quechua,
aymara, guaraní, etc.
Viñeta 6. La autonomía literaria

Las vanguardias en Bolivia, como en todo el mundo, han sido espacio de autonomía
literaria. Tal el caso de la obra de Arturo Borda e Hilda Mundy, que tienen como una de
sus características la independencia respecto de los discursos oficiales, no sólo políticos,
sino también literarios.

Estos casos aislados contrastan con el peso del deber que hostigó a la narrativa del siglo
XX en Bolivia. Ello no sucede, sin embargo, con la poesía boliviana cuya fortaleza, entre
otros, se debe a su autonomía respecto de las preceptivas.

Y aunque a veces la poesía ha respondido a los ataques de la cultura oficial y hay


antologías que así lo demuestran, en general la poesía sigue siendo el reducto mayor de la
autonomía literaria.

Creo que esta autonomía acusa también una paradoja: la del lenguaje poético que no
convoca un público lector grande. Yo comparto la noción de que la poesía y sobretodo su
lectura supone un espacio cerrado: mi imagen preferida es la de la cofradía de los poetas
y de los lectores de poesía.

Para finalizar, a los dislates preceptivos (o políticas culturales) hay que responder con
este hermoso verso de Pushkin sobre la autocomplacencia del artista, demuda ese otro
“poder” del arte de la palabra:

¿Estás contento con tu obra, exigente artista?


.¿Estás contento? Pues deja que la muchedumbre la denigre,
Que escupa en el altar donde arde tu fuego.
Y en su travesura infantil haga vacilar tu trípode.
(1) Escritora y crítica literaria boliviana. Email: virginiaaillon@gmail.com
(2) André Gisselbrecht, en: Garaudy, Roger; Gisselbrecht, André et al. 1966. Estética y
marxismo. Traducción de Silvio Sastre y Silvia Gojman. Buenos Aires: Arandú: 54-55.

(3) Medinaceli, Carlos. Páginas de vida. Potosí. Potosí, 1955. (Colección de la Cultura
Boliviana. Escritores modernos, 2)
(4) El texto de esta viñeta forma parte de un texto mayor «De la ‘ideología’ en la crítica
literaria», publicado en Letra Siete el 24 de abril de 2014.

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