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Sombras nada más

Pedro Ángel Palou

Sombras. De la crisis, por ejemplo. Un banco (Silicon Valley) sigue a otro banco (First Federal),

luego otro banco, este europeo, prestigioso, no de medio pelo como sus antecesores en la

debacle, Credit Suisse. Investigo y también cierran y cierran sucursales (cuatro mil en 2021 en

Estados Unidos, por no poder mantenerlas). Entro a la página del departamento del tesoro y

hay otro derrotado, del que no se habla, Signature Bank. Sombras, como en los cacerolazos de

Argentina, la reserva federal solo asegura 250,000 dólares por persona si un banco entra en

bancarrota. Las autoridades se apresuran. En mi pueblo hay filas de gente sacando su dinero de

Silicon Valley Bank. Sombras de 2008 y la crisis de la burbuja inmobiliaria.

La Fed (el equivalente del Banco de México), la reserva federal, ha estado aumentando las tasas

de interés agresivamente para frenar la inflación. Los economistas la previenen para dejar de

hacerlo, precisamente por la crisis bancaria que se avecina. Sombras de una recesión que se

intenta frenar con un incentivo al ahorro y no a la circulación del dinero. El efecto se deja sentir

en todo América Latina, en Europa. Hoy Janet Yelen se apresura a decir ante el senado que el

sistema financiero es fuerte. Los mercados no le creen tanto, las bolsas fluctúan, pero en

realidad van a la baja irremediablemente.

Sombras de un colapso, también, del sistema democrático liberal que sostiene al capitalismo

financiero actual. En Hungría, en Turquía, en Estados Unidos, y lamentablemente en México con

los recortes al INE y el infame Plan B. Y ni se diga en Nicaragua. Petro en Colombia y Boric en
Chile se apresuran a desmarcarse, claro. A decir que hay otra izquierda posible, una que no solo

no reniega, sino que se sostiene en la democracia. Una socialdemocracia posible. Sombras de

un futuro que no llega para la gente, que aún no le beneficia nada.

Sombras de un crecimiento que llega y no llega al bolsillo y las casas de todos. América Latina

crece, y crece más que muchos países. Pero aún no nos alcanza. La pobreza está a la baja, pero

aún 167 millones de personas viven dentro de ella (el 28% de sus habitantes) y sus condiciones

(retraso, falta de educación, dignidad ante lo elemental para la vida). El 10% de la población, el

más rico, recibe el 37% de los ingresos y el 40% más pobre sólo el 15% de los ingresos.

Sombras de un campo que ha sido abandonado y no solo no produce lo que debería, sino de

una autosuficiencia alimentaria del pasado. En su informe, Población, territorio y desarrollo

sostenible, nuevamente la Cepal pone el dedo en la llaga: dos tercios de los latinoamericanos

viven en ciudades mayores a los veinte mil habitantes y, como dije, 8 de cada diez

latinoamericanos vive en ciudades. El campo, idílico baluarte de las identidades

latinoamericanas en el siglo XIX está abandonado prácticamente. Nadie quiere vivir en el

campo. Sombras nada más, entre tu vida y mi vida.

Sombras que no entendemos. García Márquez en su discurso del Nobel nos alertaba a no

pensar en chiquito, en el pequeño ahora, sino en la larga duración de Braudel. Decía Gabo

entonces sobre Nuestra América: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos

sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más

solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio

pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros

300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20
siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los

pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos,

ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna.”

Sombras nada más de un potencial enorme que no podemos desperdiciar. El peso está fuerte,

asombrosamente fuerte. Y eso se debe, no solo a la política monetaria, sino a las instituciones, a

los contrapesos, a la fortaleza de la división de poderes. Dejemos ya las sombras, los

claroscuros, apostemos por la claridad, aunque al principio nos ciegue.

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