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“Professionla Economic Ethics: Why Heterodox Economists Should Care” en Economic Thought , 2(1): 43-53, 2013.

Ética profesional económica: Por qué debería importarle a


los economistas heterodoxos12

George DeMartino
Josef Korbel School of International Studies, University of Denver, USA
George.DeMartino@du.edu

Resumen

Al argumentar por una ética profesional en economía durante los últimos dos años, desde la
publicación deThe Economist’s Oath (El Juramento del Economista), he encontrado mayor
escepticismo entre los economistas heterodoxos de izquierda que entre los de derecha. Los
economistas de izquierda argumentan, entre otras cosas, que la idea de establecer un campo de
ética profesional económica es ingenua, dado que los economistas difícilmente serán disuadidos
de actuar mal por un código de conducta; errada, ya que la ética profesional no apunta a las
principales fallas de la economía y los economistas; y como consecuencia de todo esto, que la
ética profesional económica está mal orientada, al menos para los economistas heterodoxos, ya
que desvía la atención de los problemas reales de la profesión.

El escepticismo de la izquierda en relación a la ética profesional en economía, aunque no


deja de tener su valor, está equivocado en aspectos centrales. Sobre todo, los economistas
heterodoxos mantienen una visión estrecha sobre el alcance de la ética profesional económica; y
tienden a amalgamar el campo con un código de conducta. Si corregimos estos errores, podemos
ver que los economistas heterodoxos deberían estar al frente de la pelea por una ética profesional
en economía. El artículo concluye examinando qué implicancias debería tener la ética profesional
económica en relación a la pedagogía en economía.

1
1 Presentada en Annual Meetings of the Association for Heterodox Economics (AHE), Nottingham Trent University, 6-
9 July 2011.
2
Traducción realizada por Alicia Failde.
1
Introducción
Los últimos dos años se han caracterizado por la aparición de un nuevo interés sobre la conducta
ética de los economistas. En particular, la película Inside Job de Charles Ferguson que explora
las causas de la crisis financiera global, alerta a la prensa especializada acerca de que los
académicos a veces enfrentan conflictos de interés en sus actividades extra curriculares que no
siempre revelan. La película conduce a economistas (Carrick- Hagenbarth y Epstein 2010; 2012)
y periodistas (Flitter, Cooke y da Costa 2010) a explorar sistemáticamente la frecuencia con la cual
los economistas omiten declarar sus conflictos de interés al dar testimonio frente al Congreso de
los Estados Unidos o al hacer públicas sus posiciones en temas fundamentales de políticas
públicas. En última instancia, la presión sobre la American Economic Asociation -AEA (asociación
americana de economía) para que se ocupara del problema del conflicto de intereses fue
suficientemente fuerte como para inducir a sus líderes a formar un Comité Ad-Hoc para investigar
si la AEA necesita algún tipo de pautas o código de ética. El informe del Comité, que pide un
endurecimiento de las pautas de la AEA sobre la obligación de declarar el conflicto de interés pero
falla al abordar problemas éticos más amplios, fue aprobado por el Comité Ejecutivo de la AEA
durante el encuentro anual en Enero 20123.
El examen de la ética de la profesión económica ha estado pendiente desde hace mucho
tiempo. La AEA se formó 125 años atrás. Desde entonces la profesión económica en los EUA,
RU y más, ha buscado siempre influir sobre las políticas públicas- influencia que la profesión
creyó merecer como consecuencia de sus competencias. Y ha sido muy exitosa en su campaña
en busca de influencia. Hoy la economía está seguramente entre las profesiones más importantes
en términos de su impacto en el mundo. Sin embargo, en todo este tiempo la profesión nunca se
ha ocupado de la carga ética que implica influir sobre otros. Aún peor, la profesión ha desdeñado
en gran medida la idea de que asume obligaciones éticas que requieren atención seria. No tengo
presente ninguna otra profesión que haya sido tan displicente en relación a sus
responsabilidades.
Desde mi punto de vista, la profesión es éticamente acusable de su desdén por sus
desafíos éticos. Cuando una profesión busca influir sobre otros, necesariamente asume
obligaciones éticas- ya sea que las reconozca o no. La profesión debió establecer una tradición
de investigación cuidadosa de sus obligaciones éticas 125 años atrás, y estas obligaciones
debieron ser una preocupación central desde ese momento. Esto es particularmente cierto en la
actualidad, cuando la profesión ha adquirido una enorme influencia, y cuando incluso sus
miembros de perfil académico pueden enriquecerse a través de consultorías y otros contratos
fuera de la universidad. Estamos todos en deuda con Charles Ferguson por haber sacudido a los
líderes de la profesión de su sonambulismo ético4.

3
Vale la pena destacar que la creación del comité marcó la primera incursión de la AEA en el campo de la ética
profesional desde 1958, cuando un economista cuyo trabajo fue rechazado por la American Economic Review alegó
mala conducta por parte de los editores de la revista. El caso fue cerrado varios años después sin haber encontrado
ninguna irregularidad.
4
En comentario a este artículo Gary Mongiovi señala la paradoja de que aunque los economistas pregonan la
universalidad del self-interest (interés propio), piensan que ellos en general no se ven afectados por ningún sesgo en su
trabajo extracurricular (como su investigación contratada). Creo que la paradoja puede ser resuelta reconociendo que
2
Al argumentar por una ética profesional en economía durante los últimos dos años, desde la
publicación deThe Economist’s Oath (El Juramento del Economista), he encontrado mayor
escepticismo entre los economistas heterodoxos de izquierda que entre los de derecha. Los
economistas de izquierda argumentan, entre otras cosas, que la idea de establecer un campo de
ética profesional económica es ingenua, dado que los economistas difícilmente serán disuadidos
de actuar mal por un código de conducta; errada, ya que la ética profesional no apunta a las
principales fallas de la economía y los economistas; y como consecuencia de todo esto, que la
ética profesional económica está mal orientada, al menos para los economistas heterodoxos, ya
que desvía la atención de los problemas reales de la profesión.
En lo que sigue dejaré establecido que el escepticismo de la izquierda en relación a la ética
profesional en economía, aunque no deja de tener su valor, está equivocado en aspectos centrales.
Los economistas heterodoxos deberían estar al frente de la pelea por una ética profesional en
economía. Cierro el documento con algunas palabras acerca de las implicancias para la educación
en economía de tomar en serio la ética profesional. Todo esto está extensamente tratado en The
Economist Oath; aquí solo puedo tocar algunos argumentos que merecen mucho más atención.

Equívocos entre economistas respecto a la profesión económica.


Mi primer punto es que los economistas del mainstream (tendencia dominante) y los heterodoxos
tienden a cometer una serie de errores cuando piensan en la ética profesional. Estos errores han
conducido a toda la profesión a un escepticismo injustificado. Es imperativo corregir estos errores
si queremos tener una discusión provechosa acerca de si la economía necesita la ética profesional,
y cuál debería ser el contenido de esa ética si existiera.
El primer error es este: los economistas tienden a ver la ética profesional como abordando
principalmente temas de mala conducta explícita. Los ejemplos incluyen corrupción, plagio,
engaños en beneficio propio (como distorsionar los datos para avanzar en la carrera). Sin embargo
como estos son problemas obvios, no necesitamos invertir tiempo en ética profesional para saber
que está bien y que está mal.
En respuesta debo enfatizar que la ética profesional debe ser entendida como una iniciativa
que busca permitir que los profesionales bien intencionados puedan hacer las cosas bien; no es
solamente, y ni siquiera mayoritariamente, prevenir que estafadores y charlatanes hagan
explícitamente el mal. La mala conducta explícita es, por supuesto, un problema importante en
cualquier profesión, y es lo que concita mayor atención- ej., cuando nos enteramos que un médico
que ha publicado investigación que favorece el uso de una nueva droga está siendo financiado por
una compañía farmacéutica que produce la droga; o cuando comprendemos, como en la película
de Ferguson, que hay economistas trabajando como contratados por intereses empresariales sin
revelar quien los financia.

muchos economistas no creen ser del tipo actores egoístas que presumen en sus modelos. En cambio, se ven a si mismos
como misioneros al servicio del bien público- sacerdotes laicos cuya misión es promover la religión de la eficiencia. Esta
es la visión de Robert Nelson quien ha escrito extensamente sobre la economía como teología en lugar de un campo de
juego para los intereses particulares (Nelson 2003). Los economistas han llegado a verse a sí mismos como operando en
un terreno muy por encima del hoi polloi (las masas, la gente común) que puebla sus modelos; un terreno de pureza ética
muy alejado de los impulsos y tentaciones de hombres y mujeres ordinarios.
3
Sin embargo, la verdadera esencia del campo de la ética profesional abarca lo que significa
ser un profesional ético, y lo que implica para una profesión ser una profesión ética. Asume que
muchos o la mayoría de los profesionales quieren hacer bien en su trabajo, incluso si, o mientras
que, contemplan sus intereses personales. Pero en las profesiones, como en todos lados, las
buenas intenciones no son suficientes para asegurar una conducta ética. ¿Por qué? En parte,
porque no siempre- e incluso no generalmente- está claro cómo manejar las responsabilidades
asociadas con la competencia profesional. Estas responsabilidades son complejas y delicadas y
requieren una cuidadosa y sostenida investigación si vamos a evitar errores que perjudican a
quienes tenemos el propósito de servir. Peor aún, hay evidencia suficiente en el campo de la ética
del comportamiento de que en general personas bien intencionadas no solo fracasan en actuar de
acuerdo a sus más profundas convicciones éticas, también fracasan en reconocer sus deficiencias
éticas cuando las tienen, o en aprender de estos errores. Como anuncia el título de un texto líder
en el tema, somos todos actores imperfectos que enfrentamos “Blind Spots” (puntos ciegos) en
cuestiones éticas (Bazerman y Tenbrunzel 2011; también Sommers 2011). Un importante resultado
de la investigación es que actuar en forma ética requiere muchos ajustes en los procesos mediante
los cuales tanto individuos como instituciones consideran opciones y toman decisiones. Ésta,
seguramente, es un área donde economistas de diversos tipos pueden ofrecer algo de valor al
campo de la ética profesional mientras buscan mejorar su propio comportamiento.
El segundo error está relacionado con el primero. Los economistas tienden a reducir la ética
profesional a un código de conducta, siendo que un código es una legislación para asuntos muy
concretos como conflictos de interés y corrupción. Algunos economistas en particular dan un
segundo paso, argumentando que para que un código tenga algún efecto debe estar respaldado
por sanciones, de modo que aquellos que violen sus disposiciones pueden ser castigados. Y esto,
a la vez, requiere certificación o licencia estatal. El requerimiento de licencia es particularmente
peligroso para los economistas heterodoxos. Especialmente en una profesión que es de mente
estrecha y regimentada como la economía, un código puede servir como otro instrumento mediante
el cual la línea dominante, la cual seguramente controle el proceso de licenciamiento, puede excluir
a quienes sostienen visiones diferentes o no convencionales. Está en juego nada menos que la
libertad de pensamiento. Desde este punto de vista, entonces, la ética profesional económica
podría generar aún más conformidad intelectual y rigidez entre los economistas de lo que se
encuentra hoy.
Ciertamente comparto esta preocupación acerca de un código de conducta limitante para los
economistas. Pero desde mi punto de vista esta preocupación es desacertada porque la ética
profesional no se reduce a un código de conducta, limitante o no.
La fusión de la ética profesional con un código de conducta limitante es quizá el error más
frecuente y dañino entre los economistas. Esto no es sorprendente: la mayoría de las profesiones
tiene algún tipo de código de conducta, y muchos de ellos son letra muerta que todos ignoran
tranquilamente. Por eso debo enfatizar que no estoy defendiendo un código de conducta para
economía. Estoy promoviendo el establecimiento de una ética profesional. Pero si la ética
profesional no es un código, ¿entonces qué es?

4
La ética profesional remite a una amplia trayectoria de examen crítico de la infinidad de
problemas éticos que emergen en el contexto de la práctica profesional, y las motivaciones del
comportamiento ético y no ético. En este marco, la ética profesional abarca prácticas y tradiciones
intelectuales y pedagógicas, no una lista de reglas que puede ser colgada en la pared de la oficina.
Comprende y requiere atención cuidadosa a todo el rango de problemas éticos que surgen como
consecuencia del estatus e influencia de una profesión, así como la naturaleza de su trabajo. De
esta manera abarca el poder, los privilegios, las responsabilidades, y los desafíos que enfrenta la
profesión, además del contexto institucional y epistémico que marca el lugar de la profesión en el
mundo.
La ética profesional concentra su atención principalmente en las complejidades que emergen
de las relaciones- entre miembros de la profesión, entre profesionales y su profesión, y entre estos
individuos (y su profesión) y aquellos que habitan las comunidades en las cuales la profesión opera
y que son afectadas por su trabajo (para bien o mal). Los deberes éticos surgen de la relación de
los profesionales con sus clientes y/o las instituciones que pagan por su trabajo, pero también con
terceros que enfrentan las consecuencias de la prestación del servicio profesional a otros.
No intento negar que la ética profesional también se ocupa de problemas que aparecen en
los códigos de conducta. Efectivamente lo hace. Pero va mucho más allá de estos temas, para
incluir problemas más complejos, ambiguos y controvertidos. Por ejemplo, y para traer un problema
espinoso que reaparecerá en lo sucesivo: ¿cuáles son las implicancias éticas de la competencia o
pericia y cuáles las barreras intelectuales que impiden que los destinatarios puedan evaluar el
asesoramiento que brinda un economista? Otro tema sería: ¿qué tan explícitos deberían ser los
economistas acerca de la certeza o confianza en su ciencia cuando participan en asesoramientos,
proyecciones, blogging, u otras prácticas profesionales? ¿Tienen justificación ética los
economistas cuando, para conseguir lo que consideran buenos resultados económicos, exageran
su pericia con el objetivo de aumentar su influencia en el mundo? ¿O el imperativo de decir la
verdad debería ser superior a su búsqueda de autoridad e influencia?
La ética profesional también se refiere a los deberes de la profesión como un todo más que
de cualquier miembro individual de la profesión. Esta es un área importante, a la vez que irritante,
dentro de la teoría sobre la ética profesional. Un ejemplo que es particularmente relevante en
economía es la obligación de promover el pluralismo. ¿A quién aplica este deber? ¿Requiere que
cada economista sea suficientemente respetuoso de visiones alternativas que él o ella encuentran
no convincentes o incluso peligrosos? ¿O la obligación aplica a la profesión como un todo y no a
un miembro individual en particular- a las revistas de la profesión, los departamentos universitarios
y agencias de financiamiento? Quizá la obligación de defender el pluralismo reside allí – en las
instituciones que estructuran e incluso gobiernan la profesión. Otro ejemplo es el deber de advertir
al público acerca de los peligros asociados con las medidas económicas, y con los límites de la
pericia económica. Si los economistas individualmente “venden” su conocimiento en la arena
pública, quizá la profesión debe publicitar una y otra vez que la economía es aún un terreno incierto,
y que las medidas económicas siempre suponen un cariz experimental que somete los miembros
de la sociedad a un riesgo substancial.

5
Un último punto a este respecto es que la ética profesional necesariamente implica debates
y controversias. Las cuestiones que se plantean en la ética profesional no se someten fácilmente
a soluciones basadas en regulaciones o de tipo formulista. Este punto es fundamental: los desafíos
de la práctica profesional suponen ambigüedades éticas y apertura, no claridad y cierre. No son
cabalmente satisfechos a través de lo que un eticista médico (Radest 1997) denomina “moral
geometry” (geometría moral). No deberíamos asumir ni buscar soluciones axiomáticas en este
terreno. Para ponerlo en términos económicos, no hay una equivalencia ética del óptimo de Pareto
que pueda ayudarnos a dormir bien por las noches. ¡Si la ética profesional en economía no nos
mantiene despiertos con preocupaciones, no está haciendo su trabajo!
En el mejor de los casos la ética profesional involucra el perpetuo cuestionamiento de la
conducta profesional; una continua exploración de cómo una profesión asume o no sus cargas
éticas. La ética profesional económica implicaría nuevos debates, textos, revistas, currículo y
capacitación; buscaría esclarecimiento y educación, y quizá alteración/agitación en lugar de
legislación. Por lo tanto, no necesita un código, permiso u otras cosas del estilo. Si la economía
requiere un código, es algo que debería ser definido dentro del campo de la ética profesional
económica, no antes de establecerla.
Cabe observar que si definimos ética profesional de esta manera, relativamente pocas
profesiones tienen una verdadera ética profesional. Medicina, derecho, periodismo y trabajo social,
vienen a la mente. En contraste, muchas profesiones tienen códigos de conducta, pero no éticas
profesionales. Es importante que la economía no sume su nombre a esa lista.
El tercer error puede ser resumido simplemente en la frase “it´s ideology, stupid!” (¡es
laideología, estúpido!)5. Según esta perspectiva, el principal problema en economía, el elefante en
el bazar, es la ideología- no la ética. Parafraseando a Marx, se podría expresar la crítica de la
siguiente manera: la ética profesional dominante de una era refleja los intereses de la clase
dominante. Y si eso es así, ¿qué tan buena puede ser la ética profesional para cualquier proyecto
de izquierda que proponga resistir la opresión o promover la emancipación genuina?
Esta crítica, plantea problemas complicados que deben ser considerados en forma seria, aun
cuando no impliquen rechazo definitivo al concepto de ética profesional. Desde la perspectiva de
la izquierda, la cual comparto, hay algo de cierto en la afirmación de que la ética profesional no es
la herramienta intelectual apropiada que puede debilitar un punto de vista ideológico dañino
(aunque, ¿cuál es?). En efecto, seríamos ingenuos al creer que la ética profesional económica va
a debilitar el pensamiento económico dominante, o los intereses económicos que a menudo sirve.
Probablemente es mejor ver el campo de la ética profesional como políticamente agnóstico en su
mayor parte. Del mismo modo que la tecnología no es intrínsecamente emancipadora ni
esclavizante, la ética profesional no debería privilegiar una perspectiva teórica frente a otra. Esto
implica que uno puede ser un neo-liberal ético tan fácilmente como uno no ético. Para mí, esa es
una virtud, más que un motivo de preocupación. Dicho esto, la ética profesional dice mucho acerca

5
Nota de la traducción: La sentencia parafrasea la frase «Es la economía, estúpido» que se hizo habitual “en
la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush. La estructura
de la misma ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales” (extraído de la entrada
“Es la economía, estúpido” de Wikipedia. Consultado el 11/03/19).
6
de cómo uno defiende su propia perspectiva. Volveremos a este problema, porque es un punto
fundamental.
Si la afirmación de que la ética profesional es políticamente agnóstica es correcta, se podría
preguntar, ¿entonces porque arriesgarse? ¿Cuál es el punto si no puede matar la bestia neo-
clásica, y existe un verdadero peligro de que pueda volverse contra los economistas heterodoxos?
Yo argumentaría que realmente no tenemos ninguna opción éticamente viable más que cumplir
nuestras obligaciones éticas. Para fundamentar esta afirmación examinaré un argumento en favor
de la ética profesional.

Argumento a favor de la ética profesional en economía


En el libro presento una cuestión que, en cuatro pasos o escalones, justifica en forma creciente el
requerimiento de una ética profesional económica. Desde mi perspectiva, cada escalón por sí
mismo implica la necesidad de ética profesional. Considerados los cuatro juntos se afirma el
argumento. Es una cuestión muy sencilla que puede resumirse rápidamente:
1. Los economistas gozan de un monopolio intelectual sobre un cuerpo de conocimiento vital
para el bienestar social. Esto es fundamental para el caso: este tipo de conocimiento
económico genera autoridad y poder sobre otros.
2. Actualmente, los economistas también gozan de poder institucional en virtud de sus
filiaciones institucionales. Los economistas están integrados en posiciones de liderazgo en
organizaciones vitalmente importantes- públicas, privadas y multilaterales- donde pueden
aprovechar la influencia que se les otorga en virtud de sus conocimientos.
3. Las medidas de política económica generalmente tienen efectos dispares sobre los
miembros de una sociedad. Esa es la razón por la que el test Kaldor-Hicks es tan importante
en economía. Sin este, los economistas del mainstream podrían decir muy poco acerca de
los debates de políticas más apremiantes, dado que casi siempre algún miembro de la
sociedad resulta dañado por las medidas económicas
4. La economía opera en un contexto de insuficiencia epistémica. No podemos saber de
antemano cuales serán todos los efectos de nuestras intervenciones. Siempre hay
consecuencias no deseadas e imprevisibles, y a veces estas son más importantes que las
consecuencias buscadas o previstas. Y por eso debería decirse que los economistas ejercen
influencia sin control. Nunca pueden estar seguros que incluso las políticas mejor diseñadas
alcanzarán sus propósitos6.

Estas cuatro afirmaciones deberían ser una preocupación para los economistas heterodoxos.
En aras de la brevedad solo examinaré la primera de ellas.

6
Para hacer las cosas aún peores, y como Erik Angner (2006) argumenta perspicazmente, las características centrales de
la práctica económica (al contrario de otras prácticas profesionales) protege a los economistas de sus errores, promueve
el ´confirmation bias´(sesgo de confirmación), y por lo tanto impide el aprendizaje.
7
Sobre los conocimientos económicos y el poder de los economistas
En la actualidad hay una enorme distancia epistémica entre los economistas y las comunidades a
las cuales se proponen servir7. Esta condición le genera a nuestra profesión autoridad e influencia
sobre la vida de otros. La distancia epistémica es inherente a cualquier forma de pericia. Pero para
hacer las cosas aún peor, nuestra profesión cultiva la ignorancia económica incluso mientras
promueve la alfabetización económica. Lo hace en forma importante (como muchos han
argumentado) a través de una excesiva formalización de la ciencia económica. Aún más, la
profesión cultiva el temor y la admiración a través de nuestra enseñanza – temor y admiración por
el carácter abrumador de la economía, y por la pericia de los economistas.
La distancia en términos epistemológicos nos proporciona poder sobre aquellos a quienes
nos proponemos servir. Suponemos que sabemos más, y buscamos la influencia que creemos
nos corresponde. Nos sentimos respaldados teniendo nuestra visión materializada en las
políticas públicas, incluso cuando -o quizá especialmente cuando- aquellos quienes son los
beneficiarios propuestos de la política se oponen a las medidas que les ofrecemos.
En el extremo, la profesión económica aspira a tener el rol de ingeniero social. El rol de
Jeffrey Sachs y otros economistas desarrollistas afines en América Latina o Rusia viene a la
mente en relación a ese tema. Como sabios y benevolentes ingenieros sociales, los economistas
han llegado a considerarse con permiso ético para dar forma a las instituciones y afectar flujos y
resultados económicos que influirán directamente sobre las opciones de vida de quienes integran
la economía. Este impulso se ha exhibido plenamente en particular durante los últimos 30 años,
cuando los economistas más influyentes impusieron con fervor el proyecto neo-liberal a través
de los países del sur y las economías en transición.
Esta historia plantea la cuestión de si el impulso de ejercer influencia es únicamente una
tendencia del mainstream o de la derecha económica. No creo que lo sea, aunque sería un
interesante proyecto el de investigar la evidencia histórica para determinar si existen diferencias
relevantes en cómo los economistas de derecha e izquierda se han comportado al impulsar sus
propias agendas. William Barber es de la idea de que la profesión como un todo está en falta. y
lo expresa de esta manera:
“Economistas que operan dentro de tradiciones analíticas claramente diferentes han
sido afines a desplegar sus talentos bajo condiciones en las cuales los procesos
democráticos estuvieron suspendidos...El fenómeno expuesto aquí es entonces no
especifico de Chicago, sino que (tomando una frase de Marshall) es una especie de
un género más amplio. Y la característica central de ese género es de tipo
actitudinal: a saber, una absoluta convicción de la validez de la propia posición

7
Me ocupo con mayor detalle de la relevancia de los problemas epistémicos para la ética profesional en economía en
DeMartino (2013). Basta decir aquí que el problema es de tremenda importancia. Los economistas saben más que otros
sobre los temas de la economía, pero no lo suficiente para sostener los proyectos que defienden, o no tanto como ellos
creen saber. A su vez, el exceso de confianza surgido de la ingenuidad y, a menudo, la ideología, genera group-think
(pensamiento de grupo) e intolerancia hacia las ideas no convencionales, como saben muy bien los economistas
heterodoxos, que son en general subestimados por la profesión. Cuando las vidas de otros están en juego es un imperativo
ético que una profesión desarrolle y sostenga una mente abierta y pluralismo. Saber más que otros, pero no lo suficiente
– y no reconocer las propias limitaciones epistémicas- hace nuestra profesión muy peligrosa (ver DeMartino 2011;
Angner 2006).
8
doctrinal y una fe incuestionable de que su enseñanza mejorará la condición
humana” (1995, 1947-48).

Alegaría que la aspiración de alcanzar una autoridad extraordinaria sin tener en cuenta los
deberes éticos asociados con ella ha sido favorecida por el consistente y explícito descuido de una
ética profesional en economía. Ausente la preocupación por los más básicos principios que forman
parte de la ética profesional en todas las profesiones, no hemos tenido reparos en dirigir las vidas
de otros- y lo hemos hecho con una despreocupación sorprendente hacia las implicancias éticas
de nuestro trabajo. No estoy hablando aquí de los problemas relativamente simples de conflictos
de interés o corrupción. Estoy hablando de la negligencia hacia las implicancias de posicionarnos
como expertos con autoridad sobre la vida de otros.

Sobre maxi-max
Para plantear el caso, en el libro argumento extensamente que en ausencia de una ética
profesional, los economistas principales implícitamente han aplicado una regla en sus trabajos- la
regla de maxi-max. Maxi-max es una regla de decisión que nos dice que, cuando nos enfrentamos
a líneas de acción alternativas, debemos elegir aquella que tiene entre sus resultados posibles uno
que sea superior al mejor de las otras opciones. Bajo este criterio consideramos únicamente como
objetivo el máximo beneficio posible. Pensemos en los juegos de loterías en este marco- bajo la
regla del maxi-max, deberíamos siempre invertir todos nuestros ahorros en tickets de lotería
porque, en la chance infinitesimal de ganar, el beneficio será mucho mayor que el de cualquier otra
estrategia de inversión. Bajo maxi-max dejamos de lado no solo el riesgo de fracaso, sino también
el daño que ocurrirá si la estrategia de hecho falla, además de la distribución de esos daños dentro
de la población. En efecto, descartamos enteramente la posibilidad del fracaso de la política,
cuando decidimos cuál política promover. Más aún, ignoramos los valores y las aspiraciones
declarados por aquellos a quienes nos proponemos ayudar.
A esta altura debería estar claro que el maxi-max ha sido la regla principal de decisión en
las políticas económicas más importantes de los últimos 30 años -aquellas intervenciones que han
buscado imponer el modelo neo-liberal en contextos económicos de desarrollo y transición- aunque
ningún economista sensato haya dicho nunca su nombre. Los economistas líderes defendieron el
neo-liberalismo sobre la base de que su beneficio excedería el de cualquier régimen alternativo, y
punto final. No encontramos aquí ninguna previsión acerca de la posibilidad de fallo de la política,
ni ninguna planificación para el caso de fracaso. Estos fueron planificadores ingenuos y utópicos,
“hombres del sistema” del tipo acerca del cual Adam Smith (1976 [1759]) nos advertía, cuya
arrogancia profesional los lleva a pensar que pueden lograr lo imposible, y por ende tenían
justificación para buscarlo (DeMartino, 2011).
Maxi-max es inconsistente con todos los cuerpos de ética profesional existentes en
cualquier profesión. En efecto, creo que estamos sobre bases seguras al argumentar que la
aplicación del maxi-max es inconsistente con cualquier cuerpo imaginable de ética profesional
económica, donde existiera el campo.

9
¿Por qué el maxi-max es éticamente insostenible? Maxi-max viola dos principios centrales
que hoy son centrales prácticamente para todos los cuerpos de ética profesional. Estos son el
deber de evitar el daño (principio de beneficencia el cual abarca el de no maleficencia) y el deber
de respetar la autonomía de aquellos a quienes servimos los profesionales. La autonomía en la
actualidad queda ampliamente reflejada en el requerimiento de que aquellos sobre quienes actúa
el profesional deben tener garantizada la oportunidad de manifestar consentimiento informado
antes de que el profesional actúe. El principio asume que la persona o grupo afectado (y no el
profesional) deben ser reconocidos como los verdaderos arquitectos de sus planes de vida.
En relación al daño, es difícil imaginar una regla más peligrosa que el maxi-max. Si algo
hace, es maximizar la exposición al daño potencial al descartar el fracaso de la política. Ninguno
de los que estamos vivos actualmente hemos aplicado maxi-max en nuestras vidas -la evidencia
es que estamos aquí, vivos, mientras que si hubiéramos adherido al maxi-max, habríamos estado
muertos hace tiempo. En cuanto a la autonomía, el maxi-max, no es mejor. Le deja al profesional
decidir cuál curso de acción es superior. No requiere consentimiento informado previo a imponer
peligrosos experimentos económicos en comunidades que nunca darían su consentimiento, si se
les diera el poder de decidir por sí mismas. En efecto, en el contexto profesional el maxi-max
obtiene su respaldo moral en el paternalismo, el cual niega explícitamente la autonomía de
aquellos a quienes los profesionales se proponen servir. Maxi-max pone al profesional
directamente a cargo.
Si el argumento de que la profesión ha adoptado implícitamente la regla del maxi-max es
correcto, entonces no debería sorprender que en nombre del bienestar social la profesión haya
cometido atrocidades profesionales, acompañadas por graves violaciones a los derechos
humanos y un substancial sufrimiento económico o incluso la muerte, todo el tiempo pretendiendo
hacer lo que es mejor para otros. La profesión presume que la justificación para actuar en esta
forma está dada por su conocimiento o competencia, la cual se ha convertido en justificación para
utilizar la autoridad profesional en la promoción del bienestar social. Bajo estos reclamos existe
una ingenuidad ética, sistemáticamente cultivada por una profesión que ha desestimado sus
responsabilidades en ese terreno.
Sugeriría que si entendemos la ética profesional apropiadamente, como abarcando estos
problemas, entonces está claro que la ética profesional debe ser una preocupación de los
economistas heterodoxos. Una preocupación constante en los economistas de izquierda es la
democracia económica, la cual es a menudo entendida como el empoderamiento económico de
los trabajadores y los desposeídos. Esta idea se relaciona con la de gobernabilidad/gobernanza
dentro del lugar de trabajo, y la gobernanza económica a nivel de la sociedad (y de las políticas).
Pero hasta ahora, la profesión económica se ha posicionado de una manera que interfiere con el
logro de ese objetivo. El lenguaje y los métodos de la economía impiden la evaluación significativa
de nuestro trabajo por terceros. Y esta maniobra de generar autoridad y poder sobre los otros,
incluso con la mejor intención, tiene el efecto de socavar la propia gobernanza económica.
Desde una perspectiva ética, la pericia económica es inherentemente tensa. Es a la vez
necesaria y profundamente problemática. El problema es que el desarrollo de la competencia en
economía también produce una relativa ignorancia económica en aquellos a quienes nos
10
proponemos servir- y esta ignorancia nos da poder. Y aun así, tendemos a pasar por alto este
dilema. El área de la ética profesional en economía debería colocar estos temas directamente en
la agenda. Las preguntas “¿qué implica ser un economista ético y que la economía sea una
profesión ética?” arrojan luz sobre fascinantes y difíciles problemas vitales que nosotros como
profesión no tenemos derecho a ignorar.

Ética profesional y educación económica.


¿Cómo podría una tradición de ética profesional alterar nuestro pensamiento acerca de la
enseñanza en economía? De lo dicho anteriormente se desprende que el aprendizaje de ética en
economía contribuiría a reducir la brecha de pericia entre los economistas y el público, a la vez
que aclarar los límites de la ciencia económica. La enseñanza de economía en el grado, donde
nos enfrentamos a quienes siguen la carrera de economía y también a quienes toman algún curso
aislado, nos brinda la oportunidad de poner en primer plano los misterios que rodean los
fenómenos económicos y que infunden la ciencia económica. Esta enseñanza podría y debería
poner énfasis en lo que no conocemos hoy y que en principio no podremos conocer –
especialmente acerca de efectos futuros de las medidas de política económica. La formación
debería fomentar en nuestros estudiantes el aprendizaje de “el camino de la ignorancia”, como lo
describe Wendell Berry (2005). Berry nos empuja a reconocer, en lugar de ocultar, los límites de lo
que conocemos y podemos conocer, y a enfrentar los difíciles desafíos de actuar según la ética en
un mundo que escapa a nuestro control. En ese mundo nos exponemos a hacer mucho daño
mientras intentamos hacer el bien. El camino de la ignorancia de Berry requiere que “seamos
cuidadosos, que conozcamos la eficacia y los límites de nuestro conocimiento” (Berry 2005, ix-x).
La conciencia de los límites de nuestro conocimiento nos lleva a considerar cuidadosamente la
escala en la que deberíamos trabajar:

“Mediante una escala apropiada limitamos los posibles daños de los riesgos que asumimos.
Si no podemos controlar la escala como para limitar los efectos, entonces no deberíamos
asumir el riesgo. A partir de esto, queda claro que algunos riesgos no deberían tomarse.
Ciertos experimentos no deberían hacerse”. (ibid, 66).

En la actualidad, la economía fomenta la arrogancia como una virtud profesional.


Recompensamos “hedgehogs” (erizos) intelectualmente agresivos que saben “one big thing” (una
única cosa grande)8 y buscan, “bajo la etiqueta de parsimonia, expandir el poder explicativo de ese
resultado para abarcar nuevos casos”- a pesar de que la investigación muestra que, en cualquier
profesión o disciplina, este tipo de profesional realiza un trabajo muy pobre al explicar el mundo
(Tetlock 2005,20). Una enseñanza que está informada por una sensibilidad profesional y ética
hacia los otros debería mantener siempre a la vista que estamos instruyendo futuros consumidores
de nuestros servicios, y es nuestro deber formarlos para que no esperen demasiado de nosotros
– y para ser siempre recelosos de los “hedgehogs” en economía. Por supuesto que debe hacerse

8
NdeT: La referencia a los erizos remite al proverbio del poeta griego Arquíloco: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el
erizo sabe un sola y grande”.
11
hincapié en las limitaciones de las principales corrientes en economía, pero también de las
economías heterodoxas. Al discutir políticas, por ejemplo, podemos defender lo que David
Colander llama la estrategia “muddling through” (salir del paso, hacer lo mejor que se pueda) en
lugar de la “economics of control” (economía de control) como abordaje de política (Colander 2005).
Muddling through implica ser honestos con nosotros mismos y con aquellos que confían en
nuestras competencias sobre que no podemos saber de antemano todos los resultados que
provocará una política concreta, y por eso deberíamos estar preparados para aprender de nuestros
errores y hacer los ajustes correspondientes.
El reconocimiento, inspirado en la ética, de las limitaciones de la ciencia económica
proporciona un fuerte soporte ético a la demanda por un pluralismo genuino en economía – en el
salón de clase y más allá. Cuando tenemos influencia sobre otros, pero no podemos estar seguros
de que nuestras medidas tendrán los efectos que ellos buscan, tenemos el deber de promover
multiplicidad de opiniones en nuestro campo. No hacerlo- presentar nuestra estrategia preferida
como la única posible- es negar la autonomía de aquellos a quienes servimos. La autonomía
requiere confrontar con las opciones genuinas que estén disponibles. Dogmatismo y arrogancia
cierran la aparición de elecciones genuinas, y así substituyen autodeterminación por juicio
paternalista.

Formación en el nivel de graduados


La educación económica de posgrado debería buscar producir “economistas éticos”. Ciertamente,
estos deberían ser profesionales con competencias técnicas de todo tipo, pero también con
profunda conciencia del panorama ético del campo en cuestión. La formación de posgrado debería
buscar potenciar la phronesis, o sabiduría práctica, la empatía y la humildad. Un buen economista
estaría definido por estas virtudes y no solo por su destreza matemática.
¿Cómo se puede alcanzar esto? Se nos ocurren muchas formas. Por ejemplo, la formación
de los graduados podría incluir una community immersion, una inserción amplia y profunda en las
comunidades que ellos esperan servir. Las inserciones buscarán fomentar el contacto con los otros,
y no el desapego profesional. Un ejemplo existente son los “programas de exposición y dialogo”
(EDPs por sus siglas en ingles), los cuales ubican a los economistas que trabajan en desarrollo en
los hogares de los más pobres, de modo que puedan comenzar a entender tanto a las personas a
quienes apuntan sus políticas, como el contexto en que se implementarán. Uno de los proyectos
EDP actuales involucra miembros de la Asociación de Mujeres Trabajadoras Independientes de
India (SEWA por sus siglas en inglés), Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando
(WIEGO por sus siglas en inglés), y los economistas de Cornell University. Los miembros del EDP
han escrito sobre el grado en que este proyecto alteró la visión del mundo que tenían los
economistas de Cornell que participaron (Kanbur 2001, Chen et al 2004, DeMartino 2011).
Asimismo, la profesión debería considerar seriamente la inclusión de pasantías, y especialmente
prácticas, bajo la dirección de especialistas en ética como una característica regular de los
programas de doctorado. Trabajos de campo de este tipo podrían ayudar a desarrollar formas
alternativas de conocer a los actores económicos, las prácticas y las instituciones; a la vez que
enfatizar las virtudes de la investigación etnológica; permitiendo en general el apoyarse en campos
12
que los economistas tienden a ignorar, como antropología y sociología. Estas prácticas pueden
incluso dar a los estudiantes la chance de “learn-by-doing” (aprender-haciendo) en situaciones
donde su trabajo es supervisado por otros, para evitar que causen daño mientras desarrollan
gradualmente sus habilidades técnicas y sociales necesarias para ser un economista competente
y ético.

Conclusión
Los economistas han tenido siempre la impresión de que la ética profesional en economía sería
una molestia- un impedimento para su proyecto de promover el bienestar social. Mi sensación es
que el mainstream en economía quiere restringir el foco de la ética profesional mayormente a
asuntos limitados tales como revelar conflictos de interés. Después de todo, el grueso de la
profesión arriesga una substancial pérdida de autoridad, autonomía e influencia sobre otros si
prospera la economía profesional como la describimos antes.
Los economistas heterodoxos de izquierda y derecha tienen la oportunidad e incluso el deber
de tener un mejor desempeño. Podemos comenzar a reforzar el campo de la ética profesional en
economía sometiendo varios aspectos de la práctica económica a una crítica ética. Podemos
trabajar en reducir la brecha de competencia exponiendo el engaño fundamental de nuestra
profesión – el engaño perpetrado cuando los economistas pretender o presumen conocer más de
lo que conocen o pueden conocer; y cuando reclaman la autoridad que les confiere su ciencia para
dictaminar cómo deben vivir los otros.
Como economistas tenemos el deber de socavar el poder sobre otros que nos brinda la
pericia económica. Es un deber no reemplazar ortodoxia con heterodoxia en los pasillo del poder-
sino disminuir nuestra posición democratizando la gobernanza económica; alterando la relación
entre economista y comunidad. La ética profesional en economía nos dará una base firme para
avanzar en ese proyecto.

Referencias
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of Economic Methodology 13 (1): 1–24.
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(3): 1941 – 1949.
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 Berry, W. 2005. The Way of Ignorance, Berkeley. CA: Counterpoint Books.
 Carrick-Hagenbarth, J., and G.A. Epstein. 2010. ‘Financial Economists, Financial Interests
and Dark Corners of the Meltdown: It’s Time to set Ethical Standards for the Economics
Profession,’ PERI Working Paper No. 239, November 18.
 Carrick-Hagenbarth, J., and G.A. Epstein. 2012. ‘Dangerous Interconnectedness:
Economists’ Conflicts of Interest, Ideology and Financial Crisis,’ Cambridge Journal of
Economics 36 (1): 43-63.
 Chen, M. et al., eds. 2004. ‘Reality and Analysis: Personal and Technical Reflections on the
Working Lives of Six Women,’ Cornell-SEWA-WIEGO. Available at:
http://www.arts.cornell.edu/poverty/kanbur/EDPCompendium.pdf.

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 Colander, D. 2005. ‘From Muddling Through to the Economics of Control: View of Applied
Policy from J.N. Keynes to Abba Lerner,’ History of Political Economy 37 (Supplement 1):
277–91.
 DeMartino, G. 2011. The Economist’s Oath: On the Need for and Content of Professional
Economic Ethics. New York: Oxford University Press.
 DeMartino, G. 2013 (Forthcoming). ‘Epistemic Aspects of Economic Practice and the
Insufficiency of Codes of Conduct in Economics,’ Review of Social Economy.
 Flitter, E., K. Cooke and P. da Costa. Dec. 20, 2010. ‘Special Report: For Some Professors,
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http://www.reuters.com/article/2010/12/20/us-academics-conflicts-
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 Kanbur, R. 2001. ‘Economic Policy, Distribution and Poverty: The Nature of Disagreements,’
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 Nelson, R.H. 2003. ‘What is “Economic Theology”?’ Speech delivered to the Second
Abraham Kuyper Consultation ‘Theology and Economic Life,’ Princeton Theological
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 Radest, H.B. 1997. ‘First, Do No Harm! Medical Ethics and Moral Education,’ Humanism
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 Smith, A. 1976 [1759]. The Theory of Moral Sentiments. Oxford, UK: Clarendon Press.
 Sommers, S. 2011. Situations Matter: Understanding How Context Transforms Your World.
New York City: Riverhead Books (Penguin).
 Tetlock, P.E. 2005. Expert Political Judgment. Princeton. NJ: Princeton University Press.

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