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En tu reino de Sol

POEMAS

Pedro Manay Sáenz

1
Con especial cariño,
para todos mis sobrinos;
en especial, para los más pequeños.

2
¡Qué playa de alegría,
qué cielo del corazón
es la infinita maravilla
en tu reino de Sol!

3
I
El campo en flor

4
El mundo

El mundo es grande,
mi niño bueno;
el mundo es
un extenso lugar.
Tiene gaviotas blancas,
tiene barcos en el mar.
El mundo es verde,
el mundo es azul.
Tiene su Luna de plata,
tiene su dorado Sol.
Cuando seas grande,
hijo mío,
saldrás a recorrerlo
de este a oeste,
de norte a sur.
Pero no irás vacío, no;
llevarás en tus manos puras
semillas y flores blancas
y en tu manso corazón,
una canción de paz.
Porque el mundo necesita
de belleza y amor
y de niños que canten
con alegría a Dios.

5
El ángel

Mira, hijo mío;


el ángel te sonríe.
Y te trae, ¿qué crees?:
¡el Amor de Dios!
Escucha su precioso canto
y observa su celeste luz.
¿Te das cuenta qué hermosas
y radiantes son sus alas?
¡Yo me siento tan feliz!
Mira, tú, mi niño,
que no es fácil ver a un ángel;
que ellos viven muy lejos,
en no sé cuál dimensión.
¡Y de pronto, por verte,
por sonreírte, por conocerte,
por acariciar tu rostro,
apareció uno aquí!
Tú no dices nada.
Tú sólo observas
y me miras y sonríes;
pero yo sé que hay un gozo
profundo en tu corazón.

6
La playa

Hemos venido a la playa


para que oigas el viento
y para que descubras
qué familiar te resulta
la voz del mar.
¡Oh, cuánto vuelan las gaviotas
y cuánto viajan los recuerdos!
Siente la arena, hijo mío,
y siente el agua.
Un día (aún lejano) mirarás
con mucha esperanza la playa
y querrás que al horizonte
luminoso tu alma vaya.
Pero, sentémonos aquí,
bajo esta verde palma
y creamos, o mejor, recordemos
que somos hijos del paisaje.
Mira las olas viajeras,
los barcos nuevos marchándose;
los niños que corren,
el muelle como quejándose.
Ésta es la playa, hijo.
Ésta es la belleza perenne.
Aquí encontrarás consuelo.
Aquí tendrás hermosos sueños.

7
Alegría paterna

Me miras con tus ojos


tan felices y bellos
y me doy cuenta, entonces,
que el día comienza.
Canto, luego, canto
y hasta veo estrellas
y pétalos multicolores
alrededor de tu cuna.
Hace algunos años, hijo,
yo miraba el cielo de la tarde
y qué veía: ilusiones, sueños.
Pero hoy veo, dichoso,
tu brillante rostro pequeño.
Me has llenado el corazón
de ternura y alegres melodías.
Me has traído del cielo
nuevo tiempo y perfumada poesía.
¡Qué destello singular veo
en las estrellas gemelas de tus ojos!
¡Y qué felicidad tan infinita
me transmite tu sonrisa!

8
Duerme

Ya el cielo se puso
una larga túnica azul
y las flautas tocan
su melodía de paz.
Duerme ya, mi niño,
que este día, de pronto,
se ha terminado.
Soñarás con barcos celestes,
un oasis, muchas palomas
y un lugar fantástico
de puro cristal.
Duerme, duerme, mi niño,
que incluso la luna
se fue a acostar.
Ya no verás niños despiertos.
A esta hora, solamente,
cantan los ángeles protectores
en piadosa actividad.
Duerme, pequeño mío,
que cuando duermes,
se ponen más felices
el viento y las estrellas.
Duerme, querido hijo,
que si duermes
te vendrá a visitar
el Ángel de la Guarda
con toda su bondad.
Dormido serás tan puro

9
y tan bello
como un árbol nuevo
y un cántico de paz.
Dormido, tu inocente alma
irá de feliz paseo
a un Jardín del Paraíso
y sonreirás en ese instante
para alegrarnos a todos nosotros.
Mira, mira, tú,
que hasta los juguetes,
calladitos, se han dormido.
Duerme, pequeño bueno.
Duerme ya, hijo mío.

10
El nuevo día

¿Sientes la alegría pura


y la esperanza bella
de este nuevo amanecer?
¿Sientes el aire fresco
y el corazón despierto
en esta hora iluminada
en que sonríe el Sol?
Es el alba, hijo mío;
es el nuevo comenzar.
Si tú fueras ave
y recorrieras el horizonte,
¡qué de maravillas vieras!:
las flores en abundancia,
el río, tal vez, cantando,
las mujeres en sus labores,
el cielo de color cambiando.
La vida del hombre
empieza siempre de nuevo
en cada mañana,
igual que el trabajo,
igual que el amor.
Cantan los gallos
y brilla el Sol.
Es el alba, hijo mío,
que ofrece al mundo
la diaria ocasión
de ser, poco a poco,
un mundo mejor.

11
Cielo estrellado
Hay personas, hijo mío,
que se quedan, de pronto,
mirando las estrellas.
Y como si soñaran
y como recordando.
¡Es -qué duda cabe-
un bello hábito!
Hoy que el cielo está
lleno de joyas eternas,
pudiéramos ser aves fuertes
para volar tan alto
que tocásemos una estrella.
¡Si eso fuera posible
qué maravilloso sería!
Yo, ahora, pienso, veo,
que en tus lindos ojos
se reflejan los astros bellos
y, entonces, hasta creo
que eres parte del cielo.
Yo miro las estrellas contigo
y les pido, hijo mío,
que te guíen amorosamente
cuando seas grande y acaso
no recuerdes el camino.

12
Fantasía
Un día, cantando,
volaremos
e iremos a la Luna
en la nave celeste
de los sueños.
¡Sé que te gustará!
Tal vez, en verano,
cuando allá el aire sea
como un soplo de playa,
así, tan liviano y fresco.
Yo llevaré frutas y geranios
y tú, el sentimiento nuevo.
Yo abriré los brazos
como de gaviota las alas
y tú reirás, reirás,
en un vuelo de alegría,
tan contento, hijo mío.
Y allá, en la Luna,
que es como un parque
blanquísimo para los juegos,
vamos a encontrar gente
que también sabe soñar.
Y la Luna, de pronto,
con voz materna dirá,
así, tan sabia y tierna,
que todos los seres terrestres
siempre se deben amar.

13
Emoción de oro

Cuando te miro, hijo mío,


pienso en el alto cielo
y en la tierna maravilla;
pienso en la esperanza
y en el milagro de la Vida.
¡Oh, cuánta es la emoción
tan pura y sublime!
¡Y cuánta, la alegría
que brota del corazón!
Porque tú eres
como un día que empieza,
como una estrella en pequeño,
como una melodía que nace,
como un arroyo muy tierno.
Y, aunque los deberes
cansan mucho y distraen,
he encontrado el modo
de tener mi corazón
atento a ti
para escucharte,
para quererte,
para cantarte,
para darme cuenta
que eres un motivo
cotidiano para mí
de alegría
inacabable.

14
Mis cuentos
Yo te voy a contar
cuentos de la playa
y de un monte secreto;
cuentos que yo imagino
o que leí hace tiempo.
Voy a tener un momento
especial para tal fin;
pondré la voz suave
y, ante ti, sonreiré.
Ya verás que mis cuentos
te van a gustar.
¡Sí, claro que sí!
Y tú,
dulce oyente mío,
heredero de mi sueño,
le contarás a tus amigos
que yo te invento cuentos
y que trato de ser
un padre bueno.

15
Un mundo para ti
Yo sueño dichoso
mundo de colores,
un paisaje infinito
para ti,
donde el viento sea
un perfume de azahares,
donde haya una paz perenne
y una alegría profunda.
Yo sueño, hijo mío,
un mundo de Amor
para ti,
¡para todos los niños
y para siempre!
Porque sé que es posible
un mundo de hermanos.
Porque sé que vendrá
la felicidad duradera.
Cuando te veo jugando,
cuando me sonríes,
¡yo deseo tanto, tanto,
que llegue pronto
el Reino de la Armonía!
Un día, ya no habrá
en los corazones el miedo
ni el orgullo egoísta;
sólo el cariño en flor
y la alegría en pureza.
Y los que no creían

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y los que dudaban
también serán felices
cuando vean
el Tiempo Nuevo.
Todo será una Gran Fiesta.
Y la risa de ti,
¡oh, mi niño bueno!,
será como aquella melodía
que me recuerda el Cielo.

17
Lo que veo

En tus pies pequeñitos,


veo: ¡cuántas flores del campo!,
que perfumarán, pienso,
tu muy bello camino.
En tus manos de trigo,
veo palomas de la tarde,
muy felices y tiernas,
que suspiran por el cielo.
En tu sonrisa pura,
veo la alegría fascinante
del Sol en el alba
y de los dichosos ángeles.
En tus ojos de diamante,
veo la belleza eterna
de los crepúsculos radiantes
y de las altísimas estrellas.
Y en tu corazón de oro, hijo mío,
sé que brilla tu amor infinito
y transparente hacia Dios,
hacia el Padre más bueno.

18
Mira los lindos barcos

Ven, hijo, pronto y


mira los lindos barcos:
unos, celestes; otros, azules;
unos en parda arena
y otros en verde agua.
El sol los respeta.
El mar los ama.
La Luna los aprecia.
Y el viento los aclama.
Porque salen muy temprano
desde los grandes puertos
y llevan a los pobres
benditos alimentos.
Hasta las olas,
normalmente agitadas,
son favorables con ellos.
Y el cielo intenta
formas quizá nuevas,
colores distintos,
por los viajeros.
Porque salen muy temprano
desde los grandes puertos
llevando juguetes muy lindos
para los niños pequeños.

19
Emoción vespertina

La tarde está tranquila


y tú duermes, hijo mío.
Yo, hoy, no tengo deberes
y también descanso.
Algún pajarillo que trina
y algún chiquillo
que canta.
Miro el cielo azul
y contemplo tu rostro
que inspira felicidad
y canciones de cuna.
¡Oh, mi niño pequeño!
Por ti, pienso contento
en el Amor del Padre.
Por ti, estoy más convencido
que está naciendo ya
el ansiado mundo nuevo.
La tarde avanza,
tranquila, avanza.
Yo miro, de nuevo,
el azul cielo.
Y miro también, risueño,
tus zapatitos blancos,
tus juguetes de colores,
tu gorra de marinero.
Y le pido a Dios

20
que el mundo sea,
por el bien de todos,
cada día, más bueno.

21
Dos pintores

Mira este lienzo, hijo,


¡qué tan hermosamente albo!
¿No tienes ganas de poner
algún color sobre él?
Pues bien, ¡hazlo!
Mejor aún: ¡hagámoslo!
Este cuadro es
para nosotros dos.
Con inspiración alegre,
pintarás brotes de yerba,
corolas de geranio,
un sol muy grande
y la luna risueña.
Y yo, atento,
con mi corazón que siente
emociones que ascienden,
pintaré gaviotas muy libres
en una playa iluminada.
¡Verás qué tan bello
quedará nuestro cuadro!
Pondremos también en él
esperanzas y alegrías,
el viento de los campos,
una verde palmera
y flores amarillas.
¡Y seremos muy felices
y hasta cantaremos
pintando los dos, hijo mío!

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Tú, con tus cálidas
y pequeñas manos;
yo, con mi fantasía
y con el corazón
emocionado.

23
En el viento, pongo

En el viento, pongo
tu lindo nombre
para que lo conozcan
el cielo y los montes.
Y para que lo aprendan
incluso las estrellas.
¡El viento que ha sido
y será siempre mensajero!
Como gaviota de playa
irá la sencilla palabra
que un día de otoño
elegí para tu nombre.
Irá, irá, en el viento
para que los árboles,
las palomas, los valles
y hasta el caudaloso río
sepan así, de pronto,
cual saben tantas lindas cosas,
cómo es que se llama
este alegre hijo mío.
Y vas a ver, después,
lo que va a suceder.
Los árboles te saludarán
con frutas y flores.
Las palomas producirán
sonidos de ternura.
Los valles te invitarán
a recorrer sus campos.

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Y el muy potente río,
un día, así dirá:
a ver,
también quiero conocer
a este querido niño.
Y yo, tu padre,
me quedaré también sorprendido
y sonreiré muy contento.

25
Nostálgica curiosidad

¿Cómo es tu mundo, dime?


¿Cómo es tu universo?
¿Son, allí, de un solo
color las estrellas?
¿Te visitan mucho los ángeles?
¿Se parece en algo, quizá,
a este mundo?
¡Cuéntame, hijo mío!
¿Qué clase de melodía,
cuando llega setiembre,
escucha tu inocente oído?
¿Qué idioma tan puro
es el que hablan
en aquel mundo tuyo
al cual un día también
nosotros pertenecimos?
Yo algo percibo
y hasta siento
que el mundo convencional
me sabe distante...
No hace falta que hables:
sonríe y juega, simplemente,
que ya tu corazón
y tu alma reflejan
el tesoro bello
de tu precioso reino.
Yo, no sé cómo,

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sé que allí todos gozan
de una felicidad admirable.
Que del cielo caen rosas.
Que hay un río infinito.
Que tu reino bienaventurado
es una playa de amor
y de dulce maravilla.

27
La fiesta de la lluvia

Esta es la lluvia,
una ronda celeste
que baja así, cantando,
para jugar con los niños,
para alegrar los campos.
Es, desde siempre,
una fiesta esperada,
una melodía fresca
como fresca es el agua.
No hay otra cosa
de la Madre Natura
que entusiasme tanto.
Refresca la tierra,
limpia las plantas,
purifica el aire,
da brillo a las plazas.
Es la lluvia, hijo mío,
que despierta la yerba,
que moja las casas
y canta emocionada
la Vida en su verso.
Cuando yo era pequeño,
cuando yo tanto soñaba,
la vespertina lluvia miraba
y en el corazón sentía
un poco de tristeza
y un poco de alegría.
La lluvia es tu amiga

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y también te quiere
y canta emocionada
la Vida en su verso.

29
El Niño

Ojalá, hijo mío,


despierte tu alma,
en su fe y destino,
ahora que estás mirando
al más Santo Niño.
¿Escuchas que le cantan?
¿Ves a los pastores?
Allá, en un lejano
y bellísimo pueblo,
que Belén se llama,
nació tan glorioso Niño.
Él te guía alegremente.
Él, por siempre, te ama.
¡Oh, mi hijo pequeño,
ya expresas la emoción sublime
de sentir el Divino Cariño
de Jesús, el amadísimo Niño!
¡Mira la paz infinita
que transmiten Sus ojos!
¡Siente la Bondad Pura
que Él nos regala!
Es nuestro Jesús querido,
ahora y siempre: ¡el
Príncipe de los niños!

30
Campanario

Oye las campanas


de la antigua iglesia.
Parece que no sólo sonaran;
parece que algo dijeran.
Tal vez, vibran para los niños.
Tal vez, cantan algún recuerdo.
Allá, en lo alto
de las hermosas torres.
Y su talán es
un canto triste, a veces,
o una ronda de alegría
que todos escuchan,
que pocos entienden.
El hecho es que
las campanas suenan.
Y su nítida
y poderosa voz viaja
feliz anunciando
el momento alegre
de Dios.

31
El lugar de recreo

He aquí la plaza, hijo,


un lugar que tu padre
aprecia desde niño.
¡Cuántos recuerdos me traen
estas bancas y flores amarillas!
Tienen siempre
todas las personas
sitios predilectos
en sus ciudades.
Y en mi caso,
entre otras estancias,
es la plaza uno
de mis lugares favoritos.
Este espacio libre y grande
donde envejecen augustamente
los humildes y bellos árboles.
Yo no puedo imaginar
una ciudad o pueblo
sin una plaza amplia
o un mínimo parque siquiera.
Este es el lugar común
del recreo de todos:
madres alegres, niños que corren,
hombres tranquilos y ancianos buenos.
Aquí, las rosas y malvas.
Aquí, los diálogos fraternos.
Aquí, las citas románticas.
Aquí, las reuniones del pueblo.

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Esta es la plaza, hijo,
y a mí me gusta
porque cobija a todos, amablemente,
y porque es un espacio
feliz para toda la gente.

33
Las peticiones

Cuando pienso en la felicidad


que tú nos brindas,
le doy gracias a Dios
y le pido varios favores.
¡Ah, en los días difíciles!
Le pido, por ejemplo,
que tu salud sea perfecta
y que te conceda
el don de la alegría.
Le pido que yo pueda
acompañarte muchos años,
especialmente,
cuando más me necesites.
Le pido paciencia perenne
para verte, para cuidarte.
Le pido que bendiga
este amor tan bello
que a ti, hijo mío,
te tenemos.
Yo sé que Él escucha.
Yo sé que Él concede
las cosas buenas
que pedimos los padres.
Y sé también que Él
nos ama a todos;
pero ama, de especial manera,
a los niños.
Por eso, pensando en ti,

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y en todos los niños,
le pido a Dios Padre
que sane a este mundo
y venga el Tiempo Nuevo.

35
Las aves

Las aves vuelan pronto


adonde el cielo brilla.
Vuelan con firme esperanza.
Vuelan con fantasía.
¡Allá van! ¡Allá ascienden!
Y en el horizonte dorado,
hay como una melodía.
Las aves parecen
pensamientos felices.
Son inquietas y dóciles;
son fuertes y bellas.
En sus corazones, hijo mío,
hay abundante poesía
y de la libertad, dicen,
la más dulce alegoría.
Ellas saben que los niños
las tienen en sus sueños
y por eso se esmeran
en tener cada vez
más hermoso el vuelo.
Sueña, hijo mío,
con las aves celestes
y cree, por siempre, en
el Amor y la Alegría
del Mundo Nuevo.

36
Un sueño

Soñé que tú volabas


en una gaviota blanca.
Llevabas en las manos
serpentinas de colores
y en tu apacible frente,
una corona de flores.
Las ondas del viento
eran doradas y celestes.
Había estrellas con fulgores
y cien mariposas brillantes.
Tú seguías volando
libre y risueño.
Yo te miraba admirado
desde un campo de yerba.
El Sol era una enorme
y dulce naranja
y en el paisaje abrillantado,
crecían árboles muy altos.
Tú, mi pequeño,
volabas y volabas ligero
en un extraordinario cielo
viendo mil y un seres
de fantasía y ensueño.
Era como una película.
Era como un lienzo.
Y abajo, en el suelo,
todo era una feria
de rosas y tulipanes,

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de arroyos y caminos.
Así soñé, hijo mío,
y tú eras feliz,
muy feliz, y pensabas
que era el mundo
verdadero.

38
Escrito lunar

Allá, en la Luna,
hay un conejo blanco
y ríos de leche pura
que beben los albatros.
Los albatros de la Luna,
que son todos ellos
de plata que fulgura.
Hay flores en las lomas
azuladas del bello astro
que con fidelidad placentera
alumbra a nuestra tierra.
Allá, en la Luna,
el tiempo es otro tiempo
y se ve el espacio
como un campo
hermoso de juego.
Y dicen que allá,
cuando acá es diciembre,
hay una maravillosa fiesta
de ángeles niños.
¿Te das cuenta, hijo,
que la Belleza se manifiesta
también en lejanos lugares?
Cuando brilla la Luna,
¡qué alegría siente el cielo!,
y cuán radiantes se ponen
las calles y los cerros.
Inspirada por el Amor,

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brilla contenta la Luna.
Nos envía tiernos destellos
y la perfecta claridad
de un mensaje de Paz.

40
El gusto por el agua

Grata sorpresa se llevan


los abuelos, hijo mío,
cuando vienen de visita
y observan con alegría
que te gusta el agua.
¡Mientras que a algunos
de tu edad les desagrada!
¡Qué bien –dijo la tía–
que disfrutes del baño así!
Verte allí, en la
tina y bajo el Sol,
nos hace sonreír.
Y tú ríes más aún
con la espuma del jabón;
tanto, que tus ojos brillan
como rayitos de sol.
Es un recreo tu baño,
un motivo de risa familiar,
ya que sorprende, de pronto,
ver, por el agua fresca,
tu agrado especial.
Tan contento te pones
cual un tierno delfín:
feliz, muy feliz,
y como soñando, acaso,
con las olas del mar.
Todos se sorprenden.
Y yo celebro que tú,

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siendo pequeñito,
demuestres tanto agrado
por un elemento natural.

42
La lluvia

Ha llovido en la ciudad
y el jardín sereno
qué contento ha disfrutado
la hora de alegría,
la hora de aguacero.
Los ciudadanos se sorprenden;
pero miran el cielo
y, entonces, comprenden.
Es que de pronto, así,
bajó un lluvia inquieta
y ha mojado, traviesa,
a muchos transeúntes.
Pero mira, hijo, las malvas
qué bonitas ahora están;
es que para ellas,
¡para todas las flores!,
la lluvia no es juego,
sino un acto fundamental.
Es una ceremonia antigua,
una fiesta silvestre que anima
la vida vegetal.
Con tanta gota del cielo,
las plantas se refrescan
y se limpian, quedan bellas,
y las corolas hasta renacen
más amplias, más intensas.
La lluvia, inocente, cae,
como bendición del tiempo, cae

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sin saber lo que moja,
ya sean campos o ciudades.
Para los campesinos, ella
es una querida visitante
que revive sus cultivos
y que alegra el paisaje.
Mas, para los ciudadanos,
la lluvia es, muchas veces,
un fenómeno preocupante
ya que sus viviendas
son tan frágiles.
Pero ella es inocente, hijo;
ella sólo cumple su tarea
y, dulcemente, cae, cae.

44
Ya la tarde se marcha

Ya la tarde se marcha,
ya la tarde se va.
¿Adónde, adónde?, querrás saber.
Se va para Oriente
adonde el tiempo ordena
que se debe presentar.
¡Y cuán callada y serena
la tarde se va!,
con sus colores bellos,
con su pausado caminar,
cual si fuera una linda
muchacha que vuelve
después de tanto pasear.
Y las aves, tan viajeras,
vuelan felices con ella.
Y las flores, ya melancólicas,
cierran sus delicadas corolas.
Se va la tarde;
pero sólo hasta mañana,
no más –claro está–
ni tampoco menos.
Y en los parques,
los niños ya cansados
de tanta risa y juego,
dirán con voz amable:
“Vamos a casa, ¿ya, mamá?".

45
Cuando puedas ya pintar

Cuando puedas ya pintar,


cumpliendo tu sueño de niño,
yo voy a pedir contento,
aprovechando tal vez el cariño,
que me pintes unos lienzos.
Mira con qué anticipación
lo estoy pidiendo.
Y, después de todo,
no son cuadros difíciles
ni tampoco modernos;
son predilecciones mías.
Quiero, por ejemplo, uno
donde haya muchas gaviotas
en altísimo vuelo
y el cielo azul, azul.
Otro cuadro que tenga
a muchos niños felices
jugando en la playa.
Quiero, también, un lienzo
de un campo de flores,
lindas, numerosas,
de variadas formas
y de alegres colores.
Después, pienso en la pintura
que hagas tú, mi hijo,
donde haya un precioso ángel,
mirada santa, rostro dulce,
con túnica y alas celestes.

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E imagino, también,
un trabajo al óleo
donde se vea sonriendo
al muy feliz y Divino
Jesús cuando era Niño.

47
Crece pronto, por favor

Cuando pienso en lo mucho


que podríamos andar
y conocer juntos,
yo me entusiasmo y digo:
crece pronto, por favor.
A veces, el tiempo
es lento para mí.
Yo quiero ir contigo
a la playa para cantar,
a la playa para correr,
para buscar piedrecillas,
para mojarnos los pies.
O ir con otros padres
y con muchos niños
a un verde campo.
Te enseñaría allí los nombres
de las flores más bellas,
de los árboles más altos.
Tocaríamos la yerba
y miraríamos contentos
las estrellas y el cielo.
Jugaríamos con los saltamontes.
Lanzaríamos piedras al río.
Buscaríamos los perfiles azulados
de los cerros distantes.
Dibujaríamos algún detalle del paisaje.
Cantaríamos una canción al viento.
Comeríamos la fruta fresca.

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Descansaríamos en algún huerto.
Es decir, en pocas palabras,
que seríamos aun más felices.
Por eso, te ruego;
por eso, te digo:
crece pronto, por favor;
crece pronto, hijo mío.

49
II

Todo
como un juego

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A ver, doña Luna

A ver, doña Luna,


alumbre bien calladita
que está soñando,
con leve sonrisa,
mi pequeño hijo.
Más tarde, cuando usted
se acerque a darle,
con cariño, un beso,
podrá ya cantar
para que él despierte.
Será para que vea,
así, tan claramente,
el esplendor del cielo
y las estrellas de Oriente.
A mi hijo le gusta
observar el firmamento
y admirar la Luna Llena
a la que considera
todo un portento.
Y quiere, también,
a la radiante Estrella,
porque cumple bien su destino
y porque al solitario navegante
le señala su camino.

51
Me dijo el Sol

Me dijo el Sol:
─ Y, ¿qué es aquello que, de pronto,
ha llenado de tanta fiesta tu corazón?
─ Ah ─le respondí─, aquello es un fino tesoro.
─Pero veo que le hablas, que le cantas.
¿Desde cuándo un hombre cuerdo
hace todo ello por un simple tesoro?
─ preguntó el Sol.
─ Es un tesoro que escucha.
─ ¿Y, acaso, también ve?;
pregunto, porque hasta le señalas
la Luna y las estrellas.
─ Sí, también puede ver.
Y te conoce a ti, ¡oh, gran Sol!
─ ¿Que me conoce a mí?
─ Claro. Y te admira y te quiere
mucho; especialmente, al amanecer.
─ ¡Caramba!, sí que es especial.
─ Cuando llega el crepúsculo,
siente pena por ti.
─ ¿Pena?; pero, ¿por qué?
─ Porque piensa que tú, tal vez,
ya no quieras volver.
─ Eso es gracioso, pero descuida:
¡yo siempre cumplo mi deber!
─ Eso, todavía él no comprende
y, por ello, se alegra tanto, tanto,
cuando regresas al amanecer.

52
─ Pues dile lo que ya te dije:
¡yo, el Sol, nunca escapo
de mi antiguo deber!
─ Sí, yo lo sé bien.
─ Pero dime, dime, finalmente, hombre:
¿qué es lo que te hace tan feliz?,
¿qué o quién produce en tu alma
esta bella alegría interior?
─ ¡Es mi hijo, señor Sol!

53
Yo quisiera

Yo quisiera, con las estrellas,


hacer para mi hijo
una joya especial,
que le adorne sus manos
y brille como el Sol.
Yo quisiera, con las flores,
hacer para mi hijo
una guirnalda tradicional
que tenga rosas con azahares
y clavel y jazmín.
Yo quisiera, con la yerba,
hacer para mi hijo
una alfombra singular,
que abrigue en el invierno
y refresque en el calor.
Yo quisiera, con el cielo,
hacer para mi hijo
un traje popular,
que sea hermoso y holgado
para cuando vaya a pasear.
Y hacerle, con papel brillo,
gaviotas azules y palomas blancas.
Y, con ramas de eucalipto,
hacerle, para jugar, una casa.
Y hacerle, también, pienso,
un camino bello y claro
por donde recorra tranquilo,

54
por donde se acerque, inspirado,
al Conocimiento de Dios.

55
El concierto

Le dije a la paloma:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
tú, como buena amiga,
¿le querrás algo cantar?
Y la paloma dijo: sí.

Le dije al gallo:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
tú, como gentil caballero,
¿te animarías a cantar?
Y el gallo dijo: sí.

Le dije a una rana:


─Cuando conozcas a mi hijo,
tú, como feliz criatura,
¿tendrás algo que cantar?
Y la ranita dijo: sí.

Le dije a la vaca:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
tú, que eres tan generosa,
¿podrás también, alegre, cantar?
Y con gusto dijo: sí.

56
Le dije a la cascada:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
tú, como admirable agua,
¿crees que podrás cantar?
Y ella dijo: sí, sí.

Le dije al viento:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
tú, como viajero incansable,
¿le podrás también cantar?
Y con entusiasmo, dijo: sí.

Le dije a la playa:
─ Cuando conozcas a mi hijo,
¿le querrás tú cantar?
Y, serenamente, dijo: pues, sí.

Le conté a mi hijo
quiénes lo querían conocer
y me dio a entender
que él quería saludar
a todos de una vez.

Así fue como ocurrió.


Y ya pueden imaginar,
con tan naturales voces,
el concierto que se armó.

57
Las peticiones

Playa, playita,
cuando te vea mi hijo,
que estén tus olas tranquilas
y tus gaviotas, felices.
Selva, selvita,
cuando vaya con mi hijo,
que trinen mucho tus aves
y nos regales tus frutales.
Cielo, cielito,
cuando te admire mi hijo,
que esté tu luna bella
y le sonrían tus estrellas.
Campo, campito,
cuando te conozca mi hijo,
que encuentre yerba suave
y dulces aromas naturales.
Camino, caminito,
cuando te recorra mi hijo,
que estés muy limpio
y el paisaje, muy lindo.
Sol, solcito,
cuando vaya lejos mi hijo,
que tus rayos sean amables
y lo alegre tu brillo.
Viento, vientito,
cuando veas a mi hijo,
no soples tan fuerte
y haz dulce tu silbo.

58
Y mi Dios, mi Diosito,
cuando Te rece mi hijo
y su corazón Te hable,
que lo escuches siempre y
Tu Divino Amor lo salve.

59
Preguntas marinas

─ Pelícano amigo, ¿adónde vas?


─ A la isla celeste
donde existe la paz.

─ Ola marina, ¿por qué siempre


tú vienes y vas?
─ Porque me gusta irme
para después regresar.

─ Gaviota blanca, ¿adónde vuelas


cada tarde sobre el mar?
─ A una playa de Oriente
donde el Sol brilla más.

─ Palmera costeña, ¿qué piensas


cuando quietecita estás?
─ Que el mar es siempre
una idea de la eternidad.

─ Brisa limpia, ¿no te cansas


de soplar y soplar?
─ No, porque mi oficio es
ése: viajar y viajar.

60
─ Estrellita marina, ¿cuál es
tu sueño más especial?
─ Subir un día al cielo
y, sobre la playa, volar.

─ Hipocampo querido, ¿por qué tanto


nadas en el mar?
─ Porque soy de aquellos
que aman la libertad.

61
Las enseñanzas

─ ¡Oh, amigos de la Vida!,


si les pidiera ahora
una enseñanza para mi niño,
¿qué le ofrecerían?

Hubo un momento de duda


y de suave silencio;
mas después contestaron
con entusiasmo pleno.

─ Yo ─dijo el árbol─
le enseñaré a tener paciencia.

─ La paciencia es necesaria─ comentó


el hermoso y verde río─.
Y yo le aconsejaré,
así, muy fraternalmente,
que sea un hombre tranquilo.

─ ¡Qué bueno! ─exclamó el viento.


Por mi parte, yo
le diré cómo ser ligero.

─ Muy bien ─afirmó el Sol,


en tono solemne─; ahora
diré que yo, al niño,

62
lo orientaré con mi luz
a ser sabio y feliz.

─ Y yo, ¿qué puedo enseñarle?


─preguntó, con timidez, la hormiga.
─ ¡A ser trabajador! ─respondieron
todos a una voz.

─ Yo, la rosa, le explicaré,


con dulzura en mi voz,
que lo más bello, siempre,
en esta corta vida,
es el Amor.

─ ¡Gran lección! ─expresó el árbol.

─ En mi caso, por ser


paloma del campo, yo
de ternura le hablaré.

─ ¿Qué clase de hombre


es aquél sin ternura?
¡Será una linda lección!
─comentó, otra vez, el río.

─ Yo le diré que sea


un hombre fuerte ─intervino
la montaña azul.

─ Yo le hablaré acerca
de la sencillez ─anticipó

63
la humilde yerba.

─ Yo le explicaré
la belleza ─agregó el cielo

─ Y yo le enseñaré
─concluyó la feliz gaviota─,
yo le enseñaré:
¡a buscar la libertad!

64
Se va el barco

Se va el barco
llevando flores doradas
y frutas de la estación
a las islas lejanas.
Lo esperan con fiesta
los jóvenes en la playa
y con alegría tan pura,
los niños bajo las palmas.
Naranjas, ciruelas, uvas, papayas,
retamas, girasoles,
alhelíes, rosas áureas.
Se va el bello barco
y tiene bandera blanca;
desde el muelle lo despiden
con palomas y esperanza.
Lo esperan los niños
que a la lluvia cantan,
que al Sol sonríen,
que a la Luna aman.
Quizá el viaje sea fácil
o tal vez resulte difícil;
pero allá lo esperan
niños y jóvenes felices.
Se va el barco
llevando flores doradas
y frutas de la estación
a las islas lejanas.

65
Cuando mi hijo esté triste

Querida Estrella:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tu brillo de oro,
con tu gracia notable.

Espléndido Arco Iris:


cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tu arco de seda,
con tus colores naturales.

Amorosa Paloma:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tu vuelo armonioso,
con tu mirada amable.

Generoso Árbol:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tus flores más bellas,
con tu verde follaje.

Magnífica Montaña:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tu paz maravillosa,

66
con tu nieve tan alba.

Hermosa Laguna:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tu reflejo del cielo,
con tu pacífica agua.

Linda Vicuña:
cuando mi hijo esté triste,
dale alegría, tú, dale
con tus saltos felices,
con tu sonrisa amigable.

67
La ronda de las estrellas

Hay una hermosa danza


y destellos en el cielo
con música de flautas
y alegres movimientos:
¡la ronda de las estrellas!
Como antorchas han formado
una gran circunferencia;
como faroles van haciendo
un feliz desplazamiento.
Y desde el campo
y las inquietas ciudades,
los niños, muy alegres,
las están mirando.
Que las estrellas no brillan
para verse ellas mismas,
sino para dar alegría
y amor a los niños.

68
Diversión

Una vez, en verano,


jugaban muy bellas,
en un espacio lejano,
todas las estrellas.

Detrás de las nubes,


corrían a esconderse
y, tomadas de las manos,
bailaban alegremente.

La Luna, que es madre


de cada estrella buena,
sonreía muy satisfecha
y las miraba tan serena.

Pero pobres los marineros:


no podían ya guiarse
porque las bellas constelaciones
no estaban en sus lugares.

Las estrellas, en ese instante,


sólo se divertían:
“Hemos trabajado bastante;
¡es hora de la fantasía!”.

La Luna se preocupaba;
los albatros se confundían.
“¿Qué pasa con el cielo?”,

69
un caminante decía.

Hasta que vino el Sol


recordando los quehaceres
y, entonces, las estrellas,
volvieron a sus deberes.

70
Las canciones de paz

Las canciones de paz


son como gaviotas blancas
que viajan por el cielo
para que los niños tristes
se alegren.
Sí,
las canciones de paz
van suaves por el aire
con su prédica amorosa,
con su ritmo memorable.
Suben como seres
aéreos que tal vez fueran
y bajan como gotas
de lluvia buena.
Las cantan los errantes,
las escuchan en los pueblos,
las aprenden los que sueñan,
las bailan los pequeños.
Viven en las playas,
viven en los montes,
en los corazones libres
y en las almas apacibles
de los ancianos.
Suenan enérgicas
en los campos de guerra
para pacificar la mente
de los soldados.
Se oyen tiernas

71
en los labios serenos
de los que creen,
de los que aman.
Suenan tan hermosas
cuando las entonan
los que por mucho tiempo
vivieron tristes.
Y suenan muy felices
cuando las cantan
las voces siempre libres
de los niños.

72
Los niños que trabajan

¡Sabe cuidar las ovejas,


toca la quena con amor
este chiquillo tan alegre
que es el niño pastor!

¡Cuánta risa dan los chistes


y los relatos de humor
de este chiquillo hábil
que es el niño actor!

¡Los nombres de los diarios


con voz muy fuerte grita
este chiquillo tan ágil
que es el niño canillita!

¡Tiene sano el corazón


y no es nada palabrero
este chiquillo muy bueno
que es el niño obrero!

¡La semilla en los surcos


pone a pesar del calor
este chiquillo tan fuerte
que es el niño sembrador!

¡Muestra galletas y dulces


con voluntad y valor
este chiquillo algo serio

73
que es el niño vendedor!

¡Ofrece atento su servicio,


aunque las ganancias son pocas,
este chiquillo muy inquieto
que es el niño lustrabotas!

Y porque todos son niños,


pero por necesidad trabajan:
¡que todos los respeten
y los proteja el Señor!

74
Juego

En el campo, juegan
las flores y el río
desde el comienzo del día
hasta el fin del ocaso.
No hay otro pensamiento
ni de ayer o mañana,
sólo el de vivir felices
como gaviotas de playa.
En el campo, juegan
los niños y árboles
con alegría radiante,
con amistad franca.
Y, en medio del juego,
así, espontáneamente,
vuelan palomas albas
y se difunde, gratamente,
el aroma de los pinos.
El juego continúa
con las flores que bailan,
con los niños que corren,
con el río que canta.
La yerba se entusiasma
y también, las mariposas;
saltan más alto los grillos
y trina feliz la calandria.
Ya de tarde se suman
a esta fraternal fiesta

75
el Sol con traje dorado
y la hermosa Luna
con su vestido blanco.

76
La vida es canto

La gaviota de la playa
canta cuando vuela,
vuela cuando canta
la gaviota de la playa.

El árbol del camino


canta cuando crece,
crece cuando canta
el árbol del camino.

El viento de la tarde
canta cuando sopla,
sopla cuando canta
el viento de la tarde.

El gallo de la casa
canta cuando amanece,
amanece cuando canta
el gallo de la casa.

El río del gran valle


canta cuando corre;
corre cuando canta
el río del gran valle.

El molino de viento
canta cuando gira,
gira cuando canta

77
el molino de viento.

La campana de la iglesia
canta cuando vibra,
vibra cuando canta
la campana de la iglesia.

El niño del pueblo


canta cuando juega,
juega cuando canta
el niño del pueblo.

La cometa de papel
canta cuando asciende,
asciende cuando canta
la cometa de papel.

La lluvia de febrero
canta cuando cae,
cae cuando canta
la lluvia de febrero.

78
Con el corazón de niño

Si permites, un día,
que tu corazón sea
otra vez de niño,
verás la paz manifestarse
de muchas maneras
y en tantos lugares.
La verás, como se sabe,
en las nubes del verano,
en las palomas blancas,
en las cumbres de nieve,
en las canciones del alba.
La verás, expresándose,
tan serena en la muchedumbre
y tan benévola, siempre,
en las soledades.
Vuélvete niño, hombre;
por un instante, siquiera,
y descubre la paz
que negaste un día.
Nada pierdes intentando
y buscar estar bien
es de seres humanos.
Verás la paz, por ejemplo,
en las rosas blancas,
en el cielo profundo,
en los paisajes de otoño,
en las estrellas altas.
Mira con mirada verdadera

79
los cielos y los campos;
descubrirás una paz benigna
en el horizonte vespertino
y en los frondosos árboles.
Es decir, que son muchas
las formas y los modos
que tiene la paz
de manifestarse.
Ya sea pajarillo que canta,
sonrisa de niño que juega,
arco iris que sorprende,
oración que va al Padre.

80
Amado reino

¿Conoces ya
el mundo de tanta alegría
y de paisajes azulados
del reino de Fantasía?
Es bellísimo;
es, ¿cómo se dice?,
¡todo un primor!
Las nubes son algodones,
los caminos son arroyos,
el Sol es una naranja
y hasta, a veces,
¡un brillante girasol!
Los ríos cantan sus melodías,
la yerba crece como danzando,
las flores musitan poesías,
la luna abrillanta los campos.
¡El Reino de Fantasía!,
donde el cielo es ternura
y el viento, color celeste;
donde las olas pueden
dormir en las orillas;
donde el clima es
una frescura perenne;
donde los árboles llegan
hasta las nubes más altas;
donde la música nace
como por arte de magia
ya de un inmenso lago

81
o de una alegre palma,
ya de una lluvia inquieta
o de una corola blanca.
¡Sí, en este Reino
sólo hay cosas bellas,
fe, esperanza, alegría
y mucho Amor cada día!

82
La risa de un niño

La risa de un niño
es estrella que brota,
es música del aire
que refresca el ánimo
y que viaja cual gaviota.
Cuando el trabajo cansa
o busca, en el corazón,
hacer nido la tristeza,
oímos, como ideal sorpresa,
la risa de un niño
y la aflicción, entonces,
vuela pronto
a lejana parte.
La risa de un niño
es eco de cristales,
es ola dichosa,
breve campanilla
y garúa fresca.
Yo la escucho, atento,
porque escuchándola,
me alegro.
¡Qué maravilla expresa
la risa de un niño!
Es brisa que juega.
Es trino que danza.
Y es música natural
que, por su pureza,
a todos, encanta.

83
La América que te nombro

La América que te nombro,


¡oh, niño de mi patria!,
es aquella de los campos
donde siembran esperanza
los latinoamericanos.
Es la Tierra del Sol
que mucho ha sufrido;
pero que ya renace
con cantos de libertad
y con un gran ideal
de verdaderos hermanos.
Es la América del Cusco
y de tanto histórico escenario
donde mujeres y hombres
se esfuerzan a diario
por vencer el egoísmo
y la grave indiferencia
que no tienen piedad
del sufrimiento humano.
Pero es también la América
de las playas deslumbrantes
donde los niños muy alegres,
figuras de arena hacen;
playas de amado silencio
para descargar la memoria
y sentir amor nostálgico
por el vuelo libre
de las gaviotas.

84
Es la América que busca
el progreso verdadero
y la paz duradera
de todos los pueblos.
Es la América de sueños
pequeños y grandes,
con maestros y discípulos buscando
restablecer en este mundo herido
el Reino del Amor perdido.

85
A los ángeles del coro

Canten, ángeles buenos, canten,


que, con el alma dichosa,
los niños les oyen.
El canto de ustedes
es melodía pura
y sonido perfecto
que llega al corazón
y lo sana por completo.
Canten, criaturas celestes,
y a las almas felices
de todos los niños
embellezcan por siempre.
Ellos saben de ustedes:
los escuchan y comprenden,
los sienten cuando oran,
cuando sonríen y duermen,
Si ellos despiertan alegres
y recuerdan que admiraron
un prado muy hermoso
bajo un cielo dorado,
sabrán, rápidamente, que
con ustedes han soñado.
Canten, ¡oh, Querubines!,
enseñen el Buen Camino
y alegren siempre la vida
de todos los niños.
Cuando miren el cielo,
disfrutarán la sorpresa:

86
los verán a ustedes
bajando de una estrella y
danzando en la luna llena.
Cuando observen la pradera,
también llegarán a verles,
caminando sobre el agua,
entre las flores más tiernas
Canten, ¡oh, Serafines!,
para que el corazón sepa
que el Reino del Amor
hace tiempo nos espera.

87
La cosecha de frutas

Con los niños, don Jonás,


el anciano del huerto,
fue un día domingo
a cosechar las frutas.
El sol estaba suave;
con melodía las horas
y había en el campo
un olor de pomarrosas.
─ Primero, las ciruelas
─don Jonás decía.
Mientras que a los niños
guayabas les apetecía.
Y dos pequeños morenos,
muy ágiles y risueños,
comenzaban la tarea.
Los árboles llenos de fruta,
La alegría que reinaba:

88
¡Cosechen las ciruelas!
¡Tumben las guayabas!
Después, fue el turno
de los mangos alcanforados,
de manzanas grandes
y chirimoyas dulces,
de las peras y naranjos.
¡Oh, la fiesta de niños,
cosechando libremente las frutas
como en un sueño romántico
donde existe la abundancia
que concede Dios generosamente!
Llega la calmada tarde
y, sentados en la yerba,
descansan el abuelo
y los dichosos niños
de tan feliz cosecha.

89
Música

La quena canta
un huayno de colores
y la antara dice
saya de pastores.
El charango ya ofrece
canciones al pueblo amado
y la zampoña demuestra
la grandeza del pasado.
El bombo descarga un ritmo
de fuerza americana
y el arpa sugiere pronto
una fiesta bien peruana.
La guitarra también participa
con acordes de alegría
y el violín ejecuta
un solo de fantasía.
El piano va liberando
tonos de genial partitura
y la flauta comparte
su delicia de aventura.
El timbal suelta el galope
de corceles tan airados
y el rondín manifiesta
un acento emocionado.
Los platillos cómo repiten
su algarabía de gitanos
y el acordeón ya evoca
amores latinoamericanos.

90
Viaje a la sierra

El carro que sube,


el carro que baja
nos lleva al pueblo
donde hay una alpaca.
Si sube es lento
y si baja, tan rápido
que algunos le dicen
al chofer: ¡cuidado!
Suena el motor potente
y más rápido avanzamos;
Ya cerca, ya lejos,
no sabemos bien
si nos vamos acercando.
Cosas de la vida diaria
conversan los viajeros;
pero, de rato en rato,
algún impaciente dice:
¿a qué hora llegaremos?
El carro que sube,
el carro que baja,
se acerca al pueblo
donde crece la papa.
Subió lento, pero, ahora,
baja así, más rápido,
porque ya está ingresando
al querido pueblo.
Se acercan los niños,
observan los ancianos

91
y una madre exclama:
¡por fin, Dios mío;
ahora sí, llegamos!

92
El circo

¡Llegó el circo al pueblo


en dos camiones altos
con su carpa de colores,
con su payasito de blanco!
Organizadamente,
van poniendo
los asientos en círculos,
los focos cual guirnaldas,
los carteles y vallas.
La primera función se acerca,
el día del estreno,
y en un auto avisan
que serán bellos momentos.
Los niños se inquietan
y ruegan por su asistencia;
será el papá quien decida
según la económica solvencia.
Suena el tercer silbato,
la señal del comienzo;
se apura el vendedor
y los que compran boletos.
¡Qué emoción!;
se oyen las gentiles palabras
del animador en el parlante
y la música tan especial
de todo circo errante.
Suenan también los aplausos
y más aún las risas;

93
comienzan las ovaciones
a los mejores artistas.
Una, dos, casi tres
horas de gran diversión.
Y al final, cada niño
vuelve a su humilde casa
con alegría en el corazón.

94
En el ancho río

Ya no hay calor
cuando juegan,
en el ancho río,
los alegres chiquillos.
Y los más grandes,
los que acaso piensan
que ya no están
-por su edad
o temperamento-
para infantiles juegos,
miran desde la orilla
el paisaje extenso
y a los niños pequeños
en acuático esparcimiento.
Pasa cantando, pasa,
el río, mientras tanto,
con sus aguas animosas
de color verdeazulado.
Y el bello paisaje,
dulce hogar del río,
se extiende armoniosamente
por los cuatro puntos cardinales
como se extienden,
de un lado a otro,
el aire tan perfumado
y los brillantes rayos solares.

95
Emoción cristiana

Ha entrado un niño
emocionado al Templo;
sus padres lo acompañan
con amoroso sentimiento.
La fe ya canta y
sutil inspiración asciende
como delicado incienso
por todo el ambiente.
Se borra la ansiedad
de sus bellos corazones
cuando miran con devoción
el Altar, la Cruz,
los cuadros y las flores.
No hay ruidos urbanos
en el magnífico espacio
de este hermoso y dulce
Templo Cristiano.
Había tal vez inquietud
en su alma sensible;
pero el Alto Amor
lo sosiega pronto
y de modo sublime.
Y el niño, extasiado,
no sólo siente ahora
el familiar cariño;
sino también el Amor
Universal y Divino.
¡Oh, sí!, comprende el niño:

96
es la Bondad Infinita
del Creador Supremo,
es la Misericordia
del Padre Eterno.
Y, olvidando toda aflicción,
niño, padre y madre,
con fe maravillosa,
le oran a Jesucristo,
le rezan a Dios.

97
Iremos a la playa

Ahora, fin de semana,


con alegría de niño
y emoción de cántico,
iremos a la playa.
Sí, juntos iremos
al lugar donde el corazón
encuentra gozo y calma.
Allá estará la brisa,
el horizonte lejano,
la arena seca y húmeda,
el cielo iluminado.
Estarán, también,
como siempre,
las bellas y simbólicas
gaviotas blancas
que si hablaran, si hablaran,
¡cuántas maravillas
del mar nos contaran!
Iremos a la playa
para sentir, de nuevo,
la libertad que inspiran
el agua y el cielo.
Y no sólo para bañarse
(aunque sería suficiente),
sino para descubrir, también,
en la playa, mensajes.
¿Cuáles?,
la eternidad, por ejemplo,

98
la belleza creada,
la serenidad tan plena,
la idea del universo.
Y la generosidad perenne
de este hermosísimo elemento
que no establece diferencias
y para todos es bueno.

99
Lejano Oriente

En el río Amarillo
de la lejana China,
navegan los niños
una tarde ambarina.
¡Qué caudaloso se ve
el legendario río
y qué tan luminoso,
el cielo encendido!
Hay, en la distancia,
nubes plateadas
y grullas hermosas
que al norte pasan.
Dos niños navegan
en cada bote:
uno rema contento
y el otro lleva risueño
globos grandes y flores.
¡Qué belleza a la vista:
los botes y los niños,
las nubes blancas
y las grullas volando
a su alto destino!
Hay en cada pequeño
una emoción dorada
pues la tarde parece
una aventura soñada.
Del dulce idioma chino
la sabiduría emana:

100
es una canción que habla
de la fraternidad humana.
Y cuando ya parece
acabarse el crepúsculo,
suben los globos al cielo
y echan flores los niños,
¡al legendario río Amarillo!

101
La Fiesta del Libro

Desde muchos lugares,


los niños han venido,
pues llegó el gran día:
¡la Fiesta del Libro!
Cuentos por allí,
puede uno leer;
poemarios por allá,
varios compran ya.
¡Y qué alegre música
los niños van escuchando
que tal vez uno de ellos
se ponga a bailar!
De leyendas, de fábulas,
de ciencia, cómo no,
de sabios pensamientos,
se puede libros hallar.
Los niños miran todo
y ya están pidiendo
a sus padres risueños
un hermoso libro y
después otro y otro.
No es fácil escoger:
hay libros de Francia,
de Latinoamérica,
de Rusia y la India,
¡de cien países más!
Una niña se sorprende
viendo unos relatos chinos:

102
¡qué gran fantasía –dice-
y qué dibujos tan lindos!
De diferentes tamaños,
de fascinantes colores;
de los países hermanos,
de los grandes autores.
¡Ahí están en exposición
y alegre venta los libros;
compren, compren, por favor,
y lleven alimento cultural
para sus niñas y niños!

103
Acerca del autor

104
PEDRO ALMANZOR MANAY SÁENZ

Escritor peruano nacido en el Centro Poblado San Antonio,


distrito San Juan de Licupís, provincia de Chota, el año
1965. Cultiva la poesía, el ensayo y la narrativa. Es
docente de Lengua y Literatura egresado del Instituto
Superior Pedagógico “Sagrado Corazón de Jesús”, de
Chiclayo. Integra la ACEDEB, institución cultural
lambayecana. Es miembro Honorario del Programa
Regional “Crecer leyendo”, que dirige el Prof. Ronald
Gastelo Paz. Apoya en asesoría cultural a la Asociación
“San Juan de Licupís” .

Ha publicado:
En busca de un Oasis, Para crear poemas, Al pie de la Luna, El canto del mirlo,
Claro de Luna, La historia de Urano, La bruma y el Arco Iris, Volver al Amor,
El Templo de Bangú, Mosaico, La clase del adiós, Nostalgia.

En coautoría:
Madre, Crisol de Humanidad; Padre, raíz y eternidad; Perú, crisis y
esperanza; Salud, ¿a dónde vas?, Lirios de Mishahuanga.

En formato digital:
Cuaderno de navegante, Trabajo de alfarero.

En elaboración:
Una aventura musical.

105
ÍNDICE
EL CAMPO EN FLOR
El mundo / 05
El ángel / 06
La playa / 07
Alegría paterna / 08
Duerme / 09
El nuevo día / 11
Cielo estrellado / 12
Fantasía / 13
Emoción de oro / 14
Mis cuentos / 15
Un mundo para ti / 16
Lo que veo / 18
Mira los lindos barcos / 19
Emoción vespertina / 20
Dos pintores / 22
En el viento, pongo / 24
Nostálgica curiosidad / 26
La fiesta de la lluvia / 28
El Niño / 30
Campanario / 31
El lugar de recreo / 32
Las peticiones / 34
Las aves / 36
Un sueño / 37
Escrito lunar / 39
El gusto por el agua / 41
La lluvia / 43
Ya la tarde se marcha / 45
Cuando puedas ya pintar / 46
Crece pronto, por favor / 48

TODO COMO UN JUEGO


A ver, doña Luna / 51
Me dijo el Sol / 52
Yo quisiera / 54
El concierto / 56
Las peticiones / 58
Preguntas marinas / 60
Las enseñanzas / 62

106
Se va el barco / 65
Cuando mi hijo esté triste / 66
La ronda de las estrellas / 68
Diversión / 69
Las canciones de paz / 71
Los niños que trabajan / 73
Juego / 75
La vida es canto / 77
Con el corazón de niño / 79
Amado reino / 81
La risa de un niño / 83
La América que te nombro / 84
A los ángeles del coro / 86
La cosecha de frutas / 88
Música / 90
Viaje a la sierra / 91
El circo / 93
En el ancho río / 95
Emoción cristiana / 96
Iremos a la playa / 98
Lejano Oriente / 100
La Fiesta del Libro / 102
Acerca del autor / 104

________________________________________

En tu reino de Sol
Libro digital
Pedro Almanzor Manay Sáenz
965607472
Chiclayo - Perú
pavel.65@hotmail.com
Año 2021

107
108

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