La tolerancia (Tomado de PEQUEÑO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES de André Comte - Sponville).
En los exámenes de acceso a la universidad se ha propuesto varias veces el siguiente
tema de composición: «¿Juzgar lo que hay de intolerable, demuestra siempre intolerancia?». O bien, bajo una forma diferente: «¿Ser tolerante significa tolerarlo todo?». En ambos casos, la respuesta es evidentemente negativa, al menos si se quiere que la tolerancia sea una virtud. ¿Habría que considerar virtuoso a quien tolerara la violación, la tortura y el asesinato? ¿Es posible ver esta tolerancia de lo peor como una disposición digna de estima? Aunque la respuesta sólo puede ser negativa (lo cual es un defecto para un tema de composición), la argumentación no deja de plantear un cierto número de problemas, relativos a su definición y a sus límites, que pueden ocupar a los estudiantes, imagino, durante las cuatro horas que dura el examen… Una composición no es un sondeo de opinión. Es cierto que hay que responder, pero la respuesta sólo tiene valor por los argumentos que la preparan y la justifican. Filosofar es pensar sin pruebas (si hubiera pruebas ya no sería filosofía), pero no pensar en cualquier cosa (por otra parte, pensar en cualquier cosa ya no sería pensar), ni, de cualquier forma. La razón manda, como en las ciencias, pero sin comprobación ni refutación posibles. ¿Por qué no contentarse entonces con las ciencias? Porque no se puede: no responden a ninguna de las preguntas esenciales que nos planteamos, ni siquiera a las que ellas nos plantean. La pregunta «¿son necesarias las matemáticas?» no puede ser contestada con una respuesta matemática. La pregunta «¿son las ciencias verdaderas?» no es susceptible de una respuesta científica. Y tampoco lo son, no hace falta decirlo, las preguntas referentes al sentido de la vida, la existencia de Dios o la validez de nuestros valores… Ahora bien, ¿cómo renunciar a ellas? Se trata de pensar tanto como se viva; por lo tanto, todo lo más que se pueda; por lo tanto, todo lo más que se sepa. La metafísica es la verdad de la filosofía, incluida la epistemología, incluida la filosofía moral o política. Todo está relacionado y nos relaciona. Una filosofía es un conjunto de opiniones razonables, lo cual es más difícil y más necesario de lo que se cree. Se dirá que me estoy alejando del tema. Pero no estoy haciendo una composición. La escuela no puede durar siempre, y mejor que sea así. Por otra parte, no está tan claro que me haya alejado tanto de la tolerancia. Filosofar —decía yo— es pensar sin pruebas. Y aquí es donde interviene la tolerancia. Cuando la verdad es conocida con certeza, la 116 tolerancia no tiene objeto. No podríamos tolerar que el contable que se equivocara en sus cálculos se negara a corregirlos. Y tampoco que el físico se negara a corregirse cuando la experiencia le quita la razón. El derecho al error sólo tiene validez a parte ante; pero, una vez que el error ha sido demostrado, deja de ser un derecho y no da ninguno: perseverar en el error, a parte post, ya no es un error, sino una falta. Por eso los matemáticos no tienen necesidad de tolerancia. Las demostraciones son suficientes para su tranquilidad. En cuanto a aquellos que quisieran impedir a los científicos trabajar o expresarse (la Iglesia contra Galileo), no es de tolerancia de lo que carecen, sino de inteligencia y de amor a la verdad. En primer lugar hay que conocer. Lo verdadero, que no impone nada, prima y se impone a todos. Los científicos no tienen necesidad de tolerancia, sino de libertad. La experiencia atestigua que la tolerancia y la libertad son dos cosas diferentes. Ningún científico pedirá, ni tampoco aceptará, que se toleren sus errores, una vez conocidos, ni sus incompetencias, una vez confirmadas, en su especialidad. Pero ninguno aceptará tampoco que le dicten lo que debe pensar. Para ellos no existe más obligación que la experiencia y la razón: para ellos no hay más obligación que la verdad en la medida que sea posible, y esto es lo que se llama la libertad de espíritu. ¿En qué se diferencia de la tolerancia? En que esta última sólo interviene cuando no hay conocimiento, mientras que la libertad de espíritu es el mismo conocimiento en la medida que nos libera de todo, incluso de nosotros mismos. La verdad no obedece, decía Alain; por eso es libre, aunque sea necesaria (o porque es necesaria), y hace libre. «La Tierra gira alrededor del Sol»: aceptar o no aceptar esta proposición no depende en absoluto, desde un punto de vista científico, de la tolerancia. Una ciencia sólo avanza corrigiendo sus errores; por lo tanto, no se podría pedir que los tolerara. El problema de la tolerancia sólo se plantea en las cuestiones de opinión. Por eso se plantea a menudo y casi siempre. Ignoramos más cosas de las que sabemos, y todo lo que sabemos depende, directa o indirectamente, de lo que ignoramos. ¿Se puede demostrar de un modo absoluto que la Tierra y el Sol existen? Y, si no existieran ninguno de los dos, ¿qué sentido tendría afirmar que la primera gira alrededor del segundo? Una proposición que no dependa de la tolerancia desde un punto de vista científico, puede depender de ella desde un punto de vista moral o religioso. Es lo que ocurre con la teoría evolucionista de Darwin: quienes piden que se la tolere (o, incluso, los que piden que se la prohíba) no han comprendido en qué es científica; pero quienes quieren imponerla autoritariamente como verdad absoluta del hombre y de su génesis darían prueban de intolerancia. La Biblia no es ni demostrable ni refutable: por lo tanto, hay que creer en ella o tolerar que se crea en ella. Aquí volvemos a encontrarnos con el mismo problema de antes. Si hay que tolerar la Biblia, ¿por qué no habremos de tolerar el Mein Kampf ? Y si toleramos el Mein Kampf, ¿por qué no habremos de tolerar el racismo, la tortura y los campos de concentración?. Esta tolerancia universal sería moralmente condenable: porque olvidaría a las víctimas, porque las abandonaría a su suerte, porque dejaría que se perpetuara su martirio. Tolerar es aceptar lo que podríamos condenar, es permitir lo que podríamos impedir o combatir. Es, pues, renunciar a una parte de nuestro poder, de nuestra fuerza, de nuestra ira… Del mismo modo que se toleran los caprichos de un niño o las posiciones de un adversario. Sin embargo, sólo se es virtuoso cuando se asume algo, cuando se va más allá del propio interés, del propio sufrimiento, de la propia impotencia. La tolerancia sólo tiene valor contra uno mismo y en relación a otro. No hay tolerancia cuando no se tiene nada que perder, y todavía menos cuando se tiene todo que ganar soportando, es decir, no haciendo nada. «Todos tenemos bastante fuerza —decía La Rochefoucauld— para soportar los males ajenos.»2 Quizá, pero nadie verá en esto tolerancia alguna. Dicen que Sarajevo era la ciudad de la tolerancia; abandonarla hoy (diciembre de 1993) a su destino de ciudad asediada, de ciudad hambrienta, de ciudad masacrada, sólo sería dejadez por parte de Europa. Tolerar es soportar uno mismo: cuando es otro el que soporta, ya no es tolerancia. Tolerar el sufrimiento de los otros, tolerar la injusticia de la que no se es víctima, tolerar el horror que no se sufre, no es tolerancia, sino egoísmo, indiferencia, o algo peor. Tolerar a Hitler era hacerse su cómplice, al menos por omisión, por abandono, y esta tolerancia era ya colaboración. ¡Es preferible el odio, el furor, o la violencia que esta pasividad ante el horror, que esta aceptación vergonzosa de lo peor! Una tolerancia universal sería tolerancia de lo atroz: ¡qué atroz tolerancia! Pero esta tolerancia universal sería también contradictoria, al menos en la práctica, y por tanto no sólo sería moralmente condenable, como acabamos de ver, sino que estaría políticamente condenada. Esto es lo que han demostrado, dentro de unas problemáticas diferentes, Karl Popper y Vladimir Jankélévitch. Llevada al límite, la tolerancia «acabaría por negarse a sí misma», ya que dejaría las manos libres a quienes quieren suprimirla. Así pues, la tolerancia sólo es válida dentro de ciertos límites, que son los de su propia salvaguarda y los de la preservación de sus condiciones de posibilidad. Es lo que Karl Popper llama «la paradoja de la tolerancia»: «Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia». Esto sólo es válido en la medida en que la humanidad es lo que es, conflictiva, pasional, dividida, pero por eso es válido. Una sociedad donde fuera posible una tolerancia universal ya no sería humana y, por otra parte, ya no tendría necesidad de tolerancia. Al contrario del amor o de la generosidad, que no tienen límites intrínsecos ni más finitud que la nuestra, la tolerancia se halla, pues, esencialmente limitada: ¡una tolerancia infinita sería el fin de la tolerancia! ¿Eso significa que los enemigos de la libertad tendrían que carecer de libertad? No es tan simple. Una virtud no podría aislarse en la intersubjetividad virtuosa: quien es justo sólo con los justos, generoso sólo con los 118 generosos, misericordioso sólo con los misericordiosos, etc., no es ni justo ni generoso ni misericordioso. Tampoco es tolerante aquel que sólo es tolerante con los tolerantes. Si la tolerancia es una virtud, como yo pienso y como se admite normalmente, tiene valor por sí misma, incluso con respecto a aquellos que no la practican. La moral no es un acuerdo ni un espejo. Es cierto que los intolerantes no tendrían por qué quejarse de que se fuera intolerante con ellos. Pero ¿dónde se ha visto que una virtud dependa del punto de vista de quienes carecen de ella? El justo debe guiarse «por los principios de la justicia, y no por el hecho de que el injusto no pueda quejarse». Lo mismo ocurre con el tolerante, que debe guiarse por los principios de la tolerancia. Si no es necesario tolerarlo todo, pues eso sería el final de la tolerancia, tampoco se puede renunciar totalmente a la tolerancia con aquellos que no la respetan. Una democracia que prohibiera todos los partidos no democráticos sería muy poco democrática, del mismo modo que una democracia que les dejara hacer todo sería demasiado democrática, o más bien demasiado nociva, y por eso estaría condenada: ya que renunciaría a defender el derecho por medio de la fuerza, cuando fuera necesario, y la libertad por medio de la coacción. Aquí el criterio no es moral, sino político. Lo que debe determinar la tolerabilidad de tal o cual individuo, de tal o cual grupo o comportamiento, no es la tolerancia que demuestren (porque entonces hubiera sido necesario prohibir todos los grupos extremistas de nuestra juventud, y darles la razón por eso), sino su peligrosidad efectiva: una acción intolerante, un grupo intolerante, etc., deben ser prohibidos sólo en el caso de que amenacen efectivamente la libertad o, en general, las condiciones de posibilidad de la tolerancia. En una república fuerte y estable, una manifestación contra la democracia, contra la tolerancia o contra la libertad, no basta para ponerlas en peligro: así pues, no hay motivo para prohibirla, y hacerlo sería no tener tolerancia. Pero si las instituciones son frágiles, si la guerra civil amenaza o ha comenzado, si grupos facciosos amenazan con tomar el poder, esa misma manifestación puede convertirse en un verdadero peligro: entonces puede ser necesario prohibirla, impedirla, incluso por medio de la fuerza, y sería carecer de firmeza o de prudencia renunciar a considerarlo. En pocas palabras, depende de cada caso, y esta «casuística de la tolerancia», como dice Jankélévitch,6 es uno de los mayores problemas de nuestra democracia. EVALUACIÓN:
Analice y comente su respuesta en una extensión razonable, ejemplificando, en
contexto con la lectura.
1. Analice y comente la frase desprendida de la lectura: “Filosofar es pensar
sin pruebas”. Se dice que filosofar es pensar sin pruebas, porque la persona no tiene la certeza de lo que se piense será cierto o no, debido a que es un pensamiento libre, reflexivo, pero no es impositiva, ni legislativa, es respetuosa con los perfiles de la realidad que piensa, y ese respeto es lo que le permite alumbrar el sentido que encierra. El filosofar es importante porque permite examinar la vida, cuestionarla interrogarla y posterior a eso, podemos adquirir sabiduría y lograr dar respuesta a una infinidad de incógnitas relacionadas con el origen de la vida.
2. ¿Las personas tienen “derecho a equivocarse” o el error es siempre una
posibilidad en el acto humano? ¿El error es un derecho o es una mala utilización del término derecho? Argumente su respuesta. El “derecho a equivocarse”, en otras palabras, cometer un error sólo tiene validez antes de que el error haya sido demostrado, pero después de la demostración, deja de ser un derecho; puesto que perseverar en el error, ya no es un error, sino una falta. El error sí es un derecho, es aquel que se produce cuando la voluntad se determina hacia tal conducta por ignorancia o por falsa interpretación de las normas.
3. Analice y comente la frase desprendida de la lectura: “tolerar es soportar
uno mismo”. Se dice que tolerar es soportar uno mismo, porque es algo personal que sentimos como personas, el soportar, admitir o permitir una cosa que no gusta o no se aprueba del todo; cuando es otro el que soporta, ya no es tolerancia.
4. Prohibir las manifestaciones actuales en nuestro país en contra de los
gobernantes, ¿sería una muestra de intolerancia? Argumente su respuesta. El prohibir las manifestaciones actuales en nuestro país en contra de los gobernantes, sí demuestra intolerancia, debido a que todos tenemos el derecho a protestar cuando creemos que se ha cometido un acto injusto o se atenta en contra de nuestros derechos o puede perjudicarnos y prohibirlo atenta con nuestra libertad y derecho como ciudadanos. Por tanto, las manifestaciones pacíficas no deben ser prohibidas; sin embargo, cuando estas manifestaciones son violentas y se atenta con la vida de muchas personas inocentes debido a que se queman carros, se toma como rehenes a los policías y no se respeta la ley, lo cual demuestra actos vandálicos que por ningún motivo deben ser tolerados, ya que no es una buena forma de protestar por sus derechos, violentando los demás, creando caos, muerte y violencia. La tolerancia es limitada y cuando esta se sobrepasa se debe tomar medidas para salvaguardar la vida de los demás y sobre todo recuperar la paz y cesar con la violencia.