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CONTROL DE LECTURA

EXAMEN FINAL DE ÉTICA Y DEONTOLOGÍA 2022 2


La tolerancia
(Tomado de PEQUEÑO TRATADO DE LAS GRANDES VIRTUDES de André
Comte - Sponville).

En los exámenes de acceso a la universidad se ha propuesto varias veces el siguiente


tema de composición: «¿Juzgar lo que hay de intolerable, demuestra siempre
intolerancia?». O bien, bajo una forma diferente: «¿Ser tolerante significa tolerarlo
todo?». En ambos casos, la respuesta es evidentemente negativa, al menos si se
quiere que la tolerancia sea una virtud. ¿Habría que considerar virtuoso a quien
tolerara la violación, la tortura y el asesinato? ¿Es posible ver esta tolerancia de lo
peor como una disposición digna de estima? Aunque la respuesta sólo puede ser
negativa (lo cual es un defecto para un tema de composición), la argumentación no
deja de plantear un cierto número de problemas, relativos a su definición y a sus
límites, que pueden ocupar a los estudiantes, imagino, durante las cuatro horas que
dura el examen… Una composición no es un sondeo de opinión. Es cierto que hay que
responder, pero la respuesta sólo tiene valor por los argumentos que la preparan y la
justifican. Filosofar es pensar sin pruebas (si hubiera pruebas ya no sería filosofía),
pero no pensar en cualquier cosa (por otra parte, pensar en cualquier cosa ya no sería
pensar), ni, de cualquier forma. La razón manda, como en las ciencias, pero sin
comprobación ni refutación posibles. ¿Por qué no contentarse entonces con las
ciencias? Porque no se puede: no responden a ninguna de las preguntas esenciales
que nos planteamos, ni siquiera a las que ellas nos plantean. La pregunta «¿son
necesarias las matemáticas?» no puede ser contestada con una respuesta
matemática. La pregunta «¿son las ciencias verdaderas?» no es susceptible de una
respuesta científica. Y tampoco lo son, no hace falta decirlo, las preguntas referentes
al sentido de la vida, la existencia de Dios o la validez de nuestros valores… Ahora
bien, ¿cómo renunciar a ellas? Se trata de pensar tanto como se viva; por lo tanto,
todo lo más que se pueda; por lo tanto, todo lo más que se sepa. La metafísica es la
verdad de la filosofía, incluida la epistemología, incluida la filosofía moral o política.
Todo está relacionado y nos relaciona. Una filosofía es un conjunto de opiniones
razonables, lo cual es más difícil y más necesario de lo que se cree. Se dirá que me
estoy alejando del tema. Pero no estoy haciendo una composición. La escuela no
puede durar siempre, y mejor que sea así. Por otra parte, no está tan claro que me
haya alejado tanto de la tolerancia. Filosofar —decía yo— es pensar sin pruebas. Y
aquí es donde interviene la tolerancia. Cuando la verdad es conocida con certeza, la
116 tolerancia no tiene objeto. No podríamos tolerar que el contable que se equivocara
en sus cálculos se negara a corregirlos. Y tampoco que el físico se negara a corregirse
cuando la experiencia le quita la razón. El derecho al error sólo tiene validez a parte
ante; pero, una vez que el error ha sido demostrado, deja de ser un derecho y no da
ninguno: perseverar en el error, a parte post, ya no es un error, sino una falta. Por eso
los matemáticos no tienen necesidad de tolerancia. Las demostraciones son
suficientes para su tranquilidad. En cuanto a aquellos que quisieran impedir a los
científicos trabajar o expresarse (la Iglesia contra Galileo), no es de tolerancia de lo
que carecen, sino de inteligencia y de amor a la verdad. En primer lugar hay que
conocer. Lo verdadero, que no impone nada, prima y se impone a todos. Los
científicos no tienen necesidad de tolerancia, sino de libertad. La experiencia atestigua
que la tolerancia y la libertad son dos cosas diferentes. Ningún científico pedirá, ni
tampoco aceptará, que se toleren sus errores, una vez conocidos, ni sus
incompetencias, una vez confirmadas, en su especialidad. Pero ninguno aceptará
tampoco que le dicten lo que debe pensar. Para ellos no existe más obligación que la
experiencia y la razón: para ellos no hay más obligación que la verdad en la medida
que sea posible, y esto es lo que se llama la libertad de espíritu. ¿En qué se diferencia
de la tolerancia? En que esta última sólo interviene cuando no hay conocimiento,
mientras que la libertad de espíritu es el mismo conocimiento en la medida que nos
libera de todo, incluso de nosotros mismos. La verdad no obedece, decía Alain; por
eso es libre, aunque sea necesaria (o porque es necesaria), y hace libre. «La Tierra
gira alrededor del Sol»: aceptar o no aceptar esta proposición no depende en absoluto,
desde un punto de vista científico, de la tolerancia. Una ciencia sólo avanza
corrigiendo sus errores; por lo tanto, no se podría pedir que los tolerara. El problema
de la tolerancia sólo se plantea en las cuestiones de opinión. Por eso se plantea a
menudo y casi siempre. Ignoramos más cosas de las que sabemos, y todo lo que
sabemos depende, directa o indirectamente, de lo que ignoramos. ¿Se puede
demostrar de un modo absoluto que la Tierra y el Sol existen? Y, si no existieran
ninguno de los dos, ¿qué sentido tendría afirmar que la primera gira alrededor del
segundo? Una proposición que no dependa de la tolerancia desde un punto de vista
científico, puede depender de ella desde un punto de vista moral o religioso. Es lo que
ocurre con la teoría evolucionista de Darwin: quienes piden que se la tolere (o, incluso,
los que piden que se la prohíba) no han comprendido en qué es científica; pero
quienes quieren imponerla autoritariamente como verdad absoluta del hombre y de su
génesis darían prueban de intolerancia. La Biblia no es ni demostrable ni refutable: por
lo tanto, hay que creer en ella o tolerar que se crea en ella. Aquí volvemos a
encontrarnos con el mismo problema de antes. Si hay que tolerar la Biblia, ¿por qué
no habremos de tolerar el Mein Kampf ? Y si toleramos el Mein Kampf, ¿por qué no
habremos de tolerar el racismo, la tortura y los campos de concentración?. Esta
tolerancia universal sería moralmente condenable: porque olvidaría a las víctimas,
porque las abandonaría a su suerte, porque dejaría que se perpetuara su martirio.
Tolerar es aceptar lo que podríamos condenar, es permitir lo que podríamos impedir o
combatir. Es, pues, renunciar a una parte de nuestro poder, de nuestra fuerza, de
nuestra ira… Del mismo modo que se toleran los caprichos de un niño o las posiciones
de un adversario. Sin embargo, sólo se es virtuoso cuando se asume algo, cuando se
va más allá del propio interés, del propio sufrimiento, de la propia impotencia. La
tolerancia sólo tiene valor contra uno mismo y en relación a otro. No hay tolerancia
cuando no se tiene nada que perder, y todavía menos cuando se tiene todo que ganar
soportando, es decir, no haciendo nada. «Todos tenemos bastante fuerza —decía La
Rochefoucauld— para soportar los males ajenos.»2 Quizá, pero nadie verá en esto
tolerancia alguna. Dicen que Sarajevo era la ciudad de la tolerancia; abandonarla hoy
(diciembre de 1993) a su destino de ciudad asediada, de ciudad hambrienta, de ciudad
masacrada, sólo sería dejadez por parte de Europa. Tolerar es soportar uno mismo:
cuando es otro el que soporta, ya no es tolerancia. Tolerar el sufrimiento de los otros,
tolerar la injusticia de la que no se es víctima, tolerar el horror que no se sufre, no es
tolerancia, sino egoísmo, indiferencia, o algo peor. Tolerar a Hitler era hacerse su
cómplice, al menos por omisión, por abandono, y esta tolerancia era ya colaboración.
¡Es preferible el odio, el furor, o la violencia que esta pasividad ante el horror, que esta
aceptación vergonzosa de lo peor! Una tolerancia universal sería tolerancia de lo atroz:
¡qué atroz tolerancia! Pero esta tolerancia universal sería también contradictoria, al
menos en la práctica, y por tanto no sólo sería moralmente condenable, como
acabamos de ver, sino que estaría políticamente condenada. Esto es lo que han
demostrado, dentro de unas problemáticas diferentes, Karl Popper y Vladimir
Jankélévitch. Llevada al límite, la tolerancia «acabaría por negarse a sí misma», ya
que dejaría las manos libres a quienes quieren suprimirla. Así pues, la tolerancia sólo
es válida dentro de ciertos límites, que son los de su propia salvaguarda y los de la
preservación de sus condiciones de posibilidad. Es lo que Karl Popper llama «la
paradoja de la tolerancia»: «Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que
son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante
contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los
tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia». Esto sólo es válido en la medida en que
la humanidad es lo que es, conflictiva, pasional, dividida, pero por eso es válido. Una
sociedad donde fuera posible una tolerancia universal ya no sería humana y, por otra
parte, ya no tendría necesidad de tolerancia. Al contrario del amor o de la generosidad,
que no tienen límites intrínsecos ni más finitud que la nuestra, la tolerancia se halla,
pues, esencialmente limitada: ¡una tolerancia infinita sería el fin de la tolerancia! ¿Eso
significa que los enemigos de la libertad tendrían que carecer de libertad? No es tan
simple. Una virtud no podría aislarse en la intersubjetividad virtuosa: quien es justo
sólo con los justos, generoso sólo con los 118 generosos, misericordioso sólo con los
misericordiosos, etc., no es ni justo ni generoso ni misericordioso. Tampoco es
tolerante aquel que sólo es tolerante con los tolerantes. Si la tolerancia es una virtud,
como yo pienso y como se admite normalmente, tiene valor por sí misma, incluso con
respecto a aquellos que no la practican. La moral no es un acuerdo ni un espejo. Es
cierto que los intolerantes no tendrían por qué quejarse de que se fuera intolerante con
ellos. Pero ¿dónde se ha visto que una virtud dependa del punto de vista de quienes
carecen de ella? El justo debe guiarse «por los principios de la justicia, y no por el
hecho de que el injusto no pueda quejarse». Lo mismo ocurre con el tolerante, que
debe guiarse por los principios de la tolerancia. Si no es necesario tolerarlo todo, pues
eso sería el final de la tolerancia, tampoco se puede renunciar totalmente a la
tolerancia con aquellos que no la respetan. Una democracia que prohibiera todos los
partidos no democráticos sería muy poco democrática, del mismo modo que una
democracia que les dejara hacer todo sería demasiado democrática, o más bien
demasiado nociva, y por eso estaría condenada: ya que renunciaría a defender el
derecho por medio de la fuerza, cuando fuera necesario, y la libertad por medio de la
coacción. Aquí el criterio no es moral, sino político. Lo que debe determinar la
tolerabilidad de tal o cual individuo, de tal o cual grupo o comportamiento, no es la
tolerancia que demuestren (porque entonces hubiera sido necesario prohibir todos los
grupos extremistas de nuestra juventud, y darles la razón por eso), sino su
peligrosidad efectiva: una acción intolerante, un grupo intolerante, etc., deben ser
prohibidos sólo en el caso de que amenacen efectivamente la libertad o, en general,
las condiciones de posibilidad de la tolerancia. En una república fuerte y estable, una
manifestación contra la democracia, contra la tolerancia o contra la libertad, no basta
para ponerlas en peligro: así pues, no hay motivo para prohibirla, y hacerlo sería no
tener tolerancia. Pero si las instituciones son frágiles, si la guerra civil amenaza o ha
comenzado, si grupos facciosos amenazan con tomar el poder, esa misma
manifestación puede convertirse en un verdadero peligro: entonces puede ser
necesario prohibirla, impedirla, incluso por medio de la fuerza, y sería carecer de
firmeza o de prudencia renunciar a considerarlo. En pocas palabras, depende de cada
caso, y esta «casuística de la tolerancia», como dice Jankélévitch,6 es uno de los
mayores problemas de nuestra democracia.
EVALUACIÓN:

Analice y comente su respuesta en una extensión razonable, ejemplificando, en


contexto con la lectura.

1. Analice y comente la frase desprendida de la lectura: “Filosofar es pensar


sin pruebas”.
Se dice que filosofar es pensar sin pruebas, porque la persona no tiene la
certeza de lo que se piense será cierto o no, debido a que es un pensamiento
libre, reflexivo, pero no es impositiva, ni legislativa, es respetuosa con los
perfiles de la realidad que piensa, y ese respeto es lo que le permite alumbrar
el sentido que encierra. El filosofar es importante porque permite examinar la
vida, cuestionarla interrogarla y posterior a eso, podemos adquirir sabiduría y
lograr dar respuesta a una infinidad de incógnitas relacionadas con el origen de
la vida.

2. ¿Las personas tienen “derecho a equivocarse” o el error es siempre una


posibilidad en el acto humano? ¿El error es un derecho o es una mala
utilización del término derecho? Argumente su respuesta.
El “derecho a equivocarse”, en otras palabras, cometer un error sólo tiene
validez antes de que el error haya sido demostrado, pero después de la
demostración, deja de ser un derecho; puesto que perseverar en el error, ya no
es un error, sino una falta. El error sí es un derecho, es aquel que se produce
cuando la voluntad se determina hacia tal conducta por ignorancia o por falsa
interpretación de las normas.

3. Analice y comente la frase desprendida de la lectura: “tolerar es soportar


uno mismo”.
Se dice que tolerar es soportar uno mismo, porque es algo personal que
sentimos como personas, el soportar, admitir o permitir una cosa que no gusta
o no se aprueba del todo; cuando es otro el que soporta, ya no es tolerancia.

4. Prohibir las manifestaciones actuales en nuestro país en contra de los


gobernantes, ¿sería una muestra de intolerancia? Argumente su
respuesta.
El prohibir las manifestaciones actuales en nuestro país en contra de los
gobernantes, sí demuestra intolerancia, debido a que todos tenemos el
derecho a protestar cuando creemos que se ha cometido un acto injusto o se
atenta en contra de nuestros derechos o puede perjudicarnos y prohibirlo
atenta con nuestra libertad y derecho como ciudadanos. Por tanto, las
manifestaciones pacíficas no deben ser prohibidas; sin embargo, cuando estas
manifestaciones son violentas y se atenta con la vida de muchas personas
inocentes debido a que se queman carros, se toma como rehenes a los
policías y no se respeta la ley, lo cual demuestra actos vandálicos que por
ningún motivo deben ser tolerados, ya que no es una buena forma de protestar
por sus derechos, violentando los demás, creando caos, muerte y violencia. La
tolerancia es limitada y cuando esta se sobrepasa se debe tomar medidas para
salvaguardar la vida de los demás y sobre todo recuperar la paz y cesar con la
violencia.

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