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Aliento del cielo para la familia

Edición 2013
Autor
José M. Saucedo Valenciano

Editor
David Alejandro Saucedo Valenciano

Auxiliares en la edición
Domingo Grimaldo Salinas
Mario Julián Quirino
Pedro A. Cruz Gallegos
Juan José Contreras Esquivel

Pedidos USA
4035 6th St.
Port Arthur, TX 77642
(409) 984 9496

Pedidos México
Fco. I. Madero 40 Nte.
Centro Palaú, Coahuila 26350
(864) 618 0595

Está prohibida la reproducción parcial o total en cualquier forma o por cualquier medio sin
autorización previa y por escrito del autor. Se exceptúan las citas breves mencionando la fuente.
Dedicatoria

Al excelente Dios, que muestra su misericordia, poder y amor para las familias de la tierra.
A la familia Saucedo Valenciano, a mi papá, José Saucedo, a mi madre María Valenciano; a
mis hermanos, Herme, Wicho, Ester, Magda, Martha, Peter, Mike y Ale, con quienes
hemos atravesado los valles del terror y de la muerte y con los cuales experimento cada
día la bondad divina. En la pobreza y en la ignorancia de Dios todos primero, en las
riquezas de la salvación en Cristo todos ahora. Son lo mejor que la vida me ha dado.
Mantengamos la fe hasta la muerte. A la familia Gómez Vázquez, que son un regalo del
cielo para mí: Mis suegros, Ramiro Gómez y Elisa Vázquez; mis hermanos de buena ley:
Obed, Ariel, Diana y Azalia. Todo mi cariño y respeto para ustedes. Que nunca muera la
esperanza, la fe y el amor que nos mantiene unidos.
A la mujer que me alegra la vida y me fortalece con su amor, lealtad y compañerismo
inigualable, Elizabeth Gómez Vázquez. A mi primogénito, José Hiram, que me ha inundado
de caricias toscas, pero deliciosas; a mis princesas, las más hermosas, Mariely y Stephanie,
nada se compara con el cariño que me brindan y con la ternura que me inspiran. En este
hogar las crisis han sido crudas, pero jamás nos ha faltado la gracia de Jesucristo. Yo y mi
casa serviremos a Jehová.
Contenido

Tema: Una familia que experimenta la bendición

Introducción
Principios para tener una familia bendecida

Una familia que experimenta la bendición

La importancia de la espiritualidad en la familia

La provisión divina para la familia

Bendiciones para las familias hospedadoras

El amor fraternal en la familia

La mejor decisión para la familia

Una familia en la que se cultivan principios y valores de calidad

Una familia entera salva a través del peor miembro

Pecados que debilitan y destruyen a la familia

Socorro divino para las crisis extremas

Etapas de la familia que sirve a Dios

Las bendiciones de una familia adoptiva

Alabanza a Dios en el ambiente familiar

La presencia de Dios en la casa

Conclusión

Introducción
Son demasiados golpes los que reciben las familias en una sociedad donde los antivalores
abundan. Muchos males azotan a los hogares en la actualidad. El divorcio, la pobreza, la
crisis laboral y económica, la violencia, la enfermedad, la muerte encabezan la lista crasa
de los elementos perjudiciales para las casas. Nadie se ve exento de atravesar valles de
oscuridad, terror y fatalidad en el seno familiar. Ocasiones hay en que las puertas se
cierran y la esperanza se desvanece. Sin embargo, en los pasajes de las Sagradas Escrituras
encontramos aliento para caminar firmes con la fe en el omnipotente y buen Dios.
Lecturas hay impresionantes en las que las familias protagonistas tocaron fondo, para
luego resurgir llenos de vigor espiritual, abundantes en bendición material, ricos en
experiencia con el Altísimo. La amplitud de la gracia divina se manifiesta en hogares de
distintos tipos. Las viudas necesitadas con hijos en condiciones tristes, los hombres
sufridos, los padres que se refugiaron en la fe cuando no les quedaba salida de los
problemas, todos fueron recipientes del favor divino.
En la iglesia Cristo Viene, del Concilio Nacional de las Asambleas de Dios en Palaú,
Coahuila, México, nos percatamos de la abundancia de problemas que se suscitan en el
seno de las familias y cómo deteriora a los miembros del hogar enfrentar crisis pesadas y a
veces prolongadas. Realizamos una lectura de la Biblia en busca de pasajes que aportaran
ayuda, fortaleza, consuelo y asesoría para sacar adelante a la familia de las crisis. Fue
excitante notar el interés divino por el bienestar familiar.
En nuestra pesquisa encontramos doctrina e historia de las manifestaciones de la
sabiduría y el poder de Jehová para hacer que las estériles den a luz para bendición de la
familia, enviar provisión económica para suplir las necesidades de una casa, movilizar
ángeles y profetas para acudir en auxilio de un hogar, sacar a mujeres de la prostitución
para unirlas en matrimonio con los nobles de la tierra…
Iniciamos un estudio en las células que resultó de enorme bendición para la iglesia.
Después se predicaba cada mensaje en el programa del domingo y la gente traía invitados
a escuchar mensajes para la familia. Los resultados fueron desde conversiones,
vigorización de la fe, mayor interés de la gente en la atención de su hogar y compromiso
de los miembros por la conversión de su casa entera.
Quisimos compartir la bendición con otras personas e iglesias y seleccionamos una
temática de 15 lecciones que esperamos sean útiles para estudios, sermones y lectura
devocional. Cada lección contiene un análisis bíblico, luego se procuran los principios que
emanan del pasaje o la historia, después se ofrecen aplicaciones para las necesidades y las
situaciones de la familia en la actualidad.
Tenemos la convicción de que la Biblia es un tesoro lleno de riquezas, una fuente de vida
inagotable, un caudal de bendición ilimitada. Si en los hogares nos acercamos a ella con
devoción y hambre de aprender recibiremos aliento del cielo para la familia.
Principios para tener una familia bendecida
Nadie conoce a la perfección cómo ser un buen esposo o un buen padre. No existen
escuelas de entrenamiento para la vida. Pero en la Biblia tenemos una guía especializada,
y en sus narraciones somos instruidos a través de buenos y malos ejemplos, para que
procuremos los primeros y evitemos los últimos. La familia de Isaac (Rebeca, Jacob y
Esaú), nos brinda lecciones importantes.

1. La oración como medio de bendición para el matrimonio


Rebeca era estéril. Pasaban los años y ella no podía embarazarse. En su medio ambiente
resultaba oprobioso que una mujer no tuviera hijos, pero contaba con un esposo
comprensivo y espiritual que no la juzgó ni la abandonó por su problema, sino que la
apoyó en todo momento. Las penas son más llevaderas cuando contamos con una pareja
que nos ama y nos consuela en la tribulación, que nos acepta como somos y nos ayuda a
sobrellevar las cargas emocionales. La familia mantiene la armonía y la tranquilidad
cuando los esposos se fortalecen mutuamente. Siempre será alentador un cónyuge que
brinde amparo, protección y cuidado en las situaciones difíciles.
Isaac oró por Rebeca y su oración fue aceptada, y la respuesta del cielo le trajo doble
bendición (Génesis 25:21, 24). Nada hay imposible para Dios. Si los esposos se unen en las
tribulaciones para orar tendrán la satisfacción de experimentar el favor y la gracia del
Todopoderoso para su familia. La tristeza de la esterilidad se trocó por la alegría de dar a
luz gemelos. Cuando vengan los problemas difíciles no juzguemos; mejor oremos. No
busquemos culpables, mejor encontremos soluciones. Otros en el lugar de Isaac hubieran
procurado otra mujer, pero el hombre de Dios decidió enfrentar la situación con su
esposa. La amaba de corazón y no la abandonó en su dolor. Se presentó ante el Señor con
la petición específica y no cesó hasta que la respuesta llegó. Hacen falta esposos que
luchen para sacar adelante a su familia, que se aferren a la oración hasta que las pruebas
sean superadas y se alcance la bendición de lo alto.

2. La prudencia como disciplina en la crianza de los hijos

Prudencia:
PRUDENCIA. En los idiomas bíblicos no hay una palabra exclusiva para expresar en forma completa el
concepto de prudencia. En hebreo las palabras básicas son: bîn (Is. 29:14; Jer. 49:7); que da las ideas de
entender, considerar, ser inteligente, tener entendimiento; ʿārōm, que puede expresar una prudencia
virtuosa (Pr. 8:12, 19:25); o una astucia malvada (Gn. 3:1); śāḵal. En el NT las palabras son fronēsis (Ef.
1:8, inteligencia) y sunesis (inteligencia, entendimiento, conocimiento, 1 Co. 1:19). 1

La felicidad de Rebeca nunca fue completa debido a que desde el principio se marcó una
línea que separó las lealtades de sus hijos. Los gemelos manifestaron diferencias desde el
vientre (Génesis 25:22). Eran incompatibles en gustos y oficios; Esaú fue cazador diestro y
hombre de campo, acostumbrado al trabajo rudo; Jacob era tranquilo, habitaba en
tiendas. Los hermanos casi no tenían actividades en común, no convivían tanto.
Los padres en lugar de ser factores de unidad promovieron la división entre los hijos.
Isaac prefería a Esaú porque le traía de su caza y preparaba guisos especiales para su
padre, pero no le agradaba tanto la delicadeza de Jacob. Rebeca se enamoró del hogareño
Israel (Génesis 25:28). Lo cuidaba y consentía más que al muchacho tosco. El trato de los
progenitores provocó una competencia ruda entre ambos. Se volvieron desleales y
aprovechaban cualquier oportunidad para sacar ventaja a costa de la desgracia del
hermano. Cuando Esaú llegó cansado y hambriento su gemelo no le dio guisado; se lo
vendió caro, a costo de su primogenitura. Génesis 25:29–34
La crisis empeoró cuando Isaac estaba en el lecho de enfermedad. Daría la bendición final
a sus hijos. Legalmente la mayor era para el primogénito. Le pidió un guiso de caza fresca
y preparó la mejor de sus bendiciones paternas (Génesis 27:1–4). Pero Rebeca quería esa
gracia para su hijo menor. Urdió un plan para engañar al viejo e instruyó a su preferido
para que robara a su hermano (Génesis 27:6–17). La tragedia sucedió a la traición y
terminó perdiendo a sus gemelos en un solo día. Esaú prometió matar a Jacob después de
la muerte de su padre (Génesis 27:41). La madre hizo huir a su consentido hacia la casa del
tío (Génesis 27:42–45). Nunca volvieron a verlos juntos. Ella murió sin besar a ninguno de
sus muchachos, pues uno no estaba y el otro la aborrecía.
Nada destruye más las estructuras del hogar que la imprudencia de manifestar
preferencia por alguno de los hijos en detrimento de la autoestima de los otros.
Generalmente, cuando no existe igualdad en el trato y en la expresión de cariño, ellos
crecen resentidos con uno de los padres, y se crea una competencia dañina. Los hermanos
compiten en lugar de formar equipo, se vuelven enemigos y a escondidas tratan de
afectar a los demás para sobresalir ellos. Algunos crecen con la idea de que tienen más
derechos en casa por ser los consentidos, y los demás tienen que soportar.
Cuidemos la forma en que tratamos a los hijos. Cada uno merece un trato digno, especial.
Hemos de distribuir los cariños y las atenciones, los regalos y las caricias para que todos
sepan que valen lo mismo. En nuestras casas no debe haber hijos resentidos, con baja
autoestima. La prudencia y la disciplina nos ayudarán a tener una familia feliz, equilibrada
y justa, donde se respiren la seguridad y la confianza suficientes para enfrentar la vida con
éxito.

1 R. Colin Craston, «PRUDENCIA», ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. H. Henry,
Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 498.
3. La esperanza en el Señor como remedio para los errores cometidos
por los padres
Las consecuencias de nuestros actos las sufren los hijos. Pero no nos resignaremos a vivir
siempre así. De seguro Isaac y Rebeca oraron por la reconciliación de sus vástagos; que
Jacob se arrepintiera y Esaú lo perdonara. Murieron con la esperanza de que el poder de
la paz acabara con el odio familiar.
Dios jamás abandona a las familias que esperen en él. En su huida Jacob encontró la
bondad de Jehová muchas veces. El Señor protegió y bendijo al hijo errante (Génesis
28:10–17). Le dio descendencia, lo prosperó y lo hizo retornar a su tierra con las manos
llenas. Ya no estaban papá ni mamá, pero milagrosamente habían desaparecido los
rencores. El que había prometido matar a su hermano, al verlo de frente corrió a su
encuentro y lo abrazó con fuerza. Se echó sobre su cuello y le plantó un beso lleno de
cariño. El llanto de ambos dijo más que mil palabras y el perdón se otorgó con lágrimas
(Génesis 33:4). La esperanza de los viejos no murió con ellos, sino que su oración fue
respondida a su debido tiempo. Ahora aquellos jóvenes habían madurado y se amaban.

Conclusión
Fundamentemos el bienestar de los nuestros en la oración continua, en el mutuo aprecio
por todos y en la prudencia en el trato a cada uno. Si cometemos errores, no tratemos de
resolverlos en base a la sabiduría natural. Mantengamos firme la esperanza en la
misericordia divina. El Señor contestará nuestras oraciones por la paz familiar. A su tiempo
vendrá la reconciliación, la armonía y la felicidad anheladas.

Ejercicios
1. ¿Cómo afecta la falta de comprensión y apoyo en la pareja a la estabilidad
familiar?

2. ¿Cuáles son los principales errores que debemos evitar en el trato con los hijos?
Una familia que experimenta la bendición
1 Samuel 1
La familia de Elcana fue bendecida por el Señor en múltiples formas; la más sobresaliente
fue el milagro del nacimiento de Samuel, a pesar de la infertilidad de Ana. El hogar de este
varón es un modelo para los creyentes que buscamos al Señor y lo servimos de corazón.
Una casa que cuenta con estas características se verá enriquecida por la gracia divina.

1. Un padre responsable
Elcana cumplía sus responsabilidades tanto materiales como espirituales en su familia.
Tenía dos esposas: una le dio hijos, pero la otra era estéril (1:2). Ana sufría mucho por no
poder concebir. Penina la fastidiaba presumiéndole su fertilidad y echándole en cara el
asunto de la incapacidad para procrear (1:6, 7). Pero el hombre piadoso y sabio mostró
siempre mayor afecto por la más desdichada y la apoyó en los momentos críticos en que
se le cargaba el sentimiento de frustración (1:8).
Era Elcana un esposo trabajador que proveía para las necesidades de la familia. Todos los
años, cuando subían a la casa de Dios para ofrecer sacrificios, a cada uno le daba su parte.
Penina y sus hijos recibían la bendición material y económica del padre para cumplir sus
deberes como israelitas (1:4). Con Ana era más generoso (1:5). En ese hogar no faltaba
nada, el pan y el vestido eran suplidos por el varón. Cada uno tenía lo necesario y lo
suficiente gracias a la obra de un hombre responsable y cumplidor.
Las responsabilidades de un padre incluyen aspectos económicos, materiales y
espirituales. Hemos de encaminar a los hijos por la senda del bien, tenemos que ser
cumplidores ante Dios por los nuestros. Elcana guardaba y hacía guardar la ley del Señor
en su casa. Cada año se presentaba ante Jehová y llevaba sus ofrendas y diezmos ante los
ministros del santuario. Era un adorador regular y sistemático (1:3). Cada miembro recibía
su parte para que ninguno se presentara ante el Creador con las manos vacías (1:4).
Condujo a su parentela enseñándola a tomar en cuenta a Dios en la vida. La disciplina
espiritual debe ser modelada por los padres en el hogar. El liderazgo del varón en la vida
devocional afirma y confirma la obra del Todopoderoso en la familia. Todos son
bendecidos en casa cuando desde la cabeza se inculcan la fe y la adoración sinceras.

2. Una mujer de oración


Ana hizo lo mejor que puede hacer una persona que atraviesa problemas imposibles de
resolver: rogar al Creador por un milagro. La infertilidad no podía ser tratada por los
médicos. No existía cura para la esterilidad. Pero la mujer de Elcana sabía que Jehová era
Todopoderoso, y conocía el recurso de la oración para conseguir el favor divino. Mientras
su esposo y su familia adoraban, ella se humilló ante el Señor para rogar por la bendición
de un hijo. Lloraba y suplicaba en silencio, con todo el corazón, que le viniera la fuerza
para concebir (1:9, 10). Se comprometió a dedicar el fruto de su vientre al servicio de la
casa de Dios (1:11). Su alma se derramó en esa petición y su fervor fue tal, que el
sacerdote Elí, que nunca había visto a ninguna mujer clamar con tanta vehemencia, la
tuvo por ebria (1:12, 13). La juzgó y la reprendió, pero ella le expuso su aflicción de
espíritu, por lo que al final el ministro del Señor la bendijo (1:14–18).
Al cabo del tiempo Ana recibió el milagro en respuesta a la oración (1:19). Se alegró con la
misericordia divina que hizo concebir el vientre estéril. Dio a luz un pequeño varón como
lo había pedido, lo llamó Samuel para testificar con el nombre el hecho de que Dios
escucha la plegaria de los que lo buscan de corazón (1:20). Cuando el niño fue destetado
ella retornó ante el ministro para agradecer la bendición y para consagrarlo como había
prometido (1:22). Fue una mujer cumplidora y responsable ante el Creador. Hizo voto y lo
realizó. No se aferró al hijo más que al Señor; no olvidó su promesa. Era una dama que
oraba y actuaba (1:24–28). Luego Jehová la honró por su acción: le fueron dados más
hijos. El hogar contaba con una madre llena de fe y devoción, y como resultado
experimentó las maravillas del Altísimo (2:20, 21).

3. Hijos consagrados
En esta familia los hijos aprendían desde pequeños la religión pura. Todos adoraban al
Señor por orden y ejemplo del padre. Acudían al santuario cada vez que les correspondía
(1:3). Crecieron con la disciplina de un israelita que cumplía los mandamientos divinos. No
sólo eran espectadores; no acudían al templo a ver a sus padres orar y alabar a Jehová;
ellos recibían su parte y presentaban su propia alabanza y ofrenda; oraban y cumplían con
el culto (1:4). Es necesario que instruyamos a nuestra descendencia en la liturgia de la
adoración. Que sepan a qué venimos al culto y qué les corresponde a ellos hacer en la
iglesia. Entre más los involucremos en el ejercicio espiritual mayores posibilidades
tendremos de que permanezcan firmes, y menores serán las probabilidades de que se
aparten del camino de Dios (2:11).
El niño Samuel fue el más dedicado al servicio a Dios (2:18). Su madre había prometido
entregarlo para el ministerio del templo y así lo cumplió. De tal manera que entregó al
pequeño y acudía de tiempo en tiempo a verlo y le llevaba ropa nueva (2:19). El varoncito
creció en un ambiente espiritual, desde joven ministraba al Señor. Jehová se le reveló y lo
llamó por nombre y fue sacerdote, profeta y juez de Israel hasta su muerte (3:1–10). Fue
un varón entregado por completo al llamado divino. Lo cual no lo aprendió de Elí ni de su
familia, sino del ejemplo de sus progenitores. En casa lo formaron con los principios de la
consagración y el servicio desinteresado al Señor (3:19, 20).
Conclusión
Esta familia fue tan consagrada que se convirtió en objeto de los milagros y las
misericordias de Dios. Cuando el Señor encuentra una casa en la que el hombre es
responsable y fiel, la mujer es de oración y de acción, y los hijos son dedicados a su
servicio, siempre se complacerá en bendecir ese hogar de manera especial. Si
privilegiamos la disciplina en el cumplimiento de la Palabra y andamos por el camino de
justicia, experimentaremos el favor de Jehová y nunca faltará su bendición y su ayuda
para nosotros y nuestra descendencia.

Ejercicios
1. ¿Cuáles serían las luchas de Ana para deshacerse de su hijo al consagrarlo al
Señor?

2. Efectúe una lluvia de ideas para promover la devoción en los hijos desde su
temprana edad.
La importancia de la espiritualidad en la familia
Lucas 1:5–25
Zacarías y Elisabet fueron un matrimonio que se mantuvo unido en el servicio a Dios a
pesar de las pruebas y de la crisis provocada por la esterilidad de ella. Pero el Señor a su
tiempo los bendijo y llegó Juan a formar parte de esta familia especial. Su unidad en la
búsqueda de la voluntad divina y su disciplina en la oración y la piedad nos enseñan ahora
principios importantes para convertir nuestras casas en lugares llenos de bendición y
estabilidad espiritual.

1. Los padres unidos en la búsqueda de Dios


La Escritura nos dice que Zacarías y su esposa eran justos, y andaban irreprensibles en
todos los mandamientos y ordenanzas del Señor (v. 6). Cuando el anciano sacerdote
oficiaba en el templo recibió la bendición de ser visitado personalmente por el ángel
Gabriel para darle una buena noticia referente a la petición que por mucho tiempo puso
ante Dios. Tu oración ha sido oída, le declaró el mensajero celestial (v. 13). Elisabet
también era una mujer espiritual, llena de fe, escogida para traer al mundo al más grande
de los profetas. Tan especial era este hogar que María, estando encinta de Jesús, se quedó
unos meses a vivir con ellos. La que sería madre de Juan el Bautista fue llena del Espíritu
Santo cuando recibió la visita de su prima, quien traía en su vientre al Salvador. Lucas 1:41

2. Los padres unidos para cultivar la espiritualidad en sus hijos


Este fue un hogar apropiado para la crianza de un futuro siervo del Señor. Tanto Zacarías
como Elisabet reunían los requisitos para formar al varón que Dios necesitaba. Era una
familia donde la espiritualidad que requería un profeta fue proporcionada por los padres.
Podemos imaginar a Juan el Bautista contemplar a sus padres en largos períodos de
oración e intercesión por Israel; los veía dar gracias por los alimentos, ayudar a los
necesitados, leer las Escrituras. De este modo recibió una formación piadosa.
Sin duda Zacarías se esforzaría tanto más por saber la responsabilidad que Jehová le había
dado en su vejez. Tomaba tiempo para instruir al niño en la Palabra, así como para
enseñarle las disciplinas bíblicas para alimentar la fe; como la oración, el ayuno y la
piedad. Este hogar irradiaba espiritualidad, la cual impactó la vida del hijo recibido y lo
ayudó a cumplir la función específica para lo cual había sido llamado desde antes de
nacer. Lucas 1:16, 17
Juan el Bautista vivió sus primeros años al lado de sus padres, quienes le proveyeron no
sólo de un hogar respetable, sino espiritual, que le prepararía para tener un carácter firme
y poner como prioridad el reino de los cielos, llevando a cabo su difícil misión de preparar
los caminos de Dios y allanar la calzada para la llegada del Señor Jesucristo.

3. Los padres unidos para procurar la presencia divina en la casa


Como el caso de Zacarías y Elisabet, el hogar cristiano debería ser un lugar donde se
respire el ambiente del cielo. También en nuestros hogares hace falta que se manifieste el
señorío de Jesucristo. De manera que en la casa se formen verdaderos adoradores del
Señor y se críen hombres y mujeres que desde su niñez busquen la presencia divina y
aprendan a amar a Dios con todas sus fuerzas.
Se necesita un padre que sustente, cuide, y provea amor y calidez en su hogar. Que sea
ejemplo de buena conducta y de temor al Señor. Uno que practique la oración y la
meditación en la Biblia, que conduzca a su familia al santuario y que sea digno de imitar en
su actitud reverente en la casa de Dios.
También se requiere de una madre que honre a su esposo y brinde cuidado a los hijos, y
sea capaz de realizar los más grandes actos de heroísmo a favor de ellos. Hace falta en
casa una mujer que tenga la disciplina de la oración personal y familiar, que cultive la sana
costumbre de asistir a la iglesia, que sea ejemplo en palabra, conducta, amor, fe y pureza.
De tal modo que el hogar se vea rodeado de la presencia divina diariamente y se respire la
paz del Señor, a fin de que los hijos tengan como principio de su educación el temor de
Dios y el amor a su prójimo.
Cuando el padre y la madre se ponen de acuerdo para buscar a Dios y ser fieles en el
camino del bien, las bendiciones reposarán sobre la casa. Juntos podrán enseñar con el
ejemplo la sana doctrina y la íntima comunión con el Señor. En el seno familiar se podrá
percibir la presencia divina. Se recibirá el calor espiritual que une a toda la familia en
Cristo. Se nutrirá la fe de cada uno de los miembros y se despertará en ellos un deseo
sincero de servir a Jehová. En ese hogar llegará a existir un cariño que jamás será olvidado
por los hijos.
Llegará el momento en que los hijos se irán del hogar por cuestiones de matrimonio, de
escuela, trabajo o ministerio, pero llevarán la marca de la vida espiritual del hogar de sus
padres. Anhelarán reproducir en su nueva familia las noblezas de su casa paterna.
Recordarán las oraciones de papá y mamá por ellos y les será más fácil acordarse de Dios
en los momentos difíciles. Tendrán recursos poderosos como la lectura bíblica, el ayuno y
la oración, para defenderse del mal.

Conclusión
Nada iguala las bondades de un hogar donde hay vida espiritual. Sin embargo, existen
hogares destruidos en los cuales la espiritualidad es la gran ausente. Pero no se tiene una
familia bendecida por accidente, más bien es producto de la unión de la pareja para
procurar que la presencia divina gobierne en la casa. Dios desea que muchas generaciones
venideras tengan la dicha de nacer en un lugar donde el señorío de Cristo esté presente.

Ejercicios
1. ¿Tienen padre y madre la misma responsabilidad ante Dios por la espiritualidad en
el hogar?

2. ¿Qué puede hacer un padre o una madre cristiana cuando no recibe apoyo
espiritual del cónyuge?

La provisión divina para la familia


2 Reyes 4:1–7
Uno de las principales temas de la Biblia es la providencia divina, y entre las tareas
primordiales que tenemos los creyentes se encuentra la de aprender a confiar en Dios
como proveedor y sustentador de la familia. Tenemos que remarcar en nuestra casa esta
verdad: El Señor cuida de nosotros y nos ayuda a superar las crisis. Él es nuestro Padre
bondadoso a quien podemos acudir en las dificultades con la certeza de que nunca nos
abandonará, ni a nosotros ni a nuestros hijos.

1. Dios debe ser el primer recurso para suplir nuestras necesidades.


(4:1)
Un profeta fiel sirvió al Señor toda su vida, pero la muerte llegó cuando todavía tenía
esposa e hijos que dependían de él. Había adquirido deudas que no pudo liquidar y los
acreedores quisieron pasar la factura a la viuda y a sus hijos, tomando a los muchachos
como sirvientes. La mujer en su angustia acudió al profeta Eliseo para solicitar una
respuesta divina. Ella había aprendido que Jehová respondía por sus servidores, y tenía la
confianza en que sus oraciones serían contestadas. El feliz final de la historia nos dice que
aquella dama recibió un milagro divino de provisión que la ayudó a pagar por completo lo
que debía y le sobraron recursos para mantener a su familia sin problema.
Nosotros tenemos que aprender el principio de buscar al Señor como primer recurso en
nuestras crisis económicas. Antes de procurar la ayuda humana tenemos que orar al Padre
para que abra puertas de bendición para nuestra familia. Es importante que los hijos vean
la fe de sus padres y tengan un testimonio fiel de lo que es depender de Dios y sus
beneficios. Nos libraríamos de crisis mayores, de cadenas de pagos subyugantes y de
dolores de cabeza innecesarios si practicáramos la disciplina de poner a Cristo en primer
lugar. Es posible que el mundo nos cierre la mano, que nos fallen las personas, o que nos
nieguen la ayuda aquellos en los que más confiamos, pero podemos estar seguros que
Jehová es bueno y que su amor y su misericordia son tan grandes que siempre velará por
el bien de nuestro hogar.

2. Nuestra fe en el Señor se debe mantener a pesar de que parezca


imposible superar la crisis. (4:2–5)
Cuando la viuda acude a Eliseo en busca de apoyo recibe una respuesta que parece no
ayudar mucho. Él le pregunta: ¿Qué tienes en tu casa? Su respuesta nos habla de la
situación tan precaria que atravesaba. Todo lo que poseía de valor era una vasija de aceite
(4:2). La instrucción del siervo de Dios es que toda la familia se integre en buscar la
solución. Saldrán la mujer y sus hijos con los vecinos a pedir prestados los recipientes
vacíos y las reunirán en su hogar (4:3). Luego se encerrarán y de la vasija llena pondrán el
aceite en las demás (4:4). ¡Imaginemos la sorpresa de aquella madre cuando la hacen
quedarse con lo poco que tiene y llenar su habitación de recipientes sin nada!
Pero ella obedeció y sus hijos también. No replicaron a la orden del profeta, aunque
parecía un absurdo y, aparentemente no resolverían nada con la instrucción, ellos se
mantuvieron firmes en su fe. Confiaban que de la nada Jehová podría sacar la provisión.
Creían en los milagros (4:5).
En ocasiones nuestra fe es probada como la de esta familia. Buscamos ayuda y parece que
no la recibimos, los consejos que nos dan no representan una solución. Esperamos dinero,
comida, bienes materiales, trabajo y nos dan sugerencias e instrucciones que no
satisfacen. Pero tenemos que aprender a no dudar de la bondad de Dios aunque la crisis
se agrande. No dejemos de confiar en la fidelidad del Señor. De una vasija de aceite él
puede hacer que se llenen mil. Es capaz de multiplicar los escasos recursos con los que
contamos hasta que seansuficientes para salir del problema y aun nos quede sobrante
para suplir otras necesidades que no teníamos contempladas. Involucremos a toda
nuestra gente en el milagro. Que todos busquen al Creador, que oren y que sean testigos
del poder maravilloso que emana del cielo.

3. Después de la crisis tenemos que administrar la bendición que el


Señor nos dé. (4:6, 7)
Una vez que la familia del profeta ve el milagro de provisión regresa la mujer con Eliseo
para testificar y para recibir nueva instrucción (4:6). El varón de Dios la instruye para que
administre la bendición divina, de tal modo que no viva en crisis permanente. Ella debe
vender el aceite, quizá a las mismas personas que le prestaron las vasijas vacías o a otros
vecinos. El dinero resultante debe ser distribuido en dos cauces: pagar la deuda y vivir con
el resto (4:7). Se trataba de recursos suficientes para salir del problema y no volver a
entrar más en él.
Muchas veces sufrimos tensiones extras porque no administramos la bendición que el
Señor nos da. No pocos pedimos un milagro de provisión, y cuando llega la respuesta
somos tentados a no liquidar la deuda, sino usar el dinero en otras cosas. Otra de las
tentaciones es la de gastar rápido lo que nos quedó y no guardar nada para después. Si
clamamos a Dios que nos dé para pagar una cuenta y salir de una crisis, y él atiende la
oración, hay que finiquitarla a la brevedad para no tener más cargas con acreedores. Si
nos sobra, debemos ahorrar el resto para el futuro. Usemos los recursos sabiamente,
valoremos la intervención milagrosa del Señor y honremos su favor siendo buenos
mayordomos de los bienes que él nos entrega.

Conclusión
Nuestro Padre celestial ha prometido cuidar de nosotros siempre. Cristo nos pide que
confiemos en él y que busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia, y nos
promete que todas las demás cosas nos serán añadidas (Mateo 6:33). Así que, cuando
atravesemos por tiempos de crisis, acerquémonos al trono de la gracia como primer
recurso. Que nuestra familia aprenda a unirse en oración para enfrentar los tiempos
malos, y que nuestros hijos sean testigos de la intervención milagrosa del Todopoderoso
para suplir toda necesidad. Mantengamos firme nuestra fe en la bondad del Creador, y
utilicemos sabiamente los bienes que él nos otorga. Hagamos que en nuestra casa sea
reconocida la providencia divina.

Ejercicios
1. Comente un testimonio de la ayuda divina para su familia en tiempo de necesidad.

2. Exponga una necesidad en la que quiera que el pueblo del Señor se una con usted
para pedir un milagro.

Bendiciones para las familias hospedadoras


1 Reyes 17:8–24
Eran tiempos de sequía dura. La falta de lluvia y la disminución de las corrientes de agua
sumieron a la nación en crisis económica. El hambre afectaba a los moradores de varios
países. Israel despreciaba a los profetas de Jehová, por lo que los adoradores de Dios eran
sustentados milagrosamente. A Elías le traían pan y carne los cuervos (1 Reyes 17:2–6) y a
100 profetas los alimentaba en secreto un hombre piadoso llamado Abdías (1 Reyes 18:7–
13). La idolatría y perversidad del rey y la nación judía atrajeron juicio divino y la maldición
provocó miseria y escasez en la comunidad. En todas partes había necesidad, pero en casa
de la familia que hospedó al siervo del Señor hubo provisión y sanidad.

1. La familia que practica la hospitalidad recibe provisión divina


Elías se mudó un tiempo junto al arroyo de Querit, pero al cesar la corriente le ordenó el
Señor mudarse temporalmente a Sarepta, ciudad de Sidón, a vivir en casa de una mujer
viuda que tenía orden divina de sustentar al profeta (1 Reyes 17:7–9). Quizá el siervo de
Dios pensó que encontraría una persona rica o en condiciones de alimentarlo, pero al
llegar halló a una pobre abandonada recogiendo leña para cocinar. Él la llamó y le pidió un
vaso de agua. Cuando se disponía a traerla, le habla de nuevo para pedir un bocado de
pan, entonces se da cuenta de la situación crítica en que la familia vivía; ella jura por
Jehová que sólo cuenta con un puño de harina y un poco de aceite, por lo que recogía dos
leños para cocer una torta la cual comería con su hijo, para dar la última comida antes de
morir. 1 Reyes 17:10–12.
Se da cuenta el profeta que no sólo fue para recibir sustento de una viuda, sino que tenía
la misión de ser de bendición a esa familia en medio de la crisis. Alienta a la mujer a
confiar en Dios. Debe obedecer las instrucciones del siervo del Señor para que el milagro
de provisión se produzca en casa. Preparará la torta de harina, pero no la comerán ellos,
sino que será para el predicador. Luego podrá cocinar para ella y su hijo. 1 Reyes 17:13
La orden de Elías tenía fundamento en la palabra de Jehová que prometía un efecto
milagroso en la harina y el aceite, de tal modo que de ahí comerían tanto la familia como
el ministro de Dios. Sería un milagro prolongado como la temporada de la sequía. Sólo se
agotaría el producto hasta que la lluvia del cielo aliviara la crisis del hambre (1 Reyes
17:14). La obediencia de la viuda hizo efectivo el poder de la palabra y la bendición
permaneció en ese hogar por muchos días. La voz divina se confirmó por el prodigio de la
multiplicación del alimento conforme a lo dicho por el profeta. 1 Reyes 17:15, 16
Para el pueblo de Israel el profeta era una carga, pero la familia pobre de Sarepta tuvo el
enorme privilegio que el Señor escogiera su casa para sustentar a un su siervo. El poder de
Dios reposa en la alacena y la mesa nuestra para que el pan de cada día no falte porque
sabe que sus siervos y sus hijos en nuestro hogar son bienvenidos. Los milagros de
multiplicación vienen sobre la economía familiar e impactan haciendo rendir al máximo
los bienes por escasos que parezcan.

2. La familia que practica la hospitalidad experimenta el poder de Dios


El milagro de la provisión no fue el único que experimentó la familia de la viuda gentil. Al
tiempo el hogar fue azotado por una enfermedad tan grave que causó la muerte del
muchacho (1 Reyes 17:17). La mujer relacionó la tragedia con un juicio de Dios y culpó al
siervo de su desgracia (1 Reyes 17:18). Pero Elías tomó al joven en su regazo y lo llevó al
aposento en el que dormía. Lo acostó en la cama y se dedicó a clamar a Jehová con
angustia. Pedía misericordia para la casa en la que lo habían alojado; imploraba la
intervención divina para el lugar en el que lo habían hospedado. 1 Reyes 17:19, 20
Se tendió Elías tres veces sobre el muerto y clamaba a Dios por un milagro de
resurrección; que el alma del niño retornará a su cuerpo. La oración fue escuchada y
Jehová hizo revivir al muchacho. Entonces el profeta lo regresó a su madre
completamente sano. Ella conmovida reconoció el ministerio del siervo del Señor y la
veracidad de su predicación. 1 Reyes 17:21–24
Grandes experiencias tienen las familias cuando los siervos del Señor llegan a sus casas. La
presencia divina y su poder operan maravillas a favor de los hogares que atienden a los
profetas de Dios con ánimo pronto. Sanidad, milagros, consuelo y fortaleza se manifiestan
cuando se ora en una casa en la que se recibe a los ministros de Jehová.
La hospitalidad con los siervos del Señor siempre trae beneficios a nuestros hogares. Dios
se encarga de que el alimento no escasee ni la fuente de bendición se seque para quienes
comparten su mesa. No todos tienen el privilegio de servir a los profetas, es una gracia
que el Padre da a algunos. Hay quienes no gustan de este bien y otros que sienten que no
son dignos porque no tienen casa ni comida elegante. Pero Elías no fue enviado a los ricos,
sino que una viuda pobre lo sustentó. Todos podemos gozar los beneficios de hospedar. Si
lo hacemos tendremos recompensa divina y en nuestra morada experimentaremos el
poder del Altísimo cuando más lo necesitemos.

Conclusión
Es una bendición que nuestra casa sea escogida por Dios para hospedar y atender a sus
siervos. Jesús recuerda este pasaje de la viuda para enfatizar la gracia divina que quiso
bendecir el hogar de aquella mujer en Sarepta (Lucas 4:25, 26). El Maestro declara que
había multitud de hogares con viudas en Israel en los cuales el Señor pudo haber enviado
al profeta Elías, pero seleccionó aquel sitio en Sidón. De la misma forma pudieran existir
mil lugares para atender a los ministros del Altísimo, pero nuestras moradas cuentan con
la oportunidad de abrir las puertas para que a través de nuestro servicio y generosidad, las
ventanas de los cielos se expandan para dar paso a las señales y los milagros de provisión,
sanidad y poder que el Todopoderoso tiene preparados para nuestra familia.

Ejercicios
1. ¿Cuáles fueron los dos milagros que experimentó la viuda por hospedar a Elías?

2. Que alguien testifique de su experiencia como hogar hospedador.


El amor fraternal en la familia
Éxodo 2:1–10
Tenemos en Moisés, Aarón y María el caso de una familia entera consagrada al Señor. La
historia de estos hermanos incluye períodos gloriosos conjugados con tiempos de crisis.
Algunos principios bíblicos aprenderemos de la narración bíblica de la unidad fraternal de
estos tres siervos de Dios.

1. Los hermanos se cuidan el uno al otro


María vigiló a Moisés en el río. Luego que su madre lo puso en un canasto y lo dejó ahí, la
niña se quedó cerca para cuidar del pequeño y asegurarse de que nada malo le pasara.
Ella vio cuando la hija de Faraón bajó a bañarse y tomó al bebé. Se acercó y le ofreció
ayuda para buscar entre las hebreas quién criara al niño. Y trajo a Jocabed quien recibió la
orden expresa de criarlo bajo el auspicio de la princesa.
La misma madre tuvo de nuevo a su bebé. Antes temía que lo mataran, pero ahora lo
criaba por orden de la hija del Faraón. El amor de una hermana mayor marcó la diferencia
en la vida de Moisés. Aunque después fue prohijado por la familia real, nunca perdió su
identidad hebrea ni el conocimiento de que formaba parte del pueblo escogido, además
adquirió en su casa la conciencia de que Dios tenía un plan especial para él por cuanto vio
la providencia divina en los suyos.
Es importante que cuidemos a quienes integran nuestra familia con amor. Que los
hermanos aprendamos a querernos y protegernos, apoyarnos en las circunstancias
difíciles. No dejemos que se pierda la relación entre los miembros de la casa. Procuremos
el intercambio de visitas, las celebraciones familiares, la convivencia de los hijos con sus
tíos y primos. No los dejemos en el olvido. Uno de los factores más importantes del
testimonio cristiano es manifestar interés por el bienestar de los nuestros. ¿Quién sabe si
en el futuro nuestra atención para ellos sea la diferencia entre la vida y la muerte, la
bendición y la maldición?

2. Los hermanos se apoyan uno al otro en el servicio a Dios


Jehová llamó a Moisés a servir como el libertador de Israel. Tenía que confrontar a Faraón
para pedirle que dejara ir a su pueblo. Sabía que en Egipto era considerado un enemigo
público y lo buscaban para matarlo. Había huido a Madián y ahora trabajaba como pastor
de las ovejas de su suegro Jetro. Cuando el Señor lo comisiona, una de las excusas del
profeta es que no sabe hablar, que es tartamudo. Entonces Dios delega esa función en
Aarón, que era varón elocuente, para que sea quien lleve la palabra. Ahora los dos
hermanos se unirían en un equipo en el ministerio (Éxodo 4:10–16; 27–31). Después
encontramos que María su hermana se une al ministerio como profetisa y ayuda a liderar
a las mujeres en la alabanza. Éxodo 15:20, 21
Tenemos el ejemplo de una familia entera que sirve al Creador, que se une para trabajar
en el llamado divino. Moisés es el líder, aunque sus hermanos son mayores de edad, pero
comprenden que el llamamiento lo da Jehová y se sujetan. Ellos apoyan a su hermano:
uno es vocero, la otra profetisa. Después Aarón es consagrado sacerdote con sus hijos.
Apoyemos a los miembros de nuestra familia que sirven a Cristo. Hagamos todo lo
necesario para que se sientan respaldados, démosles palabras de aliento y esperanza,
oremos para que el Señor los fortalezca y dispongámonos a darles la ayuda que requieran
para seguir adelante en el camino de Dios.

3. Los hermanos practican el perdón para resolver los problemas


Llegó un momento en que Satanás sembró la cizaña de la envidia entre los hermanos. A
María y Aarón no les gustó la mujer que su hermano menor había tomado por esposa. La
criticaron a ella y lo juzgaron a él. Quisieron tomar el liderazgo y destituir al varón de Dios
(Números 12:1–3). La nación se hubiera dividido a causa de esta rebelión, pero el Señor
tomó parte en el asunto. Les aclaró que la primacía en el ministerio era para Moisés, y que
no tenían por qué murmurar contra él. La ira de Jehová se encendió contra los
provocadores y la profetisa fue castigada con lepra (Números 12:4–10). Entonces se
dieron cuenta de su gran error. Ellos habían sido llamados para apoyar al libertador, sin
embargo, quisieron luego tomar un lugar que no les correspondía. Ahora veían las
consecuencias y estaban arrepentidos.
Aarón, lleno de temor, acude a Moisés en busca de ayuda. Está arrepentido y pide
clemencia, sabe que lo han ofendido, y clama por perdón. Intercede por su hermana para
que sea sana, y recibe la benevolencia del profeta para ambos, quien en lugar de echarles
en cara el error cometido ruega a Jehová por ellos. Pide sanidad para su ofensora y
obtiene la promesa de salud (Números 12:11–14). El caudillo detuvo la marcha del pueblo
para no abandonar a María. Se detuvo el avance hasta que ella estuviera limpia.
Es importante que aprendamos a perdonar a nuestros hermanos. No tenemos que
esperar perfección de ellos en su trato hacia nosotros. Algunas veces seremos ofendidos u
ofenderemos, vendrán las diferencias y las disensiones, pero jamás debemos permitir que
nuestra casa se divida. Es mejor dejarle los asuntos a Dios. Él puede encargarse de
redargüir a quien nos lastima y poner las cosas en orden. Muchas veces queremos
resolver los problemas y sin embargo los complicamos. Lo mejor en ocasiones es guardar
silencio y aguantar las ofensas. Hacer caso omiso de las injurias con el fin de preservar la
paz en la familia. El perdón es la clave. Orar por los hermanos que nos causan problemas
es la solución. Separarnos es la peor decisión. Alejarnos hará daño a todos. Amemos,
disculpemos, oremos, mostremos a Cristo a todos nuestros familiares.

Conclusión
Si un hermano nuestro necesita apoyo, brindémoslo. Si algún familiar sirve al Señor,
démosle el respaldo necesario. Si cualquier ser amado nos ofende, perdonemos en el
nombre de Cristo. Oremos para que la familia sea salva, que quienes están en el camino se
mantengan firmes y aquellos que faltan se añadan lo más pronto posible. El mayor anhelo
que debemos tener es llevar a toda nuestra parentela bajo el señorío de Jesucristo.

Ejercicios
1. Haga una lista de sus hermanos y ore por ellos por nombre específico
bendiciéndolos.

2. Ore por las ofensas que sus hermanos le han causado, perdonándolos.

La mejor decisión para la familia


Josué 24:1–15
Israel sufría mucho por sus infidelidades para con el Señor. En su angustia clamaba y
recibía auxilio divino; pero sentía la tentación de probar nuevos cultos y buscar ayuda en
otros dioses. Y cuando le iba mal procuraban de nuevo la misericordia divina. En la
pobreza pedían la bendición de Jehová, pero en la riqueza olvidaban al que los había
bendecido. Josué los reta a tomar la decisión de servir al Dios verdadero. De este pasaje
tomaremos lecciones para bien de nuestra familia.

1. Las desventajas de una familia que no sirve al Dios verdadero. Josué


24:2
Confronta Josué a las personas con su realidad pasada en la que gobernaba una tradición
de adoración a dioses extraños. Taré enseñó a Abraham y Nacor a servir a los ídolos (Josué
24:2). Era una familia que no conocía al Dios verdadero y que por lo mismo carecía de sus
bendiciones. No sabían de Jehová y no contaban con su presencia, ni podían experimentar
sus maravillas. Algunos cultos de los caldeos eran abominables; sacrificaban a sus hijos y
tenían costumbres destructivas y horrendas. Todo lo hacían dominados por el miedo al
castigo de sus divinidades, cuyos sacerdotes en la tierra los describían con enorme ira que
debía ser apaciguada con sacrificios de sangre humana.
Al igual que Israel, muchos tenemos una historia triste en la que vivimos sin Dios y sin
esperanza. Nuestros padres o abuelos nos instruyeron en el sistema religioso que ellos
practicaban, muchas veces adoramos y servimos a dioses extraños que carecen de poder,
ya que son artificios hechos por el hombre (Levítico 26:1; Salmos 115:4–8). No teníamos
ninguna ventaja con ellos porque nada podían hacer para nuestro bien. Así aprendimos y
vivimos en la ignorancia del Creador del cielo y de la tierra. Veíamos al Señor como un
tirano que siempre nos examinaba para castigarnos y desconocíamos su bondad
salvadora, por lo que buscamos mediadores ajenos que nos ayudaran a acercarnos a él.

2. Las ventajas de una familia que experimenta la misericordia de Dios


para salvación. Josué 24:3
De la casa de Taré el Señor escogió a Abraham para mostrar su misericordia salvadora. Lo
sacó de la idolatría y lo bendijo con una familia nueva. Se reveló con poder y lo hizo tener
hijos con su esposa estéril, siendo él también ya muy anciano. De ahí en adelante la
descendencia del patriarca conoció al Dios verdadero en su bondad y su poder. Les otorgó
tierra propia, los libró de sus enemigos, contestó sus oraciones cuando clamaron a él en su
angustia, y los hizo vencer a sus adversarios en todo momento. Los protegió de las
maldiciones que los malignos quisieron lanzar sobre ellos y les proveyó lo necesario para
que nada les faltara. Josué 24:7–10
Lo mismo hizo el Todopoderoso por nosotros. Nos escogió para mostrar su misericordia a
nuestra familia, nos dio una nueva realidad en Cristo y nos reveló su bondad y su poder.
Ahora que contamos con su presencia nos damos cuenta que nunca nos deja ni nos
abandona, que suple todas nuestras necesidades, nos libra del mal y que las maldiciones
del mundo no nos afectan porque estamos cubiertos por la poderosa mano de Dios y
rociados con la sangre preciosa de Jesucristo. Nuestra casa también alcanza y disfruta los
favores divinos.

3. La necesidad de que cada familia renueve su decisión de servir al Dios


verdadero. Josué 24:14, 15
Ahora Josué llega al meollo del discurso. Las familias de Israel habían muchas veces fallado
al Señor y a medida que pasaba el tiempo perdían fervor en su devoción hacia él. No
pocas casas se convirtieron en lugares de idolatría a escondidas. La fe se había
contaminado o se estaba diluyendo en muchos hogares. Un gran número de israelitas se
vieron tentados a volver a las prácticas paganas de servir a dioses ajenos. Los padres no
sabían que al olvidarse de Jehová exponían a su descendencia entera a la maldición y el
extravío espiritual. Así que su líder los reta a tomar una decisión firme para entregarse a
Dios de corazón y en verdad.
Cada familia es confrontada con la necesidad de una decisión firme: Temer a Jehová y
servirle con integridad; lo cual implica deshacerse de todos los ídolos y los cultos extraños,
para dedicarse por completo al Dios verdadero. Se habla de “dioses” en plural para
enfatizar el hecho de que en las religiones idólatras no existe el concepto fidelidad ni
lealtad. Cada persona puede adoptar la deidad que desee, sin que haya problema. Había
quienes ofrecían sacrificios a distintos seres, pero en el caso del Creador es diferente. Él
no acepta ser uno de varios, es el único y no hay otro dios fuera de él. No se puede servir a
dos señores (Mateo 6:24). En el caminar cristiano se promueve la fidelidad, tanto en el
ámbito espiritual como en el matrimonial. Si vamos por el sendero del mundo podemos
hoy orar a uno y mañana a otro; pero en el camino del Señor siempre acudimos al mismo
refugio día con día. Él es fiel, pero también exige que sus adoradores le sean leales.
Josué expresa su determinación: Es posible que algunas familias no quieran tomar la
decisión de servir a Dios, pero este hombre afirma que él y su casa servirán a Jehová. No
se puede forzar a la gente a seguir al Señor. Si ellos tienen preferencia por otra religión
tenemos que respetarla; pero es bueno que todos sepan que en nuestra casa se ha
tomado la decisión de adorar y honrar al Creador del universo. Nuestro hogar se
convertirá en un centro de adoración al Eterno. Cuando tengamos problemas sólo
acudiremos a él en oración. Si enfrentamos necesidades esperaremos en él para que nos
supla todo. Confiaremos en su bondad y su misericordia siempre. No oraremos a nadie
más, ni rendiremos culto a nada fuera del Todopoderoso. Como nos enseñó nuestro
Salvador Jesucristo: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás. Mateo 4:10

Conclusión
La mejor decisión que podemos tomar en la vida es guardar fidelidad al Dios del cielo. Con
él siempre nos irá bien. Nuestra casa será protegida con su sombra y disfrutaremos del
conocimiento de su amor y su misericordia. Cuando tenemos problemas no existe duda de
a quién acudir, no buscamos uno entre muchos porque sólo conocemos a Jehová, y en el
nombre de Cristo nos acercamos a él confiadamente para recibir el oportuno socorro.
Hebreos 4:16

Ejercicios
1. ¿Por qué es importante renovar la decisión de servir a Dios?

2. ¿Cuáles son las principales bendiciones que recibe una familia que decide servir a
Dios?

Una familia en la que se cultivan principios y valores de


calidad
Números 27:1–11
Los progenitores murieron dejando a cinco huérfanas. No había un varón en la casa que
las representara. Eran judías errantes que tenían la esperanza de una propiedad en la
tierra prometida. Todo les era adverso, parecía que tendrían que cobijarse con un
pariente porque la ley no las amparaba. Habían sido más fieles que muchos y su padre fue
leal, pero sin un hombre en el hogar se les negaba la oportunidad de progresar. Sin
embargo, Zelofehad había inculcado en sus hijas valores que marcaron la diferencia y
principios que les redundaron en prosperidad. Así que contra todas las desventajas se
levantaron con fuerza y justicia para triunfar. Aprendamos de ellas.

1. Una familia donde se cultivaron valores de calidad


Las hijas de Zelofehad llegaron ante Moisés a reclamar el derecho de tierra para la casa de
su padre, pues creían que tenían que recibir una heredad para habitar y labrar igual que
todos los demás y que no se les debía excluir por el hecho de no tener varón que las
representara (4). El profeta repartía y los varones se presentaban a solicitar la asignación
de terrenos, pero ellas no tenían hermanos y su papá había muerto (3). Sin embargo nada
las detuvo para cumplir lo que se habían propuesto. Querían honrar a su progenitor y
obtener una propiedad a nombre de su familia, así que las cinco mujeres se unieron y no
descansaron hasta lograr su objetivo.
Eran las hijas de Zelofehad mujeres esforzadas y valientes. No querían ser contadas en el
montón, ni tampoco que desapareciera de Israel el nombre de su progenitor. Moisés y
Eleazar no supieron qué hacer, entonces consultaron el problema con Jehová (5). Dios
honró a las jóvenes concediéndoles la petición. Ordenó a su siervo repartirles la heredad
para que la poseyeran, otorgándoles la porción correspondiente (7). El Señor les da la
razón y en honor a su empeño y tenacidad establece un decreto de ley perpetua, un
estatuto de derecho para la cesión de los bienes de una persona fallecida al pariente más
cercano, sin importar su género (8–11).
En Israel las mujeres tenían pocas ventajas sólo por cuestiones de sexo. Los hombres
gozaban de todos los privilegios en una comunidad patriarcal. Pero estas jovencitas
amaban a su padre, querían honrar su memoria; se esforzaron por vivir más dignamente y
lo obtuvieron. Dios premió su valentía y les dio más de lo esperado. Debemos cultivar en
la familia valores espirituales y morales que ayuden a lograr una mejor calidad de vida. En
el mundo hay muchas desventajas de por sí, pero si los motivamos a ser esforzados,
trabajadores, luchistas, a no rendirse ante las dificultades, no importa que no tengan
quién los apoye, sino a que confíen en la bendición divina, nuestros hijos vencerán todos
los obstáculos que el destino les presente.
El amor por los padres es un valor que hace falta cultivar más en la generación nuestra. La
intención de honrarlos en vida o después de muertos es premiada por el Señor. Cuando lo
hacemos tenemos garantizada la provisión de Dios y la prosperidad en la tierra.

2. Una familia donde se enseñaron principios espirituales


En la casa de Zelofehad se honraban las jerarquías espirituales. Las hijas tenían noción del
orden divino. Cuando quisieron obtener beneficio acudieron a Moisés y Eleazar, las
autoridades política y espiritual respectivamente (1, 2). No buscaron atajos ni
promovieron una rebelión con otras mujeres, fueron con las personas correctas, y Dios
honró su respeto a la estructura establecida por él mismo.
Hace falta que en el hogar se inculque el respeto a la autoridad establecida por Dios; tanto
en el ámbito social como en el religioso. En algunos casos se reconoce bien a los
gobernantes seculares, pero no se fomenta la sujeción a los dirigentes de la iglesia; en
otros sucede lo contrario. Las hijas de Zelofehad son ejemplo de que si en casa se enseña
el principio del orden y el sometimiento a los líderes tendremos familias bendecidas. Nada
honra tanto el Señor como la obediencia y la sumisión.
El argumento que dan estas mujeres para que sea escuchada su petición nos habla de la
piedad y la excelencia de la vida del padre que dejó marcadas a las jóvenes con su
ejemplo. Ellas dicen que él murió en el desierto por sus propios pecados, aclarando que
nada tuvo que ver con la rebelión de Coré (3). El contraste es claro. Éste fue un hombre
rebelde que provocó una revolución en su familia y en muchas otras, las cuales fueron
castigadas por Jehová y la tierra los tragó (Números 16:1–3, 23–27, 31–33). Llevó al
infierno a su casa por su maldad. Nada aborrece tanto el Señor como la sedición. Cuando
los impíos fueron a buscar a Zelofehad para hablar contra los siervos de Dios, él no
permitió que el mal llegara a su hogar; los rechazó y prefirió guardar a sus hijas en paz.
Ellas recordaban la lealtad de su progenitor y esa fue la razón que las motivó a reclamar su
derecho.
La familia será ricamente bendecida si sembramos en ellos principios espirituales.
Evitemos que sea contaminada con rebelión o pecado. Rechacemos todo lo que quiera
dañar nuestra casa; matrimonio e hijos. Cuando se acerquen personas con intenciones de
llevarnos a atacar la autoridad impuesta por el Señor o a ponernos en contra de los siervos
de Cristo, contraataquemos de inmediato. Que el Todopoderoso nos ayude a construir un
hogar en donde se practiquen sus mandamientos y se respete el orden establecido en su
Palabra.

Conclusión
Josué 17:3–7 nos habla del cumplimiento de la promesa divina para la familia de
Zelofehad. Sus hijas lograron cada una su bendición y además consiguieron para las de
Manasés, es decir, para todas las mujeres solas en su tribu. Ganaron diez ciudades extras
de territorio, una riqueza que no se habían imaginado. Vale la pena inculcar en los
nuestros valores y principios espirituales. Ganaremos mejores cosas para la familia actual
y las generaciones venideras si honramos al Señor, a sus siervos y a sus autoridades. Si nos
sometemos a su Palabra y honramos a los padres, si enseñamos con el ejemplo el esfuerzo
y la valentía tendremos una descendencia que gozará del favor de Dios aún después de
que hayamos muerto.

Ejercicios
1. Enliste los valores de las hijas de Zelofehad que las convierten en familia ejemplar.

2. ¿Qué diferencias se marcan entre Coré y Zelofehad?

Una familia entera salva a través del peor miembro


Una historia sublime de amor por la familia es la de Rahab. En este hogar cananeo la
idolatría y la perversión no eran mal vistas. Ella tomó el camino de la prostitución. Se
acostumbró a tratar con borrachos, groseros y malos. Un día llegaron a su casa dos
hombres distintos. Eran espías hebreos que venían a reconocer la tierra. Quisieron
matarlos, mas no los encontraron. La ramera les dijo que huyeron, aunque los había
escondido (Josué 2:1–4). Tenía su plan: los libraría de la muerte y luego cobraría el favor.
Sólo que en la factura incluyó la salvación para toda su parentela. Así de intrépidos
debemos ser para traer a los nuestros a los pies de Cristo.

1. Rahab se preocupa por su familia aunque quizá no es amada por ella


Rahab confesó el temor de los cananeos ante el poder de Jehová. Escucharon que secó el
mar y destruyó a los reyes amorreos. Tiemblan porque saben que no podrán resistir un
embate del pueblo del Todopoderoso (Josué 2:8–11). Les recordó que los salvó de la furia
de quienes los buscaban para matarlos. Les pidió a cambio que ellos tuvieran misericordia
de su familia cuando conquistaran la tierra. Pide que salven a su padre, madre, hermanos
y hermanas; que los libren de la muerte y perdonen todas sus propiedades. Josué 2:12, 13
Arranca Rahab una promesa de vida y bendición para toda su familia. Los hombres
prometen que cuando Dios les entregue la tierra harán misericordia y verdad con la casa
de la ramera (Josué 2:14). Ella pide señal segura de que perdonarán a los suyos en la
destrucción, y ellos le entregan un cordón de grana, para que lo ate a la ventana. Fue el
mismo lazo rojo con el que aquella mujer los descolgó del muro para que huyeran y se
salvaran. Toda la gente de la prostituta tenía que estar dentro del lugar donde la cuerda
colgara, porque los guerreros matarían a todos los habitantes de Jericó, pero respetarían
la señal indicada. Ella obedeció; hizo lo que los israelitas le dijeron y pronto fue a recoger a
su familia para protegerla. Josué 2:18, 21
Son grandes la misericordia y el poder de Creador. De una ramera despreciable hizo una
heroína; convirtió la casa de pecado y vergüenza en lugar de salvación. De ser repudiada
ahora Rahab era amada, porque por ella el Señor inició la bendición de su hogar. No
importa cuánto mal hayamos causado, ni la posición buena o mala que ocupemos, ni los
dolores de cabeza que hemos provocado, si amamos a nuestra familia cambiemos y
pidamos la clemencia de Jehová para ella. Grandes maravillas veremos en nuestros
hogares si servimos a Dios de corazón.

2. Los hebreos cumplen la promesa de respetar la vida de Rahab y la de


su familia
La orden de Josué fue determinante; Jericó era anatema, nadie quedaría vivo, con una
excepción, el juramento a Rahab se respetaría. Vivirían todos los que estuvieren en su
casa, porque tuvo misericordia de los hombres que el caudillo envió para que observaran
la población (Josué 6:17). La muerte cayó sobre los habitantes de la ciudad sin respetar
género ni edad. Pero el capitán ordenó a los dos espías que entraran y llevaran a la familia
de la ramera a un sitio seguro. Los pusieron fuera de peligro antes de empezar la
destrucción. La mujer y su parentela vieron arder aquel lugar, pero ellos estaban a salvo,
pues se cumplió la promesa hecha por el pueblo de Israel. Josué 6:21–25
La cananea fue contada entre los ciudadanos del pueblo de Dios. Recibió una propiedad
para los suyos entre los israelitas. Vio su casa quemarse, pero a cambio de un tugurio se le
entregó una hacienda entre los escogidos (Josué 6:25). Le dieron trato de heroína por
salvar a los mensajeros. Su familia valoró a la que anteriormente despreciaban. Antes era
la maldición de su casa; ahora por ella eran salvos y gozaban de bendición en su hogar. El
poder de Dios cambia la vida y el destino. Su amor transforma la condición. De un vil saca
un héroe; de un perverso produce una persona de bien. Nunca perdemos cuando
servimos al Señor. Él no olvida sus promesas para bendecir a los que le sirven. Todo lo que
hagamos por él y por sus escogidos nos será recompensado en esta tierra y en el paraíso
venidero. No desmayemos de hacer el bien, que a su tiempo segaremos.

3. Dios incluye a Rahab en su proyecto de redención para la humanidad


La bendición para esta mujer va más allá de lo esperado. Su nombre se escribe en la Biblia
como ejemplo para los creyentes de todos los tiempos. En el Nuevo Testamento la citan
como quien alcanzó la justicia de Dios por el obrar con fe (Santiago 2:25; Hebreos 11:31).
No poseía un buen testimonio como para pedir el favor del Creador, pero con humildad
pidió misericordia y se dispuso para servir a sus propósitos. El Señor la honró y la salvó, no
sólo de la muerte física, sino también de la eterna.
Uno de los príncipes de Israel se enamoró de Rahab y la tomó por esposa. Alcanzó
misericordia y Salmón no vio su pasado oscuro ni sus defectos; fue encantado por su
virtud, valor, nobleza y su amor por la familia. Ahora aquella mujer se había transformado
y se convirtió en una princesa de Dios en el pueblo elegido (Mateo 1:5). Nuestro destino
cambia cuando servimos a Jehová. Las desventajas de antaño desaparecen y somos
envueltos en la gracia de Cristo. Ya nada es igual, en Jesús tenemos nueva vida, llena de
bendición, de paz, de justicia y de la gloria del Omnipotente.
Está Rahab en la línea mesiánica. El registro civil indica entre sus descendientes a David,
Salomón, Zorobabel, y el más grande: Jesucristo. Esta mujer favoreció a su familia, y fue
bendecida con una generación de reyes y gobernantes poderosos. Esto nos anima a
confiar en la bondad del Padre celestial. Creamos que tendrá misericordia de los nuestros.
Tiempo de salvación y un futuro glorioso vienen para nuestra casa; alcanzarán la gracia del
Señor, serán prosperados y gozarán de bienes que Dios les dará en recompensa a nuestra
fidelidad.

Conclusión
Rahab es un testimonio de la bondad divina en el hogar. Procuremos el bien de nuestra
gente, oremos y luchemos por su salvación. La cananea nos reta al evangelismo; no hay
gente imposible de cambiar. No veamos a nadie por quien es o que hace, sino por lo que
el Señor puede hacer en ellos. Dios quiere usarnos para ir a la casa de una ramera, de un
drogadicto, de una familia en desastre, y llevar el mensaje salvador. Como el cordón rojo,
la sangre preciosa de Jesús producirá nuestra mayor bendición en la vida.

Ejercicios
1. ¿Qué le sugiere el hilo de grana o rojo en la ventana de la casa de Rahab para
salvación?

2. ¿Fue fácil para la ramera convencer a su familia de entrar en su casa para salvarse?
Argumente.

Pecados que debilitan y destruyen a la familia


2 Samuel 3:1
Hay acciones que envuelven a las personas hasta el punto de debilitarlos y destruirlos a
ellos de forma individual, pero de igual manera esos actos los llevan a causar un desastre
en su propia casa. Las consecuencias pueden ser fatales y terminar con las más fuertes
relaciones existentes dentro del seno familiar. Se rompen lazos no sólo matrimoniales sino
también entre padres e hijos. Solamente la comunión con Dios nos puede librar de esta
clase de pecados. A través de la vida de Abner veremos algunos casos que pueden derivar
en el desastre para los nuestros.

1. La perversión sexual
Cuando la perversión sexual se introduce en el hogar. Abner era de la familia de Saúl,
fungía como capitán de la guardia real. A la muerte del monarca, el oficial se enredó
sexualmente con la concubina del difunto. Is-boset, uno de los hijos menores del rey le
reclamó la acción, pero el fornicario reaccionó con enojo, pues sentía la autoridad y el
derecho de hacer cuanto le viniera en gana (3:6–8). La degradación había llegado a niveles
tan bajos que aquel hombre piensa que el adulterio sólo se puede contar como pecado
para la mujer, pero no para el varón, pues él creía tener dignidad para sus hechos por que
había tenido misericordia de la familia de su señor (3:8).
Tanto el adulterio como la fornicación son pecados que dañan la estructura familiar y
ponen en riesgo la estabilidad espiritual, económica y moral de la casa. Pablo dice que
cualquier otra infracción a los estatutos divinos está fuera del cuerpo, pero los sexuales
afectan el alma del hombre y la mujer, rompiendo la unidad del hogar. Se pierde la
santidad y la confianza, se contamina el espíritu con manchas que no se borran con
facilidad. Es cierto que si confesamos el Señor nos perdona, pero la caída hará que sea
difícil levantarse por completo. Oremos que el Todopoderoso guarde nuestras familias de
este tipo de aberraciones.
Hebreos 13:4 dice que el matrimonio debe ser honroso y el lecho permanecer sin
mancilla. Pablo afirma que la voluntad de Dios es que procuremos la santificación y que
nos apartemos de fornicación. Tengamos cuidado de no permitir que en el hogar incube el
mal que arruina familias y destruye la unión entre los esposos. Démosle a la pareja toda la
atención que requiera y vigilemos a nuestros hijos, que ellos tengan conciencia de que ni
el Señor ni nosotros convivimos con los fornicarios.

2. La traición
Cuando se pierde la lealtad entre los miembros de la familia. Abner era de la casa de
Saúl, pero cuando murió el rey, aquél lo traicionó en varias formas. Primero se metió
sexualmente con su mujer; después maltrató a sus hijos con violencia, al grado que le
tenían miedo (3:11); luego se unió a los enemigos de su padre y abandonó a los huérfanos
dejándolos en desgracia; ofreció el reino a David contra su familia. La ira por ser
confrontado con el pecado lo envolvió y prefirió rebelarse que arrepentirse (3:9, 10).
Alimentemos la lealtad entre los miembros de la familia. Enseñemos a los nuestros la
verdad de que la mayor fidelidad se debe a los de casa y no a los ajenos, a los propios y no
a los extraños. Desde el hogar preparemos a los hombres y las mujeres leales del mañana.
Protejámoslos contra la traición. Cultivemos el amor los unos hacia los otros. Seamos
fieles a Dios en primer lugar, luego a nuestros seres amados; hagámoslo de igual forma en
la congregación. Practiquemos este valor cristiano para que lo cosechemos también.

3. La violencia
Muchas familias sufren el mal de la violencia. Abner era tan irascible y violento que los
mismos príncipes le temían (3:11). Demasiado daño y grandes heridas se provocan en los
hogares en momentos de explosión del enojo. Padres gritan y maltratan a los hijos,
esposos a esposas y viceversa. No es lo mismo el miedo que el respeto. A los
maltratadores se les teme, no se les respeta; no se les ama, sino que se les obedece o
tolera por debilidad y no voluntariamente. Abundan las casas deshechas y las familias
fracturadas por la violencia.
Procuremos la paz con todos, no demos lugar al diablo dejando que el sol se ponga sobre
nuestro enojo. Calmemos el temperamento, controlemos el mal carácter. Apliquemos
disciplina con amor y no con odio, con equidad y no desmedidamente. No provoquemos a
ira a los nuestros, cuidemos las palabras que decimos en los momentos de crisis y
acaloramiento. Bien haremos si oramos a Dios que nos ayude a autocontrolarnos. El
Espíritu Santo produce un fruto que se llama dominio propio que nos da la capacidad de
frenar las pasiones, la lengua y las manos, de tal manera que mostremos paciencia y amor
en todo momento. Pidámoslo con fervor.

Conclusión
La casa de Saúl se vio destruida porque se apartaron de Dios hacia la práctica de lo que
prohíbe la Palabra de Dios. Los lazos de amor, lealtad y fraternidad se debilitan en la
familia por dejar que la inmundicia entre en ella. El odio, la traición y la violencia acaban
con el fundamento de cualquier hogar. De pronto los pleitos familiares se presentan, se
afectan a otros y se vuelve un lugar de contienda. El enemigo se encarga de que todos los
males se vuelquen sobre padres e hijos, tíos y sobrinos, primos y parientes, todo es
cuestión de que se abra la puerta al pecado y se tolere la malicia. Pero el Señor de toda
gracia es capaz de ayudarnos a sostener de pie nuestra morada. El fruto del Espíritu Santo
será la clave para dar fuerza y solidez a los nuestros de manera que soporten todo tipo de
crisis por dura que parezca.

Ejercicios
1. Enumere los pecados de la casa de Saúl y diga cómo la debilitaron.

2. Mencione los tres mayores males que debilitan a las familias de nuestra
comunidad.

Socorro divino para las crisis extremas


Rut
Todas las familias experimentan crisis, sin embargo algunas tocan los extremos del dolor.
La casa de Elimelec vivió los peores sufrimientos, pero también tuvo la gloria de conocer la
providencia divina en forma especial. Confiemos en que el amor de Dios siempre nos
sacará adelante. Analicemos la narración bíblica y aprendamos cómo cuida el Creador
nuestros hogares.

1. Una familia en crisis. (1:1)


La crisis afectó en todas las áreas de la vida familiar de Elimelec. Hubo hambre en la tierra;
esto implica sequía, infertilidad del campo, falta de trabajo y problemas económicos. No
había sustento para nadie en Judá. El varón reconoció el peligro y optó por la migración. A
veces las adversidades se vuelcan juntas sobre un hogar y las personas se ven presionadas
a tomar decisiones drásticas para salir adelante. Pero la esperanza no los deja rendirse,
confiando en la providencia divina.
También, la crisis migratoria afectó a la familia. Es doloroso abandonar la casa, la tierra, la
parentela para probar suerte en un pueblo con leyes y costumbres distintas. Moab era un
lugar hostil para los judíos, eran naciones enemigas. Tuvo que haber sido humillante para
Elimelec y Noemí pedir trabajo y comenzar a vivir en una cultura idólatra, con gente que
los vería como no gratos.
Para engrosar los problemas vino la crisis de la muerte (1:3, 5). Primero fue el padre. La
viuda quedó con dos hijos enfermizos que nada podían hacer por ella. Luego también ellos
fallecieron. Ahora las mujeres desprotegidas eran tres. Se dice que Noemí terminó
desamparada. Su dolor de esposa o madre, más la viudez de sus nueras, destrozó la
escasa esperanza que tenían. En un pueblo ajeno, sin sustento, sintió que no debía
permanecer allí y decidió retornar a su tierra en busca de ayuda.
La crisis de un segundo éxodo afectó a la familia reducida (1:6). Noemí planeó retornar
sola. No podía ofrecer esperanza a sus nueras. Las despidió para que buscaran provisión
en otra parte y que no sufrieran a su lado. Las bendijo pidiéndole a Dios que les proveyera
de marido e hijos en Moab (1:8, 9). La migración de vuelta a Israel era amarga; salieron
tres en busca de prosperidad y regresaría una viuda vacía, sola y pobre (1:20, 21).

2. Un apoyo en los tiempos de crisis familiar. (1:14–18)


La viudez y la miseria de Noemí fueron amargas, pero hubieran sido peores de no haber
contado con la ayuda de Rut. Ésta no tenía nada, era una moabita pobre que ofreció su
lealtad y su apoyo incondicional a su suegra. Orfa se fue, pero Rut se quedó con ella. La
insistencia de la mujer afligida no logró hacer desistir a la nuera compasiva. Se
comprometió a no dejarla y seguirla a donde fuera; a vivir con ella y servir a Jehová.
Prometió bajo juramento de maldición si fallaba. Al final aquella anciana aceptó el amparo
de la joven fiel. Siempre hace bien contar con un familiar que nos dé respaldo y auxilio en
los tiempos de crisis. Su compañía hace más llevadero el dolor y la soledad no es tan dura
cuando tenemos a nuestro lado personas leales y nobles.
Brindó Rut apoyo no sólo de palabra. Había necesidad de alimento, ropa, mantenimiento
de la vivienda y la suegra estaba deprimida por las crisis. Entonces la joven fue en busca
de trabajo. Ella lucharía para sacar adelante a la familia. En Israel los extranjeros y las
viudas tenían derecho a espigar en los campos y tomar lo necesario para comer. La
moabita tenía las dos condiciones; aprovechó su situación y fue a la huerta de Booz. La
economía vino a través de la nuera fiel (2:1–3). Son una bendición los que luchan por el
bienestar de los suyos. Esta mujer fue un alivio para las penas de Noemí. Trabajó para el
sustento de ambas. Apoyemos a los parientes en problemas; aportemos para hacer su
vida más llevadera. Seamos de los que alivianan la carga y no de los que la hacen más
pesada.

3. Una solución divina para las crisis familiares


Murió el esposo y los hijos de Noemí, pero su fe nunca feneció. Escuchó que Dios había
visitado a su pueblo y que en Israel había pan. Recibió el apoyo de su nuera noble y
generosa. Encontró un familiar rico que se compadeció de ellas; las bendijo con alimento y
trabajo digno. Recuperó su casa y tuvo un techo en el cual vivir mientras se decidía la
redención de sus tierras.
Al saber que Booz era pariente, Noemí buscó su bien y el de su nuera. La aconsejó para
reclamar su derecho de redención al varón rico y bondadoso. Renació en ella la esperanza
de una vida mejor y de un bienestar estable para Rut. Fueron ambas testigos de la
providencia divina. El familiar más cercano se negó a adquirir los bienes y la descendencia
de los difuntos. Así que aquél hombre notable asumió el papel de redentor; salvó la
heredad, tomó por esposa a la joven y se hizo cargo de la anciana. Las viudas solas y
pobres fueron señoras en Israel. Dios recompensó su perseverancia y tuvo misericordia de
ellas.
Ellas nunca fueron desamparadas; Dios las cuidó y sustentó. Les forjó destino y les deparó
una vida llena de felicidad. Rut concibió un hijo y Noemí lo crió como nieto. Un bebé les
alegró la vida. Había hombre en casa y descendencia. La bendición divina se presentó en
el fruto del vientre. De aquella moabita salieron gobernantes poderosos. Al igual que
Rahab la ramera, esta extranjera está en la genealogía de Cristo.
En todo momento Dios tiene cuidado de nosotros. Los problemas impiden ver el futuro
glorioso que nos espera, como los nubarrones ocultan el sol. Pero tras las adversidades
viene la bendición. En la vida atravesamos por circunstancias dolorosas. Pensamos que no
hay remedio y nos espera la desgracia; pero nuestro Redentor tiene una esperanza
realizable. No nos rindamos por dura que sea la lucha. Sigamos confiando en el
Todopoderoso. A su tiempo disfrutaremos las bondades de la gracia.

Conclusión
Toda familia se ve sacudida por la adversidad. A veces un problema laboral o económico,
de salud o de muerte de un ser querido y la separación por migración azota nuestros
hogares. De esta lección podemos aprender dos principios importantes: 1. Debemos ser
un apoyo en medio de las dificultades; 2. Hay que orar y confiar en Dios. No perdamos la
esperanza de ver la misericordia divina en nuestra casa.

Ejercicios
1. ¿Cuál migración sería más difícil para Noemí: abandonar su casa o retornar
fracasada?

2. ¿Mencione tres situaciones en las que ha visto la providencia divina en su familia?

Etapas de la familia que sirve a Dios


Job 1:1–5
En todos los hogares se presentan problemas y dificultades que pueden provocar un
cambio drástico en las actitudes de quienes lo conforman. Las necesidades económicas, el
desempleo, la muerte de algún pariente y todo tipo de catástrofes se pueden manifestar
en nuestras vidas como pruebas de fe, en donde lo mejor es aferrarnos a Dios para que él
sea quien nos saque de las tribulaciones y nos dé una victoria donde su poder en nosotros
sea demostrado.
En la familia de Job se distinguen claramente tres etapas, las cuales se experimentan en
todos los hogares.

1. Una familia que experimenta la bendición


Era Job un varón reconocido en el cielo y en la tierra como un dechado de virtud. Su temor
de Dios lo hacía apartarse del mal y comportarse de forma recta y perfecta. Esto no
significa que no cometía errores, sino que procuraba en todo agradar al Creador (1:1). El
Señor estaba contento con la vida que este hombre llevaba, por lo que lo llamaba: mi
siervo Job. Se complacía tanto Jehová con la conducta de aquel uzita que lo menciona con
orgullo como un virtuoso digno de considerarse (1:8; 2:3). Su casa fue bendecida con siete
hijos y tres hijas; su hacienda contaba con cabezas de ganado abundante; tenía
muchísimos criados y su grandeza sobrepasaba a la de los orientales (1:2, 3). No había
nadie tan rico y famoso como el siervo del Altísimo.
En esta familia había convivencia estrecha entre los hermanos y hermanas. Festejaban
unos e invitaban a todos para la celebración. Había también vida espiritual, pues tenían un
padre con alto sentido de intercesión. Job santificaba a sus hijos e hijas. Se levantaba a
diario y ofrecía sacrificios para invocar el favor y el perdón divino para ellos, por si acaso
hubieran pecado o blasfemado contra Dios (1:4, 5). Así que la misericordia divina en esta
casa se manifestaba otorgando bendición material, económica y espiritual.
Toda familia que sirve a Dios de corazón experimenta etapas de bendición. Es costumbre
divina proveer para las necesidades de sus hijos e hijas que viven de la forma que a él le
agrada. Nos colma de bienes, nos ayuda, nos da fuentes de empleo y nos brinda socorro y
protección contra el mal. Aprendamos a disfrutar los tiempos de bonanza, agradeciéndole
al Señor por su gracia y marquemos nuestra memoria con las imágenes de la bondad del
Padre, de modo que cuando venga la crisis nos acordemos del cuidado que él ha tenido
para con nosotros, y creamos que nunca nos deja ni nos desampara. Tomemos un minuto
para dar gracias a Dios por los buenos tiempos de paz y bien que nos ha dado.

2. Una familia que experimenta la prueba


No existe la familia perfecta en la tierra; tampoco la casa en la que sólo se experimente la
bendición sin esfuerzos ni dificultades. La Biblia nos enseña que las pruebas son
necesarias, son buenas y son herramientas divinas para perfeccionarnos en el propósito
de Dios (Santiago 1:2–4). El diablo procura destruirnos a través de la tribulación o la
desgracia, pero el Señor hace que todas las cosas ayuden para bien de los que le amamos.
Satanás ve a Job, a su familia y a su hacienda, cercado por la protección divina,
prosperado en toda obra de sus manos y con alto nivel de producción en los bienes
terrenales. Insinúa que el varón sirve a Dios sólo por conveniencia, no por amor (1:8–10).
Desafía al Creador a extender su mano contra todo lo que posee para demostrar que él
era como cualquier blasfemo del mundo. Entonces Jehová asume el reto y lo permite con
la seguridad de que su siervo la pasará. La prueba es un voto de confianza divina en sus
hijos. Pero el Señor pone límites al diablo para que no toque la persona. Luego se desata
la desgracia y la tribulación azota la casa del justo. (1:11, 12)
La tragedia de esta familia empezó por el robo de ganado por parte de los sabeos que
tomaron los animales y asesinaron a los sirvientes que los cuidaban. Luego un fenómeno
destructivo mató las ovejas y a los pastores. Después los caldeos robaron los camellos y
mataron otro tanto de la servidumbre. La hacienda familiar se consumió y la violencia
criminal vino sobre todo su patrimonio. Cada vez había un criado que escapaba para traer
la noticia al varón de Dios. Pero nada golpeó tan duro como el ventarrón que tumbó las
cuatro esquinas de la casa en las que convivían los hijos y las hijas de Job y provocó que
murieran aplastados. (1:13–19).
Destrucción, pobreza y muerte visitaron a la familia de Job en un solo día. La bendición
acumulada en décadas se fue de pronto y quedaron solos el siervo de Dios y su esposa.
Pero la palabra del Señor se cumplió porque en lugar de renegar del Creador el justo se
humilló, y en medio del dolor agonizante se postró en tierra para adorar. Era un hombre
consciente de que las riquezas no le pertenecían, que incluso los hijos e hijas no eran
propios. No era dueño de nada pues desnudo llegó al mundo y de la misma forma lo
abandonará. Por lo tanto pudo dar gloria a Jehová y bendecir su nombre en la prueba.
(1:20–22).
No descansó el diablo y obtuvo de Dios otro permiso para azotar a Job (2:4–6). Ahora
tocaría su cuerpo con una sarna maligna que lo invadió de pies a cabeza. Se tiró en el piso
sobre ceniza y con un tiesto se rascaba el ardor que le provocaba la enfermedad. Su mujer
llegó al colmo de su paciencia y se desesperó con la actitud adoradora de su esposo.
Pensaba que ya no tenía caso retener la integridad. Era tiempo de maldecir a Jehová y
dejarse morir. Pero el hombre mantuvo la calma y la llamó a considerar las dos partes de
la vida. Todo lo que el Señor nos da hay que recibirlo, parezca bueno o malo. El honor y la
rectitud se deben retener hasta la muerte (2:8–10).
Todavía falta tribulación por venir. Los amigos del sufriente vienen a consolarlo, pero
resultan en fastidio y mal sus acusaciones. Quieren convencer a Job que el mal que padece
es resultado de su pecado. Así que se convierten en acusadores (2:11); opresores más que
confortadores (4:7, 8; 11:5; 15:20, 21; 20:4–7; 22:4–7). Potenciaron la prueba y llevaron al
justo al punto del desquicio. Lo hicieron renegar de su dolor y cuestionar la justicia divina
en cuanto a su amargura (7, 10, 16, 24). Tuvo que intervenir el Señor para impedir que su
siervo se hundiera en el abismo.

3. Una familia que experimenta la restitución


Dios nunca permite pruebas que sus hijos e hijas no puedan pasar. Jamás permitirá que
seamos atribulados más de lo que da nuestra resistencia. A su tiempo la tribulación se
acaba y llega la paz de nuevo. En el momento indicado, cuando el dolor haya cumplido su
propósito y el carácter haya sido moldeado, la fe pulida y el orgullo humillado, viene la
curación del Médico divino sobre la llaga. Entonces vemos con claridad que nada de lo
malo que pensamos es cierto, que Jehová no es injusto y que siempre hace todo por
nuestro bien. Entonces lo conocemos más profundamente, por experiencia propia, y no
sólo por lo que oímos de él. Después de la prueba somos mejores creyentes, mejores
padres, mejores hijos; mejores familias que glorifican al Señor en el bien y el mal.
De nuevo la bendición invadió la casa. El perdón divino llegó. La oración tomó el lugar que
le correspondía en el hogar. Job disculpó a sus compañeros e intercedió por ellos
eficazmente, entonces fueron perdonados por su falta. Quitó Jehová la aflicción de su
siervo; mientras él oraba por otros obtuvo la sanidad propia. Se multiplicó su hacienda al
doble. Sus hermanos y hermanas que lo habían abandonado por un tiempo llegaron de
pronto a comer con él, a consolarlo y a regalarle dinero y oro para ayudarlo a salir de su
necesidad (42:10, 11).
La bendición divina sobreabundó sobre la familia. El varón de Dios y su mujer fructificaron
y se multiplicaron al grado que su postrer estado superó en gloria al primero. 14 mil
ovejas, 6 mil camellos, mil yuntas de bueyes, mil asnas. Nueva descendencia le nació, siete
varones y tres mujeres llenaron de alegría su casa. Sus hijas eran las más hermosas de la
tierra y alcanzaron herencia con sus hermanos. Se le prolongó la vida 140 años más y vio
hasta la cuarta generación de sus hijos. La historia finaliza diciendo que murió viejo y lleno
de días, como sinónimo de felicidad plena y satisfacción total (42:12–17).
Para todas las familias visitadas por la prueba viene el tiempo divino de la restitución. Es el
momento en que el Señor se encarga de que se nos devuelva todo lo que el enemigo nos
quitó o lo que la crisis deshizo. La mano divina cura las heridas en el hogar, compone las
relaciones, extrae las espinas y aplica sanidad en la casa. Entonces también la economía se
compone, el trabajo viene y la mesa cuenta con pan. La comunión con Dios se nota en los
miembros de la familia y todos vivimos con renovada esperanza y con una fe más sólida.
En medio de la angustia recordemos que la restitución viene con doble bendición.

Conclusión
Las tres etapas de la familia de Job son las mismas para nosotros. Tendremos tiempos de
bendición en los que habremos de disfrutar y guardar recursos y memorias que nos
ayuden para aliviar las crisis; momentos de prueba en los que hay que recordar la
fidelidad divina y confiar en su justicia; y luego vendrá la restitución, donde nos
deleitaremos con la gloria superior que nos trae la recompensa de mantenernos firmes en
el Señor.

Ejercicios
1. Distinga las tres etapas en su vida familiar: Su mayor bendición, la peor crisis
familiar y la restitución divina en casa.

2. ¿Cómo le ayuda el conocer la vida de Job y su familia en los momentos de crisis en


el hogar?

Las bendiciones de una familia adoptiva


Ester 2:5–7
Uno de los episodios más tristes de la historia hebrea es la deportación a Babilonia. Miles
de judíos murieron en la masacre de Nabucodonosor y los que se salvaron fueron sacados
de sus viviendas y llevados cautivos a un país lejano como servidores del imperio
vencedor. Muchos de los niños o jóvenes que llegaron a tierra ajena eran huérfanos, sus
padres habían muerto asesinados o en los caminos. Perdieron todo, la tragedia era
pesada. Entre ellos se encontraba una niña llamada Hadasa, que luego se nombró Ester.
Ella tuvo la bendición de integrarse a la familia de su tío, hermano de su progenitor, la cual
le brindó esperanza y le dio lo necesario para salir de la crisis hasta convertirse en la reina
de Persia y la luz de Israel. Veamos las ventajas de tener una familia adoptiva.

1. Una familia adoptiva que brinda hogar y sustento para una huérfana
Los padres de Hadasa murieron cuando todavía era una niña. Sin embargo, la huérfana no
quedó desamparada porque tenía un primo con una familia que decidió adoptarla como
hija suya. Ellos también conocían la tragedia pues habían sido deportados con los cautivos
de Jerusalén hacia Babilonia bajo el imperio de Nabucodonosor en tiempos del rey
Jeconías. Cobijaron a la hermosa pequeña y le ofrecieron hogar, cuidado y mantenimiento
para honrar la memoria de los tíos muertos (2:7).
Gracias a Mardoqueo y su familia Ester no sufrió tanto la muerte de sus padres. Tuvo el
apoyo de un varón piadoso y noble que le otorgó el nombre y le brindó las atenciones
para que creciera como una doncella normal con todas las ventajas que ofrece el calor de
una casa donde se le dio trato de hija. Cuando creció, su físico le abrió puertas para llegar
al certamen de belleza y ganar la posición de reina, pero ella nunca se olvidó de quienes la
adoptaron y le brindaron esperanza; aquellos que le infundieron la fe para confiar en Dios
en cualquier circunstancia.
No pocas personas en el mundo están en condición de orfandad, abundan los niños y las
niñas de la calle, que están desamparados. A veces tienen tíos, primos o parientes que
pudiéndoles ofrecer pan y techo los dejan sufrir el abandono completo. Gracias a Dios por
los hogares donde se da abrigo y cuidado a estos pequeños que sufren de desatención y
carecen de alguien que los ame, porque de esta forma ellos perciben la luz en medio de
tanta oscuridad, y contemplan la esperanza en medio de la crueldad del mundo en que
viven. Sufren, pero no tanto como padecerían sin el apoyo de los quienes los adoptan.
Una reina (2:8, 9) o un príncipe pueden ser los que ahora atendemos en casa, sembremos
amor en ellos porque tal vez mañana que crezcan nos bendecirán con su gratitud.

2. Una familia adoptiva que brinda amor y cuidado a lo largo de la vida


Mardoqueo cuidó de Ester a lo largo de su vida infantil y durante su juventud. Él la asesoró
cuando participó en el certamen del rey. Sabía que los judíos no eran bien vistos en
algunas instancias del gobierno persa y aconsejó a la muchacha que no declarase su
parentela ni su pueblo (2:10). Se mantuvo en vigilancia continua de cómo le iba a su hija. A
diario estaba al pendiente del trato que recibía. Era un hombre que se preocupaba por su
familia (2:11). Siempre que los padres se ocupan del bienestar de sus hijos manifiestan el
amor que les tienen.
No seamos de los padres de familia que abandonan a sus hijos a la tutela de la vida y las
circunstancias. Vigilemos por su bienestar, dediquemos tiempo a saber cómo les va y
cómo los trata la existencia. Que sepan que nos preocupamos por ellos y que estamos
dispuestos a hacer cualquier cosa para bendecirlos.
Ester obedeció a Mardoqueo porque sabía que la orden que le daba era por su bien. Ella
había visto y probado desde su infancia el amor de él y sabía que cada indicación que le
brindaba brotaba de un corazón de padre amante, por eso aunque ganó el certamen y se
convirtió en la reina del imperio, guardaba honor y respeto al que la había criado desde
pequeña (2:20).

3. Una familia adoptiva que te aconseje, corrija y aliente ante los


peligros de la vida
El malicioso Amán solicitó al rey la destrucción de los judíos (3:8, 11). Mardoqueo pidió a
Ester que intercediera por su pueblo, pero ésta tuvo miedo de ser destituida por acudir al
trono sin ser llamada (4:10, 11). El padre adoptivo confrontó a su hija con el deber. Le hizo
saber que como judía también corría peligro y que si ella no aprovechaba su posición de
reina para luchar por la salvación de su nación, Dios enviaría socorro de otra parte, pero
ella y su casa pagarían las consecuencias. Quizá esa era la razón providencial para la que
había llegado al reino (4:13, 14).
Ester tuvo la bendición de una familia que no sólo la apoyó en su necesidad, sino que la
confrontó en su momento de debilidad. Fue duro el consejo de Mardoqueo sobre la reina,
pero efectivo. La hizo entrar en razón, le removió la conciencia para que actuara para
ayudar a sus hermanos. Ella reaccionó con disposición a arriesgar su vida por la salvación
de su nación, pidió apoyo de ayuno y oración de todos los de su raza y honró a su padre
adoptivo y a su Dios con su respuesta (Ester 4:15–17).
Nuestra familia es una bendición no sólo cuando nos ayuda económicamente y nos brinda
apoyo moral, también lo es cuando nos reprende el mal que hacemos y nos corrige las
malas acciones y actitudes. Agradezcamos al Señor por los padres que nos amonestaron y
nos castigaron porque su disciplina también es parte del amor que Dios nos da a través de
ellos.

Conclusión
Cuando una familia recoge y brinda nombre, hogar, sustento y amor es una bendición
para los pequeños abandonados. Muchos padres adoptivos han tomado la tarea de
amparar a un niño o adolescente que no tiene los recursos para salir adelante en la vida.
Les otorgan un techo, alimento, educación, trato de hijos e hijas y con ese cuidado les dan
esperanza y fe, para querer superar los obstáculos que su existencia les impone.
Abramos las puertas del corazón para detectar a un pequeño o una pequeña en
necesidad. Añadamos una silla a nuestra mesa o una cama a nuestra habitación. Demos
calor y amor a un adolescente o joven necesitado. Otorguemos becas a uno que no tenga
posibilidad. Sembremos la semilla del evangelio con obras de ágape para que un alma sea
ganada para Cristo a través de las buenas acciones de los que aman al Señor y a su
prójimo.

Ejercicios
1. Que algún hijo adoptivo cuente las bendiciones de haber encontrado un hogar que
le brindó protección y sustento.

2. Que algún padre adoptivo testifique su experiencia en el cuidado de un niño o niña


en necesidad.

3. Que algunos mencionen nombres de niños o adolescentes que tienen necesidad


de que alguien los adopte para darles consejo y atención paternal.

Alabanza a Dios en el ambiente familiar


Salmo 34
David mató miles de filisteos como jefe del ejército de Israel. Pero estuvo en peligro de
muerte a causa de los celos de Saúl (1 Samuel 20:30–33). Huyó y los filisteos lo
capturaron, lo llevaron a la corte real para ser juzgado. Allí se hizo pasar por un hombre
demente, hacía tonterías y dejaba que le escurriera la saliva. El monarca impío reprendió a
sus soldados por hacerlo perder tiempo con un loco y lo echó (1 Samuel 21:10–15).
Cuando retornó a casa, reunió a su familia para que en su hogar escucharan su testimonio
y alabanza: No lo salvó la locura fingida, sino que clamó a Jehová y él lo libró.

1. Que en nuestra casa siempre haya palabras que honren a Dios


Tenemos aquí a un hombre agradecido con el Señor, con una boca llena de alabanza que
proclama de continuo las maravillas divinas. Es un padre de familia que ha experimentado
el favor del cielo y se complace en anunciar en su casa el orgullo que siente su alma de
tener un Dios tan grande y bueno (34:2). Se compromete a que en su hogar nunca falte la
adoración al Todopoderoso. Las frases en todo tiempo y de continuo, explican lo
incesante que será su bendición a Jehová (34:1).
Había sentencia de muerte sobre David, pero de la boca del lobo y de las puertas de la
muerte lo sacó el Señor. Clamó y fue librado de todas sus angustias (34:6). Se dio cuenta
que no estuvo nunca solo, siempre contó con el resguardo del ángel de Jehová, quien
acampaba a su alrededor para defenderlo (34:7). Ahora conoce mejor a su Dios, es más
consciente de su poder protector y de su gracia, y quiere expresar gratitud dando gloria
con toda su alma a quien lo salvó. No quiere quedarse con la experiencia guardada, sino
que la expone, la declara de continuo en el seno de su hogar, para que todos en la casa
sepan que si está de pie, es únicamente gracias al favor divino.
Cultivemos la buena costumbre de alabar a Dios en casa, de forma audible para todos. No
a gritos desaforados, sino con alabanzas suaves, agradables, cargadas de fervor y gratitud.
Saturemos el ambiente familiar con expresiones de gloria al Señor por los favores que de
él hemos recibido.

2. Que en nuestra casa haya momentos de alabanza unida a Dios


El compromiso de David es adorar a Jehová infinitamente, pero quiere hacerlo en
compañía de los suyos. Invita a su casa a engrandecer a Dios con él, a unirse en la
exaltación de su nombre (34:3). Comparte la bendición con la familia. Testifica lo que el
Señor hizo en su vida y los exhorta a confiar en la divina providencia. Juntos en casa
cantan al Dios que escucha las oraciones de los que lo buscan, libra a los que están en
aflicción, brinda confianza a los que tienen miedos, alumbra en las tinieblas de los que
miran hacia él y saca con la frente en alto a los que le creen (34:4–6).
El hombre testifica a su familia que estaba indefenso ante sus enemigos. Era un pobre en
peligro de muerte, pero clamó a Jehová y fue oído (34:6). Desde el cielo fue librado de su
angustia como resultado de la oración. El Señor envió a su ángel con la misión de salvar a
su siervo (34:7). Ahora era un hombre dichoso. La aflicción, la pobreza y los temores se
convirtieron en felicidad absoluta cuando la presencia divina lo salvó (34:8).
Es importante que los testimonios de bendición se escuchen de nuestra boca en el seno
familiar. Aprovechemos el tiempo de convivencia, de comida o de reunión para dar gracias
al Señor por los favores que nos brinda y la protección que nos otorga en las crisis. Padres
e hijos usemos momentos para honrar a Dios por su presencia bienhechora en nuestro
hogar. Formemos el hábito de que siempre haya labios que declaren la gloria de Dios en
nuestras habitaciones.

3. Que en nuestra casa se cultiven los principios que honren a Dios


El hombre de Dios quiere compartir la bendición instructora a su familia. Pide la atención
de sus hijos para enseñarles el temor de Jehová (34:11). Los aconseja como un padre que
quiere lo mejor para su generación. Si desean cantidad y calidad de vida, llena de
bienestar y tranquilidad, tienen que honrar al Señor con sus palabras y su conducta. La
mentira y la corrupción de lengua traen ansiedad y muerte. La prosperidad y la dicha
vienen cuando nos apartamos del mal y nos comprometemos con la verdad. Hay que
buscar la paz divina y seguirla. No se deben hacer enemigos sino amigos (34:12–14).
La justicia debe ser el estilo de vida de los que quieren vivir bajo la cobertura del
Omnipotente. Los justos son atendidos por Dios personalmente. Sus ojos los vigilan y sus
oídos los escuchan siempre. En los momentos de angustia reciben milagros de liberación.
El Señor está en todo tiempo a la mano de los que se humillan ante su presencia. Ninguna
aflicción destruye al hombre recto, porque el Todopoderoso siempre lo libra. La redención
divina está reservada para el alma de los que le sirven y ellos están exentos de toda
condenación (34:15, 17–19, 22). En cambio la ira de Jehová se muestra continuamente
contra los que hacen mal y el decreto de muerte sigue a los impíos (34:16, 21).
Tomemos tiempo de reunión con los nuestros para adorar al Señor y en ese ambiente
espiritual brindemos consejos de fe y esperanza. Las exhortaciones en momentos de
adoración tienen mayor efecto por el respaldo divino. La bendición de ser integrados en la
alabanza familiar y de ser instruidos con palabras de aliento y sabiduría nos ayudarán a
confiar en Dios cuando vengan las aflicciones.

Conclusión
La alabanza de Dios debe ser expresada de continuo en la familia tanto en la
individualidad como en la unidad. Los que experimentamos la bendición divina en algún
milagro de salvación, liberación, sanidad o provisión tenemos el compromiso y la
responsabilidad de expresar gratitud por el favor de Jehová. Debemos testificar de la
bondad del Padre en el seno del hogar y aprovechar toda oportunidad para crear una
atmósfera llena de la gloria de Dios en la casa. Entonces, en ese ambiente invitar a los
nuestros a confiar en el Señor, a ser conscientes de que su ángel acampa a nuestro
alrededor y nos defiende. Tendremos así una familia que conoce mejor al Eterno, lo sabe
adorar, lo honra con su vida y recibe los beneficios de su presencia en nosotros.

Ejercicios
1. Mencione ocasiones en las que se puede aprovechar el tiempo para honrar al
Señor en el seno de la familia.

2. ¿Cuál sería la forma más prudente y efectiva para glorificar a Dios en familia sin
que tenga sabor a culto?

La presencia de Dios en la casa


2 Samuel 6:10–12
El arca del pacto era el símbolo más importante de la religión hebrea. Se ubicaba en el
lugar santísimo y representaba la presencia divina en medio del pueblo para proporcionar
fe, sustento y poder a Israel. Pero Saúl la sacó de aquel sitio y la comenzó a llevar a la
guerra para asegurar la victoria. Sin embargo, los filisteos la tomaron como botín y la
llevaron como trofeo al templo del dios Dagón. La consecuencia de tal sacrilegio fue el
juicio de Dios sobre los filisteos y su divinidad inútil.
Israel estuvo sin el arca bastante tiempo. Al llegar David buscó traerla de nuevo a
Jerusalén. Una tragedia sucedió en el camino y murió un varón en el trayecto (2 Samuel
6:6, 7). El temor cayó sobre el pueblo y el rey, y no completaron el viaje. Mientras se
decidía qué hacer, el arca se llevó a casa de un levita de nombre Obed-edom (2 Samuel
6:8–10). Al paso de los meses corrió la noticia de que en ese hogar se manifestaba una
prosperidad especial (2 Samuel 6:11, 12). Veamos las formas en las que la casa es
bendecida cuando la presencia de Dios reposa en ella.

1. La presencia de Dios bendice el hogar cambiando el ambiente


espiritual
Obed-edom era un levita que tenía una casa común hasta que llegó el arca. El juicio sobre
Uza, de seguro produjo temor de Dios en los miembros de la familia. El arca les recordaba
que el Señor estaba allí, por lo que seguramente las personas empezaron a reverenciar a
Jehová en el lugar. Cambiaron las reglas de conducta y se aplicó más cuidado en las
palabras y las acciones, porque tenían mayor conciencia de que el Altísimo los observaba a
cada instante. En el trato entre esposos, o padres e hijos, incluso entre los trabajadores de
la casa se notó una diferencia provocada por el conocimiento de la cercanía de la gloria
celestial.
El símbolo de la presencia divina ya no existe, pero la realidad de que Dios está siempre
presente es innegable. El Salvador del mundo prometió estar con nosotros todos los días
hasta el fin del mundo. Pablo afirma que Cristo habita por la fe en nuestros corazones.
Jesús habló del Espíritu Santo morando con nosotros permanentemente. Es necesario que
invoquemos a diario el nombre del Señor en nuestro hogar, que fluyan en casa la alabanza
y la adoración, que en las recámaras, la cocina, el comedor y el patio alguna voz publique
la gloria del Padre celestial. De modo que el mover y la percepción del Espíritu Santo nos
sea manifiesto. Que Jesucristo sea rey soberano de nuestra familia.

2. La presencia de Dios bendice a las familias prosperando a la familia


entera
El Señor bendijo al hombre y a la familia que recibió el arca en su casa. Esa bendición fue
notoria a la comunidad. En tres meses ocurrió un cambio drástico. El ambiente era
especial y en las propiedades hubo fruto y bonanza. Los campos del varón fueron fértiles,
los ganados productivos, todo se incrementó. Jehová estaba contento con quienes lo
recibieron con amor y reverencia. A Uza lo mató y sobre su hogar vino desgracia por
irreverente, pero a Obed-edom le iba bien. La Biblia dice que bendijo su casa y todo lo que
tenía (2 Samuel 6:11). La presencia de Dios en ese lugar trajo grandes beneficios. El Señor
recompensó la fidelidad de ese hogar.
El Todopoderoso aprecia mucho a las familias que abren las puertas a su divina presencia.
En cada hogar que se recibe con amor y reverencia al Señor las bendiciones económicas y
materiales se derraman. No buscamos a Dios para que nos prospere, pero el éxito y la
prosperidad son una consecuencia de honrar al Eterno. Es importante y necesario que le
demos honra y gloria a Jehová en nuestra casa. Que lo hagamos sentirse a gusto y esté
contento con el trato que le damos. Que le demos el primer lugar en todo. De pronto nos
vendrán toda clase de recompensas. Padres e hijos contaremos con el apoyo divino en
todo proyecto que emprendamos, nos volveremos productivos y prósperos. La presencia
de Dios en nosotros hará la diferencia.

3. La presencia de Dios hace que la bendición en la familia sea


testimonio atractivo para otros.
Al principio nadie quería el arca porque la relacionaban con juicio y muerte (6:6–9). Pero
la bendición divina sobre la familia de Obed-edom hizo que la perspectiva cambiara. Los
que vieron el favor del Señor sobre la casa del levita llevaron la noticia al rey de todos los
bienes que ellos disfrutaban a causa de la presencia de Jehová. David pensó que esa
prosperidad se necesitaba en todos los hogares de Israel, y se consagró a la tarea de
regresar el arca a Jerusalén. Preguntaron a Obed-edom qué había hecho para evitar la ira
de Dios y obtener la gracia, y prepararon el retorno.
Muchas ocasiones atravesamos problemas familiares y probamos amargura. Pero ninguna
crisis es eterna cuando la presencia de Dios llega a nuestro hogar. Si el Señor es bien
recibido en casa se producirán cambios para bien. Su gracia nos llevará por el camino de
paz, de triunfo y de esperanza. Será tan fuerte la bendición que los demás parientes y
vecinos se darán cuenta de que el Todopoderoso está con nosotros. El bien y la
misericordia nos seguirán todos los días. Probaremos el sabor del éxito como resultado de
la bienhechora presencia divina. Tendremos no sólo un testimonio de salvación, sino de
prosperidad. Nuestra situación económica y material cambiará. Otras personas desearán
la bendición y tendremos oportunidad de testificar que todo lo que somos y tenemos es
gracias a que el Eterno nos cobija. Entonces el evangelio de Cristo alcanzará nuevos
hogares a través de nosotros.

Conclusión
No es buen testimonio que la gente siempre nos vea en necesidad. Los vecinos y
familiares no tienen por qué compadecernos ni menospreciarnos. Oremos al Señor que
llene nuestra casa con su presencia, que cada miembro de la familia experimente el toque
poderoso del Espíritu Santo. Pidamos a Dios que repose en nuestras habitaciones y que
señoree en el hogar. Honrémoslo de corazón y esperemos en su gracia por todas las
bendiciones y las evidencias de prosperidad que nos vendrán. Glorifiquemos a Jehová
diariamente, practiquemos su alabanza, leamos y obedezcamos su Palabra y
preparémonos para disfrutar de sus riquezas en gloria que serán derramadas sobre
nuestra generación.

Ejercicios
1. Testifique brevemente del cambio en el ambiente de su casa desde que la
presencia de Dios llegó.

2. Cite dos formas en que ha visto la prosperidad en su casa como resultado de la


presencia divina.

Conclusión
Luchemos por la familia que el Señor nos ha dado. Intercedamos por los de nuestra sangre
sin desmayar. Demos el mejor testimonio de Cristo para que sean ganados por la palabra
o por la conducta. Procuremos la salvación de los nuestros a toda costa. Sacrifiquemos lo
necesario para que lleguen al conocimiento de la verdad. Que nuestra luz resplandezca en
la casa de nuestros padres y hermanos con toda su fuerza para que las tinieblas no tengan
cabida.
Separemos tiempo para convivir con la familia. Invirtamos recursos para ayudar a nuestros
hermanos en las crisis. Honremos a nuestros padres con calidad de trato y dádivas de
amor y bendición. Tengamos pláticas prolongadas como cónyuges, y oremos juntos
rutinariamente, incluyamos a los hijos en los devocionales y acostumbrémoslos a escuchar
de nuestros labios una palabra de cariño y fe cada noche.
No hagamos acepción de personas en la familia. Amemos a todos por igual. No
procuremos sólo a los cristianos, busquemos también a los que tienen otra religión o viven
en desorden. Cada uno debe saber que es valioso para nosotros, que nos importa y que lo
incluimos en la lista de nuestras peticiones ante Dios. A su tiempo toda cadena se rompe,
toda barrera se cae y toda herida sana por el poder de Jesucristo.
Bendigamos a Dios por la familia, por las misericordias que nos ha brindado y por las
gracias que nos dará. Confiemos en que el Espíritu Santo completará la obra de Cristo en
nuestra casa. No perdamos la esperanza de ver a cada miembro de nuestro hogar bajo la
sombra del omnipotente.2

2 José M. Saucedo Valenciano, Aliento del cielo para la familia, ed. David Alejandro Saucedo
Valenciano (El Principio de la Sabiduría, 2013), 1–100.

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