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7 DE ENERO DE 2020
LEYRE BEUNZA GARCÍA
El presente ensayo, trata de dar respuesta a una pregunta “Capitalismo y pandemia: ¿se
puede hablar de desarrollo en un marco de sistema capitalista?” Para ello, ahondaremos en el
origen de la noción de desarrollo, hablaremos de capitalismo y sus consecuencias, así como la
forma en la que, dichas consecuencias, se han visto acentuadas con la pandemia. Por último,
elaboraremos una serie de conclusiones para, por fin, dar solución a la cuestión inicial.
Para entender el término de desarrollo, tenemos que ir a su raíz, aquella nutrida por los
intereses del progreso (Acosta, 2015). El concepto de progreso surge hace más de cinco siglos
en Europa y se utilizó como técnica colonial. Técnica con la que se justificó, en nombre de la
fe y del poder imperial, sus prácticas genocidas, esclavizadoras y de explotación de recursos
naturales. Resultó una táctica de dominación de los “pueblos civilizados” hacia los “pueblos
primitivos” en la que se colonizó el poder, el saber y el ser de los segundos. Esta forma de
dominación explica la manera actual en la que se organiza el mundo (Acosta, 2015).
Acosta (2015) subraya que, el progreso, secundado por la corriente filosófica cartesiana
se colocó por encima de la naturaleza sin tener en cuenta que, como ser humano, forma parte
de la misma. Y, con esta forma de poder europeo sobre la naturaleza y sobre las personas que
consideraron “primitivas”, se asientan las bases del capitalismo como religión del mundo
globalizado. Lazzarato (2020), de acuerdo con Acosta, proporciona una visión más actual
señalando que la mayoría del proyecto neoliberal se ha basado y, continúa basándose, en el
intento empresarial de los países desarrollados en explotar y expropiar los territorios y los
recursos de los países más pobres.
Teniendo en cuenta que, gracias a los nutrientes del progreso brota la idea de desarrollo,
podríamos considerar que la segunda ha sido empleada como herramienta neocolonial. Se
presenta como una idea más reciente, acuñada hace alrededor de 7 décadas con el discurso del
20 de enero de 1949, del expresidente de los EE.UU., Truman. El expresidente dividió el mundo
en dos facciones, entre países desarrollados y subdesarrollados alegando, además, que todos los
individuos han de luchar por la consecución de un mismo objetivo, el objetivo del desarrollo.
Homogeneizando, de esta manera, las necesidades y sueños de toda una humanidad hacia una
construcción estadounidense con claro origen europeo (Acosta, 2015).
De esa manera, el mundo también se ordenó buscando el “desarrollo” que, como afirma
Acosta (2015), muy pocos países considerados no desarrollados han logrado. Se elaboraron
planes, bancos especializados dirigidos a financiar el desarrollo, etc. claro que, bajo el sistema
económico hegemónico dominante. En los años 70 surgen diversas voces críticas hacia el
modelo de desarrollo, no obstante, no llegaron a ahondar en la verdadera naturaleza del mismo.
Entre las décadas de los 80 y 90 se pierde la fe en el desarrollo, hecho que da lugar a reformas
en el mercado de carácter neoliberal.
La situación de emergencia sanitaria en la que nos encontramos desde principios del año
pasado desenmascara las limitaciones del actual modelo y cuestiona su futuro. América del
norte, América del sur y España se han encontrado con un sistema público sanitario muy
limitado, colapsado. Con una lógica de grandes corporaciones farmacéuticas poco preocupadas
por la investigación y por la prevención. Con una desigualdad en la mano de obra que sitúa en
primera fila de exposición al virus, a personas trabajadoras con variables de género, raza y/o
etnia (Harvey, 2020). El COVID-19 ha obligado a los diferentes gobiernos mundiales colocar
en la balanza la salud de la población frente al brío de su economía (Borón, 2020). Por otra
parte, muchos expertos coinciden en lo siguiente: la explotación de la naturaleza y las formas
erráticas de producción contribuyen al surgimiento de diferentes virus. La globalización y el
impacto demográfico contribuyen a la propagación del mismo (Harvey, 2020).
Para terminar, Acosta (2015) animaba ya, antes de la pandemia, a buscar alternativas al
desarrollo, afirmando que la tierra no puede seguir manteniendo este frenético ritmo de
explotación y de producción. Propone, entre otros aspectos, dar voz a poblaciones que se han
visto obligadas a adoptar un sistema social, económico y político que no se adecúa a su estilo
de vida. La alternativa del “buen vivir”, que pretende una descentralización de poder y
enfocarse más en lo local (ir desde lo local hacia lo global). Borón (2020), de acuerdo con
Acosta, reflexiona sobre el futuro. Pone el punto de mira en el “postcapitalismo”, ya que,
después de la pandemia la sociedad está más concienciada y politizada, motivo por el cual
conseguiría cambios a través de la lucha de clases al tomar conciencia de su explotación y
opresión.
Por lo tanto, si volvemos a plantear la pregunta inicial: ¿se puede hablar de desarrollo
en un marco de sistema capitalista? Yo respondería que no. Hemos visto a lo largo de este
trabajo que desarrollo es sinónimo de ilusión y capitalismo de destrucción. También hemos
podido aprender que existen otras alternativas, alternativas al desarrollo. Unas surgidas en
comunidades a las que esta imposición globalizadora ha coartado sus saberes ancestrales, otras
de la mano de expertos que sugieren una transformación gradual y escalonada. Me cuesta
mucho creer que exista un solo modelo económico capaz de satisfacer los deseos y las
necesidades de toda una humanidad. No obstante, se han expuesto motivos suficientes para
considerar que el capitalismo y el desarrollo no funcionan acorde a las necesidades de las
personas.
BIBLIOGRAFÍA:
Acosta, Alberto. (2015). El Buen Vivir como alternativa al desarrollo. Algunas reflexiones
económicas y no tan económicas. Política y Sociedad, 52(2), 299-330.
Borón, Atilio. A. (2020). La pandemia y el fin de la era neoliberal. CLACSO. Recuperado de:
https://www.clacso.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/