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EL SUJETO EN LA FILOSOFÍA

Héctor González Belmonte

RESUMEN

El siguiente artículo trata de arrojar luz sobre el concepto de sujeto en el pensamiento


contemporáneo desde una perspectiva combinada la arqueología foucaltiana, la aportación
filosófico-política de María Zambrano y el populismo de Laclau-Mouffe. Recorre las diferentes
nociones de sujeto que se suceden en la modernidad para centrarse después en el sujeto pueblo. El
sujeto es una categoría que en la contemporaneidad ha perdido su sustancia, ha pasado a significar
una fisura ontológica, un vacío de sentido. Se presenta carente de un horizonte común de
comprensión para su significado en la vida humana, que obliga a su replanteamiento en aras de un
cierto afán de superación de la crisis civilizatoria a la que se asiste, a pesar de que su implicación
con el sujeto histórico de la modernidad resulta poco reconocible, abriendo un nuevo horizonte
atravesado por la ininteligibilidad.

ABSTRACT

The following article tries to shed light on the concept of subject in contemporary thought from a
combined perspective in which Foucault's archaeology, the philosophical-political contribution of
María Zambrano and the populism of Laclau-Mouffe are used. It goes through the different notions
of the subject that have followed one another since modernity to later focus on the subject of the
people. The subject is a category that in contemporary times has lost its substance, has come to
signify an ontological fissure, a void of meaning. It appears lacking a common horizon of
understanding for its meaning in human life, which forces its reconsideration for the sake of a
certain desire to overcome the civilizational crisis that is witnessing, despite the fact that its
involvement with the historical subject of modernity is hardly recognizable, opening a new horizon
crossed by unintelligibility.

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 2

2. ARQUEOLOGÍA DEL SUJETO MODERNO EN FOUCAULT 3


A. SIGLOS XVII-XIX 3
B. SIGLO XX 5
C. CONTEMPORANEIDAD 5

3. EL SUJETO PUEBLO DE LACLAU-MOUFFE Y MARÍA ZAMBRANO 6

4. CONCLUSIONES 9

5. BIBLIOGRAFÍA 10
1. INTRODUCCIÓN

Con demasiada frecuencia, para mal de la filosofía, se trata de reconstruir un concepto a la


“luz de cada nuevo presente”, de forma “acrítica y complaciente”.1 Y esto es lo que sucede con
asiduidad cuando se trata de teorizar sobre el sujeto. El sujeto no es una invención reciente, y su
estudio requiere acotar con precisión una época o periodo exacto, o un autor en concreto. En este
caso se va a partir de la crisis del concepto de sujeto moderno visto por Foucault, cuya arqueología
va a vertebrar un breve itinerario. No se pretende naturalmente redefinir una categoría que ha
perdido su sustancia, como indica Ernesto Laclau, al que se aproximará este breve estudio, sino
aproximarse a una lectura actualizada que dé respuesta a algunos interrogantes que emergen con eco
en el aspecto político, suscitados por la falta de un “horizonte de vida compartido”, como indica
José elías Palti.2 Se incluyen a este último propósito algunas consideraciones filosófico-políticas de
María Zambrano sobre el sujeto, que si bien heredan un fuerte componente idealista, aportan una
cierta frónesis a las sucesivas redifiniciones contemporáneas.3
El mapa por el que se mueve el estudio se inicia en un eje que va de Descartes a Hegel,
quien consolida un concepto de sujeto de gran alcance histórico. Sujeto que después sufre una crisis
severa, en particular durante el s.XX y que desemboca en una constelación contemporánea cuyos
límites no son nítidos. Las implicaciones de esta “dislocación” del sujeto se hallan en ámbitos de la
cultura alejados de la filosofía, a los que se quiere también hacer alguna referencia. Como advierte
Rancière, “en nombre de la interdisciplinariedad uno recibe al otro o va de visita a lo del vecino.
Pero la mayoría de las veces es para confirmar la propia identidad”4 y se produce un “intercambio
de cumplidos que dejan las cosas como están”. Por ello las referencias al arte y otros campos de
saber que se presentan como ejemplo deben interpretarse sencillamente como concreciones
puntuales, sin pretenderse aquí un enfoque “transdisciplinar”.
“Bajo el anonimato del consenso y la vida cotidiana convivimos con un conjunto de
prácticas sociales que están incorporadas de tal forma que nos olvidamos que son el producto de
sucesivas racionalizaciones y que no forman parte de la naturaleza de las cosas”.5 Estas prácticas,
que pertenecen al ámbito de la vida social e individual, funcionan como superficie de inscripción
del sujeto llamado comúnmente persona, hombre/mujer, individuo, ciudadano o ser humano, entre
otros posibles, en la esfera individual. Cuando este sujeto pasa a lo colectivo, comunitario o
múltiple, recibe otros apelativos, como comunidad, pueblo, sociedad, estado, nación, clase,
multitud, familia, congregación o humanidad.
La categoría de sujeto en filosofía, originada y consolidada en Grecia, halló su
sistematización más consabida durante los siglos XVII-XIX. Es la época barroca en la que el arte
comienza a recargarse, a ampliar su atributo particular de este periodo, el ornamento. El “anonimato
del consenso y la vida cotidiana” de estos siglos es gobernado por el estado absolutista y la iglesia.
El sujeto cartesiano de la conciencia se impone y se comienza a sistematizar la filosofía a partir del
mismo. En música, también aparece el sujeto, el sujeto fugado. Se trata del sujeto de las fugas de
Johann Sebastian Bach, cuyos razonamientos musicales dan a ese sujeto una respuesta, un
contrasujeto, un stretto que anticipa la respuesta para estrechar el discurso, e incorpora algún
episodio o divertimento, además de un pedal.
Una idea de sujeto, la de las fugas, que se aproxima quizá más a la de Spinoza que a la de
Descartes, por su vitalidad, pues este sujeto es una singularidad que se transforma interactuando con
1 Manuel Cruz. Estructuralismo y postestructuralismo. En Filosofía contemporánea. (Barcelona: Taurus,
2002) 349
2 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 12
3 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 133-226
4 Jacques Rancière, el inconsciente estético, (1ºed.1ºreimp._ Buenos Aires: del Estante, 2006) 5
5 Pedro Trinidad Fernández. La defensa de la sociedad. Cárcel y delincuencia en España (siglos XVIII-XX).
(Alianza, Madrid 1991) 9
otros elementos sin perder del todo su identidad. Y que aporta también esa idea de fuga, de escape,
de sustracción, que evita la confrontación dialéctica directa, como el sujeto multitud de Toni Negri.
Una suerte de emboscamiento que obliga al sistema, entendido como estructura, a reinventarse.
Aunque no pertenecen al mismo ámbito y Bach nació diez años después de la muerte de Spinoza,
comparten una cierta independencia respecto a la gran corriente de la época, como apuntara
Dilthey6.
Desde el momento en que esta idea de sujeto se enmascara bajo cualquier forma: sujeto
musical, sujeto de Descartes (entendido en una narrativa histórica), sujeto de la oración, sujeto de
derecho, etcétera, se da lugar a un ente que se puede convertir en sujeto de la historia, pues tiene un
atributo que le da un sentido. Algo que se parece a una “cualidad”, algo que no puede ser nombrado
y que después de lo cual solamente cabe esperar un “abismo”, que la razón, “por naturaleza”, tiende
a anular.7Algo que tendría un sentido inteligible.
Comienza este sujeto a situarse en el tiempo y el espacio, desempeña un papel. Es una
“persona”, en el sentido griego de la palabra, portador de una máscara que le da una función en la
representación. Le autoriza a entrar en escena y puede actuar como un personaje literario y
participar de un mito. Mito que es necesario a la vida para explicarse a sí misma, desde tiempos
anteriores a la filosofía, donde las preguntas esenciales hallaban su respuesta de modo enigmático,
aproximativo y sugerente en relatos que situaban al hombre en danza con el universo, formando
parte de sus antiguas cosmogonías, en las que no se hallaba tal categoría de sujeto porque no era
necesaria.
María Zambrano, en su singular texto sobre el sujeto, afirma a este respecto que “decir
sujeto es enunciar una especie de esclavitud, un concepto. A ningún ser, aunque humano, se le
presenta el sentir de ser sujeto. Eso es ya filosofía. ¿Y es que acaso el filosofar es lo primario y
original que el hombre hace? De haber sido así, no podemos hablar de estadios anteriores.”8 Las
cosmogonías y las teodiceas pre-filosóficas suponían un orden en que el hombre, -más bien situado
su sujeto en lo colectivo, en el pueblo, donde se lo distinguía como individuo- hallaba su relación
con Dios o los dioses articulada en esas historias. Dios no era un mero aval de aquello que el
método cartesiano revela como verdad, sino que se hallaba imbricado con una especie de
“experiencia anterior”.
Pero esta representación del mito, danza, ópera o novela, -que no deja de ser una metáfora
del movimiento cósmico y una puerta a lo universal-, lejos de formar un artificio engañoso,
“vehicula, funda y forja una verdad, catalizando afectos”.9 En el núcleo de este conjunto de
representaciones artísticas y literarias se halla el concepto de sujeto que siglos más tarde fue puesto
en entredicho con tenacidad, en el pensamiento poshegeliano y contemporáneo, que anunció su
“muerte” o realizó su deconstrucción. Un sujeto que tomó mucho de Nietzsche, en ocasiones sin
saber o sin querer declarar que lo estaba tomando de Spinoza, a través suyo. Pero antes de estudiar
las concepciones contemporáneas, son necesarias algunas consideraciones previas, cuyo recorrido
facilita la arqueología de Focault.

2. ARQUEOLOGÍA DEL SUJETO MODERNO EN FOUCAULT


A. SIGLOS XVII-XIX

Las categorizaciones de sujeto que recorren el eje Descartes-Husserl, consideradas


superficialmente como sujeto “auto-centrado” en un análisis que sustancialice la categoría,
continúan ejerciendo un influjo en la esfera política de consecuencias variables. Son, más que
concepciones abiertas de sujeto, pretendidos conceptos de sujeto en los que se quiere amparar la

6 Adolfo Salazar. “Juan Sebastián Bach, maestro cantor.” Cuadernos Americanos, 6 Noviembre (1950) 231
7 María Zambrano. El hombre y lo divino. (Madrid: Alianza, 2020) 233
8 María Zambrano. Notas de un método. (Madrid: Tecnos 2011) 98
9 Antonio Gómez. Los olvidados. Ficción de un proletariado urbano. (Manresa: Bellaterra Edicions, 2022) 39
racionalidad técnica, el capitalismo global y la política neo-liberal. Se trata del sujeto continuador
de aquél que emerge en la filosofía de los siglos XVII y XVIII y que se podría definir aquí como el
“residuo no representable que funda toda representación”10. Es un sujeto que en realidad no se tiene
en cuenta a sí mismo, visto desde el “método reflexivo” spinozista que busca no “conocer lo real,
sino nuestra propia potencia de conocer, las fuerzas y la naturaleza de nuestro entendimiento, hasta
alcanzar la beatitud que sería la plena efectuación de esta potencialidad”. 11
Si el sujeto de los siglos barrocos e ilustrados, cartesiano-kantiano, es un sujeto sobre el que
se fundan todas las representaciones, el sujeto del XIX termina absorbido por el Espíritu absoluto en
Hegel. Aunque el sujeto de Fichte realiza previamente una cierta expansión, ya que en su
pensamiento “la actividad del sujeto pensante ha conquistado el máximo horizonte, pues va a crear
el ser de las cosas del que antes era el problemático receptor”12. En el idealismo se convierte en un
índice que señala, desde lo particular, lo universal. Es el sujeto sustancializado, sujeto-objeto de la
historia, en el que “todas las contradicciones son dialécticas”, cualidad filosófica que comparte con
su replicante Marx.13 Se pretende vínculo vivo, de mutación infinita, de lo inmanente con lo
transcendente. Es decir, que abandona esa esfera transcendente donde se alojarían las condiciones
de posibilidad de los fenómenos para pasar a concebir su propia constitución como indicador de la
operación por la que lo particular habrá de fundirse con lo universal.
Esta operación, especialmente perfeccionada en Hegel, no solamente se deja ver en lo
relativo a la filosofía del sujeto, sino que se extiende a la ciencia y provoca un “curioso,
extrañísimo” cambio que afecta gravemente al hombre, a su relación con la divinidad, dicho en
síntesis zambraniana. Tanto los no creyentes en lo divino como los no creyentes en la filosofía,
encuentran en la ciencia y sucesivas fragmentaciones del saber un buen receptáculo para su
inquietud. Pues creyentes o no, han percibido esta alteración en sus relaciones con el mundo. Su
espacio-tiempo se ha modificado sustancialmente, hecho constatado por la revolución industrial y la
alteración de las condiciones materiales de vida, la aceleración del tiempo. El sujeto filosófico
preponderante desde Descartes ha continuado en su avidez de conocimiento, pues es ante todo un
sujeto de conocimiento. Se ha adueñado del conocimiento a través de una conciencia que desconfía,
desde un racionalismo frío. Se sustancializa y a partir de él, se erige un sistema filosófico de
carácter arquitectónico, pretendiendo ser una base fiable y eterna, pero “la sustancialización de tal
categoría denuncia, en última instancia, una lectura que permanece atrapada en la superficie de las
ideas”.14
Michel Focault ve en el S.XIX la aparición de una instancia, el Ego, que da cuenta del
espacio “precategorial y prediscursivo en el que tanto el sujeto como el objeto pueden articularse
como tales”, un “ámbito primitivo de constitución de sentidos” que estaba presupuesto en el sistema
kantiano sin poder darse cuenta de su existencia, pues en Kant el sujeto continua siendo ese
“residuo no representable que funda toda representación”. De modo que se asiste a un tránsito desde
el Sujeto-Substancia del episteme clásico, hacia un Yo-Sujeto moderno que se detiene en este
momento que Foucault etiqueta como Ego. Un Ego distinto del subjectum del que hablase
Heidegger, sobretodo por no ser objetivable, y que tampoco es ya un sujeto. Husserl remite esta
instancia del “ámbito egológico transcendental” al Lebenswelt, y en su idea de mundo se hallan
condensadas el “conjunto de pre-nociones y pre-juicios, el universo de sentidos inmediatamente
dados a la conciencia”, que funda todo análisis y reflexión. Elías José Palti indica que el Ego
“indicaría, precisamente esa indicación primitiva (doxa) abridora de un mundo”. Pero diferente a al
10 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 30, 31
11 Laura Llevadot. Zambrano-Spinoza. Elementos y tránsitos del pensar en Claves de la razón poética.
María Zambrano, un pensamiento en el orden del tiempo. (Madrid: Trotta, 1998)142
12 María Zambrano. Hacia un saber sobre el alma. (Madrid: Alianza, 2012) 201
13 Antonio Gómez. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. (Barcelona: Gedisa, 2021) 93
14 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 17
mundo despojado de misterio que requiere el racionalismo y la “disposición técnica hacia los
fenómenos”.15

B. S.XX

En el s.XX el estructuralismo denota la radical contingencia de los modos de comprensión


del mundo que llevó a cabo la fenomenología para volverlo en su contra y “descartar así la
existencia de instancia subjetiva alguna colocada por fuera o previa a sus propias condiciones de
existencia, de algún tipo de Ser del cual los sentidos emanan”.16 Al carecerse de tal instancia y verse
los sistemas desprovistos de su dinamicidad inherente, la “emergencia de lo contingente, que es el
presupuesto implícito en este sistema de saber, no podría ya explicarse”. Dicha operación producirá
una oscilación permanente entre estructuralismo y fenomenología, ya que ambos forman parte
integral y articulan juntos un “suelo arqueológico común”.17
Palti indica que Foucault no pudo superar esta oposición por hallarse su pensamiento mismo
incardinado en ese mismo régimen de saber, siendo su horizonte idéntico y resultándole imposible
objetivarlo desde un lugar exterior. Dicho de otro modo, por hallarse en su horizonte, fundamento
visibilizador que no es él mismo visible.18 Sin embargo, a partir de 1966, año de publicación de Las
palabras y las cosas, este suelo epistémico foucoltiano comienza a erosionarse con velocidad y
permite la revelación de la “historicidad y contingencia de la propia oposición entre estructuralismo
y sujeto”.19 Se pasa a percibir dicha antinomia como “construcción intelectual” basada en una serie
de “presupuestos contingentes” que pierden veracidad a medida que se concatenan sucesivos
desplazamientos de horizonte.
Pese a todo, el preciso ejercicio arqueológico de Foucault parece gravitar en torno a un
centro, en movimiento pendular, que si no es sujeto, actúa como tal. Y este centro posee una
atracción innegable a los sentidos de su discurso que, evitando la dialéctica conscientemente, se
halla atravesado por ella, por ser su propia idea verdadera de sujeto moderno en realidad tomada de
Hegel, “aunque nunca lo afirme explícitamente”.20 En concreto de la expresión que abre la
Fenomenología del espíritu: “de lo que se trata es pensar lo Absoluto no solo como substancia, sino
también como sujeto”.
Con esto no se pretende criticar, invirtiendo su sentido, la valiosa aportación de Michel
Foucault, indispensable y en ocasiones transparente, pero sí señalar que su riguroso análisis, -que
permite abordar el estudio del sujeto desde una óptica que supera la tradicional de la historia de la
filosofía, de corte idealista-, no tuvo las implicaciones que podrían esperarse de una reelaboración
tan radical y original. Por ejemplo, Vigilar y castigar produjo una cierta revisión teórica general que
incentivó indagaciones en los “procesos de formación de algunos aspectos olvidados del Estado
liberal”21 a partir de su publicación en 1975. Inspirados en Foucault se llevaron a cabo en España,
en los años 90 indagaciones sobre las infracciones legales y sus castigos con un planteamiento que
permitió percibir las servidumbres y la lógica política del régimen liberal, que proyectaba sobre el
estudio histórico de la delincuencia, todavía a finales del s.XX, la mirada de los tratadistas
burgueses del s.XIX. Sin embargo, el hecho de suscitar una nueva mirada no es suficiente para crear
una nueva racionalidad.

15 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 43
16 Íbid., 44
17 Íbid.
18 María Zambrano. El hombre y lo divino. (Madrid: Alianza, 2020) 230
19 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 45
20 Íbid., 30-31
21 Pedro Trinidad Fernández. La defensa de la sociedad. Cárcel y delincuencia en España (siglos XVIII-
XX). (Madrid: Alianza, 1991) 12
C. CONTEMPORANEIDAD

Avanzado el siglo, la oposición entre sujeto (entendido como acción intencional), y


estructura (entendida como sistemas autorregulados) padece a su vez una mutación en su horizonte,
en la cual, según cifró Emile Meyerson en 1964, se hallaba un presupuesto subyacente, y es que “la
razón procede de identidad en identidad, de modo que esta no puede representarse la diversidad de
la naturaleza”22. Así que siendo la razón incapaz de generalizar fuera de lo dado, el acontecimiento
sería “inaprehensible según conceptos”23. Y sin embargo esta idea de acontecimiento atraviesa parte
los desarrollos del pensamiento de los últimos veinte años. Acontecimiento que, en última instancia,
“quiebra la idea de una oposición entre cambio y racionalidad”24 asentada sobre ese presupuesto
subyacente que indicara Meyerson.
El acontecimiento es un acto institutivo que presupone una “fisura ontológica”, una
“carencia inherente que impida la clausura estructural”25. Es necesario crear un espacio de
indecibilidad para que haya un sujeto y la oposición entre el sujeto Ego y su estructura es disuelta
por la des-estructuración, en que el sujeto es un efecto. Derrida tomó de Platón la khôra,26 que para
el griego era el “vacío en el que el demiurgo inscribió a los objetos”. Esta es la concepción de
sujeto, fisura ontológica que a diferencia del sujeto hegeliano no está en un momento de caos al que
seguirá uno de orden, resuelto en dialéctica. Esta concepción pasó a los modelos cibernéticos con
retroalimentación positiva, donde las desviaciones que aparecen tienden a ser reforzadas por
fluctuaciones subsecuentes, y el propio sistema se abre no sólo modificando sus resultados internos,
sino también respecto a las propias reglas que determinan su desarrollo.27
Se trata del sujeto que emerge en las corrientes “postfundacionales” y que no se trata de
“aquello que que funda el sentido”,28 sino que indica su propio punto de quiebra, el “vacío de
sentido”29 que lo genera y la eventual clausura de esa “brecha ontológica”30 que supone. Su
definición sería un sinsentido, perdida su sustancia, pero el hecho de conservar la categoría obliga a
dilucidar su dimensión y aproximarla a sus implicaciones políticas. En María Zambrano se
encuentra un sujeto que posee una cualidad más bien porosa, lo cual lo legitima a una relectura
actual ya que su propia porosidad podría dar lugar a una extraña transmutación, aunque en la idea
de pueblo que aporta en Persona y democracia aparezca sustancializado, como sustratum.31

3. EL SUJETO PUEBLO DE LACLAU-MOUFFE Y MARÍA ZAMBRANO

La lógica de la formación de las identidades colectivas atraviesa toda la obra de Laclau y


Mouffe, y se conjuga en dos problemáticas fundamentales: la “centralidad ontológica de lo político
y el carácter hegemónico del vínculo social”.32 Reformulan el proyecto socialista y en este sentido
se aprecia alguna coincidencia, y más de una diferencia, con algunas ideas que María Zambrano
desarrolla en Persona y democracia (1958), cuya aportación resultará decisiva en lo tocante a
adentrarse a entender la conflictividad, la lógica del antagonismo que subyace a los postulados
políticos de Laclau y Mouffe.

22 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 45
23 Íbid., 45
24 Íbid.
25 Íbid., 46
26 Íbid.
27 Íbid.
28 Íbid., 47
29 Íbid., 47
30 Íbid.
31 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 187
32 Antonio Gómez Villar. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. (Barcelona: Gedisa, 2021)18
La teoría revolucionaria marxista o anarquista, indica Zambrano, trató de “fundar y legitimar
ese “nuevo mundo” que postulaba en el pasado, en un pasado perdido”.33 De un modo lógico,
partiendo de una premisa cierta. Pero sin embargo, para Zambrano, la historia se funda en el futuro,
que es aquello hacia lo que se dirige, y al alcanzarse su “aparición” todo queda, de algún modo,
comprendido y realizado.34 El sujeto del “espíritu” es sinónimo de la vida en Hegel, y dicho sujeto
es el Estado. El individuo es “entregado en pasto” a este sujeto divino del estado, y su “moralidad:
vida y libertad inajenables”, le es sustraída, pues Hegel sume en la enajenación “a todos los
hombres al desposeerlos de su carácter de ser sujetos de la historia”. Ya que la moral, que es la
“sustancia” o el atributo de “carácter propio” del individuo, le es transferida al Estado, que pasa a
ser “su sujeto único adecuado”.35
Zambrano reconoce un origen común al individuo y a la sociedad, pero el concepto de
sociedad equivale, en un principio, al de Naturaleza. Para ella, sociedad es al individuo, ya persona,
lo mismo que la naturaleza es al hombre primitivo, en el estadio anterior que debió existir sin
necesidad de sujeto. El hombre social vive la sociedad como naturaleza. El hombre primitivo vive
en sociedad con la naturaleza: se relaciona socialmente con los frutos que le sustentan, con los
obstáculos que le oprimen el paso. Zambrano sitúa el origen del modo de proceder del hombre
social en la polis griega, donde a su entender el individuo se despoja de toda máscara para dejarse
ver como hombre sin más “aditamento”. Se trata del hombre perteneciente a un sujeto colectivo, el
pueblo, que en el pensamiento de Zambrano es también sustancia.36
El pueblo en el pensamiento de Zambrano es en última instancia “fuente y raíz”, y cuando
emerge “como realidad, aparece como origen”. Es la realidad radical de donde emanan todos los
procesos históricos. Los movimientos que realiza el pueblo, para Zambrano, se inscriben en el
“anonimato del consenso”, sean “hazañas o crímenes”, pues aunque sujeto, el pueblo no es
individuo. Y “no reconoce tampoco ningún tribunal ni instancia superior, ante la cual justificarse: la
naturaleza o lo divino”. Por su condición humana, sufre momentos de depresión después de alzarse
heroicamente, cuando entiende que “estaba solo” en ese proceso, llegando a abatirse y arrastrarse a
los pies de un “improvisado ídolo” y llegando incluso a revolverse contra “personas salidas de su
seno”, “que persisten en conducirlo hacia la libertad”.37
Zambrano, en Persona y democracia, apunta dos sentidos para la palabra “pueblo”, uno más
cercano a plebs, que lo define como “realidad anónima que padece, más que hace, la historia, que
interviene sólo en esos momentos extraordinarios, esa especie de “éxtasis históricos” que luego
resultan ser paradójicamente los momentos más históricos”. Y el más cercano a populus como
referido a a la “totalidad, que incluye a todos los miembros de una sociedad determinada”, y que es
el “supuesto de la democracia: que toda la sociedad sea pueblo”. Advierte del peligro de incurrir en
demagogia que conlleva la categorización del sujeto pueblo tanto en un sentido próximo a plebs,
como en un sentido próximo a populus. “Hablar desde el supuesto de una cualquiera de esas dos
concepciones del pueblo es, pues, demagogia”38. Ya que la primera supondría aplastar a las clases
no incluidas en ese pueblo, y la segunda una democracia “totalitaria”, donde el valor del individuo
no sería “reconocido ni respetado”. La demagogia no es otra cosa que la “degradación del pueblo en
masa”. Supone privar al pueblo del desarrollo humano pleno que significa para Zambrano el vivir
como persona, que “entraña conciencia y responsabilidad”.
El pueblo del populismo de Laclau es una plebs que reclama ser el único populus legítimo, y
esa determinación, esa lógica de construcción, es la “razón populista”. En cierta manera, para
Zambrano, esta teoría podría insinuar una forma de demagogia porque “no propone una superación

33 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 140


34 Íbid.
35 Íbid., 142
36 Íbid., 139-157
37 Íbid., 190
38 Íbid., 198
que le conduzca a que esas oposiciones no tengan lugar, a lo menos, en forma de conflicto”39. Para
armonizar ambas posiciciones habría que relizar quizá un intercambio de términos, pues el
institucionalismo40 de Laclau se comportaría en parte como el demagogo en Zambrano. En Laclau,
“el pueblo no está definido a priori”, se trata de un sujeto que se construye en una narrativa
procesual de lo que él llama “articulación”. De algún modo, supone la creación de un pueblo en un
modo constructivo a partir de una situación de indigencia, pues las demandas que dan lugar a la
articulación de una “cadena equivalencial” parten siempre de una situación de brecha sistémica, de
necesidades sociales no atendidas institucionalmente.
Su pueblo populista,- plebs con pretensión de populus-, posee esa cualidad spinozista que
dice que “las imaginaciones no se desvanecen ante la presencia de lo verdadero, sino porque se
presentan otras imaginaciones más fuertes”.41 Se trata de una fuerza motriz que consigue obligar al
sistema a reinventarse, al romper su dialéctica institucional con la creación de un ente vivo que
razona por otras vías. En el populismo, la articulación sirve a la mirada política para definir el
contorno de lo que es el pueblo, una “práctica de construcción de identidades”.42 En Horizonte del
liberalismo, Zambrano apunta algo que rectifica algunas lecturas hobbesianas de Laclau, y es que
“mientras el dogmático conservador se sirve de la razón como medio de conocer y de supeditar la
realidad a la idea, el revolucionario, que cree ante todo en la vida, presenta la intuición frente a la
razón, la realidad siempre renovada frente a las inmóviles ideas”. Es decir, que la esperanza en la
hegemonía populista tiene un carácter marcadamente horizontal, donde las equivalencias tienen más
peso que las propias demandas, que unidas, conforman un “reclamo”.43
Entre esta manera de articularse el pueblo de Laclau-Mouffe y la perspectiva que aporta
Zambrano existe una concordancia que la filósofa española lleva a una evidencia en el uso del
lenguaje. Afirma que suscita “el modo de expresión popular, en quienes no están a ella habituados,
la impresión de que sea una defensa o una máscara que esconda los verdaderos pensamientos: se ve
en ella desconfianza y aun doblez”44. Sobretodo es denotado por la ausencia o poco uso del “yo”,
que a su entender, - y debía ser más cosa de su tiempo que del presente-, era propio de
“intelectuales, poíticos y burócratas”45. Es propio del pensamiento político zambraniano un
“compromiso apasionado”46 con el pueblo. Por ejemplo, Zambrano ve en este hablar popular una
reminiscencia de “la palabra exacta con el tono justo”, aquello que los egipcios entendían por
verdad. Las frases hechas y los modos populares de expresión recogen una vieja tradición de
sabiduría que presenta aspectos que dan “prueba de la madurez de una cultura, de una verdadera
experiencia, pues hay cosas que no pueden decirse por demasiado evidentes o porque el hecho de
decirlas no las modificaría para nada, y aun: por resultar de mayor eficacia que el interlocutor las
descubra por sí mismo, como asegura la más moderna pedagogía”.47 Además, dota de cualidad
estética a este lenguaje: “Hay una mezcla de sobriedad y de riqueza, un sobrio esplendor en el
lenguaje popular, análogos a la música de un órgano, pues tiene multitud de registros, mientras que
el nuestro civilizado deja oír uno solo”.48
La música es recurrente en su discurso, que apela reitaradamente al principio de armonía
entre opuestos de Heráclito, en oposición al ser de Parménides. Este patrón lo translada al sujeto

39 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 198


40 Antonio Gómez Villar. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. (Barcelona: Gedisa, 2021)18
41 Laura Llevadot. Zambrano-Spinoza. Elementos y tránsitos del pensar en Claves de la razón poética.
María Zambrano, un pensamiento en el orden del tiempo. (Madrid: Trotta, 1998)144
42 Antonio Gómez Villar. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. (Barcelona: Gedisa, 2021)18
43 Íbid., 45
44 Íbid., 201
45 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 201
46 Tema desarrollado ampliamente en Ana Bundgard. Un compromiso apasionado:María Zambrano. (Madrid:
Trotta, 2009)
47 Íbid., 202
48 Íbid., 203
pueblo, que se comporta, cuando es explicitado (con una frecuencia armónica a lo largo de toda su
obra) más como el sujeto musical de las fugas que como el sujeto racionalista. No es que sea un
sujeto musical específicamente, pero de alguna manera está musicalizado. Sufre transfiguraciones e
interactúa en un tejido que contiene una cierta armonía, hecha de disonancias y resoluciones, pero
se expresa, comunica, y sus sentidos no acaban en un absoluto racional alcanzado por dialéctica,
sino que más bien llega incluso a invertir su sentido.
Cita el ejemplo del pueblo de Madrid que resistió heroicamente a la invasión napoleónica y
poco después gritó “vivan las cadenas”. 49Algo similar a ¡viva el zar! Que gritaban los rusos después
de que Lenin instaurara el régimen soviético. 50
El sujeto de Laclau-Mouffe presenta ciertas características que lo acercan al sujeto
comentado por Zambrano en Persona y democracia. Pero en su base parece haber una diferencia
fundamental: el sujeto de Laclau y Mouffe se inscribe en una teoría no esencialista51. Esto es, se
renuncia explícitamente a esta categoría, que resulta imposible de “determinar a priori”.52De hecho,
lo político, para Laclau-Mouffe pertenece al propio desarrollo de los procesos de lucha y no a la
conciencia. Supone un abandono de la dialéctica marxista, a la cual recurren para deconstruir alguna
de sus categorías. Por ejemplo, las clases sociales, que en el marxismo son sujetos socialmente
construidos.

4. CONCLUSIONES

Las diferentes categorías de sujeto que se han tratado de recoger en este trabajo se han
iniciado con el ejercicio arqueológico de Focault, para llegar a la salida que en la contemporaneidad
ha tenido el sujeto adscrito a ese vacío de sentido. Después se han tratado de hilvanar algunas ideas
sobre el sujeto pueblo en Laclau-Mouffe y María Zambrano de un modo un tanto contrapuntístico,
en el que las disonancias y aporías quedan irresueltas, no siempre sintetizadas. De este modo parece
que se percibe mejor, paradójicamente, cual es esta idea de sujeto al que se ha querido aproximar.
La epistemología del sujeto político y su estudio implican acercarse a una cierta “crisis de
carácter civilizatoria”53 de la que no se puede salir por la propia telaraña que se teje.54 La voz de
María Zambrano aquí, el emplazamiento desde el que teoriza, más que una dilucidación de la idea
de sujeto en filosofía formalizada escolarmente, como realizan J. Elías Palti et al., tiene por sí
misma un valor trascendente: la aportación de su propio horizonte vital. Porque la mayoría de las
referencias aportadas pertenecen a Persona y democracia, obra firmada en Roma en 1956, durante
su exilio, que abarcó cinco décadas. Según Agapito Maestre, “quizás” numerosas distorsiones en su
lectura hacen que continúe en el exilio. Esta dimensión del exilio la traslada en otros lugares de su
pensamiento a la propia condición del sujeto moderno, “exiliado cósmico”, lo cual no deja de ser
una aportación original.
Su obra es del pueblo, su pueblo, y pretende formar parte íntegra de su performatividad
constitutiva uniéndose a su sentir desde la distancia que supone el exilio. En lo filosófico opera un
intento de definir el pueblo español como una “esencia con estatuto ontológico”.55 El “nacionalismo
cultural” que impregna su obra ficcionaliza una identidad peculiar de lo hispánico bajo un signo

49 María Zambrano. Persona y democracia. (Madrid: Alianza, 2019) 190


50 Antonio Gómez Villar. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. (Barcelona: Gedisa, 2021) 11
51 Íbid., 19
52 Íbid.
53 Elías Palti et al.. El concepto de sujeto en el pensamiento contemporáneo. (Buenos Aires: Prometeo
Libros, 2021) 9
54 María Zambrano. El liberalismo y la religión (el problema del individuo) en Horizonte del liberalismo en
Obras Completas vol. 1 (Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2015) 91
55 Ana Bungaard. El binomio España-Europa en el pensamiento de Zambrano, Ferrater Mora y Ortega y Gasset
en Claves de la razón poética. María Zambrano, un pensamiento en el orden del tiempo. (Madrid:
Trotta, 1998) 48
romántico-alemán heredado de la generáción del 98.56 Entre unas notas y breves pretextos a Los
intelectuales en el drama de España, se esquematiza la composición un texto que después no
redacta de la siguiente manera:

El Pueblo
No es la muchedumbre. El conglomerado
Menos que nada la plebe
No es una clase
Lo envuelve todo.
Lo unifica sin borrar la individualidad, ni la acción propia, ni la fisionomía. Transciende todo.
Así no se puede estar con el pueblo, ni ir hacia el pueblo
No se desciende
(Experiencia anterior)57

56 Mercedes Gómez Blesa. Presentación de Pensamiento y poesía en la vida española . En Obras completas. Vol
1. (Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2015) 518
57 Zambrano, María. Los intelectuales en el drama de España . En Obras completas. Vol 1. (Barcelona: Galaxia
Gutemberg, 2015) 124
5. BIBLIOGRAFÍA

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--- Persona y democracia. Madrid: Alianza, 2019.

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