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El Otro en la literatura
En principio, pensar en la literatura infantil implica focalizar la mirada en los umbrales del
siglo XXI porque dependiendo del contexto entre el emisor y el receptor se puede entrar a
reflexionar sobre ese discurso literario como una forma en la que la condición humana puede
expresar su relación e interpretación con el mundo; entendiendo el texto como “un producto cuya
suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo” (Eco, 1977, p.79).
En ese orden, pensar la literatura infantil es centrar la mirada en la indagación ontológica que
realiza el “Yo” en relación con los fenómenos que le presenta el mundo, dotándolos de una visión
particular por medio de su relación con el lenguaje y la representación artística. Sin embargo, el
carácter abierto del que ha sido provisto la literatura infantil desde su aparición en su dificultad
de definición la decanta como un discurso único y heterogéneo ligada a los niños y jóvenes.
Las obras infantiles desde su existencia han sido determinadas expresamente por los adultos
que son quienes producen y eligen en principio las obras literarias que deben leer sus hijos,
porque se toma la trama de las historias como una herramienta pedagógica o didáctica en la
construcción de mundo de los infantes. No es, pues, una literatura menor como se le ha querido
adjudicar desde su difusión folclórica hasta la aparición de la imprenta que impulsó el texto
escrito, ya que parafraseando a Umberto Eco toda obra de arte es un dispositivo que organiza una
trama, comunica y abre la posibilidad de ser interpretada polisémicamente. En efecto, las
narrativas infantiles al igual que la literatura –lo canónico, lo que se debe leer, saber y enseñar–
construyen una ideología desde la visión del artista y dependiendo la época de cada lector se hace
una interpretación desde su cosmovisión.
Carlos Andrés Caicedo Bolaños
Así pues, el libro álbum ha sido unos de los formatos que mayor acercamiento a la literatura
infantil o a la literatura en sí ha convocado lectores por su llamativa apariencia, y es que una de
las ventajas que tiene la palabra escrita es su carácter de evolución a diferentes formatos o
dispositivos que responden a su propia difusión sea desde la escritura, la imagen o la oralidad.
Esa posibilidad de comunicación o acceso a la literatura es una herramienta vital hoy en día –
siglo XXI– que se caracteriza por el consumo de la información –o la desinformación–, a través
de las plataformas virtuales que crean ideologías democráticas en la participación activa de los
individuos. Ello porque este siglo se ha visto atacado por un síntoma que apareció por primera
vez hace algunos meses en China y se conoce como coronavirus, causando una epidemia global
que ha paralizado el mundo de este a oeste, ya que los gobiernos han decretado cuarentena total y
con ello las personas deben quedarse en sus casas.
Ese panorama aciago ha dado la oportunidad a la literatura o las ciencias del espíritu un lugar
importante en la humanidad, porque al fin y al cabo el mundo está hecho de historias y sobre ellas
se reflexiona, se aprende y mejor aún se construyen mundos posibles habitables tanto en la
imaginación como en la realidad.
El libro álbum
Una de los formatos más importantes de la literatura infantil es el libro álbum como lo
proponen Evelyn Arizpe y Morag Styles en su texto ¿Cómo se lee una imagen? El desarrollo de
la capacidad visual y la lectura mediante libros ilustrados, porque se plantea una nueva
problemática frente a la literatura erigida sobre la imagen, porque los lectores están
acostumbrados a hacer las decodificaciones sobre el tejido de las letras y dejan atrás un elemento
importantísimo para entender el texto: las ilustraciones. Ello porque hay un poca o nula
formación en la educación visual como constructo de sentido en una época en la que la imagen se
concibe como dispositivo de seducción informativa.
El texto citado podría servirnos para atribuir a la doctrina platónica el origen de la preocupación
educativa por las creaciones literarias destinadas al niño. Se trata del clásico propósito horaciano del
«instruir deleitando » que ha invadido las obras destinadas al niño desde sus comienzos —finales del
XVIII, principios del XIX— hasta bien entrado el siglo XX. Habría que preguntarse si todavía hoy en parte
de la creación literaria dirigida a nuestros niños, escondido bajo las apariencias de innovaciones
formales, no subyace el lema horaciano (Tabernero, 2005, p.25).
La oralidad
Así pues, la oralidad funciona como portadora de un sistema de pensamiento, para este caso,
su función se da través de la lectura literaria en la construcción de mundos posibles y con ello la
formación de nuevos criterios y reflexiones en este mundo posmoderno atacado por la
desinformación, la angustia y la locura. Se busca que la función comunicativa de la escritura se
concretice en una superficialidad; esto es, que la información que se plasma se reflexione o mejor
aún se comparta, porque la literatura es la muestra fehaciente del pensamiento del ser humano en
sus luchas, sus derrotas y sus victorias frente a la condición humana o la naturaleza, en otras
palabras, es la unificación del hombre con la historia y el saber.
Esa unificación planteó la viabilidad de compartir a través de las redes sociales audios sobre
la literatura sea infantil, sea cuento, poesía, ensayo o hasta la misma creación literaria en aras de
reflexionar sobre los tiempos aciagos del siglo XXI por el coronavirus. En sí, se creó un espacio
para generar la reflexión, buscar caminos y propiciar la cordura a través de la mímesis y la
poíesis que se consolidan como el germen de la actividad literaria, porque la sensibilización del
arte de la palabra es y será siempre el lugar de la posibilidad. En el viaje a la ficción podemos ser
todo aquello que en la vida real no. La ficción tiene una dimensión antropológica, de ahí la
importancia de ver en los mundos posibles la vía de escape a una realidad que corta nuestras alas
e imaginación, pues la literatura se rebela y transgrede a la vida.
Carlos Andrés Caicedo Bolaños
Pero la imaginación ha concebido un astuto y sutil paliativo para ese divorcio entre nuestra realidad
limitada y nuestros apetitos desmedidos: la ficción. Gracias a ella somos más y somos otros sin dejar
de ser los mismos. En ella nos disolvemos y multiplicamos viviendo muchas más vidas de las que
tenemos y de las que podríamos vivir si permaneciéramos confinados en lo verídico, sin salir de la
cárcel de la historia” (Vargas, 2002, p.5).
En síntesis, pensar la literatura infantil es reflexionar sobre el estatuto de sentido sobre el que se
sientan las bases de un escrito que permite indagar, conocer, reflexionar y representar el mundo.
En ese sentido, es necesario concebir el texto infantil como una poética del pensar, en la que a
través de las ilustraciones y el texto se propende por un ejercicio y una búsqueda constante de
construir y representar una visión sobre la realidad en una dialéctica significativa entre el Yo y el
Otro que, en últimas, es lo que nos hace humanos:
¿Qué nos hace humanos?
En los intersticios de mis cavilaciones nocturnas se desliza una idea que me avasalla y
usufructúa mi pensamiento de tal modo hasta dejar de habitar en el borde, para erigirse en mi
pensamiento mismo. ¿Qué nos hace humanos? Acaso el lenguaje y la posibilidad de simbolizar
por medio de él es una de las respuestas que trato de darle en diversos momentos. Pero no, la
interpelación sigue latente. Debía elaborar más tal premisa. Si el lenguaje es lo que nos hace
humanos, lo es por la posibilidad que suscita de dirigirse a Otro. Pero, ¿qué hay ahora? El Otro
está encerrado, confinado en los recodos de su casa, agazapado, con miedo. Miedo a perder su
empleo, su familia. El Otro, el Otro es lo que nos hace utilizar el lenguaje; pero, ahora, ese Otro
puede aniquilarme. Puedo ser y dejar de ser por el Otro; la vida últimamente urde varias ironías.
Si el Otro me hace ser, también tiene la posibilidad de mandarme al no- ser, a la nada a unirme
con el todo. ¿Qué hay de aquella persons que amo y que no he podido ver en este tiempo? Al
verme privado de su presencia, también me veo en el no-ser; en la incapacidad de verles,
escucharles, abrazarles, sentirles... ¿Y ellos: mis padres? Aguardan con fervor y esperanza.
Carlos Andrés Caicedo Bolaños
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Evelyn Arizpe y Morag Styles en su texto (2002) ¿Cómo se lee una imagen? El desarrollo de la
capacidad visual y la lectura mediante libros ilustrado. Consultado el 6 de abril del 2020 en:
http://www.lecturayvida.fahce.unlp.edu.ar/numeros/a23n3/23_03_Arizpe.pdf
Tabernero, Rosa (2005) Nuevas y viejas formas de contar. España: Prensas universitarias