Está en la página 1de 3

El zorro de las uvas

Yacía un pequeño zorro dormido sobre el césped del soto cercano a un


hermoso lago de agua cristalina. Pese a ser un adulto, aquél zorrito era
relativamente pequeño a comparación de otras especies semejantes, cosa
que limitaba su supervivencia.
El zorrito, descansando en el pasto verde a horas un poco lejanas al
amanecer, despertó abruptamente por la necesidad de saciar su hambre.
Se levantó, además de buscar comida, para presenciar el bello sol que
hacía rebotar su luz en el agua haciendo que fuera totalmente
transparente el lago, para ver las hermosas arboledas salientes de su
alrededor, así como los arbustos robustos llenos de frutos (probablemente
venenosos) que brotaban de los mismos, y sentir el viento fresco que lo
hacía darse cuenta de su encantadora existencia.
Después de esta brevísima pero maravillosa experiencia, logró retomar
su trayecto inicial: encontrar comida por alguna parte. Entonces extendió
sus patas y observo el lago, carente de toda vida marítima; hecho que lo
defraudó ya que no había justificación alguna para aquello recientemente
visto.
Luego volteó hacia su izquierda: sólo arbustos llenos de hojas para los
holgazanes insectos que tenían la mayor parte de su subsistencia
asegurada, por lo que durante un instante deseó ser un insecto por su casi
éxito de alimento para toda su vida sin tener algo de lo cual preocuparse.
Después de toda aquella decepción que sintió, miro a su derecha: un gran
vid. De pronto corrió con alegría, sin tan siquiera fijarse a su alrededor, a
por el vid, cosa que le otorgaría un alimento, o por lo menos, un
aperitivo.
Había encontrado uvas, pero por su emoción segante no reconoció su
minúsculo tamaño para alcanzarlas. Entonces saltó, y después saltó, y
posteriormente también saltó, pero sin fortuna alguna.
No pudo alcanzarlas, ¿Qué podría haber hecho mal? Miro atrás y vio a
otro zorro, que observaba su fracaso; entonces nuestro protagonista, para
no ser visto como incapaz, simplemente dijo:
- ¡Tales uvas que presencie no merecen la pena!, están verdes y, pese a
su tamaño, podrían ser desagradables. – Replicó con intención de
justificar su fracaso ante el otro zorro.
Entonces se marchó con indiferencia, y simplemente fingió lo sucedido.
Por lo cual podemos, en adecuadas ocasiones, hacerse como el zorro de
las uvas: fingir el desprecio hacia las cosas y metas que nunca, o
posiblemente nunca, podremos conseguir o alcanzar.
Ya que, si no puedes obtenerlo, el desprecio o la ignorancia hacia lo que
no podemos obtener es la mejor de las venganzas.
Jacob González Romero

También podría gustarte