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TEMA CON MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNION

PASTORAL 2023, SAN PEDRO PINULA

Primera reflexión: EL PAN Y LA COMIDA

1. LECTURA del texto bíblico ¿Qué dice el texto?

“Por lo que a mi toca, del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber, que Jesús,
el Señor, la noche en que iba a ser entregado tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y
dijo: ‘Esto es mi cuerpo entregado por ustedes, hagan esto en memoria mía’. Igualmente
después de cenar, tomó el cáliz y dijo: ‘Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre,
cuántas veces beban de él, háganlo en memoria mía’. Así pues, siempre que coman de este
pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que el venga”.
1 Cor 11, 23-26

• San Pablo transmite la tradición recibida del Señor


• Jesús antes de su pasión nos dio su Cuerpo y su Sangre
• Hacer esta acción litúrgica es conmemorar la muerte del Señor Jesús

2. EXPLICACIÓN del texto bíblico ¿Qué les dijo a sus primeros destinatarios?
Mensaje

San Pablo, coloca este recuerdo de lo que hizo Jesús a favor de los hombres en el contexto
de las reuniones que hacía la comunidad de Corinto, a saber, se reunían para alabar a Dios y
bendecirlo, pero esas reuniones estaban teniendo otro sentido: sólo se juntaban para comer
los alimentos ordinarios y, mientras unos comían mucho otros sólo veían porque no tenían,
eso generaba divisiones, sobre todo entre ricos y pobres y para nada buscaban la gracia de
Dios. El Apóstol los amonesta y corrige diciendo que en esas reuniones tiene que hacerse lo
que él había hecho y enseñado conforme a la tradición recibida de Jesús: tomar el pan y beber
el cáliz del Señor. Ese es el fin primario de las Asambleas (Cf. 1 Cor 11, 17-34).

En este contexto, la fidelidad a la tradición tiene un valor sagrado, porque si se sigue tal cual
es, conduce a la salvación, pero si no se hace como tal, comemos nuestra propia condenación
(Cf. 1ª Cor 11, 27-29). Ser fieles a la enseñanza de los apóstoles tiene grandes riquezas
espirituales.

Por último, san Pablo pone de manifiesto que Jesús entrega su Cuerpo y su Sangre por su
salvación como símbolo de una nueva alianza, la cual implica, derechos y obligaciones. El
derecho es que Dios los va a bendecir abundantemente y el deber es que esa acción siempre
tendrá que ser una conmemoración (algo más que un recuerdo) de la salvación realizada por
Jesús, siempre en su Nombre. Es una invitación a los Corintios a celebrar con fe, lo que en
la Iglesia se llama la última Cena del Señor.

3. APLICACIÓN del texto bíblico ¿Qué nos dice a nosotros hoy? Mensaje
Este texto es una invitación de San Pablo para celebrar la Sagrada Eucaristía con un corazón
limpio, alejado de las divisiones y soberbias. Para hacer nuestras reuniones con un sentido
eclesial, poniendo a Cristo como cabeza y centro de las mismas.

La Eucaristía es una comida entre hermanos, lo cual implica reconocer la igualdad de


relaciones entre los miembros de esta comunidad. La Eucaristía crea la Iglesia, cuando los
que participamos en ella nos vemos sin distinción, tenemos los mismos ideales, hablamos el
mismo lenguaje y compartimos los mismos sentimientos y padecimientos. Entre nosotros no
debe haber diferencias sino relaciones de fraternidad y de solidaridad, esa es la verdadera
comunión.

La cena, en familia, adquiere una dimensión antropológica trascendente porque no solo se


comparte un mismo alimento sino la vida misma. La mesa (comida-cena) es un espacio
privilegiado para poner sobre ella las experiencias vividas cotidianamente. Es un espacio
propicio para entregar a los seres amados las victorias y logros del día, pero también las
derrotas y fracasos para sobrellevarlas entre todos. Es un banquete celebrativo, por eso debe
reunir los elementos de una fiesta.

4. PROFUNDIZACIÓN DEL TEXTO ¿qué cosas más podemos saber del texto?

El CALIZ es la copa utilizada para beber el vino en las fiestas o cenas importantes. En este
caso, la Pascua era la fiesta más importante donde se usaba, diciendo en ella las hazañas
hechas por Dios a su pueblo (Beraká). Hoy en día, los sacerdotes usan el cáliz en la Sagrada
Eucaristía y al ponerle el vino para la consagración dicen: “Bendito seas Señor Dios del
universo por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu
generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros bebida de salvación” (Misal
Romano).

El PAN que se utilizaba casi siempre era de harina de cebada (Jue 7,3 2Re 4,42 Ez 4,9 Jn
6,9.13); el pan de trigo era un lujo. Comer el pan con alguien significa una comida, un
banquete, especialmente una comida de alianza (Gén 31,54 y Lc 14,15). Los panes ácimos:
(en hebreo massot) son tortas de pan, delgadas y sin levadura, que se amasaban cuando surgía
un compromiso imprevisto (Ex 12,33ss) y en tiempo de la recolección (Rut 2,14 JOS 5,11)1.

La PASCUA para los judíos era la fiesta que conmemoraba lo que Dios hizo con su pueblo
al liberarlo de la esclavitud de los egipcios (Ex 12,11-14), era el paso de la esclavitud a la
libertad. La EUCARISTÍA es la nueva pascua de los cristianos, es la fiesta de la liberación
porque recuerda y hace presente la RESURRECCION DE JESUS, su paso de la muerte a la
vida, de la esclavitud a la libertad2. La BENDIDICIÓN de los panes en la Parroquia se hace
después de la celebración de la última cena, donde llevamos el pan que abundará en las
familias una vez que es puesto en las manos de Dios.

1
“Pan” y “Ácimos” en: Diccionario bíblico, Biblia de Jerusalén en CD ROM, versión multimedia.
2
GONZALEZ RAMÍREZ, J., Un proceso de formación para grupos juveniles, pp. 193-194.
Segunda reflexión: LA FRATERNIDAD, AMOR Y AMISTAD

1. LECTURA del texto bíblico ¿Qué dice el texto?

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote,
hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos
y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de
los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste
le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo
entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor,
no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se ha bañado, no
necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Sabía
quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.» Después que les lavó los
pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues
si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho
con vosotros.»” Jn. 13,1-15

• Que Jesús amó hasta el extremo a los suyos


• Que Jesús les lava los pies a sus discípulos
• Que Jesús pide que este gesto se realice entre sus mismos discípulos

2. EXPLICACIÓN del texto bíblico ¿Qué les dijo a sus primeros destinatarios?
Mensaje

En primer lugar podemos decir que Jesús busca dar un ejemplo de humildad y de servicio.
Algunos de los discípulos ya se habían peleado entre ellos por querer ser los primeros u
obtener privilegios de un puesto; sin embargo, Jesús les muestra con este gesto, lo que ya
había dicho con sus palabras: “quien quiera ser el primero que sea el último, y quien quiera
ser el más grande que sea su servidor” (Mt 20, 20-28). Todo esto en el contexto del amor.

También Jesús pretende buscar la igualdad entre sus discípulos y para ello usa el ejemplo de
lo que él ha hecho: lavar los pies a todos sin distinción. Ese mismo gesto deben repetirlo
ellos al ponerse al servicio unos de otros y estar dispuestos a compartir la misma suerte.

La limpieza o purificación es una parte importante para entrar en comunión con Dios o
formar parte del banquete de su Reino, por eso hace este gesto simbólico y utiliza el agua,
como un signo que purifica. Esa misma agua, es la que brotará de su costado y purificará,
por la gracia del Espíritu, a la Iglesia naciente. El discípulo que no está en comunión con Él
lo traicionará.
3. APLICACIÓN del texto bíblico ¿Qué nos dice a nosotros hoy? Mensaje

Jesús nos interpela hoy para que, como cristianos, pongamos como primera acción pastoral
el SERVICIO. No podemos ser verdaderos seguidores y discípulos de él sin ser servidores.
El servicio es la distinción, el plus, lo ordinario de nuestra vida cristiana.

También nos invita a buscar la IGUALDAD como hermanos, no creernos más unos que otros
y no buscar un puesto de arriba sólo para aprovecharnos de eso. Para esto, la primera virtud
que debemos pedirle a Dios como cristianos y como Iglesia es la humildad y sencillez de
corazón.

En la Iglesia hay diversidad de servicios y, como fieles o grupos, necesitamos tener el


nuestro. Los dones o carismas que Dios nos dio son para edificar la comunidad, para ponerlos
a su servicio, así nos lo pide la oración de este año 2008 por los jóvenes: que nadie deje de
dar su esfuerzo y su carisma por este proyecto evangelizador.

Jesús también nos pide que el AMOR esté siempre presente entre nosotros, pues en otro texto
dice que: nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos (Jn. 15,13). En este
contexto del amor es como él da su servicio; así mismo, para poder servirnos primero debe
haber amor entre nosotros. El amor nace pero también se busca, crece y se desarrolla. El amor
no sólo nos hace amigos sino también hermanos.

4. PROFUNDIZACIÓN DEL TEXTO ¿qué cosas más podemos saber del texto?

Es conveniente saber que, entre los judíos, quien lavaba los pies era el esclavo al Señor. En
este contexto, Jesús se pone como un esclavo, un sirviente o un discípulo. Por este hecho,
Jesús le da un giro de 360º a la concepción inhumana de la persona que había en ese tiempo.

Sobre la PURIFICACIÓN: los israelitas pensaban que el contacto físico con ciertas cosas o
personas convertían al hombre en impuro y lo incapacitaban para rendir culto a Dios y para
participar en la vida ordinaria de la comunidad. Los profetas ya habían denunciado que lo
importante para Dios no es la pureza legal/ritual sino la limpieza moral (Is 1,16-18), pero es
Jesús quien enseñó de manera clara que es la pureza interior la que salva (Mt 15,1-20)3

Ceñirse la toalla es un signo de estar preparados, listos para la partida: “Así lo habéis de
comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo
comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh” Ex 12,11. Jesús enseña que está preparado para
partir de este mundo al Padre.

El lavatorio de pies en nuestras parroquias se celebra en la conmemoración de la última Cena


de Jesús, es decir, el Jueves santo. Para este momento se requieren 12 varones que hagan las
veces de discípulos o en dado caso, se puede auxiliar de mujeres o niños. Al lavarles los
pies, los discípulos se deben comprometer a ser mejores, estar limpios de corazón y dar un
servicio.

3
“Puro e Impuro” en: Vocabulario bíblico de la Biblia Católica para Jóvenes, p. 1688.
TEMA 2

GETSEMANÍ: LECCIONES DE JESÚS EN EL JARDÍN DE LAS LÁGRIMAS

Se dice que la verdadera estatura de una persona se mide en la hora de la prueba. La manera
cómo afrontamos el sufrimiento ciertamente revela las profundidades de nuestra mente y de
nuestra alma. Y es en Getsemaní donde vemos a Jesús alcanzar una de las cimas de su vida:
sus actitudes, sus reacciones y su oración al Padre constituyen un auténtico modelo para
nosotros en la noche oscura de la prueba. Si en el “púlpito de la cruz” Jesús nos dejó “Las
Siete Palabras”, en Getsemaní también nos legó un sermón memorable de eterna
vigencia.

Aquellas largas horas de agonía nos dejan un cuadro lleno de luces y sombras, emociones de
muerte y lecciones de vida. La lucha es feroz y los contrastes son constantes. Estamos ante
un evento de gran intensidad emocional y espiritual. La oración fallida de los apóstoles y la
oración ferviente de Jesús enmarcan una situación con la que, en un sentido, nos
identificamos todos. Hubo un solo Getsemaní en la historia, irrepetible; pero cada creyente
pasará en su vida por su “pequeño Getsemaní”, situaciones de prueba, tentación y peligro en
las que se libran batallas decisivas para nuestra fe.

1. Emociones de muerte

Mi alma está muy triste, hasta la muerte (Marcos 14:34).

Al considerar cómo afrontó Jesús su muerte atroz nos impresionan, en primer lugar, sus
emociones. La noche previa a su martirio fue larga, muy larga. Los hechos que se avecinan
le sumen en un estado de profunda angustia. Se iba a hacer de noche también en su alma.
¿Por qué?

No era sólo miedo ante una muerte física y psicológicamente cruel. La oscuridad en aquella
noche radicaba en una dimensión más profunda. Se iba a librar un combate espiritual intenso.
Se ponía a prueba no sólo su valentía ante un suplicio, sino también la aceptación plena y la
sumisión a la voluntad de su Padre. La razón de ser de su vida es lo que estaba en juego.
Había llegado la hora decisiva.

Sangre, sudor y lágrimas: la noche oscura del alma

Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas
de sangre que caían hasta la tierra (Lucas 22:44).

La descripción que Jesús mismo hace de sus sentimientos es profundamente conmovedora: Y


tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les
dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad (Mr. 14:33-34).

El texto original (ver también Mateo 26:37-40) nos revela una intensidad emocional
creciente desde la ansiedad hasta la tristeza de muerte. En palabras del erudito Edersheim:
“Con cada paso que daba, su alma se afligía cada vez más: ‘triste’, ‘muy triste’, ‘triste hasta
la muerte’”(1). Esta última palabra parece indicar una soledad extrema, abandono y
desolación.

Lucas, desde su conocimiento médico, nos aporta un detalle revelador de lo ominoso del
momento: Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas
de sangre que caían hasta la tierra. La medicina nos explica que, en un estado de estrés muy
intenso, la sangre puede salir de los pequeños vasos, los capilares, y producir micro
hemorragias como gotas. El sudor de Jesús mezclado con sangre marca el clímax de aquella
noche de gran clamor y lágrimas (Heb. 5:7) y nos revela con una crudeza conmovedora la
intensidad de la lucha que estaba sosteniendo.

Una comprensión profunda de estas emociones de muerte no nos puede dejar indiferentes.
Nos lleva a llorar y amar a Jesús con gratitud profunda.

2. Lecciones de vida

En aquella noche de dolor, sin embargo, no hubo sólo emociones singulares, hubo
también lecciones memorables. Las grandes pruebas conllevan grandes lecciones porque
Dios es especialista en transformar nuestras adversidades en oportunidades.

Como apuntamos al principio, en Getsemaní Jesús nos legó un sermón memorable. Al igual
que en la Cruz, fue un mensaje de pocas palabras, basado sobre todo en sus actitudes y sus
reacciones, en lo que hizo y en lo que evitó hacer. El carácter luminoso de Jesús brilla con
fulgor en Getsemaní. ¡Cómo contrasta la oscuridad de aquella noche con la luz radiante de
su persona!

Vemos dos lecciones que derivan de dos oraciones: la de los apóstoles, fracasada, y la de
Jesús, un modelo de aceptación de la voluntad del Padre.

Una oración fracasada: lección de comprensión

Vino a sus discípulos y los halló durmiendo... (Lucas 22:45).

Jesús necesitaba mucho la oración en aquella larga noche; era arma vital en un contexto de
feroz lucha espiritual. Por ello busca el apoyo de tres discípulos queridos, que ya le habían
acompañado en otras situaciones especiales, y les ruega: Quedaos aquí, y velad
conmigo (Mt. 26:38).

Les pide algo aparentemente sencillo: compañía y oración. Jesús, como hombre, necesitaba
sentir la cercanía y el apoyo de seres queridos en la hora de la prueba. Sin embargo, los
discípulos, rendidos por el cansancio, se quedan dormidos y no una vez, sino ¡tres veces!
(Mt. 26:44-45). Los suyos han vuelto a fallarle; Judas le había entregado horas antes, Pedro
iba a negarle pronto y entremedio otra experiencia de frustración y soledad en el momento
más necesario y por parte de aquellos en los que más confiaba.
¿Cómo reacciona Jesús? En ningún momento le vemos irritado por la torpeza de los suyos,
culpándoles o regañándoles por su repetida incapacidad para velar con él en esta hora crítica.
Todos nosotros en circunstancias parecidas nos habríamos dejado llevar por el enojo. Lejos
de ello, el Maestro responde con palabras de comprensión y no de reproche: ¿No habéis
podido velar conmigo una hora?... El espíritu está dispuesto, pero la carne es
débil (Mt. 26:40-41).

¡Qué magistral lección de empatía! El Maestro era consciente de la fatiga de los apóstoles
por la intensidad de las horas previas, tan densas y llenas de eventos. Comprende que están
agotados emocional y físicamente. Jesús no se fija en su propia necesidad -sentirse apoyado-
sino en la debilidad y necesidad de ellos.

En Getsemaní Jesús muestra al mismo tiempo una gran fortaleza (ante la prueba) y una
gran comprensión (hacia los apóstoles). Ya conocíamos ambas virtudes por su ministerio.
Lo singular aquí es que ambas se manifiesten en momentos de tribulación suprema, a las
puertas de una tortura. Ninguna circunstancia, ninguna persona, nada ni nadie fue capaz de
alterar su amor y su bondad. Ciertamente, de Cristo se puede decir que fue lento para la ira y
grande en misericordia (Sal. 145:8).

Una oración modelo: lección de sumisión

Se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella


hora (Mr. 14:35).

Si de la oración fallida de los apóstoles aprendemos la primera lección, la oración de Jesús


nos deja otra lección memorable, un ejemplo de sumisión y aceptación de la voluntad del
Padre.

Es una oración modélica por su contenido y por su forma. Descubrimos en ella un eco
perfeccionado de nuestras propias luchas espirituales y nos estimula a imitar al Maestro en
nuestros “pequeños Getsemaní”. Jesús necesitaba llegar a la aceptación de aquella tortura
inminente. Aceptar sin embargo, no es algo automático; la aceptación genuina es un proceso
costoso con varios pasos:

• Lucha. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta
copa (Mr. 14:36). Jesús lucha en oración porque como hombre tiene la misma
reacción que cualquiera de nosotros: procura evitar aquel suplicio físico y moral,
busca cambiar las cosas. Es la fase legítima y natural de lucha ante cualquier
sufrimiento. El apóstol Pablo también rogó intensamente que Dios le quitara el
aguijón (2 Co. 12:7-10).
• Intensidad ferviente. Con gran clamor y lágrimas. El autor de Hebreos nos describe,
casi con un realismo crudo, la intensidad emocional de la lucha en oración de Jesús
con el Padre: Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran
clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor
reverente (Heb. 5:7).
• Disposición plena a la obediencia. Pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya (Lc. 22:42). Es importante observar cómo termina Jesús su oración: pero no sea
como yo quiero, sino como tú (Mt. 26:39). La lucha por cambiar las cosas y la oración
ferviente al respecto siempre deben venir enmarcadas por la sumisión a la voluntad
de Dios, por misteriosa y oscura que nos parezca al principio.

La sumisión de Cristo a la voluntad del Padre fue total desde el comienzo de su vida en la
Tierra. El cántico de Filipenses 2 nos lo describe con estas palabras: ...se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil. 2:8).

Una respuesta necesaria: provisión de nuevas fuerzas

El clamor y las lágrimas de Jesús no quedaron sin respuesta. El Padre vio su dolor y escuchó
su clamor. A primera vista nos sorprende la afirmación de que Jesús fue oído a causa de su
temor reverente (Heb. 5:7). ¿En qué sentido fue oído? Dios no le libró de la muerte. Cristo
tuvo que pasar por el trago amargo de la cruz.

Desde nuestra perspectiva humana, “ser oído” debería implicar una respuesta afirmativa a su
petición, es decir, librarle de la cruz. Pero sabemos que esto no fue así. Dios le oyó en el
sentido de que envió un ángel del cielo para fortalecerle. En el relato de Lucas se hace muy
evidente la relación causa efecto entre la petición de Jesús –Padre, si quieres, pasa de mí esta
copa- y la respuesta inmediata del Padre: Se le apareció un ángel del cielo para
fortalecerle (Lc. 22:42-43).

Observemos, además, el momento en que esto ocurre. Según Lucas fue justo antes de sudar
gotas de sangre, es decir cuando el sufrimiento era máximo y el combate espiritual feroz, al
límite de sus fuerzas, Jesús recibe lo que más necesita, nuevas fuerzas. Gran lección para
nosotros: Dios no siempre nos libra de la prueba, pero siempre nos dará los recursos
adecuados para afrontarla en el momento adecuado (1 Co. 10:13).

Cristo salió victorioso de la lucha en Getsemaní. Horas después triunfó en la Cruz. Su victoria
nos provee de la gracia que salva y que nos fortalece en la debilidad de nuestros “pequeños
Getsemaní”. Por tanto acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir
misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la
necesitemos (Heb. 4:16 NVI).

Oración: Señor, muchas gracias porque aquella noche tan oscura en Getsemaní tú no
escondiste tu rostro, sino que lo afirmaste como el pedernal; gracias por tu valentía, tu entrega
y tu misericordia, porque lo hiciste por nosotros. Nuestro corazón se inflama de gratitud ante
tanto sufrimiento y tanto amor. Gracias por la cruz. Te pedimos, Señor, que nos ayudes a
amarte cada día más. Y al mismo tiempo ayúdanos a enfrentar nuestras pruebas como tú lo
hiciste. Amén.

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