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Continuando con nuestra reflexión sobre la Carta a un Ministro, escribe el Santo de Asís:
Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieras
esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto
haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu
misericordia, si pide misericordia. Y si él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si
quiere misericordia. Y si mil veces pecara después delante de tus ojos, ámalo más que
a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales
hermanos (CtaM 9-11).
Ciertamente la palabra que resalta en este parágrafo es: misericordia. Para san Francisco,
la misericordia es un atributo esencial del amor Divino[1]. Así como Dios ha sido
misericordioso con nosotros[2] así también debemos serlo con el hermano que sufre, con el
enfermo, el marginado y el pecador. Escribe Francisco:
Para el Santo de Asís, “practicar misericordia” vale más que mil oraciones y penitencias: Y
ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. Y que esto sea para ti más que el
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17/1/23, 7:30 Carta a un Ministro (parte II): “El nombre de Dios es misericordia” | Notizie OFMConv
[1] Aconsejamos la lectura de: Papa Francisco, El Nombre de Dios es misericordia. Una
conversación con Andrea Tornielli, 2016.
[2] Cfr. Adm 1
[3] “Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como yo los he amado…” (Jn
13:34-36).
[4] Cfr. C. Vaiani, Storia e teologia dell’esperienza spirituale di Francesco d’Assisi. Fonti e
Ricerche, Milano 2013, pp. 214-215.
[5] Es cierto también, que san Francisco se muestra duro y exigente ante ciertos hermanos,
a tal punto de hablar de la expulsión de la Orden para ciertos hermanos (cfr. Rnb XIII); y
también, por ejemplo, expresa su descontento con aquellos que no viven en la obediencia,
declarando que “no los considera católico ni hermanos, que no quiere verlos ni hablarles”
(cfr. CtaO 44-46). ¿Cómo entender esto a la luz de la CtaM? Ciertamente, San Francisco es
misericordioso con el hermano débil, que sufre tentaciones y con el pecador (cfr. 2Cel 118),
pero duro con el corrupto. Como diría nuestro Papa Francisco: “Pecadores sí, corruptos no”
(cfr. Papa Francisco, Misas matutinas en la capilla de La Domus Sanctae Marthae. Pecadores
sí, corruptos no, Lunes 11 de noviembre 2013).
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