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Cuarto viaje de Simbad el marino:

Simbad se aburrió de quedarse en su casa, y decidió emprender su cuarto viaje. Partió de


Badgad, y se embarcò en un buque junto a otros mercaderes. Llevò en el viaje muchas mercancías.
El principio del viaje fue excelente, fue comprando y vendiendo mercancías de isla en isla,
obteniendo grandes beneficios. Luego, en medio del mar, otra vez se desataron vientos
huracanados. El capitán, echò el ancla y se negó a seguir el viaje. El barco se partió al medio y se
hundió, y Simbad, pudo agarrarse a unos maderos del barco, que habían quedado flotando, y
otros mercaderes hicieron lo mismo. Asi, luego de un tiempo, de remar con pies y manos, muertos
de frio y espanto, pudieron llegar hasta la costa de una isla. Al otro dìa, se pusieron a inspeccionar
la isla, y llegaron hasta donde había una vivienda. De esa casa, vieron salir a muchas personas
desnudas y negras, y los apresaron, los maniataron y los llevaron ante su rey. Este les ordenò que
se sienten, y ellos obedecieron. Entonces les trajeron un montòn de platos con manjares, y ricas
comidas. Los mercaderes que estaban con Simbad, se pusieron a comer como locos, y màs comìan
y màs comida les traían. Despùes los hombres negros, trajeron una pomada, con la que untaron el
cuerpo de los mercaderes, y parece que eso les diò màs hambre, porque los mercaderes seguían
comiendo. En cambio Simbad, no quiso comer, y eso fue lo que le salvò la vida. Porque en realidad
esa era una tribu de caníbales, a los que les gustaba comer a otros seres humanos. El rey en
realidad, los estaba engordando para después comérselos asados. Despuès de comer tanto, los
mercaderes se sentían muy pesados, y no pudieron huir, en cambio Simbad, si, huyò de ahí, y asi
se salvò de que el rey, que era un ogro, se lo comiera. Como estaba tan flaco y demacrado, de no
comer, a Simbad no le dieron màs bolilla, entonces aprovechò para ocultarse en unos pastos altos
que había cerca de ahí. Una vez que se hizo de noche, aprovechò para huir lo màs lejos que pudo
de ese lugar, y estuvo caminando varios días para escaparse bien lejos de allì. Despuès de ocho
días de estar huyendo, llegó al otro extremo de la isla, y se encontró en ese lugar con otros
hombres vestidos de blanco, que hablaban árabe, que era su idioma. Entonces Simbad, les contò
todas las desgracias que había sufrido, y les dijo que èl era un extranjero pobre. Estos hombres
quedaron asombrados por lo que les contò Simbad, y lo felicitaron por haber podido escapar de la
tribu de los caníbales. Le dieron de comer y de beber, lo dejaron descansar una hora, y luego lo
llevaron en su barca, a presentarles a su rey, que vivía en una isla cercana. Se lo presentaron al
rey. Y Simbad, vio que en esa isla había hermosos caballos pero también observò que la gente del
lugar, montaba los caballos en pelo, sin usar sillas de montar, entonces cuando Simbad, lo fue a
visitar de nuevo al rey, le dijo que a èl le resultaba muy extraño, que para montar a caballo no
utilizaran sillas de montar. El rey le dijo que no conocían lo que eran las sillas de montar. Entonces
Simbad, se puso a fabricarle una, con maderas, que le pidió a un carpintero, lana, cuero, la adornò
alrededor con unas semillas de un árbol que encontró. Despuès fue a visitar a un herrero, y le hizo
fabricar unos estribos, para apoyar el piè, y se las unió a la silla de montar con unas tiras de cuero.
La silla quedó preciosa, y cuando se la llevò para que la viera el rey, este quedó encantado, con lo
que le había llevado, la puso sobre el caballo y cabalgò con esta silla de montar, y en
agradecimiento, le hizo muchos regalos a Simbad. Entonces todos los amigos del rey, le
encargaron que les hiciera sillas de montar para ellos también. Y Simbad las empezó a vender, y se
hizo de mucho dinero. Como el rey le tenía tanto aprecio, le dijo que por què no se casaba con
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alguna muchacha de su reino, y asi se quedaba a vivir ahí. Conociò a una chica linda que era de
una familia rica, y pronto se casaron.

Pero un dìa falleció la esposa del vecino. Como Simbad le apreciaba, al verlo tan triste, lo quiso
consolar diciéndole, no te aflijas, con el tiempo, tal vez conozcas a otra mujer, para volver a
casarte. Pero el vecino le dijo que solo le quedaba una hora de vida, porque las costumbres de ese
lugar era que cuando uno de los dos esposos morìa, el otro debía ser enterrado vivo, y
acompañarlo en la tumba, junto al otro esposo. Entonces, pusieron a la esposa del hombre que
había muerto, dentro de un cajòn, y empezaron a realizarle el cortejo fúnebre, marchando hacia
una montaña que estaba al lado del mar. En la punta de la montaña había un pozo inmenso,
donde descendieron con sogas el cajón donde estaba la mujer muerta, y al esposo, también lo
dejaron en ese pozo, con panes y agua, para siete días, los dejaron allí, y taparon la cueva con una
piedra, para que el esposo no pudiera salir de allì.

Al poco tiempo, misteriosamente, murió la esposa de Simbad, de una rara y repentina


enfermedad. Entonces, le dijeron que según las costumbres de ese pueblo, a èl también lo tenìan
que enterrar vivo, para que acompañe a su esposa. Simbad protestò diciendo, pero es injusto que
quieran hacerme esto, porque yo soy extranjero. Pero no hubo caso, el rey le dijo que como ahora
el vivía en esa isla, tenía que obedecer las leyes y costumbres de este lugar.

Lo metieron en la misma cueva que a su esposa muerta. A èl también le dejaron panes y agua
para que pudiera sobrevivir durante siete días.

Como al cuarto dìa, aparecieron en la cueva, unos animales salvajes, que se comìan a las
personas que habían metido a ese lugar, anteriormente, a quienes encerraban con sus joyas.

Simbad, había estado juntando las joyas de las personas muertas, que había allì, y las había
guardado en una bolsa grande que encontró. Empezò a seguir a los animales que habían entrado a
la cueva, y se dio cuenta, que había un camino por donde los animales salieron, y los siguió y asi
pudo escapar de la cueva. Saliò del otro lado de la montaña, y se llevò la bolsa grande con las joyas
que había juntado. Ese lugar estaba desierto, y luego de varios días de estar allì, al costado del
mar, vio que cerca de la costa pasaba un barco. Entonces Simbad se puso a hacerles señas para
que lo rescataran, se subió a un árbol, y desatò la tela de su turbante y la atò a una rama, para
que lo vieran màs fácilmente. Y los del barco lo rescataron. Al capitán no le dijo la verdad, de lo
que le había pasado, que lo quisieron enterrar vivo, y que el se escapò, sino que le contò que había
naufragado de un buque y que por suerte había podido llevarse algunas cosas en un bolso. Simbad
le quiso dar una de las joyas que tenía, en la bolsa, al capitán del barco, en señal de
agradecimiento por haberlo rescatado, pero el capitán le dijo que el lo había rescatado
desinteresadamente, y que no querìa ningún regalo a cambio de la buena acción que había
realizado. Fueron navegando de isla, en isla, hasta que por fin llegaron a la ciudad de Bassra, que
era donde vivía Simbad. Entonces con las riquezas que había hecho en su cuarto viaje, ayudò a los
huérfanos a las viudas, con regalos, y también ordenò que lo llamen a su amigo Simbad el
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cargador, para contarle la aventura que había vivido en su cuarto viaje. Despuès de eso, ordenò
que le den en obsequio de su amistad, a Simbad el cargador, cien monedas de oro.

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