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“A veces cuando extraño todo, pienso que todo no es lo que perdí”
A veces somos nuestros propios carceleros, y no dejamos que afloren nuestras pulsiones y deseos más profundos, tal vez porque al hacerlo, debiéramos romper con vínculos y con convenciones sociales establecidas. Es como desacomodar una estantería que nos llevó toda la vida construir. Como un soplo de muerte sobre una casilla de naipes, que nos sirve para vivir adentro, y si la derribamos, nos quedaríamos sin casa, a la deriva, sin abrigo, y en soledad. Entonces por no animarnos a desarrollar nuestro otro yo, preferimos una existencia rutinaria, en donde uno es un triste engranaje, de una maquinaria, que compone una marioneta sin vida.
Y entonces, nos transformamos en una máscara, tras lo cual, nadie sabe quien habita.
Porque detrás de esa máscara existe alguien que es un fantasma.
Juan Enrique Presedo
“A veces cuando extraño todo, pienso que todo no es lo que perdí”
A veces somos nuestros propios carceleros, y no dejamos que afloren nuestras pulsiones y deseos más profundos, tal vez porque al hacerlo, debiéramos romper con vínculos y con convenciones sociales establecidas. Es como desacomodar una estantería que nos llevó toda la vida construir. Como un soplo de muerte sobre una casilla de naipes, que nos sirve para vivir adentro, y si la derribamos, nos quedaríamos sin casa, a la deriva, sin abrigo, y en soledad. Entonces por no animarnos a desarrollar nuestro otro yo, preferimos una existencia rutinaria, en donde uno es un triste engranaje, de una maquinaria, que compone una marioneta sin vida.
Y entonces, nos transformamos en una máscara, tras lo cual, nadie sabe quien habita.
Porque detrás de esa máscara existe alguien que es un fantasma.
Juan Enrique Presedo
“A veces cuando extraño todo, pienso que todo no es lo que perdí”
A veces somos nuestros propios carceleros, y no dejamos que afloren nuestras pulsiones y deseos más profundos, tal vez porque al hacerlo, debiéramos romper con vínculos y con convenciones sociales establecidas. Es como desacomodar una estantería que nos llevó toda la vida construir. Como un soplo de muerte sobre una casilla de naipes, que nos sirve para vivir adentro, y si la derribamos, nos quedaríamos sin casa, a la deriva, sin abrigo, y en soledad. Entonces por no animarnos a desarrollar nuestro otro yo, preferimos una existencia rutinaria, en donde uno es un triste engranaje, de una maquinaria, que compone una marioneta sin vida.
Y entonces, nos transformamos en una máscara, tras lo cual, nadie sabe quien habita.
Porque detrás de esa máscara existe alguien que es un fantasma.
Juan Enrique Presedo
A veces cuando extrao todo, pienso que todo no es lo que perd A veces somos nuestros propios carceleros, y no dejamos que afloren nuestras pulsiones y deseos ms profundos, tal vez porque al hacerlo, debiramos romper con vnculos y con convenciones sociales establecidas. Es como desacomodar una estantera que nos llev toda la vida construir. Como un soplo de muerte sobre una casilla de naipes, que nos sirve para vivir adentro, y si la derribamos, nos quedaramos sin casa, a la deriva, sin abrigo, y en soledad. Entonces por no animarnos a desarrollar nuestro otro yo, preferimos una existencia rutinaria, en donde uno es un triste engranaje, de una maquinaria, que compone una marioneta sin vida. Y entonces, nos transformamos en una mscara, tras lo cual, nadie sabe quien habita. Porque detrs de esa mscara existe alguien que es un fantasma. Juan Enrique Presedo