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sistema OEA-JID-TIAR.
Fecha: 30/01/2004
Idioma: español
c. Una evolución asimétrica: algunos países cooperarán ampliamente con Estados Unidos y
éste también ayudará a su seguridad, otros sólo restringirán a algunos aspectos
compartidos la seguridad, y otros países no colaboraran con la seguridad de Estados
Unidos, ni éste país con su seguridad.
5. La búsqueda de diseñar una agenda sub-regional de seguridad, sobre la base de que las
sub-regiones definen de manera diferente su seguridad: por ejemplo, en Centroamérica y
el Mercosur. Esto no ha sido posible en el área andina. En América del Norte (México,
Estados Unidos, Canadá), la cooperación registra avances limitados. En el Caribe también
hay avances importantes en el nivel cooperativa.
6. Apenas inicia el diseño de una agenda hemisférica de seguridad, y por ende de estrategias
comunes para enfrentar las amenazas. [3]
Además, las dos agendas, la Norte y la Sur, desfavorecen los encuentros comunes y la
cooperación, pues el Sur no desea “subordinarse” pasivamente ante la agenda del Norte, y
el Norte no considera amenazas a la seguridad lo que el Sur sí considera. A lo anterior
hay que agregar que la agenda Sur se subsume en gran cantidad de responsabilidades de
múltiples foros e instituciones de alcance global y hemisférico, más allá de los específicos
de seguridad.
“Declaración sobre Seguridad en Las Américas”, los 52 puntos en que se enlistan las
amenazas, se pueden ordenar en el orden siguiente:
10. Amenazas de origen social con impacto en la seguridad: la pobreza (agenda sur);
12. Amenazas contra la integridad de las personas, originadas por causas sociales, pero
realizadas por grupos de crimen organizado: la trata de personas (agenda norte-sur);
14. Amenazas provenientes del transporte de productos peligrosos, desechos tóxicos, petróleo
y material radioactivo (agenda norte-sur);
15. La amenaza por la posible posesión de armas de destrucción masiva por personas o
grupos terroristas que puedan actuar en el hemisferio (agenda norte).
Por la prioridad diferente que le otorgan los gobiernos a estas amenazas, no se definen en
los compromisos asumidos en la Conferencia sobre Seguridad de la OEA los mecanismos
específicos de cooperación. Además, entre estas amenazas, las de la agenda sur
corresponden a otras áreas de acción de los gobiernos (diferentes a los gabinetes de
seguridad o defensa) su erradicación o enfrentamiento, como son ministerios de salud,
combate a la pobreza, etcétera.
El primer desafío es político. Los gobiernos definen sus prioridades de seguridad de forma
interna. En América Latina, a pesar de que se reconoce el proceso de globalización y su
correspondiente interdependencia, sobre todo a nivel económico y comercial, las
decisiones políticas, de seguridad, defensa y política exterior, siguen determinándose por
variables nacionales. Por ello, la Declaración sobre Seguridad en Las Américas”, señala
que “Cada Estado tiene derecho soberano de identificar sus propias prioridades
nacionales de seguridad y definir las estrategias, planes y acciones para hacer frente a las
amenazas a su seguridad, conforme a su ordenamiento jurídico, y con el pleno respeto del
derecho internacional y las normas y principios de la carta de la OEA y la Carta de las
Naciones Unidas”. [5]
En otro nivel, es preciso considerar las limitaciones de la política interna de los países.
Por ejemplo, movimientos anti-globalización que imponen a sus gobernantes políticas
aislacionistas (caso de Bolivia), fuerzas políticas “nacionalistas” o “populistas” que
desconfían del proceso de globalización, o sólo aceptan una especie de apertura “Light”
para muchas políticas exteriores, principalmente para aspectos comerciales, pero con
consecuencias en materia de seguridad y defensa. Estas fuerzas políticas están presentes
en los Congresos de muchos países, por ejemplo en Venezuela, México, Brasil, Argentina,
Bolivia y Ecuador, y soportan sus argumentos en contra de la cooperación con el
argumento de que las “políticas neoliberales” son las que causan los principales
problemas de inseguridad (o sea, provocan que se profundice la agenda Sur).
Ante lo anterior, en materia de seguridad y defensa de los países, en ¿qué nivel se ubican
los planteamientos de seguridad hemisférica?, ¿En qué rango de prioridad de los
gobiernos se ubican los organismos regionales americanos?, y ¿qué prioridad otorgan los
gobiernos a los compromisos internacionales?. En el hemisferio este debate se da sobre la
Organización de Estados Americanos (OEA) y sus convenciones, la vigencia o no del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), y mecanismos de cooperación en
defensa como la Junta Interamericana de Defensa (JID).
¿De lo anterior podemos preguntarnos: siguen vigentes la OEA, el TIAR y la JID, o deben
revisarse?. La respuesta es que siguen vigentes pero deben revisarse y en su caso
fortalecerse. Desde los años noventa del siglo XX, el mecanismo que han empleado los
gobiernos para enfrentar las amenazas emergentes es el de las convenciones. En ellas se
avanza tema por tema y amenaza por amenaza. Sin embargo, la cooperación
intergubernamental aun es restringida a un número reducido de convenciones
interamericanas.
Los tratados y convenciones específicas, “tema por tema” y “caso por caso” es el
mecanismo que se ha mostrado como más eficaz para lograr la cooperación en materia de
seguridad. Esta modalidad comenzó a dar sus frutos en el periodo de mayor tensión de la
guerra fría, con el Tratado de Tlatelolco, firmado en 1967, y otros tratados en el nivel de la
ONU, como la “Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción y el
Almacenamiento de Armas Bacteriológicas y Toxínicas” (1972) y la “Convención sobre la
Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas
Químicas y sobre su Destrucción” (1992). El compromiso de los países del hemisferio con
dichas convenciones evitan que se den debates sobre carreras armamentistas como se da
en Asia, Medio Oriente o Africa. De lo anterior se da pie a que el debate sobre carreras de
armas en el hemisferio se reduzca a las armas convencionales.
Entre las convenciones y compromisos más relevantes están los avances en materia de
adopción de medidas de fomento de la confianza mutua, que tienen que ver con medidas
adoptadas en los niveles bi-nacionales, sub-regionales y en menor medida
hemisféricos. [19] Entre ellos están los avances logrados en la distensión regional en
Centroamérica, una vez firmados los acuerdos de paz de Nicaragua, El Salvador y
Guatemala; la resolución de las disputas fronterizas entre Perú y Ecuador; las adoptadas
entre Argentina y Brasil respecto al tema nuclear; y entre Argentina y Chile sobre la
medición del gasto en defensa. [20]
En el seno de la OEA, los tratados y convenciones más importantes son los referentes al
control del tráfico de drogas (CICAD), la cooperación contra el terrorismo (CICTE), sobre
minas antipersonales y esfuerzos internacionales para el desminado, y la Convención
contra la producción y tráfico ilícito de armas de fuego, municiones y explosivos.
Un régimen de cooperación hemisférico está lejos de alcanzarse. Ello se debe a una serie
de obstáculos entre los que destacan:
p. la agenda de prioridades de seguridad de cada país. En América Latina y el Caribe las
amenazas provienen del interior y su combate es soberano, mientras que para Estados
Unidos, son amenazas externas y su combate es multinacional;
q. las limitaciones políticas internas en cada país para establecer convenios de cooperación
internacional;
s. las debilidades e incapacidades del “sur” para colaborar con el “norte” (Estados Unidos),
en el nivel que este país requiere en la lucha contra el terrorismo;
u. la falta de voluntad política, tanto en el norte como en el sur, para superar los obstáculos
y reconocer la agenda de prioridades de los otros países;
“La Guerra contra las drogas en Colombia probablemente va llegar a ser el tópico más
importante en la agenda al sur de la frontera. Conversaciones de paz con rebeldes
marxistas han fracasado. Grupos paramilitares están masacrando civiles. Los
colombianos se preparan para una situación aún más violenta y un número creciente de
colombianos quieren “La mano dura”, una mano fuerte contra la guerrilla, pues este largo
conflicto civil es sostenido por el contrabando de drogas.
En el corto plazo, Colombia está al borde del caos. Una gran pregunta es si se sigue
respaldando un paquete regional de ayuda de $1.3 billones de dólares propuesto por la
administración de Clinton, dirigido a cortar la producción de cocaína, como la fuente
principal de del financiamiento de dos grupos guerrilleros.
El Sr. Bush, quien ha expresado una precaución general sobre la participación e
involucramiento de Estados Unidos en el extranjero, también tendrá que decidir cuánto
gastar en Colombia. Ahora éste país encabeza la lista de recipientes de asistencia de los
Estados Unidos. Algunos funcionarios colombianos ya están solicitando $600 millones de
dólares al año para mantener la guerra contra las drogas.” [24]
El caso de América del Norte es ilustrativo de cómo se fricciona la seguridad entre el norte
y el sur, donde además se abre un interesante debate entre idealismo y realismo. Canadá
y México sostienen principios “idealistas”, cercanos a la agenda Sur. Canadá con el
postulado de “Seguridad Humana”, México mediante sus principios de política exterior.
En el caso de Estados Unidos, al estar en guerra, su planteamiento es totalmente
“realista”, y se basa en la agenda Norte. México, por haber pertenecido al Consejo de
Seguridad de la ONU en 2002-2003, proyectó su “agenda sur” y sus principios, sobre todo
frente a la “crisis de Irak”. Canadá también sostuvo intensamente, sobre todo durante
2003, principios normativistas, defendiendo en todo momento que las acciones militares
deben sujetarse a la Carta de la ONU. Sin embargo, ambos países, México y Canadá, al
manejar su agenda bilateral de seguridad, tienen una relación pragmática, de total apoyo
a Estados Unidos. Robert Pastor llama a las relaciones entre los países de América del
Norte como un “Doble Bi-lateralismo”, pero señala que las políticas bilaterales de
seguridad son muy similares, hecho que quedó demostrado con los acuerdos de fronteras
inteligentes con ambos países. [25] Según Pastor, una encuesta elaborada por una
empresa canadiense, el 75 por ciento de la población de Canadá y Estados Unidos apoyan
la idea de un “perímetro de seguridad” en Norte América, y 2/3 de la de México. Para
Pastor la verdadera amenaza a la estabilidad de América del Note es el subdesarrollo
económico y social de México, hecho que lleva a que el TLCAN pueda estar en peligro.
Esto explicaría porque México, en los foros hemisféricos, sostiene una agenda “sur”,
aunque en la relación bi-lateral (aquella que sólo se negocia entre ambos gobiernos) se
coopera con la agenda “norte” de manera muy intensa.
En América del Norte, además de la vigencia del TLCAN desde 1994, funciona una
relación burocrática de forma cotidiana que está por encima de los posibles conflictos o
diferencias entre los presidentes. Esto fue notable en el zig-zag en que se encuentra la
relación México-Estados Unidos desde inicios de los gobiernos de Vicente Fox (diciembre
de 2000) y George W. Bush (enero de 2001 ). De un momento “estelar” de excelentes
relaciones (enero-agosto de 2001), se pasó al “congelamiento después del 11 de
septiembre de 1001, pues dejó de ser la prioridad de Bush la política con su vecino,
además de diferentes formas de entender la política migratoria. De ahí se pasó al conflicto
abierto en el Consejo de Seguridad de la ONU (marzo de 2003). Mientras tanto, a pesar de
ese zig-zag, las políticas específicas de seguridad, como la cooperación para el combate a
las drogas (de Estados Unidos hacia México), y el apoyo a las medidas de seguridad
interna de Estados Unidos (de México hacia Estados Unidos). O sea, se establece una
relación “madura” que trasciende la voluntad de los presidentes, para hacer una relación
cotidiana-burocrática. Este es el nivel de prioridad de la relación bi-lateral en materia de
seguridad, por encima de las desavenencias en la política hemisférica o multilateral. [26]
La seguridad en el hemisferio está en una fase crítica. Hay grandes avances pero también
numerosos obstáculos. En otras palabras, se han ampliado las amenazas,
incrementándose la inseguridad, y las respuestas, tanto nacionales como cooperativas,
son muy limitadas. Ello tanto para enfrentar la agenda del norte (terrorismo), como la
agenda del sur (desarrollo económico, social e institucional). O sea, Estados Unidos es
hoy más vulnerable al terrorismo que en el pasado, y América Latina es más débil por el
incremento creciente de las variables económicas, sociales y políticas que se transforman
en amenazas de seguridad.
“Estados Unidos, que ha visto a la mayoría de los países de América Latina como dóciles
aliados, está enfrentando un importante resentimiento sobre sus políticas comerciales y
de seguridad. Cuando el presidente Bush viaje a México, se va a encontrar con una región
más reticente a apoyar sus políticas. Tanto sobre la guerra en Irak, como la demanda de
un mejor tratamiento a los migrantes, así como el bloqueo al Area de Libre Comercio de
Las Américas, encabezado por Brasil, presenta un panorama no optimista. (...) En
América Latina, la resistencia popular a la estrategia de Estados Unidos se da por la
percepción de que es unilateral. (...) La cara mala del unilteralismo amenaza con
reaparecer.” [28]
Todo lo anterior abre alarmas a las variables que la agenda Sur agrega a la falta de
seguridad. Es evidente que la mayoría de los problemas de seguridad
“multidimensionales” deben ser enfrentados con políticas nacionales, y que las amenazas
de la agenda “Norte” necesitan la cooperación de los sistemas de seguridad, defensa,
justicia e inteligencia. Sin embargo, además de las distintas prioridades, persisten las
imposibilidades políticas, jurídicas e institucionales para avanzar en la cooperación. Por
ello, la inseguridad sigue presente, y la tendencia más probable es que se agreguen
variables negativas a su catálogo. Por todo lo anterior, el panorama es tendencialmente
más negativo que positivo, y que los elementos positivos-cooperativos, siguen en una fase
embrionaria de desarrollo.
Fuente:
Ponencia presentada en el Seminario “Defensa Europa – América Latina”, organizado por
la Chaire Mercosur de Sciences Po-Francia y FLACSO-Chile