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ANTIGÜEDAD
Curso 2020-2021
1.INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 3
4. CONCLUSIONES .................................................................................................... 16
5. BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................................... 17
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1. INTRODUCCIÓN
La religión mesopotámica es una de las grandes desconocidas fuera del círculo de
orientalistas. Por regla general, se tiende a pensar que dicha disciplina se asemeja a la
religión egipcia, enmarcada más o menos en la misma cronología, creando una
asimilación artificial de las culturas al oriente de Roma. Sin embargo, toda semejanza que
pudiéramos encontrar es tan sólo una mera coincidencia.
Antes de comenzar con el tema elegido para este trabajo, quisiera puntualizar
ciertos aspectos. El primero engloba mi objetivo respecto a este ensayo: mi intención no
es realizar un estudio exhaustivo de la figura de Ištar, su naturaleza y culto, sino esbozar
una idea general sobre ella. Con esto no quiero decir que hablemos de esta curiosa
divinidad de manera superficial, sino que trataré de plasmar suficiente información para
crear una primera idea sobre ella con la que trabajar en un futuro si se desea. En segundo
lugar, antes de entrar en materia, realizaré una aproximación a la religión mesopotámica
para facilitar el entendimiento de los siguientes apartados.
Este punto ya crea una enorme diferencia con respecto a nuestro concepto de
divinidad, influenciado por el cristianismo occidental en el que se establece que Dios es
un ser de amor y bondad que provoca alegría a sus fieles cuando éstos están en su
presencia.
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que acepta la multiplicidad de dioses (politeísmo), pero que cada invocación a una
divinidad establece a dicho dios por encima del resto, considerado como el primero de
todos y vinculándose directamente a él. Se trata, por tanto, de un tipo de politeísmo que
permitía unirse a un dios o diosa en particular al que ofrecer plegarias y sacrificios como
pago por su intervención ante el resto de las divinidades y por su protección (McHall,
1999, p. 29).
Con la entrada en escena de los semitas acadios entre los milenios IV y III, la
progresiva influencia sumeria consiguió transmitir su cultura y su religión a estos nuevos
pobladores, quienes aceptaron primero a los dioses sumerios. Luego, si era posible, se
fueron sometiendo a cierto grado de sincretismo, identificándolas con las propias. Cuando
en su panteón no se encontraba referente alguno, conservaron el nombre original (como
Enlil), lo adaptaron a su propia lengua (como Anu); sin embargo, más de una divinidad
sumeria, en principio autónoma, se vio aproximada e, incluso, absorbida por otra semita.
Este sería el caso, claramente, de nuestro objeto de estudio: Ištar, quien fue recibiendo
características reservadas en su origen a divinidades independiente. Fueron tales los
papeles que absorbió que su propio nombre acabó designando el concepto de “lo Divino
en femenino”: istaru (“diosa”) (Bottero, 2001, pp.35-37).
Como broche final, se ha de tener en cuenta que los sumerios y semitas otorgaban
a sus divinidades un comportamiento propio de los seres humanos, con necesidades
semejantes a ellos (comer, beber, descansar, llevar una vida de lujo…). Así, estos dioses
tenían virtudes, debilidades y faltas propias de los mundanos, por lo que sus mitos estarían
plagados de reacciones y situaciones que harían posible la identificación por parte de los
devotos hacia su divinidad (Bottero, 2001, p. 51). Los dioses de Mesopotamia estaban
construidos a imagen de los hombres, tanto físicamente como en carácter, sin embargo,
su presencia se encontraba en un plano superior al que los humanos no podían acceder,
lo que asienta aún más la idea de un “universo paralelo” de las divinidades.
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2. DIOSA GUERRERA Y DIOSA PASIONAL: SU PERSONALIDAD
2.1. GENERALIDADES
Realizar un estudio sobre la diosa Ištar obliga necesariamente a comenzar desde
su vertiente “original”. La divinidad sumeria es una diosa femenina, probablemente
descendiente de otra más antigua (VI milenio a. C.) asociada a la vegetación (Sanmartín,
1993, p. 301), con epítetos como “Gran Madre”, representada preferentemente como la
diosa del amor, del placer y de la fecundidad y simbolizada por el planeta Venus. Será
con la irrupción de los semitas, un pueblo más belicoso y guerrero que los sumerios,
cuando asume o manifiesta una faceta diferente (Tapia-Adler, 1984, pp. 23, 67).
La misma literatura mítica que encontramos en las tablillas nos demuestra que un
aspecto no rechazaba a otro. Así lo vemos en el relato del “Descenso de Ištar a los
Infierno”, pues aparece descrita como diosa de la destrucción:
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A pesar de que la versión sumeria de la diosa parece haber primado la función de
fecundidad, la alusión a la interrupción del ciclo de la vida sólo aparece en el relato semita
del mito. Este poeta señala que su viaje al Inframundo trae consecuencias que detienen el
ciclo. La diosa del amor y la procreación ha sido retenida en el Infierno y, como
consecuencia de ello, la vida sexual se pausa y tan sólo su regreso asegurará que el ciclo
vital vuelva a la normalidad (Tapia-Adler, 1984, p. 93).
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Dentro de esta personalidad, en principio única, se crea una ambigüedad. Ištar es
“inocente, “pura” y “virgen” y, a su vez, es considerada una prostituta (Charpin, 2017)1
y, por tanto, la patrona de dicha profesión. En el capítulo de Charpin (2017) se plantea la
idea de que dicho patronazgo tuviera como resultado lo que llama “prostitución sagrada”,
es decir, que dentro de los santuarios y templos de Ištar, repartidos por Mesopotamia, se
realizaran encuentros sexuales. Esta prostitución, que no debemos observar con ojos
cristianos, sino desde la perspectiva de sus gentes -en Mesopotamia, dicha profesión no
parece tener las connotaciones moralmente condenables-, parece quedar atestiguada.
“Sin embargo, las más hacen lo siguiente: muchas mujeres toman asiento
en el recinto sagrado de Afrodita con una corona de cordel en la cabeza; mientras
unas llegan, otras se van. Y entre las mujeres quedan unos pasillos, delimitados
por cuerdas, que van en todas direcciones; por ellos circulan los extranjeros y
hacen su elección. Cuando una mujer ha tomado asiento en el templo, no regresa
a su casa hasta que algún extranjero le echa dinero en el regazo y yace con ella
en el interior del santuario. Y, al arrojar el dinero, debe decir tan sólo: «Te
reclamo en nombre de la diosa Milita» (ya que los asirios, a Afrodita, la llaman
Milita)” (Herod. 1, 192, 2-4, trad. Carlos Schrader, 1992)
El nombre “Milita” procede del nombre neo-asirio “Mullissu”, una de las formas
por las que era conocida Ištar de Nínive. Sabedores de esto, se puede dar por supuesto
que en Babilonia había un templo consagrado a la diosa Ištar en cuyo interior se realizaban
prácticas sexuales, probablemente con prostitutas adscritas al culto a la diosa (Charpin,
2017).
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Debido a que la consulta se realizó enteramente online, el libro no estaba paginado.
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La segunda referencia se encuentra en la Epopeya de Gilgamesh. En la Tablilla
VI, la cual está conservada prácticamente en su totalidad, nuestra diosa queda prendada
del héroe y le pide que sea su amante y su esposo. Éste, receloso y a sabiendas de su
temperamento volátil, le rechaza enumerando cada uno de los amantes que había tenido
la diosa anteriormente:
“¿Cuál de tus amantes duró para siempre?” (El Poema de Gilgamesh, Tablilla
VI, 042, trad. Rafael Jiménez Zamudio, 2015).
Teniendo en mente cada vestigio y cada epíteto que posee la diosa, y a pesar de
que no se atestigua con gran claridad la llamada “prostitución sagrada”, la actividad
sexual realizada en el interior, e inmediaciones, del templo de Ištar es innegable (Charpin,
2017)
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En el relato mitológico del “Descenso de Inanna a los Infiernos”, es decir, la
versión sumeria, se describen los atributos de los que se deshace a medida que avanza en
su viaje: la corona, el manto y el cetro, elementos propios de la realeza mesopotámica.
Estos mismos le fueron entregados por Anu en el poema “La Exaltación de Ištar”,
confiriéndole una posición superior al resto de dioses y un rol predominante en la política,
siendo una de las divinidades con capacidad para otorgar poder a los reyes e investirles
de realeza, para gobernar ciudades y para establecer la duración de los reinados (Tapia-
Adler, 1984, p. 88).
Con este precedente, ciertos reyes asirios utilizaron a la diosa Ištar como una
forma de legitimación militar a través del motivo del guerrero cosmológico, derivado del
Enuma Elish. La tradición estableció a Marduk como el guerrero cosmológico por
antonomasia, que derrotó al monstruo Tiamat y estableció el orden. Los reyes neo-asirios,
conscientes de lo contraproducente que sería mantener dicha tradición al ser Marduk el
dios principal de Babilonia, quisieron introducir su propia versión sustituyéndolo por
Assur. Por desgracia, no arraigó en demasía y prefirieron otra forma de legitimidad,
basándose en profecías y artes adivinatorias. Sin embargo, con la llegada al poder de
Assurbanipal, la tradición del guerrero cosmológico se une a las profecías, atribuyendo
las características del guerrero cósmico a la diosa Ištar (Crouch, 2013, pp. 129-132)
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Se ha de tener en cuenta que la elección de Ištar como divinidad preeminente está
muy unida a las circunstancias del monarca Assurbanipal. El intento de cambio teológico
debe observarse como una estrategia política, surgida de la necesidad de encontrar otra
divinidad acorde para la legitimación, ya que el intento de Senaquerib con el dios Assur
como guerrero cósmico había sido infructuoso. Sin embargo, los esfuerzos de los
monarcas por desviarla atención del babilonio Marduk fueron insuficientes. Por suerte,
esto mismo nos demuestra a nosotros la flexibilidad de la que gozaban los pensamientos
y construcciones teológica mesopotámicas, siempre dispuestas a adaptarse a las
circunstancias del momento (Crouch, 2013, p. 141).
2.4. AMBIGÜEDADES
Las características bélicas de la diosa provocan una contraposición y una
ambigüedad con respecto a la vertiente anterior, permitiendo representar en una sola
figura el orden y el desorden, la vida y la muerte. Los atributos que recoge son contrarios.
A pesar de ser la diosa del amor y de la fecundidad, no se involucra en el ámbito
doméstico, no es madre ni esposa. Esta ambigüedad podría darse también en la propia
figura de la diosa, si consideramos que sus dos funciones se contraponen: la diosa del
amor, femenina, y la diosa de la guerra, masculina. Esta hipótesis es aún más
comprensible tras conocer la asimilación de la divinidad con el guerrero cósmico durante
el reinado de Assurbanipal. La diosa Ištar es una divinidad que rompe fronteras: tan
pronto se le atribuyen caracteres femeninos, como ejerce funciones masculinas; por un
lado, es patrona de las prostitutas, un grupo socialmente marginado, y, por otro,
legitimadora del poder real (Harris, 1991, pp. 263-268).
Ella rompe los límites entre clases sociales y sexos, aunando en su figura una rica
variedad de símbolos que son opuestos y, a su vez, complementarios. Ištar es una diosa
de extremos complementarios, un carácter que también aparece representado en su propio
culto al recoger fiestas carnavalescas y lenguaje sexual, en el que se practicaba el
travestismo (Harris, 1991, 274-277).
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además de estar representada con atributos del poder, parecen conferir a esta diosa una
dimensión masculina que complemente su vertiente más femenina del amor, la
fecundidad y el matrimonio.
Realizar un análisis exhaustivo de todos los asentamientos donde esta deidad tuvo
un santuario, templo o culto sería una tarea de enormes proporciones que sobrepasaría
con creces las dimensiones de este ensayo. Por ello, y siguiendo la línea temporal de la
asignatura que recoge este trabajo, se ha decidido centrar la atención en tres grandes
localizaciones geográficas que fueron de enorme importancia para la historia neo-asiria:
Nínive, Arbela y Assur.
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Su importancia no sólo reside en su posición geográfica estratégica, sino también
eran centros culturales de enorme prestigio, pues estaban dedicados a las deidades más
importantes del panteón asirio: el dios Assur, Ištar de Nínive e Ištar de Arbela.
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Sin embargo, sí se hacen referencias a Ištar de Nínive fuera de las fronteras asirias,
apareciendo mencionada, con un total de 25 variaciones locales dentro del territorio hitita,
en los archivos de Hattusa (II milenio). En relación con este hecho, Beckman (1998, p. 3-
4) sugiere en su artículo que las menciones de la diosa Ištar en estos textos funcionan más
bien como avatares de la misma Ištar de Nínive, que como divinidades propias derivadas
de ella. La presencia de la divinidad asiria en territorio anatolio puede asegurarse, tal
como él defiende (1998, p. 8), debido a la construcción de Sargón II en el propio templo
de la diosa de una estancia de carácter hurrita2 para Šawuška, un posible nombre hurrita
para Ištar.
Los monarcas neoasirios tomaron del relato del “Descenso de Ištar a los Infiernos”
la mención de Tammuz como “esposo/amante” de la diosa y lo adaptaron a su propia
concepción, convirtiendo al dios Assur en el esposo de Ištar. Así, ella obtiene el epíteto
de “reina de los dioses”, además del que ya poseía: “dama de Nínive”. Junto a Assur,
Ištar, en su vertiente guerrera, somete a los enemigos, envía a sus devotos a la batalla y
marcha a su lado. Sin embargo, a pesar de la posición privilegiada de la que goza dentro
del panteón, nunca será considerada una divinidad suprema (Barton, 1893, pp. 153-155).
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Parece estar corroborado por la presencia del Obelisco Blanco (s. XI) (Reade, 2005, p. 351).
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comercial, se convierte, además, en el centro de culto principal para la diosa Ištar, cuya
relevancia extiende la influencia de Nínive más allá de las fronteras del imperio.
No es raro observar esta distinción entre dos “caracteres” de una misma divinidad
si tenemos en cuenta la enorme importancia de Ištar a lo largo y ancho del Próximo
Oriente. La enorme cantidad de epítetos y cultos, sobre todo derivados de la Ištar ninivita,
debían de ser la antesala de un proceso de independencia de estas “nuevas” deidades que,
poco a poco, irían obteniendo importancia en el ámbito asirio. El caso del Ištar de Arbela
podría haber derivado, en mi opinión, de la asimilación de la diosa con el planeta Venus
y utilizado esta característica astral, no tan desarrollada en Ištar de Nínive debido a su
peso como divinidad guerrera, para desligarse de la “diosa original” y crear una nueva
que representase la importancia de la ciudad de Arbela, como un intento de competir con
la magnificencia de Nínive como centro cultural, económico, comercial y político.
La poca información que poseemos de ella nos puede inducir también a pensar
que su culto y sus características no eran tan distintas de la diosa ninivita (Barton, 1893,
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p. 109). Tal vez, la distinción entre Ištar de Assur e Ištar de Nínive estuviera más
condicionada por la elevación de Assur como ciudad del dios patrono, que como una
diferenciación clave entre las diferentes Ištars, tal como sí ocurre con Ištar de Arbela.
La preeminencia del dios Assur como cabeza del panteón asirio podría haber
eclipsado el culto a Ištar en esta ciudad, aunque no se podría negar que, como esposa de
este, debía haber un culto importante y continuo.
4. CONCLUSIONES
A lo largo de todo el ensayo, se ha podido apreciar la enorme cantidad de epítetos,
características, cultos, representaciones y usos que tiene la diosa Ištar. Esta deidad, una
de las principales del mundo mesopotámico y fuente de influencia para otras
civilizaciones, posee múltiples características que merecen nuestra atención.
Ya sea por su forma astral, o la dicotomía diosa guerrera y diosa del amor, con sus
caracteres andróginos y ambiguos, como por las diferentes personalidades asociadas a los
cultos, tanto dentro como fuera del territorio asirio, y el papel principal que, sin ser
divinidad suprema en ningún momento, le es otorgado casi desde el principio de su
historia, Ištar es, sin duda, una de las divinidades más complejas, interesantes y curiosas
que podemos encontrar. Todas sus facetas merecen ser estudiadas por separado, y en su
conjunto, con la máxima exhaustividad posible.
Este trabajo intenta, pues, crear una base general que permita lanzarse a esa tarea
hercúlea de tratar todas y cada una de las características de la diosa Ištar, permitiendo que
el lector se acerque a sus principales funciones, particularidades y centros de culto, antes
de sumergirse en el universo mitológico que envuelve a esta divinidad.
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5. BIBLIOGRAFÍA
Crouch, C. L., (2013), “Ištar and the motif cosmological warrior: Assurbanipal’s
adaptation of Enuma Elish”, en Gordon, R. P. y Barstad, H. (eds.) Thus speaks Ishtar of
Arbela: prophecy in Israel, Assyria and Egypt in the Neo-Assyrian period, Winona Lake,
pp. 129-141.
Porter, B.N. (2004). “Ištar of Nineveh and her collaborator, Ištar of Arbela, in the
reign of Assurbanipal”. Iraq, 66, pp. 41-44.
Reade, J. (2005). “The Ishtar Temple at Nineveh”. Iraq, 67(1), pp. 347-390.
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Rodney, N. B. (1952). “Ishtar, the Lady of Battle”. The Metropolitan Museum of
Art Bulletin, 10(7), pp. 211-216.
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