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Leyenda de los

volcanes
mitología mexica

La leyenda de los volcanes es una leyenda


mexicana que cuenta con múltiples
versiones. Todas ellas buscan dar
explicación a la presencia de los volcanes
Popocatépetl e Iztaccíhuatl en el Valle de
México.
Réplica de Grandeza azteca, del pintor Jesús de la Helguera, en la que representa la leyenda de Iztaccíhuatl.

Panorámica del Popocatépetl e Iztaccíhuatl

En la mitología mexica, Iztaccíhuatl fue


una princesa que se enamoró de
Popocatépetl, uno de los guerreros de su
padre. El padre de la princesa envió al
guerrero a una batalla a Oaxaca,
prometiéndole entregarle a su hija si
regresaba victorioso y con la cabeza de su
enemigo en la lanza. Pero por error llegó
un falso mensaje a aquel pueblo, dando la
noticia del fallecimiento de Popocatépetl.
La princesa quedó devastada y cayó en
una intensa depresión dándole así la
muerte por un corazón roto. Tiempo
después el guerrero regresó con la cabeza
de su rival sangrando en su lanza. Sin
embargo, su amor se dio por acabado, ya
que la princesa había muerto. El guerrero,
con el corazón roto, llevó el cuerpo de su
amada a un monte y los dioses la
convirtieron en volcán inactivo. Después,
Popocatépetl tomó una antorcha y
prometió que nada apagaría el fuego de la
antorcha con la que vela el cuerpo de su
amada. Por esto, los dioses le entregaron
la eternidad convirtiéndolo en volcán.[1] ​
Otros relatos
Otra versión indica que Tezozómoc, el
padre de Iztaccíhuatl, envió a la guerra en
Oaxaca a Popocatépetl, prometiéndole la
mano de su hija si regresaba victorioso,
algo que Tezozómoc creía imposible.
Debido a que el padre de la princesa no
deseaba que ella se casara con el
guerrero, Iztaccíhuatl recibió noticias de
que su amado había muerto en batalla,
provocando su muerte por la pena sufrida.
En esta versión, Popocatépetl también
resultó victorioso, pero murió de tristeza al
regresar de la guerra y enterarse del
trágico destino de su amada. Ante este
escenario, los dioses se conmovieron de
los enamorados, cubriéndolos con nieve
para ser transformados en montañas.

Una variación del relato anterior indica que


la noticia de la muerte de Popocatépetl
habría sido difundida por un guerrero
enemigo, con la esperanza de que
Popocatépetl se retirara de la guerra al
enterarse de los pesares sufridos por la
princesa. En esta versión, Popocatépetl
descubre con pesar la muerte de
Iztaccíhuatl y lleva su cadáver hasta una
montaña, para depositarlo sobre una
cama de flores y custodiarlo con una
antorcha encendida. Así, es el padre de la
princesa quien descubre dos nuevos
volcanes, indicando a su pueblo que su
hija y el guerrero Popocatépetl fueron
convertidos en volcanes por los dioses.

Una versión similar a esta última, añade


que tras recibir la noticia de que su amada
había muerto, Popoca se llevó el cuerpo
de su amada, lo recostó y ordenó hacer
tres pirámides gemelas, en cuya cima
recostaría a su mujer en un lecho
perfumado. Él por su parte construiría otra
pirámide y encendería una antorcha en la
cima para custodiar a Iztaccíhuatl.
Una versión más, de tantas historias y
leyendas míticas sobre estos dos
volcanes, es que Iztaccíhuatl era una
princesa que estaba enamorada de un
guerrero. Sin embargo, al ser ella la más
hermosa hija de Tezozómoc, su padre
quería que fuera sacrificada para los
dioses, algo a lo que ella se rehusaba.
Ante este escenario, el padre de
Iztaccíhuatl envió a Popocatépetl a la
guerra, aprovechando su ausencia para
lograr que su hechicero convirtiera a la
princesa en un volcán. El hechicero tomó
de las rodillas a Iztaccíhuatl, quien dio
vueltas hasta quedar dormida y cubierta
de hielo. A su regreso, el guerrero se
percató de lo ocurrido, por lo que el
hechicero llevó a la princesa a un campo
abierto, lo que provocó que terminara su
magia. Ahí, Popocatépetl suplicó a los
dioses que la protegieran, por lo que la
convirtieron en un volcán lleno de nieve.
Por esto, Popocatépetl se hechizó a sí
mismo, convirtiéndose también en un
volcán nevado que custodia a su amada.

Existen aún más versiones de la misma


leyenda. En una de ellas se cuenta que la
princesa Iztaccíhuatl, por ser la doncella
más hermosa, sería sacrificada a los
dioses para las buenas cosechas. Sin
embargo, el guerrero Popocatépetl la
amaba y no podía permitir que la
sacrificaran. Para evitarlo, tuvo que huir
con ella, pero cuando escapaban los
guardias los descubrieron y una flecha
hirió a la princesa. Su amado la tomó en
brazos y continuó corriendo. Una vez a
salvo, la recostó sobre el campo, jurándole
que la cuidaría por siempre y que
esperaría hasta que ella despertara de su
sueño para poder continuar viviendo su
amor. Pero ha pasado tanto tiempo que
los campos y la nieve los han cubierto.

Antes de la llegada de Hernán Cortés a


México, los aztecas vivían en
Tenochtitlán (actualmente Ciudad de
México). El Emperador y la Emperatriz
de los aztecas estaban muy
preocupados por no tener descendencia
hasta que un día la Emperatriz dio a luz
a una bella niña. Le llamaron
Iztaccíhuatl, que significa en náhuatl
"mujer blanca". Al crecer se enamoró de
un capitán llamado Popoca. Puesto que
estaba destinada a ser Emperatriz, su
padre le dijo a Popoca que solo podría
casarse con ella si regresaba con la
cabeza del jefe enemigo de una guerra
que había empezado en el sur. Tras
meses de combate, un guerrero que
odiaba a Popoca transmitió al
Emperador un mensaje falso: le informó
de la victoria de su ejército y de la
muerte de Popoca. Al oír esto la
princesa se negó a salir de palacio y a
comer y en unos días murió de tristeza.
Popoca regresó cuando el Emperador
preparaba el funeral de Izta. Al conocer
Popoca lo ocurrido, se entristeció, tomó
el cuerpo de Izta y se lo llevó a las
montañas donde le construyó un altar
funerario y se quedó velándola hasta
que murió de pena. Los dioses,
conmovidos, los convirtieron en
montañas. Popocatépetl (la montaña
que humea) aún lanza humo de vez en
cuando para confirmar que vela por
Iztaccíhuatl que duerme junto a él.
Según los nahuas de Tetelcingo,[2] ​
Iztaccíhuatl ( o Istācsohuātl en Nahautl),
era la mujer de Popo, pero Xinantécatl la
deseaba por lo que se desató una
guerra a pedradas entre ellos que creó
la Cordillera Continental que divide el Eje
Neovolcánico trans-mexicano. Al final
de la pelea, Popocatépetl, en un
estallido de furia le lanzó un gran bloque
de hielo que decapitó a Xinantécatl y por
ello el Nevado de Toluca no tiene cima.
Esta leyenda también justifica pasadas
erupciones catastróficas.
Antes de ir a guerra, Popocatépetl le
pidió al padre de la princesa Iztaccíhuatl
su mano en matrimonio. Poco después,
su rival inventó que había muerto en
batalla. Al enterarse, Iztaccíhuatl murió
de tristeza. Popocatépetl regresó
triunfante. Para honrarla, mando
construir una tumba ante el sol, uniendo
diez cerros en forma de montaña.
Recostó su cuerpo en la cima, que tomo
la forma de una mujer dormida. Al
arrodillarse ante su amada nieve cubrió
sus cuerpos y los dos se convirtieron en
volcanes.[3] ​

Aunque la trama es similar en todas las


versiones, hay diferentes variantes y
formas (canciones, poemas, narraciones)
fomentadas por la transmisión oral. La
montaña Iztaccíhuatl fue llamada "La
mujer blanca" o coloquialmente "mujer
dormida", ya que su perfil asemeja a una
mujer que yace acostada. Popoca fue
convertido en el volcán Popocatépetl, que
arroja fuego sobre la tierra con una rabia
ciega por la pérdida de su amada.
Mitológicamente hablando, el dios
Tezcatlipoca (espejo humeante), está falto
de uno de sus pies. Para poder caminar se
coloca una prótesis que tiene forma de
jaguar. El pie de Tezcatlipoca es por lo
tanto el hueso que se encuentra en el
volcán todavía activo.

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