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DIGNIDAD HUMANA
René Julio Jaramillo Mena
Lo que se entiende por dignidad humana ha sufrido un cambio substancial en el tiempo, desde
que este valor surgió en la sociedad de la antigua Roma donde los romanos debían de ganar en
las batallas, del cómo actuaban les daba dignidad frente a la sociedad, otorgándoles poder, ya
que era un modelo ejemplar. En este sistema los esclavos no eran dignos y no podían alcanzar
la dignidad, lo que cambia con el cristianismo ya que ante Dios todos somos iguales, hechos a
imagen y semejanza de Dios; al estar la imagen divina en cada uno de nosotros, todos somos
dignos de respeto; al ser cada uno una obra perfecta de Dios somos valiosos y únicos; gozando
de Él en nuestra alma que con sus dones nos perfecciona.
En otras palabras la dignidad humana no es otra cosa que el respeto que siente la persona por
sí mismo porque es valioso, lo cual le lleva a valorarse, y a la vez se siendo respetado y
valorado por quienes le rodean, que implica la necesidad de que todos los seres humanos sean
tratados en un pie de igualdad y que puedan gozar de los derechos fundamentales que de ellos
derivan.
Lo que da lugar a dos puntos de vista de la dignidad: La dignidad moral es cuando una persona
actúa acode a la moral, de forma ética es el comportamiento que tiene una persona en la
sociedad acorde al juicio que esta haga respecto al bien y al mal, teniendo su expresión social
en el marco de los derechos humanos, la constitución y las leyes humanos.
La dignidad ontológica es innata con la que se nace, no viene de algo externo, y es inherente a
la persona, que viene de Dios que nos dejó el Espíritu Santo, con un espíritu psicosomatizado;
que al ser hijos y obra de Dios, somos perfectos, hermosos, que con el bautizo y la
trasverberación constitutiva de base que hace que el ser humano sea persona y que lo
santifica, pudiendo hacer el bien y buscar la verdad lo que le dignifica y une a Dios
La dignidad debe llamarnos al perfeccionamiento por amor, teniendo como ejemplo a Cristo,
debiendo velar por la dignidad de los demás, independientemente de su religión, etnia,
cultura, origen, reconociendo su valor y promoviendo la riqueza espiritual que por don divino
se les dio al nacer, otorgándonos la misma dignidad a todos por igual.