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Sociología etnográfica : sobre el uso crítico de la teoría y los mé todos de


investigación/ Víctor

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Olga Alejandra Sabido-Ramos Priscila Cedillo


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4. HABITUS: UNA ESTRATEGIA
TEÓRICO-METODOLÓGICA PARA LA INVESTIGACIÓN
DEL CUERPO Y LA AFECTIVIDAD

Priscila Cedillo*
Olga Sabido Ramos**
Jorge Galindo***

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este artículo es hacer una revisión teórico-metodo-


lógica de la categoría habitus de Pierre Bourdieu, poniendo énfasis
en su potencialidad para las investigaciones de las prácticas corpo­
rales y sus implicaciones afectivas, es decir, aquellas actividades en
las que el cuerpo y su sentir no sólo son soporte de la acción, si-
no también productoras de sentido. En el primer apartado analiza­
remos la concepción de habitus según Bourdieu, a la luz de algunos
momentos coyunturales de su trayectoria intelectual, pero hacien-
do énfasis en la dimensión corpóreo-afectiva. Es decir, destacare-
mos el modelo de acción corporal que subyace a esta categoría, la
cual parte del supuesto de que el actor está comprometido en su
hacer e implicado afectivamente con el mundo. En el segundo apar­
tado recuperamos las dimensiones que implica el habitus según una
reciente y novedosa interpretación propuesta por Loïc Wacquant.1

* Doctorante en el Programa de Sociología de la Universidad Autóno-


ma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
** Profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la Uni-
versidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
*** Profesor-investigador del Departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma Metropolitada, Unidad Cuajimalpa.
1
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis: What Fighting Scholars Teach
Us about Habitus”, en Body & Society, vol. 20, núm. 2, 2014, pp. 3-17, y Loïc
Wacquant, “Putting Habitus in its Place: Rejoinder to the Symposium”, en
Body & Society, vol. 20, núm. 2, 2014, pp. 118-139.

[115]
116 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

En el tercer apartado mostramos las vías metodológicas que siguió


Bourdieu en la utilización de esta categoría, tanto en el nivel co-
lectivo como en el individual, es decir: 1) la homologación de las
prácticas grupales y 2) las tomas de posición y disposición según una
trayectoria individual, así como la revisión crítica de dichas estra-
tegias. Finalmente, mostraremos no sólo los alcances de la catego-
ría bourdiana sino las tensiones y límites de la misma, así como
posibles estrategias metodológicas que recuperen los puntos ciegos
señalados por quienes han continuado trabajando dentro de dicha
tradición, a saber, Loïc Wacquant, Bernard Lahire y Nick Crossley,
principalmente.

EL PROBLEMA DEL CUERPO Y LA AFECTIVIDAD


EN LA CATEGORÍA HABITUS

La categoría habitus tiene un fuerte componente corporal. El mismo


Bourdieu señaló en varias ocasiones que el habitus es una catego-
ría que hace posible observar la sociedad en un estado in-corporado,
es decir, hecha cuerpo.2 Sin embargo, Bourdieu no desarrolla una
sociología del cuerpo en el sentido que hoy entendemos.3 No obs-
tante, su programa de investigación permite pensar el cuerpo desde
una perspectiva sociológica y en el marco de una teoría general que
parte de un modelo de acción corporal.4 Dicha posibilidad se expli­
ca por dos razones: una disciplinar y otra teórica.
La primera se relaciona con el viraje que Bourdieu hizo de la filo­
sofía a la antropología. Su viaje a Argelia en la década de los años
cincuenta fue decisivo en la sensibilización del trabajo de campo
en condiciones de guerra en un contexto colonial.5 No es casual que

2
Pierre Bourdieu, “El conocimiento por cuerpos”, en Pierre Bourdieu,
Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1999, pp. 171-214.
3
Es decir, como una línea de investigación especializada e instituciona­
lizada.
4
Respecto a una posibilidad de lectura sobre el cuerpo en Bourdieu,
véase Olga Sabido Ramos, “Los retos del cuerpo en la investigación socio-
lógica. Una reflexión teórico-metodológica”, en Miguel Ángel Aguilar y Paula
Soto Villagrán (coords.), Cuerpos, espacios y emociones. Aproximacio­nes des­
de las ciencias sociales, México, UAM-Iztapalapa/Porrúa, 2013, pp. 19-54.
5
Pierre Bourdieu, Autoanálisis de un sociólogo, Barcelona, Anagrama,
2006.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 117

como lo señala Bryan Turner, la antropología, a diferencia de la so­


ciología, haya sido sensible desde sus inicios al estudio del uso
social de la condición corporal del ser humano.6 En este sentido, la
entrada disciplinar de Bourdieu a la sociología lo sensibiliza para
una visión integral del ser humano en tanto no fragmenta el acervo
antropológico del sociológico, aspecto interesante a considerar en
el contexto contemporáneo de la hiperespecialización en las disci-
plinas.
La segunda razón obedece a las discusiones intelectuales frente
a las que Bourdieu elabora su propuesta. Por una parte, la crítica
que Bourdieu hace al modelo de la acción racional que presupone un
actor consciente y racional según el esquema medios-fines (homo
economicus) lo orienta a la búsqueda de un referente que contemple
los aspectos prácticos y no conscientes de la acción, como el cuerpo
y las emociones.7 Por otra parte, el cuestionamiento a la corrien-
te estructuralista, en la medida en que no considera la distancia que
existe entre un modelo de acción por reglas y la realización efecti-
va de las prácticas, posibilita su mirada hacia el cuerpo y su hacer.
Esta lectura crítica del estructuralismo le permitió reinscribir la
experiencia de los actores en términos corpóreo-afectivos como un
producto histórico. En este sentido, no es casualidad que Bourdieu
tenga una lectura crítica de la fenomenología, pero al mismo tiem­
po recupere a autores como Edmund Husserl y Maurice Merleau-
Ponty.8
Ahora bien, cabe señalar que la categoría habitus forma parte de
una tríada conceptual (habitus, campo, capital) que busca aprehen­
der la lógica de las prácticas. No obstante, hemos optado por trazar
una lectura del habitus como una herramienta que, más allá de di­
cha tríada, tiene sus propios alcances para la investigación socio-
lógica del cuerpo. La justificación de esta decisión metodológica
tiene que ver con que el propio Bourdieu se valió de la categoría
habitus mucho antes de incorporarla a la tríada por la que sería re­co­
nocido tiempo después.

6
Bryan Turner, “Los avances recientes en la teoría del cuerpo”, en Re­
vista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 68, Madrid, octubre-di-
ciembre, 1994, pp. 11-39.
7
Pierre Bourdieu, El sentido práctico, Madrid, Taurus, 1991.
8
Idem. Y también Pierre Bourdieu, “Fieldwork in Philosophy”, en Pierre
Bourdieu, Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 2000, pp. 17-43.
118 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

Los primeros escritos sociológicos de Bourdieu sobre la condi-


ción campesina en el sudoeste de Francia en la década de los se­sen­
ta muestran cómo sus preocupaciones iniciales giraban en torno
a comprender no sólo las relaciones objetivas que condiciona-
ban las estrategias matrimoniales, sino la experiencia práctica de
las personas que transitaban de un orden matrimonial regido por
una lógica patrimonial a otro en el que los matrimonios se reali-
zan por elección. Estas primeras investigaciones apuntalaron el sen­
tido que iba a adquirir la categoría habitus desde el inicio de la obra
de Bourdieu.
Así, el investigador define esta categoría no sólo por la influen-
cia de di­versos autores (desde Aristóteles, Santo Tomás, Mauss, Pa­
nofsky, Durkheim, Weber, entre otros),9 sino y principalmente, por su
traba­jo de campo. En la investigación ya mencionada sobre los sol­
teros del Bearne hace explícita la referencia a las “técnicas corpora­
les” de Marcel Mauss10 y señala cómo el campesino acampesinado
padece el baile anual, pues, a decir de Bourdieu:

[…] de igual modo que los bailes de antaño eran solidarios de


toda la civilización campesina, los bailes modernos lo son de la
civilización urbana; al exigir la adopción de nuevos usos corpo-
rales, reclaman un auténtico cambio de “naturaleza”, pues los
habitus corporales son lo que se percibe como más natural, sobre
lo que la acción consciente no tiene asidero.11

Como se aprecia, el elemento corporal es un referente fun­da­


men­tal en la definición de esta categoría. Ese rasgo se acentúa al
recupe­rar el término en griego del habitus, a saber, la héxis. En ese
sentido, Bourdieu hará énfasis en la apariencia externa (por ejem-

9
Al respecto, véase Charles Camic, “The Matter of Habit”, en American
Journal of Sociology, vol. 91, núm. 5, marzo, 1986, pp. 1039-1087; Ana Te­resa
Martínez, Pierre Bourdieu. Razones y lecciones de una práctica sociológica.
Del estructuralismo genético a la sociología reflexiva, Buenos Aires, Manan-
tial, 2007; Nick Crossley, “Habit and Habitus”, en Body & Society, vol. 19,
núm. 2-3, 2013, pp. 136-161.
10
Marcel Mauss, “Técnicas y movimientos corporales”, en Marcel Mauss,
Sociología y antropología, Madrid, Tecnos, 1979, pp. 337-356.
11
Pierre Bourdieu, El baile de los solteros. La crisis de la sociedad campe­
sina en el Bearne, Barcelona, Anagrama, 2004, pp. 114-115.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 119

plo, el vestido) y los modales que, ante la mirada de los demás, se leen
como un signo social (signum social) tanto de clase como de género:

En las relaciones entre los sexos, es la héxis corporal lo que cons­


tituye el objeto primero de la percepción, a la vez en sí misma
y a título de signum social. Si es un poco torpe, y va mal afeita-
do y mal vestido, el campesino es percibido de inmediato como
[…] poco sociable y hosco, “malcarado” […].12

A la vez, el término habitus apunta al estado del cuerpo mas


no como posesión sino como disposición adquirida, vuelta “segun-
da naturaleza”. De ahí que se trate de una inclinación o propensión
a actuar de un modo específico en una determinada situación y que
muy difícilmente se puede modificar, al grado que Bourdieu sugiere
que hacerlo significaría cambiar de piel. El drama de los campesinos
solteros pasa entonces por la imposibilidad de adoptar dis­po­sicio­
nes acordes al modelo cultural urbano, pues su cuerpo los traiciona
por serle fiel al modelo rural.
Bourdieu se acerca entonces a la idea de asociar el habitus a otro
término controvertido en esta reflexión, a saber, el término dis­po­si­
ción. En una nota al pie de Bosquejo de una teoría de la práctica hace
referencia a cómo

La palabra “disposición” parece particularmente apropiada para


expresar lo que oculta el concepto de habitus (definido como
sistema de disposiciones): en efecto, él expresa en principio el re­
sultado de una acción organizadora presentando entonces un sen­
tido muy próximo a palabras como estructura; él designa por
otra parte una manera de ser, un estado habitual (en particular
del cuerpo) y una predisposición, una tendencia, una propensión
o una inclinación.13

Desde dicho razonamiento, el habitus es producto de la exposi­


ción de los cuerpos y, en esa medida, de la posición que ocupan los
individuos en el espacio social, de modo que posición y disposi­
ción mantienen una correspondencia, o bien mantienen una com-
plicidad ontológica, como señala el autor. Lo anterior no significa

Ibid., p. 116.
12

Pierre Bourdieu, Bosquejo de una teoría de la práctica, Buenos Aires,


13

Prometeo, 2012, p. 317.


120 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

que en ciertas condiciones pueda darse un desajuste entre posición


y disposición, pues “el habitus no está necesariamente adaptado
ni es necesariamente coherente”,14 tal y como se verá más adelante.
Las personas pueden llegar a sentir una inadecuación de sí mismas
cuando las condiciones que los rodean se modifican y sus incli­
naciones no se adecuan a las nuevas exigencias produciendo: “ha­
bitus desgarrados, dados a la contradicción y la división contra sí
mismos” ocasionando “sufrimiento”.15
En el citado trabajo sobre los solteros en el Bearne, el desfase
entre las técnicas corporales de baile urbanas y las técnicas cam-
pesinas puso en evidencia la “violencia simbólica” que los campe­
sinos acampesinados sufrían en relación con un modelo cultural
urbano y del cual se volvían cómplices al ejercerlo contra sí mis­
mos,16 así como su manifestación en emociones como inseguridad
y angustia. Bourdieu señala los alcances que tuvo dicho trabajo para
ir perfilando esta otra categoría clave de su propuesta que acom-
paña al habitus, a saber, la violencia simbólica, entendida como “la
violencia que se ejerce sobre un agente social con su complicidad”.17
Es decir, el mecanismo mediante el cual los que están en posicio-
nes dominadas se juzgan a sí mismos desde los parámetros estable­
cidos por grupos dominantes.
Las implicaciones afectivas de dicha categoría constituyen un
elemento que queremos enfatizar. Una manifestación emocional
de dicho mecanismo social aparece en el caso de la vergüenza. En
palabras de Wacquant, la vergüenza es “esa emoción contrapro­
ducente que surge cuando el dominado acaba por percibirse a sí
mismo a través de los ojos del dominante, esto es, cuando experimen­
ta sus propias formas de pensamiento, sentimiento y comporta-
miento como degradantes y degradadoras”.18 Igualmente, en una de
sus refle­xiones sobre la dominación masculina, Bourdieu enlaza
analíticamente esta relación entre cuerpo y afectividad a la luz
de una teoría de la dominación; citamos in extenso:

14
Pierre Bourdieu, “El conocimiento por cuerpos...”, op. cit., p. 210.
15
Idem.
16
Pierre Bourdieu, El baile de los solteros..., op. cit.
17
Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, Una invitación a una sociología re­
flexiva, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p. 240.
18
Loïc Wacquant, “Adentrarse en el campo con Bourdieu”, en Minerva,
núm. 20, 2012, p. 52.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 121

[…] los dominados contribuyen, unas veces sin saberlo y otras


a pesar suyo, a su propia dominación, al aceptar tácitamente
los límites impuestos; adoptan a menudo la forma de emociones
cor­porales —vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabi­
lidad— o de pasiones y de sentimientos —amor, admiración, res-
peto—; emociones a veces aún más dolorosas cuando se tradu­cen
en unas manifestaciones visibles, como el rubor, la confusión ver-
bal, la torpeza, el temblor, la ira o la rabia impotente, maneras
todas ellas de someterse, aunque sea a pesar de uno mismo y como
de mala gana, a la opinión dominante, y manera también de expe­
rimentar, a veces en el conflicto interior y el desacuerdo con uno
mismo […].19

Como vemos, el análisis sobre el cuerpo y las emociones da cuen­


ta de una sensibilidad que pone énfasis en la experiencia corpóreo-
afectiva en su doble faz: sufrimiento/felicidad y la gama intermedia
de emociones y sentimientos,20 aspecto que Bourdieu seguirá tra-
bajando a lo largo de su obra, y en particular en el caso del sufri-
miento en sus últimos trabajos sobre la condición de la miseria en
el mundo global.21 Ahí, como parte de una suerte de testamento so­
ciológico, Bourdieu señala que uno de los objetivos de la sociología
es justamente develar las condiciones sociales del sufrimiento:

Hacer conscientes ciertos mecanismos que hacen dolorosa e in-


clusive tolerable la vida, no significa neutralizarlos; sacar a la luz
las contradicciones no significa resolverlas. Empero, por escép-
tico que uno sea de la eficacia social del mensaje sociológico, no

19
Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama,
2003, p. 55.
20
A pesar de las distinciones elaboradas actualmente entre emoción,
sentimiento, afectividad, en este trabajo hemos optado por utilizarlo de
manera indistinta. Para una revisión pormenorizada que distingue dichas
categorías, véase Priscila Cedillo, Adriana García Andrade y Olga Sabido
Ramos, “Afectividad y emociones”, en H. Moreno y E. Alcántara (coords.),
Conceptos clave en los estudios de género, vol. 1, México, UNAM-PUEG, 2016,
pp. 15-33.
21
Danilo Martucelli, “Pierre Bourdieu (1920-2001) del habitus a la his-
téresis”, en Danilo Martucelli, Sociologías de la modernidad. Itinerario del
siglo XX, Santiago de Chile, LOM Ediciones/Universidad de Chile, 2013, p.
127.
122 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

es posible considerar nulo el efecto que puede ejercer al permi-


tir a quienes sufren descubrir la posibilidad de atribuir ese su­
frimiento a causas sociales y sentirse así disculpados, y al hacer
conocer con amplitud el origen social colectivamente ocultado,
de la desdicha en todas sus formas, incluidas las más íntimas y
secretas.22

Esta preocupación por el sufrimiento también aparece en otro


de sus escritos iniciales. Como señalan Schultheis y Frisinghelli, en
sus investigaciones de campo en Argelia, el joven Bourdieu

[…] emplea su competencia filosófica en el análisis de las inter-


dependencias económicas y de las estructuras temporales; su
interés por una fenomenología de las estructuras afectivas, ob-
jeto de su proyecto de tesis doctoral, se concreta en el análisis de
las formas de sufrimiento resultantes de la confrontación entre
estructuras mentales y afectivas —el habitus de los agentes socia­
les— y las estructuras económicas y sociales impuestas por la
sociedad colonial.23

Asimismo, en La dominación masculina —trabajo elaborado con


base en sus investigaciones iniciales sobre las relaciones entre los
géneros en la Cabilia, pero ahora visto desde una teoría global del
poder—,24 Bourdieu hace hincapié en la contraparte del sufrimien­to.
Es decir, la felicidad hallada por parte de los agentes en las estruc-
turas que los dominan. Como fruto de una socialización genérica-
mente diferenciada, Bourdieu insiste en cómo los hombres aprenden
a “amar los juegos de poder” y las mujeres “a amar a los hombres
que los juegan”: “[…] el carisma masculino es, por una parte, la
fascinación del poder, la seducción que ejerce la fascinación del po­
der”.25

22
Pierre Bourdieu, “Post-scriptum”, en Pierre Bourdieu, La miseria del
mun­do, México, FCE, 1999, p. 559.
23
Franz Schultheis y Christine Frisinghelli, Pierre Bourdieu. En Argelia.
Imágenes del desarraigo, Madrid, Agencia Española de Cooperación Inter-
nacional para el Desarrollo, 2012, p. 14.
24
Tassadit Yacine, “Génesis de la dominación masculina”, en P. Cham-
pagne, L. Pinto y G. Sapiro, Pierre Bourdieu sociólogo, Buenos Aires, Nueva
Visión, 2007, pp. 67-83.
25
Pierre Bourdieu, La dominación masculina..., op. cit., p. 102.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 123

Igualmente, esta lectura sociológica de la afectividad no sólo es


aplicable a las relaciones entre hombres y mujeres. La apreciación
sobre las condiciones que producen sufrimiento o felicidad for-
man parte de un mecanismo complejo, donde la sociedad saca par­ti­
do del cuerpo y las emociones; pues más allá de si esto se cumple en
todos los casos, muestra cómo la afectividad es otra manera de pro­
ducción de sentido. Esto último se vincula con otra categoría clave
de Bourdieu: la illusio, la cual forma parte de la dimensión motiva­
cional de la acción social. Dicha categoría sirve para dar cuenta de
la creencia en el juego, es decir, la inversión afectiva de las perso-
nas, que las hace sentirse comprometidas con los distintos juegos
so­ciales donde participan. Por ejemplo, la illusio del científico en su
campo, lo que Bourdieu llama libido científica, no es sólo la adqui-
sición de una competencia sino de una apetencia: de un deseo por
participar en el juego.26 Es decir, la illusio como creencia en un
or­den que no deja de estar atravesado por relaciones de dominio y
subordinación, pero que es también la inculcación de un deseo. Co­
mo se aprecia, el habitus implica distintas dimensiones analíticas
en las que es necesario detenernos.

LAS DIMENSIONES DEL HABITUS


SEGÚN WACQUANT: COGNITIVA,
CONATIVA Y AFECTIVA

Para Wacquant el habitus se compone de tres dimensiones: cogni-


tiva, conativa y afectiva.27 Esta distinción tiene un rendimiento ana­
lítico y metodológico pues distingue aspectos que se encuentran
entrelazados en las prácticas concretas de los actores. El aporte meto­
dológico radica en que permite identificar puntualmente aspectos
asociados a las categorías que orientan las prácticas (cognitivo), a
las habilidades que se requieren para llevarlas a cabo (conativo)
y a sus implicaciones afectivas y emocionales (afectivo). A conti-
nuación expondremos cada una de estas dimensiones, recu­perando

26
Pierre Bourdieu, El oficio del científico. Ciencia de la ciencia y reflexi­
vidad, Barcelona, Anagrama, 2003, p. 93.
27
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit.
124 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

tanto a Wacquant como a otros autores y puntualizaremos en los


aspectos metodológicos que implican dichas dimensiones.
a) La dimensión cognitiva retoma la tradición inaugurada por
Durkheim y Mauss relativa a las formas de clasificación colecti-
vas que organizan y dan sentido a la realidad.28 Para Bourdieu, las
formas de clasificación se convierten en esquemas de percepción
que no sólo organizan la realidad sino la evalúan y pueden dar
lugar a formas de acción determinadas. Esta dimensión se relacio-
na con el poder gnoseológico que Bourdieu atribuye a lo simbólico
y a la eficacia de ciertos grupos para imponer su definición de la
realidad.29 De ahí que pueda afirmarse que la dominación en cual-
quiera de sus variantes (política, masculina o económica) se vuelve
eficaz en la medida en que también es una dominación cognitiva.
Así, para Bourdieu, en las sociedades modernas el Estado vía el
sistema escolar se convierte en un instrumento que posibilita el “con­
formismo lógico” del que hablaba Durkheim, a saber, la posibili-
dad de que amplios grupos compartan esquemas de percepción y
apreciación.30 En ese sentido, si bien Bourdieu sigue la tradición
inaugurada por Durkheim, tal y como señala Danilo Martucelli,
Bourdieu va más allá, pues lejos de ver “culturas globales y homo-
géneas —como Durkheim—, insiste sobre la función determinan-
te de las divisiones sociales”.31 Por ello, aun cuando el Estado sea
uno de los medios más importantes a partir del cual se lleva a cabo
esta dominación cognitiva, no es el único. El propio Bourdieu mues­
tra cómo los esquemas de percepción y apreciación del mundo tam­
bién difieren según el género. En sus estudios sobre las relaciones
entre los géneros en Argelia, Bourdieu identifica las similitudes en-
tre distintas sociedades mediterráneas (incluidas las del Occidente
moderno); dichas similitudes radican en que la división del tiempo
y del espacio, de las actividades, las cosas y los cuerpos sexuados par-

28
Émile Durkheim y Marcel Mauss, “De ciertas formas primitivas de
clasificación”, en Marcel Mauss, Institución y culto. Representaciones colec­
tivas y diversidad de civilizaciones, Barcelona, Barral, 1971, pp. 13-73.
29
Pierre Bourdieu, “Sobre el poder simbólico”, en Pierre Bordieu, Inte­
lectuales, política y poder, Buenos Aires, Eudeba, 2000, pp. 63-73.
30
Pierre Bourdieu, Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (1989-
1992), Barcelona, Anagrama, 2014.
31
Danilo Martucelli, “Pierre Bourdieu (1920-2001) del habitus a la his-
téresis...”, op. cit., p. 112.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 125

ten de un principio androcéntrico. Así, por ejemplo, los sistemas


de oposición abajo/arriba, derecha/izquierda, luz/oscuridad, pue­den
leerse a través de un filtro genéricamente diferenciado que organi-
za la apreciación y el movimiento de los cuerpos sexuados.32
Por su parte, Loïc Wacquant destaca cómo grupos que suponen
una socialización intensa son capaces de imponer sus propias for-
mas de clasificación. Su estudio sobre los boxeadores en el gimna-
sio del gueto negro de Chicago nos habla de cómo los pugilistas,
en virtud de la noción de “sacrificio” que se autoimponen, restringen
su dieta, su vida social y sexual. Es decir, los esquemas de clasifi-
cación que construyen colectivamente orientan el estilo de vida
que los define como boxeadores. A esto se suma que este oficio se
asocia a un modelo ideal de virilidad que no está libre de tensio-
nes desde el punto de vista de los actores y el cumplimiento a caba­
lidad de esa expectativa.33 En ese sentido, la dimensión cognitiva
del habitus obedece a las formas en las que los agentes conocen y
evalúan el mundo, según las fuentes de significado y jerarquías cons­
truidas y transmitidas por el grupo al que pertenecen.
b) La dimensión conativa. El término conativo se deriva de la
palabra latina conatus, atribuida al filósofo Baruch Spinoza. Como
veremos más adelante, el conatus implica un sentido de preserva-
ción. Heredero de Spinoza, Bourdieu plantea que en lugar de hablar
de “proyecto” entendido como un acto intencional del agente, es
mejor hablar de conatus, pues este término hace alusión a aque-
llas disposiciones heredadas que se transmiten inconscientemente
y que contribuyen a perpetuar determinados estados.34 En ese sen-
tido, para Bourdieu el cuerpo se convierte en ese mecanismo de
transmisión que perpetúa el “estado de las cosas” con la participa-
ción cómplice pero no consciente del agente. Por ello, Bourdieu
encuentra en Mauss un aliado para explicar procesos de transmi-
sión cultural vía el cuerpo. Así, como ya hemos señalado, en El baile
de los solteros menciona cómo las “técnicas corporales” son solida­

32
Pierre Bourdieu, “La casa o el mundo invertido”, en Pierre Bourdieu,
El sentido práctico..., op. cit., pp. 419-437 y Pierre Bourdieu, La dominación
masculina..., op. cit.
33
Loïc Wacquant, Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxea­
dor, México, Siglo XXI, 2006.
34
Pierre Bourdieu, “Las contradicciones de la herencia”, en Pierre Bour-
dieu, La miseria del mundo, México, FCE, 1999, p. 444.
126 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

rias de los modelos culturales, siguiendo el razonamiento de Mauss


sobre la naturaleza social de tales técnicas.35
El propio Wacquant, en una lectura contemporánea del térmi-
no habitus le atribuye a éste aspectos que remiten al cuerpo, sus
habilidades, e incluso correlatos neuronales.36 Así, la dimensión co­
nativa se relaciona con capacidades propioceptivas, habilidades
sensomotoras y destrezas kinestésicas que se afinan en y para la
acción intencionada.37 Lo anterior se deriva de su etnografía sobre
los boxeadores, en la cual muestra cómo el aprendizaje del boxeo
implica adquirir todo un conjunto de técnicas corporales que re­
mo­delan la relación que se tiene con el cuerpo. Es decir, se trata de
todo un trabajo perceptivo, emocional y físico mediante el cual se
reeducan los sentidos corporales, desde la vista y el olfato hasta los
sentidos internos como el del dolor, el equilibrio y el sentido del
cuerpo (propiocepción). En dicho espacio también se trabaja sobre
el autodominio y el autocontrol de las emociones, las posturas, los
gestos y movimientos asociados a dicha práctica. Todo ello en aras de
convertir al boxeador en esa “máquina inteligente de dar golpes”

35
De hecho, el término “técnica corporal” acuñado por Mauss en 1934
será capital en la definición de habitus que Bourdieu desarrollará años más
tarde. Mauss señala: “Durante muchos años he pensado sobre esta idea de
la naturaleza social del ‘habitus’ y observen cómo lo digo en latín, ya que la
palabra traduce mucho mejor que ‘costumbre’, el ‘exis’, lo ‘adquirido’ y
la ‘facultad’ de Aristóteles (que era un psicólogo). La palabra no recoge los
hábitos metafísicos [...] Estos ‘hábitos’ varían no sólo con los individuos y
sus imitaciones, sino sobre todo con las sociedades, la educación, las reglas
de urbanidad y la moda. Hay que hablar de técnicas, con la consiguiente
labor de la razón práctica colectiva e individual, allí donde normalmen-
te se habla del alma y de sus facultades de repetición”. Marcel Mauss, “Técni­
cas y movimientos corporales”, en Marcel Mauss, Sociología y antropolo­
gía..., op. cit., p. 340.
36
Al respecto, véase también George Downey, “ ‘Habitus in Extremis’: From
Embodied Culture to Bio-Cultural Development”, en Body & Society, vol. 20,
núm. 2, 2014, pp. 113-117. En ese sentido llama la atención que también
el neurólogo Antonio Damasio realice una lectura del conatus de Spino-
za en términos biológicos actuales para referirse al “conjunto de disposiones
establecidas en los circuitos cerebrales que, una vez activadas por condi-
ciones internas o ambientales, buscan tanto la supervivencia como el bien­
estar”. Antonio Damasio, En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción
y los sentimientos, Barcelona, Crítica, 2010, p. 40.
37
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit., p. 8.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 127

que de forma automática preserva el ideal de boxeador que se le ha


transmitido (conatus). Además, Wacquant destaca cómo esta dimen­
sión no es producto de una enseñanza verbal sino de una pedago­
gía mimética. Es decir, una socialización cuerpo a cuerpo, as­pecto
que no está libre de tensiones, como veremos más adelante.
c) La dimensión afectiva. Por último, Wacquant también habla de
la dimensión afectiva del habitus. Para este autor, dicha dimensión
tiene que ver con la incorporación de lo social en forma de deseos
y afectos. Es decir, con aquellas inversiones (en términos de ape-
gos y energías libidinales)38 que dan sentido al drama vital de los agen­
tes. De ahí que reconozca el carácter “sufriente y deseante” de los
seres humanos.39
Aquí, los conceptos de libido e illusio se vuelven centrales pues,
como el propio Bourdieu insinúa, ambos se adquieren socialmente.
Por ello, podemos argüir que esta dimensión se vuelve un sopor-
te clave de los procesos de aprendizaje. Bourdieu señala cómo esto
es posible sólo gracias a que los cuerpos aprenden a través de sus tran­
sacciones afectivas con el entorno.40 La illusio se adquiere así a través
de tales transacciones.
Del mismo modo, dicho componente afectivo aparece en el ra-
zonamiento de Mauss cuando señala cómo las técnicas corporales
se aprenden a modo de imitación, pero fundamentalmente por
una “imitación prestigiosa”. En ese sentido, como ya hemos señala­
do, la tradición inaugurada por Mauss y recuperada por Bourdieu
establece una relación entre cuerpo y afectividad, en la medida en
que la inculcación en el cuerpo de las estructuras objetivas tam-
bién aparece como esperanzas, deseos o frustraciones en el nivel
subjetivo.

LAS ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS PARA INVESTIGAR EL HABITUS

Ahora bien, en la obra de Bourdieu podemos encontrar varias es-


trategias metodológicas para investigar el habitus y las tres dimen­

38
No es casual que Wacquant recupere aquí a Parsons (catexis) y a Freud
(libido).
39
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit., p. 9.
40
Pierre Bourdieu, “El conocimiento por cuerpos...”, op. cit., p. 186.
128 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

siones señaladas. Bourdieu utilizó al menos dos vías, que corres-


ponden a distintas escalas: la grupal y la individual. Respecto a la
primera, ésta se registra a partir de correlaciones estadísticas cu-
yo objetivo final es la reconstrucción de ciertas regularidades de la
acción, que posibilitan atribuir pautas de comportamiento simi-
lar en colectivos, según ciertos criterios como la clase social y el
género. Uno de los trabajos más representativos de esta estrategia
lo encontramos en La distinción. Criterio y bases sociales del gusto,
donde estudia la estructura de consumo de la sociedad francesa de
la década de 1960. Ahí, podemos decir grosso modo, muestra có­
mo la clase dominante y sus fracciones tienden a distinguirse a par-
tir de ciertas prácticas de consumo.41 De acuerdo con Wacquant,
este tipo de estrategia es sincrónica e inductiva en la medida en que
implica “captar la matriz común” de una serie de prácticas equi-
valentes en un recorte temporal específico.42 Del mismo modo,
La­hire señala cómo Bourdieu habla del habitus como parte de un
“modelo macrosociológico” que da cuenta del “conjunto de las pro­
piedades estadísticamente más ligadas a un grupo social”.43
En cuanto a la vía individual, ésta consiste en trazar las estra­
tegias del agente según su posición inicial y su trayectoria en el
espacio social. A diferencia de la primera estrategia, esta vía implica
reconstruir la “secuencia y sedimentación” de disposiciones a través
del tiempo. Es decir, lo que Wacquant identifica como una aproxi-
mación diacrónica y deductiva.44
A partir de ambas estrategias, Bourdieu pretende develar los prin­
cipios no conscientes que orientan las prácticas y, en dicho sentido,

41
Bourdieu distingue tres categorías principales: alimentación, cultura
y gastos de presentación de sí mismo y de representación. Por ejemplo, el
gusto por cierto tipo de alimentos se relaciona con la idea que cada clase se
hace del cuerpo. Al respecto señala cómo “De ello se deduce que el cuerpo
es la más irrecusable objetivación del gusto de clase, que se manifiesta en
ciertas maneras. En primer lugar, en lo que tiene de más natural, en apa-
riencia, es decir, en las dimensiones (volumen, estatura, peso, etcétera) y
en las formas (redondas o cuadradas, rígidas y flexibles, rectas o curvas,
etcétera) de su conformación visible, en la que se expresa de mil maneras
toda una relación con el cuerpo”. Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y
bases so­ciales del gusto, México, Taurus, 2002, p. 188.
42
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit.
43
Bernard Lahire, El hombre plural, Barcelona, Bellaterra, 2004, p. 28.
44
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 129

otorga importancia al pasado y su efecto en el presente.45 No obstan­


te, a partir del legado bourdiano, Wacquant y Lahire proponen otras
vías para el registro empírico del habitus. En el caso de Wacquant
destaca el uso experimental del habitus a partir de su propues-
ta denominada “etnografía carnal”. Esto supone un giro de tuerca
al uso de la categoría habitus, pues implica hacer de ésta no sólo
un objeto de estudio sino una herramienta metodológica. La prin-
cipal investigación en la que Wacquant utiliza este método es el ya
mencio­nado trabajo realizado en un gimnasio del gueto negro de
Chicago en la década de 1980.46 Ahí, Wacquant da cuenta del apren­
dizaje de un “habitus pugilista” que pasa por una reeducación corpo­
ral y sensorial. Su trabajo no se limita a la descripción del espacio y
las prácticas de quienes asisten al gym, sino que Wacquant optó por
adquirir y practicar el pugilismo.47
La novedad de Wacquant se inscribe, por una parte, en la resigni­
ficación de la categoría de habitus ya no sólo como objeto empírico
que será analizado (explanandum), sino como método de investi-
gación modus cognitionis, es decir, el uso del cuerpo del investigador
como método.48 Por otro lado, porque a partir de dicha estrategia
existe una apuesta desde el punto de vista del investigador, por ha­
cer reflexivos aquellos automatismos corporales que permanecen
en estado práctico y que, por ello, pasan inadvertidos para los acto­
res involucrados en dicha situación.
Por su parte, Bernard Lahire, a pesar de las disputas intelectuales
que mantiene con Wacquant,49 coincide en replantear una estrate-
gia metodológica para la investigación del habitus, pero a escala
individual. Para Lahire, el habitus visto a escala grupal no alcanza
a dar cuenta de las contradicciones individuales que puede expe-
rimentar un agente a lo largo de su vida. En ese sentido, redefine
esta categoría como un stock de disposiciones heterogéneas y con-
cede una mayor importancia a la situación en que se activan tales

45
Bernard Lahire, El hombre plural..., op. cit.
46
Loïc Wacquant, Entre las cuerdas..., op. cit.
47
Dicha inmersión en el campo podemos encontrarla en trabajos clá­
sicos de la antropología o sociológicos, como el caso de William Foote
Whyte. Véase William Foote Whyte, La sociedad de las esquinas, Mé­xico, Dia­
na, 1971.
48
Loïc Wacquant, “Homines in Extremis...”, op. cit.
49
Bernard Lahire, El hombre plural..., op. cit.
130 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

disposiciones. Para ello, Lahire propone una descripción precisa


—y teóricamente informada— de las prácticas en situación, que
devele lo invariante y específico de una situación respecto a otras a
fin de “desplegar una verdadera interpretación sociológica empíri­
camente fundamentada”.50 Para este autor, el conjunto de disposicio­
nes que porta un individuo puede reconstruirse metodológicamente
mediante “matrices de socialización” que den cuenta del cómo,
dónde y cuándo se lleva a cabo una práctica, así como de los agen-
tes de socialización involucrados. Lahire ha llevado a cabo refle­
xio­nes de este tipo en sus trabajos sobre el fracaso escolar entre niños
de medios populares.51
De esta manera, el legado de Bourdieu ofrece distintas estrate-
gias metodológicas para la investigación del habitus y sus tres di-
mensiones otrora señaladas. La elección o combinación de éstas
dependerá de los intereses de cada investigación particular. Lo
cierto es que existen discusiones en torno a los puntos ciegos que
cada una de estas elecciones conlleva, tal y como sugerimos en el
siguiente apartado.

CON BOURDIEU Y MÁS ALLÁ DE BOURDIEU:


CROSSLEY, WACQUANT Y LAHIRE

La obra de Bourdieu en general y algunos de sus conceptos en par­


ticular han sido revisados y cuestionados desde diversos frentes. En
este apartado enunciaremos aquellos aspectos que, desde nues­tra
perspectiva, tienen implicaciones para la investigación de las prác­
ticas corporales y sus implicaciones afectivas: 1) la confusión entre
habitus y actor, 2) la ausencia de reflexividad, 3) la crítica al determi­
nismo del habitus.
Respecto a la primera, Nick Crossley señala cómo uno de los as-
pectos críticos de la categoría de habitus es que ésta se confunde

50
Bernard Lahire, “Describir la realidad social”, en Bernard Lahire, El
espíritu sociológico, Buenos Aires, Manantial, 2006, pp. 31-40.
51
Bernard Lahire, “Un sociólogo en el aula: objetos en juego y modalida­
des”, en María Isabel Jociles Rubio y Adela Franzé (eds.), ¿Es la escuela el
problema? Perspectivas socioantropológicas de etnografía y educación, Ma-
drid, Trotta, 2008, pp. 49-60.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 131

con el propio actor. Para Crossley, el habitus entendido como pa-


trones de acción relativamente estables dependen del hecho de
que los actores sean capaces de convertir formas usuales de acción
en esquemas habituales.52 En ese sentido, para Crossley agente y
habitus son entidades distintas. Dicha falta de distinción analítica
en la obra de Bourdieu lo hace vulnerable al determinismo, en la
medida en que es el agente el que puede innovar y no el habitus.53
Incluso, para Crossley es Wacquant y no Bourdieu el que logra plan­
tear la complejidad interna del concepto de habitus y ver todas las
gamas posibles de su aplicación a través de la etnografía carnal.
No obstante, a pesar de adscribirse a la etnografía carnal, Crossley
señala que ésta no es suficiente.54 En ese sentido, Crossley incor-
pora el análisis de redes en sus investigaciones. Así, por ejemplo,
en un trabajo realizado en un gimnasio no sólo investiga las acti-
vidades dentro de éste, sino el tipo de vínculos y la densidad de
éstos, forjados al interior de este espacio y que adquieren relevan-
cia en la adquisición de saberes corporales.55
De esta manera, la distinción entre agente y habitus tiene impli-
caciones no sólo teóricas sino metodológicas. Dicha distinción
posibilita la búsqueda de otros referentes intelectuales para el dis-
cernimiento de cómo se constituyen las prácticas corporales, como
es el caso de la teoría de redes.56 Es por ello que además de la dimen­
sión corporal y emocional del agente, Crossley insiste en el ca­rác­
ter relacional de éste.57 Por ello, para Crossley los seres humanos
no son sólo “animales deseantes y sufrientes”, sino también socia-

52
Nick Crossley, “Embodied Actors, Sociability and the Limits of Refle­
xivity”, en Body & Society, vol. 20, núm. 2, junio, 2014, pp. 106-112.
53
Nick Crossley, “The Phenomenological Habitus and its Construction”,
en Theory and Society, vol. 30, núm. 1, 2001, pp. 94-95.
54
Entre otras razones, porque como todo agente comprometido con la
práctica que ejecuta, siempre habrá un punto ciego del propio investigador.
55
Nick Crossley, “The Circuit Trainer’s Habitus: Reflexive Body Techni-
ques and the Sociality of the Workout”, en Body & Society, 2004, vol. 10,
núm. 1, pp. 37-69.
56
Idem. También véase Nick Crossley y Wendy Bottero, “Worlds, Fields
and Networks: Becker, Bourdieu and the Structures of Social Relations”,
en Cultural Sociology, vol. 5, núm. 1, 2011, pp. 99-119.
57
Nick Crossley, Towards Relational Sociology, Nueva York/Londres,
Routledge, 2011.
132 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

les y sociables “inextricablemente unidos a otros”.58 Por otro lado,


Crossley, al igual que Lahire, establece la relevancia de considerar
los aspectos reflexivos de la acción, cuestión que Bourdieu desdeñó
dentro de su modelo teórico.59 Crossley enfatiza que no es el habi­
tus el que es capaz de reflexionar, sino es el actor el que revisa al
habitus. En ese tenor, Crossley hace alusión a la reflexividad del cuer­
po, como una especie de agencia encarnada (embodied agency) que
es capaz de dirimir las distintas finalidades con las que puede em-
plearse al cuerpo. Así, por ejemplo, los deportistas en el gimnasio
están revisando continuamente la lógica de sus prácticas, ya que
pueden estar usando el mismo aparato, pero distinguir si es para
tonificar o bien para fortalecer los músculos.60
Por otro lado, y desde otra postura crítica que coincide con
Crossley, Bernard Lahire cuestiona el modelo deportivo en el que
Bourdieu se inspira para explicar el habitus. Para Lahire, el ejem-
plo del futbolista que no se detiene a “pensar” su acción sino que
“actúa” gracias a la incorporación del sentido de la situación como
disposición práctica no necesariamente es un agente prerreflexivo.
Sus jugadas y destrezas son posibles gracias a otro tipo de prác­
ticas cuya lógica no depende del calor de la acción y producto sólo
de una “intuición práctica”, sino también implican la planificación
y corrección, donde la reflexividad y el lenguaje ocupan un lugar
primordial. Así, el deportista no está todo el tiempo en combate,
también prepara y planifica sus jugadas, se corrige a sí mismo y es
corregido por otros. De esto deriva que las disposiciones prerre-
flexivas pueden surgir de disposiciones reflexivas, que a la larga se
hacen cuerpo.61

58
Nick Crossley, “Embodied Actors, Sociability and the Limits of Re-
flexivity...”, op. cit.
59
Para Bourdieu, no es que no exista la capacidad reflexiva de los agen-
tes, sino que dio preferencia a un modelo de la acción corporal poniendo
énfasis en las inercias que encuentran en cuerpo un soporte fundamental
para la reproducción del mundo social y su arbitrariedad.
60
Nick Crossley, “The Circuit Trainer’s Habitus...”, op. cit.
61
Véase Priscila Cedillo, “Socialización cotidiana y duradera de los cuer­
pos sexuados. La organización social del género en la escuela secundaria”,
tesis de maestría en Estudios Políticos y Sociales, México, FCPyS-UNAM,
2015 y Priscila Cedillo, “El género como disposición”, en M. Pozas y M. A. Es­
trada (eds.), Disonancias y resonancias: investigaciones en teoría social y su
función en la observación empírica, México, El Colegio de México, 2016.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 133

Una última crítica que revisaremos en este ensayo se orienta


hacia el determinismo que subyace a la categoría habitus. Para ello,
recuperamos la posible relación entre habitus y situación que puede
ilustrarse a partir de categorías como conatus, histéresis y creati-
vidad.62 En la proposición VI de la tercera parte de la Ética demos­
trada según el orden geométrico intitulada “Del origen y naturaleza de
los afectos”, Baruch Spinoza establece que: “Cada cosa se esfuerza,
cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser”.63 Como puede
verse en la versión original en latín, la palabra empleada por Spino­
za para designar dicha perseverancia es conatur. Así: “Unaquæque
res, quantum in se est, in suoesse perseverare conatur”. Conatur es la
conjugación en tercera persona del singular del verbo conari, cu-
yos significados más comunes en castellano son “intento” y “esfuer­
zo”. A su vez, de dicho verbo se deriva la palabra conatus, que se
traduce como “conato, intento, tentativa, esfuerzo, empresa y tam­
bién como impulso, inclinación y tendencia”.64 Por esta razón, la
proposición VI de la tercera parte de la Ética da pie a la llamada “doc-
trina del conatus universal”, la cual apunta a la autopreservación
de las cosas.
No nos detendremos más en la discusión filosófica relativa al tér­
­mino conatus, pero consideramos importante apuntarla ya que,
co­mo es el caso con muchos otros conceptos de su teoría, Bour-
dieu lo recupera para pensar el mundo social. En particular este
concep­to le sirve para dar cuenta de la forma en la que, en ciertas
cir­cuns­tancias, el habitus es capaz de afirmar su autonomía ante
una determinada situación. Así, por ejemplo, en su libro La noble­
za de Estado, Bourdieu apunta que:

Ya que el habitus está ligado genéticamente (y también estruc-


turalmente) a una posición, siempre tiende a expresar, median-
te esquemas que constituyen su forma incorporada, el espacio de
las posiciones diferentes u opuestas (por ejemplo: alto/bajo) que
son constitutivas del espacio social, y a la vez una posición prác-
tica sobre ese espacio (algo por el estilo de “estoy arriba o abajo, y

62
Véase Jorge Galindo, Entre la necesidad y la contingencia. Autoobserva­
ción teórica de la sociología, Barcelona, Anthropos/UAM-Cuajimalpa, 2008.
63
Baruch Spinoza, Ética, Madrid, Alianza, 1987, p. 181.
64
Julio Álvarez Pimentel, Diccionario latín-español/español-latín, Méxi-
co, Porrúa, 2007, p. 154.
134 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

tengo que mantenerme allí”). Su tendencia a perpetuarse según


su determinación interna, su conatus, afirmando su autonomía
respecto de la situación (en lugar de someterse a la determina-
ción externa del entorno, como la materia), es una tendencia a
perpetuar una identidad que constituye una diferencia.65

El concepto de conatus en la teoría del habitus de Bourdieu apun­


ta, pues, a la forma en que, bajo ciertas circunstancias, la complici­
dad ontológica entre disposiciones y espacio social conlleva a una
reproducción cuasi perpetua del estado de cosas. Así, por ejemplo,
sin proponérselo de manera consciente, los ex alumnos de las gran­
des escuelas francesas implementan en su práctica cotidiana las
“estrategias de reproducción” que no sólo les permitirán seguir sien­
do parte del grupo dominante, sino que contribuirán a que sus hi-
jos e hijas ingresen a dichas escuelas “perseverando” en su ser en
tanto familia perteneciente al grupo dominante.
No obstante lo anterior, es importante apuntar que esta capaci-
dad para “perseverar en el ser” depende, como se dijo antes, de las
circunstancias sociales en las que la acción de los agentes se lleva
a cabo. Esto quiere decir que la teoría de Bourdieu no pregona una
reproducción ciega y necesaria del mundo social, sino que la ubi-
ca en contextos sociales determinados. Así, la reproducción de la
clase dominante del ejemplo antes mencionado no sólo depende
de la reproducción de su habitus, sino del mantenimiento del sis-
tema de grandes escuelas. La importancia de aclarar este punto se
debe, entre otras cosas, a la confusión a la que nos podría llevar el
propio Bourdieu al hablar de la “autonomía respecto a la situación”
derivada del conatus, pues ésta, como siempre en Bourdieu, sólo
es relativa.
Ahora bien, existe otro concepto que ayuda a pensar las formas en
que el habitus se relaciona con las situaciones concretas, a saber,
el concepto de histéresis. A diferencia de la —prácticamente— ple-
na complicidad entre estructuras objetivas y estructuras subjetivas
observable mediante el conatus, la histéresis nos permite dar cuen-
ta de los casos en los que el habitus se mantiene a pesar de que ya
no existe entre él y el mundo social complicidad ontológica algu-

65
Pierre Bourdieu, La nobleza de Estado, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013,
p. 15.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 135

na. Esta histéresis (del griego ύστέρησις: retraso) o inercia del ha­
bitus apunta, pues, a la tragedia de don Quijote, es decir, al fracaso
derivado del desacuerdo entre nuestras disposiciones y el mundo
social. Así, de la misma manera que don Quijote quiere realizar
hazañas caballerescas en un mundo en el que ya no tienen senti-
do, los solteros de Bearne quieren conseguir esposas según los usos
tradicionales cuando éstos ya no son efectivos, pues las chicas aho­
ra aspiran al amor romántico.
Mediante los conceptos de conatus e histéresis nuestra observa-
ción de la relación dialéctica entre disposiciones y situación se ve
enriquecida, pues nos permite ir más allá de una mera lógica de re-
producción y ver no sólo las condiciones de dicha reproducción, sino
también la tensión que puede emerger cuando, por la razón que sea,
la complicidad ontológica se rompe. Antes de cerrar este apartado
es importante decir que la cuidadosa observación de las relacio-
nes entre disposiciones y situación es un paso necesario para dar
cuenta de los resortes de la creatividad y la transformación social,
pues tal y como Bourdieu afirma:

Los habitus cambian sin cesar en función de las experiencias nue­


vas. Las disposiciones están sometidas a una especie de revisión
permanente, pero que nunca es radical, porque se lleva a cabo a
partir de las premisas instituidas en el estado anterior. Se ca­
racterizan por una combinación de constancia y variación que
cambia según los individuos y su grado de agilidad o rigidez.66

CONCLUSIONES

A través de la categoría habitus Pierre Bourdieu ha legado una


valiosa herramienta para las investigaciones sobre el cuerpo y la
afectividad. “El cuerpo está en el mundo social pero el mundo so­
cial está en el cuerpo”, nos recuerda este autor, y con ello hace hin­
capié en cómo los esquemas de percepción y evaluación del mundo,
de los sentimientos y acciones que desplegamos en él no son otra
cosa que el resultado de la exposición reiterada de los cuerpos, de
la inscripción de la historia como disposición en los cuerpos de las
personas.

66
Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas..., op. cit., p. 211.
136 PRISCILA CEDILLO, OLGA SABIDO RAMOS, JORGE GALINDO

Esta categoría apuntala entonces un modelo de acción corporal


donde el cuerpo no sólo es un soporte de la acción sino también una
matriz que engendra acciones con sentido aunque no conscientes, y
cuya eficacia radica en la aparente “naturalidad” que les atribuimos.
Bourdieu, además, señala las consecuencias sociológicas que se de­
rivan del provecho que las sociedades sacan de esta exposición de los
cuerpos al mundo. Por ello, esta categoría abre la puerta al estu-
dio del cuerpo y la afectividad como aspectos constitutitivos de las
sociedades.
Sin embargo, no se trata de una categoría definida de una vez y
para siempre. Por el contrario, tiene alcances y limites que deben ser
discutidos. Es por ello que en este ensayo hicimos hincapié en cua­
tro aspectos sobre los cuales habrá que seguir trabajando y de los
cuales, aquí, apenas hemos dado un paso en esa dirección.
En primer término, mostramos que Bourdieu, si bien articuló esta
categoría en su afán por aprehender la lógica de las prácticas, tam­
bién abrió la posibilidad de estudiar las experiencias corpóreo-afec­
tivas que la adquisición de un habitus desencadena. En segundo
lugar, recuperamos las dimensiones que según Wacquant componen
el habitus. La distinción entre los elementos cognitivos, conativos
y afectivos del habitus contribuyen a una mayor precisión analítica
de la categoría, así como del modelo de acción corporal que sub-
yace a ésta, pues implica reconocer que el uso que las sociedades
hacen del cuerpo y de las emociones pasa por las tres dimensio-
nes: pues conocer, sentir y juzgar forman parte de un proceso que
involucra técnicas y habilidades corporales construidas y transmiti­
das por los grupos a los cuales pertenecen los individuos. En tercer
lugar, retomamos cuatro estrategias metodológicas para emplear
esta categoría: la correlación estadística, la reconstrucción de tra-
yectorias biográficas, la etnografía carnal y la reconstrucción de
matrices de socialización. Cada una abre distintos caminos para
aprehender la razón inmanente que habita los cuerpos. Pero tam-
bién, dejan ver algunas tensiones y límites del habitus. Por ello, en el
úl­timo apartado, hicimos hincapié en tres de estas tensiones y lí-
mites: 1) la confusión entre habitus y actor, 2) la ausencia de refle­
xividad, 3) la crítica al determinismo del habitus. Con este ensayo
pretendemos abonar a la discusión sobre esta categoría, en aras
de contribuir teórica y metodológicamente a la consideración del
cuerpo y la afectividad como aspectos constitutivos de lo social.
HABITUS: UNA ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA 137

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