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Portada

Ilustraciones
Personajes
El Mundo del Imperio Tearmoon
Parte 2:
La Chica de Lodestar

Prólogo:
Con ese Nombre Orgulloso Guardado
Cerca de tu Corazón

Una chica solitaria corría entre las desoladas ruinas del lugar que una
vez fue su hogar. Una vez aclamada como “La Ciudad Agraciada por
la Luna” por su encantadora belleza, la capital imperial era ahora una
sombra humeante de su antiguo ser. Asolada una y otra vez por los
horrores de la guerra, yacía estéril y desolada. Los escombros dispersos
servían de horizonte de una tierra sin ley. Las calles estaban cubiertas
de cáscaras secas vagamente humanoides. Antes eran personas. Ahora
ni siquiera eran cadáveres. El paisaje urbano en ruinas tenía un aspecto
más sombrío que el del antiguo Distrito Newmoon. Para los que
permanecían allí, no era un barrio bajo; era un desierto de ladrillos y
piedra.

Por eso, la visión de una joven perseguida por un grupo de hombres


armados no movió a ningún residente a actuar. Corrió y corrió,
respirando entrecortadamente. Su cabello plateado ansiaba ser lavado;
ennegrecido por el hollín y el sudor, había perdido su brillo platino. El
barro salpicaba sus mejillas, las manchas oscuras contrastaban con su
piel pálida. Sus delgados hombros subían y bajaban trabajosamente
mientras luchaba por respirar lo suficiente para alimentar los pocos
músculos que le quedaban en su demacrado cuerpo.

Aun así, siguió adelante, obligando a sus piernas a dar un paso tras
otro agonizante mientras miraba hacia atrás una y otra vez a sus
perseguidores con la energía desesperada y aterrorizada de una presa
que intenta escapar de la muerte. Corrió hasta que el dolor sordo de la
fatiga se convirtió en el dolor ardiente del agotamiento, y entonces
corrió un poco más. Siguió corriendo; la pena, el miedo y el fuego en
sus pulmones y extremidades se confundían en una masa informe de
agonía que amenazaba con aplastar su corazón. Entonces, sucedió: le
fallaron las fuerzas, tropezó y cayó.

“Ah—”

Golpeó con fuerza el suelo y el objeto al que se aferraba se deslizó


por el camino irregular. Era un libro antiguo. Condenado al ardiente
destino del biblioclasmo, quedaban pocos ejemplares en el mundo. En
su portada estaba inscrito el título “Crónicas de la Princesa Mia”. Se
arrastró apresuradamente hacia él.

“… Madre Elise.”

La chica recordó la suave sonrisa de su difunta autora, que la había


criado como si fuera su propia hija.
“Escucha, Bel. Lo que está escrito en este libro es la verdad, y es
una verdad que debes saber: sobre tu abuela, y sobre la clase de
persona que era… No importa con cuántas falsedades el mundo
intente enterrarla, sólo tú necesitas saber lo que realmente sucedió…”

Eso dijo la más joven de sus dos madres adoptivas antes de darle
una cariñosa palmadita en la cabeza.

“Madre Anne…”

La chica llamada Bel recordó el tierno abrazo de otra persona, que


le había dado amor y apoyo incondicionales.

“Ve, querida. Ve, y mantén ese orgulloso nombre cerca de tu


corazón. Su sangre fluye a través de ti. No puedes morir aquí. ¡Ve!
¡Corre!”

Así lo dijo la mayor de sus madres adoptivas antes de tirar de ella


para abrazarla, con una sonrisa tan cálida como la sangre que le corría
por el pecho.

Eran los rostros de las personas que Bel amaba. Rostros amables y
compasivos, que nunca volvería a ver.

“Tía Tiona… Tía Chloe… Sr. Ludwig… Tío Dion…”

Todos se habían ido. Todos los que le habían mostrado su bondad


habían muerto… para protegerla. Sin embargo, antes de hacerlo, todos
habían dicho las mismas palabras, algunos con pesar, otros con una
sonrisa amarga. Pero sin falta, todos habían dicho lo mismo.
“Si sólo estuviera viva… No habría resultado así…”

Si aquella Santa Dama de ilimitada compasión, la Gran Sabia del


Imperio, siguiera entre ellos, el Imperio… y el mundo… seguramente
habrían evitado este terrible destino. Esta dama, ensalzada por todos
los que Bel conocía, estaba ausente en sus propios recuerdos. Todo lo
que podía recordar era la vaga sensación de un carácter amable. Por
eso, todo lo que sabía sobre la venerada figura provenía de los libros.

Sin duda era una persona que se había ganado su título, y la Gran
Sabia del Imperio era muchas cosas. Como santa, era un dechado de
compasión y benevolencia; como princesa, era la salvadora de su
nación. A partir de cierto momento, se había convertido en tabú hablar
de ella o de la familia imperial. Aun así, cuando la luna estaba baja y
los oídos escaseaban, la gente hablaba de ella en voz baja, y sus rostros
se llenaban de sonrisas de cariño a cada repetición de su nombre.

Eso llenó a Bel de orgullo. La idea de que por sus venas corría la
misma sangre era como un faro brillante en su corazón.

“¿Por fin te rindes, chica?”

Una voz ronca la sacó del tierno mundo de los recuerdos del pasado
y la devolvió a la realidad. Levantó la vista y se encontró con un
hombre con una tosca armadura de cuero. Llevaba una sonrisa
depredadora.
“Mira, nosotros tampoco queremos hacer esto, pero esa
recompensa por tu cabeza es demasiado gorda para dejarla pasar. No
lo tomes como algo personal, ¿de acuerdo?”

A su lado, otro hombre desenvainó la espada que llevaba en la


cintura.

“Levántate. Vas a venir con nosotros. Ah, y para que lo sepas, te


buscan viva o muerta, así que te mataré si intentas huir. La horca o mi
espada. Elige tu veneno.”

“Tengo que decir, sin embargo, que esta chica esta tan sucia que ni
siquiera puedo decir si es la correcta. ¿Dónde está ese cartel de se
busca… Oye, chica, ¿cómo te llamas? Y será mejor que digas la
verdad…”

Su aura amenazante la envolvió como los zarcillos de algún horror


de las profundidades del mar. El miedo llenó su corazón y tembló.

Madre… Tengo miedo… Estoy muy asustada.

Apretó aún más el libro que sostenía contra su pecho.

Ayúdame… Abuela…

En ese momento, las voces de sus seres queridos resonaron


débilmente en su cabeza.

“Mantén ese orgulloso nombre cerca de tu corazón… ¡y ve! Vive…


a lo largo y ancho… Háblales… de ella…”
De repente, recordó lo que significaba, quién era y qué había
heredado. La sangre que corría por sus venas le había sido transmitida
por quien se erigía en símbolo de esperanza para su pueblo. La golpeó
como un rayo, resucitando un torrente de emociones que le empujaba
el pecho. El temblor de su cuerpo no se detuvo, pero cambió de
carácter. Desapareció el peso opresivo del miedo y fue sustituido por
la tensión creciente del desafío. La tormenta que se desató en su
interior la empujó a ponerse en pie. Miró a los hombres con una
intensidad silenciosa, sus ojos azules estaban llenos de una resolución
pura y radiante.

“¡Retírense, bribones insolentes!”

El orgullo enderezó su espalda y estabilizó su voz. De pie, con la


cabeza bien alta, se las arregló para dar una imagen imponente, aunque
diminuta. Decidida a comportarse como una descendiente de la Gran
Sabia del Imperio, irradiaba involuntariamente un aura de gravedad
que eclipsaba por completo lo que su verdadero carácter había sido
capaz de hacer. Entonces, declaró en voz alta el orgulloso nombre que
llevaba.

“¡Me llamo Miabel! ¡Miabel Luna Tearmoon! La que hereda la


noble sangre de la Santa y Gran Sabia del Imperio, ¡Mia Luna
Tearmoon!”

De repente, se produjo un estallido de luz cegadora. El libro que


sostenía contra su pecho se abrió y de sus páginas surgieron palabras.
Flotaron en el aire, envueltas en un brillo dorado, antes de desenredarse
en hilos dorados que se enrollaron alrededor de su cuerpo.

“Ah—. ¿Eh? ¿Qué?”

Se quedó mirando conmocionada mientras la levantaban en el aire.


Al instante siguiente, tanto los hilos como la chica desaparecieron sin
dejar rastro.

… Así las arenas del tiempo cambiaron su flujo.


Capítulo 1:
La Gran Sabia del Imperio y su Primavera
de Elegancia

La Gran Sabia del Imperio, Mia Luna Tearmoon, estaba disfrutando


de sus vacaciones de primavera de la forma más elegante. En su
habitación del dormitorio femenino de la Academia Saint-Noel, estaba
elegantemente extendida sobre su enorme cama. De vez en cuando,
rodaba con elegancia de un lado a otro, hasta llegar al borde. Luego,
como si quisiera presumir de su enorme tamaño, volvía a rodar —de
nuevo, con elegancia— en la otra dirección. Para variar un poco, de
vez en cuando se giraba y rodaba —repito, con elegancia— a lo largo
en vez de a lo ancho. A veces, incluso abrazaba su almohada y rodaba
con ella.

“¡Ah! ¡Estoy tan aburrida!” Se quejó mientras pasaba el tiempo con


elegancia.

Elegantemente era, por supuesto, un eufemismo para decir como


una degenerada perezosa.

No se suponía que fuera así. Tenía la intención de pasar sus


vacaciones de primavera en el Imperio realizando todo tipo de
actividades divertidas hasta que empezara la escuela. Sin embargo, las
circunstancias la habían confinado en Saint-Noel. Después de salir
sana y salva del Reino de Remno, en lugar de hacer una parada en casa,
volvió directamente a Saint-Noel, donde permaneció hasta las
vacaciones de invierno. Esto resultó ser una muy mala idea. Su
prolongada ausencia del Imperio significó que, cuando regresó, fue
recibida por un emperador con los ojos llorosos y excesivamente
propenso a los abrazos.

“¡Ohhh! ¡Mia! ¡Mi querida hija Mia! ¡¿Qué demonios has estado
haciendo ahí fuera?! ¡¿Y por qué no has vuelto a casa antes?!”

Después de asaltar a fondo su espacio personal, le infligió un


castigo cruel e inusual por su imprudencia. Era el tipo de castigo
profundamente humillante que asestaba un golpe devastador a su
orgullo. En concreto…

“Hasta el próximo invierno, me llamarás papá. No se permitirá


ninguna otra forma de dirigirte a mí.”

Cruel e inusual, sin duda.

“¡Imposible! Eso es… ¡Pero, padre!”

“¡He dicho que me llames papá! ¡Papá! ¡No voy a responder a nada
más!”

La luz se desvaneció de los ojos de Mia al ver que su querido padre


volvía la cara con un puchero. Durante mucho tiempo, permaneció allí
como una muñeca de cerámica, con una expresión carente de vida.
Finalmente, se dio cuenta de todas las implicaciones de su situación y
se llevó los dedos a las sienes.
Uf, siento que me viene un dolor de cabeza.

Más tarde descubrió que las cosas no hicieron más que empeorar
después de acatar su decreto. Exultante de que su querida hija le
llamara por fin “papá”, el Emperador empezó a visitarla cada vez con
más frecuencia, lo que a ella le resultaba profundamente molesto. Mia,
como ves, estaba en esa edad en la que no se llevaba muy bien con sus
padres, a pesar de su vida anterior.

En cuanto a los demás implicados en el incidente de Remno, todos


salieron indemnes. No se presentaron cargos contra Ludwig, Dion,
Tiona o Anne. Por el contrario, se les elogió por intentar proteger a la
desbocada Mia mientras los arrastraba en su loca aventura. Al menos,
así fue como decidió retratar su participación. Cualquier cosa que se
acercara a la verdad acabaría con sus cabezas rodando, así que no tenía
muchas opciones. Sin embargo, no pudo evitar sentirse un poco
molesta por el hecho de que ella era la única que tenía que sufrir un
castigo.

Después de unas vacaciones de invierno totalmente desagradables,


Mia regresó a la escuela decidida a no volver a casa hasta que el
decreto quedara anulado. Cuando llegó la primavera, se quedó
deliberadamente en Saint-Noel para evitar otro viaje al imperio. Lo
cual le pareció estupendo durante dos días, antes de que el
aburrimiento empezara a hacer mella en ella.

“Ahhh, estoy terriblemente aburrida. No hay nada que hacer. Chloe


no está aquí. Abel tampoco está…”
Los amigos con los que solía pasar el tiempo estaban ausentes de la
academia. Rafina seguía aquí, por supuesto, pero no era exactamente
ese tipo de amiga; aunque Mia estaba dispuesta a asistir a cualquier
reunión a la que Rafina la invitara, no tenía ganas de buscar a la chica
de otra manera. Por ello, sus actividades se limitaban a pasear con
Anne por la ciudad isleña probando los diversos dulces que se ofrecían,
a montar a caballo de vez en cuando y a tomar una sobredosis de sueño.

En otras palabras, vivía la vida de un holgazán autoindulgente.

“Milady…”

Anne entró en la habitación y, al presenciar el horrible espectáculo


de su atrozmente indolente ama, respondió con… no con decepción,
tampoco asco. En cambio, observó a Mia con una expresión de ternura,
como si estuviera viendo a una adorable hermanita.

Últimamente, Anne se había dado cuenta de que a Mia no le gustaba


mucho estudiar. Después de haberla ayudado a estudiar para sus
exámenes finales hace unos días, Anne había visto de primera mano lo
mucho que tenía que trabajar para aprender una materia. Había visto a
Mia, con lágrimas de frustración en los ojos, garabatear
desesperadamente los apuntes mientras revisaba los libros de texto. Al
final, sus esfuerzos se vieron recompensados al quedar entre los veinte
mejores de su curso. Como referencia, sólo había unos ochenta
alumnos en su curso, pero aun así, estar entre los primeros cuartos era
un logro brillante para Mia que habría sido totalmente impensable en
la línea temporal anterior. La causa de su desesperación era, por
supuesto, el clásico culpable: la procrastinación. Después de descuidar
el estudio hasta que llegaron los finales, se atiborró de trabajo y ahora
estaba totalmente agotada. El letargo de rebote que mostraba le
recordaba a Anne a sus hermanas pequeñas, y no pudo evitar sonreír
con cariño al verlo.

Veo que estudiar para los exámenes no es el fuerte de Mia.

A pesar de este nuevo descubrimiento, el respeto de Anne por Mia


no flaqueó lo más mínimo. De hecho…

Apenas es mayor que mis hermanas pequeñas… pero esos


pequeños hombros suyos cargan con tanta responsabilidad…

… Su reverencia por Mia no hizo más que aumentar. Había algo


que la conmovía al saber que la sabiduría de su querida ama no era un
don natural, sino el resultado de un esfuerzo honesto, y se vio envuelta
en una ola de emoción.

Por eso… tengo que asegurarme de hacer todo lo que pueda para
apoyarla.

En silencio, hizo su nuevo propósito de año escolar.

Cuando puede permitirse el lujo de desconectar, tengo que


ayudarla a relajarse, y cuando es el momento de ponerse en forma,
tengo que ser dura con ella. Es el tipo de persona que entenderá
siempre que me explique bien, así que tengo que pensar qué cosas
puedo hacer para aligerar su carga.
Sin que Mia lo supiera, su criada estaba a punto de convertirse
también en su representante.

Como eran las vacaciones de primavera, Anne tenía toda la


intención de dejar que Mia holgazaneara a su antojo, pero eso no
serviría para hoy.

“Milady.” Dijo mientras se acercaba a la cama.

Uno de los párpados de Mia se levantó lentamente en un


reconocimiento perezoso.

“Mmmmm… Anne. Justo a tiempo… Te importaría sentarte y


cantar una canción de cuna para…”

“Mis más sinceras disculpas, milady, pero tal vez desee


reconsiderar su siesta. La Srta. Rafina la ha invitado a su fiesta de té
de la tarde.”

“¿Oh? ¿La Srta. Rafina? Pero si apenas ayer asistí a una…”

“Según la invitación, el Príncipe Abel llegará hoy, así que esperaba


que te unieras a ellos por la tarde.”

“¡Caramba! ¿Es así?” El otro ojo de Mia también se abrió, y su


expresión se iluminó inmediatamente. Se sentó en la cama y su voz
perdió su tono somnoliento. “Pensé que iba a volver más tarde. Oh,
¿podría ser que se haya enterado de que me voy a quedar en la
academia y haya vuelto antes por mí?”
Anne observó con cariño cómo Mia pasaba de ser la perezosa que
se acostaba en la cama a la princesa capaz que conocía y amaba.

“¡Anne, elige un vestido para mí! ¡No hay tiempo que perder!”

La Gran Sabia del Imperio había regresado en toda su gloria de


mando, al menos del cuello para arriba. El resto de su cuerpo estaba
vestido con un pijama arrugado que había soportado importantes
abusos.
Capítulo 2:
¡La Princesa Mia Experimenta una
Sobrecarga de Romance!

Tras saltar de la cama, Mia se puso inmediatamente manos a la obra.


Su primer destino fue… el baño, por supuesto.

“¡Ahhh, es realmente maravilloso poder bañarme cuando quiera!”

Para los que estén interesados, como aficionada al baño, la rutina


matutina de Mia comenzaba con una línea recta hacia la bañera. Tomar
un baño caliente después de despertarse tenía ciertamente el efecto de
mejorar la circulación, y era un hábito que gozaba de amplia
aprobación en Saint-Noel, pero los baños de Mia eran otra cosa.

“Mmmmm… Puedo sentir el calor empapándome… Me está dando


un poco de sueño…” Murmuró mientras consideraba volver a su cama
para tomar un segundo aire… de siesta, claro.

Los baños de Mia no eran sólo baños; eran ejercicios de hedonismo.

Finalmente, abandonó la idea y se secó rápidamente. A pesar de


una aplicación truncada de su rutina de tratamiento habitual, su piel y
su cabello habían conservado su brillo habitual. Después de ponerse
un vestido recién limpiado y de colocarse accesorios para maximizar
su encanto, se dirigió a la habitación de Rafina.
“Ah, Mia, estás aquí.”

“Saludos, Srta. Rafina. Gracias por invitarme a esta fiesta del té.”

Se tiró de la falda y realizó una elegante reverencia en la puerta


antes de entrar en la habitación.

“Hola, Mia. Tenía ganas de verte.”

“¡Vaya! Abel, ¡ya estás aquí!”

“Acabo de llegar, en realidad. Y tú… hoy estás especialmente


guapa.” Dijo con una brillante sonrisa que enrojeció inmediatamente
sus mejillas.

“¡V-V-Vaya! ¡Abel! ¿Desde cuándo te has convertido en un


hablador tan suave? No deberías decir cosas así a las chicas muy a
menudo, ¿sabes? Te hace parecer un mujeriego.” Contestó ella,
tratando de mantener la calma.

Abel, sin embargo, parecía herido.

“No… no pensé que me vieras así. No se lo diría a nadie más. Sólo


a ti, porque honestamente lo pienso.”

Esto, aunque aparentemente era una aclaración razonable de sus


intenciones, era en realidad el gancho de derecha que seguía a su
primer golpe de izquierda, y la dejó sin sentido durante unos buenos
segundos. Ella lo miró aturdida mientras un suspiro amoroso se le
escapaba de los labios. Dentro de su cabeza, estaba experimentando
una sobrecarga romántica total, y su cerebro sobrecalentado luchaba
por encadenar pensamientos simples.

¿Qué es lo que hace? ¡Dulces lunas, Abel! ¿Eres inocente o


imbécil? ¡No puedes decir cosas así en público!

El sonido de alguien que se aclara cortésmente la garganta la hizo


volver en sí.

“Ejem. Princesa Mia… Le agradecería mucho que se abstuviera de


ignorar abiertamente a mi Amo.”

“¡Keithwood! ¿También has venido? Entonces… Oh, Sion, tú


también estás aquí.”

Los hombros de Sion se hundieron visiblemente ante su


comentario. Se volvió hacia su ayudante.

“… Keithwood, nunca he tenido ningún deseo de ganar el afecto de


las mujeres. En todo caso, siempre fueron ellas las que se acercaron a
mí, y siempre encontré sus avances un poco molestos. Pero dime…
¿era la locura de un joven, ciego a su propio privilegio? Yo me
consideraba una persona decente, pero si me quitas la fama y la
fortuna, ¿qué queda? ¿No soy más que una triste criatura que merece
tal desprecio?”

La visión del cabizbajo Sion fue demasiado para su conciencia


culpable y se apresuró a consolarle.
“O-Oh, por favor, Sion. No te lo tomes tan en serio. Sólo era una
broma. Por supuesto que yo también quería verte. Me alegro de que te
vaya bien.”

Al oír eso, Sion levantó inmediatamente la vista, y su ceño abatido


fue sustituido por una sonrisa de satisfacción.

“Ah, bien. Porque yo también estaba bromeando.”

“¡¿Qué?!”

“Es bueno saber que fuimos mutuamente bromistas. Yo también


deseaba verte, y me alegro igualmente de que te vaya bien. Además…”
Su sonrisa se hizo más profunda. “Veo que sigues siendo tan crédula…
ejem, bondadosa como siempre, Mia.”

“¡¿Qué?!”

La cara de Mia volvió a enrojecer, pero esta vez, fue por la


sobrecarga de ira.

¡Este pequeño mocoso! ¡Juro que se ha vuelto más malo que antes!
¿Es por la patada? Apuesto a que sí. ¡Todavía me guarda rencor por
haberle dado una patada en el culo!

Estaba a punto de reprenderle con vehemencia cuando sintió una


mano en su hombro. Al mirar, encontró a Abel con el ceño fruncido y
desconcertado.
IMAGEN
“¿Qué quiere decir, Príncipe Sion? Esa bondad es exactamente la
razón por la que es tan hermosa.”

“… ¿Eh?”

Las dulces palabras de Abel la golpearon como un uppercut y le


volvieron a robar la voz. Sus mejillas se pusieron más rojas que nunca
y dejó escapar otro largo suspiro amoroso mientras se entregaba a otro
momento de sobrecarga romántica.

Ligeramente embriagada por el espeso olor a comedia romántica en


el aire, sus sentidos se embotaron y bajó la guardia. El sangriento diario
había desaparecido y ella se había librado del terror de la cuchilla de
la guillotina. Además, había conseguido escapar de la peligrosa
situación de Remno sin ni siquiera un rasguño. Su serie de éxitos había
embotado su sentido del peligro. Como un oso en plena hibernación,
no se daba cuenta de los nuevos peligros que la acechaban.

“Disculpe. ¿Eh? ¿Princesa Mia?”

Los siguientes en entrar en la sala fueron Tiona Rudolvon y su


ayudante, Liora Lulu.

“Vaya, ¿ustedes dos también fueron invitados? ¿Cómo está Cyril?”

“Ah, lo está haciendo bastante bien, Su Alteza. Está estudiando


mucho y está deseando asistir a las clases en la escuela que están
construyendo.”

“Ya veo. Estoy muy contenta de escuchar que… ¿Hm?”


Por fin, su instinto de supervivencia se puso en marcha y le produjo
un escalofrío.

Espera un minuto… Algo en esto parece fuera de lugar… La gente


de aquí, son…

Sion y Abel, y ahora Tiona… Estos eran todos los cómplices que
la habían seguido hasta Remno. El hecho de que estuvieran todos
reunidos aquí la inquietaba. Por desgracia, había tardado demasiado en
despertar su sentido del peligro y había perdido la oportunidad de
escapar.

“Parece que se ha reunido todo el elenco. Comencemos entonces la


fiesta del té.” Dijo una encantada Rafina.

Algo en su sonrisa le decía a Mia que había nuevos peligros a la


vuelta de la esquina, y que estaba a punto de ser absorbida por ellos.
Capítulo 3:
Mermelada, Té y Serpientes del Caos

“¡Vaya, Srta. Rafina! ¡Estas galletas están absolutamente deliciosas!”


Exclamó Mia después de dar un mordisco.

Cualquier mal presentimiento que pudiera tener se olvidó


rápidamente ante los sabrosos dulces. Mia, después de todo, no era de
las que se entretienen. Era una de sus virtudes. O tal vez uno de sus
vicios. A veces era difícil saberlo.

“¿En serio? Me alegro de que te gusten.” Dijo Rafina, juntando las


manos en un aplauso entusiasta. Sonrió de forma significativa antes de
continuar. “Por cierto, acerca de ese Jem que enviaste aquí para que lo
pusieran bajo mi cuidado… Me gustaría que supieras que he estado
cuidando muy bien de él. Tal y como me ordenaste, le he estado dando
clases diarias.”

El pobre hombre. Mia dio un sorbo a su taza para ocultar una


sonrisa. Ah. Se lo merece.

La idea de que había visto la última cara despreciable de Jem la


hizo aún más presumida, y disfrutó del momento mientras el sabroso
aroma del té negro le llenaba la nariz.

Ahhh, ahora que me he desahogado, ya me siento mejor. Tonta de


mí, pensando que algo parecía estar mal. No hay nada malo aquí.
Al ver la sonrisa de satisfacción en la cara de Mia, Rafina asintió
con conocimiento de causa.

“Ajá, así que sí sabías para quién trabajaba. No esperaba menos de


ti, Mia.”

… ¿Eh? ¿Quién trabaja para quién?

Afortunadamente para Mia, Sion habló, desviando la atención de


todos de la expresión de despiste de su rostro.

“No estoy seguro de entender lo que quiere decir, Srta. Rafina. Los
autores eran todos de mi propia gente. Pertenecían a la agencia de
espionaje de Sunkland.”

“Efectivamente, eran Cuervos del Viento. Cuervos Blancos, para


ser exactos. Los principales especialistas de Sunkland en guerra de
información.” Rafina sonrió. “Todos ellos eran personas honradas y de
corazón puro.”

“Honradas y… de corazón puro…”

Incluso Sion enarcó una ceja ante eso. No eran el tipo de adjetivos
que suelen asociarse a los espías.

“Todos excepto Jem.” Continuó Rafina, manteniendo un tono


ligero y juguetón. “Que era un poco diferente. Todos los demás estaban
muy contentos de escucharme leer las escrituras, pero Jem no parecía
apreciarlo en absoluto. Reaccionó de forma bastante negativa a mis
sermones.”
“¿De forma bastante negativa?”

“Sí. Su antagonismo parecía bastante visceral.”

Eso despertó la curiosidad de Mia. Todas las naciones de esta


región formaban parte de una única esfera religiosa predominante
centrada en el Santo Principado de Belluga, que era el hogar de la
Iglesia Ortodoxa Central. Su moral y sus creencias se basaban en el
Libro Sagrado de Belluga, y aunque los detalles diferían
inevitablemente de un individuo a otro, el sistema de valores general
estaba profundamente arraigado en la gran mayoría de la gente que
vivía aquí. Por lo tanto, aunque los sermones de Rafina podían
ciertamente aburrir a su audiencia por el tedio de la familiaridad, no
debían suscitar un sentimiento de antipatía tan fuerte—especialmente
entre los espías, cuyo trabajo exigía una gran dosis de pragmatismo.
Era muy posible que ni siquiera fueran religiosos, en cuyo caso los
sermones sobre moralidad de una joven deberían entrar por un oído y
salir por el otro. Jem, mientras tanto…

“De hecho, parecía estar atenazado por el pánico.” Añadió Rafina.

Los religiosos deberían acoger sus sermones. Los laicos podían


fingir interés o, si eso requería más esfuerzo del que podían reunir,
mostrar una apatía manifiesta. Ser incapaz de ignorarla sugería la
creencia en una fe opuesta. En otras palabras…

“Oh no… ¿Es… un endemoniado?” Preguntó Tiona, con su voz


como un susurro temeroso.
La pregunta pilló a Rafina con la guardia baja, y parpadeó para
quitarse la sorpresa de los ojos antes de decir: “Ah, claro. Supongo que
hay gente así.”

A Dios se le oponía una entidad conocida como el Archidemonio,


y los demonios de menor rango a su servicio podían poseer a las
personas y hacer que actuaran con malicia. Los que estaban bajo esa
influencia malévola eran conocidos como endemoniados. En Belluga,
unas personas llamadas exorcistas se encargaban de tratar a las
víctimas de la posesión.

“Que yo sepa, los endemoniados no actúan como él. Se agitan como


bestias salvajes. Las empresas cerebrales, como reunir cómplices para
planear conspiraciones, parecen estar más allá de ellos. Por eso
sospecho que lo que está alimentando las acciones de Jem es algo
totalmente distinto.”

“Algo más, eh…” Dijo Abel, incorporándose a la conversación con


expresión seria. Como víctima del complot en Remno, la verdadera
identidad del culpable era de gran relevancia para él. “A juzgar por su
tono, Srta. Rafina, parece que ya sabe quién o qué es ese algo más.”

Mientras tanto, su homóloga transdimensional, Mia, que había


interpretado su papel en la línea temporal anterior, estaba preocupada
por pensamientos sobre la mermelada. Habiendo descubierto un tarro
de ella en la mesa, había estado esperando ansiosamente la oportunidad
de añadirla a su té y le quedaba poca capacidad mental para su primo
fonémico. Mia prefería la mermelada (jam) a Jem, los juegos de
palabras tontos…

Ahhh, pensé que este té iría muy bien con la mermelada de fresas
silvestres, y tenía razón. De hecho, sabe incluso mejor de lo que
esperaba.

El resto de sus compañeros siguieron discutiendo el tema mucho


más serio de Jem.

“Tiene usted toda la razón, Príncipe Abel. En efecto, ya tengo mis


sospechas, y no se trata de endemoniados. Creo que la amenaza a la
que nos enfrentamos está mucho más fundamentada en el mundo
material.”

“¿Y qué quieres decir con eso?”

Rafina se detuvo un momento para dar un elegante sorbo a su té


antes de declarar con voz tranquila pero potente: “Un grupo de
vándalos que buscan la destrucción y que son una amenaza para
Belluga, la Iglesia Ortodoxa Central y, muy posiblemente, el mundo
entero. Son una sociedad secreta que ha estado operando en las
sombras a lo largo de la historia, y son conocidos como las Serpientes
del Caos.”

Pronunció su nombre con una rara mueca, como si el mero hecho


de oírlo le repugnara.

“Serpientes del Caos… El nombre es extraño para mis oídos. ¿Son


una especie de culto demoníaco?” Preguntó Sion con el ceño fruncido.
El culto al Archidemonio o a sus demonios subordinados no era
inaudito, y había un ciclo constante de cultos heréticos que aparecían,
sólo para ser rechazados por la población antes de desvanecerse en la
oscuridad. Sin embargo, ante la pregunta de Sion, la voz de Rafina se
mostró dubitativa.

“Probablemente… Por desgracia, los detalles de su doctrina siguen


siendo un misterio. De hecho, no se sabe nada de ellos, excepto dos
cosas. La primera es que odian el Libro Sagrado de nuestro Dios, de lo
que podemos deducir que probablemente adoran al Archidemonio.” Se
tomó un momento para mirar a su alrededor, encontrando las miradas
de todos los presentes antes de continuar. “La segunda… es que su
objetivo es la completa destrucción de todo orden creado por el
hombre. Esto último, aunque menos significativo desde el punto de
vista teológico, es en mi opinión una amenaza mucho más concreta.”

“La destrucción del orden…” Se hizo eco Sion, su tono coincidía


con el de ella en la gravedad. “¿Te importa explicarlo?”

“De todo orden. Naciones, leyes, culturas y académicos… Todo,


hasta la pacífica mundanidad de nuestra vida cotidiana.”

Abel parecía incrédulo —y con razón— al considerar las


implicaciones de esta ideología cuando se la lleva a su conclusión
lógica.

“Esta gente suena como si fuera el enemigo de todas las naciones.


Diablos, el enemigo de la humanidad en su conjunto. ¿Me estás
diciendo que hay gente así de peligrosa en el mundo, y que todo el
mundo los deja estar?”

“Por supuesto que no. Ciertamente no los hemos dejado estar. Sin
embargo, están en todas partes. Pueden ser un noble o un mercader, un
campesino o un funcionario. Envía un ejército para acabar con los
herejes, y puede que luego descubras que el comandante era uno de
ellos.” Dijo Rafina, sacudiendo la cabeza mientras dejaba escapar un
suspiro que contenía demasiada frustración para que sus ejemplos
fueran totalmente teóricos. “Se han incrustado en nuestras naciones,
fundiéndose en nuestra sociedad y escondiéndose entre nosotros con
una astucia increíble. Supongo que se podría decir que son casi como
espías, aunque debo admitir que nunca esperé encontrar a uno de ellos
trabajando de verdad.”

Podían estar en cualquier lugar y en cualquier persona, y no había


forma de saberlo, lo que hacía muy difícil eliminarlos.

“Y cuando se trata de cultos de adoración de demonios,


normalmente sus miembros viven juntos en algún santuario o templo.”
Dijo Sion, pensando en voz alta mientras continuaba su hilo de
pensamiento. “A veces, pueden reunirse en gran número y participar
en disidencias hostiles, causando daños a las aldeas cercanas, pero…
Ya veo. Mientras que su tendencia a congregarse hace que sea fácil
acabar con ellos, la elusividad de estas Serpientes las convierte en un
enemigo mucho más problemático, lo que significa… Ah. Por
supuesto. Así que por eso estamos sentados aquí hoy. Habiendo
actuado ya en oposición directa a una Serpiente, sabías con certeza que
no estábamos entre ellos.”

“Yo no podría haberlo dicho mejor.” Rafina asintió con


satisfacción. “Gracias, Príncipe Sion. Es muy agradable saber que
todos estamos en la misma página.”

Entonces, se volvió hacia Mia, que inmediatamente sintió que todas


sus glándulas sudoríparas se ponían en marcha.

¿Por qué…? ¿Por qué está…? Uh oh, esta es una de esas


situaciones de ‘no tengo ni idea de lo que está pasando, pero
definitivamente no se me permite preguntar’, ¿no?

Los instintos cobardes de Mia hicieron sonar rápidamente las


alarmas en su cabeza. Lamentablemente, era demasiado tarde para que
sirviera de algo. Desde el momento en que eligió asistir a esta fiesta
del té, o quizás incluso desde el momento en que sugirió enviar a Jem
a Rafina para evitar tener que lidiar con él, su destino había sido
sellado; ya era parte de esto.

¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? ¿Cómo es que terminé aquí
con todos? Tal vez sólo quería mantenernos al tanto de lo que está
pasando con Jem. Tiene que ser eso, ¿no? Sólo nos está contando todo
esto para que tengamos la imagen completa. Esto es sólo ella
rellenando las cosas con información de fondo y no tiene
absolutamente nada que ver conmigo específicamente.
Aferrándose a lo que sabía que era una delgada franja de esperanza,
volvió a mirar a Rafina, que le sonrió.

“Estoy segura de que esto no te sorprenderá, Mia, pero permíteme


un poco de formalidad…” Dijo antes de aclararse la garganta. “¡Yo,
Rafina Orca Belluga, solicito formalmente tu ayuda para establecer un
frente unido contra las Serpientes del Caos, así como tú participación
en sus esfuerzos para contrarrestar sus actividades!”
Capítulo 4:
Deseo Sobre un Libro

Espera… ¿Soy yo, o ahora mismo estoy en serios problemas…?

Los instintos de Mia, por fin despertados de su estupor inducido por


los dulces, le lanzaban ahora una funesta advertencia: esta petición era
incomparablemente más peligrosa que incluso el reciente intento de
revolución en Remno.

¡D-Dulces lunas! T-Tengo que averiguar cómo rechazar su


oferta…

Comenzó a devanarse los sesos en busca de una estrategia de salida,


sólo para descubrir que era demasiado tarde.

“Como el Príncipe Sion tan generosamente explicó, las Serpientes


están en todas partes. Por eso ustedes son los únicos con los que puedo
hablar en este momento.”

“Hm… ¿Mm? Espera un momento.” Dijo Abel con el ceño


fruncido. “Si reaccionan al Libro Sagrado, ¿no puedes usar eso para
eliminarlos?”

Sion negó con la cabeza. “No, eso probablemente no funcionará.


¿Recuerdas lo que pasó con los Cuervos Blancos? El instigador central
del incidente fue, en efecto, Jem, pero fueron el resto de los miembros
los que hicieron el verdadero trabajo de campo.”
“Ya veo… No sólo nos enfrentamos a esta sociedad secreta de
Serpientes del Caos. También es la gente a la que manipulan…”
Reflexionó Abel.

“Exactamente.” Dijo Rafina. “Son personas astutas que se cuidarán


mucho de evitar situaciones que puedan exponerlos como Serpientes.
Nunca aparecerían en lugares donde pudieran ser objeto de una lectura
del Libro Sagrado. A lo sumo, enviarían a una de las personas que están
manipulando.”

“Dicho así, es una especie de milagro que hayamos conseguido


capturar a ese tal Jem.” Dijo Abel mientras miraba a Mia con un
sentimiento de admiración.

“Lo es, en efecto. Y a pesar de las circunstancias, todavía tengo una


habitación llena de gente en la que puedo confiar plenamente. Creo
que debería considerarme afortunada.” Dijo Rafina con una suave
sonrisa mientras también se volvía hacia Mia. “Nada de esto habría
sido posible sin tu ayuda, Mia. Me alegro mucho de tenerte como
amiga.”

“Uh, erm, ¡ni siquiera lo menciones! Somos, um, amigas. Y los


amigos se ayudan mutuamente, ¿no?”

“Desde luego que sí.” Coincidió Rafina con una agradable


inclinación de cabeza.

“Ya veo… Bueno, si Mia está a bordo, entonces ciertamente no


puedo echarme atrás. Mi reino también fue víctima directa de sus
acciones, así que estaré encantado de ayudar.” Dijo Abel con un firme
asentimiento.

Espera, ¿qué? Estoy… ¿Estoy a bordo? ¿Cuándo he dicho eso?


Estoy bastante segura de que nunca…

“En ese caso, también cuenta conmigo. Teniendo en cuenta que


incluso han conseguido infiltrarse en la agencia de espionaje de mi
reino, no es un problema que pueda permitirme ignorar. Como no se
sabe quién puede estar de su lado, prefiero tener un círculo de personas
de confianza con las que compartir información.”

Cuando Sion prometió su apoyo, Tiona no tardó en seguir su


ejemplo.

“No sé qué puedo hacer, pero también me gustaría ayudar.”

Mia, ante el desarrollo de una nueva e incómoda realidad…

Mmmm, el exquisito dulzor de esta galleta… realmente tiene su


toque propio. Deliciosa. Simplemente deliciosa.

… había optado por el viejo escapismo.

¿Cómo es posible que los dulces sepan tan bien? ¡Oh, ya sé! Esto
es un sueño, ¿no? Tiene que serlo. Muy pronto, me despertaré por la
mañana diciendo: “Awww, justo cuando estaba a punto de comer
más.” Ajá. Voy a hacer que suceda ahora mismo. Voy a alcanzar ese
terriblemente tentador pastel, y me despertaré justo antes de tocarlo…
No funcionó. Sin inmutarse, buscó la siguiente pieza. Y luego la
siguiente. Incluso después de devorar todo lo que había en la mesa, no
se despertó. Sin embargo, más tarde recibió una buena reprimenda de
Anne por haber comido tanto que tuvo que saltarse la cena.

“Ugh… Supongo que, después de todo, no era un sueño…”

A la noche siguiente, después de aceptar por fin que los


acontecimientos del día anterior eran reales, Mia empezó a actuar. A
fin de cuentas, había luchado contra su destino en la guillotina y se
había ganado una nueva oportunidad de vida. Puede que no parezca
una superviviente empedernida, pero es consciente de que cuanto más
tiempo pase sin hacer nada, más probable será que la situación
empeore.

Esto no cambiaba el hecho de que Mia generalmente deseaba evitar


cualquier cosa que se pareciera remotamente al trabajo duro. Siempre
que era posible, prefería hacer trampas y ahorrarse el esfuerzo. De
acuerdo con esta inclinación suya, empezó a suspirar por algo que le
facilitara las cosas.

“Ojalá tuviera algo que me indicara el camino para poder evitar


todos los peligros que hay en él. Algo como ese diario…”

Para su consternación, nada de eso se materializó. Su diario seguía


sin aparecer. Por supuesto, aunque hubiera reaparecido, tampoco le
entusiasmaba la idea de volver a leer sus días previos a la guillotina.
“Hablando de eso… ¿No he visto un artículo similar
recientemente?”

Algo le había hecho decir algo parecido a “Oh, supongo que esto
es como ese diario” no hace mucho tiempo, y se esforzó por recordar
qué.

Entonces, se dio cuenta.

“¡Oh, ahora lo recuerdo! ¡Era ese libro de historia! ¡Tal vez


encuentre algo relevante allí!”

El libro contenía una descripción del futuro que desapareció ante


sus ojos. Después había repasado el libro unas cuantas veces más, pero
el pasaje nunca volvió a aparecer. Ahora, sin embargo, tenía la
sensación de que eso podría cambiar. Pensando que cuanto antes lo
descubriera, mejor, se levantó de la cama y se dirigió a la biblioteca.

La biblioteca de la Academia Saint-Noel estaba situada en la zona


común de un edificio que unía el dormitorio de los chicos con el de las
chicas. Los libros eran objetos valiosos y la entrada a la biblioteca
estaba vigilada por el personal, pero el acceso no estaba muy
restringido. Mientras los libros permanecían en la biblioteca, podían
ser leídos libremente no sólo por los estudiantes sino también por los
asistentes, lo que la convertía en un lugar bastante concurrido. A no
ser, por supuesto, que todo el mundo se fuera de vacaciones.
No había ni un alma a la vista cuando Mia entró, y rápidamente vio
el libro que buscaba.

“Bien, bueno. No puede ser tan fácil…”

Recorrió el libro de principio a fin, pero el pasaje en cuestión no


aparecía por ningún lado.

“Oh, espera un minuto… ¿No se mencionaba en ese pasaje que en


realidad era un extracto de algún otro libro? ¿Cuál era? Las Crónicas
de la Princesa Mia, creo.” Hizo una pausa. Con una mueca, volvió a
decir el título en voz alta. “Crónicas de la Princesa Mia…”

No le gustaba cómo sonaba ese título, y con razón. Imagina, si


quieres, que estás mirando un libro cuyo título es tu nombre, precedido
de “Crónicas”. ¿Cómo se sentiría? Un poco morboso, ¿no?

“… ¿Realmente quiero leer algo así? Parece el tipo de libro que me


dejará deprimida.”

Aun así, intentó buscarlo, pero en ningún lugar de las estanterías


pudo encontrar un libro titulado “Crónicas de la Princesa Mia”.
Fatigada por la búsqueda, se sentó en una silla cercana.

“Ah, qué casualidad. No es que tuviera muchas esperanzas para


empezar.” Murmuró para sí misma en un intento de aliviar su
decepción. “Oh lunas, cómo me gustaría tener alguna orientación…
No tiene que ser tan detallada como ese diario, pero algo… Una estrella
del cielo que me guíe en mi camino…”

Miró con nostalgia al techo.


“Quizás algo caiga del cielo…”

Durante unos segundos, se entretuvo en el último capricho de los


indolentes. Cuando quedó claro que no iba a descender ningún
salvador del techo, dejó escapar un suspiro de pena y se levantó para
irse.

De repente, un brillante destello de luz dorada asaltó sus ojos.

“¡¿Hyaah?!”

Dejó escapar un grito tan fuerte que le habría valido una severa
reprimenda de la bibliotecaria ausente antes de caer de espaldas al
suelo.

“¡¿Qué en las lunas?! ¡¿Qué está pasando?!”

Se alejó rápidamente de la fuente de luz con las manos y el trasero.


Sólo después de poner cierta distancia entre ellas se detuvo para
mirarla bien. Cuando la luz disminuyó lentamente, apareció la débil
forma de una persona. Se frotó los ojos, preguntándose si la estaban
engañando.

“¿Qué… es eso?”

En ese momento, se le ocurrió algo, algo muy alarmante. Esta era


una biblioteca muy grande y vacía, y ella estaba aquí sola. Además, su
posición actual, cerca de la pared del fondo, estaba muy alejada de la
entrada donde se encontraba el empleado. El aire aquí estaba viciado,
y era incómodamente oscuro y silencioso. Básicamente, era un lugar
bastante espeluznante.
Ahora, para dejar las cosas claras, Mia no era del tipo que cree en
fantasmas. Oficialmente, al menos.

“O-Ohohoho. ¿Fantasmas? No seas tonta. Sólo los niños creen en


ellos. No existen en realidad. N-No hay monstruos de un solo ojo… no
hay hadas malvadas que te quiten los dientes… no hay demonios que
posean tu cuerpo… ¡Nada de eso es cierto!”

Después de todo, era una mujer madura de veintitantos años por


dentro. Sería ridículo que siguiera creyendo en fantasmas y duendes.
Los adultos como ella simplemente no…

Patter… Patter…

Se quedó paralizada. El sonido procedía de la luz, que de repente


notó que se acercaba. Parpadeó y se atenuó, revelando más de la figura
claramente humana que había dentro mientras se arrastraba por el suelo
hacia ella.

Mia gritó. Más bien, quiso gritar, pero se le fue la voz. Abrió y cerró
repetidamente la boca en un alarde de piedad. Su mente quería llamar
a Anne, pero el miedo le había robado el aliento. Entonces, la figura
fantasmal extendió uno de sus delgados brazos, y el horror de esa
visión fue suficiente para hacerla reaccionar. Actuando por puro
instinto primario, se levantó de un salto y salió disparada, corriendo a
toda velocidad en un silencio aterrador hasta llegar a su habitación, tras
lo cual se metió en la cama y se tapó con las sábanas.
… Más tarde, cuando Anne consolaba a la mocosa Mia en su cama
acariciándole suavemente la cabeza como se haría con un bebé que
llora, le dijo: “Oh, milady, no pasa nada. Los fantasmas no son reales.
Probablemente sólo has tenido un mal sueño. Ya, ya…”

Por el bien de la reputación de Mia, Anne decidió mantener en


secreto los acontecimientos de esa noche.
Capítulo 5:
La Princesa Mia… ¡Está en Excelente
Forma!

Mientras Mia estaba ocupada rehabilitándose de su traumática


experiencia en la biblioteca, la estación cambió y el invierno dio paso
a la primavera. La escuela comenzaba de nuevo, y Mia era ahora una
estudiante de segundo año. Cumpliría catorce años el siguiente
invierno.

“¡Ya me cansé de tener miedo de cosas inexistentes como los


fantasmas! Es hora de que empiece a volver a dormir sola.”

Su declaración fue seguida por su autoproclamada graduación de la


cama de Anne, en la que había estado durmiendo durante todas las
vacaciones de primavera. Como orgullosa ex alumna del sueño en
tándem, ahora se adentraba en el mundo del sueño en solitario. Por el
bien de su reputación, debe quedar claro que su decisión fue tomada
de forma totalmente arbitraria. Definitivamente, no fue porque el
regreso de sus amigos para el nuevo curso escolar hiciera que todo
diera un poco menos de miedo. Eso sería juvenil, y Mia no se rige por
principios juveniles.

Con ese pensamiento fuera del camino, Mia procedió a saludar a


sus amigos con todo el entusiasmo de una niña emocionada.
“Ahora bien. ¿Puede alguien descifrar este emblema para mí?
Princesa Mia, ¿te gustaría intentarlo?”

En una gran pizarra blanca situada en la parte delantera del aula


había un emblema dibujado con una pintura especial a base de savia
de color rojo. Mia le echó un rápido vistazo antes de ponerse en pie
con confianza.

“Hmhmm. Eso es pan comido.” Dijo mientras se acercaba a la


pizarra, atrayendo las miradas de todos sus compañeros en el proceso.

Su clase estaba aprendiendo heráldica, que era el estudio de los


blasones y los significados inscritos en ellos. Para los niños de la
nobleza, en particular, la capacidad de descifrar y reconocer individuos
y linajes a partir de sus emblemas era una habilidad necesaria.

“Veamos…”

Se detuvo ante el emblema y estudió sus componentes. Había reglas


estrictas que dictaban cómo debían construirse los emblemas. Si un
hombre noble se casaba con una mujer noble, por lo general cada uno
tomaba la mitad de su propio emblema y los combinaba en uno nuevo.
Por ejemplo, si Mia se casara con Abel, su nuevo emblema sería una
fusión de los que ya tenían, creado con elementos del emblema de
Tearmoon —la luna creciente— y del emblema de la familia real de
Remno —el lobo de la guerra—. En otras palabras, conocer los
emblemas de toda la nobleza permitiría identificar la composición
familiar de cualquier noble individual.

Además, para que quede claro, el ejemplo era sólo eso: un ejemplo.
Definitivamente no significaba que Mia pasara a veces su tiempo libre
haciendo garabatos en el espejo de su habitación, murmurando
soñadoramente cosas como: “Ahhh, si me caso con el príncipe Abel,
nuestro emblema podría ser así… El lobo aullando a la luna… ¡Qué
poético! Somos la pareja perfecta.” Insinuar algo así sería poco menos
que una calumnia.

Igualmente calumniosa sería la suposición de que en la línea


temporal anterior, ella garabateaba emblemas que combinaban el sol
de Sunkland y la luna de Tearmoon mientras murmuraba
soñadoramente cosas como: “Ahhh, si me caso con el príncipe Sion,
[etcétera].” Cualquier mención de tales posibilidades era sin duda una
noticia falsa.

“Hm, el lado derecho de este emblema es la familia del Conde


Garlant. Abajo a la izquierda está uno de los nobles eminentes de
Sunkland, el Marqués Wesley. En cuanto a la parte superior
derecha…”

Cuando terminó de identificar a todas las familias del emblema, la


anciana profesora asintió con satisfacción.

“Correcto. Muy bien hecho, Princesa Mia. Veo que has estado
haciendo tus deberes.”
La profesora tenía fama de ser una mujer severa, por lo que un
elogio tan sincero de su parte era raro. Mia no pudo evitar presentar a
sus compañeros una sonrisa de satisfacción.

“Hmhmm, como dije, ¡pan comido!”

De este modo, Mia comenzó su nuevo curso escolar en plena forma,


lo que debería sorprender a casi todos los que habían prestado atención
a sus notas. Por supuesto, había una buena razón para su rendimiento
en clase: Anne se había dejado la piel para conseguirlo.

Después de quedar completamente traumatizada por su experiencia


en la biblioteca, Mia ya no podía dormir sola. Una vez que Anne
empezó a dormir con ella, las cosas mejoraron hasta el punto de que
consiguió conciliar el sueño, pero incluso entonces tardaba mucho en
hacerlo cada noche. Al ver las dificultades nocturnas de su ama, Anne
ideó un plan para ayudarla.

“Ama, ya que le cuesta dormirse, ¿por qué no estudiamos un poco?


Podemos repasar todo lo que has aprendido este año.”

Después de obtener el consentimiento, procedió a recitar los


materiales de aprendizaje de primer año en el tono tranquilizador de
una canción de cuna. Había visto lo mal que le había ido a Mia para
aprobar sus exámenes, así que leyó lentamente los pasajes línea por
línea, con la esperanza de refrescar la memoria de Mia y disminuir la
carga académica de la pobre chica en el futuro. Para su gran sorpresa,
esto resultó ser brillantemente efectivo.
Cada vez que empezaba a leer, Mia se quedaba dormida en cuestión
de minutos. Cada vez que levantaba la vista del libro, encontraba a Mia
durmiendo plácidamente en su cama. Lo extraño, sin embargo, era que
Mia recordaba de algún modo todo lo que oía mientras dormía, lo que
dio lugar al nacimiento del método patentado por Anne para estudiar
por sueño. Gracias a esta increíble innovación, Mia podía ahora
comportarse de manera acorde con su título de Gran Sabia del Imperio.
Era un verdadero milagro.

Por eso, brilló como el sol de la mañana y se deleitó con las miradas
de admiración de sus compañeros.

Ahh, qué sensación tan maravillosa. Finalmente, he alcanzado mi


ritmo. Así es como debo estar.

Estaba en las nubes. Más concretamente, su cabeza lo estaba, y


cuando tienes la cabeza en las nubes, es obvio lo que viene después…

No se imaginaba que a la hora de comer se reencontraría con el


origen de su debilitante trauma.

Ese día, Mia estaba almorzando en el patio con su séquito habitual


de chicas. Habiendo pedido unos sándwiches recién hechos en la
cafetería, en ese momento estaban disfrutando de un pequeño picnic
bajo un cielo azul despejado y el tierno calor del sol primaveral.
Vaya, si este no es el día perfecto para un picnic no se cual lo seria.
Y la carne salada de este sándwich, ¡mmm! ¡Absolutamente delicioso!
Me serviré otro…

Mientras charlaba alegremente con sus compañeros de clase y


engullía lo que claramente eran demasiados bocadillos para ser del
todo saludables, el fin de su despreocupada alegría se acercaba
lentamente. A mitad de la pausa para el almuerzo, una de sus
compañeras —la hija del conde Greilich, Dora— le hizo una pregunta.

“Por cierto, Princesa Mia, ¿te has enterado?”

Mia levantó la vista mientras cogía otro sándwich.

“¿Hm? ¿Sobre qué?”

Su fijación en los bocadillos la cegó ante la ominosa expresión del


rostro de Dora.

“Al parecer… hubo un avistamiento.” Dijo la chica en un susurro.

Mia la miró sin comprender.

“¿Un avistamiento? ¿De qué?”

“Bueno, un avistamiento de…” Dijo Dora, bajando teatralmente el


tono y alargando la frase. “Un fantasma, por supuesto…”

“¿Eh?”

Sin prestar atención a la sorpresa de Mia, Dora procedió a contar la


historia.
Capítulo 6:
El Silogismo de Chloe, Tiona y Mia

“¿Un… f-f-fantasma?” Tartamudeó Mia.

Dora asintió solemnemente.

“Me enteré por una de mis amigas. Al parecer, ella estaba


caminando en el dormitorio de las chicas a altas horas de la noche, y
lo vio…” Hizo una pausa antes de abrir mucho los ojos y mirar a Mia.
“¡El fantasma de una chica en harapos!”

¡¿Podrías dejar las expresiones raras?!

Mia consiguió mantener la sonrisa en su rostro mientras reprimía


un grito. Un escrutinio más atento habría revelado las contracciones de
sus mejillas, pero, afortunadamente, ninguna de las chicas presentes
era especialmente observadora.

“Se rumorea que es el fantasma de una estudiante que perdió su


amor y se quitó la vida, o un pobre niño que se ahogó en el lago.”

Como si fuera una señal, las otras chicas siguieron con una ronda
de chillidos y charlas.

“¡Vaya, qué miedo!”

“¡No estoy segura de poder dormir esta noche!”

“¡Deberíamos empezar a caminar en grupos en la residencia!”


Una de las chicas se dirigió a Mia.

“Qué historia tan espantosa… Princesa Mia, ¿crees que los


fantasmas realmente existen?”

“Los fantasmas, dices… Creo que dan para una gran historia…”
Mia puso una sonrisa de confianza. “Una yo más joven podría haberse
asustado, pero por desgracia, parece que he crecido fuera de ellos.”

Luego se metió en la boca el último bocado de su sándwich antes


de levantarse y hacer una reverencia a sus compañeras.

“En cualquier caso, tengo que hacer algunos preparativos


tempranos para mi próxima clase, así que tendrán que disculparme.”

Con eso, se apresuró a salir del patio.

En cuanto entró en el edificio de la escuela, echó a correr. Cuando


llegó a las escaleras, estaba corriendo a toda velocidad. Su falda se
agitó al subir, subiendo los peldaños de dos en dos. Era todo un
espectáculo para una chica de alta cuna, pero a ella no le importaba en
ese momento.

Se detuvo en seco frente a un aula, abrió la puerta de golpe y gritó


el nombre antes de ver a la persona.

“¡Chloe! ¡Chloe!”

Después de una frenética exploración de la habitación, vio a Chloe


mirándola con sorpresa.
“¿Eh? ¿Princesa Mia? ¿Qué pasa?”

Chloe estaba preparándose para la siguiente clase mientras Tiona


se sentaba a su lado. Las dos chicas se habían conocido a través de Mia
y, para su sorpresa, se habían hecho amigas rápidamente. Al parecer,
los amplios conocimientos de Chloe sobre las plantas eran muy útiles
para Tiona, que a menudo ayudaba en las tareas de la granja en casa.
Parecían estar en medio de una agradable conversación antes de que
Mia lo interrumpiera todo. Tal vez fuera un poco grosero, pero Mia no
tenía tiempo para los modales.

“¡Chloe, tengo una pregunta para ti!” Exclamó. “¿Crees que… los
fantasmas son reales?”

Por regla general, Mia no creía en los fantasmas, y consideraba


terriblemente infantil creer lo contrario. No creía que fueran reales…
pero su cobarde interior se encargaba de que siguieran asustándola. Por
eso, de vez en cuando, necesitaba que alguien le asegurara que los
fantasmas no eran, de hecho, reales.

Su experiencia en la biblioteca el otro día la había dejado


conmocionada, y sólo había conseguido dejarla atrás convenciéndose
de que sus ojos le habían jugado una mala pasada. Sin embargo, aún
no se había recuperado del todo del modo de joven doncella
angustiada, así que estaba especialmente desesperada por que la
tranquilizaran.

Necesitaba que alguien le dijera que los fantasmas no son reales. El


problema era que no cualquiera podría hacerlo. Anne, por ejemplo, lo
haría con gusto, pero podría no decirlo en serio; siempre existía la
posibilidad de que lo dijera sólo para calmar a Mia. Tampoco podía
acudir a Abel o a Sion. El primero probablemente se reiría y le diría
que se asusta con demasiada facilidad… lo cual, ahora que lo pensaba,
podría ser una gran excusa para enterrar su cara en su pecho y…

¡No! ¡No, no, no! ¡No, en absoluto! ¡No puedo hacer algo tan
inmodesto!

Al final, su sentido del decoro le impidió pedir ayuda a Abel. Sion,


por su parte, sólo se burlaría de ella por ser un bebé grande, así que él
estaba definitivamente fuera de la mesa.

Rafina era técnicamente una opción. Parecía una experta en esos


asuntos… pero eso también tenía algunas implicaciones
espeluznantes.

“Oh, Mia, ¿no lo sabías? Los fantasmas son muy reales. Están a
nuestro alrededor. De hecho, uno de ellos está justo detrás de ti…”

Mia se estremeció. Si Rafina le decía algo así, quedaría


traumatizada de por vida.

Eso dejaba a Chloe, que era lo suficientemente digna de confianza


y que probablemente refutaría la existencia de los fantasmas por ella.
Siendo una lectora mucho más voraz que la propia Mia, Chloe parecía
el tipo de persona que le explicaría tranquila y racionalmente por qué
los fantasmas no podían existir. Así que, con todas sus esperanzas
puestas en su querida compañera de libros, Mia había planteado la
pregunta crítica.

Chloe… no dijo nada. Ni siquiera se rió. En cambio, miró al suelo,


como si estuviera sumida en sus pensamientos. La luz se reflejaba en
sus gafas en un ángulo extraño, oscureciendo sus ojos. Su expresión
era ilegible… y más que un poco inquietante.

“Um, Princesa Mia…” Dijo finalmente después de un largo


silencio. “No sé mucho sobre fantasmas, pero…”

“Pero puedo decirte que los endemoniados definitivamente existen.


Aparecen todo el tiempo en nuestros dominios.” Dijo Tiona,
respondiendo en lugar de Cloe.

En general, se decía que los endemoniados aparecían con más


frecuencia en las zonas rurales que en las ciudades. El Condado
Exterior de Rudolvon, donde vivía Tiona, estaba situado lejos de la
capital imperial, por lo que tenía sentido que tuviera más
oportunidades de encontrarse con ese tipo de gente.

“¿Qué tienen que ver los endemoniados con los fantasmas?”


Preguntó Mia.

“Bueno, sólo pensé que si las cosas que no se pueden ver como los
demonios existen, entonces no puede ser tan exagerado asumir que los
fantasmas también existen…”

La respuesta de Tiona sorprendió a Mia; no había considerado esa


línea de razonamiento, y fue aún más convincente por el hecho de que
tenía experiencia de primera mano de un fenómeno indudablemente
sobrenatural. Desde su alucinante salto en el tiempo, era creyente. No
por ninguna razón profunda o filosófica. Simplemente pensó que un
milagro así sólo podía ser obra de Dios.

“El Dios todopoderoso me ha concedido algo terriblemente


especial. Eso me convierte en… la elegida, en cierto modo…”
Reflexionó en un profundo momento de lo que sea lo contrario a la
humildad.

A pesar de su inflado ego, la lógica expuesta era sólida. Si Dios


existía, entonces era muy probable que todas las otras cosas escritas en
el Libro Sagrado también existieran. Es decir, el Archidemonio… y los
endemoniados… Entidades aterradoras como esas podían ciertamente
ser reales, en cuyo caso era totalmente posible que los fantasmas
también fueran reales. Así concluyó el silogismo de Mia.

Lo que la asustó.

¡¿Por qué en las lunas dirías algo que hace todo mucho más
aterrador?! ¡Gah! ¡Esta chica! ¡La odio a muerte y retiro todo lo
bueno que he dicho de ella!

Miró a Tiona con ojos hostiles. Mientras tanto, Chloe procedió a


echar sal en sus heridas diciendo: “Sabes, tengo un libro sobre ello al
que quizás quieras echar un vistazo…”
Mia casi gritó al oír de repente la suave pero —dado el ambiente—
espeluznante voz de Chloe, sólo para observar atónita cómo sacaba un
libro aún más espeluznante con un esqueleto dibujado en la portada.

“¿H-H-Hmm? ¿D-De qué trata ese libro?”

Chloe soltó una breve risita de entusiasmo al abrirlo.

“Bueno, esto, verás, es un libro de una isla del lejano oriente. Su


título se traduce como Compendio Ilustrado de Criaturas
Sobrenaturales, y es básicamente una colección de obras de arte que
representan monstruos aterradores.” Explicó mientras le mostraba a
Mia su contenido.

En sus páginas había fotos de… cosas. Una de ellas tenía un cuello
inquietantemente largo. Otra tenía tres ojos. Otra devoraba a una
persona entera. Había más, pero ella no llegó tan lejos. Su visión
nadaba, y lentamente comenzó a volcarse.

“¡Su Alteza! ¡¿Qué pasa?!”

Tiona se levantó de un salto, presa del pánico, y consiguió rodear a


Mia con un brazo antes de que se cayera del todo.

“Estoy bien. Sólo… me siento un poco mareada, eso es todo. Pronto


estaré bien.” Dijo con su rostro fantasmagóricamente pálido.

“Tienes un aspecto horrible. Creo que será mejor llamar a Anne.”

Sintiéndose muy mal, Mia se excusó de sus clases de la tarde y se


echó una larga siesta en su habitación. Cuando por fin se recuperó, ya
era hora de cenar. Como se había perdido el té de la tarde y los dulces
que lo acompañaban, decidió darse un pequeño capricho, comiendo y
bebiendo hasta saciarse, sin saber que su glotonería pronto la llevaría
a otra tragedia.
Capítulo 7:
¡Invoca el Valor del Loco para Defender el
Honor del Imperio!

Esa noche, cuando el cielo estaba más oscuro y la luna colgaba baja,
Mia se despertó con una sensación incómoda que la hizo estremecerse
en su cama. Mientras el sueño se desvanecía lentamente de su mente,
se dio cuenta de que reconocía esa sensación. Era una vieja amiga, y
la conocía bien. Su nombre era…

U-Ughhhh… N-Necesito ir…

… Urgencia.

Los sándwiches con los que se había atiborrado durante el almuerzo


habían sido especialmente salados, lo que la llevó a beber grandes
cantidades de agua a la hora de la cena. Ahora, todo el líquido que
había consumido había vuelto con fuerza. Después de retorcerse un
poco, se puso de lado y cerró los ojos con fuerza, pensando en ignorar
la sensación y dormir. Pronto lo reconsideró.

Si me duermo así, tengo la sensación de que acabaré


arrepintiéndome de todo.

Cediendo a la llamada de la naturaleza, se puso en pie y, utilizando


un tenue rayo de luz de la luna como guía, se dirigió a través de la
oscura habitación hacia la cama de Anne. Iba a pedirle que la
acompañara al baño, pero al ver la expresión de descanso en el rostro
dormido de su criada, lo reconsideró.

Ahora que lo pienso, Anne apenas pudo dormir durante las


vacaciones de primavera, y todo fue por mi culpa…

Durante el descanso, Anne había estado cuidando de Mia, que se


había asustado mucho con la figura brillante que había visto en la
biblioteca y tenía problemas para dormirse después. Noche tras noche,
Anne se quedaba a su lado, cantándole calmantes nanas. Cuando no
era suficiente, su leal criada se quedaba con ella el resto de la noche.
La idea de que había sido una carga para Anne la hizo reflexionar
cuando la suave y constante respiración de un sueño tranquilo entró en
sus oídos.

No puedo permitirme desgastarla demasiado. ¿Y si se pone


enferma? Eso sería terrible.

Mia era una líder santa que tenía un profundo respeto por sus
súbditos.

¡Tendría que dormir en esta habitación yo sola! ¡Más de esto sería


inaceptable!

Tacha eso. Mia estaba siguiendo su habitual filosofía de Mia


Primero.

Por otro lado, el toque de queda de la Academia Saint-Noel era a


las nueve de la noche, pero Mia, siendo un modelo ejemplar de chica
sana y saludable, siempre se metía en la cama una hora antes, a las
ocho. Normalmente se quedaba tumbada durante una hora antes de que
se diera cuenta de que no podía dormir y entrara en pánico, más o
menos a la misma hora que el toque de queda. Entonces, pasaba unos
treinta minutos atormentada por los horrores de su propia imaginación
antes de quedarse finalmente dormida. En otras palabras, incluso en el
punto álgido de sus problemas de insomnio, se dormía media hora
después del toque de queda. En realidad, dormía mucho. Además, una
vez que Anne cambió las nanas por su método patentado de estudio
con sueño, Mia se quedaba dormida como una luz a los pocos minutos
de meterse en la cama.

En cuanto a Anne, pasaría otra hora más leyendo a la dormida Mia


antes de descansar ella misma. Se levantaría a las cinco de la mañana
siguiente, lo que le daría unas ocho horas de sueño por noche. Por
supuesto, todo el mundo es un poco diferente cuando se trata de
dormir, pero lo más probable es que… si Anne se pusiera enferma,
probablemente no se debería a la falta de sueño. Esos cálculos estaban
un poco más allá de Mia.

“Hnngh… Supongo que no tengo otra opción.”

Se puso las zapatillas y salió de la habitación.

En plena noche, el pasillo de su dormitorio no estaba en absoluto


envuelto en la oscuridad. Las paredes estaban adornadas con azaleas
de luciérnaga, y su brillo, aunque tenue, era suficiente para que ella
pudiera caminar sin una lámpara. Había una belleza casi de otro mundo
en el pasillo y su iluminación floral. En cualquier otra ocasión, Mia lo
habría apreciado. Sin embargo, en este momento, lo hacía todo muy
espeluznante. No podía evitar la sensación de que entre las sombras
irregulares que la rodeaban se escondían esas cosas que había visto en
el libro de Chloe, esperando a saltar sobre ella al pasar.

“Tal vez no tenga que ir después de todo… Probablemente pueda


aguantar hasta la mañana…”

Estaba a punto de darse la vuelta cuando sintió una ráfaga de viento


en la espalda. El aire de principios de primavera seguía siendo frío y
ella temblaba.

Fue entonces cuando se dio cuenta de algo: era demasiado tarde


para volver.

Ah… Ya veo… Voy a tener que aguantarme e ir al baño. De lo


contrario… Tendré que lidiar con un tipo de trauma completamente
diferente.

La idea de que Anne colgara las sábanas para que se secaran, con
su parche manchado y todo, la hizo estremecerse de nuevo.

¡No, no, no! ¡Definitivamente eso no va a pasar! Muy bien, ¡ya


está, Mia Luna Tearmoon! Es hora de reunir el coraje del loco y
cargar con este pasillo! Pensó, tratando de animarse para esta inmensa
empresa. ¡Soy la Princesa de Tearmoon, y funciono como su
representante! ¡Mi vergüenza es la vergüenza del Imperio! Si la
reputación del Imperio corre el riesgo de ser mancillada, ¿qué otra
cosa puedo hacer sino tomar las armas y luchar para defender su
honor?

Con la trágica determinación de un caballero solitario que cabalga


hacia la batalla contra incontables enemigos, Mia se enfrentó a la
oscuridad que se cernía sobre el pasillo y avanzó. El destino, sin
embargo, parecía estar jugando con ella, colocando su destino —el
baño— en un lugar alejado de su habitación. Técnicamente, era un acto
de consideración por parte del personal de la escuela para asegurarse
de que la habitación de una princesa no estuviera al lado de un baño,
pero ahora mismo, se sentía como si el destino estuviera jugando con
ella.

“Hnngh… Hnnnnnngh… Está tan lejos… ¿Por qué está tan lejos?
Y todo está tan oscuro… ¡Eek!”

Saltando a cada parpadeo de una sombra y susurro del viento, se


abrió paso por el pasillo. El estrés de la experiencia probablemente
acortó su vida en algunas semanas, pero logró llegar al baño.

Poco después…

“Uf…”

Volvió a salir del baño y dio un suspiro de alivio tanto fisiológico


como psicológico.
“En retrospectiva, fue bueno que me armara de valor para venir
aquí. Ahora, puedo dormir cómodamente…”

Se interrumpió al levantar la vista, sintiendo que el miedo volvía a


ella al darse cuenta de que aún tenía que hacer el viaje de vuelta.

“… Tengo que hacer todo esto de nuevo, ¿no? P-Pero, ahora sólo
tengo que volver. Iré rápido y estará bien…”

Hablando consigo misma con bastante menos garbo que antes, se


dirigió de nuevo hacia la oscuridad.
Capítulo 8:
La Noche Primaveral de los Cuentos de
Fantasmas de Mia

Mia apenas había caminado cinco pasos antes de que la sed empezara
a hacerle cosquillas en la garganta.

“Debería haber una jarra de agua en mi habitación, pero…”

Estaba bastante segura de que Anne solía llevarle una antes de


dormir… pero una vez que Mia se dormía, se quedaba dormida. Nunca
se había despertado en medio de la noche y se había servido un poco
de agua. En consecuencia, cuanto más pensaba en ello, menos segura
estaba de que esa jarra estuviera allí durante la noche o de que Anne la
llevara cada mañana temprano.

De hecho, Anne —bendita sea su alma devota— llevaba una jarra


antes de dormir y la cambiaba por una nueva cada mañana. En fin…

“… Si vuelvo a mi habitación y descubro que no hay jarra, siento


que tendré demasiada sed para dormirme.”

Siendo un poco terca, una vez que Mia empezaba a preocuparse por
algo, le resultaba difícil parar. Es cierto que tragar más agua ahora
mismo probablemente la llevaría a otro viaje al baño más adelante,
pero por el momento quería saciar su sed.
La cafetería no está tan lejos de aquí. Tal vez, en lugar de volver a
mi habitación de inmediato…

En la cafetería siempre había un suministro de agua potable que


fluía desde un manantial. Belluga era rica en agua, y aunque no era
posible dotar a cada habitación de su propio suministro, la
infraestructura hídrica del Santo Principado estaba, en general, muy
desarrollada.

Tras un momento de deliberación, Mia, con la confianza reforzada


por su exitoso viaje al baño, se dirigió a la cafetería.

… como si fuera atraída por una fuerza invisible.

Cuando Mia llegó a la entrada de la cafetería…

“¿Vaya? ¿Qué es ese sonido?”

Se concentró, tratando de distinguir lo que era. Le recordaba a los


mocos. O, tal vez, el sonido que hacía una chica cuando sollozaba en
silencio para sí misma…

De repente, se acordó de la historia que había escuchado durante la


hora del almuerzo. Se trataba del fantasma de una estudiante que se
había quitado la vida.

“N-No puede ser… No puede ser…”


Debería haberse dado la vuelta y haber corrido. En lugar de eso, la
curiosidad morbosa se apoderó de ella, y entrecerró los ojos a través
de la escasa luz en dirección al sonido.

“¡Eee—!”

Se tragó un chillido y se quedó helada. Allí, en la oscuridad, había


una joven que parecía ser un poco más joven que Mia. Tenía el cabello
largo y despeinado. Iba vestida con harapos y su piel estaba moteada
de suciedad y mugre. Su aspecto no concordaba con su entorno, ya que
no parecía una estudiante de Saint-Noel, sino una habitante de los
barrios bajos. Sin embargo, lo que más le llamó la atención a Mia fue
lo roja que estaba.

No había mucha luz en la cafetería, pero era más que suficiente para
que la vista se clavara en los ojos de Mia. Desde la cabeza hasta el
torso, la chica estaba cubierta de un líquido rojo. Goteaba de ella,
formando un charco en el suelo, con el aspecto de…
IMAGEN
“¡Gyaaaaaaaah!”

Mia gritó. Al menos, lo pretendía. Lo que salió de su garganta fue


más bien un gemido agudo.

¡¿Qué es eso?! ¡¿Es el fantasma maldito de ese estudiante?!


¡Eeeeeek!

Salió de la cafetería aterrada y corrió tan rápido como pudo hacia


su habitación. Las zapatillas salieron volando de sus pies, pero apenas
se molestó en recuperarlas. Sus pies descalzos golpeaban el suelo con
fuerza a cada paso, tratando de impulsarse hacia adelante a la máxima
velocidad, pero el progreso seguía siendo lento. El pasillo parecía
extenderse infinitamente en la distancia, como si estuviera atrapada en
una especie de pesadilla. Además, ¿era sólo ella o…?

¡Eeeeeek! ¡Algo me persigue!

¡Ahí estaba! ¡Y otra vez! El sonido de pasos detrás de ella. Eran


rápidos. Y se estaban acercando. Mia rompió a llorar mientras
intentaba desesperadamente huir de lo que fuera que la perseguía.
Llegó a su habitación, atravesó la puerta y gritó aterrada: “¡Anne!
Anne!” Mientras se lanzaba a la cama de su criada.

Sólo para darse cuenta de que estaba vacía.

“¡¿Anne?! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Dónde estás?!”

Abandonada a su suerte en una cama vacía, su imaginación no tardó


en salir a flote.
¿Y si, pensó, todo el mundo se ha ido y estoy sola en el mundo con
esa cosa?

Recordó una escena de su vida anterior, en la que su compañera de


clase, amante del terror, Dora, había contado con entusiasmo una
historia en ese sentido.

¡¿Qué me pasa?! De todos los momentos para recordar algo así,


¡¿por qué ahora?! ¡No puede ser! ¡Esa historia no es real! ¡Anne
debió despertarse y darse cuenta de que no estaba aquí, así que fue a
buscarme! ¡Eso es todo! No hay manera de que todo el mundo
desaparezca así. Eso sería una pesadilla—

Se congeló, dándose cuenta de que había cometido un terrible error.

Me… Me olvidé de cerrar la…

Como si fuera una señal, la puerta se abrió con un chirrido. Su


corazón emitió un silencioso lamento de terror.

¡Eeeeeek!

En un intento desesperado por sobrevivir al inminente encuentro,


Mia entró en acción: se echó la manta por encima y cerró los ojos lo
más fuerte que pudo.

¡Tiene que ser Anne! ¡Sé que lo es! ¡Anne ha vuelto! ¡No puede ser
nadie más! No podría… ¡Eek!

Algo se arrastró a la cama.

Eso es extraño. ¡Si es Anne, al menos debería decir algo!


Un poco, muy poco, Mia abrió los ojos y miró nerviosamente hacia
los pies de la cama… Sólo para que el rostro de una joven, con vetas
de líquido rojo que resbalaban por sus mejillas, apareciera a escasos
centímetros del suyo.

Gyaaaaaaaaa—

Con eso, Mia se desmayó de golpe.


Capítulo 9:
La Princesa Mia… Deduce la Respuesta

Rustle-rustle.

Algo sacudió el cuerpo de Mia. Ella gimió y se frotó los ojos.

¿Qué fue…? ¿Estaba dormida? Ugh, me siento como si acabara de


tener la peor pesadilla de la historia…

Lentamente, muy lentamente, abrió los ojos… Sólo para que


apareciera el rostro del fantasma con forma de chica. La miraba
fijamente.

“Hnnngh—”

De nuevo, Mia se desplomó y se desmayó. Mejor dicho, estaba a


punto de hacerlo, pero…

“¿Podrías dejar de hacerte la dormida?”

¿Eh? ¿Acabo de… escuchar una voz?

La vacilación de la voz despertó en ella la curiosidad suficiente para


mantenerla consciente. Nerviosa, abrió los ojos por tercera vez y
estudió a la muchacha, que la miraba con un rostro casi impasible,
salvo por una pizca de aprensión.

Huh. Esta chica no es un fantasma, se dio cuenta Mia.


Era de sentido común, razonó, que los fantasmas no mostraban
aprensión. Por lo tanto, la chica que tenía delante no podía ser uno.
Entonces se acercó y acarició la cabeza de la chica, sintiendo el líquido
viscoso pegado a su pelo.

Esta cosa roja…

En una inspección más cercana, era un poco demasiado rojo para


ser sangre.

“Oh… ya veo. Esta es la savia que se usa para escribir en la


pizarra.”

Eso hizo que la chica levantara la cabeza de lado y la mirara con


desconcierto.

“No sé qué es eso, pero he volcado el recipiente que lo contenía.


Pero, por favor, no te preocupes. Me aseguré de limpiarlo bien.” Dijo
en un tono sorprendentemente educado.

“Así que eso es lo que pasó…”

Mia se mordió el labio, pensativa.

Así que no es un fantasma. Quiero decir, por supuesto que lo sabía.


Todo el tiempo, de hecho. Todo el mundo sabe que los fantasmas no
existen realmente… Lo que nos lleva a la pregunta de… ¿quién
demonios se supone que es esta chica?
Con su aspecto desaliñado, encajaría perfectamente con la gente del
Distrito Newmoon. Su cabello enmarañado parecía no haber sido
cepillado en mucho tiempo. Los abundantes desgarros y agujeros de
su vestido hacían que pareciera más un trapo de limpieza que una
prenda de vestir, y las extremidades que sobresalían de él eran
malsanamente delgadas.

Una niña hambrienta que se coló en la academia.

Esa fue la impresión que dio.

“Entonces, ¿exactamente qué has venido a hacer?”

“… Creo que se te ha caído esto, así que he venido a devolvértelo.”

Le tendió el par de zapatillas que llevaba Mia antes de perderlas en


su desesperada carrera.

“¿Viniste aquí sólo para traerme esto?”

La chica negó con la cabeza.

“No, eso no es todo. También quiero pedirte un favor.”

¿Un favor? ¿Quiere algo de comer? Se preguntó Mia, sólo para


verse sorprendida por su petición real.

“¿Podrías mantener en secreto que estoy aquí? Por favor, no se lo


digas a nadie.” Dijo antes de inclinarse hacia adelante en la cintura para
hacer una reverencia.

Mia la observó.
Su petición… y esa reverencia… Mmhmhm, ahora ya sé a qué estás
jugando.

Después de considerar sus opciones durante unos segundos, la boca


de Mia se abrió en una sonrisa tortuosa. A simple vista, la chica parecía
en todos los sentidos una de las inocentes pueblerinas que ya no podían
soportar el tormento de la pobreza. En su desesperación, incluso se las
había arreglado para volcar un recipiente de savia de pizarra sobre sí
misma, cubriéndola de un líquido rojo y pegajoso. El efecto era
impactante, haciéndola parecer cada vez más lamentable… ¡Pero no!
Todo esto era una actuación. Mia, con toda su sabiduría, se había dado
cuenta de la estratagema.

La seguridad de Saint-Noel no es tan laxa como para permitir que


los pobres entren al azar…

El mero hecho de entrar en la isla no era poca cosa. Además, el


sistema de seguridad desplegado por Saint-Noel era tan completo que
convertía la academia en una especie de fortaleza.

En otras palabras, esta chica tiene lo que hay que tener para
colarse entre capas y capas de seguridad.

Además, Mia había notado algo peculiar en su reverencia. Era


decididamente masculina, no se parecía en nada a cómo una chica haría
una normalmente.
En otras palabras, es muy probable que tenga experiencia en fingir
ser un chico. La única razón por la que haría eso… es para
disfrazarse.

¿Qué clase de persona necesitaría llegar a tales extremos para entrar


en Saint-Noel? ¿Y realmente tener éxito en hacerlo? Sólo se le ocurría
una posibilidad: la sociedad secreta que conspiraba para destruir el
mundo.

Hah, buen intento, pero no puedes engañarme. Sé quién eres


realmente. ¡Eres una Serpiente del Caos!

En un momento de increíble perspicacia, Mia utilizó sus facultades


lógicas para deducir la respuesta. Una respuesta errónea, basada en una
intuición increíblemente errónea, pero una respuesta al fin y al cabo.

Mmhmhm, seguro que no has perdido el tiempo en aparecer.


Lástima por ti, porque vas a ser enviada directamente a Rafina.

Mia, sintiéndose bastante orgullosa de sí misma por haber


identificado aparentemente a un agente enemigo, miró a la chica con
una mirada altiva.

Ahora que sé de qué se trata, ya no me asustas. Aunque, ahora que


lo pienso…

Una idea la llevó a otra, y se dio cuenta de que, por muy joven que
fuera la chica, el hecho de que hubiera conseguido infiltrarse en la
academia sugería que podría no ser fácil de convencer. En ese caso, el
mejor curso de acción para ella, comprendió Mia, era combatir el
engaño con el engaño. Siguiendo el juego y fingiendo que la habían
engañado, podría devolver el engaño. Su estratega interior estaba en
racha. Esperemos que no se caiga por un precipicio.

“Sé que pasarán cosas terribles si la gente se entera de que me has


dejado quedarme aquí en secreto, pero aun así, por favor, no se lo digas
a nadie.” Suplicó la chica.

“Ohoho, pero por supuesto.” Dijo Mia con una suave sonrisa. “No
diré ni una palabra sobre ti. Será nuestro pequeño secreto.”

“… ¿En serio?”

La chica la miró sorprendida con los ojos abiertos.

“Más importante, ¿no tienes hambre?”

Mia buscó una pequeña caja en su escritorio y la abrió, revelando


algunas galletas. Mia trataba su habitación como una fortaleza, lo que
significaba que siempre se aseguraba de tener suficientes raciones de
emergencia (léase: bocadillos) para sobrevivir a un asedio de tres días
(léase: fin de semana sin salir de su habitación). Y estas no eran
galletas normales. Eran el resultado de una profunda investigación que
Anne llevó a cabo por encargo, durante la cual comparó todas las
galletas disponibles en una escala de coste-sabor y seleccionó la mejor.
En otras palabras, eran galletas óptimas.

Jejeje, un bocado de esto con el estómago vacío y no podrás parar.


Te tendré entonces.

La chica, sin embargo, negó con la cabeza.


“No, gracias. No tengo hambre.”

“¿Eh? Pero…”

“Lo digo en serio. No tengo hambre.” Insistió, sólo para ser


traicionada por su estómago, que enseguida soltó un gemido lastimero.

“…”

Mia observó fijamente a la chica. Para su sorpresa, la chica le


devolvió la mirada, sin inmutarse por la incomodidad de la situación.
Incluso hinchó un poco el pecho en una muestra de confianza.

“Digo la verdad y, para demostrarlo, estoy dispuesta a jurar por el


nombre de mi abuela, a la que tengo en más alta estima.”

Vaya, el nombre de tu abuela no vale mucho para ti, ¿verdad?

Mia resistió el impulso de poner los ojos en blanco mientras le


tendía una galleta.

“Ten. Sólo toma una. No hay necesidad de ser modesta. Tengo


muchas más.”

“Pero me dijeron que… La comida es preciada…” Dijo la chica,


con los ojos claramente atraídos por la galleta. “Y ya estoy causando
muchos problemas al pedirte que no le hables a nadie de mí…”

Se quedó mirando la galleta, embelesada. A modo de prueba, Mia


movió la mano que sostenía la galleta de un lado a otro. La cabeza de
la chica la siguió.
“Yo… no puedo pedir otro favor… No comida…” Murmuró, sus
palabras se interrumpieron mientras su mirada se volvía más intensa.

Mia le lanzó la galleta y ella la arrebató inmediatamente del aire,


nada menos que con los dientes. Mientras la masticaba con avidez, se
le llenaron los ojos de lágrimas.

“Es tan buena…” Dijo entre mocos antes de mirar a su benefactora


con asombro. “¿Eres una especie de diosa de la compasión?”

Bueno, veo que esta chica es una verdadera tonta.

Al ver que su enemigo había mordido el anzuelo, Mia puso su


sonrisa más desarmante.

“Tengo un montón de galletas, así que siéntete libre de tomar todas


las que quieras. No tengo nada más en este momento, pero pediré que
te preparen el desayuno por la mañana. Además…” Dijo mientras le
daba un repaso a la chica. “Necesitas un baño.”

Pensó que lo mejor era presentarle a Rafina su Serpiente apresada


en un estado menos mugriento.

De lo contrario, Rafina podría ser suave con ella por error. Quiero
decir, se ve tan miserable ahora mismo que hasta yo siento un poco de
pena por ella…

La puerta de su habitación se abrió.

“Ah, milady. Bien. Has vuelto.”


En la puerta estaba Anne, que respiró aliviada al ver a Mia. Al
parecer, se había preocupado y había salido a buscarla.

“Ah, Anne. Sí, acabo de ir al baño. Aunque es un buen momento


por tu parte. ¿Te importaría preparar el baño?”

“Ciertamente no me importa, milady, pero… ¿Quién podría ser?”

Buena pregunta. ¿Qué debo decir?

Mia consideró sus opciones. Mientras lo hacía, miró a la chica, sólo


para encontrarla mirando desconcertada a un lado y a otro entre ella y
Anne.

“¿Eh? ¿Anne? Quieres decir… ¿Madre Anne? Si eso es así… Y


acabas de llamarla milady, entonces eso significa…”

“Eh… lo siento, pero ¿qué pasa ahora?” Preguntó Mia, con una ceja
alzada ante la repentina y desconcertante reacción de la chica.
Capítulo 10:
Un Emotivo Reencuentro entre Abuela y
Nieta

“¿Qué debemos hacer, milady?” Preguntó Anne.

“Hmm… Por el momento, llevémosla a los baños comunes.”


Instruyó Mia, sintiéndose un poco incómoda por la forma en que la
chica las miraba.

Los baños comunes de los dormitorios de las chicas funcionaban


en general con un horario fijo, pero las horas que se anunciaban eran
más bien una formalidad. Como el agua procedía de una fuente termal,
los baños estaban siempre calientes. En caso de necesidad, bastaba con
decir unas palabras amables al superintendente para que le permitieran
entrar a hurtadillas.

Una vez dentro, unos tenues rayos de luz plateada recibían a los
bañistas a través de una sección de vidrieras en el techo, permitiéndoles
bañarse en una bañera caliente de agua natural bajo el pálido
resplandor de la luna. Todo era muy atmosférico, y totalmente
irrelevante para Mia, que no conocía ninguna actividad nocturna más
placentera que estar profundamente dormida.
“En primer lugar, esto.” Dijo Mia con una mueca mientras señalaba
la ropa de la chica. “Hay que lavarlo. Anne, ¿podrías preparar una
muda para ella? De momento, dale algo de mi armario.”

“¿Y usted, milady?”

“¿Eh? ¿Yo?”

Se miró a sí misma y se dio cuenta de que estaba empapada de


sudor. No era de extrañar, teniendo en cuenta que acababa de correr
por el pasillo para salvar su vida.

Dormir así… es definitivamente un poco asqueroso.

Con un movimiento de cabeza, se bajó de la cama.

“Tienes razón. Creo que yo también me voy a dar el gusto de


disfrutar de un poco de ambiente. También lleva mi toalla, Anne.”

Mia y Anne se dirigieron a los baños. Les seguía de cerca la chica,


que no pronunció una sola palabra en todo el camino.

Me pregunto qué pasa con ella… ¿Está conspirando contra


nosotras?

Temiendo una traición repentina, Mia siguió lanzando miradas de


desconfianza a la chica mientras caminaban, pero no detectó ningún
signo de maldad. La única emoción que pudo discernir en su rostro fue
una pizca de confusión.
En cuanto entraron en el vestuario, Anne empezó a desvestir a la
chica. Ella lo permitió sin rechistar y se limitó a permanecer de pie
mientras le quitaban la ropa.

Hm, no hay armas por lo que veo… Y tampoco parece una


especialista en combate cuerpo a cuerpo, pensó Mia mientras
observaba discretamente el proceso. Desvestida, la chica parecía más
o menos igual que ella, pero aún más delgada. Se le veían las costillas,
unas duras crestas que bajaban por el pecho y que sugerían una larga
inanición. La piel pálida y las mejillas hundidas marcaban una
complexión poco saludable en general. Incluso su cabello, ahora que
Mia lo pensaba, resultaba áspero al tacto. A pesar de que sospechaba
que la chica era una cómplice de las Serpientes del Caos que se hacía
pasar por una habitante de los barrios bajos, cuando estaba
completamente desnuda, era una cosita lamentable, y Mia no podía
evitar sentir lástima por ella.

Me recuerda mi vida en el calabozo.

Ella sabía lo que era no tener nada que comer… y era duro. En
retrospectiva, etiquetar a la chica como una tonta por cómo había
reaccionado a la galleta le pareció un poco mezquino. Si Mia hubiera
sido la hambrienta y alguien le hubiera dado comida, también habría
llamado a la persona diosa… ¿O no?

¡No, todavía no iría tan lejos! Esta chica es definitivamente una


especie de tonta.

“Milady…”
Anne la sacó de sus pensamientos, que habló en tono serio.

“¿Tengo permiso para usar tu champú y tu limpiador corporal? ¿Así


como tú aceite perfumado para hidratar su piel?”

Ayudar a Mia con sus rutinas personales a diario había convertido


a Anne en una especie de experta en el cuidado del cabello y la piel, y
su orgullo profesional le exigía aceptar el reto de rectificar el espantoso
aspecto de la chica.

“Desde luego que sí. Sólo voy a lavarme el sudor de la noche, así
que no te preocupes por mí. Ve a ayudarla a limpiarse, ¿quieres?” Dijo
Mia antes de que sus labios se abrieran en una sonrisa de dientes. “De
hecho, ¿por qué parar ahí? Ya hemos venido hasta aquí, así que mejor
ir a por todas. Quiero verla lo suficientemente guapa como para asistir
a un baile.”

Con eso, dejó que Anne hiciera su magia con la chica. Mientras
tanto, se enjuagó rápidamente, se sumergió en la bañera y dejó escapar
un profundo suspiro de placer.

Ahh… Esto es lo que estoy hablando… Necesitaba esto…

Estiró los brazos y las piernas en el agua caliente, sintiendo que el


calor aliviaba el dolor de sus músculos. Aunque no había hecho un
ejercicio intenso, la breve carrera por el pasillo había resultado
bastante agotadora para un cuerpo tan poco acostumbrado al esfuerzo
físico como el suyo.

Ups. No puedo relajarme demasiado aquí.


Volviendo a sentarse en la bañera, miró a la chica, que parecía
haberse rendido por completo a las embestidas higiénicas de Anne. En
ese momento estaba sentada con los ojos cerrados, balanceándose
sumisamente al movimiento de las manos de Anne mientras le
restregaba la suciedad del cabello. Era como ver cómo se bañaba a un
gatito inusualmente dócil.

Me pregunto quién es ella…

Al principio, había sospechado que era una especie de saboteadora


enviada por las Serpientes del Caos, pero esa sospecha era cada vez
más estúpida a medida que avanzaba la noche.

Y ese susurro… ¿Qué quiso decir con eso?

“Ella dijo Madre Anne, ¿no?”

Finalmente, una vez que la chica estuvo libre de suciedad, se unió


a Mia en la bañera.

“Muy bien. ¿Le traigo aceite perfumado y una muda de ropa,


milady?”

“Ciertamente. Gracias, Anne.”

Anne inclinó la cabeza y se fue a recoger los artículos que había


mencionado. La muchacha la observó hasta que la puerta de la casa de
baños se cerró tras ella.

“Realmente es Madre Anne, pero…” Murmuró en un tono


preocupado. “Hay algo extraño. Es ella, pero… más joven…”
Después de murmurar para sí misma durante un rato, la chica
levantó de repente la vista y dio una palmada.

“¡Oh! Ahora sé lo que está pasando. Esto es un sueño.”

En un impresionante despliegue de lo que podría llamarse


generosamente resiliencia mental, procedió a categorizar
sumariamente toda esta desconcertante situación como un sueño,
eliminando así la necesidad de preocuparse más por ello. Algo en la
forma en que se estaba comportando le resultaba extrañamente familiar
a Mia.

¿Qué pasa con esta chica? ¿Y por qué tengo la sensación de que
somos parientes?

Al examinarla más de cerca, también se parecía bastante a Mia. Su


cabello limpio tenía ahora el mismo brillo argénteo, y sus adorables
ojos azules eran similares tanto en color como en forma, y se abrían de
par en par al contemplar a Mia.

“Ah, lo siento. Me olvidé de presentarme. Um… Encantada de


conocerte. Mi nombre es Miabel Luna Tearmoon. La gente me llama
Bel, y soy tu nieta.”

“… ¿Eh?”

Pasó un rato antes de que Mia recordara cómo levantar la


mandíbula.
Capítulo 11:
La Fachada de la Gran Sabia del Imperio

“¿M-Mi nieta? ¿Q-Quiere decir, como, la hija de mí hijo?”

Atónita, no pudo hacer más que mirar mientras su cerebro se


esforzaba por analizar la definición básica de la palabra. Las
similitudes físicas de la chica con ella eran innegables, pero aun así…

Normalmente, una afirmación así sería ridícula, pero Mia había


visto demasiadas cosas como para descartarla como un completo
disparate. Al fin y al cabo, para que Bel fuera su nieta, habría tenido
que realizar una hazaña inaudita incluso en los cuentos de hadas más
fantásticos: un salto hacia atrás en el tiempo. Pero los saltos hacia atrás
en el tiempo eran algo con lo que Mia tenía experiencia de primera
mano. Tampoco podía tratarse de una estratagema de las Serpientes del
Caos; si Bel fuera una de sus agentes, no intentaría engañarla con una
afirmación tan descabellada.

Parecía impensable —una realidad más extraña que la ficción—,


pero el puro absurdo convenció a Mia de que Bel decía la verdad.

“Entonces eso significa… Miabel, ¿qué…?”

“Oh, por favor, llámame Bel, Abuela.” Dijo tímidamente.

“Bien, de acuerdo. En ese caso, también puedes llamarme por mi


nombre.”
“De acuerdo, lo haré, Abuela.”

Algo entre un gruñido y un gemido escapó de la garganta de Mia.


En la línea temporal anterior, había vivido veinte años. Ahora, después
del salto temporal, tenía casi otros tres años en su haber. A pesar de su
nivel de madurez, era técnicamente una mujer de veintidós o veintitrés
años. Pero no era lo suficientemente mayor para soportar que alguien
la llamara ‘Abuela’. Madre, eso podría haberlo aceptado a
regañadientes, pero lo de ‘Abuela’ era demasiado; le dolía por dentro.
Se puso en pie y se pavoneó —más bien se paseó, debido a que estaba
medio sumergida en el agua— hacia Bel. Luego, sin mediar palabra,
la agarró por los delicados hombros y sonrió de forma algo
amenazadora.

“Si alguien pregunta, Bel, soy tu hermana, y me llamarás Srta.


Mia.”

“¿Eh? Pero, Abuela…”

Se inclinó sobre Bel, acercando tanto su cara que sus narices casi
se tocaban.

“Hermana. ¿Lo? ¿Entendiste?”

“¿Eh? ¿Eh? Pero… ¡Ay! ¡Ay! ¡Duele! ¡Tus dedos se me están


clavando…!”

“Vamos a practicar, ¿quieres? Repite conmigo. Eres mi hermana,


y te llamaré Srta. Mia.”

“Usted es mi hermana y… te llamaré Srta. Mia.”


La voz de Bel temblaba de miedo, pero consiguió terminar la frase.
Sólo entonces Mia la soltó.

“Bien. De todos modos, pasando a asuntos más significativos…


Bel, ¿por casualidad te han cortado la cabeza con una guillotina?”

“… ¿Eh?” Bel parpadeó un par de veces ante la abrupta pregunta


antes de soltar una risita. “Ajaja, esa es una pregunta muy rara. Lo
dices como si pudieras ser guillotinado y seguir caminando después.”

¡Seguro que sí! Pensó Mia, aunque fue lo suficientemente


inteligente como para mantener su desacuerdo interno. Aun así, esto
me dice que ser guillotinado no es una condición para saltar en el
tiempo… Por otra parte, ahora que lo pienso, ni siquiera es el mismo
tipo de salto temporal que experimentó ella. Tal vez esto es algo
totalmente diferente…

En ese momento, un recuerdo pasó por su mente.

Hace un tiempo, deseaba algo de orientación. Algo como el maldito


diario…

Se quedó mirando el techo de la biblioteca, esperando encontrar


una estrella que la guiara.

¿Podría ser esto —podría ser ella—?

Miró a Bel, cuya sonrisa se había vuelto triste.

“Pero… Tal vez no sea tan raro. Tal vez… tienes razón.” Dijo con
nostalgia.
“¿Hm? ¿Qué quieres decir?”

“La verdad es que estaba huyendo, y lo último que recuerdo es estar


a segundos de ser capturada. Debí caer inconsciente justo antes de que
ocurriera. Por eso puede que tengas razón. Cuando despierte de este
sueño… probablemente me encuentre en la guillotina.” Bajó la mirada,
y la desolación de sus palabras pareció llenar el silencio subsiguiente.
Luego, levantó la cara y miró directamente a Mia. “Pero… Me alegro
de que el último sueño que tengo sea éste. Es un sueño tan divertido y
feliz… y siempre quise conocerte, Abuela… quiero decir, Srta. Mia.”

Sonrió. No era una sonrisa especialmente bonita; demasiados labios


y pocas mejillas; los primeros intentos torpes de un niño que intenta
aprender una habilidad desconocida, entrañables en su encanto y
desgarradores en su significado. Lo siguiente que supo fue que Mia
tenía sus manos fuertemente envueltas alrededor de las de Bel.

“Está bien, Bel.” Mia le devolvió la mirada. “No pasa nada. Este
sueño no terminará. Yo, Mia Luna Tearmoon—no…”

Hizo una pausa y sacudió suavemente la cabeza. Luego, con una


suave sonrisa, dijo: “La abuela que siempre has respetado… No lo
permitirá.”

Para tranquilizar a Bel, Mia levantó ligeramente la barbilla en un


gesto de confianza.

“Así que dime.” Continuó. “¿Qué ha pasado? ¿Por qué en las lunas
un miembro de la familia imperial estaba huyendo?”
Bel se tomó un momento para recomponerse. Luego se levantó,
decidida a contar su historia.

“Es porque…”

“¿Por qué?” Mia tragó saliva mientras esperaba sus próximas


palabras, pero antes de que llegaran…

“Ah… Mi cabeza…”

De repente, el cuerpo de Bel se balanceó bruscamente hacia un


lado. A partir de ahí, la gravedad se impuso y se desplomó en el agua.

“¿Qué? ¿Bel? Oh, el calor debe haberte afectado.”

Mia se apresuró a sacarla del agua.

“Oh, pequeña tonta. ¿Qué voy a hacer contigo?” Dijo, sujetando a


la niña en brazos como si fuera un bebé. “Vamos a sacarte de aquí.”

Al levantarse, se le ocurrió que había estado en la bañera más


tiempo que Bel. Teniendo en cuenta que Bel estaba incapacitada, eso
parecía implicar…

“¿Oh?”

Su cabeza se sentía ligera y la habitación parecía girar.

“Me siento un poco mareada…”

Lo siguiente que supo fue que estaba en el suelo con la cara


apretada contra las frías baldosas.

“Ah… El suelo… se siente tan bien…”


Unos minutos más tarde, Anne se encontraría con dos cuerpos
esparcidos por el suelo de la casa de baños, y necesitó toda su
compostura para no añadir un tercero a la escena. El único aspecto
positivo de su desastroso viaje al baño fue, quizás, el hecho de que Bel
—al ser la primera en caer— no había sido testigo del vergonzoso
espectáculo de su abuela medio inconsciente frotando su mejilla
enrojecida por el calor contra el suelo de la casa de baños. Por lo tanto,
su respeto por Mia permanecía intacto, y la fachada de la Gran Sabia
del Imperio viviría para engañar otro día.

Bien está lo que bien acaba.


Capítulo 12:
La Abuela y la Nieta van de Incógnito
(Literalmente)

Qué sueño tan peculiar… pensó Bel, el agradable calor del agua del
baño impregnando su fatigado cuerpo mientras conversaba con la
chica que tenía delante.

Había estado a unos segundos de ser atrapada por sus perseguidores


cuando la luz se la tragó. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba
en un extraño edificio, cuyas amplias salas y majestuoso interior
parecían los de un castillo. Desconcertada por el repentino cambio de
entorno, su instinto de supervivencia se puso en marcha y se apresuró
a buscar un lugar donde esconderse. En los días siguientes, vivió como
un carroñero, manteniéndose fuera de la vista durante el día y
aventurándose cautelosamente por la noche.

Mirando hacia atrás… Desearía no haber pasado tanto tiempo


escondida. Fue un poco de desperdicio…

Si hubiera sabido que todo era un sueño, habría caminado un poco


más. Como mínimo, habría buscado algo más de comida; pasar hambre
durante tantos días había sido terriblemente desagradable.

También podría haber conocido a Madre Anne antes de ese


momento… Y también…
Miró a la chica que se había presentado como Mia Luna Tearmoon.
Era el nombre de su abuela, un nombre que había suscitado un respeto
inquebrantable en vida y un triste pesar en la muerte de todos los que
Bel había conocido. Había un innegable parecido en sus rasgos, pero…

“La abuela que siempre has respetado… No lo permitirá.”

… A diferencia de la de Bel, su voz estaba cargada de una confianza


suave pero firme que se manifestaba en forma de una sonrisa suave y
tranquilizadora. Había un poder silencioso en esa sonrisa que tocó el
corazón de Bel, y se sintió inadvertidamente gravitando hacia su
encantadora atracción.

Ahh… Así que este es… la Gran Sabia del Imperio…

Al encontrarse con Bel, le había ofrecido galletas sin un ápice de


reticencia o aversión. Cuando Bel se negó, la engañó para que se las
comiera de todos modos. Luego, como si la comida por sí sola le
pareciera una muestra insuficiente de generosidad, incluso había traído
a Bel para que se bañara.

La abuela que siempre respeté… es todo lo que esperaba que fuera.


Cálida… Amable… Confiable… Desearía haberla conocido antes. De
esa manera, habríamos tenido más tiempo para hablar…

Al principio, el sueño le había parecido un poco aterrador. Pero


ahora se había convertido en un sueño maravilloso, y se estaba
divirtiendo mucho. Para su sorpresa, se sentía feliz, tan feliz que por
primera vez en mucho, mucho tiempo, desde la muerte de Anne y
Elise, de hecho, se encontró riendo. Ese fue el día en que la diversión
desapareció de su mundo. Cuando había olvidado cómo reír.

Tal vez sea porque… nunca dejé de lado el orgullo de mi nombre…


Porque me aferré a él hasta el final… Y como recompensa final, se me
permite tener este hermoso sueño…

Una última recompensa…

De hecho, Bel era muy consciente de que su destino ya estaba


sellado. Una vez capturada, a una chica de sangre imperial como ella
no se le permitiría vivir. Tendría un final terrible en la guillotina. Tal
vez eso sería una misericordia comparada con los horrores
impensables que le esperaban en su camino hacia la inminente
perdición. Ese pensamiento le produjo un terrible escalofrío y se
estremeció a pesar del calor.

Si es posible, me gustaría quedarme en este mundo un poco más…

Este era un lugar tan maravilloso, lleno de calidez y amabilidad. La


gente a la que apreciaba seguía viva y la recibía con los brazos abiertos.
Deseaba con todo su corazón poder quedarse aquí para siempre, en el
abrazo de un mundo donde se le permitiera ser feliz. Lamentablemente,
el destino no parecía tener oídos para su desesperada súplica, y su
visión —junto con toda la alegría y las maravillas del mundo que la
habitaba— empezó a desdibujarse.

Su sueño estaba terminando.


Era, lo sabía, la naturaleza de los sueños. Por muy bonitos que
fueran, acabarían. Nadie podía quedarse en un sueño para siempre, por
mucho que lo deseara.

Abuela… Me alegro de haberte conocido.

Con ello, su conciencia se desvaneció y el mundo se fundió en una


bruma blanca y vaporosa.

“Ah…”

Cuando se despertó, Bel se dio cuenta de que había estado llorando.


Se frotó rápidamente las lágrimas de los ojos. El sueño había
terminado. Lo que le esperaba ahora era lo poco que quedaba de su fría
y brutal vida. Habiendo caído en manos de sus captores, su situación
era desesperada. Sin esperanza, en realidad. La resistencia era
claramente inútil. Pero aun así… Se preparó para luchar. No se la iban
a llevar sin luchar.

Sin embargo, a la cama en la que estaba tumbada no le importaba


lo decidida que estaba a oponerse a su suave y mullido abrazo. Ejercía
su dominio sobre ella sin impedimentos, con cráteres de pelusa que
acunaban su cuerpo como grilletes, robándole la capacidad de
desafiarla…

Parpadeó y abrió los ojos. Algo en la sarta de metáforas que


flotaban en su mente como una especie de narración metafísica no tenía
ningún sentido. Miró hacia abajo y se encontró con unas ropas que no
reconocía ni recordaba haberse puesto. Eran de exquisita confección y
deliciosamente suaves al tacto. El tejido desprendía un tenue pero
agradable aroma a flores.

¿Qué… pasó?

“Ah, bien. Estás despierta.”

Una chica se sentó a los pies de su cama y la miró. La luz de la luna


antes del amanecer entraba por una ventana y bailaba sobre su cabello
plateado.

“Vaya, ¿qué parece ser el problema?” Preguntó mientras se


inclinaba y apartaba suavemente una lágrima del rabillo del ojo de Bel.
“Eres una llorona, ¿verdad?”

Los labios de Bel temblaron un poco. ¿Era realmente ella? No


puede ser. ¿Estaba viendo un fantasma?

“A-Abuel—”

“¡Srta. Mia! Por el amor a las lunas, ¿podrías llamarme Srta. Mia
de una vez?” Protestó su abuela decididamente corpórea.

¡Qué grosera! Aquí estoy esperando a que se despierte, y cuando


finalmente lo hace, ¿eso es lo primero que sale de su boca?

Con los brazos cruzados, dirigió a Bel una mirada severa antes de
exhalar un suspiro exasperado y tumbarse en la cama junto a ella.

“¿Dónde está Madre Anne?”


“La cafetería va a comenzar sus preparativos matutinos pronto, así
que bajó a pedirles que hicieran una porción extra para ti. Todavía es
un poco temprano para estar levantado, así que podemos descansar un
poco más aquí.”

“¿Eh? ¿Aquí? ¿En la misma cama con la Abuela?” Preguntó con


tímida incertidumbre mientras se encogía. “No me atrevería a hacer
eso…”

“Bueno, no puedo hacer aparecer una cama de la nada, ¿verdad?


Llevará algún tiempo conseguir otra aquí para ti. Quiero decir,
supongo que puedes usar la de Anne mientras tanto, pero…”

Bel siguió la mirada de Mia y observó la otra cama de la habitación.

“¿Hm?” Ella frunció el ceño. “¿Pero no estabas durmiendo en esa


antes?”

“… No. Definitivamente no.”

Por alguna razón, Mia no la miró cuando dijo eso.

“De todos modos, ya basta de hablar de las camas. Tengo algunas


preguntas para ti, pero primero…”

Mia procedió a subir la manta sobre sus cabezas, formando un


espacio íntimo donde podían hablar en privado. Al amparo de, bueno,
la manta, se acurrucó más cerca de Bel y dijo: “Muy bien, ahora
podemos hablar. Dime, Bel, ¿qué demonios te ha pasado? No quiero
parecer mala, pero cuando te encontré, no parecías precisamente
muy… imperial.”
Desde los harapos que llevaba como ropa hasta su cabello
desordenado, que no se había cortado durante quién sabe cuánto
tiempo, y su aspecto demacrado, nada de eso sería propio de una chica
de la nobleza menor, ni siquiera de la familia imperial. Parecía una
auténtica niña de la calle.

“El Imperio Tearmoon… y la familia imperial… ¿Qué les pasó?


¿Qué pasó con mis hijos?”

La respuesta de Bel llegó en forma de un largo silencio. Finalmente,


dijo en un suave susurro: “Ya… no existe el Imperio Tearmoon.”
Capítulo 13:
La Princesa Mia… Mete Bien la Pata…

La mente de Mia se tambaleó ante la respuesta de Bel. Esperaba alguna


mala noticia teniendo en cuenta el estado en el que habían encontrado
a Bel, pero eso no disminuyó el impacto.

“Eso no puede ser… ¿Pero cómo? ¿La hambruna acabó con


nosotros? ¿Fue demasiado para superarlo al final?”

“¿Hambruna? No conozco todos los detalles, pero parece que todo


salió bien. Eso ocurrió antes de que yo naciera… Incluso antes de que
naciera mi madre, así que no sé mucho al respecto, pero se mencionó
en el libro que alababa tus logros. El libro decía que te aprovisionaste
de comida más que suficiente para salir adelante e incluso enviaste
ayuda a los reinos vecinos que estaban sufriendo.”

“Ya veo. Supongo que debería haber sido obvio, teniendo en cuenta
que la hambruna está a pocos años de distancia. No tendría nada que
ver contigo…”

Empezó a exhalar un suspiro de alivio, sólo para que se le atascara


en la garganta cuando escuchó lo que Bel dijo a continuación.

“Ah, y también, fue cuando pusieron una gran estatua de oro para
honrarte.”

“¿Qué has dicho? ¿Una… gran estatua de oro?”


“Sí. Madre Elise dijo que era una estatua altísima que parecía llegar
casi al cielo.”

“C-Casi llegar al cielo…”

Mia trató de imaginar la visión de una enorme estatua de sí misma


con los brazos cruzados y la cara permanentemente puesta en una
sonrisa de satisfacción. La idea de que semejante monstruosidad se
cerniera sobre la Gran Plaza de la capital imperial en todo su esplendor
dorado le puso la piel de gallina. Pero entonces, su imaginación dio un
giro sombrío y se imaginó al ejército revolucionario entrando en la
plaza para derribarla. Podía imaginarse la escena con todo lujo de
detalles.

Y como está hecha de oro, no sólo lo desmontarían; la romperían


en pedazos y los venderían. Quiero decir, no me están desmontando
literalmente, pero aun así, ver algo hecho a tu imagen destruido de esa
manera… se queda contigo.

En la línea temporal anterior, había visto lo que hicieron con sus


retratos. No era algo que se olvidara fácilmente. De vuelta de una visita
a una zona especialmente pobre, Ludwig y ella habían pasado por la
plaza del pueblo, donde habían prendido fuego a innumerables retratos
suyos. La visión no la había enfadado, ni le había causado ninguna
pena evidente. Sólo recuerda haber sentido una silenciosa tristeza al
ver su imagen reducida a cenizas. Hasta el día de hoy, le dolía un poco
el corazón al recordarlo.
“Definitivamente tengo que asegurarme de que nunca se
construya… Será mejor que hable con Ludwig para que vigile más las
cosas…”

“¿Eh? ¿Por qué? He oído que era una estatua impresionante de la


más fina factura.”

“Aquí hay algo que debes recordar, Bel. Nosotros, los de la familia
imperial, nunca debemos pensar en los impuestos como dinero para
gastar.” Declaró con una mirada severa. “¡Debemos pensar en los
impuestos… como nuestra propia carne y sangre!”

“¿Nuestra propia… carne y sangre?”

“¡Absolutamente! ¡Es la última estrategia de supervivencia!”

Bel asintió, memorizando con diligencia una lección que la propia


Mia había aprendido de la más profunda de las maestras: la guillotina.

“Volviendo al tema, sin embargo, ¿qué pasó con el Imperio?”

“Yo no vi nada de lo que pasó, todo esto es algo que escuché del
Sr. Ludwig, pero…”

Tras calificar brevemente sus declaraciones como de segunda


mano, Bel comenzó a contar su historia.

“Después de que mi bisabuelo —tu padre— falleciera, no heredaste


el trono. Se suponía que debía pasar a alguien de la línea de sangre de
los Cuatro Duques.”
Los Cuatro Duques eran parientes directos del emperador, por lo
que sus familias formaban parte del linaje imperial y, por tanto, eran
legítimos aspirantes al trono. Los Greenmoon estaban en buenos
términos con la familia imperial debido a que Esmeralda era amiga de
Mia, al menos en principio. Los Bluemoon poseían un abundante
capital. Los Redmoon tenía fuertes lazos con el ejército. Los
Yellowmoon carecían de un rasgo destacado, pero era, sin embargo,
una familia de renombre. Las cuatro familias variaban en cuanto a
prestigio y poder, pero todas eran nobles prominentes cuya posición
sólo era superada por el propio emperador. Ni que decir tiene que cada
una de ellas tenía su propia facción de aliados dentro del mundo
aristocrático, y todas ellas estaban inmersas en una interminable lucha
por el poder.

“Oh no… No me vas a decir que la disputa por la sucesión se puso


fea y se convirtió en una guerra civil, ¿verdad?”

“Vaya, ¿cómo lo has sabido? Eso es exactamente lo que pasó. Los


Cuatro Duques empezaron a forjar alianzas entre sí, y todo acabó con
un par de Duques contra el otro par. Un pequeño número de la nobleza
restante permaneció neutral, pero casi todos los demás se unieron a uno
u otro bando, y el Imperio se dividió en dos.”

Bel hizo una pausa para dar un triste suspiro antes de continuar.

“El Sr. Ludwig pasó mucho tiempo suspirando así. No dejaba de


oírle decir cosas como ‘Si su Alteza hubiera subido al trono… Las
cosas no se habrían puesto tan mal’.” Dijo antes de añadir rápidamente:
“Ah, pero también dijo que probablemente tenía sus razones para
declinar y que lo hizo después de meditar mucho la decisión.”

Mia sintió que le entraba un sudor frío, que se deslizaba incómodo


por su espalda.

U-Uh oh… Creo que sé lo que pasó aquí… Eso suena exactamente
como el tipo de decisión en el que pondría cero pensamiento…

Mia estaba íntimamente familiarizada con el funcionamiento de la


mente de la futura Mia. Después de todo, seguía siendo ella.

Apuesto a que fue porque leí ese libro de historia. Decía que
tendría ocho hijos y que el Imperio duraría mucho tiempo y
prosperaría…

Una cosa estaba clara para ella: su futuro yo casi seguro que evitó
convertirse en emperatriz por pura pereza. No sabía si se había negado
activamente o si se había abstenido de cualquier esfuerzo real para
competir con las decisiones de los demás, pero en cualquier caso, había
cedido el trono sin pensarlo mucho.

“A pesar de ello.” Continuó Bel. “Cuando estalló la guerra civil y


el Imperio estuvo al borde de la ruina, el Sr. Ludwig y sus amigos aún
se reunieron e intentaron hacerte emperatriz, pero…”

“¿Pero?”

“Justo antes de que pudieran, te asesinaron.”

“¡¿Me asesinaron?!”
“Usando veneno.”

“¡¿V-Veneno?!”

Mia estuvo a punto de ponerse en pie de un salto, pero se contuvo


en el último segundo.

E-Espera un minuto, déjame pensar en esto… Veneno… no suena


tan mal como la guillotina, creo.

Un par de escenas pasaron por su mente, todas ellas producto de


una imaginación corrompida por los cuentos de hadas. Se imaginó el
final culminante de un cuento épico, en el que los amantes enamorados
—una princesa y su caballero— beben juntos de un grial envenenado,
su amor cortado en vida pero eternizado por la muerte.

Bueno, eso ciertamente suena mucho más agradable que tener mi


cabeza cortada…

“Fue un final heroico. Luchaste valientemente durante treinta días


contra el veneno…”

La mente de Mia lo interpretó como: sufrió de veneno durante


treinta días seguidos.

“Y en tus últimos momentos, incluso mientras yacías sobre sábanas


teñidas de carmesí con tu preciosa sangre vital, dejaste escapar un grito
feroz, declarando que viviste tu vida al máximo y que moriste sin
remordimientos.”
La mente de Mia lo interpretó como: se desangró por todos los
agujeros de su cuerpo y tuvo una muerte horrible y agónica.

“Eso es lo que decía en las Crónicas de la Princesa Mia.”

¡Dulces lunas en lo alto! ¡Nada de eso es ni remotamente mejor


que la guillotina! Incluso teniendo en cuenta la tendencia de Elise a
tomarse libertades, yo acababa de pasar por un infierno durante un
buen mes antes de morir en un charco de mi propia sangre. ¡Eso suena
francamente horrible!

La descripción era tan vívida que no pudo evitar estremecerse ante


la imagen mental que había producido inadvertidamente.

De hecho, algunas partes de esa historia son tan exageradas que


ni siquiera tienen sentido.

Teniendo en cuenta que se estaba muriendo literalmente de veneno,


no podía imaginarse a sí misma soltando ningún tipo de grito, y mucho
menos uno feroz junto con unas últimas palabras dramáticas. Bel, por
su parte, la miraba con el tipo de asombro que suele reservarse a las
deidades e ídolos, y eso empezaba a ponerla un poco nerviosa.

¿Qué demonios le han enseñado sobre mí?

La curiosidad cedió ante el temor y decidió que prefería no


averiguarlo por el momento.

“Después de eso, mis tíos y tías, preocupados por su seguridad, se


dispersaron y se escondieron. Primero me llevaron a casa del Conde
Rudolvon para protegerme. Pero entonces mi madre falleció. Justo
antes de hacerlo, me puso al cuidado de Madre Anne.” Bel se detuvo
para tomar aire. Cuando volvió a hablar, su voz estaba un poco ronca.
“Pero entonces, ellos vinieron, y… Madre Anne, para protegerme,
ella… Y después de eso, Madre Elise me cuidó, pero ella también…”

Ahh… Anne, y también Elise… Incluso después de mi muerte, las


dos permanecieron leales hasta el final, ¿no es así? Aun así, Elise,
tienes que dejar de inventar cosas cuando escribes sobre mí.

Una ráfaga de emociones surgió, y ella las expulsó para serenarse.


Luego hizo otra pregunta.

“De acuerdo, pero aunque yo muriera, el Imperio no debería


haberse desmoronado tan fácilmente. ¿Qué hay de Sion? ¿Qué estaba
haciendo ese entrometido? Claro, él no es de Tearmoon, pero no puedo
imaginar que se quedaría de brazos cruzados mientras un montón de
nobles idiotas arruinan la nación para su gente. Oh, ¿y qué hay de la
Srta. Rafina? No es posible que se haya limitado a ignorar el imperio
cuando estaba en tantos problemas.”

“¿La Srta. Rafina? ¿Te refieres a la Emperatriz Prelada, Rafina


Orca Belluga?”

“Eh… ¿Sí? Ella… ¿creo? ¿Hm? ¿Emperatriz Prelada?”

Mia se rascó la cabeza. El término no le resultaba familiar.


Capítulo 14:
Rafina, Emperatriz Prelada

Su conversación continuó hasta bien entrada la mañana, y Mia ahogó


un bostezo mientras se dirigía a la cafetería para desayunar. Había
dejado a Bel en su habitación con instrucciones de esperar a Anne, que
debía traerle el desayuno. Tras llegar a la cafetería, se sentó en una
mesa con su séquito habitual y, después de engullir un bocado de leche
dulce recién sacada de la ubre, dejó de prestar atención a su parloteo
mientras se concentraba en la historia de Bel.

La Emperatriz Prelada Rafina… Qué cuento fue ese. Incluso


ahora, todavía me cuesta creerlo.

El Santo Principado de Belluga era una pequeña nación sin ejército.


Más bien, como sede de la Iglesia Ortodoxa Central, cuya influencia
abarcaba todo el continente, su poder se establecía sobre una base de
autoridad religiosa. Belluga no tenía rey. En su lugar, adoraba al único
Dios como su señor y soberano, lo que convertía al Duque de Belluga
—el individuo de más alto rango en el principado, teóricamente
designado por Dios— en el jefe funcional tanto de la iglesia como del
estado. La ausencia de presencia militar y la negativa a reclamar el
título de Rey era, por tanto, una humildad esperada para compensar el
poder absoluto que se le otorgaba al Duque. Se pretendía que fuera un
control del poder del duque…
Y aun así, Rafina fue y se coronó emperatriz. Y no sólo eso, sino
que levantó su propio ejército.

La conversación que había tenido con Bel resurgió en su mente.

“La Emperatriz Prelada Rafina llamó a la guerra contra la sociedad


herética de las Serpientes del Caos.” Dijo Bel. “Ella militarizó Belluga
reclutando voluntarios de los reinos vecinos y organizándolos en el
Sagrado Ejército Acuario.”

“¿La Srta. Rafina hizo eso?”

Rafina ciertamente había dejado clara su intención de luchar contra


las Serpientes del Caos. Incluso había solicitado la ayuda de Mia y los
demás. Pero eso no era lo mismo que levantar su propio ejército y partir
a la guerra. Esto último era algo que Mia no había esperado.

“Eso no es todo. También rebautizó el Sagrado Principado de


Belluga, convirtiéndolo en el Sagrado Imperio de Belluga, y empezó a
exigir lealtad a los reinos cercanos.”

“¿No está eso a medio paso de la invasión directa? ¿Qué demonios


la empujó a hacer algo así?”

“Deseaba establecer un sistema de control exhaustivo y absoluto,


cuya aplicación impidiera cualquier otro acto de sabotaje. Empleando
al Santo Ejército de Acuario como su ejército personal, la Emperatriz
Prelada buscaba la completa erradicación de todos los herejes latentes
que se escondían entre la población… es lo que dijo el Sr. Ludwig.”
Mia hizo una mueca ante la deslucida impresión de Bel sobre
Ludwig. Por suerte, el auténtico no estaba aquí para presenciarlo.

“La completa erradicación de todos los herejes… La escala de


eso… y la violencia involucrada. Qué pensamiento tan terriblemente
perturbador. Con Tearmoon en tal confusión, ¿no hizo nada Sion del
Reino de Sunkland?”

“Desafortunadamente, Sunkland estaba lidiando con sus propios


conflictos internos. Había una facción de nobles que quería que el reino
se uniera a la causa de la Emperatriz Prelada, mientras que el Rey Libra
Sion y sus aliados se oponían a sus métodos.”

Incluso Sion, conocido por su inquebrantable compromiso con el


buen gobierno y el gobierno justo, se enfrentaba a un reino fracturado.
Tal era el peso de las palabras de la Santa Dama.

“La ola de división acabó por arrasar también Tearmoon. De los


Cuatro Duques, dos se pusieron del lado de la Emperatriz Prelada,
mientras que los otros dos se alinearon con el Rey Sion. Al final, la
facción que se unió al Rey Libra perdió. Como resultado, el Imperio
cayó bajo el control del Santo Ejército de Acuario.”

“Sabes, basándome en lo que he oído hasta ahora, parece que todo


esto fue culpa de Rafina. Quiero decir, todos los problemas parecen
haberse originado con ella.”

Mia había imaginado que las Serpientes del Caos serían la fuente
de toda esta lucha, pero no parecía ser el caso.
Esto es una paradoja total. Rafina impuso un sistema de control
más estricto para deshacerse de las Serpientes del Caos, pero porque
hizo eso, el mundo acabó yendo hacia abajo. Eso convertiría a Rafina
en la fuente última de todo este caos, y eso no es correcto.

Incluso ahora, le resultaba difícil creer que Rafina fuera capaz de


todo eso.

“¿Por qué? ¿Por qué lo hizo?” Preguntó una incrédula Mia.

“Porque…”

“¿Por qué?”

“… Lo siento. Creo que el Sr. Ludwig podría haber dicho algo


sobre eso en algún momento, pero me había dormido.”

Vaya, esta chica tiene agallas para quedarse dormida en medio de


una lección de Ludwig. Debe haber recibido una reprimenda de él
después.

La audacia del acto era notable, y no pudo evitar sentirse


ligeramente impresionada… hasta que escuchó lo que Bel dijo a
continuación.

“Ejeje, el Sr. Ludwig es siempre tan amable conmigo, así que me


quedé dormido…”

Mia se quedó mirando fijamente a Bel.

“¿A-A-Amable contigo? ¿Ludwig? ¿Amable?” Preguntó con voz


temblorosa.
“Sí. Me trató muy bien. La culpa era mía por quedarme dormida,
pero siempre se disculpaba y decía que debía de enseñar de forma
aburrida. Además, siempre me elogiaba. A veces, me daba una
palmadita en la cabeza y me decía que era una buena chica sólo por
haberme quedado despierta y haber escuchado hasta el final de la
lección. Era mi profesor favorito y le quería mucho.”

¿Qué? ¡Espera un minuto, Ludwig! ¡¿Qué es esta discrepancia de


actitud?! ¡No voy a tolerar esto! ¡Es discriminación! ¡He sido
agraviada por una muestra atroz de discriminación!

Por supuesto, Mia tenía entre dieciséis y diecisiete años cuando la


reprendieron por dormitar durante las clases, mientras que Bel tenía
unos diez. Sólo eso justificaría una diferencia de actitud, pero esos
detalles fueron rápidamente incinerados por las llamas de su
indignación dudosamente justa.

Cuando terminó de desayunar, el sol de la mañana ya estaba muy


lejos en el horizonte.

Realmente no conseguí nada útil de ella después de eso. Tal vez


ella recuerde algo más tarde, sin embargo. Esa historia sobre Rafina
sin embargo… Me pregunto…

Casualmente, justo cuando se disponía a salir de la cafetería, vio a


Rafina a punto de hacer lo mismo.

“Buenos días, Srta. Rafina.”


“Vaya, Mia. Buenos días a ti también. ¿Qué pasa? Pareces un poco
cansada.”

Rafina le dedicó una suave sonrisa, que Mia intentó devolver con
la misma intención, pero con un éxito limitado debido a un bostezo que
tuvo que reprimir.

“Hoy estoy… un poco corta de sueño. Más importante, hay algo


que me gustaría discutir contigo. ¿Podría tener algo de tiempo durante
el almuerzo?”

“Vaya, qué curioso que digas eso. Resulta que también hay algo
que me gustaría discutir contigo. En ese caso, te veré en el almuerzo.”

Mientras que la expresión de Rafina se iluminó, la de Mia se


convirtió en un ceño fruncido y desconcertado.
Capítulo 15:
La Invitación de Rafina

En cuanto terminaron las clases, Mia se dirigió a la habitación de


Rafina que, a pesar de albergar a la hija de la persona más poderosa de
Belluga, estaba situada en el mismo dormitorio que Mia y las demás
chicas. Rafina no vivía lejos de la academia, y era perfectamente
posible que se desplazara desde su casa, pero veía la importancia de
mantener conversaciones frecuentes con la próxima generación de
líderes de todo el continente y eligió residir en el dormitorio.

“Venga, vamos a entrar.” Le dijo Mia a su nieta, que se escondía a


su espalda.

Bel la miró con una expresión rígida de nerviosismo.

“Um, Abue—quiero decir, Srta. Mia, ¿estás segura de que esto está
bien?”

“Bueno, eso depende de ti, ¿no? Mientras no te equivoques y me


llames ‘abuela’, estoy segura de que estará bien.”

“Hmmmph, estas siendo mala.”

Mia empujó a Bel, mientras esta hacia un puchero, delante de ella


y llamó a la puerta.

“Disculpe, Srta. Rafina.”


“Ah, entra Mia.” Rafina le dio la bienvenida con una sonrisa antes
de enarcar una ceja a su compañera. “Vaya, ¿quién puede ser?”

“Ella… es en realidad la razón por la que estoy aquí hoy. ¿Puede


entrar conmigo?”

“Bueno, ciertamente no me importa, pero…” Ella frunció el ceño.


“Me has dejado en un pequeño aprieto. Sólo he preparado suficientes
pasteles de té para dos.”

“¡Vaya! ¡Esto sí que es un aprieto!”

La preocupación genuina nubló la expresión de Mia.

Una vez que estuvieron dentro y cómodamente sentadas, Mia se


sintió profundamente aliviada al ver que Rafina se las arreglaba para
producir otra ración de pasteles de té, que depositó en la mesa y ofreció
a Bel junto con una taza de té negro. Luego se llevó su propia taza a la
nariz e inspiró lentamente antes de dirigirse a Mia.

“Entonces, ¿decías?”

“Bueno, verás… Sobre eso…”

Mia no respondió inmediatamente. En su lugar, hizo un poco de


teatro, haciendo una pausa para sorber su té como si fuera reacia a
responder. El té tenía un dulce y calmante aroma a flores, que era
perfecto para sus propósitos. Siguiendo la corriente, respiró
profundamente para calmar sus nervios.
“Esta chica, um… En realidad es mi hermana menor.”

Con calculada vacilación, dio la respuesta que había preparado de


antemano, hablando en un tono que sugería que apreciaría mucho que
Rafina no se entrometiera.

“Huh. Bueno, vaya. Tenía la impresión de que Tearmoon sólo tenía


una princesa…” Dijo Rafina con el ceño fruncido.

Mia inclinó la cabeza en un gesto de conspiración.

“Y tendrías razón. Oficialmente, soy la única hija del emperador,


así que, ya sabes…”

Extraoficialmente, Mia seguía siendo la única hija del Emperador


de Tearmoon, pero de todos modos…

Lo siento, padre, pero voy a necesitar que tu reputación reciba un


golpe por mí.

Se interrumpió, dejando las palabras sin decir, pero la intención era


obvia. Su actitud de guiño y asentimiento también tenía el efecto de
sugerir que el tema era incómodo y que prefería no hablar de él.
Afortunadamente para ella —su historia estaba tan llena de agujeros
que se desmoronaría a la menor indagación—, la astuta Rafina captó
la pista inmediatamente y la libró de más preguntas.

“Ah. Por supuesto. No es de extrañar para el líder soberano de un


imperio, supongo. Después de todo, si algo le sucediera a usted, y fuera
su única heredera… Dios, la idea lo mantendría despierto todas las
noches.” Asintió para sí misma en señal de comprensión antes de
volverse hacia Bel. “Ya veo. Así que ésta es tu hermana. Se parece
bastante a ti, ahora que la he visto bien. ¿Y cómo te llamas?”

“Ah, siento no haberme presentado antes. Mi nombre es Miabel


Luna Tearmoon. Me alegro de conocerla, Empe—¡Ay!”

Mia le dio a Bel un pisotón que la hizo callar, tapando el


consiguiente grito con una sonora interjección de: “Ohoho, ¿no es la
cosa más adorable?” Luego, cambió rápidamente de tema.

“De todos modos, me gustaría pedirle un favor, Srta. Rafina. ¿Sería


posible…?” Dijo, poniendo una mano en el hombro de Bel, con una
pizca de nerviosismo en su voz. “¿Que se inscriba en esta academia?”

Ser estudiante de la Academia Saint-Noel era un privilegio en sí


mismo. Había mucha gente en el Imperio Tearmoon con dinero o
estatus que no podía ser admitida. Por el contrario, siempre que Rafina
los considerara dignos, era totalmente posible que asistieran nobles del
interior del país, como Tiona, o incluso plebeyos. Mia estaba
acostumbrada a salirse con la suya haciendo valer su peso imperial,
pero incluso su circunferencia metafórica tenía sus límites; éste no era
un problema que pudiera resolver mediante la fuerza política bruta.

“Así que deseas inscribir a tu hermana aquí…” Rafina lanzó una


rápida mirada a Bel. “Bueno, difícilmente puedo rechazar la petición
de una amiga.”

“Muchas gracias, Srta. Rafina.”


Mia dejó escapar un suspiro de alivio e inclinó la cabeza en señal
de agradecimiento. Esto divirtió a Rafina, que soltó una pequeña risita.

“Oh, Mia, espero que no estés audicionando para ninguna obra de


teatro hoy, porque tú actuación hasta ahora ha sido terrible.”

“… ¿Eh?”

“Sinceramente, Mia, ¿realmente parezco el tipo de persona que se


entromete? Si querías mantener tus circunstancias en privado, podías
haberlo dicho en lugar de hablar de forma tan indirecta. Aunque,
supongo que refleja lo mucho que te preocupas por ella, lo que
encuentro maravillosamente entrañable.”

Rafina volvió a mirar a Bel y la saludó con la cabeza.

“Es un placer conocerte, Miabel.”

“Ah, um, el placer es todo mío, Srta. Rafina. Oh, y por favor,
llámeme Bel.”

Todavía había algo de tensión en la voz de Bel, pero su


comportamiento con Rafina era cada vez más relajado. Al ver que las
dos habían roto el hielo, Mia pensó que su trabajo aquí había
terminado. Tomó los pasteles de té.

“Por cierto, Mia, también hay algo que me gustaría discutir contigo.
¿Todavía tienes algo de tiempo?”

Al ver que Rafina no había terminado con ella, retiró de mala gana
tanto su mano como su mirada de los pasteles de té.
“Por supuesto, espero poder ser de ayuda. ¿De qué le gustaría
hablar? ¿Es sobre… ellos?”

El único asunto que parecía lo suficientemente importante y


relevante en este momento era el de las Serpientes del Caos, por lo que
le sorprendió que Rafina sacara a relucir un tema completamente
ajeno.

“No, se trata de otra cosa. Verás, las elecciones del consejo


estudiantil se acercan…” Lentamente, Rafina levantó la vista de su
regazo y miró directamente a los ojos de Mia. “Y me gustaría que te
unieras como miembro.”
Capítulo 16:
Encrucijada

“¿Eh? ¿Quieres que me una al consejo estudiantil?”

Sorprendida por completo, Mia apenas se acordó de levantar la


mano para protegerse la boca abierta.

El consejo estudiantil de la Academia Saint-Noel no era un mero


ejercicio de autogobierno estudiantil. Los que se inscribían en él eran
la flor y nata, elegidos a dedo tanto por su influencia como por su
potencial. En un lugar con una congregación tan densa de futuros
líderes, ser elegido para el consejo estudiantil confería tanto prestigio
como influencia real y manejable.

Ni que decir tiene que en la línea temporal anterior, Mia había


aspirado a un puesto en el consejo. El problema era que sólo el
presidente se elegía. Todos los demás cargos, que consistían en un
asistente del presidente, dos vicepresidentes, dos secretarios y un
tesorero, eran nombrados por el presidente. Mia, después de haber
deteriorado su propia imagen hasta el punto de que Rafina se negó a
reconocer su presencia, obviamente no fue seleccionada para ninguna
de las funciones. Su nombre ni siquiera se puso sobre la mesa.

Sin embargo, siendo Mia, no tuvo la audacia de desafiar a Rafina


por el puesto de presidente. Así que acabó votando por Rafina y —de
forma lamentablemente inconsciente— pasó el resto del periodo de
votación preguntándose nerviosamente si Rafina podría tocarle el
hombro en algún momento y preguntarle por su interés en el consejo
estudiantil. Ni que decir tiene que eso nunca ocurrió, y los
nombramientos concluyeron con ella observando desapercibida desde
la distancia.

Al no haber conseguido un puesto en el consejo estudiantil, uno


esperaría que Mia se alegrara de que Rafina la invitara personalmente.
Pero no es así. En cambio, ella prefería no tener nada que ver con el
consejo estudiantil. Mia era una mujer cambiada. Atrás quedaba la
chica ingenua cuyo corazón inocente aún podía experimentar una
alegría pura y desenfrenada, y cuya mente sencilla aún reverenciaba la
influencia sin rival como algo glorioso. Ya era una mujer adulta; los
veintitantos años de vida le habían enseñado algunas cosas. Ahora
sabía que el poder y el prestigio iban siempre acompañados de una
gran responsabilidad. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si aceptara el
ofrecimiento de Rafina pero descuidara sus obligaciones?

Sin duda, se ganaría su disgusto. Este asunto de las Serpientes del


Caos, por no hablar de Bel, ya estaba demostrando ser un problema.
Lo último que necesitaba era arriesgarse a crear una brecha entre ella
y Rafina. Por eso, inmediatamente empezó a pensar en una forma de
rechazar educadamente la oferta.

“Pero Srta. Rafina, seguro que no ha olvidado que soy la princesa


de Tearmoon.” Dijo, decidiendo probar primero la excusa fácil.
En el consejo estudiantil de Saint-Noel existía una norma tácita que
prohibía el nombramiento de nobles de Tearmoon, Sunkland y sus
reinos aliados para ocupar puestos en el consejo. Debido a la enorme
influencia que ejercía el consejo estudiantil, solían producirse muchas
maniobras entre bastidores. Se formaban facciones en torno a los
candidatos de las naciones poderosas, lo que daba lugar a intensas
rivalidades que a menudo se volvían feas. Las escaramuzas y los
sabotajes que se producían eran terriblemente improductivos y
acababan llegando al punto de perturbar la vida estudiantil normal. En
un esfuerzo por evitar que se repitieran los fracasos del pasado, nació
una regla tácita que prohibía el nombramiento de estudiantes que
tuvieran vínculos con las dos naciones para ocupar puestos en el
consejo. La invitación de Rafina era una clara violación de esa regla.
Pero…

“No veo ningún problema con eso. En cuanto a la regla… Bueno,


no está por escrito en ningún sitio, ¿verdad? Además, lo ideal sería que
el consejo estudiantil no estuviera abierto a todos los alumnos de la
academia. Contigo a mi lado, Mia, siento que puedo perseguir ese
ideal.” Rafina la miró con ojos llenos de convicción. “Sé que eres
alguien que ve a las personas no por su posición o pedigrí, sino por lo
que realmente son. ¿Me equivoco?”

Sus palabras evocaron en la mente de Mia recuerdos de encuentros


pasados.
Eso me recuerda… Sí que me dijo lo contenta que estaba al ver que
me llevaba bien con Anne, y después de que me hiciera amiga de Chloe
y Tiona, siempre me sonreía cuando me veía con ellas… Uf, te
agradezco la confianza, Rafina, pero no me apetece nada el estrés de
intentar estar a la altura.

Justo entonces, un suave susurro llegó a sus oídos.

“… ¿El consejo de estudiantes?”

La voz era débil y temblaba un poco. Miró hacia su origen y


encontró a Bel, con la mano congelada en el aire sobre una tarta de té,
y el rostro pálido mientras miraba a Rafina.

¿Qué te pasa, Bel? ¿Hemos hablado de algo que…?

En ese momento, Mia recordó de repente quién era Bel. Era su


nieta, sí, pero antes de eso…

Mi guía. Así es. Ella es mi estrella del hogar, enviada aquí para
guiar mi camino.

Había pedido un deseo a las estrellas y Bel había aparecido ante


ella. Aunque fuera una completa coincidencia, teniendo en cuenta que
Bel tenía conocimiento del futuro, cualquier cosa que la hiciera
palidecer no era en absoluto una cuestión de risa.

Será mejor que considere mis opciones cuidadosamente…

Como cobarde profesional, el pulso de Mia se aceleró de inmediato


ante el indicio de peligro en el aire.
Tengo la sensación de que estoy en una encrucijada, y que algo
muy malo sucederá si tomo el camino equivocado.

Confiando en sus instintos, dijo lo primero que se le ocurrió.

“Me siento honrada… Sí, muy honrada de que me consideres, pero


ser miembro del consejo conlleva serias responsabilidades, y me
preocupa mi capacidad para cumplirlas. ¿Puedo tener algo de tiempo
para pensarlo?” Preguntó.

Rafina sonrió.

“Por supuesto. No hay prisa, tómate tu tiempo.” Tomó un sorbo de


té. Su sonrisa se mantuvo, pero adquirió una cualidad más sobria.
“Debo decir, sin embargo, que para usted ser tan impasible por la
promesa de poder y prestigio… Es realmente impresionante.”

“Me halaga con esos comentarios, Srta. Rafina. Simplemente deseo


evitar causarle problemas por mi propia ineptitud.”

Copiando a Rafina, Mia sujetó su taza y tomó un sorbo de té. Sólo


entonces se dio cuenta de lo seca que tenía la boca.
Capítulo 17:
Una Noche sobre una Almohada
Empapada de Lágrimas

Mia decidió que Bel se quedara con ella y Anne en su habitación en el


futuro inmediato. La cama extra hacía que el espacio fuera un poco
estrecho, pero como ya había pedido un permiso especial para inscribir
a Bel, no podía exigir una habitación adicional. Además, el arreglo le
facilitaba hablar con Bel, así que pensó que era un buen compromiso.

“¿Y bien? Vamos a escucharlo. ¿Qué pasa?” Preguntó mientras se


sentaba junto a Bel en su cama.

La chica había actuado de forma extraña desde su conversación con


Rafina. Incluso ahora, sus ojos estaban abatidos y su rostro permanecía
pálido. Cuando no respondió, Mia no la presionó. En cambio, esperó
pacientemente a que se recompusiera con la tierna disposición de una
anciana que vigila a su nieta. Podría decirse que fue el momento que
despertó a su abuela interior. Finalmente, tras lanzarle a Mia unas
cuantas miradas dubitativas, Bel comenzó a murmurar su respuesta.

“Yo… recordé algo.”

“¿Qué has recordado?”


“Algo que me dijo el Sr. Ludwig. Dijo que el momento decisivo
que llevó al mundo al caos fue la elección del consejo estudiantil.
Estaba muy triste cuando hablaba de ello, y no paraba de decir cosas
como: Si Su Alteza se hubiera presentado a las elecciones…”

Mia escuchó hasta que Bel dejó de hablar, y luego dejó escapar un
suspiro resignado.

No sé qué va a pasar exactamente, pero parece que no voy a poder


tomar el camino fácil. Uf, la vida da mucho trabajo…

No sabía que la resignación que sentía era en realidad el último


vestigio de una feliz ignorancia… porque había malinterpretado
completamente lo que Bel había dicho. Pronto se daría cuenta de la
verdad de su situación en todo su terror, pero por ahora, todavía podía
asentir a Bel sin inmutarse.

“Ya veo. Si te soy sincera, preferiría rechazar la oferta de entrar en


el consejo estudiantil, pero si Ludwig ha dicho algo así, supongo que
no tengo elección. Iré a ver a la Srta. Rafina y le diré que acepto
oficialmente su… ¿Hm? ¿Qué pasa?”

Frunció el ceño cuando notó que Bel negaba con la cabeza.

“No me refería a eso.”

“¿Qué quieres decir entonces?”

“El Sr. Ludwig dijo que si te hubieras presentado a las elecciones


contra la Emperatriz Prelada Rafina y la hubieras vencido, el flujo de
la historia seguramente habría cambiado.”
“… ¿Eh?” Mia enarcó la ceja con tanta fuerza que inclinó toda su
cabeza. “E-Espera… ¿Qué quieres decir? Pero… Acabas de decir…
¿Eh?”

Con una sensación de pánico creciente, se obligó a calmarse y a


regurgitar mentalmente las palabras anteriores de Bel. Una por una, las
analizó…

¡Tiene razón! ¡Ella dijo que tengo que presentarme a las


elecciones! Pero entonces… eso significa…

… Sólo para entrar en pánico de todos modos cuando se dio cuenta


de las implicaciones. Presentarse a las elecciones sería un desafío
abierto. Una declaración de guerra. ¿Contra quién? Contra la candidata
presidencial rival, por supuesto, la que infundía miedo en los corazones
de las Mia de todo el mundo, la Santa Dama, Rafina Orca Belluga. Los
recuerdos traumáticos de haber sido ignorada en la línea temporal
anterior resurgieron con fuerza y se agarró el pecho mientras su
estómago se rebelaba contra el resto de su cuerpo. Llena de ansiedad,
miró a Bel, con las mejillas crispadas por su sonrisa forzada.

“O-Ohoho, ¿de qué demonios estás hablando, niña tonta? ¿Acaso


entiendes lo que eso significa?”

La respuesta de Bel fue cortante y cruel. Se rascó la cabeza y dijo:


“En realidad no. Sólo sé que es lo que dijo el Sr. Ludwig.”
Si hubieran sido sólo las palabras de Bel, podría haber habido
espacio para el debate, pero si habían salido de la boca de Ludwig,
entonces tenía que considerarlas seriamente.

“Pero… dijiste que a veces te quedabas dormida, ¿verdad?


Entonces, ¿no es posible que hayas escuchado mal?”

“¿Eso dije?”

“¡Eso dijiste!”

“Bueno, no tengo más que respeto por ti, así que si tú lo dices,
entonces supongo que sí. Debo haber escuchado mal.”

“Debe ser el caso. Oh, niña tonta, Bel, siempre con sueño.
Ohohoho.”

Se miraron y compartieron una risa. La risa de Bel era genuina. La


de ella…

¡Ah! ¿Qué estoy haciendo? ¡No es que convencerla cambie nada!

… fue más bien un intento de distraerse de unas intensas ganas de


gritar. Aunque había cuestionado la exactitud del relato de Bel, incluso
mientras lo hacía, sabía que era una causa perdida; los ojos inocentes
de Bel confirmaban la verdad de sus palabras. En otras palabras,
Ludwig realmente creía que las cosas habrían cambiado para mejor si
se hubiera presentado contra Rafina para presidente en las elecciones
del consejo estudiantil y la hubiera derrotado.
Pero, no es que ese estúpido cuatro ojos no pueda cometer errores.
Tal vez su predicción estaba equivocada. Sí, tiene que ser eso. El viejo
Ludwig debe haberse vuelto senil y ha empezado a soltar tonterías.

Inspiró profundamente para calmarse, volvió a exhalar y, cuando


su mente se aclaró, una sola lágrima corrió por su mejilla, dejando un
rastro brillante.

… Ahh, ahora lo entiendo. Esto es todo, ¿no? Se acabó. No me


queda más remedio que dar el paso.

Sabía a nivel instintivo que era imposible que Ludwig se


equivocara. Si él lo había dicho, eso era todo; a menos que ella
desafiara a Rafina en las elecciones y ganara, a todos les iban a pasar
cosas terribles. Atrapada entre el diablo y el mar azul, no pudo evitar
derramar una lágrima filosófica por la fugacidad del albedrío en su
vida. Luego, derramó unas cuantas más, aunque éstas eran menos
filosóficas y más de autocompasión por lo corta que podría ser dicha
vida. La gran flecha que guiaba su camino apuntaba directamente al
precipicio, y ella iba a tener que lanzarse al vacío.

No hay manera de salir de esto. Estoy muerta. Estoy acabada.


Ohhhh, lunas lamentables…

Se arrastró hasta su cama, enterró su cara llorosa en la almohada…


y procedió a quedarse dormida tal como estaba.
Para que conste, Bel se alarmó profundamente por el llanto de Mia,
pero rápidamente se resignó.

Cuando le conté que el Sr. Ludwig me cuidó muy bien, debió


conmoverse por su lealtad. Y entonces, probablemente pensó en sus
últimos momentos, y… pensó mientras trabajaba en la lógica. La
Abuela es una persona sensible con un corazón bondadoso que
comprende los sentimientos de sus súbditos y puede conmoverse con
ellos.

Como resultado, su respeto por Mia se hizo más fuerte.

Así brilló la chica de la estrella del hogar, indicando a Mia su


camino a seguir. Sin embargo, pasarían otros ocho días antes de que
Mia dejara clara su intención de presentarse a las elecciones. En otras
palabras, durante ocho días enteros, se dedicó a procrastinar
furiosamente, esperando contra toda esperanza que se presentara otra
solución. Sólo después de que la lucha resultara inútil, escribió de mala
gana la carta de candidatura y la envió.

El día en que su nombre apareció en la lista de candidatos, la


Academia Saint-Noel se vio sacudida hasta sus cimientos.
Capítulo 18:
Mia… Avanza Hacia Algo

Durante ocho días seguidos, Mia luchó contra el destino con uñas y
dientes, haciendo todo lo posible por resistirse a él.

A la mañana siguiente de escuchar la historia de Bel, comunicó a


la escuela que se sentía mal y pidió permiso para faltar a todas sus
clases. Luego pasó el resto del día en la cama ahogada en lágrimas de
miseria y desesperación. Así concluyó el primer día.

Al día siguiente, Abel y Sion, junto con algunos de sus otros


compañeros, fueron a visitarla y a expresar su preocupación por su
salud. Al sentirse especialmente adorada, su ego se puso en marcha y
su estado de ánimo mejoró un poco en general. Así concluyó el
segundo día.

“¡Es demasiado pronto para rendirse! ¡Necesito analizar con calma


y cuidado las palabras de Ludwig!”

Este pensamiento reavivó su motivación y empezó a buscar otra


salida a su situación. Así concluyó el tercer día.

Al día siguiente, le entró un antojo de dulces, así que se pasó por la


cafetería, reanudando su asistencia a las clases en el proceso para
camuflarse. Su cerebro, fuera de forma por el prolongado descanso,
tuvo dificultades para aprender realmente, y se retiró a su cama
temprano con vapores de sobreesfuerzo emanando de su cabeza. Así
concluyó el cuarto día.

Y eso representa la mitad de su batalla de ocho días.

A la noche siguiente, después de casi cinco días enteros de extrema


improductividad, las pequeñas células grises de Mia despertaron
milagrosamente de su hibernación de toda la vida y elaboraron una
teoría que funcionaba. ¡He aquí el plan maestro de Mia!

Si gano a Rafina en las elecciones del consejo estudiantil, la


historia cambiará. La condición es: debo vencerla. Entonces, lo
importante es que Rafina no se convierta en la presidenta del consejo
estudiantil. En otras palabras, no es necesario que me presente a las
elecciones. Mientras pueda encontrar un candidato que la derrote, las
cosas saldrán bien.

Al llegar a esa conclusión, fue como si un vendaval de claridad


disipara la niebla por la que vagaba y revelara un camino hacia
adelante. Se adentró con entusiasmo en ese camino.

Al sexto día, puso rápidamente en marcha su plan. Cuando se


trataba de salvar su propio pellejo, no escatimaría esfuerzos. El
candidato que tenía en mente era el Príncipe Sion. Teniendo en cuenta
la cantidad de adoración y respeto de la que gozaba, pensó que
seguramente podría hacer frente a Rafina. Esto era sorprendentemente
sensato para una idea cuyo origen era Mia. Después de su día de
descanso, su cerebro estaba, por fin, lo suficientemente recargado para
la acción. Una vez terminada la última clase del día, se dirigió
inmediatamente al aula de Sion, tarareando alegremente mientras
avanzaba.

Mmmhmhm, no sólo evitaré recibir miradas de muerte de Rafina,


sino que también añadiré una tonelada de trabajo al plato de Sion.
¡Qué idea tan brillante! Dulces lunas, ¡como siempre soy buena en
esto!

Cada curso de Saint-Noel estaba dividido en dos clases. Tiona y


Chloe estaban en la misma clase que Mia, pero Sion y Abel estaban en
una diferente.

Hablando de clases, me gustaría que me pusieran en la misma que


Abel. Y que Sion también estuviese… ¡no es que me importen sus
sentimientos ni nada! Pero si realmente quisiera estar en mi clase,
supongo que no me importaría que estuviéramos todos juntos… Al fin
y al cabo, hasta él se sentiría solo si lo dejamos en una clase solo.

De vez en cuando, la tsundere interior de Mia asomaba la cabeza.

“Disculpen.” Dijo a un grupo de chicas cerca de la entrada del aula.

“¿Sí? ¿Qué? ¡Oh! ¡Princesa Mia!”

Las chicas dieron un pequeño respingo ante la repentina aparición


de una celebridad escolar. Mia les sonrió amablemente.

“Buenas tardes. ¿Alguna de ustedes sabe por casualidad dónde está


Sion?”
“¿Eh? Oh, um, sí. El Príncipe Sion, um, fue a practicar su habilidad
con la espada.”

“Vaya, qué diligente. Entonces supongo que lo encontraré en el


campo de entrenamiento.”

“¿Tal vez? No estoy segura… Oh, pero vi al Príncipe Abel con él.”
Dijo otra chica, que se apresuró a añadir esta información sobre Abel
en un susurro.

Mia levantó una ceja al verla.

“¿Es así? Dices que Abel estaba con él… En ese caso, puede que
estén en ese otro lugar…” Murmuró contemplativa. Cuando levantó la
vista, todas las chicas la miraban con los ojos muy abiertos. “¿Hm?
¿Ocurre algo?”

“Oh, no, no es nada.”

“… ¿De verdad? Bueno, está bien. Gracias por su ayuda.”

Les hizo una cortés reverencia y se marchó.

Cuando Mia se fue, las chicas intercambiaron miradas furtivas.

“Oye, ¿has oído lo que acaba de decir?”

“¡Totalmente! ¡Le llamó ‘Sion’! ¡No ‘Príncipe’! Sólo ‘Sion’!”

“¿Crees que están, ya sabes… juntos?”


“¿Pero no estaba animando al Príncipe Abel durante el torneo de
esgrima? Ella también lo llama ‘Abel’.”

“¡Dos príncipes! ¿Por cuál se va a decantar?”

Una ronda de chillidos surgió de las chicas, y su posterior charla


situaría a Mia en el centro de los cotilleos escolares.

Ajena a los rumores que circulaban a su alrededor, Mia se dirigió


al campo de entrenamiento y echó un rápido vistazo. Como era de
esperar, no estaban allí. Entonces se dirigió a los establos, pensando
que podrían estar practicando su habilidad con la espada a caballo.

“Hm, sigo siendo incapaz de encontrarlos.”

En ese momento, oyó una voz detrás de ella.

“Hey, si es la pequeña Srta. Tearmoon.”

Se giró para encontrar una figura alta de pie junto a ella con un
cepillo para caballos en una mano. Le dedicó una amplia sonrisa.

“Vaya, Malong. Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo has estado?”

“Bien, bien. ¿Has montado a caballo durante las vacaciones?”


Preguntó el líder del club de equitación, Lin Malong.

“Ciertamente lo he hecho. Tanto, de hecho, que ya podría ser mejor


jinete que tú.” Respondió con fingida seriedad.

Eso le hizo reír con ganas.


“Gajaja. Tienes confianza, ¿no? ¿Quieres correr conmigo más
tarde?”

“Si te parece bien. Pero no perderé.” Dijo ella, igualando su sonrisa,


antes de llevarse un dedo a la barbilla e inclinar la cabeza con
curiosidad. “Por cierto, ¿has visto por casualidad a Sion y Abel por
aquí?”

“No. He estado aquí, atendiendo a los caballos desde que


terminaron las clases, así que…”

“Eso deja un lugar más.” Asintió para sí misma. “Muchas gracias,


Malong. Te veré más tarde.”

“Claro. Oh, cuidado con lo que haces, Srta., porque ahí es donde…”

Squish.

“¿Eh?”

El desagradable sonido iba acompañado de la sensación


visceralmente repulsiva de algo húmedo y blando que cedía bajo los
pies.

¿Qué fue? Oh no…

Realmente no quería mirar hacia abajo, pero tenía que hacerlo, y


cuando lo hizo…

“Ahh… Ahhhhh…”

Dejó escapar un gemido de dolor.


IMAGEN
Mis… Mis zapatos… Ugh…

Mia no era una delicada mojigata que no conociera más que una
cámara de palacio enclaustrada. Habiendo pasado los últimos años de
su vida anterior en una mazmorra, no era ajena a la suciedad. Esa
experiencia era la razón por la que podía caminar por los barrios bajos
sin pestañear. Por lo tanto, no iba a hacer una escena sólo porque
pisara… cosas. No es que se haya hecho daño, y sus zapatos tampoco
han sufrido ningún daño permanente. En definitiva, no era para tanto.
Sin embargo, la comprensión de lo que acababa de ocurrir le produjo
un choque desagradable que le amargó el ánimo. Con la cabeza gacha,
abandonó el establo y se dirigió a un pequeño camino detrás de la
escuela. El sendero avanzaba como el rastro de un animal en un
bosque. Siguió el sendero con la certeza de que conducía a la playa de
arena donde una vez había visto a Abel practicar sus golpes de espada.
Muy pronto, su vista se abrió a una hipnotizante extensión de arena
blanca y agua azul.

“Ahh… Este lugar es siempre tan hermoso.”

El sonido de las olas le llegaba suavemente a los oídos, con sus


frentes rodantes chocando contra la orilla antes de retirarse para revelar
la arena húmeda que brillaba bajo el suave sol primaveral. Sobre este
sereno telón de fondo se encontraban dos príncipes, con las espadas
desenvainadas y las miradas fijas.

“Como pensaba, ahí están…” Murmuró, con las mejillas hinchadas


de disgusto.
Lo juro, a veces Abel puede ser tan denso. Realmente no entiende
cómo piensan las chicas. Esperaba hacer de este nuestro pequeño
lugar secreto. Sólo para nosotros dos.

Avanzó, pero se detuvo a mitad de camino. Con el pie levantado,


miró desde su zapato hasta la orilla y frunció el ceño, imaginando sus
huellas marrones salpicando la prístina arena blanca.

“Eso… sería un espectáculo bastante desagradable.” Murmuró.


Después de pensarlo un momento, se quitó los zapatos tímidamente.
“No hay nada extraño en esto, ¿verdad? A fin de cuentas es una playa.”

Luego corrió descalza por la arena hacia los dos príncipes.

“Oh. Princesa Mia.”

El primero en fijarse en ella fue Keithwood, que estaba de espaldas


a una roca gigante cerca de la orilla mientras vigilaba a los dos
príncipes. Al ver a Mia, levantó una ceja y salió de la sombra de la
roca.

“Vaya, Keithwood. Buen día para ti.”

Puso las manos sobre su falda y le saludó con una cortés reverencia.
Capítulo 19:
¡La Princesa Mia, Inocente Seductora de la
Playa de Arena Blanca!

Abel se adelantó y dio un pisotón, lanzando un anillo de arena.

“¡Haa!”

Su espada hendió el aire con un silbido penetrante y se estrelló


contra la espada de Sion con un estruendo ensordecedor. Keithwood
suspiró mientras observaba desde la barrera.

El Príncipe Abel es cada vez mejor…

La última vez que cruzaron espadas, la superioridad de Sion había


sido evidente y abrumadora. Ahora la diferencia de habilidades era
mucho menor; Abel se estaba acercando a Sion. El dominio de su
característico tajo descendente parecía haber mejorado la habilidad de
Abel en todos los demás aspectos, convirtiéndolo fundamentalmente
en un espadachín mucho más fuerte. Dicho esto…

“Dudo que ninguno de ellos se vaya a conformar con un


‘suficientemente bueno’. No después de Remno.”

Durante el incidente de Remno, todos ellos habían sido testigos


directos del mejor del Imperio, Dion Alaia, y de su incomparable
habilidad con la espada. Todos recordaban su duelo con la Lanza
Adamantina, durante el cual había cortado un grueso poste de acero y
se había reído al hacerlo. Desde entonces, Sion había redoblado sus
esfuerzos para mejorar su propia habilidad con la espada. Abel había
hecho claramente lo mismo, y últimamente los dos habían sido
compañeros de entrenamiento, cada uno esforzándose por superar al
otro y a sí mismo.

“Está bien que estén tan motivados, pero vamos. Hay un momento
y un lugar para este tipo de cosas, y definitivamente no es en una playa
sofocante bajo un sol abrasador… ¿Hm?”

Una figura en la distancia le había llamado la atención. Entrecerró


los ojos. Una chica corría hacia ellos, con sus pies descalzos dejando
delicadas huellas en la arena blanca.

Vaya, vaya, esto sí que es un espectáculo para los ojos.

Se quedó mirando fijamente durante un segundo antes de


abandonar su postura con un movimiento de cabeza.

“Oh. Princesa Mia.”

“Vaya, Keithwood. Buen día para ti.”

Le hizo una reverencia. Cuando volvió a levantar la vista, lucía una


sonrisa radiante que no tenía nada que envidiar al agua brillante y a la
playa resplandeciente. Casi le dejó sin aliento y se vio obligado a
reflexionar.

La Princesa Mia… ¿Está haciendo esto a propósito?


En ese momento, su imagen era realmente impactante. El mérito es,
en parte, del telón de fondo; su aspecto encajaba perfectamente en el
paisaje de la orilla del lago. Sus pies, delicados y descalzos, se
mezclaban maravillosamente con la limpia arena blanca. Había en ella
una inocencia —como la de una joven alegre que pasea por la orilla o
chapotea en la suave marea— que despertó su instinto paternal,
acentuando aún más su encanto.

Por regla general, las princesas deben evitar mostrar la piel. Es


cierto que su maniobra en el baile fue muy efectiva, pero quitarse los
zapatos y salir con los pies desnudos es otra historia. Esto podría
considerarse fácilmente como un comportamiento indecoroso.

Sin embargo, las nociones comunes de corrección no cambiaron el


hecho de que ella y la playa formaban una pareja extremadamente
pintoresca.

“¿Hm? ¿Pasa algo?”

Ella lo miró con un par de ojos amplios e inquisitivos.

Por el sol, menos mal que no me gustan las chicas más jóvenes.
Pero si hubiera sido Sion, uf… Por muy sensible que sea,
probablemente se tambalearía por el impacto, pensó con una mueca
de dolor antes de responder.

“No. Sólo me preguntaba qué estás haciendo aquí de todos los


lugares.”

“Oh, hay algo que quiero hablar con Sion.”


“¿Con Su Alteza?”

“Sí. Pero, hmph, esto es bastante molesto. He venido hasta aquí y


aun no me ha notado.” Dijo con el ceño fruncido a la pareja de
príncipes aún en duelo. “Oh, ya sé lo que haré.” Su ceño se transformó
en una sonrisa traviesa. “Voy a acercarme sigilosamente y asustarlos.”

Keithwood se mordió el labio.

Sol sagrado en lo alto… Si lo hace a propósito, entonces es una


seductora astuta. Si no… Entonces, bueno, sigue siendo una pequeña
seductora, y una natural. Dale unos años más, y será una fuerza a
tener en cuenta.

Actualizó su perfil mental de Mia, elevándola de ‘seductora’ a


‘seductora nata’. No sabía que su elección de ir descalza no estaba
motivada por el diseño ni el instinto, sino por algo mucho menos
agradable…

Mia se escabulló por la playa de arena. Ambos príncipes estaban


concentrados en su duelo de práctica y permanecieron ajenos a su
aproximación. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, levantó la
voz y dijo: “Seguro que les gusta golpearse con espaditas, ¿verdad?”

“¿Qué? ¿Eh? ¿Mia? ¿Cuándo has…?”

Abel reaccionó primero y giró hacia ella. En unos pocos segundos,


su expresión se convirtió en una brillante sonrisa antes de marchitarse
rápidamente en una mueca roja, que rápidamente ocultó mirando hacia
otro lado.

Vaya, ¿qué le pasa? Se preguntó Mia mientras, siguiendo las


enseñanzas de Anne, le entregaba una toalla.

“Cuando termine de hacer ejercicio, dale siempre una toalla bien


perfumada para que se limpie la frente.”

Cuando se trataba de las cosas que realmente importaban, Mia era


una buena estudiante.

“Oh, uh, lo siento… quiero decir, gracias.”

Abel sujetó la toalla con una mansedumbre casi cómica y se dio


unas palmaditas nerviosas en la cara. Sion, por su parte, los observó de
reojo antes de darse la vuelta y caminar hacia Keithwood. Había un
matiz de soledad en su lento paso.

“Sion.”

Se giró para encontrar a Mia detrás de él, sonriendo mientras le


tendía una toalla.

“Tú también deberías secarte. No querrás contraer un resfriado


ahora, ¿verdad?”

Si bien ese gesto podía parecer extrañamente considerado —la


consideración no solía formar parte de su libro de jugadas diplomáticas
cuando se trataba de Sion—, había una buena razón para el repentino
cambio de actitud. Mia había venido a pedirle un favor, y no estaba
dispuesta a hablarle con dulzura y a lamerle las botas para salirse con
la suya. A su modo de ver, los mendigos podían ser elegidos, siempre
que rogaran lo suficiente.

“Oh, supongo que no. Gracias.” Dijo, algo sorprendido, antes de


recomponerse y aceptar la toalla. “Sin embargo, me sorprende verte
aquí. No pensé que tu idea de una tarde divertida fuera ver a dos
muchachos sudorosos dándose golpes durante un par de horas.”

“Ajaja, no me importaría observarlos un poco más, pero ese no era


el propósito original de mi visita.”

“¿Oh? ¿Entonces cuál era su propósito original?”

“He venido a pedirte un favor.”

“¿Un favor? ¿A mí?”

“Así es.” Ella lo miró fijamente con una mirada punzante. “Sion,
¿tienes alguna intención de presentarte a las elecciones del consejo
estudiantil?”

“Yo… ¡¿Qué?!” Exclamó, con la voz quebrada en un falsete


estridente en una rara muestra de auténtico desconcierto.
Capítulo 20:
La Princesa Mia… está Acorralada en un
Rincón

“Por el amor del sol… Mia, te das cuenta de las implicaciones de lo


que estás pidiendo, ¿verdad?” Preguntó un sorprendido Sion.

A su lado, un Keithwood igualmente alarmado estrechó los ojos


hacia Mia, tratando de descifrar la intención de su petición.

“¿Me estás diciendo que desafíe a la Srta. Rafina por el puesto de


presidente?”

“Sí, pero ¿es realmente una sugerencia tan absurda? No hay


ninguna norma que diga que sólo un Belluga puede ser presidente,
¿verdad? Me parece que todos deberían tener derecho a presentarse a
las elecciones.”

Keithwood tuvo que ahogar un grito ante las palabras de Mia.

Es ella… Ya veo. Así que la Princesa Mia está en desacuerdo con


el status quo actual de la elección presidencial que es poco más que
una formalidad.

Y mientras analizaba las implicaciones lógicas de esa conclusión,


tuvo que ahogar un segundo grito ahogado; la epifanía que tuvo se
sintió como una bomba que estalló en su cabeza.
Los sistemas y las instituciones siempre han existido por una razón.
Las elecciones al consejo estudiantil de la Academia Saint-Noel
también se celebraban por una razón, y una muy simple. Los colegios,
por su naturaleza de reunir a un gran número de jóvenes en un mismo
lugar, solían ser focos de problemas. Los incidentes entre estudiantes
eran un dolor de cabeza para cualquier administración académica, pero
en el caso de Saint-Noel, cuyo alumnado estaba formado en gran parte
por jóvenes nobles y miembros de la realeza, una disputa mal
gestionada podía convertirse en una auténtica crisis internacional con
consecuencias diplomáticas desastrosas.

Por lo tanto, arbitrar estas cuestiones era un deber importante del


presidente del consejo estudiantil. Dada esta responsabilidad, era
crucial que los posibles candidatos poseyeran una cualidad particular:
una amplia popularidad. Sólo con un apoyo abrumador por parte de los
estudiantes podía un presidente aspirar a ejercer el control sobre los
que nacían en el poder. La elección debía ser un medio para demostrar
esa popularidad, pero se había reducido a una formalidad. Rafina Orca
Belluga sería la presidenta del consejo estudiantil. Nadie cuestionó ese
hecho. Ni siquiera el sabio maestro de Keithwood.

El propósito de la elección era demostrar a todos y cada uno de los


estudiantes que, a través de sus votos, ellos mismos eran los que
elegían a su presidente del consejo estudiantil. Ese propósito necesita
ser reafirmado, y parece que la Princesa Mia piensa que ahora es el
momento de hacerlo.
Keithwood volvió sus pensamientos hacia la reunión en la que
Rafina había pedido solidaridad en la lucha contra la sociedad secreta
de las Serpientes del Caos. Ante este inusual y difícil reto, era
necesario que ella se probara a sí misma. Debía demostrar que
realmente era alguien que contaba con el apoyo inequívoco de sus
compañeros. Al hacerlo, también se responsabilizaría de sus
partidarios: ellos la eligieron y, por lo tanto, debían asumir la
responsabilidad de su elección. Al hacerla presidenta, estaban
obligados a acatar sus decretos. Ese, pensó, era el nuevo statu quo que
Mia intentaba establecer.

Si es así, tendría que legitimar la elección, y la única manera de


hacerlo es que alguien se presente contra Rafina. Alguien que tenga
una oportunidad real de ganar. Lo cual… explica por qué está
hablando con Sion.

Un candidato débil no serviría. Había que presentar a los


estudiantes una alternativa legítima a Rafina y aun así elegirla a ella
en lugar de a su oponente. Sólo entonces entraría en juego la elección
y la responsabilidad. Al confiar en ella, los alumnos dieron credibilidad
a su papel y peso a sus palabras.

Pero, ¿y si su nuevo contendiente acaba destronando a Rafina?


Sólo puedo imaginar que ella ya lo ha pensado y ha decidido que está
dispuesta a aceptar esa eventualidad siempre que el proceso de
elección sea justo y auténtico, pero en ese caso… ¿Por qué no se
presenta ella misma?
Recibió su respuesta casi inmediatamente.

“No te preocupes, Sion. La tarea puede parecer desalentadora, pero


confío plenamente en que estarás a la altura del desafío.” Dijo,
dedicando al príncipe una sonrisa suave y alentadora.

Mia tenía un plan. Después de conseguir el consejo de la —según


Mia, por supuesto— preeminente experta en romance de su tiempo,
Anne, que supuestamente conocía la mente masculina como la palma
de su mano, había ideado un plan magistral para convencer a Sion de
que se presentara a las elecciones. Era, de hecho, el mismo método que
había utilizado para persuadir al hermano de Tiona.

A los hombres les encanta que se les reconozca su talento. Todo lo


que tengo que hacer es decirle que tiene lo que se necesita para ser
presidente, ¡y lo hará enseguida!

“No te preocupes, Sion. La tarea puede parecer desalentadora, pero


confío plenamente en que estarás a la altura del desafío.”

En pocas palabras, ella iba a engatusarlo. Y no iba a detenerse ahí.


Después de todo, le estaba pidiendo que desafiara a Rafina en público;
haría falta algo más que una metafórica grasa de leche para moverlo a
la acción. Iba a servirle una jugosa hamburguesa de ‘puedes hacerlo’
entre dos gruesos panecillos de ‘creo en ti’. Hoy, Mia iba a por todas.
Había dejado de lado la vergüenza, había subido la cursilería al
máximo y había cargado el plato con la colección de cumplidos
hiperbólicos más floridos y que ponían la piel de gallina que se le
habían ocurrido. Lo único que faltaba era hacérselos tragar.

Te voy a halagar tanto que será imposible que me rechaces.

Sin embargo, justo cuando iba a comenzar su ofensiva aduladora,


Sion habló.

“Lo siento, pero no puedo hacerlo.” Dijo, con un tono muy serio.

“¿Qué—? ¿Eh? Pero—”

“Sé lo que estás tratando de hacer, Mia.”

¡¿L-Lo sabe?! ¡¿C-Cómo?! ¡¿Se dio cuenta del hecho de que sólo
estoy tratando de hacer que él haga todo el trabajo duro?!

Los poros de su nuca —veteranos a estas alturas— se abrieron de


inmediato y se prepararon para empapar su entorno de sudor frío, sólo
para detenerse ante la siguiente frase de Sion.

“Me estás dando la oportunidad de compensar lo que pasó en


Remno, ¿verdad?”

“… ¿Hm?”

Ella lo miró extrañada, preguntándose de qué diablos estaba


hablando, pero él siguió hablando, sin prestar atención a su reacción.

“Planea inculcar a los estudiantes la importancia de unas elecciones


legítimas, tras lo cual me encomendará la importante tarea de
enfrentarme a la Srta. Rafina como su oponente, y al hacerlo, me
permitirá redimirme por mis anteriores fallos. Es un plan
impresionante. Sinceramente. La mera habilidad es encomiable. Y
aprecio sinceramente su consideración. Pero incluso yo tengo algo de
ego que mantener.”

Pasó junto a ella, con las caras paralelas y opuestas, y se detuvo


para hacer un último comentario.

“Tengo toda la intención de compensar mis fracasos pasados, pero


me ganaré la oportunidad a pulso. No puedo permitir que se filtre mi
propia redención, no sea que mi dignidad me abandone para siempre.”

¿Eh? ¿Eh? ¿Qué? ¿De qué está hablando?

Luego, se alejó, con su camisa ondulada añadiendo un toque de


dramatismo a su paso. Mia observó su retirada con ojos muy abiertos
y desconcertados antes de volverse hacia Abel, con una expresión que
se convertía en una silenciosa súplica de ayuda. Él le dedicó una
sonrisa irónica y negó con la cabeza.

“¿Qué puedo decir? Después de todo, es el orgulloso Príncipe de


Sunkland. Aunque sabe que tienes buenas intenciones, de eso estoy
seguro.”

Eso… no es lo que quiero decir…

Nada tenía sentido. Era como si hubiera una conversación aparte


que ella no entendía. En su confusión, no se dio cuenta de que su plan
maestro ya había descarrilado… antes de estrellarse contra una pared
de ladrillos, estallar en llamas y luego explotar en un espectacular
espectáculo de fuego y escombros. No había forma de recomponerlo,
así que debería haber salido de allí lo antes posible. Lamentablemente,
no se le ocurrió la necesidad de hacer una rápida retirada, un error
táctico que le costó caro, ya que la ventana de oportunidad para escapar
se desvaneció rápidamente.

“Otra cosa de la que estoy seguro, Mia.” Continuó Abel. “Es que si
te presentas a las elecciones, haré todo lo posible para apoyarte.”

“… ¿Eh?”

“Como oponente de la Srta. Rafina, probablemente tendrás que


lidiar con muchas miradas extrañas de la gente, pero confía en mí
cuando digo que siempre estaré de tu lado. Ganes o pierdas, estaré
contigo en todo momento.”

“Ahh, Abel…”

Había convicción en sus ojos cuando tomó las manos de ella entre
las suyas, y ella se perdió rápidamente en su mirada seria.

Más tarde, tras volver a su habitación y pasar el resto de la tarde


murmurando cosas como “Ahh, Abel… Eres tan maravilloso…” para
sí misma, el aire fresco de la noche empezó a sacarla de su ensueño,
obligándola a enfrentarse a la cruel realidad de su situación.

“Hnnngh… Hnnnnngh… ¿Cómo…? ¿Cómo se llegó a esto…?”

Después de darse cuenta de que la habían arrinconado sin salida,


volvió a enterrar su cara en almohadas empapadas de lágrimas durante
otras dos noches antes de encontrar finalmente su resolución. La
noticia de la candidatura de Mia se extendió por el colegio como un
reguero de pólvora y, en poco tiempo, comenzaron las elecciones al
consejo estudiantil, poniendo en marcha toda una serie de tramas,
planes y conspiraciones.
Capítulo 21:
Vuelve la Princesa de la Mirada Poderosa

La mañana siguiente al anuncio de su candidatura, Mia se dirigió a la


cafetería de la residencia para desayunar. Nada más entrar, percibió un
claro cambio en el ambiente.

“Buenos días a todos.”

Saludó a los alumnos de su mesa. Eran un grupo conocido, un grupo


de chicas de su clase a las que veía con frecuencia. Sus respuestas, sin
embargo, fueron silenciosas y reticentes, lanzando miradas nerviosas
en su dirección antes de apartar rápidamente la vista. Siguió un periodo
de masticación silenciosa y furiosa, tras el cual las chicas recogieron
rápidamente sus bandejas vacías y abandonaron la mesa.

Ahh… Esto me recuerda mi vida pasada. Cuando la revolución


estaba a punto de comenzar, se sentía así.

Había tensión en el aire, como si todo el mundo en la cafetería se


esforzara por distanciarse de ella. Era sutil, pero estaba ahí. Nadie era
abiertamente hostil. Los intentos de hacerla tropezar al pasar… El
vertido de agua sobre su cabeza… No hubo nada de eso. El Imperio
seguía imponiendo el suficiente respeto como para evitar cualquier
acoso abierto. Además, estaba bastante segura de que al final del día,
sus compañeros nobles de Tearmoon probablemente votarían por ella.
Dicho esto, es probable que no me muestren ningún apoyo público.

Nadie en su sano juicio querría oponerse abiertamente a alguien con


una influencia tan abrumadora en todo el continente. Mia seguro que
no.

¡Mia! ¡Seguro! ¡Que! ¡No!

¿Por qué demonios me está pasando esto?

Mia no era de las que pueden dormir tranquilas con tales


pensamientos. La esperanza de escapar de su situación se estaba
desvaneciendo, pero todavía se enfurecía contra el fin de sus días
pacíficos. En su propia cabeza, al menos; no tenía las agallas para hacer
una escena pública de ello.

Sin embargo, cuando llueve, diluvia, y su encuentro con Sion y


Abel en la playa alimentó las especulaciones sobre sus intenciones.
Empezaron a correr rumores, susurrados de estudiante a estudiante,
sobre cómo estaba haciendo tratos turbios entre bastidores para
asegurarse un voto mayoritario. Sin saberlo, se estaba convirtiendo
rápidamente en una intocable política.

En un intento de minimizar las posibilidades de encontrarse con


Rafina, terminó apresuradamente su desayuno y regresó a su
habitación para prepararse para la clase. Anne estaba ausente, pues
había acompañado a Bel a su clase. El vacío de la habitación dejó a
Mia con una repentina añoranza de la compañía de su leal criada, pero
no había nada que hacer al respecto.

En realidad, lo que quería era encontrar a alguien de confianza


que acompañara a Bel y mantener a Anne conmigo… pero no conozco
a nadie así…

Dejó escapar un suspiro tan profundo que visiblemente se marchitó


un poco en su silla. Luego se levantó para ir a clase. Mientras caminaba
por el pasillo, no pudo evitar las miradas que la gente le lanzaba al
pasar. Normalmente, todo un séquito de chicas ya se habría acercado a
ella, pero hoy nadie se ha acercado. Las cosas siguieron igual cuando
entró en el aula. Esperando encontrar un poco de alivio en Chloe, en
quien confiaba que la saludaría normalmente a pesar del repentino
cambio en las aguas, miró en dirección a su escritorio y se sintió
consternada al encontrarlo vacío.

Bien, ahora lo recuerdo… Chloe siempre se toma su tiempo para


venir aquí por la mañana.

Después de terminar el desayuno antes de tiempo para evitar


tropezar con Rafina, también había llegado temprano a clase y ahora
se encontraba en la incómoda situación de no tener nada que hacer. Se
dirigió a su escritorio, se sentó y se preparó en silencio para la clase.
La visión de ella sola, haciendo girar sus pulgares en silencio era algo
inusual de contemplar.
Bueno, supongo que las cosas serán así. No culpo a nadie. Si yo
fuera ellos, también me mantendría alejado de mí. Tal vez debería ir
a esperar en la habitación de Abel hasta que empiecen las clases…

Por un momento pensó en ello, pero se detuvo rápidamente.

No, no debería hacer eso. De hecho, esto está bien. Debería


quedarme así. Lo importante ahora es evitar llamar la atención.

Cuando se trata de oponerse a Rafina, cuanto más haga gala de ello,


peor acabará. Aunque ganara, lo mejor sería hacerlo en silencio y con
la mínima fanfarria. Lo ideal sería que su victoria fuera recibida con
un leve interés. El objetivo no era “Vaya, ¿ha ganado? No puede ser”,
sino “¿Eh, ha ganado? Bien.”

Apuesto a que a la mayoría de ustedes no les importa la elección,


pensó mientras estudiaba a sus compañeros. Empezaré por atraer a los
nobles de Tearmoon y de los reinos amigos. Luego… Sion es
probablemente el siguiente. Si consigo que tenga algunas
conversaciones privadas con los estudiantes de Sunkland, tal vez tenga
una oportunidad de conseguir más de la mitad de los votos.

En ese caso, era imperativo que primero asegurara los votos de


Tearmoon para solidificar su base.

Estoy segura de que las familias de los Cuatro Duques tienen a


algunos de los suyos inscritos aquí ahora mismo. Necesito que me
prometan su apoyo primero… ¿Hm? ¿Sabes qué? Ahora que lo pienso,
tal vez esto no es tan desesperante como pensé que sería.
Mientras Mia contemplaba cómo iba a hacer un truco para
conseguir la victoria, sus dudosos pensamientos éticos fueron
interrumpidos por una voz brillante.

“¡Su Alteza!”

Una figura se acercó, con su cabello dorado recogido en una coleta


que brillaba bajo el sol de la mañana. Miró directamente a Mia con
ojos afilados y llenos de convicción.

“Vaya, Tiona. ¿Qué pasa?” Preguntó Mia, con los ojos muy
abiertos e incrédulos. Estaba un poco sorprendida por la llamativa
entrada de Tiona, pero lo que más le sorprendió fue el hecho de que le
hablaran. Dadas las circunstancias, pensó que Chloe sería la primera
persona que se atrevería a saludar.

La voz de Tiona tenía la firmeza de la resolución.

“Me enteré de lo que está pasando por el Príncipe Sion y el Príncipe


Abel.”

“U-Um… Quieres decir…”

“Tiene todo mi apoyo en la elección del consejo estudiantil, Su


Alteza.”

“… ¿Eh?” Pronunció Mia, con la boca abierta.

Tiona no le dio importancia a su sorpresa.

“Y estoy dispuesta a ayudar. Hazme saber qué puedo hacer por ti.”

“¿Qué? ¡Espera un minuto!”


Mia casi se pone en pie de un salto por el pánico. Acababa de
decidir qué iba a salir de esta elección de la forma más discreta posible,
y ahora… Un vistazo a la clase demostró que sus temores eran ciertos.
Todas las miradas estaban puestas en ellas.

¡Esto no es bueno! ¡Ahora mismo estamos destacando como un par


de pulgares muy doloridos!

“¿Tienes idea de lo que acabas de decir?” Preguntó mientras


lanzaba a Tiona una mirada que pretendía transmitir algo parecido: Da
mucho miedo desafiar abiertamente a Rafina, ¿sabes? Así que dame
tu voto y mantente al margen. No necesito que hagas una escena.
Siguió mirando fijamente durante unos segundos más, sólo para dejar
claro el punto. Al fin y al cabo, Mia era la princesa de la mirada
poderosa; podía hablar a través de sus ojos, sin problemas.

Tiona le sostuvo la mirada durante el prolongado período de


comunicación ocular, y luego asintió con firmeza.

Oh, gracias a las lunas. Ella lo entiende.

Dejó escapar un suspiro de alivio, sólo para que se le atascara en la


garganta.

“Por supuesto que sí. Y no importa. Voy a ayudarte, y eso es todo.”

¡Ah! ¡No entendió nada!

Resulta que las capacidades comunicativas de su mirada de alta


potencia aún necesitaban algunos ajustes.
Capítulo 22:
Guiados por la Flautista de Hamelín Mia

En Tiona no había ni una pizca de aprensión. El aura de determinación


firme y directa que rebosaba en ella trasladó a Mia a una escena de la
línea temporal anterior.

Eso me recuerda… Esta chica fue una vez la santa del ejército
revolucionario, ¿no?

La Tiona que tenía ante sí estaba considerablemente menos dotada


de santidad —así como de carácter revolucionario—, pero en el fondo
seguía siendo alguien que, en una vida pasada, había estado dispuesta
a luchar contra una entidad tan poderosa como su propio Imperio.

Y su padre… ¡Oh, dulces lunas, su padre! Es una de esas


personas… Esas extrañas personas a las que les gusta que la gente les
haga daño…

Se estremeció al recordar la vez que le hizo algunas exigencias


irrazonables al Conde Rudolvon, y descubrió que éste prácticamente
la miraba con placer. No le cabía la menor duda de que el padre de
Tiona era una especie de pervertido. Lo cual era increíblemente injusto
para el viejo, pero por desgracia, no estaba aquí para defenderse.

Su hermano pequeño, Cyril, sigue siendo muy simpático, pero los


Rudolvon son, en general, un grupo de gente extraña. Supongo que es
posible que en realidad no le moleste mucho la idea de oponerse a
Rafina.

Pensando que no iba a tener mucha suerte luchando contra la


disposición familiar de Tiona, decidió seguir la corriente. En cualquier
caso, sería necesaria una modesta campaña, y era cierto que iba a
necesitar un par de ayudantes. Después de volver a mirar a Tiona, cerró
los ojos y habló en un susurro.

“Muy bien. Si insiste, supongo que…”

Se interrumpió al notar la aparición de algunas figuras que se


acercaban detrás de Tiona.

“Su Alteza…”

“Vaya, son ustedes cuatro…”

Había dos chicos y dos chicas, y Mia los reconoció.

Ustedes son los que encerraron a Tiona en esa habitación la noche


del baile… Oh, espera, supongo que el veredicto oficial fue que sus
asistentes fueron los culpables.

Levantó una ceja interrogativa hacia ellos. El chico más adelantado


procedió a arrodillarse ante ella.

“Su Alteza, soy Uros, hijo del Barón Langess. Nos agraciaste a
todos con tu misericordia y benevolencia aquel día, y hemos venido a
pagar la deuda. Que se sepa que también tienes todo nuestro apoyo.”
Siguiendo su ejemplo, los otros tres también se arrodillaron
respetuosamente ante ella.

¿Qué? ¡¿Qué demonios está pasando aquí?!

“Todos recordamos cómo Su Alteza habló en nuestro nombre y nos


salvó de la expulsión.”

“Desde ese día, hemos redoblado nuestros esfuerzos en los estudios


y nos hemos comprometido con diversos trabajos voluntarios.
Trabajamos día y noche con la esperanza de recuperar la confianza de
nuestros compañeros, todo para que un día podamos poner esa
confianza recuperada al servicio de Su Alteza. Creemos que ese día ha
llegado, y sería un gran honor para nosotros ayudar en esta empresa
suya.”

Los cuatro bajaron entonces la cabeza hacia Tiona.

“Siento lo que hicimos ese día, Srta. Tiona.”

“Le rogamos sinceramente que nos perdone.”

Su disculpa fue respondida con una suave sonrisa.

“No pasa nada. Todo el mundo comete errores. No se lo reprocho


a ninguno de ustedes. Además, todos estamos aquí para ayudar a Su
Alteza a ganar, ¿no es así? Eso nos convierte en hermanos de armas.”

Tiona había sufrido su hostilidad, se la había tragado al completo,


y aun así se las había arreglado para sonreír. Era su compasión lo que
definía a un santo, y en esa mentalidad de aceptación, Mia vio la
hechura de uno.

Es cierto que Mia también tenía mucha compasión, pero toda ella
estaba dirigida a sí misma.

“Ohh… Usted es un dechado de beneficencia, Srta. Tiona. Estamos


profundamente agradecidos. A cambio, haremos todo lo posible para
apoyar a Su Alteza.”

Para su disgusto, una escena bastante gratuita de perdón y amistad


se desarrolla alrededor de Mia, con ella atrapada en el medio. Sin
embargo, no se dio cuenta del impacto que esta pequeña obra de teatro
tuvo en el resto de la sala. Su séquito habitual de chicas, después de
presenciar algo así, ciertamente no iba a quedarse callado. Al fin y al
cabo, eran el tipo de personas cuya afición era seguir a Mia a todas
partes e idolatrarla. Además, la composición de esta comitiva era en
realidad algo diferente de la línea de tiempo anterior.

El hecho de tener a Anne como su doncella personal imponía un


requisito previo a quienes pretendían acudir a su lado: debían ser
capaces de soportar la posición y la presencia de Anne. Esto
funcionaba como un proceso natural de selección, ya que requería que
los candidatos fueran lo suficientemente abiertos de mente o estuvieran
tan encaprichados con Mia que estuvieran dispuestos a pasar por alto
todo lo demás. Los que sobrevivían a este proceso increíblemente
selectivo eran, por supuesto, un grupo calculador, pero también tenían
que ser personas que se sintieran fundamentalmente atraídas por el
carácter de Mia y que les gustara como persona. Eran la élite de Mia.
Y como la élite de Mia, seguro que no iban a dejar que gente como
Tiona o gente que ni siquiera pasaba mucho tiempo con ella acaparara
el protagonismo.

“¡Su Alteza, también puede contar con nuestro apoyo!”

Su entusiasmo resultó contagioso. Pronto, toda la clase se acercó a


ella para darle su apoyo, dejando a Mia luchando por contener las
ganas de gritar de frustración.

¡Ahhh! ¡Paren! ¿Podrían irse ya, por favor? ¡Se suponía que todo
esto iba a ser discreto y sin pretensiones! Necesito mantener un perfil
bajo… ¡O Rafina va a empezar a darme la mirada de la muerte!
IMAGEN
“Milady…”

Los pasos de Anne se aceleran cuando se dirige al pasillo. Se


suponía que debía quedarse con Bel, pero su preocupación pudo más
y decidió salir de la clase para ver cómo estaba Mia. Cuando llegó a la
puerta del aula, encontró a Chloe asomándose desde el pasillo.

“¿Srta. Chloe?”

“¡Ah! ¡Anne! ¡Shh!”

Chloe se llevó un dedo a los labios y le hizo un gesto para que se


acercara. Frunció el ceño mientras se dirigía a la puerta.

“Confía en mí. Sólo mira.” Dijo Chloe con una sonrisa antes de
volverse hacia el aula.

Anne también se asomó, siguiendo la dirección de la mirada de


Chloe, y descubrió que tampoco podía resistirse a sonreír.

“Milady…”

Varios estudiantes se habían reunido en un círculo alrededor de Mia


y coreaban su apoyo. Mia, rodeada de su entusiasmo, tenía la cara
enterrada entre las manos. Parecía estar al borde de las lágrimas.

“No lo dejó ver, pero supongo que estaba nerviosa.” Dijo Chloe en
tono comprensivo. “Todo este tiempo, debió de preguntarse si alguien
la apoyaría.”

Anne asintió en silencio, con los ojos todavía puestos en Mia.

“Milady… Estoy tan feliz por ti…”


Sólo había un puñado de estudiantes allí, pero era un puñado más
de lo que Mia había esperado. Aunque su número era todavía escaso,
este momento marcó sin duda el nacimiento del Partido Mia. Pequeña
pero audaz, la incipiente facción representaba, sin embargo, un desafío
formal al Goliat político que era Rafina.

Con su plan de mantener la cabeza agachada y permanecer fuera de


la vista desmoronándose de forma magnífica gracias a la imprevista
incorporación de Tiona a su facción, Mia estaba perdida. Sin embargo,
no sabía que era este mismo acontecimiento el que acabaría salvándola
de una crisis inminente.
Capítulo 23:
La Princesa Mia… Hace un Discurso

Las elecciones al consejo estudiantil eran un acontecimiento a gran


escala que se desarrollaba a lo largo de veinte días. Debido a la
perpetua ausencia de candidatos en la carrera aparte de Rafina, se había
convertido en la norma una versión abreviada que terminaba en cinco
días, pero esta vez, las cosas eran diferentes. Con la aparición de una
temeraria retadora en la forma de Mia, el evento volvió a su formato y
duración originales.

El comienzo de la elección estuvo marcado por una misa de


apertura en la catedral, que también permitió a los candidatos
presentarse. Con todo el alumnado reunido en la catedral, la Misa de
Apertura era una ceremonia extremadamente formal que observaba los
más altos estándares de ritual y costumbre, y se esperaba que los
candidatos, como centro de atención, se presentaran de forma
adecuada para la ocasión. En consecuencia, la vestimenta era
fundamentalmente diferente a la habitual. Los candidatos debían
vestirse con ropas sagradas, cuyo diseño casto funcionaba como un
gesto de respeto al servicio sagrado. La primera pieza del conjunto era
un fino velo de un material blanco puro, que debía llevarse sobre la
cabeza. En consonancia con el tema de la castidad, el cabello debía
mantenerse suelto. No se permitían adornos, ni siquiera simples
horquillas. A continuación venía el vestido, que era una larga túnica
blanca que colgaba desde los hombros hasta los tobillos. Un cinturón
igualmente blanco se abrochaba a la cintura; un pequeño delfín
bordado a lo largo de él servía como única fuente de variedad estética.

Vestidas con un atuendo sencillo, con toda forma de ostentación


estrictamente prohibida, las candidatas se sentaron directamente frente
al sacerdote que presidía la ceremonia, donde se enfrentaron a todos
los alumnos de la escuela. Al haber nacido princesa, Mia estaba
acostumbrada a sentir las miradas de las multitudes sobre ella, y estaba
bastante segura —quizá demasiado— de su propia buena apariencia.
Pero incluso una veterana como ella no podía evitar sentirse intimidada
por el aire austero de la ceremonia y el tratamiento estoico de sus
candidatas. Para empeorar las cosas, por supuesto, estaba la presencia
de la otra candidata junto a ella que, en cualquier otra ocasión, sería la
única persona a la que la gente prestaría atención.

“Qué extraño. Siento como si hubiera pasado mucho tiempo desde


que hablamos, Mia.”

Rafina le sonrió suavemente desde el asiento contiguo.

“Qué extraño, en efecto. O-Ohoho. Supongo que ambas hemos


estado ocupadas…”

Ella respondió de la misma manera, aunque su sonrisa era más


nerviosa que amable. El día que llevó a Bel a verla fue, de hecho, la
última vez que se vieron. Desde entonces, evitaba a Rafina como la
peste. No tenía ni idea de cómo se desarrollaría una conversación entre
ellas, y la idea de averiguarlo la aterrorizaba hasta el punto de pasar
corriendo por las esquinas y resquicios detrás de los arbustos a diario.
Por supuesto, si Rafina le pedía que la viera, estaba dispuesta a
obedecer —ignorar una petición directa sería ir demasiado lejos—,
pero por lo demás, prefería evitar por completo cualquier interacción.

Sin embargo, por mucho que lo intentara, no podía escapar de la


llegada inevitable de este día, y ya podía sentir el comienzo de un sudor
frío al pensar que tendría que seguir sentada aquí junto a Rafina
durante la próxima hora.

“Debo decir, Mia, que no esperaba que te unieras a mí en este altar.


Esperaba que vinieras a trabajar para mí en el consejo estudiantil.
Quería que fueras la próxima presidenta, ¿sabes? Así que pensé que
sería una oportunidad perfecta para que aprendieras el funcionamiento
del consejo. Así podría haberte ayudado…” Dijo mientras miraba su
regazo.

“Srta. Rafina…”

Mia sintió una punzada de culpabilidad ante aquella mirada triste y


abatida, pero la expresión de Rafina volvió rápidamente a la sonrisa.

“Pero esto también es muy emocionante para mí. Después de todo,


el hecho de que no desees trabajar bajo mi mando significa que tienes
otras ambiciones para el consejo, ¿no?”

“… ¿Las tengo?”
“Si crees que puedes liderar un consejo que supere al mío, entonces
ciertamente doy la bienvenida al intento. En última instancia, sería para
el beneficio de todos. ¿No es así, Mia?”

Y fue entonces cuando Mia se dio cuenta de que… la sonrisa en la


cara de Rafina llegaba sólo hasta la mitad; el humor de sus labios no
era compartido por su mirada.

¡Eeeeek! ¡R-Rafina! ¡Está enfadada conmigo! ¡Está realmente


enfadada conmigo!

Cada fibra de su ser temblaba de terror.

“Estoy deseando escuchar tu discurso, Mia. Me pregunto qué


promesas de campaña piensas hacer.”

Mia sintió que la sangre se le escurría de la cara como si se


acobardara ante el horror sonriente que tenía a su lado.

La ceremonia comenzó con el encendido de las velas de la catedral


y la lectura de la Biblia. A continuación, todos los alumnos se
levantaron para cantar el himno sagrado antes de recitar un pasaje de
la oración. Todo esto se hizo con las miradas de todos fijas en las dos
candidatas.

Esto… es bastante estresante. Incluso si Rafina no estuviera


sentada a mi lado…
Al fin y al cabo, era muy probable que los estudiantes la vieran
como una idiota que se consideraba demasiado orgullosa de sí misma
y que había decidido entablar una pelea imposible de ganar contra
Rafina. Esas miradas que sentía, si no eran de compasión,
probablemente eran de vergüenza indirecta. Cuanto más pensaba en
ello, más pena sentía por ella misma.

Ahh… Todo el mundo me está mirando. Sé que lo hacen. Todos se


están riendo en secreto de mí por hacer el ridículo. Ugh, esto es
terriblemente humillante.

Objetivamente hablando, no faltaba gente que compartiera su


opinión despectiva de sí misma. Sin embargo, también había mucha
gente que la consideraba un espectáculo encantador. Sus ropas blancas
y puras parecían un vestido de novia, y había un atractivo intrínseco en
las mujeres jóvenes con vestidos de novia que amplificaba su encanto.
Además, los tratamientos con champú para caballos durante las
vacaciones de verano habían revitalizado el brillo de su cabello y su
piel estaba radiante gracias a los cuidados de Anne. El fino velo añadía
una capa de misterio translúcido, mostrando lo justo de su belleza
natural para tentar la imaginación de su público.

La mente humana es algo fantasioso. En términos de belleza cruda,


de libro de texto, Rafina le ganó a Mia sin lugar a dudas. Ni siquiera
era un concurso. Sin embargo, mientras que la frecuente aparición de
Rafina en las diversas ceremonias a lo largo del curso escolar permitía
a los espectadores una amplia oportunidad de verla con las vestimentas
sagradas, éste era el debut de Mia con el sagrado atuendo blanco. Su
rareza se salía de lo normal. Era una SSR.

Naturalmente, la atención de los estudiantes se dirigió a la vista


menos conocida, y una sala llena de ojos se centró en la belleza velada
que tenían delante. Mientras la ceremonia seguía avanzando, llegó por
fin el momento culminante: los discursos de elección.

“Ahora bien, candidatas, por favor presten sus juramentos ante


Dios.”

Rafina se levantó y pronunció sus juramentos con una voz


resonante que se extendió por toda la catedral. Cuando terminó, Mia
se levantó y miró el mar de estudiantes. Las filas y filas de ojos se
concentraron en ella, y por un momento pensó que podría desmayarse
en el acto. Lentamente, respiró para calmarse. Luego, habló.

“Yo, Mia Luna Tearmoon, anuncio mi candidatura a la presidencia


del consejo estudiantil y juro que me comportaré de acuerdo con los
principios de una competencia justa y honorable—”

El silencio que se produjo después de que ella tanteara la palabra


fue ensordecedor.

“… Durante toda la duración… de estas elecciones…”

Terminó la frase con una mueca mortificada. Para que conste, el


Dios de la Iglesia Ortodoxa Central era una deidad benévola, así que
no había ninguna sanción oficial por tartamudear o hacer una pausa en
medio de un discurso. Sin embargo, había innumerables pares de ojos
y oídos que acababan de ser testigos de su metedura de pata, y no tuvo
el valor de mirarlos a la cara después de eso.

Hnnngh… Quiero ir a casa. Volver a mi habitación en la capital


imperial… y dormir durante una semana.

Las lágrimas brotaron de sus ojos, pero afortunadamente para ella,


nadie podía verlas a través de su velo.
Capítulo 24:
Una Fiesta de Té para los Hijos de los
Cuatro Duques de Tearmoon

“Jajaja… ¡Ya está aquí! ¡Mi oportunidad está finalmente aquí!”

En un rincón de la Academia Saint-Noel se celebraba una fiesta


secreta de té. Se celebraba en una gran sala, en cuyo centro había una
mesa igualmente grande. Sobre ella había numerosos platos repletos
de dulces y pasteles. En comparación con la cantidad de comida
disponible, el número de asistentes era extrañamente pequeño: sólo
había dos personas.

Lo que les faltaba en número lo compensaban con su influencia. Si


estuvieran en público, harían girar la cabeza de todos los transeúntes,
y los nobles de Tearmoon llegarían a inclinarse en señal de respeto. La
razón de este trato deferente era, por supuesto, su pedigrí; eran etoiles,
los de las renombradas familias de los Cuatro Duques, que eran las
principales figuras de la nobleza central de Tearmoon.

“Vaya, ¿se ausentará Ruby hoy? Esta era la oportunidad perfecta


para que nosotros, los jóvenes etoiles, estrecháramos nuestros lazos.
Qué egoísta. Y esa chica nueva, Citrina. Tiene mucho valor, saltándose
nuestra fiesta del té…”
La hija del Duque Greenmoon, Esmeralda Etoile Greenmoon, se
llevó la mano a su voluptuosa melena ondulada y la echó por encima
del hombro con un hmph indignado. Luego soltó un suspiro aún más
indignado antes de tomar un sorbo de té de lo más indignan… Más
bien, sorprendentemente elegante. Por muy indignada que estuviera,
seguía siendo una Greenmoon; los Greenmoon sorbían el té con gracia.

“Por el amor de la luna, mi querida Esmeralda. ¿Has oído lo que


acabo de decir? No es el momento de estar tranquilamente tomando
té.”

El otro participante, un chico joven, se inclina hacia ella mientras


fruncia el ceño. Su cabello azul mantuvo su forma pulcramente
recortada durante el vigoroso movimiento, prueba de un meticuloso y
prolongado aseo. Al igual que Esmeralda, estaba en la mitad de la
adolescencia.

No pudo evitar arrugar la nariz con desdén ante su exasperante


actitud. “Por favor, Sapphias, ¿podrías usar tu voz de interior?
Estamos, como puedes ver, dentro de casa.”

El hijo mayor del Duque Bluemoon, Sapphias Etoile Bluemoon,


sacudió la cabeza y suspiró.

“Oh, Esmeralda, Esmeralda. ¿Qué voy a hacer contigo? ¿No ves la


oportunidad que se acaba de presentar? ¡Podríamos formar parte del
consejo estudiantil! ¡Piensa en el prestigio que nos daría! Esa ridícula
regla tácita siempre nos ha impedido a los nobles de Tearmoon formar
parte del consejo, pero si Su Alteza se convierte en la presidenta,
seguramente desechará esa tontería y nos nombrará personal del
consejo.” Dijo con burbujeante entusiasmo antes de que su expresión
se tornara sobria y soltara un rápido suspiro. “Pero buscar una pelea
directamente con la Srta. Rafina presentándose ella misma a las
elecciones… Por desgracia, nuestra querida princesa parece —perdón
por el lenguaje— un poco inadecuada aquí arriba.”

Se golpeó el costado de la cabeza. Esmeralda le dirigió una mirada


oblicua.

“En efecto hay que perdonar tu lenguaje. Qué insolencia. Deberías


saberlo mejor, Sapphias. Aunque seas un etoile, deberías abstenerte de
hablar mal de Su Alteza.”

“¿Debería? Entonces, ¿por qué recuerdo que alguien habló mal de


Su Alteza, diciendo que es demasiado cercana al campesinado? ¿Hm,
Esmeralda?”

“Eso no era ‘hablar mal’. Fue una crítica legítima. Lo que usted dijo
fue una calumnia. Le agradecería que no confundiera las dos cosas.
Saltarse mi fiesta del té para mezclarse con la familia de su criada en
su casa es absolutamente inaceptable. Pedirle que se comporte como
corresponde a su pedigrí real es lo correcto.”

Con la mirada de quien cree firmemente que acaba de acallar toda


oposición con la innegable verdad de sus palabras, Esmeralda dio otro
altivo sorbo a su té. Sapphias la observó durante unos instantes antes
de negar con la cabeza.
“Es justo. Reconozco que tienes razón. Pero realmente deberías
escucharme. A este ritmo, Su Alteza definitivamente va a perder.”

“Por Dios, Sapphias, ¿podrías tener la amabilidad de dejar la


insolencia? ¿Estás sosteniendo seriamente que Su Alteza, Princesa del
gran Imperio de Tearmoon, va a perder ante la hija de un simple
duque? ¿Y de un país tan pequeño, nada menos?”

“Si vamos a hablar de insolencia, estoy seguro de que llamar a


Belluga ‘país pequeño’ estaría en la lista.” Murmuró Sapphias. “Mira,
el hecho es que la forma en que Su Alteza está haciendo esto apesta a
incompetencia, con la conmoción que causó en la clase. Debería
mantener un perfil bajo y hacer tratos entre bastidores. La oposición
abierta no le hace ningún favor. Su camino más seguro hacia la victoria
es el que evade los focos hasta el momento final y victorioso, pero está
haciendo las cosas al paso y mal.”

Llevaba una sonrisa socarrona mientras elaboraba sus


pensamientos, que llevaban la característica de los malvados menores
que carecen del garbo de los verdaderos villanos. Por algún milagro
poco halagüeño, también coincidió perfectamente con el plan original
de Mia. En cierto modo, tal vez, eran pájaros de un mismo plumaje.

“Por desgracia, parece que no tengo más remedio que educar


personalmente a Su Alteza. No es que exija ninguna recompensa por
mis generosos consejos, por supuesto, pero cuando se convierta en
presidenta, me parece razonable recordarle mi interés por el puesto de
vicepresidente.” Miró a Esmeralda. “¿Y tú, mi querida Esmeralda?
¿No tienes pensamientos propios? Me gustaría escuchar la intención
de los Greenmoon en este asunto.”

Esmeralda hizo una exagerada muestra de desconcierto, frunciendo


el ceño mientras ladeaba la cabeza. “No tengo ningún interés en este
asunto del consejo estudiantil. Bueno, supongo que si Su Alteza insiste
en que participe, consideraré un puesto propio.” Dijo encogiéndose de
hombros con indiferencia. Luego soltó una risita. “Debo decir, sin
embargo, que suenas igual que mi padre. Nunca entenderé por qué los
hombres están siempre tan obsesionados con las posiciones y los
títulos.”

Apretó un cuchillo en el pastel que tenía delante, cortándolo en


trozos.

“Entonces obcéquese con ello a gusto.” Continuó. “No tengo


intención de ayudar, pero tampoco me interpondré en tu camino.”

“Muy bien, en ese caso, lo haré.”

Así conversaron los dos aspirantes a intrigantes, intercambiando


golpes y sonrisas de dudoso valor conspiratorio mientras mimaban sus
paladares con té fino y dulces de calidad.

… Aunque no parece necesario mencionarlo, para que quede claro,


los Cuatro Duques eran parientes de la familia imperial. Es decir,
compartían la misma sangre que Mia.

Las conclusiones que se puedan sacar de eso quedan de su parte.


Capítulo 25:
La Princesa Mia… ¡Presenta una Queja
Contra su Futuro Yo!

Al salir de la escuela, el día siguiente a la misa de apertura, Mia se


dirigió a la biblioteca con un rostro de sombría determinación.

“Tratos por la puerta trasera o no, todavía tengo que hacer que
parezca que tengo una campaña. ¡Por el bien de la apariencia! ¡O
Rafina va a tener mi pellejo!”

La ingenuidad de su visión anterior la había hecho caer en la cuenta,


y ahora se daba cuenta de que estaba lamentablemente mal preparada.
Por supuesto, seguía teniendo la intención de hacer un juego de manos
para conseguir la victoria; sabía que, de lo contrario, no tendría
ninguna posibilidad de ganar. Sin embargo, sin un camuflaje adecuado,
sería dolorosamente obvio que había empleado métodos dudosos para
asegurar su victoria. Necesitaba fabricar una serie de circunstancias en
las que su victoria pareciera natural. Lo suficientemente natural como
para satisfacer a Rafina, al menos.

Sin embargo, satisfacer a Rafina… Ugh, eso eleva bastante el


listón…

Podía sentir que su estado de ánimo se hundía con cada segundo


que pasaba mientras reflexionaba en solitario. La biblioteca estaba
vacía de estudiantes. Sus compañeros de la Facción Mia se habían ido
a planificar su campaña. En otras palabras, estaban haciendo el duro
trabajo de llevar a cabo una campaña.

El concepto de elecciones era ajeno al Imperio de Tearmoon, así


que Mia no estaba familiarizada con los detalles. Tras consultar a
Chloe, se enteró de que en las naciones con elecciones, los candidatos
solían promocionarse activamente. Empleaban diversos métodos:
algunos popularizaban su nombre e identidad distribuyendo retratos
suyos, mientras que otros contrataban a bardos ambulantes para que
cantaran sus logros. En el caso de Mia, era demasiado tarde para
hacerse retratos, pero aún podrían escribir su nombre en trozos de
pergamino y colgarlos en varios lugares de la escuela. Chloe había
traído consigo varias ideas y en ese momento se encontraba en medio
de una sesión de tormenta de ideas con sus compañeros de campaña.

Si fuera sólo Chloe, me preocuparía un poco, pero también tiene a


Tiona con ella, así que quizás esté bien…

Con tantos jóvenes nobles alrededor, a Mia le preocupaba que


Chloe tuviera problemas para mantenerlos bajo control, pero Tiona
también estaba allí. Cuando la tensión era todavía densa en el aire y la
opinión pública estaba firmemente en contra de Mia, Tiona fue la
primera en expresar su apoyo. Ahora, se estaba convirtiendo en una
figura respetada dentro del campo de Mia. La pericia de Tiona en la
campaña aún estaba por determinarse, pero Mia confiaba
razonablemente en que no haría el tipo de trucos turbios que atraerían
la ira de Rafina. Además, había hablado cuando todos los demás
guardaban silencio, y eso ya merecía un reconocimiento. Como
agradecimiento a su valor, Mia le permitió dirigir sus esfuerzos de
campaña.

“También es buena amiga de Chloe. Con suerte, serán capaces de


manejar su lado de las cosas… Ugh, hay tanto que hacer. Hace que me
duela la cabeza.” Apoyó la barbilla en la palma de la mano y exhaló
un suspiro de cansancio. “Lo primero es lo primero, tengo que pensar
en mis compromisos de campaña. Qué voy a hacer si me convierto en
presidenta… Tengo que asegurarme de que se comunica
claramente…”

Reflexionó sobre los consejos que le había dado Chloe. Luego,


empezó a escribir lo que quería lograr como presidenta del consejo
estudiantil.

(1) Añadir más dulces al menú de la cafetería.

(2) Aumentar la variedad de mermeladas que se pueden poner en el


té.

(3) Guiso de setas (a cargo de Mia) en la fiesta de invierno.

(4) Ampliación de las instalaciones de baño (posible añadidura de


baños de vapor, etc.).

… Y así sucesivamente.
Pronto, una lista pura y sin filtros de los deseos personales de Mia
tomó forma en la página. En otras palabras, era un desperdicio de
papiro. Mientras seguía garabateando, oyó una voz detrás de ella.

“Disculpe, Srta. Mia.”

“¿Hm? Oh, Bel. ¡Y Anne! ¡Estás aquí!”

La expresión de Mia se iluminó ante la aparición de la caballería.


A pesar de Bel, Anne, como su mano derecha y confidente, debería ser
de gran ayuda.

“Me enteré de que estabas aquí en la biblioteca, así que vine tan
pronto como pude. ¿Qué puedo hacer para ayudar?”

“Gracias, Anne. Estaba necesitando tu sabiduría.”

Enseguida levantó la página para que la leyeran.

“¿Esto es…?”

“Las cosas que quiero hacer si me convierto en la presidenta del


consejo estudiantil.” Declaró Mia sin una pizca de vergüenza.

Bel estudió cuidadosamente el contenido.

“Esto…” Observó a Mia, con expresión incrédula. “¡Suena


increíble!” Sus ojos brillaron de asombro. “¡Lo sabía! ¡Eres un genio!
¡Esta tarta rellena de crema suena increíble! ¡Creo que es una gran idea
tener más dulces!”

La lista de Mia fue un gran éxito para Bel. La joven se limpió un


hilillo de babas con el dorso de la mano mientras repasaba la lista de
artículos que debían añadirse al menú de la cafetería. En ese momento,
quedó inequívocamente claro que era la nieta de Mia.

“Efectivamente. Pensar fuera de la caja y dejar que las ideas fluyan


libremente es importante. Es algo que Elise también decía a menudo.”
Anne pareció impresionada, asintiendo con aprecio al decir esto.

Al ver las reacciones positivas de sus dos ayudantes, Mia se sintió


considerablemente más segura de sí misma.

“¡Hm! ¡Puedo sentirlo! ¡Estoy en racha! ¡Tengo que seguir


pensando fuera de la caja! ¡Vamos a ver hasta dónde puedo llegar con
esto!”

Con la mente acelerada, empezó a escribir en el papiro. Sin


embargo, justo antes de precipitarse por un precipicio, una nueva voz
se unió a la conversación.

“Hola, Mia. Veo que estás trabajando duro.”

“¡Vaya! ¡Abel! ¿Estás aquí para ayudarme?”

“Sí. Oí que te estabas devanando los sesos en la biblioteca, así que


pensé en ser útil y hacer algo de investigación. Investigué algunas
cosas, lo que hizo la Srta. Rafina desde que se convirtió en presidenta
y cosas así.” En ese momento, adoptó un tono más solemne. “Hay un
viejo adagio en Remno: ‘Si quieres ganar en la batalla, tienes que
conocer a tu enemigo’.”
“Ya veo. Es cierto. Tener una idea de la plataforma en la que correrá
la Srta. Rafina parece importante.” Respondió antes de sonreírle.
“Gracias. Me alegro de poder contar contigo, Abel.”

Técnicamente, aunque no hubiera aportado ninguna información


útil, se alegraría de que hubiera venido a verla, pero de todos modos…

La sonrisa de Mia hizo que Abel apartara la mirada avergonzado,


momento en el que se dio cuenta de que Bel le miraba con ojos muy
abiertos e incrédulos.

“¿Hm? Tú… debes ser la joven de la que he oído hablar. ¿La


pariente de Mia, creo?”

“Sí. Encantada de conocerte, Abu… erm, ¿Príncipe Abel? Mi


nombre es Miabel. Por favor, llámame Bel.”

“Encantado de conocerte, Bel. Como has dicho, soy efectivamente


Abel. Abel Remno, Príncipe del Reino de Remno.”

La miró con una suave sonrisa durante un momento antes de soltar


una carcajada.

“Vaya, ¿qué es tan divertido?”

“Oh, es que cuando lo piensas, Miabel es un nombre bastante


gracioso. Quiero decir, es lo que obtienes cuando tomas nuestros dos
nombres y los mezclas.”

De repente, Mia se dio cuenta de que tenía razón.

Miabel = Mia + Abel.


Ciertamente era una forma válida de interpretar el nombre.

“Oh, Abel, eres tan tonto… Ohoho.”

Las mejillas de Mia se enrojecen ligeramente mientras se ríe.

Oh, qué terriblemente tonto de su parte. Se nota que nos querían


mucho, pero aun así, un nombre así es demasiado directo. ¿En qué
lunas estaba pensando mi hijo al ponerle un nombre así? Tiene que
pensar más en—

“Sí, es el nombre que me puso mi abuela y lo quiero mucho.


Significa mucho para mí.”

¡¿Qué?! ¡Augh! ¡¿Qué en las lunas estaba pensando la yo del


futuro?!

En su corazón, gritó consternada.


Capítulo 26:
Puedes Llorar, Abuelo Abel…

“E-Entonces, Abel, ¿qué has averiguado en tu investigación?”


Preguntó Mia tras recuperar la compostura.

“Ah, claro. Bien, pensé que sería más fácil si escribía todo.” Dijo
Abel mientras sacaba dos papeles y los ponía sobre el escritorio. “Este
enumera todo lo que la Srta. Rafina ha hecho desde que se convirtió en
presidenta, y este…”

Se detuvo un segundo, rascándose la cabeza con timidez, antes de


continuar.

“Este es, eh… sólo algunas ideas para las promesas de campaña.
Tal vez te ayuden de alguna manera. O tal vez no. Quiero decir,
realmente no puedo verme a mí mismo llegando a algo bueno, para ser
honesto, pero…”

“¿Por qué no puedes? Yo sí puedo. Además, has sido muy amable


al hacer esto.” Dijo ella, recogiendo con ternura las páginas de Abel en
sus manos.

“Uh, sigue adelante y empieza con la página de la Srta. Rafina.


Realmente no tienes que molestarte con mis ideas. Son un poco
embarazosas, ahora que lo pienso… ¿Hm?”
Los ojos de Abel, que habían estado vagando por la autoconciencia,
se detuvieron en el papiro que estaba sobre el escritorio. Curioso, lo
sujetó y lo leyó. Luego observó a Mia, volvió a mirar el papiro, asintió
para sí mismo en señal de comprensión y se volvió hacia Bel.

“Bel, ¿estabas ayudando a Mia con esto?”

“¡Sí! Es un gran honor poder ayudar a alguien tan estimada como


mi Abuela, es decir, la Srta. Mia, así que me estoy esforzando por hacer
un buen trabajo.” Respondió con energía.

Abel le dio una suave palmadita en la cabeza.

¿Eh? ¿Cómo es que ella recibe una palmadita en la cabeza? ¡Eso


no es justo!

Mia enseguida se puso celosa de su propia nieta. Hasta aquí la


estimada ‘Srta. Mia’.

¿Y por qué estás hablando con Bel en primer lugar? ¡Son mis
promesas! ¡Esa es mi lista!

Con los brazos cruzados, los miró con mala cara hasta que decidió
darle una leída a las notas de investigación de Abel, momento en el
que su indignación se convirtió en horror.

“¿Qué es esto…? ¿Reparaciones a las instalaciones escolares


envejecidas…? ¿Suprimir los eventos escolares innecesarios y
planificar otros nuevos?”
Escrito en la página había… cosas. Cosas impactantes. Su mente
desconcertada no lograba descifrar su significado, pero sabía que
estaban en un nivel diferente al de las ideas que se le habían ocurrido.
Las leyó varias veces más, y se sintió cada vez más ansiosa cuando
empezó a comprender lo que estaba viendo. El trabajo descrito en la
página pintaba la imagen de un presidente que había estado atento a
las necesidades del alumnado, había atendido sus demandas y había
tenido la previsión de realizar un trabajo significativo que seguiría
beneficiando a la academia durante décadas en el futuro. Gracias a un
conocimiento preciso de la situación de la academia, Rafina había
ideado soluciones que no sólo eran eficaces, sino lo suficientemente
sencillas como para que incluso Mia las entendiera…

¿M-Me estás diciendo que tengo que tener ideas como estas?

El Proyecto MDC —Más Dulces en la Cafetería— fue, en


comparación, un auténtico juego de niños.

A-Así que por eso pensó que Bel era la que tenía esas ideas. Ya
veo… Además, ¿soy yo o las promesas de campaña de Rafina suenan
un poco… cómo a Ludwig? Casi puedo escucharlo diciendo cosas
como estas…

Mia no tenía ni idea de lo hábil que era Rafina en política, pero si


sus habilidades administrativas se acercaban siquiera a las de Ludwig,
entonces esta lucha ya había terminado.

¿Qué debo hacer? No se me ocurre nada.


Quería agarrarse la cabeza y hacerse un ovillo, pero antes de que
pudiera, otra persona entró en la biblioteca.

“Ah, Mia. Ahí estás.”

“Oh… ¿Sion?”

Sion levantó la mano hacia ellos, el débil brillo de su frente sugería


que había corrido hasta allí. Mientras se acercaba, lanzó una mirada
curiosa a Bel.

“¿Hm? Tú… Ah, ya veo. Usted debe ser la joven de la que me habló
la Srta. Rafina. ¿Una pariente de Mia, creo?”

“¡Sí! Encantada de conocerte. Mi nombre es Miabel, pero por favor


llámame Bel.”

“Bueno, tienes unos modales encantadores, jovencita. Soy Sion Sol


Sunkland.”

Bel se sintió visiblemente sorprendida por su autopresentación.

“El Rey Libra Sion… ¡Wow! El verdadero en persona…”

“¿Rey… Libra?”

Le dirigió una mirada interrogativa antes de mirar las páginas del


escritorio.

“¿Son estos los logros de la Srta. Rafina mientras ha estado en el


cargo?”
“Sí, una lista bastante impresionante, ¿no?” Dijo Abel con un
encogimiento de hombros impotente. “No nos está dejando muchos
huecos.”

“No creí que lo hiciera.” Dijo Sion mientras hojeaba las otras
páginas. “¿Oh? ¿Y qué es esto?”

“¡Ah!” Exclamó Mia con un sobresalto. “Eso es—”

Sion recogió la lista de sus ideas para la campaña antes de que ella
pudiera detenerlo. Tras leerla, no miró en dirección a Mia, sino, de
nuevo, a Bel, que permanecía de pie con una expresión de inocente
perplejidad.

“¿Estabas ayudando a Mia con esto?”

“¡Sí! Respeto mucho a la Abuela, es decir, a la Srta. Mia, así que


me esfuerzo por ayudarla.”

“Ah. Buena chica.”

Sion le dio una palmadita en la cabeza a Bel con una suave sonrisa.

“Ejeje…”

Ella soltó una risita de placer. Era el mismo intercambio que antes,
pero ella parecía disfrutar mucho más, saboreando el momento con una
gran sonrisa en la cara. Resulta que las palmaditas en la cabeza no se
hacen por igual; recibir una de un apuesto famoso como el Rey Libra
significaba mucho más para ella que una de su propio abuelo.

Puedes llorar, abuelo Abel. Sentimos tu dolor.


Bueno… Es toda una fanática, ¿no? Y con un gusto terrible. Pero,
de nuevo, ella me cubrió con las promesas de la campaña…

Mia se mordió el labio, sin saber si debía alegrarse o molestarse por


la situación. Sus cavilaciones fueron interrumpidas por Sion, que
preguntó: “Pero, ¿y las tuyas, Mia? ¿Dónde están tus ideas de promesa
de campaña?”

Lo que realmente quería decir era: “¡Me estas estorbando, maldita


sea, así que cállate y déjame en paz!” Pero como eso no era realista,
optó por un momento de silencio para considerar sus opciones. Unos
segundos más tarde, tuvo un destello de inspiración.

“Vaya, Sion. Si estás tan preocupado, ¿te gustaría ayudarme con


ellas?”

Su plan: implicar a Sion. De esta forma, si algo de su campaña


acababa enfadando a Rafina, podría alegar que Sion le había ayudado
a idearlo y así disminuir su propia culpa. Además, aunque no era
Ludwig, no se quedaba atrás en el departamento intelectual; su
inteligencia podría ser utilizada. A la hora de la verdad, Mia estaba
dispuesta a utilizar todos los trucos del libro, por muy desagradables
que fueran.

“Me encantaría, pero por desgracia, esta vez he decidido mantener


mi posición de parte neutral.”

… Y su plan se desmoronó inmediatamente. Su exasperante sonrisa


de olvido le arrancó un amargo tsk.
Pequeño… Bien, esta vez te has escapado. Era un plan tan bueno…

Mientras ella refunfuñaba en voz baja, Sion se encogía de hombros.

“No es nada personal, pero considera cómo se vería ante los demás
si te ayudara. Seguramente no querrás pintar esta elección como si
Sunkland y Tearmoon unieran fuerzas para derrocar a Belluga.”

“Entonces, ¿qué has venido a hacer aquí?” Preguntó, con la voz


teñida de un tono de si no vas a ayudar, ¡vete!

“Ah, sí. Casi lo olvido.” Su expresión se tornó sobria y lanzó a Bel


una mirada cautelosa. “Se trata de las Serpientes. ¿Ella puede
escuchar?”

Por Serpientes, se refería, por supuesto, a las Serpientes del Caos,


una sociedad secreta que tramaba actos malvados, cuyos miembros
villanos llevaban el camuflaje de la mundanidad y se mezclaban con
las masas sin rostro. Mientras sus identidades no estuvieran claras, era
difícil saber en quién se podía confiar, y la discusión debía restringirse
a un conjunto limitado de oídos.

Mia asintió.

“Bel es una de nosotros. Puedes confiar en ella.”

En todo caso, prefiere dar a Bel toda la información posible.

Después de todo, las Serpientes del Caos están casi seguramente


detrás de los futuros problemas del Imperio…
“Te tomo la palabra. Entonces podemos hablar de ello ahora
mismo. Primero, déjame aclarar que lo que voy a decirte no es
información definitiva, así que tómalo con pinzas… pero parece que
las Serpientes del Caos tienen agentes en Tearmoon.”

“Ah. Ya me lo imaginaba.”

Teniendo en cuenta que las Serpientes se mezclaban con la


sociedad, haciendo imposible saber quiénes eran, tenía sentido que
también estuvieran en Tearmoon. Ella esperaba escuchar eso.

“Y no en cualquier lugar de Tearmoon. Están entre la nobleza


central. Específicamente, parece que uno de los Cuatro Duques está
conectado con ellos.”

“¿Los Cuatro Duques?”

Eso, no había esperado escucharlo.


Capítulo 27:
Las Sospechas Abundan

“¿De qué estás hablando, Sion? ¿Quieres decir que uno de los Cuatro
Duques es una Serpiente del Caos?” Preguntó con voz nerviosa.

Los Cuatro Duques del Imperio eran los nobles más cercanos al
Emperador. Ellos y su familia inmediata, conocidos colectivamente
como los etoiles, estaban emparentados con él por sangre y estaban en
la línea del trono. Eso no los hacía automáticamente dignos de
confianza, pero teniendo en cuenta su proximidad al Emperador, uno
debería esperar poder confiar en ellos más que en el resto de la nobleza.
Cualquier evidencia de lo contrario era una preocupación importante.

“¿Cómo de no definida es esa información?”

Sion frunció el ceño, pensativo, antes de responder.

“Bueno, si lo tomamos al pie de la letra, es de esperar que la


exactitud de esta información sea algo cuestionable. Originalmente,
fueron los Cuervos del Viento enviados a Tearmoon quienes
desenterraron esto, pero probablemente lo archivaron en su momento
porque no parecía importante. Quiero decir, estamos hablando de una
inteligencia muy antigua. ¿Qué relevancia puede tener si la dejaron
acumular polvo durante tanto tiempo?”
“¿Qué relevancia puede tener, eh…?” Se hizo eco Abel. “¿Soy yo,
Príncipe Sion, o escucho un toque de sarcasmo? Dijiste que su
exactitud es cuestionable si la tomamos al pie de la letra. ¿Hay otra
forma de verlo, entonces?”

Sion afirmó su sospecha con un movimiento de cabeza.

“Siempre hay múltiples facetas en estas cosas. Siempre se pueden


mirar desde una perspectiva diferente. Una que es, como sugeriste, un
poco menos frontal.” La comisura de sus labios se levantó en una
sonrisa socarrona. “Y da la casualidad de que la perspectiva menos
obvia me resulta más convincente. En otras palabras, ¿qué pasaría si la
inteligencia se archivara no porque se considerara poco importante…
sino más bien lo contrario?”

“Ajá. Ya veo a dónde quieres llegar. Las Serpientes del Caos se


infiltraron en los Cuervos del Viento, después de todo. Si Jem o sus
cómplices estaban ocultando información a propósito, entonces la falta
de atención a esta pieza de inteligencia en particular parece mucho más
sospechosa.”

“Eso… parece muy sospechoso.” Coincidió Mia. “Creo que


tenemos que averiguar más sobre esto.”

Si su sospecha era cierta, sería un gran problema. ¡Los sospechosos


en cuestión eran los Cuatro Duques! Ellos y sus familias apoyaban al
Imperio reuniendo al resto de la nobleza, y estaban obligados a apoyar
a la familia imperial hasta el final… O eso pensaba Mia… Entonces
recordó algo de la línea temporal anterior.
¿Hm? Espera un momento… ¿No fui traicionado por Esmeralda la
última vez?

Esmeralda, que a menudo decía ser la mejor amiga de Mia, había


huido del Imperio en cuanto comenzó la revolución. Y no sólo ella,
sino toda su familia y todos sus criados se habían largado de allí. Los
Greenmoon poseían barcos de vela y tenían contactos con reinos
extranjeros de ultramar. Aprovechando sus contactos, habían
conseguido escapar del Imperio, que se estaba convirtiendo
rápidamente en un territorio peligroso.

Durante su último encuentro, Esmeralda le había hablado con la


misma sonrisa elegante de siempre.

“Srta. Mia, ¿por qué no organizamos una fiesta de té aquí en la


residencia Greenmoon? Haremos una fiesta magnífica e invitaremos a
muchos invitados. Allí, como orgullosos nobles de Tearmoon,
declararemos juntos nuestra lealtad al Imperio y juraremos servirlo con
todo nuestro corazón y alma. ¿No suena maravilloso?”

Las palabras de Esmeralda habían sido vigorizantes, y Mia se sintió


muy reconfortada por ellas. Los días de viaje con Ludwig para
examinar el lamentable estado del Imperio habían hecho mella en su
psique, y su buena amiga era una fuente de consuelo para su alma
dolorida y abatida.

Entonces llegó el día de la fiesta del té, cuando Mia llegó a la


residencia Greenmoon y la encontró completamente abandonada. Esta
no sería la última de las traiciones que experimentaría, pero sí la
primera, y la había dejado conmocionada hasta la médula.

“Hnnnngh, y yo que pensaba que por fin iba a tener un poco de


pastel…”

El hecho de que estuviera deseando comer un poco de pastel para


recompensarse por su duro trabajo lo hizo mucho peor.

Hm, ahora que lo pienso, creía la Mia de línea temporal actual, esos
Cuatro Duques y su gente… se comportaban más o menos igual…

Recordó las varias veces que había acudido a ellos en busca de


ayuda, sólo para toparse con un muro. Como cuando le pidió a uno de
ellos que ayudara al pueblo que luchaba contra la hambruna, sólo para
ser rechazada… y cuando pidió a uno de ellos que enviara tropas a la
capital para defenderla, sólo para ser ignorada… Peor aún era el hecho
de que su pedigrí requería que alguien de suficiente estatus hiciera la
petición, así que Mia a menudo tenía que hacer el viaje ella misma,
sufriendo la experiencia equivalente a llamar a las puertas y que le
dijeran que se largara. Cada caso de este tipo dejaba una nueva cicatriz
en su corazón. Se llegó a rumorear que los Yellowmoon estaban
ayudando en secreto al ejército revolucionario.

Teniendo en cuenta todo esto, ni siquiera debería sorprenderme


que hubiera traidores entre ellos… De hecho, ¡debería considerarme
afortunada! ¡Esto es una oportunidad! Tengo una posibilidad entre
cuatro de eliminar a una de las Serpientes. Si atrapo al tipo y se lo
entrego a Rafina, podría complacerla lo suficiente como para dejarme
libre si mis promesas de campaña no resultan tan buenas…

Sintiéndose un poco mejor sobre su situación, miró a Sion, que


negó con la cabeza.

“Por desgracia, ha pasado demasiado tiempo. Averiguar más va a


ser una tarea difícil.”

“Eso… no es sorprendente, supongo.”

“Además, hemos perdido el contacto con la persona que nos dio esa
información.”

“¿Qué? Entonces…” Dijo ella, interrumpiendo mientras su boca se


abría lentamente.

“Presumiblemente, el agente fue silenciado. Asesinado. Esa es la


suposición más razonable.” Dijo Sion con voz grave mientras se
cruzaba de brazos. “De todos modos, no sabemos nada con seguridad.
Como dije al principio, la exactitud de esta información es dudosa.
Aun así, probablemente sea aconsejable un poco de precaución
adicional.”

Sus palabras sonaron como un estruendo lejano para Mia, cuyos


pensamientos se habían vuelto hacia el interior. Al combinar el
descubrimiento de Sion con lo que Bel le había contado, en su mente
se había manifestado una imagen totalmente diferente.
Los Cuatro Duques se enfrentan entre sí en su lucha por el control
del Imperio. Según Bel, se dividen en dos facciones y estalla la guerra
civil… ¿pero era realmente una lucha de poder?

Sabiendo lo que sabía, era una pregunta que le salía naturalmente.


Si uno de los duques albergaba Serpientes del Caos, una estratagema
suya sería una explicación mucho más convincente para la repentina
fragmentación del Imperio que una simple lucha de poder.

Estos Cuatro Duques… Será mejor que los vigile…

Y quién aparecería en su puerta al día siguiente sino el hijo mayor


del Duque Bluemoon, Sapphias Etoile Bluemoon.
Capítulo 28:
Una Invitación (a una Trampa Mortal) del
Vástago de los Bluemoon

Con la ayuda de las notas de Abel como referencia, Mia consiguió


terminar de componer sus promesas de campaña en la biblioteca. El
propio Abel la ayudó, por supuesto, e incluso consiguió arrastrar a
Sion, extrayéndole ideas con entusiasmo mientras él refunfuñaba cosas
como: “Soy una parte neutral. Se supone que no debo ayudarte…”

Su renuente participación la divirtió, y se alegró al comprobar que


parecía haber adoptado un talante más amable. El buen humor, sin
embargo, sólo podía sostenerla durante un tiempo. Cuando terminaron,
estaba a punto de derrumbarse. Si su cerebro fuera un motor, estaría
funcionando a base de gases, gases que salían visiblemente de ella en
forma de vapor que salía de su febril cabeza. Sion le dirigió una mirada
de disculpa.

“Lo siento, Mia.”

“… ¿Eh? ¿Y ahora qué?”

Ella lo miró fijamente.

“Uh, sobre los Cuatro Duques. Puedo decir que la noticia te molestó
tanto que no podías pensar con claridad. En todo este tiempo, no vi ni
una pizca de tu brillantez habitual. Ese fue mi error. Debería haber
elegido un mejor momento para decírtelo.”

El tono considerado de su mensaje se vio socavado por sus


desafortunadas implicaciones lógicas. En efecto, acababa de descartar
todo el trabajo cerebral de Mia, ¡y eso que había estado funcionando a
pleno rendimiento!

¡¿Qué?! Sí trabajé tan duro para llegar a esas propuestas…

Le habría dado un golpe de timón, pero no tenía energía para ello.


Además, él la ayudaba mucho con sus promesas, así que la tolerancia
parecía la respuesta correcta. Mia, como ves, era una adulta
responsable.

… Que fue a trompicones a su habitación, se tiró en la cama y


durmió como una roca hasta la mañana siguiente. Todo por redactar
una lista de promesas de campaña.

Al día siguiente, en el aula que habían convertido en un cuartel


general improvisado, Mia y compañía discutían la estrategia electoral,
cuando llegó Sapphias Etoile Bluemoon y solicitó una audiencia.

“Hola, Su Alteza. Que tenga un buen día.”

“Buen día para ti también, Sapphias. ¿Está bien tu padre?”

“Bastante bien. Mejor que nunca, de hecho, en virtud de la buena


voluntad de Su Majestad Imperial. Y buenas lunas, Su Alteza, está
usted tan hermosa como siempre. Una y otra vez me encuentro
hipnotizado por sus encantos.”

“Vaya, esa dulce lengua tuya… Ohoho.”

A diferencia de los saludos superfluos que intercambiaron, el


monólogo interior de Mia fue mucho menos amistoso.

Así que… ¡Por fin has venido!

En cuanto escuchó que Sapphias había solicitado una audiencia,


inmediatamente hizo la conexión con lo que había escuchado de Sion.

Serpientes del Caos… Si crees que puedes atraparme con tus


planes, ¡entonces será mejor que lo pienses de nuevo! Voy a darle la
vuelta a esto, atraparte en el acto, ¡y llevarte directamente a Rafina!
Se jactó con fanfarronería, en la medida en que tal cosa era posible. El
cazador… ¡se ha convertido en la presa!

“Ahora bien, Su Alteza… ¿Puedo pedir que se despeje la sala?”

Sapphias echó un vistazo a la sala. Sólo eso bastó para que algunos
estudiantes corrieran hacia la puerta. Como vástago de uno de los
Cuatro Duques, su influencia eclipsaba fácilmente la de incluso la
realeza de reinos más pequeños.

“Mia.”

Abel pidió precaución con el ceño fruncido.

“Está bien, Abel. ¿Podrías encargarte de que nuestros amigos


encuentren otra habitación para trabajar?”
Luego inclinó la cabeza hacia Tiona, que se retiró rápidamente con
Abel. Le dolía separarse de los dos miembros de su grupo que sabían
manejar la espada, pero dadas las circunstancias, no tenía otra opción.
Sapphias, que lucía una sonrisa de satisfacción mientras observaba a
la gente salir de la sala, miró de repente al lado de Mia y enarcó una
ceja.

“Bueno, eso es extraño. ¿Eres débil de oídos, chica? Se te ha


ordenado que te vayas.”

Anne se estremeció ante su mirada y comenzó a retroceder, pero


Mia dio un paso adelante, interponiéndose entre ellos.

“Ella es mi sirvienta personal y, por lo tanto, mis brazos y piernas.


Es una parte de mí. ¿Podrías cortar mis brazos y piernas de mi cuerpo?”

Ella le devolvió la mirada, devolviendo el favor.

“En absoluto, Su Alteza. Si le complace, soportaré con gusto su


presencia.”

Bajó la cabeza en una respetuosa reverencia, a lo que Mia soltó otro


arrogante hmph.

Estar a solas con un miembro de las Serpientes del Caos es


demasiado peligroso. ¡No soy tan estúpida como para permitir que eso
ocurra!

“Milady…”
Anne, por su parte, observó el intercambio en curso con lágrimas
de emoción.

“Bueno, escuchémoslo entonces. ¿Qué pasa?” Preguntó Mia.

“Vengo a informar a Su Alteza.” Respondió Sapphias con una


sonrisa amistosa. “De que los Bluemoon le ofrecemos todo nuestro
apoyo durante esta elección. Estamos a su servicio.”

“Vaya, qué noticia tan prometedora. ¿Has venido hasta aquí sólo
para decírmelo en persona?”

“No del todo. También traigo un plan, con el que Su Alteza puede
reclamar la victoria.”

“… ¿En serio?”

Mia se inclinó un poco hacia delante. Una forma de ganar contra


Rafina era exactamente lo que le faltaba ahora mismo.

“¿Realmente tienes algo así?”

“En efecto, y es sencillo. Encontrar los defectos de la Srta. Rafina


y machacarlos.”

“¿Sus defectos, dices?”

En resumen, propuso un método conocido amablemente como


campaña negativa. En lugar de resaltar los beneficios de sus propias
políticas, Mia encontraría defectos en su oponente y los utilizaría como
forraje para los ataques políticos. Sin duda era una táctica eficaz,
pero…

“Eso es ciertamente factible contra un noble promedio, pero


¿realmente la Srta. Rafina posee el tipo de deficiencias requeridas?”

“¿A quién le importa? Si no las posee, podemos inventar algo.”

“¿Qué?”

“Rafina Orca Belluga es una santa de carácter muy virtuoso. Por


eso, hasta el más mínimo defecto se convertirá en una mancha evidente
en su reputación. Todo lo que se requiere es un poco de preparación
entre bastidores. Apenas un desafío. Si le complace, Su Alteza, estaré
más que feliz de asumir esta tarea personalmente.” Dijo Sapphias con
una sonrisa astuta.

Lo miró fijamente y se encontró…

¡Dulces lunas! ¡No había pensado en eso!

… ¡Realmente impresionada por su idea!

Para Mia, que se había sentido completamente intimidada por la


impecabilidad de las políticas de Rafina, el hecho de darse cuenta de
que podía inventarse los defectos fue una auténtica revelación, un
descubrimiento innovador de proporciones epifánicas.

¿Sabes qué? Ahora que lo pienso, estoy bastante segura de que me


hicieron eso muchas veces durante la revolución… Cuatro de cada
cinco rumores que decían cosas malas sobre mí no eran ciertos.
De hecho, al menos tres de cada cinco habían sido críticas reales,
pero… bueno, eso significaba que un buen cuarenta por ciento de los
rumores eran falsos, así que podría decirse que todavía tenía razón.

Lo que hacía que ese tipo de rumores fuera especialmente molesto


era que, incluso cuando los proclamaba personalmente como falsos,
mucha gente no me creía…

La experiencia personal hizo que la lógica de Sapphias pareciera


aún más convincente, y se encontró a punto de creer en su plan. Sin
embargo, algo la detuvo. Ya sea por intuición o percepción, las alarmas
sonaban en su cabeza.

Sin embargo, te pone de los nervios cuando alguien te hace eso.

En otras palabras, insultar a alguien por algo que nunca ha hecho


es una gran manera de sacarlo de sus casillas, y puedes estar seguro de
que le guardará rencor durante mucho tiempo.

Soy una persona bastante tolerante, si lo digo yo, e incluso me


enfadé bastante. Si intento un truco como ese con Rafina, ella va a
explotar. Y cuando lo haga…

Las escenas de Rafina mirándola con puñales de pura ira sin


adulterar mientras se acobardaba aterrorizada llenaron su mente,
seguidas de una vívida imagen de un camino muy familiar hacia un
mecanismo de corte de cabeza muy conocido.
¡Eeeeek! ¡No! ¡No! ¡De ninguna manera voy a intentar algo así!
¡Acabaré en la guillotina tan rápido que ni siquiera sabré qué me
golpeó!

Así es. Esta no era la Mia del pasado. Era la Mia del presente con
toda una vida de experiencia en su haber. Una vida truncada, pero una
vida al fin y al cabo. Y la Mia del presente sabía muy bien que lo que
se siembra, se recoge. La semilla que Sapphias intentaba sembrar
probablemente se convertiría en una hermosa flor, pero sería una
belleza fugaz que daría paso a un fruto amargo y venenoso.

“La hija del duque de una pequeña nación como Belluga no es nada
ante el poder de nosotros, los orgullosos nobles de Tearmoon. La
romperemos como una ramita, sólo mira. ¡Ja, ja!”

Vio cómo Sapphias se reía con tanta suficiencia que empezó a


doblarse hacia atrás, y fue entonces cuando se dio cuenta.

¡Ajá! ¡Así que eso es! Ya sé lo que están haciendo las Serpientes
del Caos. Están intentando abrir una brecha entre Rafina y yo. Qué
pena para ti, porque no voy a dejar que eso ocurra.
Capítulo 29:
Justo y Equitativo…

“De todos modos, cuando ganes las elecciones, recuerda guardarme un


puesto en el consejo estudiantil.”

Sapphias, sin darse cuenta de que Mia se había dado cuenta, seguía
en su línea de suficiencia. Entrecerró los ojos y se rió de su descarada
autopromoción.

“Para que sepas…” Hizo una pausa para lograr un efecto dramático
y continuó con la voz baja. “No estás engañando a nadie.”

Su siniestro discurso pretendía transmitir algo así como: ¿Esos


planes secretos tuyos? Puedo ver a través de ellos. Sapphias se
sorprendió al principio, pero rápidamente se recompuso.

“Jaja, me está dando demasiado crédito, Su Alteza. Rafina Orca


Belluga no es una persona tan formidable como usted la presenta.”
Dijo con una sonrisa despreocupada.

Su respuesta fue exactamente la que Mia esperaba.

Así que esa es tu excusa. Bueno, lo vi venir desde un kilómetro de


distancia. Me elevas a mí, y bajas a Rafina. Al restarle importancia,
afirmas que oponerse a ella no es gran cosa. En esencia, me estás
diciendo que mis sospechas son un malentendido, porque ¿por qué
pasarías tanto tiempo conspirando contra alguien que importa tan
poco?

Una princesa más estúpida podría haberle tomado la palabra y


sentirse realmente bien consigo misma, creyendo que realmente estaba
dotada de más excelencia que la Santa Dama Rafina.

Pero no soy tan estúpida, ¡así que peor para ti!

Mia se sintió muy bien consigo misma, sabiendo que había visto
claramente el plan de su oponente. Dejando a un lado la ironía, hinchó
el pecho y lo miró fijamente.

“Me niego a participar en este tortuoso plan tuyo, Sapphias.”


Declaró con suprema satisfacción.

¿Crees que puedes hacer que me ponga en contra de Rafina?


Piénsalo otra vez.

“¿Te estás negando a este brillante plan mío? Te vas a arrepentir.”


Dijo incrédulo antes de salir de la habitación.

Lo vio irse, disfrutando de su triunfo. Entonces, se le ocurrió un


pensamiento.

Espera, las tácticas solapadas son un no-no, pero todavía tengo


que pedir a la gente de las familias de los Cuatro Duques que me
consigan votos. Será mejor que siga con eso mañana…

Sin embargo, pronto descubriría que una serie de rápidos


acontecimientos desbaratarían por completo sus planes.
“¡Esa estúpida y cobarde princesa! Prácticamente le estoy
entregando la victoria en bandeja de plata, ¿y tiene el valor de decir
que no?” Murmuró Sapphias mientras llevaba la pierna hacia atrás para
patear la pared del pasillo… pero luego lo pensó mejor. La pared
parecía muy sólida y no quería lastimarse el pie.

“Sólo para que sepas… No estás engañando a nadie.”

Las palabras de Mia resonaron en su mente.

“¿No la estoy engañando? De ninguna manera…”

Espera…

“Mi plan es perfecto. ¿Cómo puede saberlo?”

Espera…

“¿Cómo es posible que Rafina esté detrás de mí?”

Y ahí está la gracia.

“Ella piensa demasiado en Rafina. Esto ya no es precaución. Esto


es falta de carácter. ¿Y qué pasa si es un plan retorcido? Todo el mundo
sabe que todo vale en el amor y en la guerra. Sólo estoy haciendo lo
necesario para ganar.”

Refunfuñó durante todo el pasillo hasta que una voz lo detuvo.

“¿Disculpe, Lord Sapphias?”

Se giró por reflejo en su dirección, para encontrar a una chica.


“¿Hmm? Ah… Eres la hija de ese noble indigente de las afueras.
¿Quién te dio permiso para hablar conmigo, hm? ¿Se te ha subido a la
cabeza todo ese trato especial que has recibido de Su Alteza?”

La visión de Tiona Rudolvon lo enfureció, y se dirigió a ella con


brusquedad, concentrando todas sus frustraciones persistentes en un
veneno que cubrió su mirada y sus palabras. Ella se tensó y dio un paso
atrás, pero luego se recompuso, apretó los puños y levantó la vista para
encontrarse con su mirada.

“Por favor, absténgase de hacer cualquier cosa que se interponga


en el camino de Su Alteza.” Su voz temblaba, pero continuó. “Ella…
no es como ustedes. Ella odia los trucos sucios.”

La miró durante unos segundos como si no entendiera lo que


significaban las palabras. Cuando por fin se dio cuenta de que acababa
de ser sermoneado por una chica inferior a él tanto en edad como en
estatus, sus labios se torcieron en una sonrisa de desprecio.

“Así que, estabas escuchando a escondidas. Qué apropiado. Un acto


vil de una persona vil.”

“Sí, soy de las afueras. Y sí, mi familia no es rica. Pero Su Alteza


es el tipo de persona que no discrimina por las circunstancias del
nacimiento de uno.”

Su respuesta convirtió su sonrisa en una mueca.

“Tienes una gran boca para ser un noble de poca monta. Creo que
será mejor que te enseñe una lección…”
Tenía la intención de dar un paso adelante e intimidarla, pero su pie
apenas había dejado el suelo cuando escuchó una segunda voz.

“Muy bien, dejemos las lecciones a los profesores, ¿de acuerdo?”


Dijo Abel, que apareció detrás de Tiona. “Además, personalmente, yo
no iría por ahí amenazando a las jóvenes de esa manera. No es bueno
para la imagen.”

“Abel Remno, eh. El segundo príncipe de un reino de segunda


categoría. ¿Qué te hace pensar que puedes hablarme así? Soy un
etoile.” Sapphias miró por debajo de su nariz a Abel.

“Bueno, un enfrentamiento contigo es probablemente


desaconsejable desde el punto de vista diplomático, teniendo en cuenta
que Remno no es precisamente el igual de Tearmoon…” Dijo Abel
con un encogimiento de hombros irónico. “Pero si no hablara aquí,
recibiría una bronca de esa princesa de tu ilustre imperio. Así que te
agradecería que te abstuvieras de cualquier acto de violencia hacia las
damas.”

Completamente imperturbable por el alarde de poder imperial de


Sapphias, llevaba una sonrisa tranquila. Era el tipo de sonrisa que
advertía a su oponente de que no debía poner a prueba su paciencia.

Su oponente, por su parte, estaba muy asustado. Como pariente de


sangre de Mia, Sapphias Etoile Bluemoon compartía su sistema de
valores. En concreto, no le gustaban las cosas que dolían. Más
concretamente, no soportaba ver el símbolo universal del dolor: la
sangre. De hecho, la mera visión de la misma podía provocarle un
desmayo. Tropezar y rasparse la rodilla era suficiente para que se
sintiera mareado; lo sabía por experiencia. Por eso, incluso cuando
disciplinaba a sus sirvientes, lo máximo que daba era una buena
bofetada en la cara. E incluso eso intentaba hacerlo lo menos posible,
porque después le dolía la mano. En teoría, podía dejar que sus
subordinados llevaran a cabo el castigo físico, pero eso conllevaba el
riesgo de que no supieran moderar su fuerza. Si le partían el labio o le
hacían sangrar la nariz, podría desmayarse en el acto.

Por esta razón, Sapphias era un chico con una fuerte aversión a la
violencia. Ni que decir tiene que nunca había participado en el torneo
de esgrima, ni se había entrenado para ello. Incluso Tiona era
probablemente mejor que él con la espada. Quitando el componente
político, no le quedaba mucho en términos de poder.

Mientras tanto, Abel era de la realeza. Realeza de segunda clase de


un reino inferior a Tearmoon, pero aun así, realeza. Además, la
Princesa Mia le tenía cariño. Una riña verbal podría pasar
desapercibida, pero en el caso de un enfrentamiento mayor, Sapphias
estaría en la cuerda floja. Analizó rápidamente el escenario actual en
su cabeza, y…

“H-Hmph, no te creas demasiado. Los Bluemoon no somos fáciles


de convencer. Muchos de los nobles del Imperio están de nuestro lado.
También voy a hablar con el resto de los etoiles, ¡así que puedes
olvidarte de recibir ayuda de ellos!”
“Bueno… ¡Adelante! Incluso sin su ayuda, Su Alteza estará bien.
Derrotará a la Srta. Rafina sin problemas.” Dijo Tiona, aumentando su
confianza a medida que hablaba. “Estará bien. Sé que lo logrará.”

La noticia de este intercambio no llegaría a Mia hasta la mañana


siguiente, justo antes de que se dispusiera a salir a pedir a los etoiles
que le consiguieran votos.

¡G-Gaaaah! ¿Qué pasa con esta chica? ¿Está tratando de


fastidiarme o algo así? ¡Uf, no la soporto! ¡Definitivamente es mi
archienemiga!

Aunque estaba frustrada, la presencia de Abel le impidió hacer un


berrinche. Además, él se había puesto del lado de Tiona, dejándola sin
más opción que seguirle el juego.

“Ya veo… Gracias. Realmente le diste un pedazo de mi mente allí,


¿no? Eso es… definitivamente lo que yo habría dicho.”

“Me honra su aprobación, Su Alteza.”

¡No lo apruebo, maldita sea! ¡Definitivamente no apruebo lo que


hiciste!

Como resultado, Mia perdió lo que se suponía que era un bloque


garantizado de votos de los nobles de Tearmoon. Sin embargo, lo que
vendría de la muestra de coraje de Tiona, aún no lo sabía.
Capítulo 30:
Sapphias es Convocado

“¡Maldita sea! ¿Quiénes se creen que son para hablarme así? ¡Maldita
sea, maldita sea, maldita sea!” Gritó Sapphias en un ataque de rabia
tras regresar a su habitación, puntuando sus maldiciones con un
puñetazo a la almohada de su cama. Su furiosa andanada resonó en
forma de una serie de sordos foomphs. Después de un tiempo, la
inutilidad de este ejercicio superó su ira, y se desinfló con un largo
suspiro.

“Yo… necesito entrar en el consejo estudiantil. No puedo


permitirme meter la pata…” Dijo apretando los dientes.

Su expresión estaba marcada con la tensa mueca de quien se queda


sin opciones. Miró el escritorio que tenía a su lado, sobre el que yacía
una carta de pocas líneas que decía…

Mi Querida Ternura,

¿Te mantienes bien?

Sigo gozando de buena salud, como siempre. Sin embargo, no


consigo verte, y eso es una fuente frecuente de tristeza para mí.
Era el comienzo de una carta de amor, ¡y muy sentida! Sapphias,
como ves, tenía una prometida que había sido prometida a él desde que
eran niños. Los matrimonios concertados no eran infrecuentes en el
panorama político de la nobleza. Eran un método importante a través
del cual las familias profundizaban los lazos entre sí y adquirían poder.
Pedigrí, riqueza, fuerza militar… Todos estos factores y otros más
formaban parte del complejo cálculo de intereses propios en
competencia que constituía la base de los matrimonios nobiliarios,
muchos de los cuales involucraban a participantes involuntarios. En el
caso de Sapphias… contra todo pronóstico, él y su futura esposa
compartían el afecto mutuo. Compartían tanto afecto, de hecho, que se
extendía a todo lo que hacían juntos. Coqueteaban en sus cartas.
Coqueteaban en sus citas. Coqueteaban cuando se visitaban en casa.
Coqueteaban tanto que empezó a molestar a sus familias que, en un
intento de mantener la cordura, evitaban activamente estar en la misma
habitación que ellos.

La chica era hija de un marqués. Aunque no era tan estimada como


los Cuatro Duques, el pedigrí de su familia era más que adecuado para
que fuera una novia apropiada. Era una joven hermosa que consideraba
a Sapphias como un joven respetable y honrado. La validez de su
opinión era tal vez algo sospechosa, pero sus mutuas disfunciones
dieron lugar, no obstante, a lo que sin duda era una pareja ideal entre
la alta nobleza. También se parecían más que de pasada a Mia en la
forma en que sus cerebros tendían a quedarse atascados en el modo
romántico, pero nunca lo admitirían.
Por supuesto, no había nada malo en todo eso. El problema era que
Sapphias había escrito una carta a su novia presumiendo de que estaría
en el consejo estudiantil.

“¿Se supone que debo decirle que he hablado demasiado pronto y


no he entrado? ¡Nunca! ¡La vergüenza! ¡La vergüenza sola sería
demasiado!”

Se agarraba la cabeza y se lamentaba desconsoladamente. Era un


lamento que provenía de lo más profundo del corazón de un hombre
atribulado por el amor.

Llegados a este punto, sería prudente mencionar que no estaba solo


en su habitación. Su compañero de habitación, un joven llamado Darío,
también estaba presente. Darío resultaba ser el hermano menor de su
prometida, quien, a través de sus conexiones, logró inscribirse en
Saint-Noel como asistente de Sapphias. Tener acceso a la mejor
educación del continente debería haber sido una bendición
incondicional, y de hecho, estaba muy contento de ser un estudiante de
la academia, pero venía con una trampa: de vez en cuando, tenía que
ver a su futuro cuñado lamentándose con consternación porque estaba
teniendo problemas para escribir cartas de amor a su hermana. Sea o
no la mejor escuela del continente, ese era un infierno especial.

“Oye, Darío, ¿qué debo hacer? ¿Crees que me perdonará?”

“Uhh… Claro, ¿por qué no? Quiero decir, ella tiende a ser bastante
‘eh, lo que sea’ sobre las cosas…” Respondió algo cansado.
Y la vuelta a casa no le proporcionaba ninguna escapatoria, ya que
se vería sometido a la inversa, con su hermana hablando sin parar de
sus momentos románticos con Sapphias. Al menos, pensó, sugería que
un fracaso menor como no entrar en el consejo estudiantil no iba a
afectar a su relación.

“Pero… No, no puedo. Tengo una imagen que mantener. ¡Ah! ¡Si
Su Alteza hiciera lo que le digo para que me deba un favor! Maldita
sea…”

Aunque el momento fuera incómodo para Darío, no duró mucho.


Justo entonces, alguien llamó amablemente a la puerta.

“Hm, yo me encargo de eso. Discúlpeme un momento, Lord


Sapphias.”

“Vamos, ya puedes dejar el lord. Pronto vamos a ser hermanos.


Siéntete libre de llamarme algo más casual, como Saph.”

“Lo tendré en cuenta, Lord Sapphias.”

Se dirigió a la puerta con una rapidez que delataba su deseo de


apartarse de la situación actual, sólo para fruncir el ceño con extrañeza
al ver a un hombre desconocido cuando la abrió.

“Perdone la intromisión, Lord Sapphias Etoile Bluemoon. La Srta.


Rafina desea hablar con usted.”

“… ¿Eh?”
Sapphias se volvió hacia el hombre con una expresión igualmente
inquisitiva. Era un mensajero enviado por la figura de autoridad central
de la academia, Rafina Orca Belluga. Sin embargo, sin que Sapphias
lo supiera, bien podría haber sido un mensajero del infierno.

“S-Srta. Rafina… Creo que deseaba verme.”

Sapphias, tras ser conducido al despacho del consejo estudiantil del


que tanto había deseado formar parte, atravesó la puerta y se vio
bañado por… no una oleada de la satisfacción de haber puesto por fin
un pie en su sagrada cámara, sino por la desconcertante mirada de
Rafina, que estaba sentada con la espalda apoyada en su silla. Le sonrió
dulcemente, con la taza de té y el platillo en las manos, y bebió un
sorbo antes de dejarlos en la mesa vacía que tenía a su lado.

Normalmente, se consideraría inaceptablemente descortés


convocar a alguien y, cuando llega, saludarlo disfrutando de una taza
de té tú solo. El único escenario legítimo para tal gesto sería cuando la
parte convocada tuviera una falta considerable… y Sapphias tenía una
muy buena idea de cuál podría ser dicha falta. Su cabeza le decía que
no había forma de que ella se enterara, pero su instinto le decía que
estaba en problemas.

Rafina, por su parte, mantenía los ojos fijos en su taza mientras


daba vueltas tranquilamente a su contenido de color pardo, sin darse
cuenta o indiferente a su aprensión.
“U-Um… ¿Srta. Rafina?”

“¿Hm? Oh, mis disculpas.” Dijo con una risita cortante. “Estaba
pensando en algo.”

“¿Eh? Uh, ¿qué podría ser?”

“Oh, sólo… Lo que una amiga mía haría en una situación como
ésta.”

“Huh… No estoy seguro de que…”

Fue entonces cuando Sapphias se dio cuenta de que no estaban


solos. Detrás de Rafina había una chica que reconoció. Su rostro estaba
mortalmente pálido, y por una buena razón; ella era la que había
sobornado para difundir rumores maliciosos sobre Rafina.

“Parece que están pasando muchas cosas entre bastidores, ¿no es


así? Sin embargo, tengo que decir que debes aprender a cubrir mejor
tus huellas, o estas acciones tuyas te llevarán seguramente a la ruina.”
Dijo Rafina con su voz plateada.

Sólo entonces levantó la vista de su taza de té y le miró a los ojos.


Él se estremeció ante su mirada, prístina y penetrante como las gotas
de rocío que reflejan el sol de la mañana.

“No engañas a nadie.”

De nuevo, las palabras de Mia resonaron en su mente.

¡De ninguna manera! ¿En verdad lo sabe?


La conmoción endureció su cuerpo mientras el miedo subía
lentamente por su columna vertebral. Rafina observó esta reacción con
detenimiento antes de continuar con un tono demasiado suave para ser
genuino.

“Me has planteado un dilema… Verás, creo que los que hacen el
mal deben ser castigados. Por supuesto, es humano errar, y en la
mayoría de los casos, la misericordia puede muy bien ser requerida.
Pero tú, Sapphias… Eres el hijo mayor de un duque.” Dijo, clavando
en él una mirada de carámbano. Era pura, brillante y helada. “Nacimos
en tierras diferentes, pero en estaciones similares. Supongo que eres
consciente de la necesidad de asumir la responsabilidad de tus actos de
una manera acorde con tu rango.”

El sudor, profuso y frío, rodó por su espalda. La chica a la que había


descartado como una simple hija del duque de una pequeña nación era,
ahora se daba cuenta, una ejecutora de la justicia que actuaba en
nombre de Dios. En ese momento, su espada del juicio se cernía sobre
su cuello, y sus ojos brillaban con la convicción necesaria para
dispensar un justo castigo a los que pecaban. Sin embargo, antes de
golpearlo, el filo de su voz se suavizó.

“Pero sé que Mia te perdonaría. Ella diría que esto es una escuela.
Que es un lugar de enseñanza, y que expulsar a los estudiantes después
de un solo error sería cruel. Y ella te mostraría misericordia.”

El castigo cumplía dos funciones. Trataba de aplacar los agravios


de la víctima obligando al agresor a sufrir a cambio, y servía de
disciplina para los que hacían el mal. Disciplinar era, en esencia,
educar.

“En este caso, supongo que yo sería la víctima, ¿no?” Se preguntó


en voz alta mientras se llevaba una mano a la mejilla. “Pero parece que
el verdadero victimismo se me ha escapado… Como aquella vez con
Tiona, no hay necesidad de aplacar ningún agravio mío. Eso nos deja
con asegurar que los que hicieron el mal se arrepientan de sus
acciones.”

Sapphias observó con perplejidad cómo ella hablaba de un


incidente totalmente desconocido para él. Luego se rió.

“Dime, Sapphias, ¿sabrías por casualidad si Mia dijo algo?”

“Ella dijo… que lucharía contra ti limpiamente.” Respondió,


repitiendo lo que había dicho Tiona.

La palabra del asistente era la orden del amo. Tal era la naturaleza
de la sociedad noble. Para Sapphias, una noble de poca monta como
Tiona no era diferente de un asistente. Por lo tanto, transmitió sus
palabras a Rafina como propias de Mia sin pensarlo dos veces.

“Ah… ya veo. Ella diría eso, ¿verdad? Esa es la clase de persona


que es, esa querida amiga mía…” Dijo Rafina, con la voz entrecortada
por sus pensamientos.

Entonces, la tristeza nubló su frente y suspiró.

“Entonces, ¿por qué no me permitió invitarla al consejo?”


Capítulo 31:
La Melancolía de una (Verdadera)Santa

“Oh vaya… Parece que se me ha ido la boca un poco.”

Rafina hizo una mueca de disgusto cuando Sapphias se marchó.


Bebió lo último de su té, su amargura coincidía con su expresión, y
murmuró: “Ser rechazada por Mia debe haberme golpeado más fuerte
de lo que pensaba…”

La muchacha llamada Rafina Orca Belluga, que ostentaba títulos


como el de Santa de Belluga y el de Dama Sagrada, era objeto de
reverencia para las masas. El culto y la adoración de su pueblo, sin
embargo, no le produjeron ni un solo amigo, y había vivido la mayor
parte de su vida sin conocer la compañía de un semejante cercano. Sin
embargo, nunca se compadeció de sí misma. Su padre la quería mucho,
y su gente la trataba con amabilidad y respeto. Sus circunstancias eran,
en todo caso, una bendición. Todos la trataban como alguien especial.
¿Y por qué no iban a hacerlo? Su carácter especial era un hecho
objetivo. ¿De qué sirve negarlo? Sólo había una Santa de Belluga, y
ella lo era. Era absolutamente única. Era natural que se la tratara de
forma diferente.
Pero al mismo tiempo, no pudo evitar pensar que lo mismo se
aplicaba a otras personas. Cada uno estaba hecho para ser una persona
única. Formados individualmente por Dios, todos eran diferentes, y sus
rasgos eran sólo suyos. Todos los rasgos eran regalos de Dios, por lo
que todas las personas merecían el mismo respeto. Así lo decían las
enseñanzas de Dios, y así estaba inscrito en el Libro Sagrado de
Belluga. En consecuencia, Rafina descubrió que su trato especial era
una fuente de frustración para ella. No era más especial que sus
compañeros. Deseaba que la trataran como a cualquier otra persona.
Que la trataran igual.

Hacerse amigos de todos por igual.

Un día, la hija de un prominente noble se acercó a ella.

“Srta. Rafina, ¿podría ser mi amiga?”

Rafina estaba encantada con la petición. Por fin había encontrado a


alguien dispuesto a acercarse a ella sin ese trato especial que detestaba.
Estaba entusiasmada con la perspectiva de tener una amiga normal.
Entonces, algún tiempo después, fue testigo de algo que nunca quiso
ver: la visión de su nueva amiga golpeando a un asistente con un palo.

“¿Cómo puedes hacer algo así?” Preguntó ella, totalmente


desconcertada.

Se suponía que su amiga era alguien que no suscribía las nociones


de estatus. Alguien que no se dejaba llevar por la ficción de lo especial.
Alguien que no la veía como una santa o noble, sino como una persona.
¿No era por eso que se había hecho amiga de ella? Pero si era así, ¿por
qué era capaz de actuar con tanta crueldad hacia su asistente?

El incidente obligó a Rafina a volcar sus pensamientos en su


interior. Después de reflexionar mucho, la respuesta llegó a ella. Se dio
cuenta de por qué la chica de la nobleza la trataba de igual a igual. La
razón era sencilla: porque se veía a sí misma como su igual. No como
una persona igual a Rafina, sino como una santa igual a Rafina. La
chica se creía igual de especial, favorecida por Dios y dotada de
superioridad. No era imparcialidad, era sólo engreimiento.

Qué creencia tan tiránica…

Rafina consideraba a todos los que vivían en esta tierra —un pueblo
devoto que creía y era bendecido por Dios— como una gran familia.
Los distintos miembros de esa familia, ya fueran nobles, campesinos o
incluso mendigos de la calle, sólo se diferenciaban por su papel. Los
que nacían como hijos mayores tenían el privilegio y la obligación de
convertirse en el siguiente jefe de familia. Los segundos hijos también
tenían su parte, y lo mismo ocurría con las hijas, los padres, las madres,
etc. Cada uno tenía un papel, y con él sus privilegios y obligaciones.
Estos roles no eran comparables. No había ninguno mejor o peor,
ninguno noble o vil. Sólo se diferenciaban en el contenido de sus
respectivas obligaciones. Eso era todo.

Por eso no sentía más que desprecio por quienes oprimían a los
plebeyos y tiranizaban a sus sirvientes por el hecho de ser noble. Era
imperativo comportarse como corresponde a los privilegios y
obligaciones de cada uno. No hacerlo, a sus ojos, era absolutamente
imperdonable.

Y una Rafina que no podía perdonar… era una Rafina que no podía
hacer amigos. Todos los nobles que se acercaban a ella eran atraídos
por su condición de santa. Ella los despreciaba por sus despreciables
intenciones; no eran dignos de su amistad. Los plebeyos, en cambio, la
estimaban, pero no intentaban hacerse amigos suyos. Con el tiempo,
empezó a aceptar que sus penas eran simplemente una carga inevitable
de su posición. Pensó que nacer en el papel de Santa de Belluga era
una vida sin amigos.

Entonces, justo cuando estaba lista para someterse a su destino…

“Mia Luna Tearmoon.”

… Ella apareció. Cuando Rafina se enteró de lo que había logrado


en el Imperio de Tearmoon, se quedó asombrada. Aunque nació en la
soberanía como hija del emperador, no se deleitó con los privilegios
de su rango, sino que trabajó para cumplir con las obligaciones de su
posición. Actuaba con benevolencia hacia las masas y era bondadosa
incluso con los más indigentes de su población. Cuando Rafina se
enteró de que había gente que se refería a Mia como una santa, no pudo
evitar sentir una creciente expectación hacia la chica que compartía su
título.

“Tal vez… Sólo tal vez, ella aceptaría ser mi amiga…”


Desde ese día, Rafina comenzó a esperar el día en que Mia se
inscribiera en la academia. Su primera oportunidad de ver a la princesa
en carne y hueso fue en los baños comunes, donde mostró una auténtica
consideración hacia su doncella, que era plebeya, llegando a declarar
que era su mano derecha y su confidente. Su capacidad para ver más
allá del dorado superficial del rango y el pedigrí hasta las
profundidades del carácter de una persona dejó una fuerte impresión
en Rafina, que salió de su primer intercambio con sus emociones
removidas. Mia, pensó, era el tipo de persona que había estado
buscando todo este tiempo.

Pero se equivocó.

“Eres… incluso más que eso, ¿verdad, Mia?”

Durante el incidente del baile nocturno, fue testigo de la tolerancia


de Mia. Al tratar con los que cometían un error, siempre que era
posible, trataba de concederles una oportunidad de enmendarse, y
hacía todo lo posible para que tuvieran esa oportunidad. Su enfoque
era extraño para Rafina, y sin embargo…

“Errar es humano. Errar sin saberlo, más humano aún. Por lo tanto,
las oportunidades de redención deben darse en abundancia… Eres una
persona mucho más amable que yo, Mia.”

Se sorprendió al encontrarse reconfortada por ese pensamiento.

La incoherencia en el castigo es un caldo de cultivo para la


corrupción. Una pena leve para el delincuente privaba a la víctima de
consuelo emocional. Por eso, toda su vida había visto con desprecio a
personas como Mia que perdonaban a los culpables. El castigo era el
castigo. Los que tenían el poder estaban obligados a castigar el mal y
corregir la injusticia. Mia, sin embargo, no aplicaba al problema
principios sino ingenio, ejerciendo su influencia de forma preventiva
antes de que se produjera un daño grave —o, de hecho, cualquier tipo
de mal—, preservando así la situación en un estado en el que la parte
culpable pudiera tener la oportunidad de enmendar su error. Era un
enfoque de la bondad que nunca se le había pasado por la cabeza a
Rafina, y que le infundía un sentimiento casi de admiración. Pero a
pesar de todo esto…

“Me rompe el corazón decir esto, Mia, pero no ganarás contra mí.”
Se dijo en voz baja.

Ya podía ver con mucha certeza cómo se desarrollarían las cosas.


Mia perdería las elecciones. No había duda de ello. Si hubiera abrazado
el plan de Sapphias y hubiera recurrido a tácticas turbias, podría haber
tenido una oportunidad. En cambio, había rechazado su propuesta.

“Con esa amable convicción suya… Pero ella a su vez será


encadenada por sus virtudes, haciendo imposible que gane…”

Rafina creía en Mia y en su pasión por la justicia. Qué irónico fue,


entonces, que esa misma creencia le asegurara su propia victoria.
Mientras Mia se comprometiera a hacer lo correcto, su derrota estaba
asegurada. Y la razón de su inevitable derrota era…

Sacudió la cabeza, como si tratara de dejar de insistir en el tema.


“Y yo que tenía ganas de que me animara…” Murmuró, con el
matiz de tristeza en los ojos de la chica dentro de la santa. “Es mi
amiga, así que pensé que lo entendería…”

Desanimada por la idea, se permitió aplanar la cara contra su


escritorio, haciendo un mohín al sentir su fría superficie contra su
mejilla. Por supuesto, sabía por qué Mia se presentaba contra ella. Una
candidata rival que pudiera desafiarla era necesaria para garantizar la
equidad y la funcionalidad de las elecciones. También servía para
demostrar la legitimidad de la propia candidatura de Rafina. Además,
el papel de su rival sólo podía ser desempeñado por alguien que no la
colocara en un pedestal.

“Dios, esto es muy frustrante…”

Ella lo sabía. Lo sabía todo. Pero el conocimiento resultó ser un


pobre baluarte contra las emociones, y dejó escapar un solitario
suspiro.

“Lo estoy intentando, ya sabes…”

Entre el desarrollo de contramedidas contra las Serpientes del Caos


y el cumplimiento de sus deberes como santa de Belluga, junto con la
dirección del consejo estudiantil como su presidenta, incluso la
diligente Rafina estaba mostrando signos de fatiga.

“Realmente lo estoy intentando… así que estaría bien si…”


Se quedó sin palabras, con los párpados repentinamente pesados
cayendo sobre sus ojos, y pronto sucumbió al agradable olvido del
sueño.
Capítulo 32:
La Melancolía de una (Falsa) Santa

A mitad del periodo electoral, Mia se sentó con su equipo en el aula


que habían tomado prestada como sede de la campaña.

“Princesa Mia, de momento, la elección no va a nuestro favor.”


Dijo Chloe en tono sombrío.

Ah. Bueno. No hay sorpresas.

La noticia no la sorprendió. De hecho, le pareció bastante


razonable. Después de todo, ni siquiera ella se veía ganando contra
Rafina. Sus promesas de campaña resultaron bastante bien, gracias en
gran parte a Abel y Sion, permitiéndole presentar una plataforma
sólida que no era menos impresionante que la de Rafina. No menos
impresionante, pero tampoco más. Y contra alguien como Rafina, la
suficiencia no era suficiente.

Hubo demasiados acontecimientos inesperados…

Mia, por su parte, había llegado a esto con una especie de plan.
Tenía la intención de preparar una sólida lista de promesas y establecer
una atmósfera en la que se la viera como alguien que podría llegar a
ser el presidente del consejo estudiantil. Mientras tanto, compraría los
votos de las facciones de Tearmoon y Sunkland entre bastidores para
intentar ganar. Sin embargo, su gran diseño había terminado por nacer.
La declaración ruidosa y no autorizada de Tiona de que Mia tomaría
el camino más correcto cerró las comunicaciones no sólo con Sapphias
sino con todos los relacionados con los Cuatro Duques. En este punto,
se quedó sin opciones. Si bien uno de los etoiles podría estar
albergando Serpientes del Caos, su ayuda seguía siendo necesaria si
deseaba reunir a los nobles de Tearmoon con ella. Peor aún, si no podía
asegurar todos los votos de Tearmoon, los votos de Sunkland serían
una causa perdida. Después de todo, ¿quién iba a apoyar a una
candidata que ni siquiera podía convencer a sus propios parientes de
que la votaran? Tampoco podía acercarse a Sion, ya que éste había
dejado clara su intención de permanecer como partido neutral. Al final,
los sondeos preliminares revelaron que la opinión pública estaba
mayoritariamente a favor de Rafina.

“Actualmente, el apoyo a la Srta. Rafina frente a ti es de nueve a


uno.” Dijo Chloe.

¡Madre mía! ¿Una décima parte de los estudiantes me apoya? Mia


levantó las cejas con exagerada sorpresa. ¡Seguro que hay mucha gente
a la que le gusta subirse a barcos que se hunden! ¡Ohoho!

Había llegado a la etapa de autodesprecio de la pena.

“Tenemos que darle la vuelta a esto de alguna manera.” Dijo Chloe.

Mia le dedicó una sonrisa irónica.

“Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿no?”


Había algo en la sala, algo que ella conocía bien. Podía olerlo en el
aire, sentirlo en su piel y verlo en las caras de los estudiantes reunidos
en la sala: la derrota. Mientras los miraba uno por uno, un viejo
recuerdo resurgió.

Ahh, estas caras… Se parecen a las caras de los guardias


imperiales durante los últimos días de la revolución.

Recordó cómo, sabiendo que ninguno de ellos volvería con vida,


los soldados ni siquiera trataron de ocultar su mirada de resignación
antes de hacer su carga final hacia el ejército revolucionario. Todos los
estudiantes de la sala tenían la misma expresión y le devolvían la
mirada cansada.

Empiezo a pensar que deberíamos asumir que vamos a perder y


empezar a prepararnos para las consecuencias.

El estado de ánimo abatido en la sala resultó contagioso, y Mia se


encontró medio dispuesta a tirar la toalla. Los únicos que todavía
parecían creer que podían ganar eran Abel, Tiona… y Chloe, que
estaba dirigiendo el debate. Incluso había hecho la ronda por todas las
aulas para recoger datos para el análisis.

“¿Alguien tiene alguna idea? Cuanto más específicas, mejor.” Dijo


Chloe, sin dejarse intimidar por el espeso aire de derrotismo.

Tras un breve silencio, una mano se levantó. Era la de Tiona


Rudolvon.

“¿Qué tal si decidimos un color que nos represente?”


Su pregunta le valió las miradas perplejas de todos los presentes.

“Todos los que apoyen a Su Alteza llevarán algo de ese color.”


Continuó. “Para que todos vayamos a juego. Aunque puede ser un
poco difícil hacer eso para toda nuestra ropa…”

“Promocionarnos a través del color, eh. Bonito y sencillo. Si


encontramos un montón de pañuelos del mismo color y nos los
ponemos en el brazo, creo que será bastante efectivo. Las apariencias
importan, después de todo.” Dijo Chloe, asintiendo mientras explicaba
que había visto una estrategia similar empleada en las elecciones de
alguna otra nación.

“También funciona en el campo de batalla.” Añadió Abel. “He oído


que Sunkland tiene un escuadrón de caballeros de élite que van
vestidos de negro de pies a cabeza. El esquema de colores también
hace que sea fácil para ellos identificarse como aliados, lo que
promueve la solidaridad. Eso nos deja con la pregunta crucial, sin
embargo, ¿qué color usamos?”

Una de las seguidoras de Mia ofreció una idea.

“Creo que el color que mejor representa a la Srta. Rafina es el


blanco, así que ¿qué tal si también vamos con un color tranquilo?
¿Como algún tono de azul?”

Mia se estremeció ante la sugerencia.

“Azul…”
El color evocaba el recuerdo de un grupo de personas cuya aventura
revolucionaria en Remno acabó en fracaso.

Eso me recuerda a… ¿cómo se llamaban? Sí, los Bufandas Azules.

Pensó que no era lo mejor que se podía hacer. De hecho, era


francamente horrible. Prácticamente se estaría gafando a sí misma.

Entonces, ¿por qué me preocupa? Soy inmune a los gafes. No


puedes gafar a alguien que nunca tuvo una oportunidad para empezar.

Mia seguía firmemente atrapada en el modo de autodesprecio.


Mientras tanto, sus compañeras seguían sugiriendo colores cada vez
más extravagantes —amarillo, verde, melocotón, ocre, etc.— hasta
que Chloe disipó su entusiasmo con una dosis de realidad.

“En realidad, estamos limitados por los tintes, así que si queremos
hacerlo rápido, sólo hay un par de colores viables.”

Al final, sus opciones se redujeron a un amarillo brillante que Chloe


describió como ‘extravagante’ o a un tono rojo intenso.

“Si optamos por el rojo, utilizaremos un tinte hecho con rosas


crepusculares. El nombre del color es literalmente ‘rojo de rosa
crepuscular’. En cuanto al amarillo, es… este color.”

Chloe sacó un pañuelo, e incluso Mia hizo una mueca al ver lo


malditamente amarillo que era. Enseguida quedó claro por qué
‘extravagante’ era un adjetivo apropiado.

Eso… es demasiado. Vamos a parecer un montón de idiotas.


Lo único que conseguirían con un color así era etiquetarse como
una panda de flagrantes buscadores de atención. Eso no era nada bueno
para la reputación. En consecuencia, su elección de color se decantó
naturalmente por la otra opción.

“En fin, que sea rojo.” Murmuró Mia con desinterés, prestando
poca atención al resto de la discusión, sólo para lamentar su
indiferencia unos días después al ver el producto terminado.

“Este color es…”

De hecho, el tono profundo y sanguíneo conocido como rojo rosa


crepuscular tenía otro nombre: rojo guillotina. La lógica que subyace
a la denominación se explica por sí misma, y evoca exactamente el tipo
de imágenes en las que Mia preferiría no pensar nunca, jamás.

“Ahh… Esto tiene que ser una señal. Estoy hecha para… U-
Ugh…”

Se desplomó en el acto, lo que provocó el pánico de Anne y los


demás cuando el periodo electoral se acercaba a su recta final.
Capítulo 33:
La Princesa Mia… se está Quedando sin
Opciones

“¡Por favor, voten por la Princesa Mia!”

Unificados por su nuevo color, los miembros de la Facción Mia


hicieron campaña con renovado vigor. Con lazos de color rojo
guillotina adornando sus pechos, sus animadas voces resonaban en los
pasillos mientras recorrían la escuela. La propia Mia participó, leyendo
sus promesas de campaña a cualquiera que estuviera dispuesto a
escuchar, con una sonrisa cordial. Pensando que su única posibilidad
de victoria era hacer lo que Rafina no podía hacer, sus esfuerzos de
campaña tendían a la aventura. Cuando Abel le sugirió que intentara
pronunciar un discurso a caballo, empezó a preguntarse si finalmente
habían ido demasiado lejos… pero la actuación acabó siendo
sorprendentemente bien recibida por los estudiantes de Ecuestre,
elevando significativamente su opinión sobre la destreza estratégica de
Abel. Como resultado de sus esfuerzos poco convencionales, el apoyo
a Mia comenzó a subir lentamente. A pesar de eso, estaba a eones de
distancia de inclinar realmente la balanza a su favor.
“Según el análisis de Chloe… hemos conseguido subir nuestros
números hasta algo menos del veinte por ciento.” Dijo Mia antes de
dejar escapar un suspiro de cansancio.

Sus compañeros de campaña presentes en la sede siguieron su


ejemplo. Habían progresado, pero dicho progreso se había estancado.
La victoria estaba todavía muy lejos de su alcance.

Pero tampoco puedo dejarlo…

La noche anterior trató de sonsacarle más detalles a Bel, pero lo


único que consiguió averiguar al final fue que Ludwig había estado
muy seguro de su análisis de que Mia tenía que convertirse en la
presidenta del consejo estudiantil para evitar el desastre. Lo cual,
teniendo en cuenta su situación actual, era un dato muy desagradable.

Estamos tan atrasados que no veo cómo podríamos darle la vuelta


a esto…

Para empeorar las cosas, mucha gente —Bel, Anne, Tiona y Chloe,
por nombrar a algunas— seguía convencida de que al final saldría
adelante. Se estremeció ante la idea de perder las elecciones y ver las
miradas de pura decepción en sus rostros.

U-Ugh… Sólo imaginarlo me hace sentir mal…

Su sombría contemplación fue interrumpida por Abel, que se


acercó a ella con expresión grave.

“Mia, ¿tienes un momento?”


“Vaya, Abel. ¿Qué pasa?”

“Yo… sólo quería disculparme. Por interferir en tus promesas de


campaña. Esta situación es mi culpa…”

“¿Eh?”

La reacción de ella, desconcertada, no hizo más que convertir el


ceño fruncido de él en una mueca de amargura.

“Sé que basaste la mayor parte de tu plataforma oficial en la que yo


redacté. Eso me hace responsable de los pésimos resultados que
estamos viendo. Probablemente podrías haber tenido ideas mucho
mejores… Ideas maravillosas que nunca se me habrían pasado por la
cabeza… Pero como me presenté con mi lista, decidiste ser amable
conmigo y utilizarlas, ¿no?”

“¿De qué estás hablando? Nada más lejos de la realidad.”

Ella también lo decía en serio.

“¡Si no hubieras aparecido para ayudar, ahora mismo no tendría ni


siquiera una lista de promesas de campaña!”

Lo que dijo era cierto al ciento veinte por ciento. No había ni una
pizca de falsa modestia en su afirmación. Su veracidad fue validada
además por una voz en la puerta.

“Tiene razón, sabes.” Dijo Sion al entrar en la habitación. “La


humildad sólo es una virtud cuando se muestra con moderación,
Príncipe Abel. Ten un poco de fe en ti mismo.”
“Pero…”

“Has visto la plataforma de la Srta. Rafina, ¿no? Su política es


impecable. ¿Realmente crees que podríamos haber producido algo que
la superara en calidad? E incluso si lo hiciéramos, ¿cuánto mejor
podría haber sido? ¿Suficiente para borrar la abrumadora ventaja de la
Srta. Rafina sobre Mia? Creo que no.”

La gran diferencia de apoyo entre las dos candidatas podría


atribuirse a la ventaja del titular. Rafina, que ya contaba con un
impresionante historial, podía ir sobre seguro con sus promesas de
campaña. Mia, en cambio, no tenía ningún logro en su haber y su
competencia política era aún desconocida. Para poder ganar, tendría
que presentar algunas ideas realmente innovadoras para ganarse el
corazón de los estudiantes.

“En esencia, no había ninguna posibilidad de que superáramos a la


Srta. Rafina en las promesas de campaña, siempre que lo hiciéramos
bien.” Concluyó Sion.

“Qué cosa más rara. Si no lo hacemos bien, ¿qué se supone que


debemos hacer?” Preguntó Mia con una inclinación de cabeza,
desconcertada.

Le dirigió una mirada cómplice antes de negar con la cabeza.

“¿De verdad, Mia? Tú más que nadie deberías saber la respuesta a


eso.”

“¿Qué quieres decir?”


“Le pregunté a Bel por esas ideas de campaña que vi en la biblioteca
el otro día, y me dijo que fuiste tú quien las escribió.”

“… ¿Eh?”

Tardó unos instantes en darse cuenta de que se refería a la lista de


deseos personales sin filtrar que había anotado en el papel.

¡B-Bel! ¡Pequeña traidora! ¡Me has vendido! ¡Iba a llevarme eso


a la tumba!

Objetivamente hablando, nunca le había prohibido explícitamente


a Bel que revelara el autor original del Proyecto MDC, así que no era
técnicamente una traición. Sin embargo, eso no hizo que fuera más
fácil de digerir, y tuvo que forzar un grito de consternación.

“… ¿Y ahora qué es esto?” Preguntó Abel, con las cejas fruncidas


por una cauta curiosidad.

“U-Uh, no es lo que piensas. Verás, yo…” Tartamudeó Mia.

Estaba a punto de presentar una excusa por su vergonzosa creación


cuando Sion respondió en su lugar.

“Esa lista de promesas era el camino a seguir. El contenido quizás


podría ser un poco más trabajado, pero en términos de enfoque, era
definitivamente el correcto.”

“… ¿Eh?”

“Veo que no tienes intención de abandonar el acto. Me parece justo.


Seguiré explicando entonces.” Dijo, dirigiéndose a todos los demás en
la sala. “Verán, lo que ella comprendió fue que un enfoque imparcial
y de principios de su plataforma no tendría ninguna oportunidad contra
la Srta. Rafina. Por lo tanto, como una especie de experimento mental,
intentó anotar algunas promesas que eran… un poco menos nobles.”

“Ya veo lo que quieres decir.” Abel asintió, sus ojos se abrieron de
par en par con la comprensión.

Ambos príncipes observaron a Mia con más que un poco de


admiración en sus ojos.

“U-Uh… Bueno, supongo que me han descubierto. Eso es


exactamente…”

Se subió al barco. Lo cual era definitivamente incómodo, teniendo


en cuenta que todos los demás pasajeros tenían la impresión de que
ella había estado al timón, pero esas incoherencias no eran nada que
una sonrisa de satisfacción no pudiera resolver. Así que colocó una y
miró alrededor de la habitación como si les preguntara: ¿De verdad
han tardado tanto en darse cuenta? Las gotas de sudor frío que
rodaban por su espalda eran muy incómodas, pero una infractora
experimentada como Mia no iba a dejar que eso se interpusiera en su
actuación.
IMAGEN
“Y ahí lo tienes. Como puede ver, Príncipe Abel, no hay necesidad
de que lo sienta. Mia ya había explorado formas de vencer a la Srta.
Rafina, y renunció a ellas de buena gana.”

“¿Qué quieres decir? Si hay una manera de ganar, ¿por qué


renunciar a ella?”

“¿No lo ves? ¿Qué sucede si se toma esa línea de pensamiento y se


lleva a su conclusión lógica? Digamos que intentamos diferenciarnos
maximizando la distinción ideológica. ¿Cuál es la promesa que más se
opone a los ideales de la Srta. Rafina? ¿Instituir un trato preferencial
para los nobles prominentes, quizás?”

“¿Qué? ¿Estás loco, Príncipe Sion? No podemos hacer eso.”

Abel parpadeó asombrado, pero Sion negó con la cabeza.

“Puede que no lo desee, pero la desafortunada verdad es que sería


una estrategia muy efectiva. La Srta. Rafina es una persona benévola,
pero lo es tanto con los plebeyos como con los nobles. Si acaso, juzga
a los nobles con más dureza, y no me sorprendería que a un buen
número de ellos no les gustara especialmente ese enfoque.”

“Ya veo. Proponer el mismo tipo de cosas que la Srta. Rafina no


daría a la gente ninguna razón para cambiar su voto por el de ella. Si
luchamos contra ella en sus términos, sólo saldrá con una lista perfecta
de promesas imparciales y de principios y nos aplastará.”

Entre las capacidades financieras del consejo estudiantil y la mano


de obra que podía reunir, había un límite a lo que la organización podía
lograr de forma realista, especialmente si se tienen en cuenta las
restricciones generales de la academia en su conjunto. Supongamos,
por ejemplo, que Saint-Noel tuviera un total de veinte problemas que
resolver, y que el consejo estudiantil tuviera la capacidad de ocuparse
de diez de ellos. Aunque esto permitiría aparentemente numerosas
permutaciones a la hora de elegir los problemas a resolver, el número
real de variaciones era mucho menor en la práctica. Aquellos que
tuvieran un conocimiento exacto de la situación de la academia y una
comprensión cabal de las capacidades del consejo estudiantil llegarían
naturalmente a las mismas conclusiones en cuanto a lo que podría
lograrse de manera realista. La única diferencia, entonces, serían sus
prioridades.

Por lo tanto, si Rafina tomó el lado del bien en sus promesas de


campaña, Mia tendría que presentar el del mal. Si Rafina promovía un
trato justo e imparcial para todos los estudiantes, Mia tendría que
ofrecer un trato injusto y preferente para ciertos grupos. Esa era la
única manera de que Mia se diferenciara. Mientras el consejo tuviera
que funcionar dentro de los límites de su personal y presupuesto, las
formas de dirigirlo convergerían hacia el mismo punto. Si Rafina ya se
encontraba en ese punto, no quedaría espacio para Mia.

Los dos príncipes continuaron discutiendo los principios de la


estrategia electoral, prestando poca atención a Mia, cuyas mejillas se
habían hinchado constantemente mientras escuchaba.
¡Qué terriblemente injusto es que Rafina tome todas las buenas
ideas y las utilice para sí misma! ¡Eso es hacer trampa!
Capítulo 34:
Mia Evolucionó en… ¡Mia Pasivo-
Agresiva!

Incapaz de revertir su suerte, Mia continuó a la zaga de Rafina durante


el último tramo del período electoral hasta que, finalmente, llegó el día
de la votación.

“U-Ugh… ¿Qué hago…?”

Ahora se encontraba en el proverbial arroyo sin un remo, y sus


desesperados intentos de los dos últimos días por encontrar algún tipo
de instrumento metafórico para remar no sólo habían sido inútiles, sino
que la habían dejado mentalmente agotada. Había pensado y pensado,
devanándose los sesos para encontrar una salida a su enigma, pero no
le llegaba la inspiración. El tiempo corría, sólo quedaban los últimos
discursos antes de las votaciones, y no había forma de cambiar las
tornas.

Ahh… no siento que venga nada. No hay viento en mi espalda.


Ninguna ola me empuja hacia adelante.

Se encontraba varada en su arroyo, sin viento, sin olas, indefensa.


Los caprichos de la fortuna que siempre habían acudido en su ayuda
cuando estaba en apuros parecían haberla abandonado esta vez.
¡No hay nada! Absolutamente nada…

Sólo ahora empezó a darse cuenta de que ésta podría ser la situación
más grave en la que se encontraba desde que saltó hacia atrás en el
tiempo.

Las elecciones eran un asunto sagrado en Saint-Noel, y la votación


se llevaba a cabo con el mismo aire de ceremonia solemne que la misa
de apertura. Como el proceso iba a decidir el próximo presidente, el
día se consideraba especialmente sagrado, y los candidatos debían
limpiar humildemente sus cuerpos y vestirse de blanco puro.

Debajo de la academia había un lugar llamado el Manantial de la


Limpieza. Las superficies de piedra blanca y pulida daban un aire de
tranquilidad a la espaciosa cámara subterránea, en cuyo centro había
una fuente que emitía un chorro continuo de agua clara de manantial.
La costumbre dictaba que los candidatos se lavaran en la fuente.

Mia se separó de su ropa en la entrada y entró, castamente sin ropa.


Se metió en el agua, haciendo un pequeño gesto de dolor al principio
por su temperatura. No estaba tan fría —se le había añadido un poco
de agua caliente de antemano—, pero seguía picando un poco. Sin
embargo, pronto se aclimató y su cabeza, febrilmente sobrecargada,
encontró el frescor bastante agradable.

“Uf…”
Exhaló mientras bajaba al agua. Luego miró hacia los lados, donde
Rafina se limpiaba metódicamente de pies a cabeza.

Ugh, ¿por qué es tan exasperantemente hermosa? Ni siquiera


puedo llegar a compararme…

Su piel suave y lechosa y su cabello largo y sedoso brillaban en el


agua clara, resaltando su belleza de una manera que incluso una
compañera como Mia tenía que admitir que era atractiva.

¡Ah! ¡No es justo! ¡No es justo en absoluto!

El ánimo de Mia, ya de por sí bajo, se deterioró aún más al darse


cuenta de que Rafina la superaba también en el departamento de
belleza, completando su transformación en un nuevo estado del ser. Ya
no era sólo Mia; ahora era Malhumorada Mia.

“¿Hm? ¿Mia? ¿Pasa algo?” Preguntó Rafina, que se había dado


cuenta de la mirada de Mia con el ceño fruncido.

“Oh, no es nada. Nada en absoluto. Ohoho.” Dijo con una risa


despectiva antes de sufrir otra transformación.

Malhumorada Mia, como ves, fue sólo su primera evolución.


Ahora, se sometió a su segunda para revelar su forma final: Mia
Pasivo-Agresiva.

“Pero debo decir, Srta. Rafina, que parece muy cansada. Debe ser
muy duro para usted.”

Ser tan perfecta todo el tiempo.


La Mia Pasivo-Agresiva, seguía sin tener una verdadera columna
vertebral, así que se guardó la verdad de sus comentarios. Sin embargo,
en su cabeza, iba a por todas.

“Sólo puedo imaginar cómo se debe sentir estar en tu posición…”

… sabiendo que eres inteligente, bonita y buena en todo lo que


haces. ¡Desearía tener una vida tan difícil!

En su mente escupió las palabras como si fueran veneno, puntuando


cada una de ellas con un furioso restregamiento de sus piernas con la
toalla.

“Dime, Mia…”

Al oír su nombre, lanzó una mirada sin humor a Rafina, que se


había sumergido por completo en la piscina, dejando apenas la cabeza
por encima del agua para poder hablar.

“¿Estaría usted…?” Dijo Rafina, volviéndose hacia ella. “¿Estaría


dispuesta a retirar su candidatura?”

Mia le devolvió la mirada.

“… ¿Perdón? ¿Y qué quieres decir exactamente con eso?” Preguntó


ella, con una mirada dura.

Rafina esquivó la mirada hostil con una sonrisa cortés y continuó.

“Conociéndote, Mia, estoy segura de que eres plenamente


consciente de que ni siquiera necesitamos contar los votos para saber
cómo van a resultar estas elecciones. No vas a ganar.”
Las encuestas sólo pueden proporcionar una estimación de las
preferencias de los votantes, pero en estas elecciones la diferencia era
tan marcada que bien podría ser una confirmación.

“Los resultados aún no han salido. Si te retiras ahora, puedes


suavizar el golpe.”

Independientemente de las razones que sus compañeros


sospecharan que tenía para presentarse a las elecciones, su opinión
sobre ella era generalmente desfavorable. La mayoría la veía como una
princesa egoísta que se consideraba a sí misma demasiado importante,
y si las elecciones se desarrollaban según lo previsto, sus resultados
seguramente consolidarían esa imagen. Sin embargo, si retirara su
candidatura ahora mismo, sugeriría a la gente que al menos era lo
suficientemente consciente —tanto de sí misma como de las opiniones
predominantes— como para ver las cosas claras y retirarse,
preservando así parte de su dignidad.

“Eres mi amiga, Mia… No quiero pelear contigo, y mucho menos


hacerte daño. Así que, ¿por favor?”

Para Rafina fue un acto de bondad; sintió que era su deber ofrecer
piedad a alguien que consideraba un amigo.

“Lo siento, Srta. Rafina, pero no puedo hacerlo.” Dijo Mia


sacudiendo la cabeza. “No puedo permitirme perder…”

Tenía que ganar a Rafina para evitar el futuro calamitoso que les
esperaba a todos. Tenía que hacerlo de una forma u otra, pero no sabía
cómo. La decepción, teñida con el dolor de la traición, nubló la frente
de Rafina.

“Esto es increíblemente molesto.” Dijo, con los ojos bajos, antes de


bajar la voz a un susurro. “Porque… Pensé que éramos amigas…”

“¿No querrás decir… porque somos amigas?” Murmuró Mia.

Su tono resentido pilló desprevenida a Rafina, que le devolvió la


mirada sorprendida.

Como somos amigas… Me imaginé que serías amable conmigo y


me dejarías algunas concesiones… ¡Bueno, pues eso es todo!

Las propuestas políticas que Rafina incluyó en su plataforma


abarcaban todos los temas importantes que actualmente son relevantes
para Saint-Noel. Todos ellos. No dejó ni uno solo para Mia. Esto
significaba inevitablemente que la lista de promesas de Mia acabaría
siendo totalmente anodina debido a la similitud de su contenido;
simplemente no quedaba ningún tema significativo que mencionar. Por
razones obvias, tales promesas no iban a acercarla a la victoria.

¡Se llevó todos los temas buenos para ella! ¡Eso es tan malo!
Esperaba que me dejara algo para mí, teniendo en cuenta que se
supone que somos amigas y todo eso, pero ¡no! Se puso en modo
conquista total. Sin piedad alguna.

Su pasivo-agresividad había alcanzado su punto álgido, y lanzó su


comentario más indirectamente hostil hasta el momento.
“Pero entonces, tal vez estoy equivocada… ¡Ya que pareces estar
perfectamente bien con el hecho de aferrarte a absolutamente todo!”
Capítulo 35:
Dos Pares de Ojos Llorosos

“… ¿Eh?”

El comentario tomó a Rafina completamente por sorpresa. Observó


desconcertada cómo Mia se levantaba de la piscina y empezaba a
alejarse.

“¿Mia? ¿Qué…? ¿Qué quieres decir?”

La respuesta fue el silencio, salvo el leve golpeteo de los pies


mojados sobre la piedra pulida. Sólo entonces se dio cuenta de que
había enfadado a Mia.

“Mia… ¿Por qué?”

Repasó rápidamente las últimas cosas que había dicho en su cabeza,


pero ninguna parecía especialmente culpable. No tenía ni idea de por
qué Mia estaba enfadada.

… ¿O sí? Preguntó una voz que sabía que era la suya.

Volvió sus pensamientos hacia dentro, escarbando en sus


recuerdos, donde descubrió un fragmento no examinado
anteriormente. Al desenterrarlo, descubrió la escena de antes, cuando
ambas se habían metido en la piscina. Fue entonces cuando Mia, con
voz rígida y expresión preocupada, había dicho: “Pero debo decir,
Srta. Rafina, que parece muy cansada. Debe ser muy duro para
usted.”

Algo brilló en un rincón de su mente.

Mia… Estaba… ¿preocupada por mí?

Lo buscó, atravesando la niebla de la confusión hasta que…

¿Ella… estaba tratando de aligerar mi carga?

Por fin lo comprendió, y la comprensión la invadió como un rayo.

Últimamente, Rafina se sentía un poco cansada. Siempre había


tenido un horario agotador, y éste se había vuelto exponencialmente
más exigente con la aparición de las Serpientes del Caos. ¿De verdad
creía que alguien como Mia no se daría cuenta de su agotamiento? Y
si se daba cuenta, ¿qué iba a hacer como amiga?

Ella expresaría su preocupación… a través de sus acciones…

Mia no podía ocupar su lugar como hija del Duque de Belluga; ese
papel era sólo suyo. Tampoco podía hacerse cargo de su incipiente
facción anti serpiente; tenía que ser la Santa Dama de Belluga quien
dirigiera la ofensiva contra la sociedad secreta. El trabajo del
presidente del consejo estudiantil era diferente. Era el único papel que
Mia podía quitarle, la única carga que podía aligerar. Y así lo hizo,
ofreciéndose a relevar a Rafina de esos deberes y a asumir parte de su
carga.
¿Qué es un amigo sino alguien que comparte las dificultades y los
placeres de uno? Mia estaba demostrando con sus acciones que se
consideraba amiga de Rafina, el tipo de amiga que ella siempre había
querido, que no la trataba como alguien divino o especial, sino como
una igual. Como alguien que había estado a su lado y compartido su
alegría, Mia había tenido la intención de compartir también sus cargas.

Fue entonces cuando Rafina se dio cuenta de algo más; las


promesas de campaña de Mia —promesas nacidas de la mente de la
Gran Sabia del Imperio— eran poco más que una reformulación de las
suyas propias, abogando por políticas e ideales casi idénticos. ¿Acaso
alguien con tanto intelecto como para detener una revolución en
Remno e implementar numerosas reformas en su país natal… se
contentaría con producir algo tan poco inspirado?

¿Ella… lo hizo a propósito?

¿Qué tan difícil podría haber sido para Mia proponer algunas ideas
radicales? Y, sin embargo, había elegido a propósito políticas que
estaban en línea con el enfoque actual de Rafina sobre el gobierno. La
razón era obvia. No intentaba derrotar a Rafina, sino enviar un
mensaje: pásame parte de tu trabajo para que yo pueda asumir parte
de tu carga. Las similitudes entre sus plataformas eran para la
tranquilidad de Rafina, para demostrar que dejaría sus deberes en
buenas manos.

Todo este tiempo, ella estaba pensando en mí… ¿y qué le dije a


cambio?
Siguió repasando mentalmente sus pasos, preparándose para lo que
sabía que le llevaría, pero aun así hizo una mueca cuando su propia
voz de momentos antes empezó a resonar en su mente, diciéndole a
Mia que retirara su candidatura porque no iba a ganar. Observó con
horror impotente cómo su querida amiga le tendía una mano, sólo para
que su yo del pasado la alejara de un manotazo y —en un alarde de
engreimiento que la retrospectiva hizo muy claro— le ofreciera a
cambio lo que ella creía que era misericordia.

¿Podría ser que por toda mi fijación en nuestra amistad… en


realidad soy yo la que no ha depositado mi plena confianza en ella?

“M-Mia…” Dijo con una voz tan temblorosa y débil que apenas la
reconoció como propia.

Con desesperada urgencia, se acercó a la figura de Mia, que se


alejaba, para detenerla, suplicarle, pedirle que la escuchara, pero su
mano extendida sólo tocó el abismo que las separaba. Quedó
suspendida en el aire durante un breve instante antes de caer
débilmente a su lado. ¿Qué podía decir? ¿Qué había que decir? Había
tenido la oportunidad de tener una verdadera amiga… y la había
desperdiciado.

Y ahora, es demasiado tarde. Su visión era borrosa. Ya no vale la


pena hacer nada.

La desesperación comenzó a consumirla. Como una masa oscura e


informe, invadió su mente, rezumando en cada recoveco del
pensamiento a su paso. Fue entonces cuando escuchó la voz de Mia.
“Srta. Rafina.”

Todo —sus pensamientos, su respiración, incluso la oscuridad que


se avecinaba— pareció congelarse, como la propia Mia.

“Soy de la opinión…” Dijo la princesa, aún de espaldas. “De que


no hay amistad sin perdón.”

“… ¿Eh?”

¿Perdón? ¿Mia… está dispuesta a perdonarme? Pero…

Apenas podía creer lo que estaba escuchando. Temiendo que fuera


un truco de sus oídos, hizo pasar el aire por sus labios resecos y
preguntó en un ronco susurro: “¿Quieres decir que… nosotras
somos…?”

“Amigas. ¿Y qué son los amigos sino los que están dispuestos a
pasar por alto, de vez en cuando, los errores y afrentas que cometemos
en presencia del otro?”

Y con eso, se dio la vuelta por fin para revelar una sonrisa cálida y
ligeramente tímida.

“¿No estás de acuerdo?”

¿Amigos…? Esto es… Lo que…

En ese momento, todo quedó claro. Supo sin lugar a dudas que la
chica que tenía delante, Mia Luna Tearmoon, era la amiga que había
estado buscando toda su vida. Durante mucho tiempo, había anhelado
un espíritu afín, alguien en quien pudiera confiar y apoyarse, y
finalmente… la había encontrado.

“Yo…”

Se mordió el labio. De repente, el mundo se fundió en un


caleidoscopio de colores y se oyó el suave sonido de las gotas de lluvia
cayendo en el agua. Al mirar hacia abajo, se sorprendió al ver que un
flujo constante de lágrimas cristalinas caía de sus mejillas.

¿E-Estás lágrimas? ¿Son… mías? ¿Estoy llorando? ¿Por qué?

Rafina, que rara vez se permitía llorar en presencia de otra persona,


se sintió completamente turbada por su propia reacción. Una oleada de
emociones tan incontrolable le era ajena.

Debería ser feliz. Sé que lo soy, ¿así que por qué…? Oh, mi cara
debe ser un desastre. No puedo dejar que Mia me vea así.

Apretó los ojos en un intento de detener las lágrimas, pero fue como
tratar de contener la marea. Caían y caían en una corriente
interminable. Pronto, su nariz también goteaba y empezó a resoplar.
Se apresuró a dar la vuelta y vadear la fuente, dejando que el agua
fresca cayera sobre su cabeza y le lavara la cara hasta dejarla sin
lágrimas. Luego, para estar doblemente segura, se frotó los ojos y se
volvió a mirar a Mia.

Quería dar las gracias. Y pedir perdón. Pero se tragó las palabras,
sin confiar en que su voz produjera algo más que un sollozo
tembloroso. En lugar de eso, devolvió la sonrisa a Mia, la expresión
que se dibujaba en todo su rostro mientras sus labios se curvaban para
encontrarse con las esquinas brillantes de sus hermosos ojos, ahora
enrojecidos por la emoción de las lágrimas.

Oh, qué contenta estoy de haber hecho una amiga como Mia…

“M-Mia…”

En el momento en que Mia escuchó la inestabilidad en la voz de


Rafina, todo el calor y la ira se desvanecieron en ella. Fueron
sustituidos por un frío pavor, que se deslizó lentamente por su columna
vertebral, provocando escalofríos en todo su cuerpo. Rafina,
encarnación viva de la compostura y la contención, tenía problemas
para controlar sus emociones. ¿Qué podía alterarla tanto? Tras
reflexionar rápidamente sobre su conversación, llegó a una
escalofriante conclusión: era ella.

No sólo había lanzado lo que equivalía a un ataque pasivo-agresivo,


sino que había ignorado los intentos de Rafina de hablar con ella,
eligiendo en su lugar enfadarse sola. Como resultado, la voz de Rafina
estaba temblando… ¡de ira! Estaba furiosa. Tan furiosa que lo único
que consiguió fue pronunciar el nombre de Mia.

¡Eeeeeek! ¡E-Esto es malo! ¡Esto es muy, muy malo!

Al centrarse en las elecciones, Mia había perdido de vista algo


importante. Por muy mal que fuera su campaña, descargar sus
frustraciones en Rafina seguía siendo una muy mala idea. Después de
todo, el mundo no se iba a acabar en el momento en que ella perdiera
las elecciones, lo que significaba que iba a haber mucho tiempo
después para que ella sufriera las consecuencias.

¡L-Lunas misericordiosas! ¡¿Qué debo hacer?! ¡Ah, eso fue tan


estúpido de mi parte!

Puso su mente a trabajar frenéticamente, tratando de pensar en una


excusa para sus acciones anteriores. Pensó y pensó… hasta que por fin
se le ocurrió una idea y se lanzó a ella con la desesperación de un niño
que se ahoga y encuentra un tronco flotante.

“Srta. Rafina, soy de la opinión…” Dijo, todavía mirando hacia


otro lado porque estaba demasiado asustada para hacer contacto visual.
“De que no hay amistad sin perdón.”

El plan consistía en recordarle a Rafina su amistad al tiempo que


incorporaba sutilmente el perdón en su definición, el equivalente
verbal de un juego de manos.

“… ¿Eh? ¿Quieres decir que… nosotras somos…?”

“Amigas.” Declaró con un tono de finalidad, antes de repasar el


resto de su lógica. “¿Y qué son los amigos sino los que están dispuestos
a pasar por alto de vez en cuando los errores y afrentas que cometemos
en presencia del otro?”

Los amigos se perdonan.

Eran amigas.
Por lo tanto, Rafina debería perdonarla.

Q.E.D.

Cuando se trataba de salvar su propio pellejo, Mia estaba


totalmente dispuesta a jugar sucio. Sabía que Rafina, por ser la que
había hecho la propuesta inicial de que fueran amigas, no se retractaría
de su palabra, así que aprovechó ese hecho para forzar su mano. Fue
una táctica profundamente solapada que podría resumirse con: Dijiste
que éramos amigas, así que tienes que perdonarme.

Luego, para estar segura, se dio la vuelta y puso su mejor sonrisa


de: Ya sabes que sólo estaba jugando, ¿verdad? Rafina se limitó a
mirar, con una expresión ilegible. Luego bajó la mirada. Sus hombros
empezaron a temblar. El movimiento pronto se extendió a sus
extremidades y a su torso, haciendo que se mordiera el labio.

¡Eeeeeek! ¡Todo lo que hice fue enfadarla aún más conmigo!

Mia se arrepintió al instante de su ofensiva de encanto a medias, y


deseó haberse disculpado adecuadamente. Sin embargo, antes de que
pudiera seguir adelante, Rafina se dio la vuelta y se dirigió a la fuente,
donde rápidamente sumergió la cabeza en su chorro.

¡Dulces lunas! ¡¿Está tan enfadada que necesita echarse agua fría
en la cabeza para controlarse?!

Contempló horrorizada cómo Rafina apartaba la cabeza de la


fuente, se giraba y contorsionaba su rostro, aún chorreante, en lo que
podría haber pasado por una sonrisa… si sus mejillas no estuvieran
crispadas y sus ojos no estuvieran inyectados en sangre.

¡Eeeeeeek! ¡Eso es aterrador! ¡Mira esos ojos! ¡Está


completamente lívida! Pero sigue intentando sonreír, así que debe
estar diciéndose a sí misma que debería perdonarme porque somos
amigas… En cuyo caso, tal vez salga de esto de una pieza…

Al ver la tensa sonrisa de Rafina como un esfuerzo por sofocar su


ira mediante la adhesión a los principios —ligeramente adulterados—
de la amistad, Mia se permitió dar un suspiro de alivio.

Oh, me alegro de haber hecho amistad con ella de antemano…


pensó, las lágrimas de terror en sus ojos fueron reemplazadas por
lágrimas de alivio.
Capítulo 36:
La Propagación del Rojo

Después de su experiencia mentalmente agotadora en el Manantial de


la Limpieza, Mia salió tambaleándose de la cámara hacia su criada que
la esperaba.

“¿Está usted bien, milady?”

“Sí, sí, estoy bien…”

“Um… Está bien. Si tú lo dices.”

Anne frunció el ceño, pero de todos modos se puso a trabajar,


secando el cabello de Mia y vistiéndola con las ropas sagradas con la
eficiencia que la caracteriza. Una vez que terminó, dio un paso atrás,
miró su obra y asintió con aprobación.

“Usted puede hacerlo, milady. Sal ahí fuera y demuéstrales de qué


estás hecha.” Le dijo, dándole a su ama una última charla de ánimo.

Mia, por su parte, tenía la mirada perdida y apenas procesaba lo que


decía Anne. El intercambio con Rafina la había asustado y aún no se
había recuperado lo suficiente como para poder concentrarse.

“Ah, y sólo para recordarte.” Añadió Anne. “El velo es muy ligero
y se cae fácilmente. Procura tener cuidado para que no se te resbale.”
“… ¿Eh? Oh, uh, claro. Sí, claro. Gracias, Anne.” Contestó Mia,
saliendo de su aturdimiento con los ojos vidriosos.

Una vez recuperada la cordura, por fin se fijó bien en su atuendo


sagrado. Sus labios se torcieron en una sonrisa de hastío.

Aunque la derrota esté casi garantizada, un general debe ir al


campo de batalla. Bueno, terminemos con esto, cuanto antes mejor…

El día de las elecciones constaba de dos actos: un ritual solemne,


seguido de la emisión de los votos. Los actos se celebraron en la
catedral, en cuya parte delantera había una larga mesa de comunión.
Encima de la mesa había un gran cáliz de plata lleno de vino rojo, que
representaba la sangre de los santos. El candidato elegido tomaba
simbólicamente esta ‘sangre’ en su cuerpo bebiendo del cáliz, jurando
así ante Dios comportarse de forma justa y recta como presidente.

Fila tras fila de estudiantes entraban en la catedral, llenándola por


completo. Las últimas en llegar fueron las propias candidatas, Mia y
Rafina, cuya aparición marcó el inicio del ritual previo a la votación.
Se cantaron varios himnos al unísono, tras lo cual llegó el momento de
que las candidatas pronunciaran sus discursos finales. La primera en
hablar fue Mia. Se acercó a la mesa de la comunión y observó en
silencio la sala. Mientras lo hacía, llegaron a sus oídos algunos vítores
aislados de la multitud.

“¡Lo tienes, Princesa Mia!”


“¡Adelante!”

“¡Creemos en ti!”

Para la Academia Saint-Noel, la elección del consejo estudiantil era


un rito sagrado. Los exabruptos verbales de los asistentes, sin importar
el motivo, estaban por supuesto prohibidos. El sacerdote que presidía
la ceremonia los miraba con desaprobación y…

“Muy bien, muy bien. Mantengan la calma.”

… les reprendió levemente por su ofensa. Es de suponer que el Dios


de la Iglesia Ortodoxa Central era un tipo tolerante, y el sacerdote
simplemente se adhería a la actitud de su deidad.

Mia miró en dirección a los vítores para encontrar un grupo de


estudiantes que llevaban brazaletes rojos. Eran, por supuesto, los
miembros de su facción.

Pensé que seguramente ya se habían rendido y se habían ido a


hacer otras cosas…

La suya era claramente una causa perdida, era evidente. A pesar de


ello, ninguno de ellos la había abandonado. La habían seguido en las
buenas y en las malas, permaneciendo incondicionalmente a su lado
durante todo el periodo electoral. Recordó los momentos que habían
pasado pensando, trabajando y riendo juntos —recuerdos que había
compartido con sus inquebrantables partidarios— y una tranquila
sonrisa de nostalgia se dibujó en sus labios.

Sabes, ahora que lo pienso, fue bastante divertido.


Su vida anterior nunca le había dado la oportunidad de disfrutar de
un evento escolar como éste. Mientras miraba a su grupo de creyentes,
cuya lealtad no tenía nada que envidiar a la de los guardias imperiales
que dieron su vida por ella, sintió un profundo sentimiento de gratitud
y bajó la cabeza para hacer una profunda reverencia.

Gracias. Por su lealtad. Pueden estar seguros de que algún día se


las pagaré…

El gesto hizo que el velo se deslizara por su cabeza. Flotó


brevemente, montando una suave corriente de aire, antes de descender
al cáliz de plata.

“Ah…”

En cuestión de segundos, la tela blanca y pura del velo empapó el


vino, volviéndose rojo sangre.

Uf, nada me sale bien… Es la ceremonia final, y todavía me las


arreglé para meter la pata…

Estaba a punto de acercarse y pescar el velo empapado cuando


alguien le colocó un velo nuevo e impoluto sobre la cabeza. Entonces,
un par de brazos pasaron por delante de ella y sacaron el velo del cáliz.
Lentamente, giró la cabeza en dirección a los brazos, pero se quedó
paralizada al descubrir a quién pertenecían.

“¿Srta. Rafina?”

Después de colocar su propio velo sobre la cabeza de Mia, Rafina


tomó el que estaba en el cáliz y lo escurrió, sin prestar atención al vino
que salpicaba sus prendas blancas. Luego, sujetó la tira de tela
enrojecida y se la enrolló en el brazo. La levantó, mostrando con
orgullo ese símbolo inconfundible a la vista de todos: el brazalete rojo
intenso que significaba el apoyo de su portador a Mia Luna Tearmoon.

“M-Milady, esto es…”

El sacerdote lanzó una mirada insegura a Rafina. Ella le devolvió


una tranquilizadora antes de dar un paso adelante.

“A todos los que me apoyaron, les ofrezco mis más sinceras


disculpas. Yo, Rafina Orca Belluga, retiro mi candidatura a la
presidencia del consejo estudiantil. Al mismo tiempo, apoyo
formalmente a mi amiga, Mia Luna Tearmoon, para el cargo.” Declaró,
con su voz resonante impregnada de gracia y gravedad.
IMAGEN
“¡L-Lady Rafina!”

El sacerdote dio un grito de alarma ante el imprevisto


acontecimiento. Nunca en la larga historia de Saint-Noel había
ocurrido algo así. Que un candidato se echara atrás el día de las
elecciones, justo antes del discurso final, ya era bastante absurdo, pero
que ese candidato fuera a la vez el actual presidente y la hija del Duque
de Belluga… Era simplemente demasiado para tener en cuenta a la vez.

Los estudiantes estallaron en conmoción. En medio de un creciente


oleaje de confusión y excitación, Rafina permanecía como una estatua
de serenidad. Sólo Mia vislumbró la sonrisa traviesa que se dibujó en
sus labios. Sus ojos se encontraron durante un segundo y Rafina le
guiñó un ojo.

¿Qué demonios… está pasando?

Mia también se quedó como una estatua; una estatua


completamente desconcertada. Durante un largo rato, no pudo hacer
nada más.

Las elecciones se consideraban sagradas en la Academia Saint-


Noel. Debían ser asuntos solemnes, llevados a cabo con el máximo
respeto ante los ojos vigilantes de Dios. Dicho esto, el Dios de la
Iglesia Ortodoxa Central era conocido por ser una deidad clemente.
Los comportamientos perturbadores, si se cometen de mala fe, serán
castigados en consecuencia. Las acciones intencionadas durante el
proceso podrían invalidar la legitimidad de todo el evento, lo que
llevaría a declarar nulos todos los resultados. Sin embargo, si se hace
con seriedad y con motivaciones sinceras… Por muy poco ortodoxo
que sea el comportamiento, se considerará admisible.

De hecho, incluso acciones tan poco ortodoxas como tantear mal


una palabra durante el discurso de la misa de apertura… Y, por
supuesto, una repentina retirada de la candidatura justo antes de que se
emitieran los votos.

Así, la renacida Academia Saint-Noel fue testigo del nacimiento de


un nuevo consejo estudiantil. La incorporación de la Princesa
Tearmoon, Mia Luna Tearmoon, como presidenta fue un momento
crucial que tendría efectos duraderos en el resto de la historia. En
cuanto a cuáles fueron esos efectos… Bueno, esas historias aún están
por contarse.
Capítulo 37:
La Tragedia de la Santa Dama y la
Ambición de Mia

“Hmm…”

Escondida en un rincón del Distrito Newmoon, en la capital


imperial de Lunatear, había una pequeña cabaña destartalada, desde la
que se oían los murmullos apagados de un anciano. El tiempo desgasta
por igual a todas las almas, e incluso Ludwig Hewitt, que en sus
mejores tiempos había utilizado su brillante mente al máximo en
servicio de la Gran Sabia del Imperio, Mia Luna Tearmoon, tenía ahora
un aire de abuelo.

“Veo que Lady Miabel no se dedica especialmente a la búsqueda


del conocimiento…” Reflexionó, acariciando su barba gris mientras
observaba la diminuta figura que dormitaba en la cama. “Qué bien
duerme… Ahhh, pero el parecido…”

Pasó los dedos por su sedoso cabello, apartando algunos mechones


errantes de su mejilla, mientras aparecían amables arrugas en las
comisuras de sus ojos.

“Lady Miabel es todavía joven. Todavía tiene mucho espacio para


desarrollarse y crecer. Después de todo, ha heredado su sangre…”
Cerró los ojos, pero la oscuridad pronto se iluminó con una visión
orgullosa de Su Alteza erguida en toda su radiante gloria, con su
indomable ingenio y su feroz inteligencia como faro de esperanza para
todos los que la contemplaban.

“Lo que necesitamos.” Murmuró. “Es esperanza para el futuro.


Necesitamos a alguien como Su Alteza, que ilumine nuestro camino y
nos guíe.”

Lo que el Imperio necesitaba… era una estrella de la casa. Como


alguien por cuyas venas corría la sangre de la Gran Sabia del Imperio,
Miabel estaba bien posicionada para convertirse en una figura
aglutinadora del pueblo del Imperio. En caso de que asumiera ese
papel, necesitaría conocimientos, y aunque carecía de educación
formal, Ludwig se había comprometido a proporcionarle al menos lo
básico. Sin embargo, la cantidad de sus lecciones que calaban en la
joven…

“Parece que tenemos un largo camino por delante…”

Sonrió sin poder evitarlo y sacudió la cabeza antes de sentarse


detrás de su viejo y mohoso escritorio, mirando ociosamente los trozos
de pergamino apilados sobre él.

“Rafina Orca Belluga, eh…”

Aunque retirado de la primera línea administrativa debido a su


avanzada edad, todas las conexiones que había hecho como ministro
hipercompetente hacían que la información siguiera llegando a él.
Pensando que sería un desperdicio dejar que el diligente trabajo de sus
informantes se desperdiciara, recientemente había comenzado a
tomarse un tiempo de cada día para contemplar el estado actual del
mundo y las corrientes históricas que los habían llevado hasta allí.

“De una forma u otra, todo se reduce a la Emperatriz Prelada, ¿no


es así? La influencia de Rafina en el mundo simplemente no puede ser
subestimada.”

El Ejército Sagrado de Acuario de Rafina había crecido


exponencialmente en poder y ahora era un actor importante en la
escena mundial. Sus fuerzas recorrían las tierras en busca de signos de
rebelión contra su causa. Al perseguir a los insurgentes y someterlos a
una intensa vigilancia, Rafina había logrado una paz transitoria y
frágil. Sin embargo, estos métodos violentos y opresivos se
encontraron con una importante reacción, lo que dio lugar a la
formación de una obstinada resistencia que arrastró al continente de
nuevo a la guerra y el caos generalizados.

“Pero la Rafina que yo conocí, cuando aún era nuestra Santa Dama,
no era tan tonta como para tomar acciones tan poco previsoras ni tan
viciosa como para cometer semejante tiranía.”

Durante sus primeros días, cuando era compañera de clase de Mia,


Rafina era una chica bondadosa de excepcional intelecto y aplomo
mental. En aquel momento, la consideraba una líder notable, a la altura
de su compañero héroe en ciernes, el Rey Libra, Sion Sol Sunkland.
“¿Qué la hizo cambiar tan drásticamente? ¿Qué fue lo que la
convirtió en la Rafina que hoy conocemos y tememos?”

Las palabras eran retóricas, pues la respuesta ya estaba clara para


él.

“La Fiesta de la Santa Víspera… y el envenenamiento masivo.”

La Fiesta de la Santa Víspera era el acontecimiento invernal más


importante de Saint-Noel. Ese día se produjo un incidente de
terrorismo indiscriminado que asestó un golpe fatal a la reputación de
Rafina como la Dama Santa. Para ser justos, ella merecía simpatía. En
ese momento, la carga de sus interminables responsabilidades la había
llevado al límite, y a menudo sucumbía a la enfermedad como
resultado de su interminable agotamiento. Un descuido en el control
de las medidas de seguridad del festival era, si no defendible, al menos
comprensible. Además, el plan del enemigo no tenía precedentes en
cuanto a su escala y crueldad.

Por muy dotada que estuviera Rafina, su inteligencia no llegó a ser


de genio; era inteligente, pero no era un prodigio. En última instancia,
no fue capaz de ver la imagen completa de las intenciones del enemigo.
De hecho, había tomado precauciones contra un intento de asesinato.
Sabiendo que se enfrentaba a una sociedad secreta como las Serpientes
del Caos, naturalmente había dispuesto una mayor seguridad para las
figuras importantes de la academia —incluida ella misma— para evitar
posibles atentados contra sus vidas.
Desgraciadamente, había interpretado mal a su oponente. Nunca
pensó que el enemigo no perseguiría a los estudiantes de Saint-Noel,
sino a sus sirvientes y personal. No consideró la posibilidad de que el
suntuoso guiso que se les servía como recompensa por su diligencia
diaria pudiera estar envenenado. No lo consideró porque ni siquiera en
su imaginación más descabellada creía que tal crueldad fuera
realmente posible, que pudiera haber gente dispuesta a asesinar a
innumerables inocentes sólo para dañar su reputación. El enemigo
puso sus miras en objetivos blandos, y su enfoque resultó letalmente
eficaz.

Normalmente, a los nobles no les importaría cuántos sirvientes


murieran. El orgullo de los nobles, después de todo, era que la nobleza
era el sello de la humanidad y todos los demás eran cerdos. Rafina, sin
embargo, no era una simple noble; era la Santa Dama de Belluga. Su
posición le confería la responsabilidad de extender su cuidado a todas
las personas, ya fueran nobles, comunes o incluso indigentes. Debido
a esa responsabilidad, el incidente tuvo un gran impacto en su nombre.
Se la criticó por ofrecer una protección impecable a los estudiantes
nobles y por recortar los gastos de los sirvientes. Al final, la reputación
cristalina de la Santa Dama, antaño tan pura y perfecta en su
encarnación de la integridad y la virtud, quedó con un feo arañazo, un
arañazo que resultó ser demasiado para que la sobrecargada Rafina
pudiera soportarlo. Apresada por ataques de culpa paralizantes que la
asaltaban noche tras noche, entró en una espiral descendente. Poco a
poco fue cambiando, y su sufrimiento transformó su culpa en odio,
hasta que completó su metamorfosis en la férrea gobernante que era
hoy.

Decidida a acabar con las Serpientes del Caos que se escondían


entre la población, aplicó medidas draconianas, sin dejar piedra sin
remover ni sospechar. Para ella, el gris era tan incriminatorio como el
negro. Para erradicarlos, todos los casos sospechosos debían ser
cortados de raíz. Su enfoque pretendía ser hermético, sin dejar escapar
a ningún colaborador. Una vez aplicado, debería suponer el fin de las
Serpientes para siempre. O eso parecía…

Ludwig recordó claramente la vez que fue a interrogar a una


Serpiente que habían capturado en el Imperio.

“¿Te das cuenta de que lo que hiciste sólo apretó la soga alrededor
de tu propio cuello?”

El hombre se encontró con su mirada, con una sonrisa casi triunfal.

“Las Serpientes nunca morirán. ¿Por qué? Porque esto es lo que


buscábamos. El mundo está en el mismo estado hacia el que hemos
trabajado todo el tiempo.”

Las palabras del hombre sacudieron a Ludwig hasta el fondo. Si el


objetivo de las Serpientes del Caos era la destrucción del propio
orden… El reino de terror de la Emperatriz Prelada era un ataque
directo al orden establecido por la Iglesia Ortodoxa Central. Cuanto
más ejercía la autoridad de la Iglesia de forma opresiva, más alejaba al
pueblo de sus enseñanzas. El concepto de ‘Gobierno de Dios’, que
había servido de base para la estabilidad y el sistema de valores de
todas las regiones vecinas, estaba siendo desmantelado, y nada menos
que por su propia mano. En pocos años, Belluga caería, llevándose
consigo la base por la que las naciones cercanas determinaban la
equidad y la justicia. Sólo quedaría el caos.

“Las Serpientes del Caos… Una sociedad secreta que pretende


destruir todo el orden…”

Ludwig descubrió que, a su pesar, tenía que reconocer que aquel


hombre tenía razón. El mundo era realmente un caos.

“Pero si hubiera sido Su Alteza…”

Sabía que era una ilusión, pero aun así, no pudo evitar preguntarse.

“Si la Gran Sabia del Imperio hubiera estado en condiciones de


aplicar su ingenio, ¿habrían resultado las cosas de otra manera? Tal
vez no, pero si ella no pudo hacerlo, entonces nadie podría haberlo
hecho. En cualquier caso, Su Alteza era nuestra única esperanza.”

Si la presidenta del consejo estudiantil que presidía los eventos de


Saint-Noel en ese momento hubiera sido Mia… Tal vez, sólo tal vez,
ella podría haber visto a través del plan de las Serpientes y salvar al
mundo del desastre…

“Si Su Alteza —la Gran Sabia del Imperio— con todo el brillo de
la Diosa de la Luna, hubiera estado allí…”

“… ¿Mmph? ¿Sr. Ludwig?”


“Oh, Lady Miabel. Veo que se ha despertado.” Dijo con una tierna
sonrisa.

“Mmm… ¿Acabas de decir algo?”

“No, no. Fueron sólo los refunfuños sin sentido de un anciano. Más
importante, ¿has dormido bien?”

Bel no pudo escuchar la mayoría de las reflexiones de Ludwig en


ese momento. En consecuencia, no pudo transmitir ninguna
información detallada, dejando a Mia sin idea tanto de la conspiración
de la Fiesta de la Víspera Sagrada como de lo que debía hacer en lugar
de Rafina para detenerla. Por lo tanto, las expectativas exageradas de
Ludwig recayeron sobre los hombros de una princesa que no tenía ni
idea de que las estaba soportando. Y en este momento, ella estaba más
preocupada por…

“Hmm, promesas de campaña, promesas de campaña… Bueno, ya


veremos las complicadas otro día. Por ahora, ¡sé que la única cosa que
quiero hacer absolutamente es que todos prueben un poco de mi guiso
de setas casero durante el Festival de la Santa Noche!”

… decir y hacer cosas que deberían llenar de presentimiento a


cualquier persona sensata.
Capítulo Secundario:
Una Fiesta de Cumpleaños con Diez Días
de Retraso

Los días de Mia en el calabozo eran, por regla general, muy aburridos.
Naturalmente, no se le proporcionaba ningún tipo de entretenimiento,
y no había ninguna esperanza de entablar una conversación interesante
con sus guardias, que eran el tipo de personas que, en un buen día, le
darían el tratamiento del silencio; la alternativa era el abuso verbal.
Como resultado…

“Cinco mil seiscientos uno… Cinco mil seiscientos dos…”

… Había recurrido a la actividad psicológicamente cuestionable de


contar el número de grietas en las piedras que formaban su celda. ¿Por
qué las grietas, específicamente? Bueno, ya había terminado de contar
el número de piedras y el número de manchas en las piedras, así que…
Era justo decir que estaba llegando al límite de su cordura.

“Buen día, Su Alteza.”

De repente, escuchó algo que era una rareza en el calabozo: la


encantadora voz de una mujer joven.

¿Eh? ¿He empezado a alucinar por fin? Se preguntó, con la mirada


perdida en dirección a la voz.
Apareció la figura familiar de su firme cuidadora.

“¡Vaya! ¡Anne! ¡Qué agradable sorpresa!”

Era un día frío, cercano al final del año. La población común estaba
ocupada con los preparativos para el invierno, y no había habido ni
rastro de Anne durante siete días seguidos. Hacía tres días que Mia
había llorado a mares, pensando que Anne había renunciado a ella.
Desde entonces estaba abatida, agobiada por la desesperación de haber
sido abandonada. El hecho de que esa conclusión se desvaneciera la
llenó de alegría, y sonrió de oreja a oreja al recibir a su ansiada
compañera de conversación. Cuando Anne se acercó, notó que algo se
enredaba en su cuello.

“Vaya, llevas algo interesante ahí, ¿no?”

“¿Hm? Ah, esto. Claro.” Dijo Anne con una tímida risa. “De hecho,
hoy es mi cumpleaños.”

Desenredó un trozo de la bufanda alrededor de su cuello y la


sostuvo para que Mia la viera. Las puntadas eran toscas, dando lugar a
patrones desiguales, y el hilo utilizado era barato. No era un artículo
de lujo, pero era claramente una fuente de gran felicidad para ella.

“… Me alegro de que tengas una familia tan buena.” Dijo Mia con
voz suave.

Le recordaba a su propio padre, que ya había sido condenado a


muerte. Sobreprotector y con tendencia a mimarla hasta el extremo, no
estaba segura de lo eficaz que había sido como emperador, pero como
padre siempre había sido amable. El pensamiento la dejó un poco
triste, así que lo descartó con un movimiento de cabeza y cambió de
tema.

“Hablando de cumpleaños, yo también acabo de cumplir el mío.”

“… ¿Eh?” Anne parpadeó sorprendida. “Alteza, ¿es su


cumpleaños?”

“Lo fue. Hace siete días.” Mia le dedicó a Anne un mohín acusador.
“Vives en la capital, ¿no? ¿No has asistido nunca a uno de mis
festivales de cumpleaños?”

La fiesta natal de la Princesa Mia era una enorme celebración de


cinco días que tenía lugar cada invierno para festejar su nacimiento.
Cuando el Imperio aún era próspero, se instalaban puestos
aparentemente interminables por decreto imperial, y un gran número
de personas, tanto locales como extranjeras, viajaban para asistir a las
festividades.

“Lo siento. Pero siempre estoy ocupada en invierno ayudando en


casa, así que…” Dijo en un tono ligeramente defensivo. “En realidad,
recuerdo haber ido a un festival después de que mis hermanas me
acosaran, pero no sabía para qué era…”

“Ah. Bueno. No importa.” La expresión de Mia se suavizó con


resignación. “Ya es cosa del pasado.”
Pensó en aquellos días pasados, en los que el bullicio se había
reducido a una nostalgia melancólica, y dibujó una sonrisa con los
labios apretados. Un suspiro silencioso se le escapó.

“Cuando estaba realmente involucrada, pensaba que era lo más


molesto. Ahora que ha desaparecido, tengo que admitir que lo echo un
poco de menos.”

Durante un breve momento, Anne no dijo nada, como si estuviera


contemplando algo. Al final, sólo emitió una breve respuesta de
reconocimiento.

“… Ya veo.”

Después, el tema pasó a otros asuntos. Mia preguntó cómo estaba


la familia de Anne y cómo eran las cosas fuera. Finalmente, la
conversación llegó a su fin y se separaron por ese día.

La siguiente visita de Anne fue tres días después. Entró


rápidamente en el calabozo, echando miradas incómodas a los guardias
al pasar por delante de ellos.

“¿Anne? ¿Pasa algo?”

“Silencio. Actúe con normalidad, Alteza.” Susurró Anne mientras


se aseguraba de estar de espaldas al guardia. “Hoy te voy a peinar.
¿Podría darse la vuelta, por favor?”
Se apresuró a presionar los hombros de Mia, haciéndola girar para
que miraran en la misma dirección.

“Hey, espera… ¿Qué está pasando? No tienes que empujarme…


¿Eh?”

Anne pasó los dedos por el cabello de Mia un par de veces,


fingiendo que lo alisaba, antes de acercarse para apretar algo en su
mano.

“¿Esto es… una galleta?”

“Sí. Me encontré con una por casualidad.”

“¡Madre mía!”

Mia dejó escapar un silencioso chillido de alegría. La gran


hambruna que había asolado el continente sumió la situación
alimentaria del Imperio en un estado desastroso. Los dulces se
volvieron extraordinariamente escasos, e incluso Mia, todavía princesa
en ese momento, rara vez pudo conseguir alguno. Obviamente,
después de ser arrojada a una mazmorra, la idea de probar algo dulce
se convirtió en una quimera.

“Rápido. Si la ven, se la llevarán y serán ellos quien se la coman.”

“Ah, es cierto. Muy bien…”

Mia miró el manjar horneado como si fuera un tesoro de valor


incalculable. Lo sostuvo con ambas manos. Luego, con cuidado, casi
con reverencia, se lo llevó a la boca y le dio un mordisco. Cuando el
fragmento tocó su lengua, sintió una textura seca y arenosa. Sin
embargo, al masticarlo, descubrió su dulzura. Sabía a azúcar barato…
pero era azúcar. El aroma de la masa tostada y un ligero sabor floral
lo complementaban…

“Ahhh…”

… Era como saborear el mismísimo éxtasis, sin duda lo más


delicioso que había comido desde que la metieron en esta mazmorra.
Mientras saboreaba el momento, exhalando con sincero placer, oyó a
Anne decir: “Feliz cumpleaños, Alteza.”

“Tú…” Se volvió hacia Anne, con los ojos muy abiertos. “Has
traído esto porque…”

“Sí. Pero siento que sea con diez días de retraso.”

Hubo un largo silencio.

“… Fue toda una odisea conseguir una de estas, ¿no?”

Incluso Mia sabía lo difícil que debía ser adquirir una galleta en
estos tiempos. De repente, le invadió una sensación de angustiosa
incertidumbre. Anne se había tomado muchas molestias para conseguir
esta galleta. ¿Estaba realmente bien que se la diera a Mia de entre todas
las personas? Ni siquiera eran familia.

“Lo fue. Pero las cosas especiales siempre lo son. Y esto es por tu
cumpleaños, así que tenía que ser algo especial.”

“Pero aun así…”


“De lo contrario… Bueno, eso sería demasiado triste. No soporto
la idea de que alguien no pueda celebrar su cumpleaños. Creo que
todos los que nacen en este mundo se merecen que se celebre su
cumpleaños.” Declaró con una convicción de inflar el pecho antes de
sacarle la lengua. “Ejeje, ¿ha sonado un poco pretencioso? Siempre
quise intentar decir algo así.”

Entonces, bajó la cabeza y dijo en tono formal: “Por favor, perdone


mi impertinencia, Su Alteza.”

Su repentino cambio de actitud rozó la comedia, y Mia casi escupió


su preciada boca llena de migas de galleta en el acto.

El tiempo pasó y las vidas cambiaron, pero Mia nunca olvidó aquel
cumpleaños que celebró con diez días de retraso. Lo recordó en la
guillotina, y siguió recordándolo después.

Un avance rápido (¿?) a otra línea de tiempo…

“Dulces lunas, siempre estoy cansada.”

Un festival natal de todo el Imperio, seguido de fiestas en las


residencias de los Cuatro Duques, la mantuvo en la carretera durante
nueve días seguidos, durante los cuales no paró de sonreír. Al final, le
dolían todos los músculos de la cara.
“Cuando se fue, pensé que lo echaba de menos, pero ahora que está
aquí de nuevo, es realmente lo más molesto.”

Mia era de las que añoraban el invierno cuando era verano y el


verano cuando era invierno. Sin embargo, la primavera y el otoño
tenían muchas comidas deliciosas, así que no anhelaba nada durante
esas estaciones. Tenía una naturaleza simple, pero eso la mantenía
feliz.

Se quitó el vestido y se tumbó en la cama, momento en el que podría


haber jurado que se derritió inmediatamente en un charco de carne sin
huesos. En cuestión de segundos, el sueño comenzó a llamar
seductoramente a su conciencia desvanecida.

“Te vas a poner mala si te duermes así. Por favor, ponte algo de
ropa de dormir, al menos.” Dijo Anne, con un tono entre divertido y
admonitorio mientras se acercaba.

Mia torció el cuello lo suficiente como para mirar a Anne, pero la


bandeja que sostenía despertó su curiosidad.

“¿Mmm? ¿Qué es eso?”

“Es del jefe de cocina. Esperaba que estuvieras agotada, así que te
envió esto. Creo que es algo hecho con leche caliente.”

“… ¿Sabe bien?”

“No estoy segura, pero mencionó que fue endulzado con miel.”

“¡No digas más!”


Las papilas gustativas de Mia estaban dispuestas a dar un
sobresaliente a cualquier cosa dulce. Eran cosas sencillas, esas papilas
gustativas, pero la hacían feliz, así que realmente eran las mejores
papilas gustativas. Se sentó en la cama, colgando las piernas sobre el
costado, y tomó el recipiente de porcelana de la bandeja. La leche
caliente y humeante chapoteaba en su interior. Al respirar, una dulce
fragancia le llenó la nariz, haciéndola soltar un suspiro de satisfacción.

“Por cierto, milady, sobre el resto del día…”

“¡Caramba! ¡Acabo de darme cuenta!” Exclamó Mia, ahuecando su


cara con las manos en un gesto de exagerada sorpresa. “Hoy es tu
cumpleaños, ¿no?”

Sinceramente, fue una actuación cursi, pero tuvo el efecto deseado,


haciendo que Anne la mirara con los ojos muy abiertos mientras sacaba
el regalo que había estado escondiendo.

“¿Eh? ¿Qué es eso?”

“Es un regalo.”

Dentro del contenedor había dulces de la mejor calidad.

“Muchas gracias.” Dijo Anne.

Estaba a punto de decir algo más, pero decidió no hacerlo en el


último segundo y apretó los labios. El gesto no pasó desapercibido para
Mia.
“¿Anne? ¿Pasa algo? En realidad, déjame adivinar. Tu familia está
organizando una fiesta de cumpleaños para ti, ¿te gustaría tener el resto
del día libre?”

“No. Verá…” Se cogió nerviosamente el dobladillo de su delantal


durante un rato antes de continuar. “No quiero ser irrespetuosa, y sé lo
grande que es esta petición, pero… ¿hay alguna posibilidad de que
estés dispuesta a venir conmigo?”

“¿Eh?”

Mia la miró con la boca abierta.

“U-Um, quiero decir, mis hermanas… Ellas, um, realmente quieren


que vengas a celebrar con nosotros, y…”

Anne le dirigió una mirada nerviosa y luego soltó una risa


avergonzada.

“Ajaja, ¿qué estoy haciendo? Una completa tontería. Ya estás muy


cansada, y… No importa. Siento haber dicho algo tan ridículo…”

“Siempre serás la chica que celebró mi cumpleaños con diez días


de retraso. Siempre.” Susurró Mia en voz baja, con los ojos cerrados,
mientras agarraba con fuerza las manos de Anne entre las suyas.

“¿Eh? U-Um, milady?”

“En efecto es ridículo. Como si hubiera necesidad de preguntar.”


Volvió a abrir los ojos y su expresión se transformó en una sonrisa
radiante. “Por supuesto que iré. Y con mucho gusto.”
Unos días más tarde, Mia le pediría a Anne que la acompañara a la
Academia Saint-Noel, sin saber qué aventuras la esperaban.
IMAGEN
Capítulo 38:
La Princesa Mia… se Convierte en una
Mujer Consumada…

“Hmmm… Mmm… Hnnnngh…”

Los gemidos de Mia resonaron en toda la oficina del consejo


estudiantil. Como nueva presidenta, su primera tarea era dotar de
personal al consejo. Dado que sus habilidades administrativas reales se
acercaban a cero, reunir un equipo de ayudantes cercanos era una
prioridad urgente. Si Mia fuera la típica líder no cualificada, optaría
por rodearse de personas que le ayudaran para asegurarse de que todo
iría sobre ruedas durante su mandato. Sin embargo, Mia no era la
típica; de hecho, era muy consciente de su posición.

“Si elijo a la gente equivocada… ¡Voy a conseguir el hacha!”

También lo dijo literalmente. Al fin y al cabo, estaba sentada en un


asiento que Rafina le había cedido voluntariamente. Si hubiera ganado
las elecciones, habría sido posible culpar de sus fracasos a los votantes
por haber elegido mal, pero Rafina le había confiado el papel, y la parte
de la confianza era lo que la asustaba. Si traicionaba la confianza de
Rafina…

“Apenas logré que me perdonara por lo que hice en el Manantial de


la Limpieza. Si vuelvo a meter la pata… Oh, lunas misericordiosas…”
Recordó la visión de Rafina con los ojos inyectados en sangre y se
estremeció. Francamente, no tenía ni idea de por qué Rafina había
decidido cederle el puesto de presidente. Sin embargo, lo único que
sabía era lo que sucedería si ella estropeaba su nuevo trabajo. Lo sabía
con una certeza visceral; podía sentirlo en su cuello.

“Será mejor que haga todo lo posible para estar a la altura de las
expectativas de Rafina… ¡o algo muy malo va a pasar!”

Por lo tanto, tuvo que elegir con cuidado para asegurarse de que
todos los puestos del consejo estuvieran ocupados por los más
competentes. Básicamente, necesitaba un equipo de Ludwig. De este
modo, sólo tendría que tomar el flujo constante de propuestas bien
pensadas que le ofrecieran, añadir unas cuantas observaciones
superfluas sobre su idoneidad y enviarlas para que se pusieran en
marcha. Su flujo de trabajo administrativo ideal era que todo
funcionara por sí solo, de modo que lo único que tenía que hacer era
dar su visto bueno a todas las recomendaciones que le llegaban. De
hecho, el objetivo de Mia no era rodearse de hombres que siempre le
dijeran que sí, sino ser el hombre que siempre dijera sí. Bueno, la chica
del sí.

“Lo primero es lo primero. Necesito que Rafina sea una


vicepresidenta…”

En lugar de esperar a que causara un lío irreparable que dejara a


todo el mundo enfadado con ella, sería mejor que Rafina señalara sus
errores desde el principio. Esto también tuvo el efecto secundario y
considerablemente menos loable de permitirle alegar “¡También fue
en parte culpa de Rafina!” por cualquier cosa que saliera mal.

“En cuanto al segundo… Tiene que ser Sion.”

Su razón para nombrar (léase: implicar) a Sion era la misma. Si no


sólo Tearmoon, sino también Sunkland, la han fastidiado, ¿quién
podría criticarles por ello?

“Y lo que es más importante, ¡no voy a dejar que sea el único que
lo tenga fácil!”

El modus operandi de Mia consistía en arrastrar a todos los demás


para lidiar con sus problemas…

“Haré que Abel sea el asistente del presidente para tenerlo cerca…”

… mientras satisfacía astutamente sus propios caprichos. Cuando


se trataba de esos asuntos, Mia tomaba la iniciativa.

“Entonces, Tiona puede ser secretaria, supongo, y en cuanto a


Chloe… la haré tesorera, ya que ambas me ayudaron mucho durante
las elecciones.”

Estos nombramientos fueron una muestra de agradecimiento por


sus contribuciones a su campaña electoral.

“Huh. De alguna manera, esto se está convirtiendo en el mismo


grupo de caras que veo durante nuestras reuniones contra las
Serpientes del Caos. Hmm…”

Fue entonces cuando recordó algo.


“Oh, claro. Debería también debería incluir a Sapphias. Creo que
lo pondré de ayudante de la secretaria.” Una sonrisa malvada se dibujó
en sus labios. “Es bastante obvio que está conectado con las Serpientes
del Caos, así que en lugar de dejarlo libre, sería mejor ponerlo a mi
lado en el consejo, donde puedo vigilarlo. A ver si le gusta estar
rodeado de anti-Serpientes del Caos. Je. Eso debería mantenerlo
vilo…”

Sintiéndose muy orgullosa de sí misma por haber tenido una idea


tan genial, empezó a tararear una alegre melodía.

“Oh, pobre Sapphias. No tiene ni idea de lo que le espera… ¡Lo


voy a hacer trabajar hasta los huesos! ¡Estará tan ocupado que no
tendrá tiempo de urdir ningún plan malvado!”

Obviamente, no es muy obvio que Sapphias esté de alguna manera


conectado con las Serpientes del Caos, pero Mia no podía molestarse
con tales tecnicismos; ¡tenía alegres melodías que tararear!

Rafina aceptó de buen grado asumir el papel de vicepresidenta, y le


escribió para confirmarlo en cuanto recibió la petición de Mia. En su
opinión, era una decisión de personal muy sensata que garantizaría un
traspaso de responsabilidades sin problemas.

“Y… ¿también podría ser un movimiento para estabilizar el


sentimiento público?”
Que la hija del Duque de Belluga fuera desplazada del puesto de
presidente ya era un gran problema. Si se ausentara por completo del
consejo estudiantil, causaría demasiados problemas. Por supuesto, no
era lo ideal en términos de aligerar su propia carga de trabajo, pero aun
así le sería mucho más fácil ser vicepresidenta.

“Es gracias a Mia que ahora me siento más a gusto, así que no me
importa quedarme para ayudarla un poco, pero…” Su mirada se desvió
hacia arriba mientras reflexionaba sobre las decisiones de personal de
Mia. “Tengo que decir que estás enviando un gran mensaje con esas
decisiones.”

Cuando se trataba de dotar de personal al consejo estudiantil, era


costumbre seleccionar a los estudiantes con vínculos limitados con
Tearmoon y Sunkland. La lista de Mia era casi una denuncia abierta de
esa regla tácita.

“No pensé que ella elegiría al Príncipe Sion. Así como el Príncipe
Abel…”

Después de las elecciones se enteró de que los dos príncipes habían


participado en la elaboración de la plataforma de Mia.

“Los dos la ayudaron con sus promesas de campaña, así que se les
pide que también ayuden con su entrega. Eso parece bastante natural,
supongo. Luego, en una línea similar, Tiona y Chloe, que trabajaron
mucho durante su campaña, también se incorporan al consejo. A
primera vista, parecen nombramientos razonables. Pero…” Sus ojos se
entrecerraron. “Esto también podría verse como una especie de
declaración para los que saben. Que Tearmoon, Sunkland y Remno
están uniendo fuerzas con Belluga en la lucha contra las Serpientes del
Caos.”

A Rafina, esto le pareció una clara expresión de la intención de Mia


de reunir a todos los miembros de la coalición anti-Serpientes del Caos
en el consejo estudiantil, facilitando la comunicación y la coordinación
mientras seguían con su vida diaria como estudiantes.

“Y para rematar, ella también lo trajo. Sapphias Etoile Bluemoon


será miembro del consejo estudiantil…”

Cerró los ojos y se concentró en recordar su anterior interacción


con Sapphias. El muchacho, tímido e inquieto, no le había transmitido
fiabilidad ni integridad, sino más bien la mezquina astucia que
caracteriza a los tramposos y ladrones de poca monta. Francamente, el
intercambio la había dejado con una impresión bastante desfavorable
de él.

“No parece un candidato deseable… pero dándole una oportunidad


así, no tendrá más remedio que dejarse la piel. ¿Esa, quizás, es su
intención?”

Mia no lo culpó por sus fracasos pasados y, en cambio, lo ascendió


a un puesto de responsabilidad. Aunque una decisión confusa a
primera vista… valdría la pena si le motivaba a estar a la altura de las
circunstancias.
“Para alguien en su posición, es discutible que tarde o temprano
tenga que traer a alguien de los Cuatro Duques. En ese sentido, podría
ser el más fácil de manejar.”

El descubrimiento de que uno de los Cuatro Duques podría estar


relacionado con las Serpientes del Caos le había llamado la atención,
por supuesto, pero definitivamente no creía que fuera Sapphias.

“Aparte de eso… Supongo que esto también es un mensaje para los


otros nobles de Tearmoon. Y a todos los demás estudiantes, en
realidad.”

Esta era probablemente la línea de Mia en la arena. Estaba dejando


claro el trato preferente que podían esperar los nobles del Imperio. No
hacer ningún favor a sus compatriotas sería visto como algo extraño.
Era posible que alguien en la posición de Rafina mantuviera los más
altos estándares de imparcialidad, pero que una princesa del Imperio
se convirtiera en presidenta estudiantil y no nombrara a ninguno de sus
propios nobles en el consejo sería sumamente antinatural. Estaba, por
supuesto, Tiona, pero había estado apoyando a Mia desde el inicio de
su campaña y era probable que se la considerara como una subordinada
directa. Había que elegir a alguien más junto a ella para mantener las
apariencias.

“Honestamente, ni siquiera sería tan extraño que trajera a los hijos


de los Cuatro Duques, pero eso probablemente causaría alguna
reacción. Nombrar sólo a uno de ellos, entonces… Ya veo. Realmente
está enhebrando la aguja política, ¿no es así?”
Cuanto más pensaba en ello, más evidente resultaba que la decisión
de Mia se basaba en una evaluación cuidadosa y exhaustiva de la
dinámica política actual. Dejó escapar un suspiro de tranquilo
asombro.

“Entonces, ella también puede hacer política…”

Rafina subió su valoración de Mia, que ahora se sentaba


cómodamente en el peldaño etiquetado como “mujer consumada”.

… Mientras tanto, la mujer consumada en cuestión no tenía ni idea


de que su nivel de competencia percibido estaba experimentando una
importante inflación.
Capítulo 39:
¡Mia la Provocadora!

Una vez finalizada la lista del consejo estudiantil, Mia se dirigió con
entusiasmo hacia la habitación de Sapphias y llamó a su puerta.

“¿Sapphias? ¿Estás ahí?”

Tenía los ojos brillantes y estaba confiada. La figura que salió de


detrás de la puerta era todo menos eso.

“O-Oh, uh, Su Alteza…” Dijo Sapphias con el tono y la apariencia


de un hombre que ha tocado fondo, y luego ha caído un par de metros
más. “Estoy, eh, terriblemente apenado. Mi habitación está un poco
desordenada. Pero, um, si pudieras darme unos minutos, la limpiaré
enseguida y, uh—”

Mia acalló su tartamudeo ansioso con un solemne movimiento de


cabeza.

“Eso no será necesario. La puerta será suficiente, porque estoy aquí


para informarte, Sapphias, que te he nombrado miembro del consejo
estudiantil como asistente del secretario.”

“… ¿Eh? Yo… ¿Qué?”

Ella hizo caso omiso de la mirada de total incomprensión de él y


continuó.
“La Srta. Rafina y el Príncipe Sion actuarán como vicepresidentes.
El Príncipe Abel servirá como asistente del presidente. Mis queridas
amigas Chloe y Tiona servirán como tesorera y secretaria
respectivamente.”

Suponiendo que fuera un cómplice de las Serpientes del Caos, sin


duda estaría al tanto de lo ocurrido en Remno. No era ningún secreto
que Sion y Abel estaban unidos contra las Serpientes del Caos,
mientras que Rafina era enemiga de todos los cultos heréticos en
general. También estaba Chloe, que era amiga íntima de Mia. En
cuanto a Tiona… bueno, ella fue a Remno con ellos, así que al menos
aumentó el número de cabezas. Lo que Mia quería decir, en esencia,
es que te he rodeado de miembros de la coalición anti-Serpientes del
Caos, y todos ellos te están vigilando de cerca, así que será mejor que
te andes con cuidado, ¡bastardo escurridizo! El hecho de que la
posición de Sapphias lo convirtiera en asistente de Tiona, una noble de
las tierras lejanas, era sólo la guinda del pastel. Una guinda
insignificante, pero guinda al fin y al cabo.

Una vez terminada su exposición, procedió a convertirse en Mia la


provocadora. En pocas palabras, ¡comenzó a burlarse de él!

“Espero que este nombramiento sea particularmente desafiante


para usted, así que si decide rechazarlo, no se lo tendré en cuenta.
Dicho esto, creo que es una gran oportunidad…”

Le sonrió con suficiencia triunfal, como si acabara de derrotarle en


una pelea. Cuando Mia se burló, ¡lo hizo a fondo!
Si Sapphias fuera una Serpiente del Caos, el consejo estudiantil
sería territorio enemigo. Estaría rodeado por todos lados y en constante
peligro. Sin embargo, también significaba que estaría en el corazón de
las fuerzas enemigas, literalmente sentado en su cuartel general. Como
dice el refrán, no se puede conseguir el cachorro de león sin entrar en
la guarida del león. En un gran peligro había una gran oportunidad.

Mmhmhm. Es difícil dejar pasar una oportunidad como esta, ¿no?


Aunque es una pena para ti. Una vez que te unas al consejo estudiantil,
eso será todo para ti. ¡Te vigilaremos tan cuidadosamente que no te
atreverás a hacer nada a escondidas!

Sintiéndose bastante orgullosa de su supuesta entrega incendiaria,


resopló satisfecha y se marchó sin decir nada más.

“Yo… no puedo creer… que eso acabe de suceder…” Susurró


Sapphias mientras veía a Mia irse. Las piernas le fallaron y se
desplomó en el suelo. “Ni en un millón de años… habría pensado que
este podría ser el resultado…”

Desde que fue convocado por Rafina, Sapphias se había encerrado


en su habitación. Sus gélidas amenazas lo habían traumatizado por
completo, dejándolo con un miedo debilitante a salir. Además, la carta
de su prometida pesaba mucho en su corazón. Una vez que se enteró,
prematuramente, de que iba a formar parte del consejo estudiantil, le
envió rápidamente sus más sinceras bendiciones y ánimos.
Querido Señor Sapphias, mi futuro marido,

Me alegra mucho saber que la Princesa Mia te valora tanto. No


siento más que una infinita gratitud hacia Su Alteza, que ha percibido
y apreciado tu talento y potencial. Es mi sincero deseo que cumplas
con este importante nuevo deber apoyando a Su Alteza con gracia y
competencia.

Después de recibir una carta como esa, no había manera de que le


dijera que en realidad no había entrado; eso sería demasiado patético.
Al mismo tiempo, no podía ocultarle la verdad para siempre. Atrapado
entre la espada y la pared, se quedó solo en su habitación, sintiendo
que sus ganas de vivir se agotaban lentamente. Entonces, justo cuando
estaba a punto de sucumbir por completo a su abatimiento, Mia
apareció con su anuncio milagroso.

“De todos modos, debería… ¡Oh, claro! ¡Una carta! ¡Necesito


escribir una carta a mi querida!”

Se sentó apresuradamente en su escritorio y tomó su pluma. Sin


embargo, cuando la puso sobre el papel, su mano se congeló.

“… ‘Percibió y apreció mi talento y potencial’, eh…”

Sapphias sabía que eso no era cierto. Esta última semana le había
hecho dolorosamente consciente de su propia inconsecuencia. No era
una mente maestra; no era más que un mísero títere que no tenía lugar
en el gran escenario.

“Pero incluso así… Incluso para alguien como yo… Ella estaba
dispuesta a darme una oportunidad.”

Había escuchado su mensaje alto y claro. Rafina estaría allí. Tiona,


a la que había despreciado, también estaría allí. Ella había dicho que
esperaba que este fuera un ambiente particularmente desafiante para
él, pero también que creía que era una oportunidad.

“¿Tiene grandes expectativas para mí? No, probablemente no…


Pero seguro que todavía tiene alguna esperanza en mí, por pequeña
que sea… Sí, no ha renunciado a mí por completo, o ni siquiera se
habría molestado en hablar conmigo.”

Tendría un puesto en el consejo estudiantil, pero sabría que no se


lo había ganado. Mia se lo dio. Fue un acto de bondad, una bondad que
él tampoco merecía.

“Este nuevo e importante deber de apoyar a Su Alteza… con


gracia… y competencia…”

Siempre había pensado que esas expresiones eran poco más que
palabrería, formalidades floridas sin sustancia. Pero ahora… sentía
algo detrás de las palabras. Algo con peso.

“Su Alteza preservó mi honor. Me dio otra oportunidad. Por eso,


tengo una deuda de gratitud con ella. Si no puedo pagarla… para estar
a la altura de sus expectativas… Entonces indudablemente seguiré
siendo un perdedor por el resto de mi vida…”

Cuando por fin levantó la vista de la página, sus ojos hundidos


habían adquirido un tenue brillo de resolución.

El Clair de Lune era una fiesta de té organizada periódicamente por


los etoile que convocaba a sus hijos. La asistencia era a menudo
imperfecta, pero hoy uno de los frecuentes ausentes resultó estar
presente.

“Bueno, bueno, no todos los días apareces.” Dijo Esmeralda con


una mirada curiosa. “Apenas recuerdo la última vez que te vi aquí,
Ruby.”

“Sí, ha pasado mucho tiempo, ¿verdad, oh Señora Greenmoon?”


Respondió la asistente esporádica con una sonrisa atrevida y una risa
alegre.

La hija del Duque Redmoon, Ruby Etoile Redmoon, mantenía su


cabello rojo flameante recortado con pulcritud hasta los hombros. Sus
rasgos eran afilados y bien formados, y desprendían un intrépido
carisma que combinaba la belleza masculina con la femenina. Junto
con su carácter galante, a menudo recibía miradas de ensueño de sus
compañeras de clase.

Recorrió la habitación, con una mirada fría y nítida, antes de


levantar una ceja.
“¿Hm? ¿Sólo tú estás aquí hoy? ¿Dónde está el joven vástago de
los Bluemoon?”

La pregunta provocó un “¡Hmph!” de Esmeralda.

“Aparentemente está ocupado con el trabajo del consejo


estudiantil.”

“Ah, ciertamente. El consejo se reunió y tuvo que responder a la


llamada del deber. En ese caso, ¿qué hay de Lady Yellowmoon? Ella
comenzó la escuela este año en Saint-Noel, ¿no es así?”

“¿Yellowmoon? ¿Te refieres a esos inútiles que sólo mantienen su


prestigio por pura suerte? Por favor, todos sabemos que ellos son los
más viejos y débiles de todos. No podría importarme menos si aparece
o no.”

“Claro, pero es mejor que tener una fiesta de té de una sola mujer,
¿no?” Bromeó Ruby mientras se sentaba frente a Esmeralda. “Bueno,
también podría tomar una taza para mí ya que estoy aquí.”

“¿Oh? Hoy está llena de sorpresas, ¿no? Pensaba que te ibas a


limitar a saludar e irte.”

“Eh, padre se enfadará conmigo si me salto demasiadas de estas


reuniones.” Ruby se encogió de hombros sin poder evitarlo. “Tengo
que decir, sin embargo, que no me lo esperaba de Su Alteza. Desde el
anuncio de su candidatura a la presidencia del consejo estudiantil hasta
el abandono de la Srta. Rafina en el último momento, toda la secuencia
de acontecimientos fue una sorpresa tras otra. Me pregunto qué le
habrá pasado.”

Tomó un sorbo de la taza que le habían puesto delante y dejó


escapar un suspiro de placer.

“Perujin negro, supongo. Esos Perujin sí que saben hacer un té de


calidad. Supongo que descender de siervos tiene sus ventajas.”

“Hmph, ¿a quién le importa dónde se produce?” Dijo una


Esmeralda cada vez más petulante. “Lo único que importa es que lo
que se me entregue sea siempre de la mejor calidad. De dónde venga
no importa.”

“¿Hm? ¿Soy yo o estás de mal humor? ¿Qué, el que Mia se


convierta en presidenta del consejo estudiantil te ha sentado mal?”

“No, no me ha hecho ninguna gracia. No me importa.” Hizo una


pausa por un segundo antes de añadir: “Dicho esto, creo que tiene un
juicio terrible.”

“¿Un juicio terrible? ¿Cómo es eso?”

“Bueno, ¿cómo puede alguien con buen juicio elegir a un idiota


incompetente como Sapphias por encima de mí? Y no sólo a él, sino
también a una pueblerina como Tiona Rudolvon. Es imperdonable.
Ugh, no puedo ni siquiera imaginarlo… Esto es tan terriblemente
molesto.”

Sus manos temblaban de rabia, enviando pequeñas ondas a la


superficie de su té.
“Oye, un consejo sincero para ti. No provoques demasiados
problemas, ¿vale? No es que vaya a detenerte si lo intentas, pero tenlo
presente.”

“¿Oh? ¿No me detendrás si lo intento?”

“No. A mí, por ejemplo, no me gusta que me quiten de en medio a


un caballero al que he echado el ojo.” Sonrió a Esmeralda, aunque no
había humor en la expresión. “La cuestión es que no eres la única que
tiene una queja con la princesa.”

Y así, los jóvenes sucesores de los Cuatro Duques, cada uno con
sus propios motivos y cálculos, comenzaron a poner en marcha sus
respectivos planes.
IMAGEN
Capítulo 40:
Reunidos de Nuevo…

Mia se sentó en el famoso Jardín Secreto de Saint-Noel por invitación


de Rafina para almorzar juntas. Rodeada de los pétalos de color rosa
intenso de las rosas de la princesa, se deleitó con su elegante fragancia
mientras apreciaba la excelente comida que Rafina había preparado
para ella.

“¡Esto está muy rico, Srta. Mia!” Exclamó la diminuta figura que
estaba a su lado.

De hecho, la invitación de Rafina se había extendido también a Bel


y a Anne, y las tres estaban disfrutando de un almuerzo especialmente
suntuoso. Especialmente Bel era una bola de entusiasmo. La visión de
sus mejillas distendidas y su amplia sonrisa mientras masticaba la
comida provocó una risa de Rafina.

“Caramba, qué adorable eres. La comida parece el doble de buena


cuando la comes tú.” Dijo Rafina mientras miraba a la joven.

“Ejeje, no puedo evitarlo. Es demasiado sabroso.”

Las dos intercambiaron sonrisas antes de que Bel volviera a asaltar


su plato mientras Rafina la observaba con cariño desde el otro lado de
la mesa. Fue una escena que causó cierta disonancia cognitiva a Mia,
que hasta hacía muy poco había tenido la impresión de que Bel
encontraba a Rafina tan aterradora como ella.

Esta chica realmente sabe cómo llevarse bien con la gente, ¿no?
Quizá le resulte más fácil de lo que pensaba… Se le ocurrió que la
gente siempre llevaba sonrisas amables cuando interactuaba con Bel.
En cuanto a la edad, debería ser sólo un año más joven que Abel y
Sion, pero por alguna razón, todo el mundo la trata como a una niña
pequeña.

“Dime, Mia.” Dijo Rafina de repente mientras se giraba hacia ella.


“Bel es alguien muy querida para ti, ¿verdad?”

“Por supuesto. Ella es mi preciada nie…” Ella ahogó la palabra


justo antes de que pudiera salir de su boca. “Uh, hermana pequeña.”

“¿Oh? ¿Fue un momento de vacilación lo que escuché? Qué raro,


viniendo de ti, Mia. Mmhmhm… Veo que te preocupas mucho por tu
padre.” Comentó Rafina, que pensaba que Miabel era hija ilegítima del
emperador. No era culpa suya, por supuesto; Mia la había empujado
hacia esa teoría.

Así que cree que estoy celosa porque mi padre fue y tuvo otro hijo
con otra persona… El hecho de que ella piense eso es un poco molesto,
en realidad.

No odiaba a su padre ni nada por el estilo, pero tampoco quería que


la gente pensara que le gustaba tanto. Era… complicado. La pubertad
y todo eso. De todos modos.
“Entonces, ¿qué pasa con Bel?”

“Oh, sólo estaba pensando que si es alguien a quien aprecias,


definitivamente deberíamos hacer arreglos para que tenga un
acompañante apropiado. De lo contrario, podríamos acabar dando a las
Serpientes la oportunidad de poner sus manos sobre ella.”

“¿Un asistente… para mí?”

Bel la miró con desconcierto.

“Sí. Creo que es demasiado trabajo para Anne también seguir


cuidando de ti.”

“Bueno, la Srta. Bel puede ocuparse de muchas cosas por sí misma,


así que realmente no es una gran carga para mí.” Dijo Anne. “Pero sí
lamento no poder asistir a las clases con milady…”

Así es. No tienes idea de cuántas veces he deseado que Anne


estuviera conmigo.

Mia estaba muy de acuerdo en que la mejor solución era asignar a


Bel un asistente de confianza propio. De hecho, ella misma había
estado pensando en la idea. El problema era que nunca había podido
encontrar un candidato adecuado.

Pero si Rafina tiene a alguien en mente, supongo… ¡Ah!

Se le ocurrió una preocupación y se apresuró a hablar.

“Aunque encontremos un asistente, me gustaría que Bel se quedara


en mi habitación.”
“¿Hm? ¿No es estrecho ahí dentro?”

Era… un poco estrecho, en realidad, pero asegurarse de que Bel


estuviera siempre disponible para el interrogatorio era una prioridad
mayor para Mia.

“Lo estamos sobrellevando bastante bien. No hay ningún problema.


También hay muchas cosas que me gustaría hablar con ella, así que…”

“Cielos.” Dijo Rafina con una risita de sorpresa. “Realmente la


mimas, ¿no?” Luego, se llevó un dedo a la barbilla y frunció el ceño.
“Pero… En ese caso, supongo que me encargaré de que Bel se quede
en tu habitación en el futuro inmediato.”

“Muchas gracias por su consideración.”

“Ahora bien, sobre ese asistente para Bel. De hecho, tengo a alguien
en mente…”

“¿Oh? ¿Quién podría ser…?”

Rafina dio dos palmadas. A la señal, una chica apareció ante ellas.

“Es un placer volverla a ver, Princesa Mia.”

“¡Oh, Dios! ¡Pues si no es Lynsha! ¡Hace tanto tiempo que no nos


vemos!”

El inesperado reencuentro hizo sonreír a Mia. La última vez que


había visto a Lynsha había sido al final del incidente en Remno, y eso
había sido hace varios meses. Había oído que, gracias a que Abel y
Rafina apelaron en su favor, se había librado de cualquier castigo
severo, pero seguía siendo reconfortante verla bien en persona.

“Me alegro de ver que tienes buena salud.”

“Tanto yo como mi hermano fuimos infinitamente afortunados de


haber sido agraciados por su benevolencia y misericordia. Lo
apreciamos con todo nuestro corazón y esperamos que acepte nuestra
más sincera gratitud.”

Lynsha bajó la cabeza haciendo una reverencia muy formal.

“Vaya, qué actitud tan inusualmente deferente… ¿Qué te pasa?”

Mia la miró con el ceño fruncido. La Lynsha que ella recordaba


había sido bastante más desenfadada al hablar.

“U-Um, ¿nada? Sólo pensé… Quiero decir, eres la Princesa de


Tearmoon, así que no puedo permitirme ser irrespetuosa…”

“¿Irrespetuosa?” Mia se rió. “Si no te hice pasar un mal rato


después de que tus compañeros me durmieran y secuestraran, desde
luego no lo voy a hacer ahora porque no usas suficientes palabras
respetuosas. Por favor, no te molestes con el lenguaje rebuscado. Me
da escalofríos cuando hablas así.”

El tono bromista de Mia pilló a Lynsha por sorpresa y se quedó


paralizada durante un segundo. Luego, tras mirar a Rafina para
confirmarlo, se encogió de hombros y dijo: “De acuerdo. Si tú lo
dices.”
“Ahora bien. ¿Supongo que esto significa que vas a ser la asistente
de Bel? Eso suena maravilloso. Muchas gracias por aceptar esta tarea.”

Se sonrojó un poco ante la franca apreciación de Mia y se apresuró


a responder: “No, gracias. Tener la oportunidad de estudiar en Saint-
Noel es un sueño hecho realidad.”

Lynsha definitivamente no era amiga de las Serpientes del Caos.


Eso la hacía más digna de confianza. Además, la adversidad que habían
superado juntas en Remno había establecido una relación personal
entre ellas.

“Mmhmhm, Lynsha estaba tan contenta de poder ayudarte,


Princesa Mia.” Dijo Rafina. “Que aceptó el trabajo en el acto.”

“Espera, ¿qué…? ¡Srta. Rafina!”

Mia soltó una carcajada a costa de la aturdida Lynsha antes de


volverse hacia Bel.

“Bel, esta es Lynsha. Es del Reino de Remno, y me ayudó mucho


en el pasado.”

“¿De verdad? Encantada de conocerte, Lynsha. Mi nombre es


Miabel, pero por favor llámame Bel. La Srta. Mia es mi Abu…”

“Hermana. Como hija ilegítima de mi padre, sus circunstancias no


pueden hacerse públicas, pero sí es mi hermana pequeña.”

“Lo tengo. No voy a entrometerme.”


Rafina esperó tranquilamente a que terminaran antes de decir con
una sonrisa cortés: “Maravilloso. Entonces está decidido. Pero antes
de seguir adelante, hay una persona más que me gustaría presentarles.
¿Mónica? Pasa, por favor.”

A su señal, apareció una señora con uniforme de sirvienta.

“Encantada de conocerla, princesa Mia. Soy Mónica Buendía.”

“… ¿Mónica? Oh, ¿podrías ser tú la que estaba con Abel?”

Recordaba haber oído el nombre antes. Lo cual era una hazaña


impresionante en sí misma.

Estoy bastante segura de que… es la que hizo sonreír un poco a


Abel cuando me habló de ella.

Escuchar a Abel hablar alegremente de una mujer que no conocía


la había puesto un poco celosa en ese momento.

Hmph, así que tú eres Mónica. Huuuuh. Ajá. ¡Abel tiene algo con
las mujeres mayores, ya veo!

Miró a la mujer con sutil disgusto mientras sus mejillas empezaban


a parecerse a las de una ardilla demasiado glotona.

“Usted nos hizo un inmenso favor en su momento, Princesa.


Gracias a usted, mis compañeros agentes obtuvieron la clemencia.”

“Déjeme asegurarle que el sentimiento es mutuo. Si no hubiera sido


por ti, Remno seguramente se habría enfrentado a un destino mucho
peor.”
Rápidamente desinfló sus mejillas y puso una sonrisa educada.

¡Hmph! ¡No dejaré que me quites a Abel! ¡Lo juro!

Sin embargo, en el interior, los guantes ya se habían quitado.

Así, gracias a los arreglos de Rafina, los que se oponían a las


Serpientes del Caos seguían reuniéndose. Al mismo tiempo, un
mensaje para Mia llegaría desde el Imperio. En cuanto a su
contenido…
Capítulo 41:
Mia, la Preguntadora Profesional

“Ahora bien, que se convoque el consejo estudiantil. Ya que esta es


nuestra reunión inaugural, consideremos esto como un simple
‘encuentro’.”

Sonriendo cordialmente, Mia reconoció a las figuras reunidas en la


sala, su mirada pasó de una persona a otra y finalmente se posó en el
objeto que más le interesaba: los platos de exquisitos dulces dispuestos
en círculo sobre la mesa. Su sonrisa se amplió.

“Y… como ya nos conocemos perfectamente, pasemos a cortar la


tar—”

“Disculpe, Presidenta Mia.” Intervino una Rafina que sonreía


amablemente. “Pero creo que tiene valor observar esas costumbres,
aunque sea una mera formalidad.”

Mia se tragó el resto de la frase.

“C-Cierto. Bueno, en ese caso, vamos a presentarnos brevemente


por turnos y lo que esperamos lograr en el consejo estudiantil…”

Así comenzó la reunión en serio, con Mia iniciando las cosas,


seguida de Rafina, Abel y Sion. Después de que cada uno de los
equivalentes geopolíticos de los Cuatro Fantásticos hiciera una
descripción concisa y articulada de sí mismo, Chloe y Tiona siguieron
con dos más que eran un poco tímidas pero aun así elegantes. El último
fue Sapphias, cuyo rostro estaba rígido por la tensión nerviosa.

“Me siento profundamente humilde y muy honrado de ser invitado


a participar —por muy limitada que sea mi capacidad— en una
asociación tan prestigiosa como ésta. Aunque me temo que soy indigno
de tal privilegio, como el miembro más joven presente, haré sin
embargo todo lo que esté en mi mano para estar a la altura de las
expectativas de Su Alteza y asegurarme de que su confianza en mí no
resulte equivocada.”

Tras hacer la presentación más rebuscada del grupo, se sentó de


nuevo sin pompa ni pretensiones. Mia lo observó con leve sorpresa.

Huh. Esa fue realmente una introducción bastante sincera.


Supongo que incluso una Serpiente del Caos no se presentaría y
declararía la guerra inmediatamente.

Eso fue todo lo que consiguió en términos de observación


concentrada antes de que la presencia de pasteles frente a ella volviera
a asestar un golpe de gracia a su concentración.

“Bien. Ahora que hemos terminado con las formalidades, vamos


a…”

“Sí. Vamos a servirnos un poco de té y pastel mientras discutimos


el presupuesto.”

“… ¿Eh?”
A Mia le gustó la primera parte, pero definitivamente no tenía
intención de hacerlo con la segunda.

“Hemos reunido aquí todas las estimaciones y solicitudes que cada


club ha presentado en relación con su parte del presupuesto del año.”
Continuó Rafina. “Vamos a repasarlas y a establecer un marco
aproximado.”

“¿Eh? ¿U-Um, Srta. Rafina? ¿No deberíamos, ya sabes… dejar eso


para más tarde?”

Dejar el presupuesto para después, quiso decir.

“Oh, tomar un bocado rápido no se interpondrá en nuestra


conversación. Al fin y al cabo, cuando se trata de cosas difíciles como
hacer números, los dulces son esenciales, ¿no?” Rafina sonrió y agitó
un puño alentador hacia ella. “Concentrémonos y terminemos esto.”

El ambiente de la sala había sido claramente influenciado por la


charla de Rafina. Derrotada por la ambigüedad gramatical de su propia
sugerencia, Mia no tuvo más remedio que acceder.

“C-Claro, no es una gran distracción, ¿verdad? Yo también quiero


acabar con el presupuesto rápidamente. Ohoho. En ese caso vayamos
al grano.”

Sus hombros se hundieron y dejó escapar un suspiro subrepticio


cuando sus compañeros del consejo comenzaron a discutir. Mia, por
su parte, se limitó a escuchar mientras echaba miradas furtivas a los
demás. Cuando notaba algún indicio de confusión en alguno de sus
rostros, inmediatamente intervenía con una pregunta sobre el tema en
cuestión.

“Disculpe, Srta. Rafina, pero ¿exactamente qué significa esto?”

Mia era consciente de la importancia de hacer preguntas. Ya en la


línea temporal anterior, cuando trabajaba con Ludwig para resolver los
numerosos problemas del Imperio, había aprendido por las malas a no
dejar que las preguntas se quedaran en eso. Permitir que las
conversaciones se desarrollen sin interrupción por cosas que ella no
entendía solía acarrear una severa reprimenda más adelante. Una y otra
vez, se quedaba con la boca abierta después de que un frustrado
Ludwig la castigara por hacer cosas que no entendía y por chapucear
el trabajo.

Por supuesto, también sería un problema si siguiera haciendo


preguntas muy básicas. Es un arte; tiene que hacer sólo las preguntas
que son necesarias, o se arriesga a erosionar la confianza de la gente
en su competencia. En este caso, el barómetro que utilizaba para
determinar la necesidad de una pregunta eran las caras de los demás
miembros. Pero no cualquier miembro. Sion era una causa perdida: no
estaba segura de que su cara fuera capaz de expresar incomprensión.
A Abel también lo consideraba inteligente y capaz, así que también
evitaba usarlo como referencia. En cuanto a Chloe… algo en ella le
decía a Mia que probablemente era buena con los números, así que
también estaba descartada. Quedaban Tiona y Sapphias. Cualquier
cosa que no entendieran era probablemente un concepto
razonablemente difícil que merecía ser aclarado. Por lo tanto, cada vez
que sus cejas se fruncían en señal de confusión, Mia interrumpía con
una pregunta relevante, y luego anotaba tanto la cuestión como su
respuesta.

… Y resulta que Mia era muy buena haciendo preguntas.


Volviendo de nuevo a la línea temporal anterior, una y otra vez,
acabaría recibiendo el despiadado sarcasmo de Ludwig. De hecho, la
experiencia fue tan amarga que quedó grabada para siempre en su
memoria.

“Está bien que preguntes, pero por favor, deja de preguntar


irreflexivamente todo lo que se te ocurra.”

“Está claro que ni siquiera sabes lo que no sabes. Deja de hacer


preguntas vagas. Tienes que ser más específica.”

Una y otra vez, se veía reducida a un desastre de mocos, con los


dientes apretados por la frustración y luchando por contener las
lágrimas mientras sufría su amonestación. Sin embargo, la escuela
Ludwig de los golpes duros tuvo una cosa buena: le confirió la
capacidad de hacer preguntas como una profesional.

Así es. Mia había madurado hasta convertirse en alguien que sí


sabía lo que no sabía. ¡Fue un pequeño paso para la humanidad, tal vez,
pero un salto gigante para Mia!

Mientras tanto, Rafina, que había estado observando a Mia todo


este tiempo…
Mia… Realmente te tomas en serio lo de entrenar a Tiona y
Sapphias, ¿verdad?

… se encontró llena de sincera admiración por su amiga. Se había


dado cuenta de que desde que empezaron a discutir, Mia había estado
tomando notas mientras prestaba mucha atención a los otros dos en
cuestión. Cuando parecía que algo no tenía sentido para ellos, hacía
preguntas sencillas para ayudarlos a entender. Aunque Rafina
dominaba los temas de los que hablaba, le resultaba difícil explicarlos
a los demás de forma fácilmente digerible. Mia, por su parte, intentaba
la tarea mucho más complicada de hacer preguntas específicas que
incitaran a Rafina a explicar exactamente qué era lo que los demás no
estaban entendiendo, y lo conseguía.

Evitó mellar su orgullo, pero les infundió conocimiento. Magistral,


Mia. Realmente magistral.

Dentro de Rafina, la burbuja especulativa de la grandeza de Mia


seguía creciendo. Sólo cabía esperar que no acabara por estallar,
provocando el hundimiento de toda la economía de la concepción de
Mia.

Algún tiempo después de la reunión del consejo estudiantil llegó un


día en que Anne y Lynsha estaban ocupadas coordinando el traspaso
de sus responsabilidades laborales, dejando a Mia sola con Bel.
Pensando que era una buena oportunidad para saber más sobre el
futuro, abordó el tema con Bel, que se rascó la cabeza y dijo: “Oh, en
ese caso, probablemente deberías leer las ‘Crónicas de la Princesa
Mia’.”

“… ¿Por qué me parece haber oído eso antes?”

Recordaba claramente haber visto un libro así mencionado en un


párrafo de algún libro de historia que encontró en la biblioteca.

“… Las Crónicas de la Princesa Mia.”

“Sí. Es un relato de la vida de mi Abuela escrito por Madre Elise.”

Según Bel, cuando se despertó en la biblioteca, escondió


rápidamente el libro en las estanterías para que no se quemara.

“Ya veo. Escondiendo un árbol en el bosque, eh…”

A instancias de ella, las dos se dirigieron a la biblioteca.

“Por aquí.”

Una vez allí, Bel la condujo directamente al fondo, deteniéndose


frente a una estantería de libros. Era el mismo estante donde había
encontrado el libro de historia. Al retirar una serie de gruesos tomos,
se descubrió un libro especialmente desgastado que había quedado
oculto tras ellos.

“Ahí está.”

Bel lo sacó y se lo mostró a Mia. Aunque estaba muy desgastado,


la portada aún mostraba con orgullo su título: Crónicas de la Princesa
Mia. Cuando lo tomó en sus manos, un escalofrío le recorrió la espalda.
Era como si un miasma invisible emanara del libro, y de repente tuvo
un muy mal presentimiento sobre lo que iba a hacer. En verdad no
quería leerlo, pero había llegado demasiado lejos como para dejarlo
estar. Así que, luchando contra las desesperadas protestas de sus tripas,
puso las manos sobre el libro, se armó de valor y lo abrió.

Jadeó tanto que casi se desmaya en el acto.

“Esto es…”

Sus ojos horrorizados fueron testigos de un párrafo tras otro de


hipérboles espeluznantes que cantaban sus alabanzas. Con cada vuelta
de página, la adulación se hacía más excesiva y su cara se ponía más
roja —no sabía si por la vergüenza o por la respiración que aún
contenía— y tenía la clara sensación de que sus entrañas se volvían
gelatinosas por la vergüenza. La verdad es que daba un poco de miedo.
Finalmente, recuperó el suficiente control sobre sus facultades para
exhalar y producir un pensamiento coherente.

“H-Huh… Esta persona Mia es, uh, algo muy especial, ¿no es así?
Es casi como si fuera un personaje de alguna historia inventada.”

Ese fue el único comentario que su mente, aún recuperada, pudo


reunir.

“Ajaja, es usted muy graciosa, Srta. Mia. Por supuesto que no está
inventada. Está aquí mismo.” Dijo Bel, viendo a Mia con los ojos de
alguien que definitivamente no sabe diferenciar entre ficción y
realidad.
¿Cómo es posible pensar que una persona así existe?, pensó,
desconcertada por los relatos del libro que mostraban… una especie de
superhéroe. O quizás un semidiós mitológico. Fuera lo que fuera,
definitivamente no era la Mia de la vida real.

Según las Crónicas de la Princesa Mia, esta legendaria persona


llamada Mia Luna Tearmoon era una lectora voraz que, desde su
infancia, devoraba más de una docena de libros al día, y su ilimitada
sabiduría le permitía ver cientos o incluso miles de años en el futuro.
Enfrentada a un imperio que se tambaleaba al borde de la ruina
financiera, realizó cambios políticos radicales para restaurar la
estabilidad económica. Noble, honesta y despreocupada por la riqueza
material, su carácter virtuoso encantó incluso al caballo alado de la
leyenda, que se ofreció como su montura. Ella lo montaba con
habilidad y gracia, caballo y jinete girando como uno solo en el aire en
una danza tan hipnotizantemente bella como la propia diosa de la luna.

Esto… ¡Esto es una tontería! Todo, excepto la parte de ser


hipnotizantemente bella, ¡es una completa mentira! Pensó, arrugando
la nariz en señal de disgusto por las falsedades del relato de una manera
que no traicionaba la conciencia de la ironía inherente.

Y hay más, como esta parte en la que dice que me estoy ahogando
en el mar mientras me ataca un megalodón, y lo venzo dándole un
puñetazo en la nariz… Quiero decir, ¡¿cómo?!

Eso ni siquiera fue una hazaña de sabiduría. Ella literalmente acaba


de derrotar a un tiburón. Como, con puro músculo. Es cierto que los
tiburones tienen un montón de órganos sensoriales concentrados cerca
de la nariz, así que saber golpearlo ahí era posiblemente una muestra
de conocimiento. Aun así, era claramente un relato ficticio, el resultado
de una exageración desenfrenada. ¿Cómo lo sabía? Bueno, en primer
lugar, ni siquiera sabía nadar.

Va a ser un gran problema si Bel cree que soy una especie de


sobrehumano como en este libro.

“Me quedaré con esto.” Dijo, tomando el libro. “Un libro tan
peligroso, no puedo permitirme tenerlo tirado por ahí.”

Sería un desastre si alguien más lo viera.

Ese tipo de humillación sería fatal.

Lo último que quería era que se creara un nuevo proverbio: la


vergüenza mataba a la princesa. Así que, con el libro pegado al pecho,
se dirigió rápidamente a la salida. El bibliotecario la detuvo antes de
que saliera, pero ella se libró de más preguntas alegando que estaba
recuperando un libro que había olvidado en la biblioteca. La revisión
de los registros no mostró ningún título que coincidiera, lo que dio
credibilidad a su afirmación. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco
cuando el bibliotecario miró la portada.

“Te juro que hay algo en un libro que lleva mi nombre en el título
que no me gusta. Será mejor que más tarde hable con Elise…”
Murmuró Mia mientras volvía a su habitación.

“¿Oh?”
Al llegar, descubrió a una chica de pie frente a su puerta.

La chica se fijó en ella e hizo una reverencia.

“Ah, Princesa Mia. ¿Cómo está usted?”

Su piel bronceada, que irradiaba un brillo saludable, y su cabello


negro azabache eran rasgos característicos de la gente que vivía en un
país al sur de Tearmoon. Mia recordaba sus profundos ojos verdes y
su encantadora sonrisa.

“Vaya, Srta. Rania. Ciertamente has viajado mucho.”

Mia devolvió la sonrisa a la tercera princesa del País Agrícola de


Perujin, Rania Tafrif Perujin.

Bien, toca un rápido recordatorio, ya que las cosas se han vuelto


bastante enrevesadas… Mia seguía dos principios rectores que
dictaban cómo vivir su vida en Saint-Noel. El primero era mantenerse
lo más alejada posible de las personas relacionadas con su horrible
destino en la guillotina. El segundo era relacionarse con personas que
pudieran ser útiles para evitar que se repitiera ese horrible destino. La
primera se había doblado tanto que empezaba a resquebrajarse, pero
seguía teniendo toda la intención de cumplir la segunda. La persona
que tenía ante sí, Rania, resultaba ser un caso raro en el que sus
esfuerzos por establecer conexiones daban resultado.
“En cualquier caso, entra.”
Capítulo 42:
Mia Sabe que Tanto el Pastel como el Pan
están Hechos de Trigo

El País Agrícola de Perujin estaba situado al sureste del Imperio


Tearmoon. Formado principalmente por tierras de cultivo, Perujin
estaba habitado en su mayor parte por personas que trabajaban en la
agricultura, lo que los convertía en el principal objetivo de burla para
muchos nobles de Tearmoon, que consideraban a la población como
descendientes de siervos y al país como un mero estado vasallo del
Imperio.

Sin embargo, Mia no. Mia sabía que si las importaciones de


productos agrícolas de Perujin se detenían, Tearmoon se enfrentaría
inmediatamente a una crisis. También sabía que en tiempos difíciles,
lo más valioso no era la seda hermosa o las gemas preciosas; eran los
cultivos. Cultivos que podían convertirse en comida para llenar los
estómagos vacíos.

Así es, lo sé… Sé que tanto el pan como el pastel están hechos de
trigo.

Nunca más le diría a la gente que comiera pastel cuando no tuviera


pan. Lo había hecho en la línea temporal anterior y recibió una mirada
profundamente despectiva de Ludwig. No tenía intención de repetir la
experiencia. Por lo tanto, se mostraría muy respetuosa con Rania.
Cuando se trataba de una princesa de Perujin, no había lugar para la
falta de cortesía.

“Por favor, disculpe mi visita no anunciada, Princesa Mia. Siento


mucho imponerme a usted tan repentinamente.”

“No importa. El único problema es que Anne está fuera en este


momento, así que no puedo ofrecerte un té…”

Al oír eso, Bel se animó.

“Ah, Srta. Mia, en ese caso déjeme ir a buscarla.”

“¿Oh? Qué amable de tu parte hacer eso, Bel.”

“Ejeje.”

Mia observó la sonrisa entusiasta de Bel durante un segundo, y


entonces se dio cuenta.

Ajá. Así que es eso. Últimamente a la chica le gusta la leche


caliente azucarada. Beber demasiada es probablemente malo para
ella, por lo que Anne la ha estado dosificando. Apuesto a que tiene la
intención de utilizar esto como una oportunidad para conseguir una
taza para ella. Pequeña bribona astuta, me pregunto de quién
aprendió eso…

A pesar de ver el plan de Bel, no le impidió ir. La razón era sencilla:


Mia también quería un poco. Así se formó una alianza improvisada en
la que abuela y nieta conspiraron juntas para burlar la vigilancia de
Anne.

Rania vio cómo Bel la saludaba cortésmente con la cabeza antes de


salir de la habitación. Luego soltó una risita.

“Qué adorable. ¿Era tu hermana?”

“Sí, se podría decir eso, supongo. De todos modos, ¿qué te trae hoy
por aquí?”

Mia le indicó a Rania que se sentara antes de apartar una silla para
ella al otro lado de la mesa. Hubo un breve lapso de silencio después
de que ambas se sentaran, durante el cual Rania pareció masticar sus
pensamientos antes de expresarlos.

“Es… sobre mi hermana mayor, en realidad. La segunda princesa.”

“La segunda princesa…”

Mia inclinó la cabeza con curiosidad mientras empezaba a buscar


en su archivador mental.

La segunda hermana mayor de Rania… ¿Cuál era su nombre?


Uhhh… ¿Creo que empezaba por A? ¿O tal vez B? Espera… ¿C? ¿D?
¿E? Después de agotar sus opciones alfabéticas, decidió que había
acertado a la primera. Definitivamente era por la A. Sí, su nombre
empezaba por la A. A… A…

“A… ¿Arsia Tafrif Perujin? Creo que ese era su nombre…”


“Sí. Es un honor que la conozcas.” Dijo Rania con una sonrisa
exuberante.

Mia le devolvió la sonrisa, sintiéndose igualmente exultante. La


experiencia de recordar con exactitud un nombre de hace mucho
tiempo era profundamente satisfactoria, como rascarse un antiguo
picor.

Ludwig dijo que es importante hacer un esfuerzo para recordar las


cosas. Creo que tiene razón.

Si no hay nada más, al menos podría ayudarla a evitar la senilidad


prematura inducida por la indolencia.

“Mi hermana Arshia pasó seis años aquí en Saint-Noel,


aprendiendo todo lo que pudo sobre su especialidad. Estudió con
ahínco, porque quería que su país fuera más próspero. Pero mi padre
no hizo ningún intento de reconocer sus esfuerzos. Dijo que prefería
encontrar una nación que pudiera favorecer los intereses de Perujin y
casarla allí para mejorar las relaciones con ellos…”

“Hmm, ya veo.”

Este tipo de arreglos no eran en absoluto raros. Era la norma para


los matrimonios entre la realeza. El futuro de la nación era una
consideración persistente mientras se buscaba entre los aristócratas de
reinos extranjeros —y preferiblemente más ricos— a las parejas
deseables. Esta era, en general, la forma en que abordaban los
matrimonios, y ciertamente era una mentalidad más prevalente que el
intento de promover el interés nacional a través de las propias
habilidades o proezas académicas.

Hm… Quiero decir, ciertamente puedo ver de dónde viene el


razonamiento de su padre. Es bastante comprensible. Lo que
significa…

El hecho de que Rania apareciera aquí era definitivamente una


señal de problemas. Podía olerlo en el aire. Sus ojos se entrecerraron y
lanzó una mirada cautelosa a su invitada de Perujin.

“Bueno, ciertamente me has contado mucho sobre tu hermana.


Supongo que hay alguna razón para hacerlo.”

“Se ha esforzado mucho. No quiero que sus esfuerzos se


desperdicien. ¿Hay alguna manera de que puedas… tal vez hablar con
la Srta. Rafina? ¿Y preguntar si mi hermana puede trabajar en Saint-
Noel? Si puede demostrar su valía aquí, podría hacer que mi padre lo
reconsiderara.”

Ajá. Me imaginé que esto sería sobre algo así.

Mia se cruzó de brazos y dejó escapar un largo hmph de


contemplación. Su relación con Rania era, sin duda, algo que valoraba,
y sinceramente quería echarle una mano. Sin embargo, sería una locura
que lo hiciera y se ganara el resentimiento del Rey Perujin.

Si quiero ayudar a Rania con esto, tendré que encontrar alguna


manera de evitar que el Rey Perujin piense mal de mí en el camino…
“Ciertamente puedo hablar con la Srta. Rafina. No hay problema,
pero…” Murmuró, con tono pensativo, antes de mirar a Rania. “Por
cierto, ¿qué estudió tu hermana aquí?”

“Oh, ella se especializó en botánica. Sé que mi opinión no es la más


objetiva, pero realmente creo que es muy buena en eso. Todas sus notas
eran excelentes.”

“Así que botánica… Ya veo…”

Sería mucho más tarde cuando Mia recordara aquellas palabras de


Rania y se diera cuenta de su relevancia. En ese momento, sus
pensamientos se vieron interrumpidos por el regreso de Bel, que llegó
con leche caliente y humeante. Y, por si eso no fuera suficiente
distracción, poco después aparecería Anne, con el pánico reflejado en
su rostro y una carta del Imperio agarrada con fuerza en la mano.
Capítulo 43:
Regreso a Lunatear

El mensaje que trajo Anne era de Ludwig.

Se necesita un abogado para el proyecto de la ciudad de la


academia. Vuelva al Imperio a la mayor brevedad posible.

Eso era todo lo que decía.

“Vaya, ¿una petición de Ludwig para verme? Qué curioso.”

Ludwig, como persona excepcionalmente competente que era,


generalmente evitaba molestar a Mia con su trabajo. De vez en cuando,
le pedía a Mia permiso para utilizar su nombre para algo, y ella siempre
autorizaba su petición sin pensárselo dos veces; bueno, para ser
completamente sincero, sin pensárselo tampoco. Al fin y al cabo, su
objetivo siempre había sido ser un modelo de alguien que siempre dice
que sí. Uno se pregunta qué pasaría si hubiera sido una persona menos
escrupulosa la que hiciera las peticiones, pero en fin…

Con el mensaje llegó un destacamento de la Guardia de la Princesa


—más de la prudente eficiencia de Ludwig— que estaba a la espera en
la orilla del lago. Con su escolta ya preparada, Mia pudo partir hacia
Tearmoon al día siguiente. La acompañaban Anne y Bel, junto con la
recién nombrada ayudante de Bel, Lynsha.
“Lo siento, Lynsha. Sé que te hacía ilusión estudiar en Saint-
Noel…” Dijo Mia.

Lynsha se encogió de hombros.

“Es parte del trabajo. Además, nunca he estado en Tearmoon, así


que también considero que esto es una experiencia de aprendizaje.”

Así, las cuatro muchachas se pusieron en marcha, con su carruaje


flanqueado por un escuadrón de guardias mientras se dirigía a toda
velocidad hacia el Imperio.

“Así que quiere hablar conmigo sobre el proyecto de la ciudad


academia, eh… Lo último que supe es que ya se había empezado a
construir el edificio en sí, y el plan era que los estudiantes empezaran
sus clases en verano. Me pregunto si habrá pasado algo.”

Mia se rascó la cabeza antes de sacar las Crónicas de la Princesa


Mia. Pensando que tendría tiempo de sobra para analizar su contenido
durante el viaje en carruaje hasta su casa, se había traído el libro, y este
parecía el momento perfecto para hacerlo. En realidad no era el tipo de
cosa que debería dejar ver a los demás de forma arbitraria, pero decidió
—de forma arbitraria, por supuesto— que podría salirse con la suya si
lo leía delante de sus tres compañeras de carruaje. Cualquier excusa
que se inventara sería suficiente para desviar sus preguntas.

“Hey, ¿qué es lo que estás leyendo, Princesa Mia?”


Lynsha fue la primera en manifestar su interés, estirando el cuello
con curiosidad hacia el libro.

“Oh, ¿esto? Bueno, esto resulta ser…”

Si hubiera podido terminar la frase, habría dicho lo primero que se


le ocurrió, que fue ‘un libro de un reino extranjero que tomé prestado
de la biblioteca’. Pero Bel se le adelantó.

“Mmmhmhm. ¡Eso, verás, es un libro que detalla los gloriosos


logros de mi maravillosa hermana, Mia! Se llama Crónicas de la
Princesa Mia.” Declaró con una sonrisa orgullosa.

“¡¿Qué?!”

Mia miró fijamente a su nieta, estupefacta por la repentina


interjección. Su interlocutora, sin embargo, no le hizo caso y continuó
sin su intervención.

“Crónicas de la Princesa Mia, eh…” Dijo Lynsha en tono


pensativo. “Oh, ¿quieres decir que algún extranjero acaba de decidir
escribir la cosa y publicarla, así que tenemos una copia para nosotras
para investigar? Buena idea. Ciertamente es sabio que la realeza sepa
lo que las masas dicen de ellos. Hm…”

“De hecho, la persona que lo escribió es la autora de la corte de la


Srta. Mia, la Srta. Elise.” Explicó Bel, que cada vez estaba más
habladora.

“¿De verdad?” Anne enarcó una ceja curiosa. “Esa chica, ¿cuándo
tuvo tiempo de escribir algo así?”
Mientras tanto, los labios de Lynsha se curvaron en una sonrisa
subrepticia, como si dijera: “Así que conseguiste que tu propio autor
de la corte escribiera un libro que canta tus alabanzas, ¿eh? ¿Y luego,
mientras todos miramos, decides abrirlo y leerlo a la vista de todos?
¿En serio? ¿Eres una especie de fanfarrona?”

El puro ridículo de su mirada hizo que Mia se retorciera en su


asiento.

“U-Ugh… ¡Por favor! ¡No más! ¡No me mires así!”

Enterró la cara entre las manos y sacudió la cabeza, deseando poder


borrarse a sí misma de la existencia. Resulta que los proverbios eran
ciertos: al igual que la curiosidad mató al gato, la vergüenza podría
matar a la princesa.

¡Eso es! ¡Este libro es ahora oficialmente mercancía peligrosa!


¡Debe ser manejado con extremo cuidado!

Tras decidir que era una pésima idea leerlo delante de Lynsha, pidió
a las dos asistentes que se trasladaran al palco del conductor con el
pretexto de pedirles que arreglaran la comida y el alojamiento de la
noche con los guardias. Una vez a solas con Bel en el carruaje, volvió
a abrir las Crónicas, no sin antes dar una buena reprimenda a su
parlanchina nieta. Sólo entonces volvió a centrar su atención en el
libro, tras lo cual frunció inmediatamente el ceño.

Huh… Eso es extraño. Soy yo o este pasaje parece un poco


diferente de la última vez que lo leí… ¡Ah!
Con un sobresalto, identificó la sección ofensiva. O más bien, la
falta de ella.

“Bel, sólo para confirmar, al final construyo una ciudad


universitaria en el Imperio Tearmoon, ¿no?”

“¿Te refieres a la Academia Saint-Mia? Por supuesto.”

Mia tuvo que evitar doblarse. Había un nombre que tenía mucho
peso.

“Uh… ¿Qué academia?”

“Academia Saint-Mia. Está en su dominio personal, al lado del


Bosque de Sealence, y es la escuela más prestigiosa del Imperio. Allí
se investigan todo tipo de temas.”

“Ah… Bueno, dejando a un lado la cuestionable denominación, eso


sí me suena a lo que estoy pensando.” Resistiendo el impulso de
vomitar algo de veneno contra el idiota que pensaba que ‘Academia
Saint-Mia’ era un nombre razonable, continuó. “Lo que lo hace aún
más extraño. No se menciona esa escuela en las Crónicas.”

Con un nombre así, era imposible que no obtuviera al menos una


mención en el libro, pero no importaba cuántas veces lo hojeara, la
escuela no aparecía por ningún lado.

“¿Eh? Eso no puede ser correcto. Tiene que estar ahí. Recuerdo
haberlo leído.”
Bel se inclinó y escudriñó la página ofensiva antes de soltar un grito
de sorpresa.

“¿Eh? Pero… ¿Eh? ¿Cómo es esto posible? Eso es muy raro.”

En lugar de compartir la confusión de Bel, Mia se calmó, habiendo


deducido la causa del misterio a través de su reacción.

Lo más probable es que se trate del mismo fenómeno que el diario


y ese libro de historia. Algún evento desencadenante hizo que su
contenido se reescribiera. ¿Hm? Espera… Los recuerdos de Bel
parecen estar intactos. ¿Significa eso que el fenómeno no afecta a los
recuerdos? ¿O tal vez hay un retraso en la alteración de los
recuerdos?

A diferencia de las palabras en una página, los recuerdos parecían


el tipo de cosas que tardan en reformarse.

Hmm… Tantas preguntas. Frunció los labios. ¿Qué significado


tendrá todo esto?

Con las cejas fruncidas por la concentración, pensó y pensó… y


luego pensó un poco más. Al final de su arduo viaje mental, llegó a
una verdad.

Eso me recuerda. Bel apareció aquí como la respuesta a mis


oraciones de orientación, ¿verdad? Eso significa que comparando los
relatos cambiantes de las Crónicas de la Princesa Mia con la memoria
inmutable de Bel, ¡puedo averiguar todo tipo de cosas! ¡Debe ser de
eso de lo que se trata!
Su conclusión no tenía nada que ver con el cómo y el porqué del
extraño fenómeno al que se enfrentaba. Más bien, lo abordó desde un
ángulo completamente diferente: lo que significaba que Bel y las
Crónicas estuvieran en el mismo lugar al mismo tiempo. Fue una
muestra de pensamiento creativo que definitivamente no tenía nada
que ver con el deseo de evitar pensar en cuestiones complicadas. Así
es. ¡Esto era originalidad! ¡El ingenio haciendo de las suyas! En ningún
momento tuvo pensamientos del tipo: ¿Por qué molestarse en pensar
en cosas que no puedo resolver? Lo único que hace es cansarme. De
todos modos, no puedo preguntar a nadie sobre ello, así que ni
siquiera necesito averiguar lo que sé y lo que no. Mientras tenga una
respuesta con la que esté contento, estaré bien.

De nuevo, no fue una abdicación del pensamiento. Pensar así le


haría un gran daño. De todos modos…

“Además, está esa nueva variedad de trigo.”

“¿Eh? ¿Nueva variedad de trigo?” Bel la miró con ojos amplios y


despistados. “Eh… no estoy segura de saber de qué estás hablando.”

Parpadeó sorprendida y luego asintió en señal de comprensión.

Ya veo… Así que en el futuro de Bel, la academia existe pero la


nueva cepa de trigo nunca se desarrolló. Supongo que de alguna
manera nos las arreglamos para pasar la hambruna con la comida
que almacenamos, junto con algo de ayuda de la compañía de Chloe,
pero…
Mia se sumió en sus pensamientos, y los sonidos de su entorno se
desvanecieron en el fondo. El camino a Tearmoon era aún largo, y su
hechizo contemplativo duraría bastante tiempo.
Sueños de Dion

Parte A:
Sueños Vestigiales que no se Desvanecen
Érase una vez un caballero conocido como el mejor del Imperio. Se
llamaba Dion Alaia, y servía a la Gran Sabia del Imperio, Mia Luna
Tearmoon, como uno de sus vasallos de mayor confianza, utilizando
sus inigualables habilidades al máximo. Por desgracia, después de que
su maestro sucumbiera a los estragos del veneno, renunció al ejército
y desapareció sin dejar rastro. Así, el “Segador”, aclamado como un
demonio tanto dentro como fuera del campo de batalla, temido por sus
proezas por amigos y enemigos —un auténtico pilar de su reino y de
su época—, desapareció del escenario de la historia. Su perdurable
ausencia confundió a muchos, persistiendo incluso durante la guerra
civil que partió el imperio en dos. Dion Alaia, cuyo nombre se había
convertido en sinónimo de violencia y derramamiento de sangre, que
supuestamente ansiaba una buena pelea más que el sueño o el alimento,
parecía haber renunciado por completo a los conflictos y se había
retirado a una vida de oscuridad aislada.

Su regreso al escenario mundano se produciría en forma de un feroz


enfrentamiento en el lado sur del Imperio Tearmoon cuando, mientras
acompañaba a la última princesa del linaje imperial Miabel Luna
Tearmoon, luchó con uñas y dientes para defenderla de la caballería
del Sagrado Ejército de Acuario mientras éste barría rápidamente hacia
el norte. Pasaría a la historia como la Batalla del Puente de Lunant.

Y sería donde el “Segador” hizo su última parada.

Escondida en un rincón de la capital del Vizcondado Berman había


una pequeña taberna. A pesar de su interior, que rozaba la decadencia
en algunos puntos, el negocio iba viento en popa. En contraste con el
ambiente lúgubre, muchos hombres bebían con desenfreno. Sus
cabellos plateados delataban su edad, mientras que las diversas
mejillas llenas de cicatrices y los ojos protésicos los señalaban como
veteranos del campo de batalla. Los viejos soldados iban vestidos con
armadura, y sus cueros y placas mostraban los inconfundibles signos
de un largo servicio.

De repente, las puertas de la taberna se abrieron de golpe. Un


anciano atravesó el marco, con dos espadas colgando de la cintura. Los
ojos que miraban a través de sus párpados no carecían de agudeza, y el
simple silencio de su forma de estar de pie era suficiente para impartir
un aire imponente que presionaba en su carne con tanta seguridad
como cualquier presión física. La vigilancia instintiva era evidente en
su postura, el sello de un guerrero experimentado, y su entrada provocó
una ronda de vítores de los ancianos taberneros.

“¡Hola, Capitán Dion! Apareció por fin, ¿eh? Me lo imaginaba. ¡Ha


pasado mucho tiempo! Hemos echado de menos tu ferocidad.”
El veterano de las espadas gemelas puso los ojos en blanco ante ese
saludo tan simplista.

“Bueno, que me parta un rayo. Creía que la guerra civil habría


acabado con los viejos sacos de huesos para siempre.”

“No. Todos hemos seguido su ejemplo, capitán, y nos hemos


retirado al campo. Desde el fallecimiento de Su Alteza, no hay guerras
que merezcan la pena.” Dijo uno de los soldados antes de dar un
codazo a un compañero con una sonrisa. “¿Y lo ves? Su hijo se casó
hace poco. Este viejo bastardo podría convertirse en abuelo pronto,
¿sabes?”

El hombre que recibió el codazo no mostró ninguna señal de


disgusto, sino que sonrió de oreja a oreja enrojecido. Una atmósfera de
cálida jovialidad impregnaba la taberna. Había muchas risas y buen
humor; demasiado, quizás, para un grupo de hombres que estaban a
punto de marchar a su muerte a sabiendas.

“Maldita sea, ¿no pueden esperar su tiempo en la cama como todos


los demás?”

Dion frunció el ceño, pero su corazón no estaba en ello, y no logró


engañar a sus compatriotas.

“Dirigidos por lo mejor del Imperio, para luchar por la Princesa


Mia, la Gran Sabia del Imperio… luchar por su causa. Ese es el tipo de
batalla para la que vivimos. La clase por la que moriríamos. Es un
sueño hecho realidad, capitán, y puede apostar que volveremos a nadar
por el río del infierno para conseguir otra parte de la acción.”

No había ni una pizca de ironía en el tono del viejo soldado, sólo


un cándido entusiasmo. Dion sacudió la cabeza y su tono se tornó
pensativo.

“Un sueño hecho realidad, eh…”

Era tan trillado, y sin embargo, tan cierto.

Creo que tiene razón. He estado viviendo un sueño, uno que no deja
de continuar…

Decidió que había sido un buen sueño. Uno en el que su propia alma
se había elevado junto a la Gran Sabia del Imperio. Y ahora esa fugaz
fantasía volvía para una última coda, un sueño vestigial,
obstinadamente inmarcesible.

Dion se miró las manos curtidas. El tiempo no esperaba a nadie.


Sabía que ya estaba metido hasta la cintura en su tumba; sólo que no
pensó que quedaría tanta acción antes de que lo sellaran. Había un
humor en todo esto que hacía que las esquinas de sus ojos se arrugasen.

Maldita sea. Creo que me estoy poniendo sentimental. Realmente


soy demasiado viejo para esto.

Se sentó en una silla, tomó el licor que le habían servido y bebió un


buen trago. Los penetrantes vapores le subieron por la nariz, golpeando
el interior de su cabeza con un golpe caliente y estimulante. No bebió
un segundo trago. El primero fue un apaño; el segundo sería una
locura. Esos sueños eran preciosos. Sería un desperdicio si no pudiera
saborearlos con la cabeza despejada.

“Ahora bien, hablemos de negocios, hombres. No es que haya


mucho que hacer. La gloria tiende a escasear cuando se trata de
misiones adecuadas para un grupo de cabezas huecas que se perdieron
la oportunidad de salir por la izquierda.” Miró a las cabezas grises que
salpicaban el paisaje de la taberna. “Se negaron a morir, ¿eh?”

Su tono evocaba al Dion de antaño, que aún rebosaba juventud. Por


un momento, se distrajo con una visión de rostros que había conocido,
y sus pensamientos se dirigieron a la otra cohorte, la más testaruda que
había muerto. Fieles a su cargo y a su puesto, habían luchado en la
guerra civil y perecido en ella. Incluso su vicecapitán, cuya destreza
era casi igual a la suya, estaba ausente hoy de la taberna. Al parecer,
su homólogo, más severo, era reacio a conceder permisos, como
siempre.

Se están perdiendo una gran fiesta, pobres desgraciados. La suerte


no estaba de su lado, ¿verdad?

En su mente, vertió una para sus compatriotas que ya habían


llegado al final de la historia. Luego se volvió hacia aquellos cuyas
historias aún se estaban escribiendo.

“Nuestra misión, hombres, es de escolta. Protegeremos a Su Alteza


la Princesa Miabel, huérfana y heredera de nuestra difunta princesa, y
nos aseguraremos de que no le ocurra ningún daño en el viaje a
Lunatear.”
“¿Dónde está Su Alteza ahora?”

“Salió del dominio del Condado Exterior Rudolvon en el sur para


refugiarse en el dominio personal de la Princesa Mia. Por lo que sé,
actualmente se encuentra en la Ciudad de la Princesa.”

La guerra civil que dividió a los Cuatro Duques en dos facciones


opuestas también presionó al resto de la nobleza para que dejara claras
sus lealtades. A pesar de estas circunstancias tan hostiles, los Rudolvon
no tomaron partido por ninguno de los dos bandos, proclamando su
lealtad a nadie más que a la propia Princesa Mia. El Vizconde Berman,
cuyo reino albergaba los dominios personales de la princesa, cantó la
misma melodía. Como resultado, el Bosque de Sealence y sus regiones
circundantes se mantuvieron libres de conflictos durante algún tiempo,
la vacilante paz como un último y desvanecido resplandor del espíritu
incandescente de la Gran Sabia.

Al final, el breve respiro fue sólo eso: breve. Rafina, la Emperatriz


Prelada, no tardó en enviar sus fuerzas hacia el norte, penetrando en
las fronteras del imperio desde el sur. El dominio de Rudolvon, que
soportó la mayor parte de la invasión, fue rápidamente invadido por el
Ejército Sagrado de Acuario. Desde la muerte de Mia, Miabel vivía
bajo el cuidado de los Rudolvon. Gracias a sus sacrificios
desinteresados, logró escapar por los pelos y se refugió en el
Vizcondado Berman. Sin embargo, el Ejército Sagrado de Acuario no
perdió tiempo en alcanzarla, y no pasó mucho tiempo antes de que sus
perseguidores se volviesen a dirigir hacia ella.
“Hoy en día, mucha gente considera que el linaje imperial es una
monstruosidad. A menos que encontremos un noble que sepamos con
certeza que está de nuestro lado, Lunatear es prácticamente nuestro
único refugio seguro.” Continuó Dion.

Nadie había llegado a abogar por arrasar la capital. Al fin y al cabo,


para el eventual vencedor de esta lucha por el poder, un trono
ceniciento parecía un trofeo muy desagradable.

“Sí, ahora lo entiendo. La Princesa Mia sigue siendo popular en los


distritos más antiguos. Es un buen lugar para que Su Alteza se
esconda.”

“Hablando con optimismo, de todos modos.” Matizó Dion. “La


verdad es que la seguridad absoluta ya no está garantizada en ningún
lugar del Imperio, y apostaría mis dientes a que cualquier refugio que
encontremos dentro de sus fronteras durará poco.”

Dejó escapar una risa socarrona antes de vaciar su taza.

“Por supuesto, ese es el tipo de preocupación que está por encima


de nuestro nivel salarial. Los problemas que nos preocupan suelen ser
los que se pueden cortar con una espada. ¿No es así, señores?” Observó
la sala con una sonrisa llena de humor, pero con ojos de mando.
“Procedamos entonces.”

La sala de soldados de antaño también vació sus copas. Luego, al


unísono, salieron de la taberna con su capitán hacia la batalla final de
la Guardia de la Princesa.
Después de llegar a la Ciudad de la Princesa y de establecer
contacto con Miabel, la comitiva de Dion inició su camino hacia la
capital con la princesa a cuestas. Sus miembros, aunque canosos, eran
sin duda de élite. Poseían una maestría en el manejo de la espada y un
impecable trabajo en equipo, junto con la inquebrantable
determinación de los hombres que se consideran ya muertos. Al mismo
tiempo, había en ellos una tenacidad vital, nacida de un feroz deseo de
saborear este sueño elíseo durante el mayor tiempo posible. No temían
a la muerte, pero estaban más que contentos de hacerla esperar.

Una y otra vez, lucharon contra el furioso asalto del Sagrado


Ejército de Acuario mientras se retiraban hacia el norte. Enfrentados a
una fuerza perseguidora diez veces mayor que ellos, su número
disminuyó constantemente, pero evadieron obstinadamente su captura,
llegando finalmente a las afueras de la capital imperial, donde fluye un
gran río.

Ante ellos se extendía el puente de Lunant.

“Hmph. Bueno, es el final de la línea, hombres. No parece que


podamos librarnos de ellos por más tiempo.” Dijo Dion, que escupió
al suelo con disgusto antes de entrecerrar los ojos hacia las nubes de
polvo que se cernían en la distancia.

Por muy élite que fueran, la ventaja numérica del enemigo era
finalmente abrumadora. Ocho viejos soldados estaban al pie del
puente. Aparte de Dion, el resto llevaba más heridas que tela.
“Por suerte para nosotros, hay un río y estamos sosteniendo el
puente. No hay nada mejor que esto para ganar tiempo. Disculpe, Su
Alteza.”

Se adelantó, colocando sus manos en la cintura de Miabel, y


desmontó con ella. Luego hizo un gesto para que se acercaran dos de
sus canosos supervivientes. Por alguna extraña coincidencia,
resultaban ser los mismos guardias que habían seguido a Mia en el
Bosque Sealence tantos años atrás.

“Escuchen. Cuando dé la orden, los dos van a empezar a cabalgar


hacia la capital, y bajo ninguna circunstancia se van a detener. Lleven
todos nuestros caballos con ustedes. Si es necesario hagan que trabajen
hasta la muerte. No me importa si es gracias a las patas de los caballos
o por sus piernas, pero van a poner la mayor distancia posible entre
ustedes y este puente.”

“Pero…”

Los dos se quedaron sin palabras, reacios a resistir y a obedecer.


Dion enseñó los dientes con una sonrisa feroz.

“El resto de nosotros, verán, nunca fuimos material de la guardia


imperial. No estamos hechos para esa lealtad y devoción y para saltar
en el camino de una flecha.”

Los cinco restantes coincidieron con su sonrisa. Todos habían sido


miembros del escuadrón de cien hombres de Dion, que posteriormente
fueron transferidos a la Guardia de la Princesa. Uno de ellos intervino.
“Sí, proteger a la gente no es lo nuestro. Somos más de
descuartizarlos.”

Dion asintió.

“Ya lo han oído. Así que hagan como un buen par de guardias
imperiales y muévanse ya. No hagan esperar a Su Alteza.”

Después de soportar una ronda de burlas de buen tono, los dos


intercambiaron sonrisas resignadas.

“Entonces permítanos a los guardias imperiales servir como escolta


continua de Su Alteza. Será un honor para nosotros. Que la fortuna los
acompañe a todos.”

Mientras los soldados se daban palmadas en los hombros e


intercambiaban saludos de despedida, Dion se acercó a Miabel, que
había estado observando tranquilamente el proceso desde un lado, y se
arrodilló ante ella con la cabeza inclinada.

“Su Alteza, nos quedaremos aquí para dar una lección a estas
alimañas rabiosas. No le molestarán más, así que disfrute del resto de
su viaje a la capital.”

Levantó la vista y se encontró con la última Princesa de Tearmoon


que le devolvía la mirada, con un rostro inexpresivo en su adorable
rostro de siete años que recordaba vivamente a su abuela.

Je. Esa es la nieta de Mia. Tiene la misma mirada despistada.


Como si afirmara su evaluación excesivamente irrespetuosa de ella,
Miabel preguntó en tono desconcertado: “Tío Dion… ¿Por qué?”

“¿Eh? ¿Por que qué?”

“No lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué todos mueren para


protegerme?”

Parpadeó, sorprendido por la pregunta. Luego suspiró.

“¿Por qué morir por mí?”, pregunta la niña que ni siquiera tiene
edad para saber lo que es la muerte.

Supuso que era el resultado de una educación soberana. Le habían


enseñado que había quienes se jugaban la vida para protegerla. Le
habían enseñado cómo debía comportarse con ellos. Y esas
enseñanzas… habían llevado a esta pregunta. ¿Por qué, se preguntaba,
esas personas la protegían? ¿Arriesgaban sus vidas por ella? Entendía
la función, pero no la razón.

“Déjeme ponerlo de esta manera, Su Alteza. La verdad es que


estamos siendo un grupo de niños viejos y haciendo un gran berrinche.
Nos hace sentir mejor por haber perdido la oportunidad de luchar junto
a tu abuela hace tiempo.” Le mostró una sonrisa dentada. “De hecho,
estamos disfrutando con esto. Es como un juego para nosotros, así que
no hay necesidad de preocupar tu cabecita. Déjanos jugar a nuestro
tonto juego. Continúa. Y no mires atrás, ¿me oyes?”

Ella escuchó sin decir una palabra. Cuando terminó, enderezó la


espalda y lo miró a los ojos. Luego, con toda la seriedad que podía
reunir una niña de siete años, dijo: “Sir Dion Alaia, así como los leales
soldados que usted comanda… Sepan que los recordaré mientras viva.
Tienen mi palabra.”

Su expresión digna apenas se mantuvo durante su breve discurso


antes de que un labio tembloroso rompiera la ilusión. Se inclinó
profundamente, ocultando su rostro a la vista, y terminó con:
“Entonces, adiós.”

Se dio la vuelta y se marchó. Dion sacudió la cabeza y sonrió con


ironía al ver que su diminuta figura se hacía aún más pequeña con la
distancia. Ni una sola vez miró hacia atrás.

“Bueno, que me parta un rayo. Esta es una pequeña maravilla.


Mucho más inteligente que su abuela.”

“Oiga, oiga. La Princesa Mia siempre tenía esa mirada que te hacía
pensar que no había mucho que hacer arriba.”

“Un espectáculo para los ojos doloridos, ¿eh? El Imperio tiene un


futuro brillante con una princesa así. Realmente hace que toda esta
protección y muerte valga la pena, ¿no?”

Una ola de risas recorrió a los hombres.

“Bien.” Dijo Dion, dirigiéndose a su pequeño pero animado


público. “Escuchen. Parece que su alteza pizpireta va a recordar esta
batalla nuestra durante mucho tiempo.” Hizo una pausa para dar efecto.
“Así que vamos a darle un espectáculo digno de recordar.”
La agudeza de su voz se reflejó en sus afiladas miradas. Con las
sonrisas feroces de los depredadores, esperaban la llegada de su presa
mortal.

Formaron en el centro del puente. Al frente, con los brazos


cruzados, estaba Dion, con sus espadas gemelas clavadas en los
tablones junto a sus pies. Su mirada podría haber rasgado el acero.
Delante de él se extendía una larga fila de soldados de caballería
enemigos, que se habían detenido a cierta distancia como si dudaran
en acercarse. Se burló audiblemente.

“¿A qué esperan? ¿Presentaciones? Muy bien. Iré primero. Dion


Alaia, espada de la Gran Sabia y mejor caballero del Imperio. Mis
espadas estarán encantadas de conocer a todos aquellos que tengan el
deseo de conocerlas—”

Un jinete demasiado impaciente hizo caso omiso de su advertencia


y arremetió contra él para intentar cruzar el puente. Hubo un destello
cegador. De su brazo extendido salió una de sus espadas, que trazó un
suave arco desde el suelo hasta el cielo. El caballo siguió corriendo,
sus pasos resonaron con fuerza en el silencio que se produjo… Pero su
jinete se deslizó y cayó al suelo, con la armadura partida en dos a lo
largo de un corte limpio en el pecho.

“No interrumpas a la gente cuando está hablando, muchacho.” Se


volvió hacia el resto de sus enemigos. “La vida es corta, ¿sabes? No
hay que hacerla más corta. Además, sólo tienes una vida, así que la
próxima vez intenta no desperdiciarla.”

Al ver cómo su espada atravesaba el acero para desgarrar la carne,


una ola de temor recorrió a los demás jinetes. Los soldados del Sagrado
Ejército de Acuario no eran reclutas novatos, pero incluso entre sus
filas, pocos podían igualar tal hazaña.

“Entonces… ¿quién es el siguiente para la tabla de cortar?”

Acuciados por su espeluznante sonrisa, sus viejos soldados


desenfundaron sus espadas y lanzaron un feroz rugido que hizo temblar
el cielo.

Los últimos restos de la Guardia de la Princesa lucharon bien. Con


Dion al frente, repelieron oleada tras oleada de asalto de la caballería,
haciendo retroceder a sus enemigos sin ceder un ápice. Una y otra vez,
los jinetes cargaron, sólo para encontrarse con que se estrellaban contra
el equivalente humano de un muro de ladrillos. Con púas. Tras sufrir
grandes pérdidas, los atacantes se vieron obligados a retroceder
temporalmente.

El puente se mantuvo, pero a un gran costo. Cinco hombres más


terminaron su viaje. Sólo quedaba el propio Dion. Recubierto de tanta
sangre como había perdido, estaba sentado con la cabeza gacha, ya más
cadáver que hombre.
“Maldita sea… Si sólo tuviera diez años menos… podría haber…
conseguido algo más…” Sus murmullos se convirtieron en gorjeos
mientras una línea carmesí bajaba por la comisura de su labio. Escupió.
“Bah, maldita sea… Aun así, tengo que decir que la princesa sí que
sabe cómo mantenernos en vilo, ¿verdad? Nos escribió un final
infernal. ¿Disfrutaron todos de su tiempo en el centro del escenario?”

Le respondió la afirmación silenciosa de sus rostros rígidos, labios


trabados por la muerte en audaces sonrisas, siempre orgullosos de
haber dado su vida por la Gran Sabia del Imperio y por la preciosa
nieta que les dejó. Murieron bien, en el lugar al que pertenecían.

“Morir en un lugar al que pertenezco, eh… No se puede discutir


eso. Es difícil pensar en un lugar más apropiado para mí que éste. Je…”

Con gran esfuerzo, levantó el cuello hacia el cielo, los ojos distantes
con una visión de la difunta princesa a la que había servido.

“Pero usted, Princesa… Me había preguntado si podrías encontrar


algún otro lugar… Algún otro final para mí… que incluso yo no
pudiera imaginar…”

Un final pacífico era algo que no esperaba ni deseaba. Siempre


supuso que encontraría su fin en el campo de batalla, con su cuerpo
caduco pisoteado por las botas de enemigos demasiado numerosos
para ser los mejores. Como ahora. Este era su final. Él había querido
esto.
Pero había momentos… momentos extraños en los que su mente
divagaba en un vuelo de fantasía… y se imaginaba a sí mismo tumbado
en la cama bajo el techo de su propia habitación, o quizás en un
hospital. Miraba a su alrededor los rostros entristecidos de las personas
que conocía, la más apenada de las cuales era seguramente su princesa
doliente, y producía su última sonrisa irónica antes de abandonarlos
para siempre. Y… tal vez no parecía tan malo.

Sería un final casi insoportablemente pacífico y ordinario, tan


profundamente desprovisto de dramatismo que sólo la Gran Sabia del
Imperio podría propiciar una escena así, y moriría quejándose de lo
aburrido que era, sólo para que su expresión de reposo traicionara su
aceptación.

Hubo momentos en los que ese pensamiento le divirtió. Le atraía.


Y ahora, sabiendo que ese final estaba para siempre fuera de su
alcance, sintió en su corazón la más leve punzada de decepción.

“… ¿Qué es esto? ¿Me estoy poniendo sentimental? Yo, Dion


Alaia, el Segador del Campo de Batalla?”

Una sonrisa feroz se extendió por sus labios y su sangre se agitó en


sus venas. En algún lugar de su interior escuchó una voz. Gritaba
pidiendo más. La lucha no había terminado. No había tenido suficiente.
Impulsado por la voz, se puso en pie. El sonido de los cascos resonaba
en la distancia, cada vez más cerca. Cerró los ojos.

“Cuídate, Princesa Miabel. Cuídate…”


Su oración salió de él como un gruñido ronco. Volvió a abrir los
ojos. Una espada yacía sobre un cuerpo cercano. La recogió.

“Hm… no he terminado de jugar. La puntuación no es lo


suficientemente alta. Cuatro dígitos… es quizás demasiado, pero al
menos tengo que superar los tres. Lo mejor del Imperio tiene una
reputación que mantener.”

Resopló y miró con alegría a los enemigos que se acercaban.

“¡Una ronda más, chicos! ¡Hagamos esto!”

Con un rugido atronador, cargó hacia delante. Su espada alcanzó el


sol y explotó en luz como la nova cegadora de una estrella moribunda.
Atravesó el acero y la carne, un rayo de brillo mortal, mientras
cosechaba las almas de innumerables víctimas más.

El mejor del Imperio, Dion Alaia, cayó ante el Sagrado Ejército


Acuario de Rafina, la Emperatriz Prelada. Cuando finalmente siguió
los pasos de los cinco miembros fallecidos de la Guardia de la Princesa,
doscientos ochenta hombres yacían muertos por sus espadas. Su última
resistencia en el Puente de Lunant permitió a Miabel, la última
Princesa del Imperio de Tearmoon, escapar a la zona aún neutral de la
capital imperial, donde sería criada bajo el cuidado de los leales
vasallos de Mia: Anne, Elise y Ludwig.
Parte B:
La Visita de Dion Alaia a la Escuela
“¿Dejar la primera línea? ¿En serio?” Dijo Dion.

Aburrido, se había dejado caer por Ludwig en su despacho,


pensando que podría pasar el tiempo con una pequeña charla. Sin
embargo, antes de que pudiera entablar una conversación, Ludwig le
hizo una propuesta inesperada. Miró al hombre de gafas con
desconfianza antes de dejarse caer en su silla y cruzar lánguidamente
las piernas.

“En serio.” Confirmó Ludwig. “Creo que ya se lo he mencionado


antes, Sir Dion, pero sería beneficioso para Su Alteza tener un aliado
dentro del Ministerio Ebony Moon, y me gustaría que usted fuera esa
persona. Para ello, necesitaré que subas todo lo que puedas en el
escalafón militar.”

“Pensé que era sólo tu intento de humor.”

Cazando bandidos… Escaramuzas en la frontera… Reprimir


revueltas violentas… Este era el tipo de trabajos que le convenían.
Dion creía firmemente que el campo de batalla era su lugar. Vivía para
la tensión abrasadora de los combates. Naturalmente, también esperaba
morir en una. Ludwig, sin embargo, no tenía ningún interés en sus
filosofías.
“Estaba hablando completamente en serio.” El solemne burócrata
le miró a través de sus gafas. “Había pensado que usted también lo
estaba.”

En una rara muestra de inquietud, Dion descruzó las piernas y se


movió en su asiento.

“Maldita sea, no pensé que te pondrías serio conmigo… Te juro que


desde que me encontré con la princesa, nada ha ido como esperaba.”

Aunque no intentara hacer carrera en el Ministerio Ebony Moon, el


escuadrón de Dion iba a ser incorporado a la Guardia de la Princesa.
En comparación con los días en que operaban como un escuadrón de
cien hombres en el frente, sus nuevas posiciones ofrecían mucha más
gloria y los mantenían mucho más alejados del peligro. Sin duda,
muchos encontrarían la gran mejora de la paga y el menor riesgo de
daños corporales muy bienvenidos, pero sus reacciones seguían siendo
abrumadoramente de desconcierto.

“Es tan condenadamente repentino que a mis hombres les está


costando asimilar su nueva realidad.”

“Ya veo. ¿Alguno de ellos se resiste al acuerdo?”

“No, no creo que haya una resistencia real… Es difícil argumentar


en contra de un salario más alto. Además, estar en la capital les facilita
salir a divertirse.”

Eso provocó un asentimiento satisfecho de Ludwig.


“Y eso, justo ahí, es la esencia de Su Alteza. Todos los que se
relacionan con ella se ven obligados a cambiar para mejor. Fue cierto
en mi caso. Fue cierto para ti y tus hombres. Fue cierto para los viejos
guardias imperiales. Y es probable que también lo sea para sus
compañeros de clase y sus compañeros principescos. Dudo que incluso
la Santa Dama Rafina pueda escapar de su influencia.”

Su voz estaba llena de orgullo.

“Maldita sea, ahora está empezando a sonar espeluznante. Te


cambia te guste o no, eh. Incluso si siempre es para mejor —lo que
parece un gran ‘si’, por cierto—, ¿no es eso un poco arrogante?”
Preguntó encogiéndose de hombros, y la distante diversión en sus ojos
sugería una obstinada creencia en su propia inmunidad.

“Hm, tal vez mi elección de palabras fue menos que ideal. Su


Alteza no cambia a la gente contra su voluntad… Es la propia voluntad
lo que ella cambia. Aquellos que no tienen el deseo de cambiar son
transformados de tal manera que ellos mismos lo desean. Cambian…
porque ella les muestra una visión de sí mismos que no pueden evitar
desear. Eso es lo verdaderamente aterrador de la Gran Sabia del
Imperio.”

“Entonces, ¿dices que puede tomarme a mí, que ya he decidido


vivir y morir por la espada, y convencerme de que la envuelva para
siempre? ¿Y hacer que quiera hacerlo? Es una tarea difícil. Una
imposible, si me preguntas.”
Pasó suavemente los dedos por la espada que llevaba en la cintura,
un movimiento que le resultaba familiar y, de alguna manera, correcto.
Balancearla en el frente era su vida. Cómo era él. Simplemente no
podía imaginarse sin ella.

“Por cierto, ¿qué es eso que tienes ahí?” Preguntó, señalando con
la barbilla una pila de papeles sobre el escritorio de Ludwig.

“Un informe para Su Alteza. Hay fondos que ella me confió, así
que sentí la necesidad de detallar su uso para su lectura.”

“Eh… ¿Sabes qué? ¿Por qué no entrego ese informe por ti?” Dijo
Dion con una sonrisa de inspiración.

“¿Tú? Pero…”

“He estado pensando en echar un vistazo a la seguridad de Saint-


Noel, así que lo dejaré mientras estoy allí. Si los de Ebony preguntan,
les diré que estoy realizando una visita de investigación a Belluga.”

“Eso… no es del todo descabellado. Muy bien. En ese caso, le


sugiero que también intente solicitar una audiencia con la Santa
Dama.”

“¿Quieres que conozca a la hija del Duque?”

“Si vas a abrirte paso en el ministerio, tendrás que establecer


conexiones personales con gente de alto nivel.”

Dion hizo una mueca; había jugado mal su mano en esta


conversación.
“No es exactamente lo que tenía en mente, pero…”

Sin una buena razón para negarse, empacó sus cosas y, tres días
después, partió hacia Belluga como enviado militar especialmente
designado por Tearmoon. Sus últimas palabras antes de partir hacia el
Principado fueron una expresión bastante siniestra: “Bueno, si tengo
que hacer este maldito viaje, más vale que lo disfrute…”

Mia estaba teniendo un buen día. El trabajo que suponía la


transición de Rafina a ella como presidenta del consejo estudiantil por
fin estaba terminando, y podía tomarse los dos días siguientes con
calma.

“Ahh, por fin. Un fin de semana. ¿Cómo lo voy a pasar? ¿Un viaje
a la ciudad, tal vez? Mmm, sí, creo que iré a buscar dulces. Todavía
hay un montón de tiendas que no he probado… Oh, no puedo esperar.”

“Ah, eh, ¿Abuela? ¿Puedo, um, ir contigo?”

Bel, que había estado al alcance del oído, levantó la mano en señal
de apelación. Procedente de un futuro desolado en el que el Imperio
hacía tiempo que se había derrumbado, se había visto rápidamente
cautivada por los dulces de la época actual.

“Si te acuerdas de dejar de llamarme Abuela, tal vez.”

Mia suspiró. Su nieta no parecía estar dotada de buena memoria.


Sin embargo, la promesa de una excursión agradable la mantenía
entusiasmada.
“¡Voy a pasar los próximos dos días comiendo todo lo sabroso que
ofrece la isla!”

Con toda su atención centrada en cómo iba a satisfacer sus papilas


gustativas, no estaba preparada para toparse con un Dion
brillantemente sonriente en la concurrida calle principal de la ciudad.
De hecho, gritó al verlo, con una mano levantada en señal de saludo
mientras él se abría paso entre la multitud hacia ella.

“¿Q-Q-Qué en las lunas estás haciendo aquí? ¿No se supone que


deberías estar en Tearmoon haciendo… cosas de soldado?”

Su otra mano sostenía un pincho aún humeante, recién arrancado a


algún vendedor de carretera, que colocó bajo el cuidado temporal de
sus dientes mientras rebuscaba en su bolsillo para sacar un lote de
papeles. Los agitó hacia ella.

“Estoy haciendo cosas de soldado, Su Alteza. Asuntos oficiales, de


hecho, cortesía de Ludwig. Tengo que entregar un informe de él, así
que me imaginé que podría comprobar en el camino. Se dice que en
Tearmoon te peleaste con la hija del Duque. No puedes culparnos por
preocuparnos un poco, ¿verdad?”

“¡Disculpa, fraseo! No me he peleado con ella.” Negó con


vehemencia la afirmación. Lo último que haría sería buscar pelea con
Rafina. “¿Podrías dejar de decir cosas así? Ya tengo suficientes
problemas. No necesito que inventes otros nuevos.”

“Ahh, tus reacciones nunca dejan de ser divertidas.”


Dion se rió alegremente para sí mismo antes de que sus cejas se
alzaran repentinamente en señal de sorpresa. Mia siguió su mirada
hacia la diminuta figura que tenía a su lado, que lo miraba con la boca
abierta.

¡Ah! ¡Me olvidé por completo de Bel!

“Huh. ¿Y quién podría ser?”

“U-Uh, bueno… Verás, ella es…”

Se tragó su respuesta habitual.

Espera, si le miento acerca de que ella es la hija ilegítima de papá,


hay una buena posibilidad de que se vuelva contra mí en el camino.
Hmm…

Mientras luchaba por una respuesta, Bel se acercó con una palmada
y se adhirió a él en un abrazo.

“Uhh…”

“Sir Dion, muchas gracias. Estoy muy agradecida por lo que hizo
aquella vez por mí.”

Ella le miró con los ojos llorosos.

“Vale, eh…” Levantó los brazos torpemente en el aire, sin saber


qué hacer con ellos ahora que su ubicación habitual había sido ocupada
por su pequeña admiradora. “Eso es genial y todo, pero me parece que
no tengo ningún recuerdo de este evento.”

“Está bien. Estoy feliz de haberte vuelto a ver.”


Ella lo soltó de su fuerte abrazo, dio un paso atrás y sonrió. Él le
devolvió la sonrisa con vacilación. Mia, que estaba disfrutando de la
rara visión de un Dion agitado, se dio cuenta rápidamente de a qué se
refería Bel.

Ajá, ahora lo sé. Ella debe haberlo conocido en el futuro. Eso lo


explica…

De repente, Bel comenzó a presentarse.

“Mi nombre es Miabel. Miabel Lu…”

Horrorizada, tapó frenéticamente con la mano la boca de Miabel


antes de lanzarle a Dion una mirada de: “Oh, sólo nos estamos
divirtiendo.”

“Hmmm. Miabel… Se parece mucho al nombre de alguien que


conocemos, ¿no?” Dijo con una mirada a Mia que sugería que no
estaba tan divertido como su sonrisa podría sugerir.

¡Eeeeek! No sé de qué, ¡pero sospecha de algo!

Sus mejillas se crisparon un par de veces, pero consiguió mantener


la calma y asentir.

“E-Es cierto. Se parece mucho a mi nombre, ¿verdad? Así que


decidí ser su amiga. Mira lo unidas que estamos. Somos como
hermanas, ¿no? De hecho, cada vez que conocemos a la gente, ella les
dice que soy su hermana, ¿verdad?”
Ensanchó los ojos hasta alcanzar proporciones aterradoras y miró a
Bel con su característica mirada de alta potencia. La joven asintió con
demasiada rapidez para que pareciera natural antes de sonreír a Dion
en señal de afirmación.

“Hmm… En fin, que así sea. Aun así, recomendaría precaución, Su


Alteza. Es muy fácil hacer enemigos con una personalidad como la
suya. Una asesina con un aspecto hermoso entra dentro de lo posible.”
Aunque su afirmación era premonitoria, su mirada suavizada sugería
que la amenaza era más teórica que inmediata. “Dicho esto, esta isla
cuenta con una seguridad bastante robusta, así que no es precisamente
fácil meter a un asesino aquí.”

Frunció el ceño ante el comentario de Dion. Puede que lo hiciera


como una broma casual, pero algo en el tema le olía mal.

“¿Oh? Y qué quieres decir exactamente…”

Antes de que pudiera terminar el pensamiento, un escalofrío


premonitorio le recorrió la columna vertebral. Casi inmediatamente
después, Bel dio una palmada y dijo: “Oh, Srta. Mia, acabo de tener
una idea. Ya que Sir Dion ha venido hasta aquí, ¿por qué no le damos
una vuelta por la isla?”

¡¿Q-Qué?! ¡P-Por el amor de las lunas…! ¡¿Por qué sugieres algo


así?!

Miró rápidamente a Dion. Para su horror, llevaba una amplia


sonrisa en la cara.
“Bueno, bueno, bueno, eso suena simplemente encantador. ¿Le
gustaría mostrarme el lugar, Su Alteza?”

¡Ni siquiera se lo pensó dos veces! ¡Uf, qué descaro! ¡Pedirme a


mí, la Princesa de Tearmoon, que le muestre los alrededores como un
vulgar guía turístico! ¡Qué descaro! Tal… ¡comportamiento propio de
él! Augh, ¿cómo se llegó a esto…?

Contuvo un gemido de consternación antes de darse cuenta de que


Bel la miraba con ojos amplios y serios.

“Por favor, Srta. Mia. Sir Dion me hizo un gran favor. Me gustaría
pagarle, aunque sea un poco.”

La súplica de su nieta la sacó de su diatriba mental, permitiéndole


recuperar algo de compostura.

Hm… Bel es muy seria en esto. Lo que sea que haya hecho por ella,
debe sentirse realmente agradecida. Tal vez incluso Dion se convierta
en una persona decente en el futuro. Además, estaba todo eso de
Remno, así que supongo que también le debo una… Ugh, pero aun
así…

Sus ojos se posaron en la espada que colgaba de su cintura.

No estoy segura de que me guste la idea de caminar con él cuando


tiene su espada…

Ser una guía turística significaba que ella tendría que tomar la
delantera y caminar delante de él. Lo que significaba que ella no podía
verlo… pero él sí podía verla… mientras tenía su espada… y podía
cortarle la cabeza si se le antojaba…

Cuanto más lo pensaba, más miedo le daba. Al final, decidió


imponer una condición.

“Supongo que no tengo elección. Tendrás el honor de recibir una


visita personal por mi parte. Sin embargo, necesitaré que te quites el
objeto que tienes en la cintura y lo dejes bajo la custodia de otra
persona.”

“¿Oh? Así que te has dado cuenta. No puedo engañarte, ¿verdad?”


Sonrió con resignación y le dio la espalda. “Ya has oído a la princesa.
¿Puedes aguantar esto por mí, jovencita?”

¿Hm? ¿Con quién está hablando?

La respuesta llegó en forma de una mujer de cabello largo y castaño


que se acercó a Dion por detrás. Se inclinó una vez. Cuando se
enderezó, Mia se dio cuenta de que conocía a la mujer.

“Vaya, tú eres… ¿Mónica?”

“Sí. Me alegro de verla con buena salud, Princesa Mia.” Dijo con
una sonrisa cortés antes de dirigirse a Dion. “Veo que este caballero es
un conocido suyo.”

“Bueno, supongo que sí. Es un caballero del Imperio. ¿Qué pasa


con él?”
“No pasó por los canales normales para entrar en la isla, así que
sospeché que podía ser un asesino extranjero.”

“Espera, ¿él hizo qué?” Se estremeció, sintiendo el comienzo de un


dolor de cabeza. “¿Dion? ¿Qué está pasando aquí exactamente? ¿Por
qué me dice que no pasó por los canales adecuados?”

“Ah, bueno, iba a cruzar normalmente, ya ves, pero entonces un


guardia alborotador con mala actitud me dijo que tenía que dejar mi
espada, así que, ya sabes.”

“¡No lo sé, además, el alborotador este tú! ¡¿Estás loco?! ¡¿En qué
estabas pensando?!

“Hey, me imaginé que, como tú vasallo, tenía que estar a la altura


de tu reputación como la princesa que se peleó con la Santa Dama.”

“¡No hay ninguna reputación que cumplir! ¡No he buscado pelea!


¡Augh! ¡Ni siquiera me lo planteo!”

Mientras Mia se ocupaba de protestar, miró oblicuamente a


Mónica.

“Me alegra saber que cualquier individuo sospechoso que venga


con un arma es vigilado de cerca. Buen trabajo.”

Ella lo favoreció con una sonrisa cortés.

“Me alegro de haberte liberado de tu preocupación. En ese caso,


¿puedo tener el arma en su cintura?”

Esta vez, se la entregó sin rechistar.


“No se puede desafiar una orden directa de Su Alteza, después de
todo. Dicho esto…”

Sin previo aviso, agarró el brazo que Mónica extendió para recibir
su espada y presionó su cara a menos de un centímetro de la suya. Ella
no se inmutó.

“… ¿Si?”

“… Si estamos hablando de asesinos, entonces tú también tienes el


olor de uno. He visto cómo me seguías. Las criadas…” Dijo con una
mirada abierta a su ropa. “… no caminan así. ¿Quién eres?”

Le sostuvo la mirada durante un segundo antes de soltar un breve


suspiro.

“Fui destinada al Reino de Remno como Cuervo del Viento.”

“Ahh, eso he oído. Entonces, ¿has dejado Sunkland y has vuelto a


jurar tu lealtad a Belluga? Jaja, hablando de sacudirse problemas. Así
son los espías. Cambian de bando como los dados.”

Su afirmación burlona no provocó una réplica airada de Mónica,


sino una sonrisa de agradecimiento.

“En efecto. Yo tampoco lo vi venir. Todo cambió. Y tan


drásticamente también. Pero lo más extraño es… Cada vez que lo
pienso, descubro que me alegro de que la Princesa Mia haya
desmantelado esa conspiración. El trabajo que estoy haciendo ahora es
muy satisfactorio, y no habría sido posible sin ella.” Dijo mientras
inclinaba la cabeza hacia Mia.
“Vaya, qué amable eres al decir eso, pero me temo que no puedo
atribuirme el mérito de lo que ha ocurrido. Las cosas ciertamente
funcionaron al final, pero fue mucho más una coincidencia que mi
propia obra.”

Mia dijo la verdad, para variar. Era la verdad, toda la verdad y nada
más que la verdad.

Y ni una sola persona la creyó.

“Eres muy habladora para ser un espía.” Bromeó Dion, con un tono
más suave pero aún no exento de filo.

“Así es.” Respondió Mónica. “Después de todo, ahora soy la criada


de la Srta. Rafina.”

Luego, con otra reverencia cortés, se dio la vuelta y se alejó.

“Huh…”

Dion se mordió los labios mientras la veía partir. Sólo después de


que ella desapareciera entre la multitud, sacudió la cabeza y se dirigió
de nuevo a Mia.

“Como sea… De todos modos, ¿nos ponemos en marcha, Su


Alteza? Esta gira no se va a realizar sola.”

Mia lo reconoció con un silencioso movimiento de cabeza. En el


proceso, se decidió.

U-Uff… Gracias a las lunas que terminó sin sangre. Pero ahora
estoy segura de ello. Dion es peligroso. A este paso, tarde o temprano,
va a hacer enfadar a Rafina. Y una pelea entre esos dos seria… Ella
tragó saliva. Demasiado terrible para imaginarlo. Será mejor que
tome las riendas y me asegure de que no hacemos nada que atraiga su
atención… ¡Uf, ojalá no hubiera dicho que era de los míos!

La criada de Rafina, eh…

Dion siguió a Mia, prestando poca atención al paisaje circundante.


Sus pensamientos estaban ocupados por su anterior encuentro con la
criada. Algo en ella le molestaba. Parecía tener entrenamiento de
combate, pero no era lo suficientemente hábil como para representar
algún tipo de amenaza para él. Fuera lo que fuera, no era eso.

La Princesa Mia. Aquella cuya presencia obliga a todos los que la


rodean a cambiar, les guste o no… Hm… La miró, paseando
altivamente por la calle con las manos en la cadera mientras le
describía los puntos de interés cercanos. Desde aquí, todo lo que veo
es una niña. Y una despistada. Difícilmente la epifanía en ciernes que
la gente la hace parecer.

Para su sorpresa, ese fue el momento exacto en que ella le frunció


el ceño. Reprimió el impulso de sospechar de su telepatía.

“¡Dion! ¿Me estás escuchando?”

“Jaja, por supuesto que sí. Soy todo oídos. Estabas hablando de…”

Bel, que había estado estudiando la cara de Dion, se dio cuenta


inmediatamente. Asintió con la cabeza y dijo: “Ese es de allí es el
campo de caballos, Sir Dion. Es donde la Srta. Mia va a menudo a
practicar su equitación. A veces, incluso cabalga hasta el lago.”

“Ah, lo tengo. Así que este es el club de equitación al que se unió.”

Le dio una palmadita en la cabeza, recordando que una vez había


dicho que le gustaría echar un vistazo al lugar.

“Ejeje…”

Bel soltó una risita, disfrutando claramente de la palmada en la


cabeza que se había ganado. La chica era muy lista.

Mia volvió a fruncir el ceño antes de mirar a su alrededor.

“Es extraño.” Dijo Mia. “Parece que algunos de los caballos han
desaparecido…”

“Hola, Srta. Ha pasado mucho tiempo, ¿no?”

Un joven de unos veinte años se acercó a ellos desde el establo.


Tenía el cabello negro azabache y caminaba con el paso firme de un
cuerpo bien tonificado.

Huh… ¿Un Equestri, tal vez? pensó, adivinando que el chico era
del Reino de Equestria.

“Ciertamente lo ha hecho. Me alegro de verte de nuevo, Malong.”


Mia le saludó amablemente. “He estado tan ocupada con el trabajo del
consejo estudiantil últimamente…”
“Sí, tuve noticias de Abel. Hablando de eso, acaban de pasarse por
alto. Si hubieras venido un poco antes, podrían haber dado un largo
paseo juntos.”

“Vaya, ¿también ha venido Abel?” Dijo ella, animándose


enseguida al mencionar el nombre del príncipe.

Su interés manifiesto le hizo reír con ganas.

“Últimamente, viene todos los días. Y se ha vuelto bastante bueno.”


Dijo antes de mirar a lo lejos. Su tono se volvió pensativo. “Ha
cambiado, ¿sabes? Siempre había sido un poco cobarde, pero ya no.
Ahora tiene el aspecto de un verdadero líder. Y me atrevo a decir que
todo es gracias a ti.”

“Vaya, me das demasiado crédito. Abel siempre ha sido un joven


maravilloso. Sus encantos son todos suyos. Yo no he tenido nada que
ver.” Dijo antes de soltar una pequeña risa. “Oh, pero es tan
encantador…”

Se rió un poco más y se ahuecó las mejillas con las manos mientras
se retorcía como una colegiala enamorada. Lo cual… era. Dion la
estudió con recelo antes de volverse hacia Malong.

“Dime, ¿te importaría contarme un poco más de esta historia? Sólo


he sabido que el Príncipe Abel es un joven de la realeza muy serio y
prometedor.”

“Huh. ¿Y quién se supone que eres tú? ¿Qué eres de la Srta.?”


Malong lo miró con cautela antes de ser aplacado por la diminuta
figura de Miabel, que estaba felizmente al lado de Dion. Malong hizo
un gesto indiferente con la cabeza.

“Bueno, Abel y yo nos conocemos desde hace tiempo… y déjame


decirte que ese chico no tenía ni una pizca de fuerza de voluntad. Tal
vez sea demasiado duro, pero es como si nunca hubiera tenido ninguna
razón para intentarlo. Entonces se encontró con la pequeña señorita, y
fue amor a primera vista. Ha sido un manojo de determinación desde
entonces. Nunca ha dicho ni pío, no importa lo difícil que sea.” Sacudió
la cabeza y dijo: “Supongo que eso es amor para ti.”

“Vaya, ¿amor a primera vista?” Dijo Mia, que se había recuperado


de su ataque de risa. “Oh, eres un adulador, Malong. Jejeje…”

Compartieron un guiño y una sonrisa de conspiración. A los demás


les causó una gran irritación, y Dion emitió un tsk audible de
exasperación.

“Además.” Continuó Malong. “También has cambiado mucho este


club. El ambiente aquí es mucho mejor.”

“¿Ambiente, dices?” Preguntó Dion, reavivando su curiosidad con


cierto esfuerzo. “¿A qué te refieres?”

“Gracias a la señorita, tenemos muchas más chicas que se unen al


club. De hecho, ahora nos faltan caballos. En los viejos tiempos, las
chicas nobles no tenían interés en los caballos. Es decir, siempre había
alguna aficionada, pero la mayoría sólo arrugaba la cara y se quejaba
de que los caballos olían, estaban sucios y sus excrementos eran una
amenaza para la sociedad civil… Ahora, tenemos un montón de chicas
que vienen a las giras del club. Ahora estamos en mejores condiciones
con ellas.”

“Huh… Fascinante.”

Dion miró a Mia con renovado interés.

¿Así que el club de equitación fue víctima de una percepción


injustamente negativa, y la princesa se las arregló para corregir ese
error? No parece el tipo de persona que haría algo así, pero… Es muy
interesante. Siempre te hace adivinar.

Después de un exhaustivo recorrido por el club de equitación, Mia


supo que había llegado su oportunidad.

¡Ya está! ¡Ahora es el momento de alejarse lo más posible de la


escuela para no encontrarnos con Rafina!

Esperó una pausa natural en la conversación antes de hablar.

“Bueno, creo que eso es todo para la escuela. Vamos a la ciudad


y…”

“Ya que estamos aquí, ¿por qué no le hacemos una visita a la Srta.
Rafina?”

Las esperanzas de Mia de hacer una salida apresurada se vieron


rápidamente frustradas por la sugerencia de Bel.
“Ugh… P-Pero piensa en cómo llegaste aquí. Después de hacer un
truco como ese, ¿no crees que sería incómodo? Sólo para que lo sepas,
la Srta. Rafina puede dar mucho miedo cuando se enfada—”

“Dios, ¿es así como me presentas a la gente? No soy tan temible


como me haces ver.”

A Mia casi se le sale el corazón de la garganta. Se dio la vuelta y se


encontró con la cara de la desesperación. La desesperación, en este
caso, tenía el cabello azul pálido —del color de un arroyo de verano—
y unos ojos claros y brillantes. Adornaban un rostro de rasgos nítidos
y limpios que lucía una sonrisa serena.

Rafina Orca Belluga se acercó a ellos, con pasos suaves y elegantes.


Mia, por reflejo, se alejó unos pasos de Dion, tratando de fingir que no
lo conocía.

“¿Srta. Rafina? Verá, esta persona es…”

“Oh, he oído hablar de él por Mónica. Es un vasallo de confianza


tuyo, ¿no?”

“Él… es eso, sí.” Dijo Mia, la luz de la esperanza desapareciendo


rápidamente de sus ojos. “Estaba… pensando que debería
presentártelo.”

Al darse cuenta de que era imposible escapar, aceptó su destino.


Una única lágrima brotó de sus ojos. Miró al cielo, esperando que no
cayera.

“¿Hm? ¿Pasa algo, Princesa Mia?”


“Oh, algo se me metió en el ojo. Está bien…” Mia se quitó la
lágrima con un dedo y volvió a sonreír. “Srta. Rafina, este es Dion
Alaia. En realidad es un caballero de Tearmoon, y…”

“Sí, estoy al tanto. Sir Dion, el mejor del Imperio. Sus logros en el
Reino de Remno hace tiempo que han llegado a mis oídos.” Rafina
hizo una elegante reverencia. “Soy Rafina Orca Belluga, hija del
Duque de Belluga. Es un placer conocerte.”

Bajó la voz antes de continuar.

“Veo que la espada de la Princesa Mia no es tan fácil de impedir.


Es el primero, ¿sabe? En pisar esta isla portando armas.”

“Me siento honrado de llevar ese título, milady.” Contestó con cara
de circunstancias antes de arrodillarse formalmente. “Me llamo Dion
Alaia, caballero del Imperio y espada de Su Alteza la Princesa Mia.
Por ahora, al menos, esa parte es importante.”

“¿Oh? ¿Estás sugiriendo que mi amiga, la Princesa Mia, no es digna


de tu lealtad de por vida?”

De sus ojos salieron brevemente dagas, tan afiladas como cualquier


espada. Mia se estremeció y apenas logró reprimir un grito.

“Se lleva un aprobado por el momento, supongo. En mi opinión


personal, por supuesto.” Se encogió de hombros. “Por cierto, ¿está
usted segura de que es apropiado que las autoridades de la isla no
tengan más que palabras de elogio para un canalla que pisó su suelo
portando armas no autorizadas?”
El hombre se enfrentó al acero con el acero, rechazando su mirada
penetrante con un comentario cortante. Su provocación tuvo poco
efecto en Rafina, cuya sonrisa siguió siendo tan cortés como siempre.

“Una muy buena pregunta. Si fueras un típico bandido, podría tener


palabras más duras para ti. Pero si has jurado servir a la Princesa Mia,
entonces no tengo nada más que decir. Ella te considera digno de
confianza, y eso es suficiente para mí.”

Espera. ¿Cuándo en las lunas lo he ‘considerado digno de


confianza’? Es una mala noticia con M mayúscula.

La idea se le ocurrió a Mia, pero como mujer discreta (léase


cobarde), no lo dijo.

“Mia es mi amiga, y una muy importante. Si mi querida amiga elige


confiar en alguien, entonces es simplemente correcto que yo también
lo haga.” Rafina dejó escapar una suave carcajada de placer. “Además,
ahora es la presidenta del consejo estudiantil. Si tus acciones ponen en
peligro esta academia, estoy segura de que ella hará algo al respecto.
¿No es así?”

Se dirigió a Mia, que sentía cómo la conversación le quitaba la


compostura.

¿D-Disculpa? ¿Voy a hacer algo al respecto? ¡Ha partido una


lanza de metal en dos, por el amor de Dios! ¿Qué esperas que le haga
a un monstruo como ese?
Mia tragó saliva. Su estómago se revolvió ante la mirada expectante
de Rafina. Sin embargo, era la princesa de Tearmoon, así que, a pesar
de su miedo, se armó de valor y declaró: “¡Claro que sí! ¡Después de
todo, soy la presidenta del consejo estudiantil!”

Si los otros dos oyeron su susurro tímido, no lo demostraron. Oye,


nadie dijo que las declaraciones tuvieran que ser ruidosas. La cuestión
es que ella lo dijo. Si la oyeron o no fue su problema.

“Huh… Veo que tienes un buen concepto de Su Alteza. Sólo por


curiosidad, ¿le importaría si le pregunto qué significa ella para usted?”

Rafina inclinó la cabeza y consideró la pregunta. Su respuesta llegó


poco después.

“Una querida amiga. Una de mis más cercanos amigos. Nunca antes
nadie se había ofrecido a llevar mis cargas conmigo. Ella fue la
primera…”

Espera, ¿qué? ¿Cuándo me ofrecí a hacer eso?

Al escuchar alguna discrepancia entre la interpretación de Rafina y


la suya propia, Mia se volvió a armar de valor y abrió la boca.

“…”

No salió nada. Así que la cerró de nuevo. Decidió que no era el


momento de pasar a la ofensiva. Más bien, la no acción estratégica era
su opción más segura. Entrar a sabiendas en el peligro no era valentía,
sino locura, y ¿qué podría ser más peligroso que meterse en un
enfrentamiento entre Rafina y Dion? La Leona de Belluga y el Tigre
de Tearmoon se estaban enfrentando. Mia, la Gatita Cautelosa, no tenía
por qué meter la cabeza entre sus fauces. Lo único que podía hacer era
seguir la corriente. Cada vez que se dirigían a ella, simplemente sonreía
y asentía, añadiendo de vez en cuando un “Sí, claro” o un “Lo sé,
¿verdad?” Su única posibilidad de salir de esta situación de una sola
pieza era tomar en sí misma la esencia misma del “sí”. No diría “no”.
El “no” no existía. Como una artista de la improvisación profesional,
sólo conocía el “sí”.

“Mi vida había sido una de grilletes invisibles… y ella me liberó de


ellos. Nunca imaginé que llegaría un día en el que me sentiría como lo
hago ahora.”

“Ya veo…”

Dion la miró durante un largo rato, con una expresión ilegible.


Finalmente, asintió con la cabeza.

Tras despedirse de Rafina, los tres abandonaron la Academia Saint-


Noel.

“Jaja. Tengo que decir que ha sido una experiencia agradable, Su


Alteza.” Dijo Dion con una amplia sonrisa.

“¿Es así? Bueno… Entonces me alegro por ti…” Mia, mientras


tanto, parecía alguien que acababa de correr una maratón, tanto física
como mentalmente. “De todos modos, estaría, um, feliz de mostrarte
algo más de la isla la próxima vez, siempre y cuando dejes esa espada
tuya atrás…”
Así que, la implicación fue, ¿por qué no lo dejamos por hoy y te
puedes ir?

“¿De verdad? Tú también, ¿eh?”

“¿Hm?”

“Tu buen amigo Ludwig me dijo lo mismo. Veo que ambos están
decididos a hacerme renunciar a mi espada.”

“¿Oh? ¿Ludwig pensó lo mismo? Bueno, bien por él. Me conoce


bien.”

Tomó nota mentalmente de dar las gracias a su súbdito con gafas.


Después de todo, lo que él había sugerido era un viejo deseo suyo.
Incluso podría ser su mayor deseo. Incluso ahora, el hombre llamado
Dion Alaia —el que la había decapitado— seguía infundiendo miedo
en su corazón. Cada vez que estaba cerca, no podía evitar la sensación
de que podría intentar volver a atacarla. El trauma era tan profundo que
estaba segura de que su mente no conocería la verdadera paz hasta que
consiguiera que esa amenaza andante abandonara su espada para
siempre. Por lo tanto, era un deseo constante que le salía del corazón.

“Ya veo… Hah. Maldita sea…” Sacudió la cabeza con resignación.


“Bueno, en ese caso, no dudes en intentarlo. Yo también tengo
curiosidad por saber qué pasará.”

A continuación, mostró una expresión que ella nunca había visto


antes. Seguía siendo una de sus habituales sonrisas socarronas, pero
carecía de un sutil matiz de violencia, como el de una hoja que hubiera
retirado su filo. Asombrada por esta rara muestra de genuina alegría,
no pudo hacer otra cosa que mirar.

“¿Qué, hay algo en mi cara?”

“¿Eh? Oh, no, no es nada. De todos modos, ya que hemos


terminado aquí, te deseo un buen viaje de vuelta…”

“¡Srta. Mia!”

Había bajado la guardia. El alivio de haber terminado su encuentro


con Rafina sin consecuencias desastrosas la había adormecido en una
falsa sensación de seguridad. Pensó que lo único que quedaba era
despedirse. Lo que olvidó fue la presencia del tercer y más pequeño
miembro de su grupo: ¡su propia nieta! Una nieta que se sentía
profundamente agradecida con Dion y que estaba decidida a pagar la
deuda.

“Ya que estamos aquí, ¿por qué no aprovechamos para enseñarle


también la ciudad?”

Bel le sonrió, toda inocencia y emoción.

“… ¿Eh?”

“¿Sabes qué?” La sonrisa de Dion se amplió. “Creo que lo


disfrutaría mucho.”

“… ¿Eh?”
El brillo de la vitalidad desapareció de los ojos de Mia, sustituido
por el brillo mate de una chica que sabía que no iba a disfrutar del resto
del día.

El resto del día fue como se esperaba. Una alegre Bel condujo a un
divertido Dion por la ciudad, con una desgraciada, pero difícil de no
mostrar, Mia a cuestas. Finalmente, al final del día…

“U-Ugh…”

Después de despedir a Dion y volver a su habitación, Mia se dejó


caer en la cama y dejó de moverse. La última etapa de su excursión la
había dejado exhausta. El agotamiento era tan profundo que incluso el
día siguiente, que tanto había esperado, lo pasó en la cama.

Por supuesto, aunque hubiera estado perfectamente descansada, era


muy probable que igualmente hubiera pasado el día en la cama…

Así continuó el sueño de la princesa y el caballero. Cuando se


desvanezca, cómo terminará la historia, sigue siendo una incógnita.

Volumen 3
Fin
IMAGEN
El Diario de Historias Espeluznantes de
Mia

Décimo día del tercer mes

Hoy he cenado cordero salteado con queso.

☆ ☆

La carne se deshizo en mi boca. Estaba muy buena. Pero los tomates


ámbar estaban un poco duros. Menos un punto.

Duodécimo día del tercer mes

Hoy he comido sándwiches.

El relleno estaba hecho de cinco tipos de mermelada de bayas. Era


dulce y sabrosa. Sin embargo, la forma era aburrida. Sin imaginación.
Es difícil estar impresionada por estos después de mi propia idea
brillante de sándwiches en forma de caballo. Menos dos puntos.

Decimoséptimo día del tercer mes

Hoy he cenado pastel de setas recién horneado.


La corteza del pastel era deliciosamente crujiente y escamosa.
Debería hacer una para el Príncipe Abel. Tengo que acordarme de ir a
pedir la receta.

Decimonoveno día del tercer mes

Hoy, escuché lo peor de la Srta. Rafina. Algo sobre sociedades


secretas y Serpientes del Caos y cosas así. Ugh, sólo dame un respiro
ya.

Pero el Imperio podría volver a estar en peligro por culpa de ellos,


así que dejarlos libres tampoco es una opción. Hay que hacer algo…
Sea lo que sea, espero que alguien lo haga.

Creo que necesito una especie de guía. Como ese diario de antes.
Lo que me recuerda, recuerdo haber leído algo en un libro que estaba
en la biblioteca…

Vigésimo día del tercer mes

Hoy he visto una sombra espeluznante en la biblioteca. ¿Qué


demonios era eso? Tal vez sólo estaba viendo cosas.

Podría ser peligroso, así que será mejor que le diga a Anne que se
quede cerca de mí lo más posible. De lo contrario, no sería seguro para
Anne…
Vigésimo primer día del tercer mes

No pude averiguar qué era esa sombra en la biblioteca. Anne vino


conmigo a investigar el lugar donde apareció ayer, pero no
encontramos nada.

Debo haber estado viendo cosas. He decidido dejar de pensar en


ello.

Sin embargo, por si acaso, le dije a Anne que se mantuviera cerca


de mí. Más vale prevenir que lamentar. No puedo permitirme que Anne
esté en peligro.

Vigésimo segundo día del tercer mes

La mancha en la pared parece una cara. Me está mirando. No puedo


dormir. Sé que no puedo, pero por alguna razón, cada vez que abro los
ojos, es de día. Está pasando algo extraño. Me pregunto si tiene algo
que ver con la sombra espeluznante que vi en la biblioteca.

Tal vez debería hablar con la Srta. Rafina al respecto.

Para estar segura, le pedí a Anne que cubriera la mancha con un


paño para que no pudiera ver más. Si no, seguiría mirando. Me parece
bien, pero estoy segura de que Anne se asustaría.

Si hubiera sabido que sería así, habría vuelto a casa, a Tearmoon.


Ludwig probablemente no cree en fantasmas. Podría haber hablado
con él, y habría puesto los ojos en blanco y me habría dicho que me
calmara porque los fantasmas no existen. Eso estaría bien.

Vigésimo tercer día del tercer mes

Estoy preocupada por Anne, así que a partir de esta noche, he


decidido dormir con ella en la misma cama.

La idea de que el fantasma pueda aparecer y engullir a Anne me ha


quitado el sueño. Así, por fin podré dormir un poco. Ahora que está a
mi lado, probablemente también se sienta más segura. Esto es matar
dos pájaros de un tiro. ¡Qué gran idea!

Tercer día del cuarto mes

Pronto empieza la escuela. Otra vez va a haber mucho trabajo.

Esa sombra espeluznante no volvió a aparecer. Supongo que


realmente estaba viendo cosas. También miré bien la mancha en la
pared. Son sólo tres manchas con una forma extraña. ¿Cómo es posible
que eso se parezca a una cara? Lo juro, Anne es un gato asustado.

De todos modos, decidí volver a dormir en mi propia cama.

Si pasa algo, seguiré estando a su lado, así que todo debería ir bien.
¿Verdad, Anne?
Historia Corta Adicional

Libro de Juegos Otome II

Inicio

“Fwaaaaaaa…”

Con un bostezo somnoliento, Mia se despertó en su cama. Se estiró


y el esfuerzo le provocó un largo gruñido, rematado con un suspiro de
placer perezoso.

“Huh… Mi cuerpo se siente un poco lento…”

Su repentina salida como guía turística en respuesta a la visita


relámpago de Dion la había dejado en los huesos.

“He dormido mucho, pero no me siento descansada en absoluto.


Ugh, todos mis miembros se sienten como gelatina… Juro que Dion
debe ser una especie de vampiro de energía. Siempre que estoy cerca
de él, me chupa toda la energía…”

Hizo un intento tambaleante y finalmente infructuoso de levantarse


de la cama, terminando justo donde empezó.

“Mmm… Creo que llamaré a esto un día de cama. Además, sentir


sueño es señal de que tu cuerpo necesita dormir, así que probablemente
sea mejor dormitar un poco más…” Murmuró, eximiéndose de la
onerosa tarea de levantarse de la cama esa mañana.
En cuanto a la autodisciplina, Mia creía más en el “yo” que en la
“disciplina”.

“… ¿Hm? ¿Qué es esto?”

Se había dado cuenta de algo. En su mesita de noche había un


frasco. Lo tomó y lo agitó. Algo se agitó en su interior. Junto al
recipiente del líquido misterioso había una nota con lo que parecía ser
la letra de Anne.

Parecías cansado, así que le pedí al personal de la cafetería que te


hiciera esto. Pruébalo, si te gusta.

“Es… ¿algún tipo de medicina? Para curar la fatiga, ¿tal vez?”

Quitó la tapa. Un refrescante aroma a frutas salió al exterior.

“Hmm, el olor no es malo… pero ¿está realmente bien beber esto?”

Se quedó mirando el frasco, contemplando su próximo


movimiento.

① “Bueno, ya que Anne se tomó la molestia de conseguirme


esto, ¡más vale que lo pruebe!”

Ir a [1-A]

② “No sé… Esta medicina parece un poco imprecisa… Tal vez


sea mejor dejarlo estar.”
Ir a [1-B]

[1-A]
¡Beber la Medicina!

“Bueno, ya que Anne se tomó la molestia de conseguirme esto, ¡más


vale que lo pruebe!”

Mia se llevó el frasco a la boca y sumergió la lengua en su interior


para probarlo rápidamente.

“Vaya, esto es bastante bueno…”

El zumo era ligeramente dulce con un toque de acidez. Su agradable


sabor calmó el alma cansada de Mia como una refrescante brisa de
primavera.

¡Mia recuperó 10 puntos de espíritu!

“Ahh, creo que eso me ha dado algo de energía. Ahora podría ser
capaz de ir a la ciudad… Pero, de nuevo, no estoy en perfectas
condiciones, y sería una pesadilla si me desplomara allí. Será mejor
que vaya a lo seguro y me quede en los terrenos de la academia.”

Se levantó lentamente de la cama, dejó una nota para Anne y se


preparó para irse.

“Es hora de dar un paseo. ¿A dónde?”


① “Ahora que lo pienso, creo que nunca he estado en el
dormitorio de los chicos… Tal vez debería ir a hacerles una visita.
Si tengo suerte, puede que me encuentre con Abel.”

Ir a [2-A]

② “Tal vez debería hacer una visita a la biblioteca. Chloe


podría estar allí.”

Ir a [2-B]

③ “Tal vez me dedique a vagar por el dormitorio de las chicas


y encontrar a alguien con quien charlar.”

Ir a [2-C]

[1-B]
No Beberse la Medicina

“No sé… Esta medicina parece un poco imprecisa… Tal vez sea mejor
dejarlo estar.”

Mia volvió a colocar el frasco en su mesita de noche y se dejó caer


de nuevo en la cama.

“Ugh… Estoy tan cansada… Estar con Dion es tan agotador…”


Cerró los ojos y dejó que la tensión se filtrara en su cuerpo.

“Sólo… pasaré el día… durmiendo…”

El suave abrazo de su cama era como arenas movedizas,


succionando lentamente su cuerpo y su conciencia que se desvanecía.
Cayó, y cayó, y cayó…

“Alteza… Su Alteza…”

“Mmm… ¿Hm?”

Oyó la voz de un hombre. Poco después, alguien la sacudió con


fuerza. Lentamente, abrió los ojos. Ante ella estaba…

“Por el amor de Dios, Su Alteza, ¿se volvió a quedar dormida?”

Ludwig suspiró con exasperación y se reajustó las gafas.

“Oh… ¿Ludwig? ¿Qué estás haciendo aquí?”

“¿Qué estoy haciendo aquí? Estoy aquí para asegurarme de que no


estás holgazaneando. ¿Has hecho todo tu trabajo?”

“… ¿Eh? ¿Trabajo? ¿Qué trabajo?”

Él miró con desprecio su despistada respuesta. Luego suspiró, con


el doble de énfasis.

“El Imperio ha superado por fin su crisis y está preparado para la


recuperación, y sin embargo tú… ¿Eres siquiera consciente de tu
propia posición? Eres la Princesa de Tearmoon. ¿Cuándo empezarás a
comportarte como tal…?”

Como un padre regañón, siguió y siguió. Mia lo observó con una


leve sensación de que algo era peculiar. Su actitud… Su ceño
fruncido… Su sermón descontento… Todo se sentía… nostálgico, de
alguna manera.

Es casi como si se convirtiera en el viejo Ludwig… Espera… ¿El


viejo Ludwig?

Sólo entonces hizo clic. Una vez que lo hizo, el resto fue sencillo.

“Ah, ya veo… Este Ludwig es el de cuando el Imperio se


derrumbó…”

Este era el Ludwig al que había llamado de todo: estúpido cuatro


ojos, maldito cuatro ojos, todo eso. Pero al mismo tiempo, también era
la persona en la que más había confiado. Para salvar el Imperio, él la
había esperado, la había ayudado y se había quedado con ella. Nunca
la abandonó. Ni siquiera al final. El Ludwig de entonces… ahora
estaba ante ella.

“Lo que debe significar que… esto es un sueño.”

Una vez resuelto esto, toda la situación adquirió de repente un aire


de humor. Se rió.

“¿Qué es lo que te hace tanta gracia? Augh, ¿acaso entiendes lo que


está pasando?”
“De hecho, sí, Ludwig.” Ella asintió con firmeza y le miró a la cara.
“Lo entiendo muy bien. Yo también lo recuerdo. Todo. Todo lo que
me enseñaste… Y me ha salvado en muchas ocasiones. Ya no podré
agradecerte a ti de verdad, pero aun así, déjame decirte esto.”

Con gracia solemne, bajó la cabeza.

“Gracias, Ludwig. Desde el fondo de mi corazón. Me enseñaste


mucho, y gracias a ti, logré escapar de mi destino en la guillotina.”

Ludwig escuchó en silencio su sincera expresión de gratitud.


Cuando terminó, resopló por la nariz.

“¿Ya estás contenta? Bien. Me alivia saber que todo lo que te


enseñé no se desperdició. Te quedaste dormida tantas veces durante
mis clases, que pensé que seguro que no entendías ni la mitad de lo que
decía.”

Se rió.

“Vaya, tan sarcástico como siempre, ¿no? Pero aun así me alegro
de verte, Ludwig. Te he echado de menos. A ti y tu mordacidad.”

Una sonrisa melancólica se formó en sus labios. Ludwig respondió


con el ceño fruncido.

“Hmph. Veo que no se me aprecia. Bueno, supongo que no te faltan


cosas importantes que deberías hacer, así que siéntete libre de
levantarte y seguir con tu vida.” Dijo con rotunda indignación. Luego,
su ceño se suavizó, adoptando un aire de tierna preocupación. “Te
queda mucha… y espero sinceramente que bastante, felicidad y
plenitud. Cuídate.”

Sin más comentarios, bajó la cabeza haciendo una profunda


reverencia.

Lentamente, Mia sintió que su conciencia volvía a ella.

“Hmm… ¿Mm?”

Se frotó el sueño de los ojos y miró a su alrededor. Las vistas


familiares desprendían una atmósfera familiar. Definitivamente era su
dormitorio habitual. Ludwig, por supuesto, no estaba en ninguna parte.

“Oh, no entiendes, Ludwig… No se trata sólo de mí. Tú… Anne…


todos los demás… Se trata de todos. Todos deberían ser felices juntos.”
Susurró a nadie en particular.

Entonces abrió la boca de par en par y bostezó. Un pensamiento


pasó por su mente.

“Mmmm… Tal vez debería escribir una carta a Ludwig…”

Y así, su día comenzó…

El Sueño del Estúpido Cuatro Ojos

Fin
[2-A]
Ir al Dormitorio de los Chicos

“Ahora que lo pienso, creo que nunca he estado en el dormitorio de los


chicos… Tal vez debería ir a visitarlos. Si tengo suerte, podría
encontrarme con Abel. Oh, pero espera… Creo que no se permite la
entrada a las chicas.”

Lo pensó durante un rato. Luego, una sonrisa socarrona se dibujó


en sus labios.

“Jeje, tengo una idea. Si digo que tengo asuntos del consejo
estudiantil que discutir, probablemente me dejarán entrar.”

Inmediatamente se dirigió al dormitorio de los chicos, donde la


astuta excusa que había preparado… ¡funcionó de maravilla! El
vigilante que encontró en la entrada se dejó engañar por su pretexto y
la hizo pasar sin problemas.

“Debe ser mucho trabajo dirigir el consejo estudiantil. Sigue así,


Princesa Mia.” Añadió con una sonrisa, llegando incluso a señalarle la
habitación de Abel.

“Vaya, qué considerado eres. Muchas gracias.”

Le devolvió la sonrisa, manteniéndola mientras se dirigía a la


habitación de Abel, sólo para que se desvaneciera cuando llegó: un
golpe sin respuesta demostraba su ausencia.

“Bueno, no es que esto estuviera planeado de antemano. Supongo


que no tengo suerte… Sin embargo, ya que estoy aquí…”
Miró a su alrededor con curiosidad. No todos los días podía
explorar el dormitorio de los chicos. Habiéndose infiltrado con éxito
en él, le pareció un desperdicio dejar que esta oportunidad se perdiera.
Pensando que podría hacer una visita autoguiada del lugar, comenzó a
caminar por el pasillo. Al doblar la primera esquina, se encontró
inmediatamente con una cara conocida.

“Huh. ¿Me engañan mis ojos, o es la princesa favorita de todos?”

“Vaya, Keithwood.”

Ante ella estaba el frío y sereno asistente de Sion, Keithwood. Pero


en este momento le faltaba algo de su frialdad y compostura habituales.

“¿Pasa algo? Perdóname si me equivoco, pero pareces un poco


ansioso…”

“Hmm… Bueno, admito que no estoy en el estado de ánimo más


tranquilo en este momento. Su Alteza se ha resfriado, así que…” Dijo
con una mueca.

“¡Madre mía! ¿Sion se ha resfriado? Eso no se oye todos los días.”

“En efecto. Creo que se ha esforzado demasiado últimamente. Le


he dicho que afloje un poco, pero… De todos modos, voy a hacerle
una comida ligera. Algo que su estómago pueda soportar.”

“¿Es así? Hm… En ese caso, ¿por qué no te echo una mano? ¿Qué
puedo hacer para ayudar?”

“¿Ayudar? Uh, pero… ¿Estás segura?”


“Por supuesto. Yo también estoy preocupada por él. Me encantaría
llevarle algún tipo de regalo para animarle, pero desgraciadamente no
tengo nada a mano…”

“La sola idea es suficiente.” Dijo antes de sacudir la cabeza con


ironía. “Si se tratara de cualquier otra chica noble que se ofreciera a
ayudar, casi seguro que sospecharía que tiene motivos ocultos. Pero
por alguna razón, cuando se trata de usted, Princesa Mia, no puedo
evitar tomarle la palabra.”

“Vaya, me das demasiado crédito. Yo también tengo segundas


intenciones de vez en cuando, ¿sabes?” Respondió con una sonrisa
pícara.

Para que conste, Mia estaba siendo completamente honesta—su


motivo en este momento era tan ulterior como era posible. En el
momento en que escuchó que Sion estaba resfriado…

¡Vaya! ¿Sion, la personificación de la perfección, está enfermo?


¡Tengo que ver esto!

… Sabía que tenía que ir a disfrutar de la dulce schadenfreude en


persona.

“En ese caso, ¿podrías ir a la habitación de Su Alteza? Yo iré a la


cocina a preparar algo de comida para él mientras tanto.”

Mia consideró esta petición.


① “No tiene sentido que vaya yo sola. Mejor te sigo y te
ayudo.”

Ir a [3-A]

② “Claro, déjamelo a mí.”

Ir a [3-B]

[2-B]
¡Dirígete a la Biblioteca!

“Tal vez debería hacer una visita a la biblioteca. Chloe podría estar
allí.”

Mia salió de su habitación y comenzó a caminar.

“Incluso si no encuentro a Chloe, puedo leer un rato… Ya hemos


averiguado que el fantasma era en realidad Bel, así que estaré bien sola.
No es que me haya asustado ni nada…”

Se dirigió entre dientes a la biblioteca, donde la encontró casi vacía


y sin Chloe a la vista.

“No parece que esté aquí… Hm, es una pena.”

Con una mirada de ligera decepción, encontró un asiento cerca de


la entrada y se sentó. La elección del lugar no tenía nada que ver con
su proximidad a la vía de escape más cercana en caso de que apareciera
un fantasma. Para que quede claro.

“Ahora bien… Supongo que iré a buscar un libro…” Murmuró


antes de bostezar. “Uf… La verdad es que tengo un poco de sueño.
Quizá primero debería echar una siesta.”

① “Mmm… Tengo demasiado sueño. Creo que me voy a echar


una siesta.”

Ir a [3-C]

② “No, no puedo dormir en la biblioteca. Eso es demasiado


impropio.”

Ir a [3-D]

[2-C]
¡Deambula por el Dormitorio de las Chicas!

“Tal vez me dé una vuelta por el dormitorio de las chicas y encuentre


a alguien con quien charlar.”

Parecía la forma más sencilla de matar el tiempo. Mia se peinó


rápidamente y salió de la habitación. Como se alojaba en el dormitorio
de las chicas, no era necesario esforzarse demasiado en su aspecto.
“En realidad, vagar así es un poco incómodo. Probablemente
debería visitar a alguien en su habitación.”

Todavía estaba considerando sus opciones cuando encontró a Chloe


arrastrándose por el pasillo hacia ella.

“Aquí no… ¿Dónde está?” Murmuró Chloe mientras se acercaba.

Mia le sonrió.

“Hola, Chloe.”

“¡Yeeep!

La chica dio un salto de uno o dos centímetros en el aire ante el


saludo.

“¿Chloe? ¿Qué pasa?”

“Esa voz… ¿Eres tú, Princesa Mia?”

Chloe acercó su rostro, entrecerró los ojos y se quedó mirando. Fue


entonces cuando Mia se dio cuenta de que no llevaba las gafas o, mejor
dicho, de que las tenía puestas en la cabeza.

Recuerdo que Ludwig también solía hacer eso mucho… Algo sobre
el cansancio de sus ojos, creo…

Mia nunca había llevado gafas, pero era consciente de que, al


parecer, su uso provocaba una importante fatiga ocular. Por eso la
gente se las quitaba con frecuencia y se las ponía en la cabeza.

Eso debe ser lo que Chloe está haciendo, lo que significa…


Dio una palmada en un momento de inspiración.

“Ajá. Dime, Chloe… ¿Por casualidad estás buscando algo?”

Chloe se echó hacia atrás ante su pregunta, con la boca abierta por
la sorpresa.

“¿Cómo lo sabes?”

“No fue muy difícil de averiguar. Después de todo, no llevas las


gafas.” Dijo Mia mientras se cruzaba de brazos con una sensación de
satisfacción.

Sea lo que sea lo que intenta encontrar, debe llevar tanto tiempo
buscando que sus ojos se han cansado demasiado para seguir usando
sus gafas.

Mia no era de las que abandonan a un compañero de lectura en sus


momentos de necesidad.

“Déjame ayudarte a buscar.”

“Oh, pero, no puedo molestarte con eso…”

“Basta ya de modestia. Mírate. Apenas puedes ver lo que tienes


delante. ¿Cómo esperas encontrar algo así? Además, Mia Luna
Tearmoon nunca deja atrás a un compañero de lectura. Te voy a
ayudar, te guste o no.”

“Princesa Mia…”

A Chloe se le saltaron las lágrimas al ver —o mejor dicho, al oír—


a Mia darse un golpe en el pecho de ‘déjamelo a mi’.
“Muy bien. En casos como éste, se trata de volver sobre tus pasos.
Si buscas algo que has perdido, siempre es bueno revisar todos los
lugares en los que has estado hoy. Vamos. Vamos a revisarlos todos.”

Para ser una idea que surgió de Mia, era sorprendentemente lógica.
Su búsqueda las llevó a la cafetería, luego a la biblioteca y, finalmente,
a la habitación de Chloe.

“Hmm… Tampoco está aquí, ¿verdad?”

“No…” Respondió cabizbaja Chloe. “¿Dónde diablos se han


metido? Oh, mis gafas…”

“… Espera, ¿qué?” Mia hizo una doble toma ante el comentario.


“¿Se supone que es una broma?”

“… ¿Eh?”

Chloe parecía igualmente desconcertada.

“Si lo que buscas son tus gafas, están aquí.”

Mia se golpeó la frente.

“¿Qué…?”

Con los ojos muy abiertos, Chloe levantó la mano…

“Oh… Ohh… No puedo creer que hayan estado en mi cabeza todo


este tiempo. Esto es tan embarazoso.” El descubrimiento dejó a Chloe
aún más abatida que antes. “Y hasta te arrastré en esta búsqueda
inútil…”
“U-Uh, está bien. No tienes que preocuparte por eso.”

Mia, por su parte, tampoco había esperado que lo que buscaban


fueran las gafas en la cabeza de Chloe y le costaba encontrar las
palabras adecuadas.

“Esto me recuerda a una historia que escuché de Malong.”

Decidida a animar a su abatida amiga, asumió con valentía el papel


de narrador.

“Hay un viejo cuento que cuentan en el Reino de Equestria llamado


‘Luufa y el caballo azul’, y dice así… Había una vez un niño llamado
Luufa que se fue de viaje por todo el mundo en busca de un caballo
azul que se decía que traía la felicidad.”

Chloe escuchó atentamente, asintiendo a la historia.

“Al final, no pudo encontrarlo en ningún sitio, así que se fue a casa.
Y cuando lo hizo, allí estaba. Su caballo azul estaba allí mismo,
esperando a que volviera. Resulta que siempre había tenido un caballo
azul. La moraleja de la historia es que la felicidad siempre está cerca;
sólo hay que saber dónde buscar. Creo que lo mismo ocurre con tus
gafas, Chloe.”

Durante un rato, Chloe se limitó a permanecer de pie mientras se


maravillaba en silencio de la ostensible profundidad de la historia de
Mia. Entonces, una de sus cejas se alzó.

“Um, Princesa Mia, se me acaba de ocurrir algo.”


“¿Oh?”

“¿En qué tipo de circunstancias no te darías cuenta de que tienes un


caballo azul?”

“Uh… Huh. Bueno.”

Era, pensó Mia, una buena pregunta, ahora que la consideraba.


Parecía haber un agujero en la lógica de la historia.

“Tienes razón… Normalmente, uno pensaría que se daría cuenta si


tuviera algo tan extraño como un caballo azul. Me pregunto qué es lo
que pasa con eso…”

Durante un rato, las dos se miraron y tararearon, tratando de


encontrarle sentido a la historia. Finalmente, se dieron cuenta de lo
absurdo de la historia y compartieron una mirada furtiva antes de soltar
una carcajada.

Después, las dos fueron a la biblioteca, donde se reunieron con


Tiona. El trío procedió entonces a disfrutar de una tarde relajada de
libros, charlas y diversión a la antigua entre amigas.

Chloe y la Amiga del caballo Azul

Fin

[3-A]
¡Ir con Keithwood!
“No tiene sentido que vaya sola. Mejor te sigo y te ayudo.”

Por supuesto, ella quería ir a echar un vistazo a Sion en su momento


de debilidad. De hecho, se moría por hacerlo. Pero…

Entrar sola en la habitación de un chico es… algo bastante


indecente.

Mia no tenía las agallas para intentar tal hazaña.

“¿De verdad? Bueno, ciertamente eres libre de hacerlo, pero dudo


que haya mucho que hacer allí.”

Se dirigió a la cocina, tapándose con un paño largo. Cubría su


uniforme negro de mayordomo desde el pecho hasta las rodillas. Mia
lo miró con curiosidad.

“¿Qué puede ser?”

“Es un delantal. No tengo mucha experiencia haciendo este tipo de


comida y prefiero no ensuciarme la ropa mientras pruebo cosas.” Dijo
arremangándose. “En fin. ¿Vamos?”

Con eso, se dirigieron a la cocina.

Esto es… impresionante. Un poco frustrante, pero aun así


impresionante.

Tal y como había predicho Keithwood, a Mia no le quedó más


remedio que observar con asombro cómo se movía por la cocina en un
torbellino de actividad. Nada más llegar, pidió prestado un cuchillo a
uno de los cocineros y comenzó a pelar una manzana Belluga. Apenas
tuvo tiempo de parpadear antes de que sus blancas entrañas quedaran
al descubierto. Un par de parpadeos más y consiguió cortarla en trozos
del tamaño de un bocado, extender una capa de miel por encima y
asentir con satisfacción por su trabajo.

A continuación llegaron los tubérculos, cuyos nombres no podía


precisar, debido a la rapidez con la que los preparó. En cuestión de
segundos, los peló, los prensó y los mezcló con leche y agua. A
continuación, se añadieron virutas de algo para lo que ella sólo podía
suponer que era un condimento. Tras un tiempo de cocción, nació un
buen plato de potaje. Un aroma dulce pasó por su nariz, haciendo que
su estómago gorgoteara.

Antes de que ella pudiera decir nada, él ya estaba mezclando otra


solución de líquidos, esta vez vino y miel. Calentada, la bebida emitía
una fragancia atrayente. Lo último en la combinación de comidas de
Keithwood para los enfermos eran unas lonchas de jamón, cortadas
muy finas para mejorar su palatabilidad.

“Keithwood, eres… algo especial.” Dijo mientras sorbía un poco


de sopa caliente que él le había servido.

Durante todo el proceso, ella no podía hacer nada más que mirar. Y
no sólo fue rápido…

“¿Y bien? ¿Podría escuchar su opinión sobre la sopa?”


… También fue un caballero que no se olvidó de dejarle un papel
al final: el de juez.

“Es un poco soso, pero supongo que es bueno para alguien que está
enfermo.” Respondió como un pretencioso juez de concurso antes de
corregir su tono. “Pero no me refería a eso. Keithwood, no tenía ni idea
de que fueras tan buena cocinando.”

Le sonrió, con una expresión de auténtica admiración.

“Con quien te cases va a ser una chica afortunada. Si alguna vez se


pusiera enferma, te imagino haciendo lo mismo por ella.”

Por alguna razón, la sonrisa que devolvió contenía un rastro de


mueca.

“Con quien me case, eh…”

“¿Oh? ¿No te interesa el matrimonio?”

“Más bien, no puedo imaginarme a mí mismo haciéndolo. Ya tengo


las manos llenas sirviendo a Su Alteza.”

“¿Es así? Me parece bastante sorprendente.”

Ella tenía la impresión de que él había dado muchas vueltas a la


manzana y había dejado un largo rastro de corazones rotos a su paso.
La inesperada respuesta le provocó un creciente sentimiento de
superioridad. Después de todo, por dentro, Mia era una mujer de veinte
años. No sólo eso, sino que tenía un novio en Abel, y sabía que llegaría
a tener ocho hijos y a formar una familia feliz. Incluso tenía una nieta.
Con su amplia experiencia romántica, se sentía en la extraña
obligación de enseñar al joven e inexperto Keithwood las maravillas
del amor. Con una sonrisa de satisfacción, le dio unas palmaditas
casuales en el hombro.

“Vaya, Keithwood. ¿Me estás diciendo que nunca te has


enamorado? El amor es algo maravilloso, ¿sabes? Cuando ocurre,
sientes… ese calor en el pecho, y se convierte en una especie de
dolor… ¡pero ese dolor es lo que lo hace bueno!”

Mia pronunció un apasionado discurso sobre el amor. En su mente,


el amor era el paso que precedía al matrimonio. Por lo tanto, para ella,
ser incapaz de imaginarse a sí misma casándose implicaba
naturalmente una ausencia de experiencia en las citas y el romance.

Sin embargo, no pudo hacer de experta durante mucho tiempo.

“En realidad, no es que no pueda encantar a las damas o algo así.”


Dijo con total despreocupación.

“… ¿Eh?”

“En todo caso, es lo contrario. He salido con tantas chicas que han
perdido todo el sentido del misterio. No me importa tener una novia.
Es sólo que no estoy muy convencido de que merezca la pena dedicarle
toda mi vida. Oh, hablando de eso, ¿esa sopa que acabas de tomar?
Aprendí a hacerla de mi ex novia. Espera, ¿o tal vez fue la anterior?”
Resulta que ella era la joven e inexperta. Que acaba de intentar dar
un sermón sobre el amor a un Don Juan profesional, para colmo. ¡La
vergüenza por sí sola fue suficiente para derrumbarla!

“Ahora bien, creo que ya hemos terminado aquí. ¿Recogemos y


llevamos esto a su…? ¿Qué pasa?”

“¡Nada! ¡Absolutamente nada, no pasa nada! ¡Hmph! Acabo de


recordar que hay algo que tengo que hacer, ¡así que por favor
discúlpenme!”

Con eso, ella y su ego herido huyeron rápidamente de la escena.

Keithwood Contraataca

Fin

[3-B]
¡Dirígete a la Habitación de Sion de Inmediato!

“Claro, déjamelo a mí.”

Una vez decidida, no perdió tiempo en llegar a la habitación de


Sion, e incluso empezó a correr después de despedirse de Keithwood.
Una vez allí, llamó a la puerta con un ligero golpe.

“¿Sion? ¿Estás despierto? Voy a entrar.” Susurró.

Como era de esperar, no hubo respuesta.


“Bueno, no puedes decir que no llamé a la puerta.” Murmuró para
sí misma mientras ponía la mano en el pomo.

Hubo un breve momento de quietud. Se oyó a sí misma tragar.

“… ¿Sabes qué? La verdad es que esto es un poco desalentador.


Estoy empezando a ponerme nerviosa.” Dijo en nombre de su gallina
interior. “Muy bien, hagamos esto.”

Abrió la puerta.

“Huh…”

El interior estaba más ordenado de lo que esperaba. Tenía el aspecto


de una habitación que se limpiaba con frecuencia. Pasó el dedo por el
suelo para comprobarlo.

“Impecable… Keithwood realmente se gana su sueldo, ¿no? No


está nada mal. Creo que le puede hacer la competencia a Anne.”
Bromeó con un aire pretencioso, como si fuera la jueza de una especie
de concurso de limpieza.

Luego, con la máxima precaución, se dirigió sigilosamente de


puntillas a la cama de Sion.

“Vaya…”

Allí estaba Sion, con los ojos cerrados y las mejillas ligeramente
enrojecidas por la fiebre. Mia no pudo evitar sentir un tirón en su
corazón al ver al príncipe dormido, sus ya potentes encantos
acentuados por esta rara muestra de vulnerabilidad.
“Mmmhmhm… Normalmente, es un pequeño super chico
descarado, pero en realidad es algo lindo cuando está dormido.”

Cuanto más lo observaba, más se aceleraba su pulso, atraída por su


inconsciente atractivo. Oyó su respiración entrecortada…

“Espera un momento…”

… O eso es lo que ella pensaba.

“Esa no es mi respiración.”

El sonido provenía en realidad de Sion, cuya respiración agitada


sugería que su enfermedad no era un inconveniente menor. Eso
empezó a preocuparla.

“… ¿Se va a poner bien?”

Recogió la toalla húmeda que tenía en la frente y la palpó con la


palma de la mano.

“Hmm… Eso no servirá.”

A pesar de su humedad, la toalla se había calentado a fondo.


Rápidamente, buscó en la habitación un cubo de agua.

Recuerdo que se siente muy bien cuando se cambia una toalla


caliente por una recién mojada que es agradable y fresca… pensó,
recordando el momento en que había sido abatida por un fuerte
resfriado.
“Fue muy amable al visitarme entonces, ¿no? Hm… Supongo que
es justo que le devuelva el favor. Considérate afortunado, Sion.
Tendrás el honor especial de ser atendido personalmente por mí.”

En primer lugar, sumergió la toalla en el cubo de agua, escurrió el


exceso de agua y volvió a colocarla con cuidado sobre su frente. A
continuación, le levantó las sábanas que se habían desplazado
ligeramente durante su sueño. Luego… Bueno…

“Hm. Supongo que eso es todo.”

Eso era todo. Resulta que hacer de enfermera de forma correcta era
una tarea demasiado difícil para Mia.

“Un trabajo bien hecho, pero todo ese trabajo me ha dejado un poco
cansada… Uf…”

Bostezó con la cansada satisfacción de quien está muy orgullosa de


lo que acaba de conseguir, se sentó en una silla de la cabecera y,
utilizando la cama como un pupitre de clase, se acurrucó sobre ella con
los brazos cruzados y la cabeza apoyada encima.

“De esta manera, se dará cuenta de mi presencia en cuanto se


despierte… y pensará que he estado trabajando duro para cuidarlo…
así que sentirá que me debe una… mmm…”

Con otro bostezo, se quedó dormida.


“¿Qué…? ¿Qué demonios está pasando aquí?” Soltó un Sion
inusualmente nervioso.

Su confusión era comprensible, teniendo en cuenta que se despertó


no sólo con la ausencia de su asistente de confianza, sino también…

“Mmmm… Los bocadillos… son tan buenos… Pero no más… No


puedo comer más…”

… Los murmullos de una Mia dormida, que obviamente estaba


disfrutando en sus sueños.

“M-Mia, no deberías dormir aquí. Te vas a enfermar. Hey, Mia.”

Le sacudió el hombro. No la despertó.

“Mmmm… ¿Dónde… crees que estás tocando… pequeño…?”

Sólo sirvió para que su charla de sueño fuera más colorida.

“Yo… supongo que fingiré seguir durmiendo hasta que Keithwood


vuelva…”

Y así, Sion decidió actuar como si no se hubiera fijado en ella. Para


alguien tan decisivo y propenso a la acción como él, este fue un
movimiento inusualmente poco asertivo. Aunque parece razonable
suponer que fue un lapsus de juicio causado por una mente embotada
por la fiebre, su verdadera razón seguiría siendo un misterio…

Al final, se vio obligado a acostarse en la cama, fingiendo dormir


hasta el regreso de Keithwood.
Cabe destacar que, a partir de ese día, Sion comenzó a actuar de
forma un poco menos imprudente. Cada vez que estaba a punto de
hacer algo desaconsejable para su bienestar personal, Keithwood
simplemente se inclinaba y le susurraba amablemente al oído: “Está
bien y todo eso, milord, pero sepa que si se enferma por esto, le pediré
a la Princesa Mia que vuelva a pasar por aquí.” Una y otra vez, el
comentario le valía una mueca, así como la contención a regañadientes
de su señor.

Así, el aprecio de Keithwood por Mia se profundizó aún más.

No es que importe ni nada.

Una Dosis de Mia para Curar los Males de Sion

Fin

[3-C]
¡Dormir en la Biblioteca!

“Mmm… Tengo mucho sueño. Creo que voy a tomar una siesta.”

Murmuró Mia para sí misma mientras se aplastaba sobre el


escritorio. A medida que los minutos se fundían entre sí, perdió la
noción del tiempo.

“Mmmmm… ¿Hm?”

Abrió un ojo adormecido. Por un segundo, olvidó dónde estaba.


Oh… Cierto. Estoy en la biblioteca. Debo haberme quedado
dormida un buen rato. El cansancio me debe estar alcanzando…

Levantó los brazos y se estiró, se crujió el cuello un par de veces y


miró al frente…

“¡Gyaaaaaah!”

… directamente a la cara de alguien que ella conocía muy bien. El


impacto la lanzó de su asiento con un grito.

“¡¿A-Abel?! ¡¿Eh?! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡¿Qué está


pasando?!”

“Shhh. Estamos en la biblioteca, Mia.” Dijo con una sonrisa y un


guiño. “Habla en murmullos.”

Mia se congeló, le miró y sintió que su cara se calentaba.

“¿Estuviste observando mi siesta todo este tiempo?”

Sus mejillas comenzaron a inflarse de indignación. Para su


sorpresa, la expresión de Abel se volvió sobria, e inclinó la cabeza.

“Me disculpo. Supuse que era una falta de etiqueta contemplar el


rostro de una dama dormida, pero parecía que estabas disfrutando tanto
de tu siesta que no me atreví a despertarte. Por lo tanto, me declaro
inocente por fuerza mayor.”

“Ya veo… Bueno, en ese caso… ¡Ah!”

Fue entonces cuando se dio cuenta de que Abel se reía en voz baja.
“¡Abel, mentiroso! Todo eso fue una mentira, ¿no es así? ¡En
realidad estabas viéndome dormir y riéndote de mí todo el tiempo!
¡Oh, no puedo creerte! ¡Eres tan malo!”

Se frotó las mejillas, esperando que no hubiera babas en ellas. Abel


la observó con una brillante sonrisa.

“Jajaja, bien, lo siento. No me estaba riendo de ti, pero el resto era


cierto. Me pareció un desperdicio perturbar el sueño de una bella
durmiente como tú.”

“Tú… ¿Eh?”

Se quedó helada, sorprendida por su ataque sorpresa.

¡¿Qué demonios le ha pasado de repente?! Lo juro, a veces puede


ser tan… Ugh, no tiene sentido común. ¡¿Cómo puede decir algo tan
vergonzoso y… y estar bien con ello?!

Se sujetó la cara con las manos y se retorció en el sitio con una


intensidad hasta ahora no vista. No le molestó a Abel, que siguió
favoreciéndola con una sonrisa cariñosa.

“Por cierto, Mia, ¿qué sueles leer por aquí?”

“¿Eh? O-Oh, eh… Bueno, últimamente he estado leyendo los libros


que me recomendó Chloe. El último fue…”

Mia procedió a hablar de sus libros favoritos a Abel, que escuchó


con gran interés, asintiendo mientras ella predicaba los méritos de un
volumen tras otro. Ni una sola vez dio muestras de aburrimiento.
A partir de entonces, cada vez que tenían citas privadas, Abel
sacaba el tema de los libros con mucha más frecuencia que antes, pero
esa es una historia para otra ocasión.

Una Cita en la Biblioteca con Abel

Fin

[3-D]
¡Resiste las Ganas de Dormir!

“No, no puedo dormir en la biblioteca. Es demasiado impropio.”

Mia se dio unas rápidas palmadas en la cara y miró hacia las


estanterías.

“Me pregunto si hay un libro adecuado para la ocasión… ¿Oh?


¿Qué es eso?”

① “… ‘Tratado de Agricultura’… Hm, ¡eso es exactamente lo


que el Imperio necesita ahora mismo!”

Ir a [4-A]

② “… ‘Tratado Sobre la Caza’… Hm, si las cosas se ponen


muy mal, ¡la caza es una buena forma de asegurar la comida!”
Ir a [4-B]

[4-A]
¡Tratado de Agricultura!

“… ‘Tratado de Agricultura’… Hm, ¡eso es exactamente lo que el


Imperio necesita ahora mismo!”

Si podía o no entender un libro con la palabra “tratado” en su título


era algo que todavía se podía debatir, pero sin embargo, lo sujetó con
ganas…

“¡Ah!”

… Sólo para que su mano chocara con otra. Levantó las cejas con
sorpresa y miró en su dirección.

“Ah, Su Alteza…”

Era su antigua archienemiga, Tiona Rudolvon. Sus cejas coincidían


con las de Mia en elevación.

“Vaya, Tiona. Qué coincidencia. ¿También has venido a leer algo?”

“Sí. Hay libros sobre agricultura aquí en Saint-Noel, y quería que


mi hermano pequeño los leyera, así que los estoy copiando a mano.
Cuando termine, se los enviaré.”

“Ya veo. Es muy considerado de tu parte.”

El hermano pequeño de Tiona, Cyril, era un niño prodigio que


llegaría a desarrollar una nueva variedad de trigo. Si estaba intentando
ayudarle a aprender, lo último que quería hacer Mia era interponerse
en su camino.

“En ese caso.” Dijo Mia, retirando rápidamente su mano. “Este


libro haría mucho más bien en tus manos que en las mías. Iré a leer
otra cosa.”

Dio unos pasos hacia atrás. Luego dio unos cuantos más. Después
de todo, Tiona era una de las personas que había participado en el corte
de su cabeza en la línea temporal anterior. Ese tipo de cosas dejaban
una marca; solían existir algunos rencores que se trasladaban a futuras
reuniones. Y lo que es más importante…

Es que se siente muy raro ser buena amiga de ella…

Mia ya no podía sentir ningún odio genuino hacia Tiona, pero no


estaba del todo segura de si debía tratarla como a una amiga íntima.
Era… complicado. Sin embargo, antes de que pudiera dar más pasos
atrás, Tiona habló.

“Um, Su Alteza… Me gustaría darle las gracias de nuevo.


Formalmente. Por ayudar a mi hermano pequeño. Desde que se enteró
de que iría a la escuela que usted está construyendo, ha sido muy feliz.”

Sus ojos brillaban, puros y rebosantes de emoción.

“Me alegra escuchar eso, pero realmente me das demasiado crédito.


No hice mucho en absoluto.”
“Eso no es cierto. Te estoy muy agradecida. Y también lo está mi
padre. Las palabras apenas pueden expresar lo agradecidos que
estamos…”

A estas alturas, Tiona había acumulado tanta gratitud que Mia


empezaba a sentirse un poco incómoda. No era que ella hubiera hecho
nada por Tiona, Cyril simplemente era un beneficiario de su póliza Mia
Primero. Siempre le remordía la conciencia al recibir tantos elogios
inmerecidos. Peor aún era saber que Tiona la había ayudado mucho
durante su campaña electoral, inclinando aún más la balanza de los
favores.

“¿Alguien… te dio algún problema después? ¿Algún acoso o cosas


así?”

Por lo tanto, Mia devolvió el golpe. Procedió a dejar caer un yunque


—en su opinión— de bondad y consideración en su lado de la balanza.
Tiona contempló la pregunta durante un segundo. Luego cerró los ojos
y se puso la mano sobre el pecho.

“Gracias, Su Alteza. Me va bien. Estoy orgullosa de ser una noble


del Imperio, y vivo cada día de mi vida sabiendo que mis acciones se
reflejan en el conjunto.”

“Ya veo… Me alegro de que te vaya bien.” Dijo, sacando


distraídamente un libro de la estantería mientras seguía a Tiona de
vuelta a la zona de estar.

“Por cierto, ¿qué está leyendo, Su Alteza?”


“Oh, bueno, yo…”

Sólo entonces se le ocurrió mirar el libro que tenía en la mano. Sus


ojos se fijaron en el título escrito en la portada y se quedó paralizada.
Decía “Aritmética Avanzada”, y su contenido era sin duda aún más
difícil de entender que el del libro de Tiona.

“Vaya, no puedo creer que lea un material tan difícil, Su Alteza.”

Atrapada entre su orgullo y la mirada reverente de Tiona, Mia tragó


saliva y dijo: “¡Claro! Como princesa del Imperio de Tearmoon, ¡tengo
que asegurarme de saber aritmética avanzada como mínimo!”

Y así, se vio obligada a pasar la tarde esclavizada por un libro


increíblemente abstruso mientras luchaba contra sus propios párpados
y su insistencia en cerrarse. Para un observador externo, la escena de
las dos chicas en la biblioteca era la de unas amigas disfrutando de un
tiempo de estudio tranquilo. Para los conocedores, existía la ironía de
sus circunstancias pasadas: antiguas enemigas, antes cazadora y
víctima, ahora compartiendo la pacífica compañía de la otra.

En la Biblioteca con Tiona

Fin
[4-B]
Tratado Sobre la Caza

“… ‘Tratado Sobre la caza’… Hm, si las cosas se ponen muy mal, ¡la
caza es una buena manera de asegurar la comida!”

Esa era una de las razones por las que el libro le interesaba, pero la
más importante era el exquisito guiso de liebre que había disfrutado
recientemente. Había sido una obra maestra culinaria de tal calibre que
incluso Mia, con sus estándares de princesa, se quedó sin palabras de
asombro.

“No tenía ni idea… ¿Quién habría pensado que la liebre podría ser
tan increíblemente deliciosa? He oído que nuestros antepasados en
Tearmoon solían ser hábiles cazadores. En un apuro, ¡puedo vivir
como ellos!”

Sintiéndose particularmente excitada por la idea de una forma tan


apetitosa de mantenerse viva en la huida, alcanzó el libro, sólo para
que su mano chocara con la de otra persona.

“Oh, mis disculpas. ¿Hm? ¿Liora?”

Una mirada en dirección a la otra mano reveló que pertenecía a


Liora Lulu, asistente de Tiona Rudolvon. Sus miradas se cruzaron y
Liora se apresuró a hacerle una reverencia.

“Su Alteza… Que tenga un buen día.”

“Lo mismo para ti, Liora. ¡Qué casualidad! ¿También has venido a
leer algo?”
“Sí… Estoy aquí… Para practicar… Leer y escribir.”

“¿Oh? Es un libro bastante difícil para practicar.” Dijo Mia,


mirando con curiosidad el libro que ambas habían intentado agarrar.

El tratado abarcaba varios temas, desde cómo cazar en un bosque


hasta cómo cocinar la caza silvestre, discutiendo cada uno de ellos con
gran detalle. Parecía poco adecuado para el aprendizaje de la
alfabetización básica.

“¿Seguro que no quieres usar un libro más sencillo? Si quieres,


puedo recomendarte algunos.”

Liora negó con la cabeza.

“Gracias… Pero creo que… Un libro sobre algo familiar es


mejor… Esto es bueno para mí.”

“Hm… La Tribu Lulu ciertamente tiene muchos conocimientos


sobre la caza. Es cierto que tener experiencia personal en el tema puede
facilitar la lectura.” Dijo Mia, asintiendo con la cabeza.

“En todo caso… el interés de Su Alteza es más inusual… ¿Por qué


quería leer este libro?”

“Ah, buena pregunta. No puedo culparte por preguntar. Verás, de


hecho, tuve el placer de disfrutar de un maravilloso guiso de liebre
hace algún tiempo. Era realmente una cocina de primera clase, y…”

Mia procedió a exponer a Liora los méritos de la maravilla culinaria


que era el guiso de liebre que había comido en Remno. Cuando
terminó, apareció en su rostro una expresión de superioridad engreída.
La cara de Liora.

“Qué entrañable…” Dijo con el tipo de risa condescendiente que


suele reservarse para aquellos momentos en los que el oponente acaba
de hacer un movimiento especialmente tonto. “Su Alteza… Si cree
que… que el estofado de liebre es cocina de primera clase… Entonces
tienes un largo camino por recorrer.”

“¡Vaya! ¿Quieres decir que hay algo aún más sabroso?”

Lo que normalmente se consideraría un comentario bastante


insolente pasó totalmente desapercibido para Mia. Bueno, no
totalmente desapercibido. Sólo se dio cuenta de la parte que le
importaba: la sugerencia de que sus papilas gustativas aún tenían
mucho que descubrir. Cuando se trataba de la búsqueda de buena
comida, Mia no dejaba que nada se interpusiera en su camino. Tenía
hambre de conocimiento, y no tenía tiempo para asuntos
insignificantes como el comportamiento insolente hacia un miembro
de la realeza de Tearmoon.

“Sí… Mi recomendación personal… es un animal llamado Bestia


Lunar… Grizzly.”

“¿Bestia Lunar Grizzly?”

Mia se rascó la cabeza. El nombre no le sonaba.

“No se ven mucho… En Tearmoon.”


“Huuuh. Hay todo tipo de animales en el mundo, ¿no? Por cierto,
¿de qué tamaño de animal estamos hablando?”

“Comparado con la liebre… que Su Alteza comió… Más o menos


lo mismo que… trescientas de ellas apiladas.”

“Vaya, ¿trescientas? Eso es un montón de… animales.”

Se refería a la carne. En su cabeza, no se imaginaba un oso, como


sugería el nombre, sino un montón de carne del tamaño de un oso, a la
espera de ser sumergido en un barril de agua hirviendo del tamaño de
un oso y convertido en una olla del tamaño de un oso con un delicioso
guiso a fuego lento.

“¡Qué terriblemente tentador!”

“Sí… Y todo se puede comer… Desde la cabeza hasta los dedos de


las patas.”

“¡Eso es maravilloso! Cuantas más partes comestibles, mejor. Así


hay menos residuos.”

“Sí… Las patas especialmente… Recomiendo las patas… Son muy


buenas.”

“Vaya, ¿hasta las patas son comestibles? ¿Y están muy buenas?


Mmmm…”

“También dicen que las patas… Son buenas para la salud… Y


algunas otras partes… Se pueden usar como medicina.”
“Ya veo, ya veo. No sólo sabroso, sino también saludable.
¡Caramba! ¿No son entonces la comida perfecta?”

En su mente, el montón de carne del tamaño de un oso se


transformó en una entidad gloriosa que representaba el epítome de la
evolución, es decir, de la transformación en cocina. Era grande,
redondo, regordete y carnoso, y estaba esperando a satisfacer las
exigencias de su lengua y de su salud. A su entender, había dado con
la criatura perfecta, totalmente optimizada para el consumo. Estaba tan
absorta en el momento de este profundo descubrimiento que no
escuchó la última parte de la descripción de Liora.

“La mejor parte es… que es tan fuerte que… si luchas contra él y
ganas… eres tratado como un héroe… Y te dan el título de ‘Cazador
de Osos’.”

Las implicaciones de esta última afirmación pasaron por encima de


su distraída cabeza.

“E-Entonces, lo que estás diciendo es que si conseguimos más de


estas Bestias Lunares Grizzly en los bosques del Imperio, ya no
tendremos que preocuparnos por la comida. Eso es… ¡una noticia
absolutamente maravillosa! Debo hablar con Ludwig sobre esto…”

Mia tomó las manos de Liora entre las suyas.

“Gracias, Liora. ¡Tú idea podría salvar al Imperio Tearmoon! ¡Voy


a hacer que empiecen a criar Bestias Lunares Grizzly por todas partes!”
“Criar… ¿Eh? No estoy segura de entender… Pero… Me alegro de
haber podido ayudar.”

Liora sonrió. Era una sonrisa inocente, llena de la felicidad de la


ignorancia, porque no sabía que podría haber empujado ella sola al
Imperio de Tearmoon hacia el camino de la destrucción ursina. Si Mia
realmente llevaría a cabo este plan patentemente peligroso de inundar
su tierra natal con enormes máquinas asesinas… era algo que sólo
conocían los grandes cielos.

Y así, bien está lo que bien acaba.

Eso es lo que significa esa frase, ¿verdad?

Liora, Mia y Osos

Fin
Palabras del Autor

Una vez más, saludos. ¿Cómo te ha ido? Tras el segundo volumen,


llega el tercero, junto con la publicación del manga. Nunca he tenido
varios libros que salgan uno detrás de otro de esta manera, y es una
experiencia bastante salvaje. Intentar mantener la cabeza es un reto.

En fin, ese fue el tercer volumen para ti.

En este volumen, hay una parte en la que la antigua archienemiga


de Mia, Tiona, y los jóvenes nobles que la intimidaban se convierten
en aliados de Mia. Cuando uno siembra semillas, también debe recoger
sus frutos, por muy dulces o amargos que resulten. Entonces, ¿a qué
sabrán los frutos de las luchas de Mia? La respuesta está en este
volumen, así que descúbrelo por ti mismo.

Por otro lado, cuando empecé a escribir Imperio Tearmoon, había


planeado una historia que llegara a una especie de conclusión al final
del segundo volumen. Eso significa que si se considera que los dos
primeros volúmenes son la primera parte de una serie de películas, este
volumen sería la primera mitad de la segunda parte. Aparecen nuevos
personajes, florecen amistades y se ponen en marcha todo tipo de
cosas. Espero que lo hayan disfrutado.

Ahora, con eso fuera del camino, vamos a sacar a Ludwig, que ha
sido un poco descuidado en este volumen, para sentarse a hablar con
la Princesa Mia. ¡El escenario es todo tuyo!
Mia: “Ugh… Justo cuando el futuro parecía tan halagüeño, todo se
desmorona… Debería haber parado al final del segundo volumen…”

Ludwig: “Como pensaba, a menos que Su Alteza se convierta en


Emperatriz, no hay futuro para nosotros. Empezaré a prepararme con
Balthazar inmediatamente.”

Mia: “Entonces… no hay manera de evitarlo, ¿verdad?”

Ludwig: “Su discreción y modestia son sin duda virtudes, Alteza,


pero la situación no nos deja más remedio que pedirle que asuma esta
tarea.”

Mia: Qué dolor… Me pregunto si puedo encontrar a alguien más


que pueda ocupar mi lugar…

Por último, unas palabras de agradecimiento.

Me gustaría dar las gracias al ilustrador, Gilse, por seguir


proporcionando unas ilustraciones tan adorables. Todo el trabajo duro
que ha seguido poniendo en el segundo y tercer volumen no ha pasado
desapercibido. ¡Las ilustraciones de Bel son las mejores!

También me gustaría dar las gracias a mi editor, F, que me ha


ayudado de muchas maneras. No tengo más que gratitud por el éxito
de la publicación del tercer volumen. Junto con el manga, espero que
podamos seguir avanzando a toda velocidad. Estoy deseando publicar
más volúmenes con ustedes.

A mi familia, gracias por siempre apoyarme.

A los lectores, gracias por elegir el tercer volumen. Su disfrute es


mi mayor placer.

Volvamos a encontrarnos en el cuarto volumen. Adiós por ahora.


Atogaki
Palabras del Traductor

Hola, es Ferindrad. Antes de expresar mi opinión hagamos lo


acostumbrado, primero déjenme agradecer a S y su continuo
patrocinio, es gracias a su persona que esta novela se está traduciendo,
y también a quienes continuamente leen mis otras traducciones, a todos
ustedes: Gracias. Espero seguir contando con su presencia.

Al menos de momento, y lo dudo que cambie por lo bien llevado


que está siendo todo, me está encantando como Mia, tomando la
descripción de la novela, es una gatita nerviosa rodeada de enormes
felinos que la ven como algo que definitivamente no es y como por
simples movimientos galaxias nada pensados lo resuelve todo.

Bel es una cosita adorable que me enterneció al completo cuando


volvió a ver a Dion.

Sabiendo que a Mia le esperan más divertidas desventuras (al


menos para el lector), sin más nos leemos (?) en otra ocasión.

Para todos de Ferindrad


Frase Final

De igual modo que los pies llevan el cuerpo,


el afecto lleva el alma.

SANTA CATALINA DE SIENA.

Religiosa italiana.

(1347-1380)

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