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1. INTRODUCCIÓN
- Curtius, en su obra Literatura Europea y Edad Media, afirma que hay una indisoluble continuidad de la cultura europea
(y en su marco, la literatura occidental), que nace en la vieja Grecia y se desarrolla hasta nuestros días.
- Pero la influencia grecolatina no se limita a Europa: la ampliación del concepto y de los alcances de la cultura europea se
extendió también hacia América a partir del siglo XV. Como señala Higuet, “la literatura, la mitología, el arte y el pensa-
miento clásicos contribuyeron a realizar la unidad intelectual de Europa y de las tres Américas”.
- Pero si bien el hilo conductor de esta continuidad es la tradición literaria grecolatina, esto no significa que no cuenten
otros materiales procedentes de otros orígenes: la cultura hindú se hizo por ejemplo presente en la época medieval a tra-
vés de apólogos y traducciones de los mismos; y la cultura árabe aportó modelos, formas y temas diversos a los poetas
occidentales, especialmente los españoles. Sin embargo, todas estas influencias se dan tardíamente en la Edad Media y
siempre a través de los canales compartidos con los de la tradición considerada como clásica.
- Para los griegos, la literatura era parte de la educación. Homero fue para ellos la “tradición”. Desde el siglo VI a.C. sus tex-
tos se convirtieron en texto escolar y la enseñanza se hizo portadora de la tradición literaria, circunstancia que será carac-
terística de Europa.
- Los romanos continuaron con esta práctica, y en la Edad Media se crearon epopeyas bíblicas a imitación de Virgilio que
fueron además base para la enseñanza del latín. Hasta nuestros días, la enseñanza europea incluye en sus programas el
aprendizaje de los clásicos literarios. Hasta fines del siglo XIX el núcleo de la educación eran la poesía y la prosa latinas, y a
veces griegas. La continuidad de la tradición grecolatina se da hasta nuestros días especialmente a través de la educación.
2. LITERATURA SÁNSCRITA
- Las más remotas producciones literarias de los pueblos indoeuropeos aparecen en la India, en lengua sánscrita, la más
antigua evolución conocida de las lenguas indoeuropeas, hacia el año 2500 a.C. El primer periodo de literatura sánscrita
es el llamado Védico, nombre derivado de la palabra “veda” (ciencia).
- Las obras literarias escritas de este periodo, conservadas gracias a su carácter religioso, se suelen dividir en tres grupos:
las Samhitea, los Brahmana y los Sutra. Los libros que constituyen el primer grupo, que son los más antiguos y que cons-
tituyen los Veda en sentido estricto, son cuatro colecciones de textos que recogen himnos, conjuros, cánticos y fórmulas
sagradas.
- Los Brahmana, explicaciones esotéricas de los sacrificios, forman una literatura litúrgica que se desarrolló en la India
entre los años 800 y 500 a.C. Como apéndice de los Brahmana nacieron los Upanishads, o enseñanzas de doctrinas
secretas, que de hecho son los más antiguos textos indios de filosofía.
- Al periodo védico corresponde, finalmente, los Sutra, obras que comprenden una serie de aforismos o breves fórmulas
mnemotécnicas, sobre gramática, ritos, astronomía, etc. que pretenden divulgar los principios esenciales del brahmanis-
mo frente a los progresos del budismo.
- Tras el periodo védico, la literatura india ofrece dos magníficos y extensísimos poemas épicos, el Mahabharata y el
Ramayana, que a lo largo de varias centurias sufrieron toda suerte de refundiciones y adiciones hasta adquirir su fisono-
mía definitiva en el siglo II d.C. y que perduran hasta hoy. El Mahabharata, en su versión definitiva, es considerado la
obra literaria más extensa del mundo, con más de doscientos mil versos, lo que equivale a treinta veces La Eneida. No es
fruto de un autor, ni de una escuela, sino de la actividad poética de varias generaciones.
- El Ramayana, pese a sus 24.000 estrofas, es menos extenso. Escrito en su forma primitiva por un poeta llamado Valmiki,
también recoge una serie de leyendas y de conocimientos teológicos y filosóficos.
3. LITERATURA BUDÍSTICA
- En el siglo VI a.C. el príncipe Siddharta, llamado luego Buddha (“el iluminado”) funda una nueva religión en el nordeste
de la India, tras haberse sometido a una dura vida ascética. Buda peregrinó por la India durante más de cuarenta años
exponiendo su doctrina, que fue conservada por sus discípulos en un principio oralmente y luego por escrito. Así se
constituyó la literatura canónica del budismo. Estos cánones están incluidos en una enorme obra que lleva por título
Tripitaka (las tres cestas).
- Dentro del canon budístico tienen gran interés los textos llamados Jakata, que describen las diversas transmigraciones
del alma de Buda. Una compilación de textos diversos y de diferentes épocas es el Lalita-Vistara. En este libro se expone
la historia de Buda, que tanta trascendencia habría de tener en las literaturas medievales cristianas con el nombre de
Barlaam y Josafat.
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4. LA LITERATURA GRIEGA
- Entre las literaturas europeas, la literatura de la antigua Grecia es la más antigua que realmente sobrevive y la que más
ha influído en la posteridad. Pero sólo poseemos unos fragmentos de esta literatura, una décima parte de lo que en otro
tiempo existió. Debemos la preservación de la cultura griega a los hombres cultos de Bizancio, que estudiaron y editaron
las obras heredadas de la Antigüedad.
- En la evolución y desarrollo de la literatura griega se suelen distinguir tres periodos, en los cuales se forjaron los géne-
ros literarios, las teorías poéticas y los recursos que aún subsisten en la literatura occidental:
· Primitivo o pre-ático (1000-500 a.C.), en el que se desarrollaron los tipos principales de poesía: épica, elegíaca, yámbi-
ca y lírica (mélica).
· Periodo ático o ateniense (500-320 a.C.),época de esplendor del drama (tragedia y comedia) y de los tres modelos
especiales de prosa literaria: historia, oratoria y diálogo filosófico.
· Periodo helenístico, que se subdivide en alejandrino (320-146 a.C.) y grecorromano (146 a.C.-565). Los dos primeros
periodos son los creadores. Éste cumple la función de transmitir y supone la relación con el cristianismo, al que pro-
porciona múltiples materiales y formas de expresión.
4.4. La oratoria
- La democracia conllevó la necesidad de cultivar la oratoria; quienes le dieron un carácter de arte fueron los sofistas.
Para preparar a sus discípulos para la vida política la incluyeron en sus planes de estudio y elaboraron manuales. No bas-
taba la facilidad de palabra. Además había que seguir ciertas reglas de construcción, y usar de estilos oratorios distintos
según las circunstancias.
- Oradores destacados fueron Antifón, Lisias, Iseo, Gorgias, Isócrates... pero los representantes por excelencia de aquel
mundo oratorio fueron dos hombres que siempre contendieron a lo largo de su carrera y de cuyas luchas conservamos
todos los documentos: Demóstenes (384-323 a.C.) y Esquines (390-325 a.C.).
- Estos oradores fascinaron a sus auditorios con sus dotes persuasivas y supieron formar a los ciudadanos para que por sí
mismos pudieran defender sus propias causas. A través de Cicerón, Isócrates modeló decisivamente la prosa occidental.
4.5. La retórica
- La retórica como arte de la persuasión se desarrolla en Grecia indisolublemente unida a la democracia y a la polis.
Empédocles de Agrigento, el sofista Gorgias y por fin Aristóteles van dando cuerpo teórico definitivo a la retórica; sus
lecciones perduran hasta nuestros días, en la interpretación de la lingüística de los textos.
- Según Aristóteles, la función de la retórica no es persuadir, sino encontrar los medios de persuasión para cualquier
argumento.
- Las partes de la retórica son:
· Inventio: búsqueda y hallazgo de los argumentos adecuados para hacer plausible una tesis. Se articula en cuatro partes:
Exordio o proemio, en la que se pide la benevolencia al auditorio.
Narratio, que informa al oyente del tema de la controversia y que debe deleitar, informar y conmover. Ha de
ser breve, clara y verosímil. Se han de tener en cuenta la persona, el asunto, la causa, el lugar, el tiempo, el
modo, y con qué medios.
Argumentación, centro del discurso persuasivo. Se aducen las pruebas de las tesis que se defienden o se refu-
tan las posiciones del contrario. Las pruebas pueden ser de hecho o signa, por inducción o exempla, por
deducción o entimemas. Los entimemas se caracterizan por la brevedad y por la recurrencia a premisas gene-
rales que se encuentran en los topoi, comunes o propios de cada disciplina.
Epílogo, en donde se expresa la conclusión del discurso mediante la recapitulación de los temas tratados y los
argumentos expuestos y a través del movimiento de los afectos del receptor con la indignatio, con la que se
despierta odio, o la conmiseratio, que suscita compasión.
· Dispositio: ordenación y distribución eficaz de los argumentos que puede darse de dos maneras: siguiendo un orden
natural, cronológico de los hechos, o artificial. La ordenación de los argumentos pueden ofrecerse de modo decreciente
(los argumentos más fuertes al principio y los más débiles después), creciente (a la inversa) o nestoriano u homérico (se
inicia y se acaba con argumentos fuertes, dejando los más débiles en el medio).
· Elocutio: es el plano de la expresión, de la forma lingüística de las ideas ya ordenadas, y el lugar de encuentro de la
retórica y la poética. En este nivel, la retórica trabaja con todas las figuras de dicción, gramaticales y de pensamiento, su
valor, su significación.
6. LA BIBLIA
6.1. Autoría, lengua, estructura y carácter trascendente
- La Biblia constituye el libro más leído y difundido de la historia universal. En su descripción externa, la Biblia no es un
sólo libro, sino un conjunto de libros. También conocida como las Sagradas Escrituras, es la colección de libros sagrados
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que recoge la revelación divina del judaísmo y del cristianismo.
- En ambas religiones se considera que la fuente única de los libros es la revelación divina que Dios hace a los hombres
de manera gradual y progresiva sobre sus designios. Tienen a Dios como autor principal aunque al mismo tiempo sean
una obra humana, cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Son al mismo tiempo obra de Dios y de los hombres y
conforman el canon, por lo que también se llaman libros canónicos. Por eso la tradición judía y la cristiana reconocen
dos sentidos en las Sagradas Escrituras: el histórico y el trascendente.
- La Biblia está compuesta por el Antiguo Testamento, común a cristianos y judíos, y el Nuevo Testamento, que pertene-
ce a la tradición cristiana. El Antiguo agrupa cuarenta y seis libros escritos desde el siglo XIII a.C., en distintas épocas,
hasta el siglo I a.C. El Nuevo Testamento recoge la vida y enseñanzas de Jesucristo.
- Los libros fueron escritos inicialmente en la lengua hablada por aquellos a quienes inmediatamente se destinaron: la
mayoría de los del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo; otros, en arameo, lengua afín y semejante al hebreo
que hablaban los judíos en tiempos de su cautividad babilónica; otros en griego, lengua hablada por los hebreos en
tiempos de la dispersión en Egipto; y unos conservados en versión griega aunque también fueron escritos inicialmente
en hebreo o en arameo.
- Los del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, salvo el Evangelio según San Mateo, redactado en arameo para
que lo pudieran comprender los judíos convertidos al cristianismo pero conservado también en griego.
- En conjunto, los libros que forman cada una de estas partes y que conforman el canon son:
· Antiguo Testamento:
Veintiun libros históricos: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio (que forman el Pentateuco), Josué,
Jueces, Ruth, Samuel (1 y 2), Reyes (1 y 2), Crónicas (1 y 2), Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther y Macabeos (1 y 2).
Siete libros sapienciales (algunos llamados también poéticos): Salmos, Job, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los
Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
Dieciocho libros proféticos: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías,
Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
· Nuevo Testamento:
Cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Hechos de los Apóstoles.
Catorce cartas de Pablo: Romanos, Corintios (1 y 2), Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Filemón, Tesalonicenses (1
y 2), Timoteo (1 y 2), Tito y Hebreos.
Siete cartas católicas: Santiago, Pedro (1 y 2), Juan (1, 2 y 3) y Judas.
Apocalipsis.