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Geografía del
narco en México
¿Es Puebla como Bogotá hace treinta años? Como Puebla hoy, Bogotá se llenó de inversiones e
inversionistas, de fraccionamientos y automóviles de lujo. Después se dieron cuenta... era el
narcotráfico. English.
El mapa –publicado al menos desde 2010, el año más violento de la “guerra contra las
drogas” de Felipe Calderón (2006-2012)- evoluciona con el tiempo debido a las acciones
oficiales, las alianzas y las rupturas en el interior de los grupos; así, en sus diferentes
ediciones, aparecen y desaparecen bandas.
En su edición de 2010 el mapa consignaba cómo operaban los grupos principales como el
de los Beltrán, el de los Arellano Félix, el de los Zetas, la organización de Carrillo Fuentes,
la Familia Michoacana, el cártel de Sinaloa y al cártel del Golfo. Pero tras numerosos
acontecimientos, en un paisaje que evoluciona muy rápidamente, hoy la cartografía de la
tragedia en México es diferente.
En esta lógica, el noroeste del país estaría bajo control/influencia de Sinaloa; el centro-sur
del país quedaría a merced de Michoacán y el resto (noreste, este, y sur) lo estaría de
Tamaulipas, con fuertes enfrentamientos ahí donde se superponen los intereses de unos y
otros: Guerrero (choques entre el segundo y el tercer grupo), Durango (choques entre el
primero y el tercero), Hidalgo (entre el segundo y el tercero) y Guadalajara (en donde se
enfrentan los tres).
Pero, a diferencia de las ediciones previas, en las que se procuraba ilustrar con mayor
precisión las áreas de influencia de los diferentes grupos, el mapa 2015 de Stratfor sacrifica
mucha precisión y elimina muchos matices, uno de ellos, el de las zonas en disputa.
Puebla, el santuario
Por supuesto, mucho de lo que indica el mapa más reciente de Stratfor es cuestionable –
como lo es mucho de lo que indicaban los anteriores- al ser las infografías, en un sentido,
expresiones gráficas, estáticas y simplificadas, de procesos sociales sumamente dinámicos,
obscuros y complejos. De cualquier modo, hay algo en esta ilustración realizada por la
influyente consultora que es innegable: la súbita –que no nueva- irrupción pública de las
organizaciones de la delincuencia organizada en Puebla.
Desde hace años, la extraña calma del estado dejaba entrever, de vez en cuando, indicios de
que algo no andaba bien. En junio de 2008 la todavía Subprocuraduría de Investigación
Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO, ahora SEIDO) solicitó el cateo de una
residencia en Lomas de Angelópolis, como parte de una investigación relacionada con el
cártel del Golfo (Averiguación previa PGR/SIEDO/UEDO/17404/2008).
El cateo de aquella vivienda pareció desmentir las palabras del entonces secretario de
gobernación del gobierno del estado -Mario Montero- en el sentido de que Puebla estaba
libre de delincuencia organizada. Sin embargo, la sospecha de que la ciudad –y el estado en
su conjunto- se estaba convirtiendo en una especie de santuario de los diferentes grupos en
disputa no era nueva ni infundada. Basta recordar que en marzo de 2002 fue en Puebla
precisamente -en el fraccionamiento “La Escondida” de Camino Real a Cholula- donde
integrantes del Grupo Aerotransportado de Fuerzas Especiales (GAFES) del ejército
detuvieron a Benjamín Arellano Félix.
Aquella Puebla de la detención en 2002 y del cateo en 2008, es la misma en la que en 2014
José Luis Abarca Velázquez -ex alcalde de Iguala, Guerrero, a quien se le atribuye la
autoría intelectual de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro
Burgos de Ayotzinapa- tenía propiedades. Nuevamente, en el mismo fraccionamiento
Lomas de Angelópolis donde vivía Arellano Félix.
Un colombiano me lo señaló hace algún tiempo: “Puebla es como Bogotá hace treinta
años”. ¿Cómo? Recuerdo que le pregunté. “Como Puebla hoy, hace veinticinco o treinta
años Bogotá se llenó de inversiones e inversionistas, de fraccionamientos y automóviles de
lujo, después nos dimos cuenta... era narcotráfico”. Esta conversación tuvo lugar hace siete
años.
El hombre sabía de lo que hablaba, sabía lo que era convivir con la violencia en sus
múltiples caras y periodos: primero la opulencia, el crecimiento, el desarrollo, la vida rica,
pródiga y cosmopolita; después, la decadencia, el infierno. Algún familiar suyo había
sufrido la extorsión, otro, intentos de secuestro. Al fin, él y su gente más cercana
abandonaron la esperanza, y con la esperanza el territorio. Así llegaron a Puebla.
Pero no todos piensan así. Lo que en su día dijo el colombiano, y que fue endosado en otro
momento y en otro lugar por el profesional de la seguridad, ahora es refutado por un
comerciante de automóviles. “La explicación no va por ahí, lo que pasa es que del sureste
vienen aquí por los coches porque allá no hay nada, estoy hablando de Veracruz,
Campeche, Yucatán, Chiapas, Oaxaca”. Suena lógico.
¿Pero de verdad es tan insoportable la espera extra de un par de horas para traer un Ferrari
desde Av. Masarik en Polanco (un barrio de clase media alta en México DF) como para que
valga la pena instalar una agencia en Puebla? Los adinerados de abolengo conocen a sus
pares. Y cuando se conoce a uno es relativamente fácil acceder a información de los otros.
En conjunto no son muchos, y de ellos, no todos están comprando estos autos de súper lujo,
y cuando lo hacen, no compran muchas unidades. Pero entonces, ¿si no son ellos los
compradores, quiénes son?
No, Puebla no era una plaza en disputa. De aquí que no fuera el tema el narcomenudeo
local ni la siembra y trasiego de drogas por el estado. Ni siquiera era tema el potencial de
compra de la población local. No, el tema es que no hay mucha claridad en cuanto al origen
de las fortunas que están financiando desarrollos inmobiliarios de ensueño en la capital
poblana. (¿Por qué hay tantos complejos comerciales en obra negra, a medio terminar desde
hace años?) El tema es que la borrachera de modernidad que mantiene intoxicados a los
poblanos les impide ver –ya no se diga cuestionarse- quién es de verdad el mandamás en el
estado.
¿El gobierno? No sabe, no quiere, o no puede ver lo que pasa. Y he aquí la triada madre de
todos sus vicios: ignorancia, complicidad y/o incompetencia. Sería fácil de creer y tal vez
no tan difícil de probar la asociación o servilismo del gobierno con los dueños anónimos
del dinero en Puebla. Rumores no faltan y, en la ciudad, se escuchan muchas cosas: “Puebla
es como Bogotá hace treinta años” ¿Será? “Necesitan un lugar dónde vivir...” sin duda. No
es tan difícil de entender.
Puebla sufre hoy el mismo proceso que se profujo en otras regiones del país. Los abusos se
asentaron en el campo, se afinaron, se sistematizaron y, posteriormente, se expandieron
hasta llegar y copar la ciudad. Fue entonces cuando llegó la preocupación y los intentos de
respuesta del estado: lentos, reactivos, tardíos. Así ocurrió en todo el territorio nacional.
Desde hacía tiempo, en el interior del estado venían ocurriendo hechos ominosos que
anunciaban lo que hoy es innegable; hechos que no eran aislados ni locales ni casuales y
que apuntaban a problemas de fondo: la operación de la delincuencia organizada en el
ámbito rural.
- Hablan de desesperación popular (“Al borde del linchamiento 2 menores por robo de
ganado” -Marzo 31, 2015);
Tal vez en su momento, hace años, chihuahuenses y michoacanos pensaron que la violencia
esporádica -que años después devendría en holocausto- era producto de la acción de meros
cuatreros, bandidos y asalta caminos, pero nada más. En algún momento –sin duda,
demasiado tarde- se dieron cuenta de su error.
Bienvenidos a la realidad
Puebla está (¿todavía?) en esa fase de negación. En cualquier caso, la realidad se impone.
La caída, como resultado de una investigación por tráfico de combustible, del Secretario de
Seguridad Pública del estado –y con él, la de buena parte de la jerarquía de seguridad-
destapó una cloaca que nadie quería ver.
Las cosas ya no serán iguales. El miedo ciega, y la propaganda oficial también. El oasis ha
desaparecido. Puebla y sus habitantes deberán ahora acostumbrarse a ver escenas como la
que tuvo lugar en enero de 2014, cuando un comando armado atacó un bar -que por cierto
presumía tener “auténtico ambiente sinaloense”- en la Avenida Juárez, hiriendo a dos
personas, y en el que todavía hoy se pueden ver los agujeros de bala.
¿Dónde está la diferencia con otros estados, cuando ya circulan en la capital camionetas de
lujo en convoy, abusando con prepotencia por igual de peatones y automovilistas? ¿Y las
“Patrullas” y motocicletas “de tránsito” o “de la policía” que no son tales, conducidas
impunemente por civiles?
Nota del 13 de agosto de 2015: “Siete cuerpos fueron hallados envueltos en cobijas, con
lesiones de bala y atados de pies en el municipio de Acateno, ubicado al norte de Puebla y
colindante con Veracruz…” (Milenio. Agosto 13, 2015)
***
¿De verdad creían que el excepcionalismo poblano alcanzaba para mantener la burbuja,
cuando ya el mundo se ha derrumbado a su alrededor en los estados de Veracruz, Oaxaca,
Tlaxcala y el Estado de México?
Bienvenidos a la realidad