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NOTA SOBRE LA SERIE “ESCOBAR, EL PATRÓN DEL MAL”

Los realizadores de la serie “Escobar, el Patrón del Mal” la han publicitado


con el mensaje: las nuevas generaciones deben conocer la historia para que
esta no se repita; el asunto es que no hemos podido salir de ella. Sin lugar a
dudas, con el bajo nivel de calidad de nuestro sistema educativo, sectores de
nuestra juventud no conocen la historia política de Colombia, ni la más
reciente y ni la más remota, y la serie –con una magnifica producción
audiovisual- puede contribuir a que no se pierda de la memoria social la labor
de los actores políticos y de los medios de información que impidieron, de
manera heroica, que un señor como Pablo Escobar y sus asociados hubiesen,
personalmente, llegado más lejos en la vida política nacional. Sin embargo, a
la historia de la televisión los defectos que se le pueden encontrar se centran
más que en su contenido en los relatos que no contará.

Cuando en las sociedades se analizan aspectos traumáticos de su devenir


surgen las preguntas: ¿Cómo pasó esto? o ¿Cómo se permitió que pasara?
Interrogantes que pretenden encontrar una respuesta al origen del mal. La serie
cuenta las anécdotas delincuenciales del joven Escobar, cargándole la mano a
la educación de la mamá como fuente de la inspiración de su rebusque
económico alternativo, dejando un vacío grande entre el delincuente que ha
ganado vuelo y el organizador del llamado Cartel de Medellín. Este vacío no
debe quedar así. Esa transformación de la empresa criminal de Escobar para
llegar a dominar el mercado de la coca en EE.UU. -con decenas de aeronaves
volando por el territorio nacional sin ser “detectadas”, muchas de ellas con
papeles legales- no la hizo solo con sus compinches cercanos, debió contar
con apoyos políticos y de organismos de seguridad importantes – máxime
cuando en la serie se muestra a un Escobar implacable, con determinación
para cumplir con sus metas, astuto pero con un corto pensamiento estratégico-
que desde las instituciones permitieron la creación de tamaña empresa
criminal. ¿Qué papel jugaron los directivos de la Aerocivil, DAS, Ministerios
de Gobierno, Defensa y Justicia de esa época en el desarrollo del Cartel? La
serie no dio las respuestas.
La guerra en contra del Estado colombiano con un gran efecto colateral. Muy
seguramente la serie de la televisión se quedará en los lamentables sucesos de
los asesinatos del ministro Lara Bonilla, del periodista Guillermo Cano, del
candidato Luis Carlos Galán y quizás de otros mártires de esa lucha desigual
entre un estamento débil y corrupto y la empresa criminal más poderosa del
mundo de ese entonces. No se apreciará seguramente el efecto estratégico en
materia de seguridad que tuvo sus consecuencias importantes en la década de
los noventa. En efecto, desde el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, en 1984, el
estado colombiano fue objeto de una arremetida feroz por parte del Cartel que
llevó a que, por casi una década, el objetivo de seguridad número uno fuese su
desarticulación y la neutralización del Patrón; mientras que en el sur del país
un enemigo del Estado, silenciosamente, se fortalecía política, económica y
militarmente: las FARC. Cuando en el estamento oficial pasó la euforia al ver
la imagen del cadáver de Escobar, abatido en el techo de una casa de
Medellín, encontró una realidad dura: las FARC se habían convertido en un
enemigo poderoso frente al cual el Estado no se encontraba lo suficientemente
preparado para combatir y la configuración para tal desafío costó algo más de
un lustro en alcanzar y otro tanto para lograr su eficacia.

La supervivencia de la estructura del Cartel. La muerte de Escobar no


significó la muerte del Cartel, solo la desaparición de una vertiente del mismo,
la terrorista. Un sector, en plena guerra de Escobar en contra del Estado, en el
lenguaje del Padrino, entendió que las acciones de Escobar afectaban el
negocio y se aliaron con sectores del Estado para luchar en contra del enemigo
común, a cambio de beneficios judiciales, entre otros, que, finalmente,
contribuyeron a la prosperidad de los negocios. La infraestructura criminal
encontró una renovación en sus dirigentes por la desaparición física de
algunos de ellos, ocasionando la movilidad en los mandos bajos y medios
hacia el vórtice de la pirámide, así sicarios al servicio de Escobar pasaron a la
jefatura de la Oficina de Envigado, por poner un ejemplo emblemático que
sigue haciendo presencia activa no solo en la capital de la montaña, además de
otros sitios del país. De tal suerte que la actividad criminal y el negocio de la
droga para el Cartel de Medellín reconfigurado ha seguido su curso. ¿La serie
lo recreará?
Finalmente, la serie no mostrará la proyección de los “intelectuales y
empresarios orgánicos” del Cartel que han influido y hecho presencia en
nuestro panorama político desde esa época. Existen personajes, vivos y
muertos, que no encontraron actores para su interpretación en la serie de
televisión, no veremos las actuaciones de los que articularon política y
económicamente al Cartel y lograron insertar en la legalidad algunas de sus
estructuras. En el documento de inteligencia del gobierno de los EE. UU.,
desclasificado en el 2004, titulado: “1991 intelligence report from U.S.
Defense Intelligence Agency (DIA) officials in Colombia”, se señalan los
perfiles de los miembros de las estructuras de narcotraficantes colombianas de
la época, allí un político, hoy muy poderoso, fue asociado al Cartel de
Medellín, con su correspondiente número de lista, y que hoy continúa
luchando para mantener su poder. Estas relaciones, para escribir el capítulo
desconocido del Cartel de Medellín, están empezando a ser develadas en los
EE.UU. y hoy tienen al general de la policía (R) Mauricio Santoyo a punto de
responder ante la justicia norteamericana por sus relaciones con el Cartel. Por
lo visto más sorpresas vienen.

Entonces, el significante del Cartel de Medellín supera a la mera figura de


Escobar, su influencia aún se proyecta en la sociedad, la cultura que generó en
algunas capas sociales sigue latente y las proyecciones políticas han, de alguna
manera, moldeado algunas de nuestras instituciones. No hemos roto esa
historia. Esperemos que una productora independiente pueda contar la
verdadera historia del Cartel, para que contribuya a que los lazos de la historia
con él se rompan.

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