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El laberinto de la soledad.

Vázquez Hidalgo Andrea. 539.

Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México. Fue un poeta,


ensayista y diplomático y es considerado como uno de los autores más importantes e
influyentes del siglo XX, llegando a obtener el premio Nobel de literatura en 1990 por su
obra “El laberinto de la soledad”. A inicios de su vida tuvo que ser trasladado a Los
Ángeles junto a su familia, por lo que siempre tuvo presente a la cultura
estadounidense en su vida, siendo un fuerte referente comparativo para su descripción
de la cultura mexicana dentro de este mismo libro. Otro acontecimiento que marcó su
vida fue la revolución mexicana, ya que al nacer durante este proceso histórico que
cambió el país pudo ser testigo de una nueva sociedad mexicana mientras él crecía,
especialmente al estar envuelto de ideales zapatistas ya que su familia era partidaria
de este movimiento. Fue hasta la década de los 30s que tuvo sus primeros
acercamientos a la literatura, siendo que en 1933 publicaría su primer poemario, “Luna
Silvestre”. A partir de ese momento, no dejó de escribir hasta el día de su muerte, el 19
de abril de 1997, en la misma ciudad que lo había visto nacer 83 años antes.

Curiosamente, “El laberinto de la soledad” fue el primero de muchos ensayos que


publicaría Octavio Paz, en el año de 1950. A pesar de ser inicialmente publicado en
dicho año, ediciones posteriores sufrieron modificaciones, anexando la que el mismo
autor denominó una postdata después de los eventos ocurridos en 1968 con la
matanza de Tlatelolco y la olimpiada, dedicándoles un capítulo entero. Además, dentro
de esta misma postdata también se incluyen los capítulos “El desarrollo y otros
espejismos” y “Crítica de la pirámide”. El libro está escrito bajo un contexto de un
México recién renovado, con los primeros efectos de la globalización siendo visibles, el
cambio de la organización política posterior a la revolución y una nueva sociedad que
poco a poco se fue construyendo basada en nuevos estándares sociales que cumplir, y
una nueva visión respecto al control de un estado que pronto se volvería una dictadura
más, ahora sabiendo que todo lo que pasara políticamente también nos afectaría en el
aspecto social.

Y justamente, la pregunta que da pie a todo este ensayo consistente en nueve


capítulos es referente a la identidad del mexicano. Perteneciente al género narrativo,
en un ensayo (género literario escrito en prosa) el autor analiza de forma profunda un
tema, al mismo tiempo que lo evalúa dando su propio punto de vista. En el caso de “El
laberinto de la soledad”, lo que el autor trata de hacer es encontrar una respuesta a la
pregunta “¿qué es lo que hace a un mexicano?”. Si bien es una pregunta que no se
hace explícita, no es muy difícil inferir a qué hace referencia el texto que se nos
presenta. Para llegar a una respuesta, se hace un recorrido dentro de la cultura popular
mexicana, repasando la Historia de un país que se ha visto, hasta cierto punto,
invisibilizado no solamente por las potencias europeas que recopilan la Historia
centralizándola en un solo continente, sino que por el pueblo mismo que no se para a
preguntar quiénes son, ni de dónde vienen, ni el porqué de sus acciones y palabras
cotidianas. Se llega a un punto donde la normalización es tan habitual que puede llegar
a cegarnos como pueblo, a no darnos cuenta de todo lo que pasa a nuestro alrededor y
llevarnos a la indiferencia ante la vida misma. Pero es justamente la gente que es
reacia a la indiferencia la que inicia las revoluciones, quienes inician el cambio cultural,
quienes concientizan al resto sin buscar una recompensa material, más que la
satisfacción de hacerse notar en el mundo y encajar dentro de la sociedad que tanto ha
rechazado a ciertos sectores de sí misma.

Así es como comienza el ensayo, con el ejemplo de los pachucos. Los pachucos son
grupos de mexicanos habitantes del sur de Estados Unidos caracterizados por una
peculiar forma de vestir, usando trajes, normalmente asociados a ocasiones especiales
y considerados como una vestimenta exclusivamente formal, como su ropa de todos
los días. Octavio Paz elige utilizar a este grupo como ejemplo debido a que son
mexicanos viviendo fuera de México, pero aún así es posible identificarlos. Siguen
siendo mexicanos a pesar de “mimetizarse” con su entorno, tienen algo que los
distingue del resto, porque así sucede con los mexicanos, es posible identificarnos los
unos a los otros incluso estando en el extranjero. ¿Pero qué es eso que hace que nos
podamos distinguir? “Y no se crea que los rasgos físicos son tan determinantes como
vulgarmente se piensa. Lo que me parece distinguirlos del resto de la población es su
aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que tienen la mirada ajena”
(Paz, 1950, p.3). Aunque en este caso el autor está hablando específicamente de la
figura del pachuco en la sociedad, me parece que puede ser adaptable a cualquier
grupo que busque hacerse notar, cualquier grupo que esté buscando un cambio, y si
bien, tal vez no pueda aplicarse para los mexicanos en general, puede aplicarse para
distintos movimientos que iban tomando fuerza dentro del país especialmente si
tomamos en cuenta el contexto de la época en la que el libro fue publicado. Octavio
Paz menciona que el mexicano en busca de su identidad puede llega a extremos como
los del pachuco, que busca un punto medio en el que no llegan a considerarse ni
mexicanos ni estadounidenses, en parte debido a que, en Estados Unidos, el mexicano
siempre es visto como un ser inferior simplemente por no nacer en su mismo país, por
ser de fuera, por ser diferentes. Eliminar la diferencia que provoca la discriminación fue
la solución de los pachucos durante los años 40s y 50s, pero ¿Cómo es que puede
llegar a afectar tanto la visión que se tenga sobre un pueblo para determinar la forma
en la que van a actuar y auto percibirse?

Algo que me llama la atención de este primer capítulo es la cantidad de metáforas que
utiliza, al inicio comienza hablando de los adolescentes, pasa por los pachucos, y
termina profundizando dentro de los sentimientos generalizados de un país entero.
Parte de la razón por la cual hay mexicanos en Estados Unidos es por falta de trabajo
aquí, van buscando oportunidades mejores y lo que consiguen es rechazo. Porque,
aunque al final del día todos somos seres humanos, tenemos nuestras diferencias,
como el de dónde venimos, como nos vestimos y cómo nos expresamos. El crear
conjuntos de gente “igual” a ti es una forma de mostrar resistencia a una sociedad
donde vienes al mundo a nada más que ser útil mientras te veas o te comportes de una
forma específica. Habrá veces en las que no nos sentiremos acompañados por alguien
que nos apoye en nuestros ideales y expresiones, y mientras más contraste haya entre
tú y el resto, más notoria será tu diferencia, y habrá más probabilidad de caer en la
soledad. “Pero más vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la
soledad. Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior,
sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión —como a
veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad,
distintos. Y, de verdad, estamos solos.” (Paz, 1950, p.5)

Tal vez, la raíz de nuestra soledad sea la diferencia. Tal vez, sea la soledad lo que
conforma nuestra identidad. Octavio Paz trata de explicarlo mejor en los capítulos
siguientes.

En el capítulo 2, se aborda un poco más esa soledad, pero ahora comparando las
diferencias entre mexicanos habitando en México y en cómo nos cerramos al exterior,
en cómo nos ponemos la defensiva ante algún ajeno tratando de irrumpir en lo que sea
que estemos haciendo. Dentro del lenguaje, se usa el término “rajarse” como sinónimo
de cobardía y de negación. La cobardía es algo inaceptable dentro de un mexicano, si
alguien “se raja” es automáticamente reprochado por el resto, al ser considerado como
algo digno de una humillación, como algo prohibido. Posiblemente, sea debido al
contexto histórico, México es un país que desde su independencia ha tratado de ser
invadido por extranjeros constantemente al grado de ser el tema central del himno
nacional, el defender a la patria de los invasores enemigos, esa es una observación
que a pesar de no ser incluida en el libro me gustaría añadir, principalmente porque me
parece que también es necesario analizar un poco más la Historia de México
independiente y no sólo conformarnos con los tiempos “actuales” (que en realidad con
eso nos referimos a mediados del siglo XX debido a que el libro fue escrito justo a la
mitad del siglo) o a México prehispánico. Esa misma necesidad de defender a un país
se ha visto reflejada en la necesidad de defender nuestra unicidad, nuestra
individualidad, a pesar de querer seguir sintiéndonos parte de algo.
El rajarse es hacerse a un lado, es permitir que no se respeten los límites establecidos
por alguien o algo y que alguien ajeno irrumpa dentro de la intimidad. Se le considera
como la mayor falta de respeto socialmente.

Y, aunque muchos traten de negarlo una parte vital de la cultura mexicana es que está
sembrada sobre el machismo. Podría decirse que en realidad es una realidad universal
que las mujeres siempre han sido tomadas en cuenta como menores a los hombres,
con menor capacidad de hacer las cosas, sin capacidad siquiera de educarse y dar su
opinión en temas relevantes a pesar de que también son personas que sufrirán las
consecuencias de cualquier tipo de cambio. Pero lo cierto es que dentro de México las
consecuencias que han sufrido las mujeres gracias al machismo persisten hasta
nuestros días de forma más intensa que en algunos otros países, ya que en pleno 2022
aún tenemos que cuidarnos al salir a la calle por razones diferentes a la de cualquier
hombre. La forma en la que Octavio Paz trata de explicar esta diferencia en el trato
hacia la mujer se ve relacionada directamente al término rajarse. Según él, se les
considera a las mujeres como seres rajados, a diferencia de los hombres, ellas desde
el inicio ya nacieron siendo “rajadas”, por lo tanto, su rol es automáticamente menor.
Nacieron sin la capacidad de poder opinar y hacerse notar porque simplemente por
existir ya cometieron el peor pecado imaginado por el mexicano, rajarse. Y al ser
rajadas, se piensa que eso ya les da autorización a los hombres de verlas como
objetos para su satisfacción, después de todo, se rajaron, ¿no? “Los mexicanos
consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los
fines que se le asignan a la ley, la sociedad, o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre
los que nunca se le ha pedido su consentimiento y en cuya realización participa sólo
pasivamente.” (Paz, 1950, p. 12)

El ser rajado está inmediatamente asociado a ser algo malo, por ende, las mujeres ya
son vistas como algo irrelevante. Pero lo que no suele ser tomado en cuenta al hablar
de esta problemática, es que ejercer cualquier tipo del poder sobre el otro es
justamente una de las razones por las cuáles nos sentimos solos. El rajar a otros
también es rajarse. Es una lucha de unos contra otros a pesar de ser todos iguales. La
sociedad mexicana no es simplemente machista, es homofóbica y clasista. Es violenta.
La violencia que siempre nos rehusamos a ver es parte de la identidad colectiva de un
país entero donde unos pocos siempre tratan de mostrar superioridad al otro.

En el capítulo 3 y 4 el autor se va a centrar en dicha violencia. Respecto al tercer


capítulo, lo que se analiza es la relación entre la vida y muerte y el impacto que eso ha
tenido en México. Lo indiferentes que somos a la vida se refleja en la forma en la que
constantemente nos burlamos de la muerte incluso en momentos donde no debería
haber violencia. Las fiestas es el tema central, lo que él dice es que estamos
conscientes de toda la violencia a nuestro alrededor, pero decidimos ignorarla.
Sabemos que el país está en un estado crítico y elegimos no hacer nada al respecto.
Las fiestas son una parte tan importante de la cultura porque son eventos masivos que
pueden distraer a la población de todo lo malo que ocurre a su alrededor. Pero va más
allá de un deseo individual, también va de la mano con la soledad misma y por eso nos
buscamos entre todos para celebrar. Realmente, ponemos de excusa a la religión
principalmente para poder exceder límites, en eso se centran las fiestas, en que por un
día los límites desaparecen y las calles se tornan en un bullicio extraordinario donde
pareciera que las reglas dejaron de existir. Incluso dentro de las mismas fiestas
terminamos cayendo en la misma violencia que siempre nos persigue, la necesidad de
demostrar que “no te rajas” llega al punto donde los enfrentamientos, peleas, balaceras
y un largo etcétera de acontecimientos se hacen presente en todas las fiestas a pesar
de que la idea era distraerse y olvidarse por un momento de ella. No hay límites, todos
pueden excederse, emborracharse y es un ciclo condenado a repetirse cada 12 de
diciembre, cada 15 de septiembre, cada 31 de enero. Porque hemos llegado a un punto
en que lo que suceda a nuestro alrededor no nos va a importar nunca, las fiestas,
según el autor, no son más que un intento para hacer desaparecer toda esa soledad,
aunque sea por un día, aunque para celebrar la vida misma llegue un momento en que
nos veamos en el limbo entre la vida y la muerta, y hay quienes terminan cruzando esa
línea. El mexicano es indiferente a la vida y por eso nos burlamos tanto de la muerte,
culturalmente ésta es apreciada como una extensión de la vida. “La indiferencia del
mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida (Paz, 1950, p. 22)”

En el capítulo 4, comienza haciendo un análisis y crítica al capitalismo. Eventualmente


el capítulo toma otros rumbos y no termina de gustarme la forma en la que dejó esta
primera idea ligeramente a medias, ya que siento que profundizar en eso hubiera sido
muy importante, pero en algo que sí estoy muy de acuerdo es en que el capitalismo sí
es capaz de cimentar una sociedad completa. “El obrero moderno carece de
individualidad. La clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo
genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al
convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana
(Paz, 1950 p. 28)”

Después de esa breve mención a cómo nos afecta dicho sistema económico, comienza
a analizar la palabra “chingar”. Y me parece inusual haber elegido “chingar” de entre
tantas palabras que tiene el diccionario. Pero tiene sentido, regresamos al tema de la
diferencia y de rajar. La palabra chingada independientemente del contexto en que se
use tiene raíces violentas al igual que el resto de las acciones cotidianas. Un hijo de la
chingada es la forma en la que nos designamos a alguien que esté tratando de
rajarnos. “¿Los demás son los “hijos de la chingada?': los extranjeros, los malos
mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los "otros". Esto es,
todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en
cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos.” (Paz, 1950,
p. 31). La chingada representa lo negativo, a pesar de que su significado literal sería
una mujer violada (rajada incluso). El mejor ejemplo que se le ocurre al autor de
mandar a la chingada a alguien es la conquista. Es la violación a una región entera, el
sometimiento de Mesoamérica. Y ya si nos queremos poner más específicos, una
mujer violada es la misma Malinche, figura histórica que hoy en día sigue siendo
despreciada por miles, adjudicando el término “malinchista” a cualquiera que sea
considerado un traidor a la patria, que prefiera poner a cualquier otra nacionalidad por
encima de la mexicana.

La Malinche es precisamente una de las protagonistas del capítulo 5, titulado


“Conquista y colonia”. Aquí es donde vemos plenamente un análisis a la historia del
país más allá de breves menciones para contextualizar las palabras o acciones que se
realizan en México. Se explica que no hubo pueblo más abandonado y solitario que los
mismos mexicas. Nuestra soledad es algo histórico, nuestra soledad fue usada como
un arma más dentro de la guerra de la conquista de Tenochtitlán porque incluso los
habitantes de dicha ciudad ya se sentían solos. Su abandonamiento fue nada más y
nada menos que por parte de sus dioses, parte de la mitología mexica establecía que
un buen día los dioses iban a partir, y al parecer lo hicieron en el momento que llegan
los españoles a conquistar. “Los dioses lo han abandonado. La gran traición con que
comienza la historia de México no es la de los tlaxcaltecas, ni la de Moctezuma y su
grupo, sino la de los dioses” (Paz, 1950, p. 39). Y una vez que sus dioses los habían
abandonado, es mucho más sencillo y convincente el convertirlos a todos a la religión
católica, que a nuestros días es una de las características más fuertes del mexicano,
somos parte de un país extremadamente creyente y nuestras vidas se rigen por la
religión. Y al imponer su religión, comienza el proceso de imitación a España, que
literalmente desde el nombre del nuevo territorio conquistado es claro que no se tratará
más de un reflejo de la sociedad moderna del imperio español. Se menciona a la figura
de Sor Juana como una pieza clave en esta época, fue una mujer adelantada a su
época con un amplio conocimiento, sus poemas son un contraste a la monotonía
novohispana, pero por supuesto que al ser mujer, tenía que llevar a cabo todas sus
obras a escondidas de una sociedad conservadora, de forma silenciosa, esperando
algún día recibir el reconocimiento que su época no le pudo dar.

El siguiente capítulo habla de la independencia, el fin de una época y el nacimiento de


una nueva. En toda Latinoamérica las independencias comienzan al mismo tiempo
gracias a la debilitación del gobierno español. Las ideas de la revolución francesa y la
ilustración influencian a ilustres de todo el continente para animarse a independizarse
de España. Esta parte es especialmente importante porque es finalmente lo que vuelve
a México lo que es, nos da un nombre, un gentilicio, una oportunidad de nacer otra vez
y quitarse de encima el título de colonia. Pasamos por miles de cambios, desde las
invasiones que mencioné al inicio que son un ejemplo más de rajarse, hasta la
consolidación de nuevas leyes separatistas del estado y la iglesia, diferentes peleas
internas en la lucha por el poder, la dictadura porfirista que causaría la revolución y la
forma en la que el pueblo comienza a formar una etiqueta de mexicanos que va a logra
que lleguemos al punto en donde nos planteamos el qué implica ser mexicano por
primera vez.

Según Octavio Paz, la misma revolución implica la primera vez que el pueblo se auto
identifica como mexicano, implica la primera vez que se revela tomando como base
diferentes revoluciones a su alrededor y la primera vez que ven a futuro como país
independiente. “La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. De
su fondo y entraña extrae, casi a ciegas, los fundamentos del nuevo Estado. Vuelta a la
tradición, reanudación de los lazos con el pasado, rotos por la Reforma y la Dictadura,
la Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre.” (Paz,
1950, p. 62)

Hay una generación de nuevas mentes que lideran el cambio revolucionario y los
acontecimientos posteriores, el siglo XX en México es uno que le tocó vivir al autor casi
en su totalidad, por lo que los últimos dos capítulos reflexionan sobre lo que era el país
durante el inicio de los 50s. Las corrientes artísticas y literarias, las formas de gobierno,
la forma en que un México post revolución tiene que reconstruirse con nuevas
influencias provenientes de todas partes, el nuevo rumbo que debe tomar la educación
en el país con sus respectivas reformas, y en cómo eso nos hará progresar. El capítulo
7 se llama la inteligencia mexicana y abunda la esperanza depositada en las nuevas
instituciones como las universidades. La educación nos impulsará a buscarnos a
nosotros mismos, la soledad puede perseguirnos, pero también nos impulsará a
preguntarnos quiénes somos y cuál es nuestro rol como seres parte de la Historia, de
qué forma nuestras acciones podrán cambiar el mundo pensando siempre en el futuro.
“Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de
pasado y con un futuro por inventar. La Historia universal es ya tarea común. Y nuestro
laberinto, el de todos los hombres.” (Paz, 1950, p. 72). Y es bajo esta misma
realización que llegamos al final del libro. Bajo la reflexión de que somos un pueblo hijo
de la revolución, una de las más importantes del siglo, y aceptar que no todo es
perfecto, negarnos a cerrar los ojos ante las problemáticas a nuestro alrededor. Aceptar
que somos un país sumergido en pobreza y violencia y es por esa razón que muchos
emigran a Estados Unidos y la insuficiencia económica nos controla, se vuelve a tocar
el tema del capitalismo y de cómo el poder absoluto lo obtienen sólo unos pocos
burgueses con tremendas cantidades de dinero. El autor invita a reflexionar, a pensar
por nuestra cuenta y a ser críticos con nuestro alrededor. “Hemos pensado muy poco
por cuenta propia; todo o casi todo lo hemos visto y aprehendido en Europa y los
Estados Unidos. Las grandes palabras que dieron nacimiento a nuestros pueblos
tienen ahora un valor equívoco y ya nadie sabe exactamente qué quieren decir.” (Paz,
1950, p. 80).

Respondiendo a la pregunta de qué es ser mexicano o cómo distinguir a un mexicano,


el autor llega a la siguiente conclusión de que somos igual a todos los hombres, con la
novedad de que tenemos muchas máscaras, pero seguimos viviendo en el mundo de la
soledad, la violencia y el ninguneo. Pero por primera vez en nuestra historia, como
país, somos contemporáneos de todos los hombres. Esto lo interpreto como una
oportunidad de dejar decidir al lector cuál es la respuesta a la pregunta, ya que va
dirigida hacia el futuro. Tenemos la posibilidad de explorarnos como humanos, hay que
aprovecharla.

Éste es el final del libro, hay una última parte llamada “apéndice” que es una especie
de anexo ligeramente poético donde se aborda el punto de la soledad como
sentimiento más que como recurso histórico. La soledad dentro del crecimiento ocupa
un rol muy importante del que hay que ser conscientes. La soledad ha acompañado al
hombre dese el inicio de los tiempos, siempre ha estado presente en nuestras vidas de
alguna manera u otra, las religiones han tratado de explicar este sentimiento
incontables veces, pero la verdad es que llega a ser repetitivo. La soledad nos
persigue, por ello hemos encontrado diversas maneras de representarla en la mitología
o en diferentes expresiones artísticas. Pero eso es lo que nos hace ser lo que somos,
nos hace encontrarle un sentido a nuestra existencia por medio del cuestionamiento.

Para terminar la reseña, puedo decir que no fue mi libro favorito, y puedo estar e
desacuerdo con muchas de las cosas aquí presentes. Pero no deja de ser interesante y
cautivador ver a alguien explicar fenómenos sociales ocurridos hace años con el punto
de vista de una persona que creció en la revolución, con todas las nuevas ideas que
venían de todas partes. Es una lectura casi obligatoria para aprender más sobre cómo
era México durante la primera mitad del siglo XX y una mirada al pasado de un país
que no deja de estar en movimiento. Me gustó que puedes comparar muchas cosas
relacionadas, por ejemplo, al feminismo con lo que sucede hoy en día. Puedes apreciar
el cambio de mentalidad entre antes y ahora y ver todo el progreso que han dejado las
diversas luchas sociales por tener un mundo más lleno de equidad, las necesidades
que llevamos teniendo toda la vida por fin están siendo escuchadas y aunque todavía
hay un largo camino por delante se nota que hemos ido avanzando. Somos el futuro
que planteaba Octavio Paz, somos el cambio que necesitaba México y el reflejo de las
cambiantes necesidades que tenemos como sociedad. Es un texto que invita a
cuestionarse muchas cosas y tratar de comprender mejor lo que somos. Y creo que el
aprendizaje no lo obtienes directamente del libro, sino de lo que éste provoca en ti.

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