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Así es como comienza el ensayo, con el ejemplo de los pachucos. Los pachucos son
grupos de mexicanos habitantes del sur de Estados Unidos caracterizados por una
peculiar forma de vestir, usando trajes, normalmente asociados a ocasiones especiales
y considerados como una vestimenta exclusivamente formal, como su ropa de todos
los días. Octavio Paz elige utilizar a este grupo como ejemplo debido a que son
mexicanos viviendo fuera de México, pero aún así es posible identificarlos. Siguen
siendo mexicanos a pesar de “mimetizarse” con su entorno, tienen algo que los
distingue del resto, porque así sucede con los mexicanos, es posible identificarnos los
unos a los otros incluso estando en el extranjero. ¿Pero qué es eso que hace que nos
podamos distinguir? “Y no se crea que los rasgos físicos son tan determinantes como
vulgarmente se piensa. Lo que me parece distinguirlos del resto de la población es su
aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que tienen la mirada ajena”
(Paz, 1950, p.3). Aunque en este caso el autor está hablando específicamente de la
figura del pachuco en la sociedad, me parece que puede ser adaptable a cualquier
grupo que busque hacerse notar, cualquier grupo que esté buscando un cambio, y si
bien, tal vez no pueda aplicarse para los mexicanos en general, puede aplicarse para
distintos movimientos que iban tomando fuerza dentro del país especialmente si
tomamos en cuenta el contexto de la época en la que el libro fue publicado. Octavio
Paz menciona que el mexicano en busca de su identidad puede llega a extremos como
los del pachuco, que busca un punto medio en el que no llegan a considerarse ni
mexicanos ni estadounidenses, en parte debido a que, en Estados Unidos, el mexicano
siempre es visto como un ser inferior simplemente por no nacer en su mismo país, por
ser de fuera, por ser diferentes. Eliminar la diferencia que provoca la discriminación fue
la solución de los pachucos durante los años 40s y 50s, pero ¿Cómo es que puede
llegar a afectar tanto la visión que se tenga sobre un pueblo para determinar la forma
en la que van a actuar y auto percibirse?
Algo que me llama la atención de este primer capítulo es la cantidad de metáforas que
utiliza, al inicio comienza hablando de los adolescentes, pasa por los pachucos, y
termina profundizando dentro de los sentimientos generalizados de un país entero.
Parte de la razón por la cual hay mexicanos en Estados Unidos es por falta de trabajo
aquí, van buscando oportunidades mejores y lo que consiguen es rechazo. Porque,
aunque al final del día todos somos seres humanos, tenemos nuestras diferencias,
como el de dónde venimos, como nos vestimos y cómo nos expresamos. El crear
conjuntos de gente “igual” a ti es una forma de mostrar resistencia a una sociedad
donde vienes al mundo a nada más que ser útil mientras te veas o te comportes de una
forma específica. Habrá veces en las que no nos sentiremos acompañados por alguien
que nos apoye en nuestros ideales y expresiones, y mientras más contraste haya entre
tú y el resto, más notoria será tu diferencia, y habrá más probabilidad de caer en la
soledad. “Pero más vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la
soledad. Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior,
sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión —como a
veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad,
distintos. Y, de verdad, estamos solos.” (Paz, 1950, p.5)
Tal vez, la raíz de nuestra soledad sea la diferencia. Tal vez, sea la soledad lo que
conforma nuestra identidad. Octavio Paz trata de explicarlo mejor en los capítulos
siguientes.
En el capítulo 2, se aborda un poco más esa soledad, pero ahora comparando las
diferencias entre mexicanos habitando en México y en cómo nos cerramos al exterior,
en cómo nos ponemos la defensiva ante algún ajeno tratando de irrumpir en lo que sea
que estemos haciendo. Dentro del lenguaje, se usa el término “rajarse” como sinónimo
de cobardía y de negación. La cobardía es algo inaceptable dentro de un mexicano, si
alguien “se raja” es automáticamente reprochado por el resto, al ser considerado como
algo digno de una humillación, como algo prohibido. Posiblemente, sea debido al
contexto histórico, México es un país que desde su independencia ha tratado de ser
invadido por extranjeros constantemente al grado de ser el tema central del himno
nacional, el defender a la patria de los invasores enemigos, esa es una observación
que a pesar de no ser incluida en el libro me gustaría añadir, principalmente porque me
parece que también es necesario analizar un poco más la Historia de México
independiente y no sólo conformarnos con los tiempos “actuales” (que en realidad con
eso nos referimos a mediados del siglo XX debido a que el libro fue escrito justo a la
mitad del siglo) o a México prehispánico. Esa misma necesidad de defender a un país
se ha visto reflejada en la necesidad de defender nuestra unicidad, nuestra
individualidad, a pesar de querer seguir sintiéndonos parte de algo.
El rajarse es hacerse a un lado, es permitir que no se respeten los límites establecidos
por alguien o algo y que alguien ajeno irrumpa dentro de la intimidad. Se le considera
como la mayor falta de respeto socialmente.
Y, aunque muchos traten de negarlo una parte vital de la cultura mexicana es que está
sembrada sobre el machismo. Podría decirse que en realidad es una realidad universal
que las mujeres siempre han sido tomadas en cuenta como menores a los hombres,
con menor capacidad de hacer las cosas, sin capacidad siquiera de educarse y dar su
opinión en temas relevantes a pesar de que también son personas que sufrirán las
consecuencias de cualquier tipo de cambio. Pero lo cierto es que dentro de México las
consecuencias que han sufrido las mujeres gracias al machismo persisten hasta
nuestros días de forma más intensa que en algunos otros países, ya que en pleno 2022
aún tenemos que cuidarnos al salir a la calle por razones diferentes a la de cualquier
hombre. La forma en la que Octavio Paz trata de explicar esta diferencia en el trato
hacia la mujer se ve relacionada directamente al término rajarse. Según él, se les
considera a las mujeres como seres rajados, a diferencia de los hombres, ellas desde
el inicio ya nacieron siendo “rajadas”, por lo tanto, su rol es automáticamente menor.
Nacieron sin la capacidad de poder opinar y hacerse notar porque simplemente por
existir ya cometieron el peor pecado imaginado por el mexicano, rajarse. Y al ser
rajadas, se piensa que eso ya les da autorización a los hombres de verlas como
objetos para su satisfacción, después de todo, se rajaron, ¿no? “Los mexicanos
consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los
fines que se le asignan a la ley, la sociedad, o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre
los que nunca se le ha pedido su consentimiento y en cuya realización participa sólo
pasivamente.” (Paz, 1950, p. 12)
El ser rajado está inmediatamente asociado a ser algo malo, por ende, las mujeres ya
son vistas como algo irrelevante. Pero lo que no suele ser tomado en cuenta al hablar
de esta problemática, es que ejercer cualquier tipo del poder sobre el otro es
justamente una de las razones por las cuáles nos sentimos solos. El rajar a otros
también es rajarse. Es una lucha de unos contra otros a pesar de ser todos iguales. La
sociedad mexicana no es simplemente machista, es homofóbica y clasista. Es violenta.
La violencia que siempre nos rehusamos a ver es parte de la identidad colectiva de un
país entero donde unos pocos siempre tratan de mostrar superioridad al otro.
Después de esa breve mención a cómo nos afecta dicho sistema económico, comienza
a analizar la palabra “chingar”. Y me parece inusual haber elegido “chingar” de entre
tantas palabras que tiene el diccionario. Pero tiene sentido, regresamos al tema de la
diferencia y de rajar. La palabra chingada independientemente del contexto en que se
use tiene raíces violentas al igual que el resto de las acciones cotidianas. Un hijo de la
chingada es la forma en la que nos designamos a alguien que esté tratando de
rajarnos. “¿Los demás son los “hijos de la chingada?': los extranjeros, los malos
mexicanos, nuestros enemigos, nuestros rivales. En todo caso, los "otros". Esto es,
todos aquellos que no son lo que nosotros somos. Y esos otros no se definen sino en
cuanto hijos de una madre tan indeterminada y vaga como ellos mismos.” (Paz, 1950,
p. 31). La chingada representa lo negativo, a pesar de que su significado literal sería
una mujer violada (rajada incluso). El mejor ejemplo que se le ocurre al autor de
mandar a la chingada a alguien es la conquista. Es la violación a una región entera, el
sometimiento de Mesoamérica. Y ya si nos queremos poner más específicos, una
mujer violada es la misma Malinche, figura histórica que hoy en día sigue siendo
despreciada por miles, adjudicando el término “malinchista” a cualquiera que sea
considerado un traidor a la patria, que prefiera poner a cualquier otra nacionalidad por
encima de la mexicana.
Según Octavio Paz, la misma revolución implica la primera vez que el pueblo se auto
identifica como mexicano, implica la primera vez que se revela tomando como base
diferentes revoluciones a su alrededor y la primera vez que ven a futuro como país
independiente. “La Revolución es una súbita inmersión de México en su propio ser. De
su fondo y entraña extrae, casi a ciegas, los fundamentos del nuevo Estado. Vuelta a la
tradición, reanudación de los lazos con el pasado, rotos por la Reforma y la Dictadura,
la Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre.” (Paz,
1950, p. 62)
Hay una generación de nuevas mentes que lideran el cambio revolucionario y los
acontecimientos posteriores, el siglo XX en México es uno que le tocó vivir al autor casi
en su totalidad, por lo que los últimos dos capítulos reflexionan sobre lo que era el país
durante el inicio de los 50s. Las corrientes artísticas y literarias, las formas de gobierno,
la forma en que un México post revolución tiene que reconstruirse con nuevas
influencias provenientes de todas partes, el nuevo rumbo que debe tomar la educación
en el país con sus respectivas reformas, y en cómo eso nos hará progresar. El capítulo
7 se llama la inteligencia mexicana y abunda la esperanza depositada en las nuevas
instituciones como las universidades. La educación nos impulsará a buscarnos a
nosotros mismos, la soledad puede perseguirnos, pero también nos impulsará a
preguntarnos quiénes somos y cuál es nuestro rol como seres parte de la Historia, de
qué forma nuestras acciones podrán cambiar el mundo pensando siempre en el futuro.
“Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de
pasado y con un futuro por inventar. La Historia universal es ya tarea común. Y nuestro
laberinto, el de todos los hombres.” (Paz, 1950, p. 72). Y es bajo esta misma
realización que llegamos al final del libro. Bajo la reflexión de que somos un pueblo hijo
de la revolución, una de las más importantes del siglo, y aceptar que no todo es
perfecto, negarnos a cerrar los ojos ante las problemáticas a nuestro alrededor. Aceptar
que somos un país sumergido en pobreza y violencia y es por esa razón que muchos
emigran a Estados Unidos y la insuficiencia económica nos controla, se vuelve a tocar
el tema del capitalismo y de cómo el poder absoluto lo obtienen sólo unos pocos
burgueses con tremendas cantidades de dinero. El autor invita a reflexionar, a pensar
por nuestra cuenta y a ser críticos con nuestro alrededor. “Hemos pensado muy poco
por cuenta propia; todo o casi todo lo hemos visto y aprehendido en Europa y los
Estados Unidos. Las grandes palabras que dieron nacimiento a nuestros pueblos
tienen ahora un valor equívoco y ya nadie sabe exactamente qué quieren decir.” (Paz,
1950, p. 80).
Éste es el final del libro, hay una última parte llamada “apéndice” que es una especie
de anexo ligeramente poético donde se aborda el punto de la soledad como
sentimiento más que como recurso histórico. La soledad dentro del crecimiento ocupa
un rol muy importante del que hay que ser conscientes. La soledad ha acompañado al
hombre dese el inicio de los tiempos, siempre ha estado presente en nuestras vidas de
alguna manera u otra, las religiones han tratado de explicar este sentimiento
incontables veces, pero la verdad es que llega a ser repetitivo. La soledad nos
persigue, por ello hemos encontrado diversas maneras de representarla en la mitología
o en diferentes expresiones artísticas. Pero eso es lo que nos hace ser lo que somos,
nos hace encontrarle un sentido a nuestra existencia por medio del cuestionamiento.
Para terminar la reseña, puedo decir que no fue mi libro favorito, y puedo estar e
desacuerdo con muchas de las cosas aquí presentes. Pero no deja de ser interesante y
cautivador ver a alguien explicar fenómenos sociales ocurridos hace años con el punto
de vista de una persona que creció en la revolución, con todas las nuevas ideas que
venían de todas partes. Es una lectura casi obligatoria para aprender más sobre cómo
era México durante la primera mitad del siglo XX y una mirada al pasado de un país
que no deja de estar en movimiento. Me gustó que puedes comparar muchas cosas
relacionadas, por ejemplo, al feminismo con lo que sucede hoy en día. Puedes apreciar
el cambio de mentalidad entre antes y ahora y ver todo el progreso que han dejado las
diversas luchas sociales por tener un mundo más lleno de equidad, las necesidades
que llevamos teniendo toda la vida por fin están siendo escuchadas y aunque todavía
hay un largo camino por delante se nota que hemos ido avanzando. Somos el futuro
que planteaba Octavio Paz, somos el cambio que necesitaba México y el reflejo de las
cambiantes necesidades que tenemos como sociedad. Es un texto que invita a
cuestionarse muchas cosas y tratar de comprender mejor lo que somos. Y creo que el
aprendizaje no lo obtienes directamente del libro, sino de lo que éste provoca en ti.