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Ester puso en primer lugar a Jehová y su pueblo

Como hemos analizado el libro de Ester narra la historia de la joven israelita Ester que se
casa nada menos con el rey de la primera potencia de Persia: el rey Asuero.

Ester demostró con valor que lo que más le importaba era adorar a Jehová y proteger a su
pueblo. Veamos en qué circunstancia lo demostró: Hamán, un siervo del rey llegó a tener
prominencia y se lo nombró primer ministro. Hamán era amalequita y tenía verdadero odio
a los israelitas. Fue así que logró que el rey emitiera una orden de exterminar a los judíos.
¿Qué hizo Ester? Aunque ella era judía no corría riesgo ya que era la reina. Pero y su
pueblo?, haría algo para salvarlos? Incluso la condena llegaba a su primo Mardoqueo.
Quizás uno piense que es fácil, le habla a su esposo el rey y asunto solucionado pero como
vimos en el video de la semana pasada todo aquel (incluso la reina) que se presentara al rey
sin audiencia previa corría riesgo su vida ya que podía ser ejecutado. Además según la
historia Asuero (Jerjes 1) tenía fama de ser caprichoso y violento. El historiador griego
Heródoto ofrece ejemplos de su mal genio al relatar las expediciones militares que realizó
contra Grecia. En cierta ocasión ordenó construir un puente sustentado sobre barcos a
través del estrecho del Helesponto. Cuando una tempestad lo destrozó, se enfureció tanto
que mandó decapitar a los ingenieros y “castigar” las aguas maldiciéndolas en voz alta y
azotándolas con látigos. Durante la misma campaña, cuando un hombre acaudalado le
suplicó que eximiera a uno de sus hijos de servir en el ejército, el rey ordenó que cortaran al
joven por la mitad y expusieran su cadáver para escarmiento de todos.

Por lo que vemos requería valor de parte de Ester, qué hizo?

Ester comprendió que había llegado el momento de actuar. Le pidió a Mardoqueo que todos
los judíos se unieran a ella en un ayuno de tres días. Y demostró su extraordinaria fe y
valentía al pronunciar unas palabras que han resonado hasta el día de hoy: “En caso de que
tenga que perecer, tendré que perecer” (Est. 4:15-17). Durante aquellos tres días, sin duda
oró con más fervor que nunca. Cuando al fin llegó la hora, se vistió con sus mejores galas,
con la intención de agradar al rey, y salió de sus aposentos.

Leamos Ester 8:3,4.


Como vimos, Ester ahora se dirige a la presencia del rey. De camino, con el corazón en un
puño y la mente llena de inquietud, le ora a Dios una y otra vez. Entonces entra al patio.
Desde allí puede ver a Asuero sentado en el trono, con el rostro acicalado al estilo persa, los
rizos de su cabello y de su cuadrada barba perfectamente definidos. Tratando de adivinar su
estado de ánimo, se fija en su expresión. ¿Cuánto tardó su esposo en darse cuenta de que
ella estaba allí? No lo sabemos, ¡pero seguro que a Ester debió parecerle toda una eternidad!
Cuando al fin alcanza a verla, se sorprende un poco, pero enseguida relaja la mirada y le
extiende el cetro de oro (Est. 5:1, 2). Eso quiere decir aprobación.

Aunque no todos los cristianos enfrentaremos cruel persecución, todos debemos hacer
acopio de valor para superar los desafíos que nos presente la vida. Para ilustrarlo, veamos el
caso de un joven que era miembro de una banda en Brasil. Al estudiar la Biblia se dio
cuenta de que tenía que cambiar, pero sabía que nadie podía salir vivo de la pandilla. Oró a
Dios y usó las Escrituras para explicarle al líder por qué tenía que separarse de ellos.
Lo dejaron marcharse sin hacerle daño, y él se convirtió en predicador del Reino.

Hay que ser valiente para predicar las buenas nuevas. Los jóvenes cristianos necesitan
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serlo si quieren mantenerse íntegros en la escuela. También se requiere valor para pedir
permiso en el empleo a fin de estar presentes todos los días de las asambleas. La lista sigue y
sigue, pero independientemente de la situación que se nos presente, sabemos que Jehová
escuchará nuestras oraciones de fe (Sant. 5:15). No lo dudemos: él nos dará su espíritu
santo para que seamos animosos y muy fuertes.

Ester 8:5 Ester fue prudente cuando habló con el rey Asuero

Ester pesó cuidadosamente sus palabras al suplicar al rey que deshiciera los documentos del
tramador Hamán, “que él escribió”. Discretamente, ella evitó cualquier referencia a la
responsabilidad del rey en este asunto. De manera similar, los cristianos ejercen discreción
cuando testifican ante funcionarios gubernamentales. También lo que hizo Ester puede
servirle a los matrimonios ¿Y si no concuerdan en algún asunto serio? En vez de atacar al
esposo, lo más sabio es atacar el problema. Así lo hizo la reina Ester. Cuando quiso que su
esposo, el rey Asuero, corrigiera una injusticia, no se concentró en si él tenía la culpa o no
(pero como vas a emitir una ley para aniquilar a mi pueblo, no te diste cuenta que era una
conspiración de Hamán?). Más bien, le planteó la situación con tacto y, como resultado, él
le dio la razón e hizo lo que era justo (Ester 7:1-4; 8:3-8). Entonces, ¿qué puede hacer la
mujer para que su esposo la ame más profundamente? Primero, ser paciente mientras él
aprende a ejercer su papel de cabeza y, segundo, tratarlo con respeto, incluso cuando él
cometa errores.

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Ester 8:17 Muchas personas se convirtieron al judaísmo

¿En qué sentido “se declaraban judíos” “muchos individuos de los pueblos del
país”? Muchos persas aparentemente se hicieron prosélitos judíos porque concluyeron que
el que se hubiera contrarrestado el decreto anterior indicaba que los judíos contaban con el
favor divino. El mismo principio es aplicable en el cumplimiento de la siguiente profecía que
se halla en el libro de Zacarías: “Diez hombres de todos los lenguajes de las naciones asirán,
sí, realmente asirán la falda de un hombre que sea judío, y dirán: ‘Ciertamente iremos con
ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes’” (Zacarías 8:23). La Versión de los
Setenta dice que los persas “se estaban circuncidando y judaizando”. Es evidente que
consideraron el decreto de Asuero que contrarrestó el otorgado a Hamán, como una señal de
apoyo divino a favor de los judíos y, por esa razón, muchos persas llegaron a ser judíos
prosélitos. De igual manera hoy día, “una gran muchedumbre” de “otras ovejas” ha
tomado su posición al lado del resto ungido.

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