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EL REY DEL CASH

Ensayo

El presente libro presenta una cualidad poderosa, la narrativa en primera persona de una
historia que a todos los mexicanos y muchos apasionados de la política alrededor del mundo
quieren conocer, las entrañas de un sistema amoral de recaudación no necesariamente
novedoso pero que en función de sus características resulta muy particular, ya que si bien fue
obligatorio, contaba con la aprobación de quienes aportaban, su silencio y hasta complicidad
para no afectar la imagen pública del beneficiado, conscientes de la necesidad de nunca dejar
evidencia del mecanismo o quien sabe, quizá hasta con la convicción de hacerlo.

Es una historia bien contada, planteada y justificada, incluso se excusa la falta de cronología,
que no resulta necesaria. La redacción es fluida y muy rápida. Tiene la virtud de atreverse a
mencionar nombres, fechas, horarios, eventos y curiosidades que le proporcionan cierta
veracidad a sus historias, aunque para todos es claro que adolece de evidencia, como lo
mencionan diversos análisis realizados por especialistas y detractores. Pero que puede
fácilmente debatirse al tratarse de un libro testimonial que no pretende iniciar un juicio ni
formar parte de la evidencia en uno, sus características lo permiten, solo elabora en primera
persona una historia que vale la pena contar y más aún, vale la pena leer.

De requerirse evidencias de lo que asegura, también podrían exigirse evidencias de lo


contrario, como un simple ejercicio de honestidad, aunque esto pueda caer en el error de
solicitar pruebas de inocencia, lo cual es un ejercicio penoso en la búsqueda de la justicia.

Algunas personas argumentan con aparente sensatez, que todos los libros que narran el
Holocausto no serían prueba en sí mismas de que existió, pero que si se complementan y
contrastan con otras fuentes, se convierten en piezas indispensable del rompecabezas de aquel
genocidio, y en este caso, de la maquinaria que Andres Manuel perfeccionó para poder vivir
durante tantos años en su búsqueda del poder o de eliminar lo que ciertamente le hace tanto
daño a los mexicanos, como se quiera interpretar.

Al respecto, resultaría labor de los organismos especializados en las investigaciones sobre


este tema, encontrar y desenredar la madeja elaborada, supuestamente, sobre las aportaciones
que Andres Manuel asegura que son del pueblo, y no una red de descuentos no tan voluntarios
por parte de los empleados cercanos a su círculo cercano y que según el autor todos estaban
enterados de sus “aportaciones voluntarias”. Y es que cada paso, movimiento, visita, gira,
presentación e incluso necesidades primarias y secundarias de Andres Manuel eran
satisfechas por el “pueblo bueno” al nivel de asegurar que él, no tenía ni siquiera necesidad
de tener efectivo en ninguna parte, ya que lo que sea que él necesitara en el momento, siempre
había alguien que se lo proporcionara “voluntariamente” y SIEMPRE en efectivo o en
especie.

El origen principal de esta información proviene de las conversaciones y vivencias con su


esposo ya que ambos trabajaban en el Gobierno de Ciudad de México. El cual fue un
personaje clave en la carrera política de Andres Manuel ya que estuvo presente en sus tres
postulaciones a la presidencia y le acompañó a buena parte de sus giras por todo México.

Por el lado del autor, se “siente” una profunda molestia muy cercana al reproche quizá por
haber sufrido como daño colateral en su vida privada o por el abuso al país y a los mexicanos,
eso sea quizá análisis terapéutico, pero vale la pena mencionarlo dado que al avanzar sobre
la lectura va repitiendo y haciendo énfasis sobre la forma en que las decisiones de Andres
Manuel afectaron la vida personal suya y de las personas que van pasando en la escena
política.

Comienza planteando el eje de la historia, en primera instancia una frase que Andres Manuel
tiene como grito de guerra “No mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, sin embargo, con
un análisis un poco diferente, podemos darnos cuenta de que lo que ha sucedido con Andres
Manuel es parecido a la creación de un personaje, de un héroe. Donde, luego de un evento
transformador, el héroe inicia un proceso de transición, para llegar a un momento en el que
se redescubre e inicia una lucha contra un enemigo común, fabricado o preexistente.

Andres Manuel llamó a ese enemigo “la mafia del poder”, tomó un grupo con el que los
mexicanos han estado inconformes durante mucho tiempo, y comenzó a “luchar” contra él a
sabiendas de que ubicándose contra ese grupo tendría de su lado a un grupo nutrido de
personas apoyándolo, entendiendo que cada vez que perdiera o fuera víctima de ese grupo se
fortalecería su imagen.

Esta imagen se volvió su herramienta más eficiente para mantener credibilidad, ser todo lo
contrario a ese enemigo y lo más parecido al grupo más numeroso existente en el nicho al
cual se dirige, “los pobres” “el pueblo” “la gente” sin que necesariamente lo sea
genuinamente.

Abrazó algunos componentes que supone que “el pueblo” quiere ver en sus gobernantes, la
austeridad, honestidad, transparencia y valentía, pero que son virtudes que no necesitan ser
vendidas, que cuanto más se vendan menos creíbles resultan y que cuando se evidencia que
pueden ser falsas o simplemente una pantalla se defienden solas ya que si, son elementos
deseables no solo en un político sino en cualquier persona común.

Esto comenzó a ser una piedra en el zapato en el momento en que falló en mantenerse como
la víctima de la mafia del poder con las derrotas o robos que sufrió en las elecciones perdidas
o robadas y las acciones tomadas para seguir luchando, la toma de vialidades, los privilegios
recibidos en momentos en que su vida se vio amenazada naturalmente e incluso en las
decisiones de abandonar a sus allegados cuando se les evidenció en las prácticas que él mismo
promovió en su momento.

La autora menciona que Andres Manuel dio siempre la misma instrucción ante los problemas
inminentes “si te descubren, aceptas la culpa y te quedas callado” la autora narra que fue
testigo de cómo dejó solos a sus operadores, los alejó de su círculo y pretendió que se creyera
que era un castigo por fallarle a él y a los mexicanos, sin embargo, es una estrategia que se
recomienda en diversas lecturas de estrategia militar y política. Libros como El príncipe, El
arte de la guerra, Las 48 leyes del poder y otro sin fin de lecturas antiguas y contemporáneas
son ejemplos de esto. Los congeló momentáneamente y mantuvo a los que mejor le convenía
recuperar cuando la poca y pobre memoria colectiva se lo permitiera.

Reinterpretar estas lecturas y no mencionarlas públicamente son evidencia de que al


pretender no usarlas, no serían herramientas que TODOS los políticos o actores públicos las
siguen, ciertamente las han leído y las usan a su conveniencia, porque finalmente son
conductas probadas durante siglos, solo que este grupo al que se adhirió suele no tener acceso
intelectual, de recursos e incluso de tiempo para consumirlas y favorecerse de su ignorancia,
entendiendo por ignorancia a aquello que se desconoce y no necesariamente falta de
inteligencia, capacidad de análisis o habilidad para ver más allá de lo que se habla o publica
en los medios a favor o en contra.

Como mencioné líneas arriba, en muchos capítulos se “siente” cierto elemento emocional
por parte de la autora, sesgando esta sensación en el hecho de provenir de una persona ligada
emocionalmente a un personaje clave en la historia, y al ser fácilmente debatido ella
argumenta respecto a su decisión de publicar. “No lo escribo desde la venganza, ni desde el
revanchismo. Este libro retrata lo que viví y vi. No tengo nada qué ver con César. No tengo
ningún sentimiento para con él. Aquí se trata únicamente de que los mexicanos conozcan la
respuesta a la pregunta de toda la vida sobre cómo se mantuvo el presidente en estos años sin
trabajar”.

No es nuevo que los políticos o representantes de la población hayan realizado todo tipo de
argucias no solo para intentar perpetuarse en el poder o para obtener la mayor cantidad de
privilegios o recursos, eso se conoce. Probablemente lo que molesta cada vez más es la
hipocresía y cinismo con la que se quiere engañar o tomar por tontos a los mexicanos por
parte de Andres Manuel.

Incluso se ha mencionado que una vez que consiguió el poder pretende acabar con las
herramientas de las que él mismo se benefició para lograrlo, y que de a poco va poniendo de
manifiesto que es igual o muy parecido a aquello a lo que prometió destruir o erradicar.

En este punto no tiene caso contar las historias ni hacer un resumen de la gran cantidad de
experiencias que se narran en el libro, parece mejor idea, según mi punto de vista, analizar
los procedimientos y estrategias detrás de los mecanismos que desarrolló para lograr sus
objetivos, cualesquiera que sean, ya que un análisis o planteamiento de opinión no requiere
necesariamente relatar lo que ya se encuentra plasmado, sino de aportar ideas adicionales o
ahondar en las que nos parezcan relevantes o que no hayan sido valoradas suficientemente
por su relevancia.

Ahora bien, ¿Qué nos deja este capítulo de la historia?

¿Nos hace mas sabios? ¿Menos engañables?

Tristemente no nos deja nada, quizá frustración. Frustración por haber caído de nuevo en las
mentiras de otro político que nos prometió un mejor país y no pasó gran cosa, salvo aprender
que los trucos viejos siempre funcionan.
Seguimos creyendo en las promesas de campaña con la esperanza de que llegue algún político
que en realidad se interese por el pueblo, como se interesan por su propio bienestar, por su
familia y sus negocios.

¿Existe alguna posibilidad de que esto suceda? ¿Qué se requiere para que la mentalidad
cambie?

Debemos reflexionar si es viable encontrar a alguien que genuinamente piense en el bienestar


de los demás, y si es así, si acaso apareciera alguien que lo hiciera, tendríamos que estar listos
como sociedad para recibir y acoger ese tipo de mentalidad porque si nosotros no hemos
cambiado, terminaremos por influir y contaminar a este ser humano con los restos de nuestra
corrupción, mentiras y traiciones.

El grito de guerra, los valores y las características de este personaje llamado Andres Manuel
parecen adecuadas para las necesidades del país, sin embargo, el actor detrás del personaje
no ha sabido llevarlo, influye en la actuación misma y tira por la borda la esperanza que
muchos depositan en el personaje.

Los berrinches, actitudes prepotentes, vengativas, individualistas, traicioneras, etc. que ha


evidenciado contra otros personajes ha provocado que ni sea un mesías, ni un revolucionario,
ni una víctima, ni mucho menos la esperanza de México, como se ha creído. Solamente ha
provocado incertidumbre entre sus dichos y hechos.

Pero volviendo a la corresponsabilidad de cada uno, ¿Qué estamos haciendo individualmente


por el país? por nuestros hijos y los hijos de sus hijos. ¿Qué valores estamos dejando? Tanto
personal como colectivamente, ¿estamos enseñándoles a evitar la corrupción? ¿a no mentir
y a no traicionar? Si queremos a alguien así en el poder deberíamos empezar a educar al
próximo presidente de México que si sea capaz de comprometerse con el pueblo, y dado que
él no estará solo en el poder, todos los demás acompañantes políticos deberán tener la misma
convicción, así que se convierte en nuestra corresponsabilidad iniciar la preparación de
quienes nos gobernarán.

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