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La última sensación

«Agh... es placentero». No sé cómo podía meterme esto por mi vagina, no sé cómo llegué a
este momento. El cañón se desplazaba con dificultad por mis paredes, era satisfactoria la
sensación que generaba. Mi mano guiaba el mango de la pistola con una firmeza y sutileza, lo
cual hacía que todo se viera asombrosamente estrellado. Quiero gritar, quiero apretar el gatillo
y mezclar efectos dentro de mí. En toda mi vida he intentado sentir algo completamente fuera
de sí, algo que se sienta prohibidamente delicioso. He intentado desde drogas, sesiones de
BDSM y lo más tranquilo deportes de alto riesgo, y no he dado con nada. Ahora mismo mis
demonios me llenan de ideas para seguir con lo que llevaba, de dar al ambiente algo mucho
más intenso. De repente paro y busco una cosa que me haga viajar a un mundo ilógico; veo las
oxicodonas de mi madre y me ingiero dos de estas maravillosas pepas, prosigo con el vaivén.
El arma estaba cargada y mis dedos húmedos estaban muy cerca del gatillo, con el arma adentro
de mí, agarro unas tijeras y empiezo con unos leves cortes en mis muslos, ya estaba
acostumbrada a este ardor que me generaban, pero quería más, mi cuerpo o mis demonios
pedían por más sensaciones. En un descuido siento como aprieto el gatillo, con esto sentí el
clímax llegar y como me iba desvaneciendo. Sentía todo mi cuerpo mojado, con un ardor que
recorría desde la entrada de mi vagina hasta mi abdomen. La sensación fue tan grandiosa que
me hizo comprender que era mi muerte. Mi última sensación fue un deleite, y algo que estaré
completamente orgullosa.

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