Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Richard Bach
Hacerme un futuro
Querida Señorita:
Oy, Mamá yoró. Me preguntó: Julia, ¿sabés para qué bas a la escuela? Le dije que no se porque Ella dijo ques para acerme un
futuro. Le dije que es un futuro, qué forma tiene? Mamá dijo: No se Julia, nadie puede saver como es tu futuro. No te preocupes
por que ya lo verás. Entonses se puso a yorar y dijo Julia te quiero mucho.
Mamá dice que todos tienen que trabajar para que los chicos nos agamos el mejor futuro posible del mundo.
Señorita, podemos empesar a acerme un futuro? Puede tratar de acerlo lindo para Mamá y para mi?
La quiero mucho.
Cariños.
Julia
Creado por Frank Trujillo Copyright 1990, ProTeach Publications. Todos los derechos reservados.
(800) 233-3541
Ahora me quiero
Sentí un gran alivio cuando empecé a comprender que un chico necesita algo más que una materia. Conozco la matemática y
la enseño bien. Antes pensaba que era todo lo que necesitaba. Ahora que enseño a chicos, acepto el hecho de que, con
algunos de ellos, sólo puedo tener un éxito parcial. Ahora que no tengo por qué saber todas las respuestas, me da la impresión de
que tengo más respuestas que cuando trataba de ser el experto. El chiquito que realmente me hizo entender esto fue Eddie. Un
día le pregunté por qué creía que le iba mucho mejor que el año anterior. Le dio significado a mi nuevo rumbo. “Es que, estando
con usted, ahora me quiero”, dijo.
Helen P. Mrosla
Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del universo, un momento que nunca volverá...
¿Y qué les enseñamos a nuestros hijos? Les enseñamos
que dos más dos es cuatro y que París es la capital de
Francia.
¿Cuándo vamos a enseñarles también lo que son?
Deberíamos decirles: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla. Eres único. En todos los años que han pasado, nunca hubo otro
niño como tú. Tus piernas, tus brazos, tus dedos hábiles, la forma en que te mueves.
Puedes llegar a ser un Shakespeare, un Miguel Ángel, un Beethoven. Tienes capacidad para todo. Sí, eres una maravilla. Y cuando
crezcas, ¿podrás lastimar a alguien que es, como tú, una maravilla?
Debes trabajar –todos debemos trabajar- para que el mundo sea digo de sus hijos.
Pablo Casals
Aprendemos haciendo
No hace muchos años empecé a tocar el violoncelo. La mayoría de la gente diría que lo que estoy haciendo es “aprender a tocar”
el violoncelo. Pero estas palabras traen a nuestras mentes la extraña idea de que existen dos procesos distintos: (1) aprender
a tocar el violoncelo; y (2) tocar el violoncelo. Suponen que haré lo primero hasta completarlo y en ese punto dejaré el primer
proceso para empezar el segundo. En suma, seguiré “aprendiendo a tocar” hasta que haya “aprendido a tocar” y después
empezaré a tocar. Por supuesto, esto es absurdo. No hay dos procesos sino
uno. Aprendemos a hacer algo haciéndolo. No hay otra manera.
John Holt
La mano
Un editorial de un día de Acción de Gracias en el diario contaba la historia de una maestra de escuela que le había pedido a sus
alumnos de primer grado que dibujaran algo por lo cual estuvieran agradecidos. Pensó que esos chicos de vecindarios
pobres en realidad no tenían demasiadas cosas que agradecer. Sabía que la mayoría de ellos dibujarían pollos al horno o mesas
con comida. La maestra se quedó helada con el dibujo que le entregó Douglas... una simple mano dibujada en forma infantil.
Pero, ¿la mano de quién? La clase quedó cautivada
por la imagen abstracta. “Creo que debe ser la mano de
Dios que nos trae comida”, dijo un chico. “Un granjero
–dijo otro- porque cría pollos”. Por último, mientras los
demás estaban trabajando, la maestra se inclinó sobre el banco de Douglas y le preguntó de quién era esa mano. “Es su mano,
señorita”, farfulló.
Se acordó entonces de que muchas veces, a la hora del recreo, había llevado a Douglas, un niño delgaducho y
desamparado, de la mano. Muchas veces
lo hacía con los niños. Pero para Douglas significaba tanto. Tal vez había expresado el agradecimiento de todos, no por las cosas
materiales que recibimos sino por la posibilidad, por pequeña que sea, de dar a los demás.
Fuente desconocida
El niño
Había una vez un niño que iba al colegio. Era un niño muy pequeño.
Y la escuela era muy grande. Pero cuando el niño
vio que podía entrar en su aula
directamente desde la puerta principal se sintió feliz,
y la escuela ya no le pareció tan grande.
Una mañana,
cuando el niño llevaba ya un tiempo en el colegio,
la maestra dijo:
-Hoy vamos a hacer un dibujo. “¡Qué bueno!”, pensó el niño. Le gustaba hacer dibujos. Podía dibujar de todo:
leones y tigres, pollos y vacas, trenes y barcos.
Y sacó su caja de crayones
y empezó a dibujar.
Otro día,
cuando el niño había abierto la puerta de la clase, él solito,
la maestra dijo,
-Hoy vamos a hacer algo con plastilina.
-“¡Qué bien!” –pensó el niño.
Le gustaba la plastilina.
Podía hacer de todo con plastilina: víboras y muñecos de nieve, elefantes y ratones,
autos y camiones...
Y empezó a apretar y tironear su bola de plastilina.
Pero la maestra dijo,
-¡Esperen! ¡No empiecen todavía!
y esperó hasta que todos estuviesen listos.
Tenía que subir unas escaleras muy altas y caminar por un corredor
hasta llegar a su aula.
Y el primer día
que asistió a clase, la maestra dijo:
-Hoy vamos a hacer un dibujo.
Le gustaba su nueva escuela, pese a que no tenía una puerta directa desde afuera.
Helen E. Buckley
Soy maestro
Soy Maestro.
Nací en el primer momento en que surgió una
pregunta en la boca de un niño.
He sido muchas personas en muchos lugares.
Soy Sócrates que incita a los jóvenes de Atenas a
descubrir nuevas ideas a través de sus preguntas.
Soy Anne Sullivan que transmite los secretos del universo a la mano extendida de Helen Keller.
Soy Esopo y Hans Christian Andersen que revelan la verdad a través de innumerables cuentos.
Soy Marva Collins que lucha por el derecho de todos los niños a la educación.
Los nombres de quienes ejercieron mi profesión suenan como un teatro de la fama para la humanidad: Buda, Confucio, Ralph
Waldo Emerson, Mahatma Gandhi, Moisés y Jesús.
Yo soy también de aquellos cuyos nombres y caras
han sido olvidados hace mucho pero cuyas lecciones y cuyo carácter siempre serán recordados en los logros de sus alumnos.
He llorado de alegría en los casamientos de ex alumnos, he reído con júbilo por el nacimiento de sus hijos y he estado de pie,
dolorido y confundido, con la cabeza inclinada junto a tumbas cavadas demasiado pronto para cuerpos demasiado jóvenes.
En el transcurso de un día me han llamado para ser
actor, amigo, enfermera y médico, entrenador, buscador de artículos perdidos, prestamista, taxista, psicólogo, padre adoptivo,
vendedor, político y misionero.
Pese a los mapas, cuadros, fórmulas, verbos, historias y libros, no he tenido nada que enseñar, pues mis alumnos se tienen a sí
mismos para aprender y sé lo difícil que es llegar a saber quiénes somos.
Soy una paradoja. Cuanto más escucho, más fuerte
hablo. Mis mayores dones se encuentran en lo que estoy dispuesto a recibir agradecido de mis alumnos.
La riqueza material no es una de mis metas, pero soy un permanente buscador de tesoros en mi ansia de encontrar nuevas
oportunidades para que mis alumnos usen sus talentos y en mi constante búsqueda de esos talentos que a veces están sepultados
en el derrotismo.
Soy el más afortunado de todos los trabajadores.
Un médico puede traer vida al mundo en un momento
mágico. Yo puedo ver renacer esa vida todos los días con nuevas preguntas, ideas y amistades.
Un arquitecto sabe que, si construye con esmero, su
edificio puede mantenerse durante siglos. Un maestro sabe que si construye con amor y verdad, lo que construye durará para
siempre.
Soy un guerrero que batalla todos los días contra la presión de los pares, la negatividad, el miedo, la conformidad, el prejuicio, la
ignorancia y la apatía. Pero tengo grandes aliados: la inteligencia, la curiosidad, el apoyo paterno, la individualidad, la
creatividad, la fe, el amor, y la risa que agitan mi bandera con resistencia indómita.
Y a quién debo agradecer esta vida magnífica que tengo la fortuna de vivir, sino a ustedes, el público, los padres. Pues me han
hecho el gran honor de confiarme su mayor contribución a la eternidad, sus hijos.
Y es así como tengo un pasado lleno de recuerdos.
Tengo un presente exigente, aventurero y divertido porque puedo pasar mis días con el futuro.
Soy maestro... y todos los días se lo agradezco a
Dios.
John W. Schlatter