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Curso: 6°
Materia: Arte
Docente: Gonzalo Gomez
Año: 2020
Respuesta:
Adivinando el pensamiento
Esta historia, narra el camino de una abuela y su nieta desde que son chiquitas, se van dando
cuenta que al crecer las cosas cambian, las personas ya no están y que siempre aprendemos de lo
menos inesperado. Un juego de hace año se convierte en una lección de vida para ellas, es una
forma diferente que tienen de ver la vida y de crear nuevas experiencias, mientras su ángel las
cuida…
Personajes:
El reloj del gran comedor parecía tener vida propia. Se lleva bien con el tiempo, gracias a él podía
hacerse notar, dar sus notas tocar su música para que así debes en cuando pueda permitirse poner
nervioso a algún que otro ser humano. Las horas a las que más conseguía ser observado y
atendido eran las mañanas. Su deber era el de ser el malo de la mañana, el gallo hablador.
Nany y nita, se encontraban sentadas en los sofás individuales. En el centro de ellas, había una
mesa con un ropaje verde y un cristal con forma de circunferencia perfecto. En ella, las dos
apoyaban sus cartas. Tan sólo jugaban adivinar el número que tendré la una a la otra.l
– Nita: Cuándo era aún más niña, jugábamos a algo parecido, ¿no Nany?
– Nita: Sí, recuerdo que tendría por lo menos tan sólo como unos cinco años. Papá y mamá se
habían peleado aquel día, por eso le pedí a mamá que si podía quedarme contigo. Esa noche, me
diste un vaso de leche con cacao y más tarde me dijiste que era la hora de dormir, pero no era
muy cierto.
– Nita: No, para nada. Cuándo nos pusimos el pijama y tú me hiciste dos trenzas porque decías que
así mi pelo no se enredaría con tanto movimiento, las dos nos acostamos en tu cama. Me dejaste
dormir contigo porque yo te lo pedí. Y entonces, no dormimos precisamente. No, porque recuerdo
que las dos primero estábamos mirando hacia el techo. En el techo no conseguíamos poder ver
absolutamente nada, y entonces… yo te hablé de esas luces que podemos ver a pesar de estar
todo oscuro.
– Nany: Oh sí, ya lo recuerdo… . Y te enseñé ese juego de adivinar las formas que dibujábamos en
nuestra mente.
– Nany: ¿Qué es la experiencia sino una práctica de estar viviendo tu vida diaria? La vida no es
nada más que una prueba para todos, un colegio con unas normas que no todo el mundo
comprendemos. Algunas personas sin más, sentimos que no encajamos con todas esas normas
que nos convierten en algo que nunca deseamos ni siquiera de niños. Lo que ocurre es que,
aunque no queramos aceptar y acatar las reglas que nos imponen, existe un deber para la persona
que va en contra de la personalidad de cada uno… va en contra de la libertad de intuición que
hayamos desarrollado y que, nos gustaría no cambiar por mucho que el tiempo llegase a pasar.
Nita se quedó mirando el reloj de marrón. Su aguja musical, continuaba el recorrido, su recorrido,
su vida. Nos acompañaba como si tuviese también sus normas. Pero, ¿y si un día decidiese parar y
hacer que llegásemos tarde al trabajo? Sólo sería eso, llegaríamos tarde a un deber, pero…
¿nuestro deber no es la vida? ¿El reloj no estaría dándonos un regalo sólo por decidir descansar o
hacerse el despistado?
Son las 00:30. Resulta ser una hora mucho más tardía a la que Nita y Nany acostumbraban a
dormirse.
– Nita: Me gusta muchísimo cómo reflexionas abuela. Ojalá hubiesen más personas como tú.
Posiblemente así el mundo dejaría de estar tan agobiado cuándo camina por la vida. Ni siquiera
parece que sepamos coger aire con nuestros pulmones como es debido. Hoy en día, respirar es
algo que también nos tienen que recordar e incluso enseñar. ¿Cómo es posible que hayamos
podido evolucionar tanto y a la misma vez desaprendamos una regla tan básica para nuestros
cuerpo? Olvidamos lo más esencial para que nuestro cuerpo pueda sentirse en paz, para que
nuestras células se sientan bien consigo mismas.
Nita se levanta del sofá. Dirige sus pasos a una estantería de madera que hizo su abuelo antes de
que ella naciese. En grande, y en un lateral, existían dos iniciales grabadas; N y P. La N de Nancy y
la P de Paco, su abuelo. Siempre le pareció un romántico. Después más abajo había una flechita
mal hecha y ponía su nombre »Nati», con letra de prescolar. Lo escribió Nati cuándo tendría por lo
menos unos tres años. Lo único que es capaz de recordar es que ese día acababa de aprender a
escribir su nombre y estaba emocionada porque, su abuelo Paco le había prometido que si
aprendía a escribir bien sus letras, entonces podría pertenecer a la madera de sauce que
soportaba el peso de muchas mentes que cuentan historias. La idea le encantó tanto, que se
esforzó toda una noche en la práctica de su escritura con la ayuda de Nany, por supuesto.
Inevitablemente Nita no pudo evitar esbozar una sonrisa llena de ternura. Sin casi darse cuenta, se
descubrió rozando uno a uno los lomos de aquellas historias en las que según su abuelo aquel día,
ahora ella formaba parte.
– Nita: ¿Tienes sueño abuela?
– Nita: ¿Te gustaría que durmiese contigo esta noche? Después de todo el abuelo ya no está y… .
– Nany: Tranquila, sí que está con nosotras. Lo estará. Cuándo nos acostemos en la cama, lo más
posible es que esté escuchando desde el otro lado todas las historias que nos contemos y
también… ¿por qué no jugamos a adivinar figuras?
– Nita: Podríamos… ¿crees que el abuelo desde el otro lado sabrá adivinar las formas que estoy
pensando?
– Nany: Y no sólo eso, cariño. Y no sólo eso. Lo más seguro es que sea él quien influencie esas
figuras en tu mente, o puede que esta noche te haga soñar con él para decirte lo mucho que te
quiere, lo presente que está, y estará contigo cada noche… .