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TRAS LA VIRTUD

ALASDAIR MACINTYRE

Alejandra Sofía Cogollo Hernández

Felipe Morales

Ética

Licenciatura en ciencias sociales

Facultas de educación y ciencias humanas

Universidad de Córdoba

2023
En la contemporaneidad las discusiones morales han presentado un desafío inacabable en lo
que supone la construcción de un discurso moral, debido a que en realidad no tenemos un
consenso real sobre la moral, como si lo llegaron a tener en otras épocas, como en la
antigua con la moral aristotélica; no tenemos más que fragmentos de un esquema
conceptual que suele derivarse de una serie de subjetividades que chocan entre sí, premisas
sostenidas con conceptos normativos y evaluativos completamente diferentes al resto. Esto
en sí mismo, es lo que nuestro autor nombraría estridencia, la reducción de discusiones que
se fundamentan en afirmar y contra afirmar. No hay un acuerdo social sobre lo que es
bueno o malo, sobre dichos conceptos no se ha concertado ninguna posición, debido a la
falta de conceptualización al momento de distinguir el bien el mal sin salir de las
emociones individuales.

En este sentido, el emotivismo es la teoría filosófica que exige una respuesta a tal desafío,
esta teoría no es más que una doctrina que señala que los juicios morales son expresiones
de preferencia, actitudes o sentimientos en la medida que estos sean poseedores de un
carácter moral o valorativo. Esto supondría que los juicios morales no son ni verdaderos ni
falsos porque, por el contrario de los juicios facticos, estos no se acogen a una creencia
universal ni a los hechos en sí mismos. En forma de ejemplo, si nosotros quisiésemos
debatir sobre la eutanasia, si aquello es bueno o no, nuestra premisa no estaría guiada por
creencias o valores aceptados o acordados en sociedad, si no, que únicamente nos
guiaríamos por una moral compuesta de subjetividades que se sedimentarían en la
percepción individual de quien así lo concibe, es decir, aquello se reduciría a “para mí, la
eutanasia está bien porque así mismo lo creo”.

Tal que, cuando expresáramos en forma de acuerdo que algo es bueno no estaríamos más
que dando nuestra aprobación a dicha percepción y así mismo invitando a quien esté
discutiendo sobre ello a replicar nuestra forma de pensar, porque empero, así lo queremos,
según lo que contempla el emotivismo. De esta manera, este busca la equivalencia de la
expresión sostenida por la actitud de aquel que la expresa, el emotivismo pretende ser una
teoría sobre el significado de las proposiciones, esto puede ser contraproducente según
Macintyre, porque el expresar sentimientos o actitudes es una característica no del
significado de las proposiciones si no de su uso en discusiones particulares, ya que
realmente no siempre lo que se expresa es lo que se siente o piensa y cuando se expresan
sentimientos no necesariamente eso cambia su significado, es decir, si un docente con
molestia regaña a su estudiante por cometer un error, por ejemplo, que exprese “¡Agusto
Comte fue quien teorizó sobre los tres estados!” aunque este demuestre disgusto y por
tanto su actitud, esto no tiene por qué cambiar el significado de la proposición.

En conclusión, el emotivismo no ha hecho más que extender el problema actual, porque al


final sigue respondiendo a emotividades y subjetividades individuales, sin extrapolarse a lo
colectivo, esta cuestión está por lejos de generar un concepto universal de lo bueno y lo
malo y por tanto de un orden moral. Posteriormente el autor expresa que la doctrina
emotivista proviene de la ilustración porque esta apela a lo individual y a regirnos por
moralidades subjetivas. A pesar del intento de construir una noción sobre las normas
morales en la actualidad es muy complicado teniendo en cuenta el mal lenguaje del debate,
la subjetividad de las premisas y la estridencia de estas y aunque todo aquello se lograse,
apelar a un constructo moral sin juicios morales y valorativos, no serviría de nada, además
de que está debe reproducirse desde la colectividad.
Bibliografía
MACINTYRE, A. (2001). TRAS LAS VIRTUD.

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