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Actos Consumados.

Notas acerca del consumo, las adicciones y el tratamiento psicoanalítico.1


Pablo A Dragotto
Asociación Psicoanalítica de Córdoba.

“Incluso cuando goza de precisión, la estadística no puede extraer de un problema más


que cifras. Ni siquiera roza el problema en su estrato profundo: permanece, en el sentido
literal de la palabra, como objeto de controversia. Esto es particularmente valido para
ámbitos que lindan con la psique, así como para todo comportamiento, incluido el animal,
y en no menor medida para nuestro tema: drogas y ebriedad.

Ernst Jünger.

En el campo clínico en salud mental, cada época nos confronta con nuevos retos: problemáticas de

los sujetos, los grupos y las comunidades que desafían las construcciones teóricas y los abordajes

terapéuticos. En nuestros días y en los ámbitos clínicos públicos y privados, se multiplican las

demandas de asistencia caracterizadas por la impulsividad, las actuaciones y el desborde pulsional.

Demandas ante las cuales los dispositivos clásicos de la psicoterapia se exigen y en muchas

ocasiones no logran contener lo que suele presentarse como una serie de actos desencadenados de

una trama simbólica susceptible de ser analizada en el setting del consultorio. Asimismo, se observa

una tendencia a la fragilización y tensión de los vínculos familiares, sociales, y grupales que

sostienen a los sujetos en el entramado social. Esto incide negativamente en sus posibilidades de

tolerar los tiempos y exigencias de un tratamiento psicoanalítico. La irrupción de la problemática

relacionada con los consumos en general y los consumos de sustancias psicoactivas en particular es

un elemento constatable en la clínica, aun cuando dicha temática no se manifieste como motivo de

consulta. Los problemas asociados al consumo de sustancias psicoactivas han dejado de ser un

asunto de especialistas en virtud de su innegable presencia en la vida cotidiana, en todos los ámbitos

sociales y con innumerables consecuencias para las personas, los grupos y las comunidades. Con el

paso de las décadas los enfoques técnicos, teóricos y terapéuticos en relación a los consumos

problemáticos han variado, sin que las nuevas concepciones y dispositivos hayan suplantado a los
1
Publicado en Revista Docta n°16, Asociación Psicoanalítica de Córdoba, Agosto de 2022
más antiguos, sino que se observa en los discursos sociales, mediáticos y académicos la coexistencia

de modelos y concepciones antiguas con las más recientes. En términos muy esquemáticos podemos

decir que, de una concepción de las adicciones como un problema moral y legal predominante hasta

la década del 50 del siglo XX, pudo pasarse primero a conceptualizar estos problemas como una

enfermedad (años 50 en adelante) como un problema psicosocial (años 60 en adelante) y actualmente

como una problemática que es multidimensional, compleja y plurideterminada. En consonancia con

esa mirada, los abordajes recomendados internacionalmente (OMS, OPS, CICAD/OEA) y a nivel

nacional (Sedronar) se guían por principios rectores que implican abordar los consumos

problemáticos como un asunto de salud pública, entendida en su vertiente más social: inclusión

social, no estigmatización, enfoque de derechos humanos, perspectiva de género, generación de

dispositivos que garanticen la accesibilidad y que se adecuen a la realidad de los sujetos en sus

contextos.

El psicoanálisis ha sido un testigo privilegiado en la historia de las adicciones y los consumos

problemáticos: nacido a finales del siglo XIX ha compartido época con las distintas epidemias de

consumos de sustancias: el opio de la belle epoque, el alcohol a lo largo del siglo, las drogas

alucinógenas a partir de los 60, la cocaína a partir de los ´80, las drogas de diseño a partir de los

’90… El posicionamiento del psicoanálisis y de los psicoanalistas (salvo excepciones) ha sido mas

bien prescindente, predominando la idea de considerar a las personas con adicciones como

“inanalizables”, ignominioso rotulo que justificaba el desentenderse de esta problemática cediéndola

a abordajes conductuales, reeducativos y a la desintoxicación médica. Todo ello, luego de unos

inicios en los que se intentó tratar las adicciones como un síntoma neurótico que cedería al analizarse

sus causas inconscientes. Dicho enfoque fracasó estrepitosamente (al igual que la medicina y la

psiquiatría clásica) empujando a las personas y grupos afectados a desarrollar sus propias

herramientas terapéuticas (V.G. Alcoholicos Anonimos, Synanon, comunidades terapéuticas, etc.).

Algunos autores psicoanalíticos clásicos propusieron modelos explicativos y sugerencias técnicas


para el tratamiento de personas con adicciones (Rado, Ferenczy, Glover, Sachs, Fenichel, Rosenfeld,

entre otros). En tiempos recientes los aportes de Silvie Le Poulichet, Joyce McDougall, Massimo

Recalcati así como autores locales tales como H. Lopez, D. Maldavsky, A. Donghi, F. Geberovich, y

los autores agrupados en Toxicomanias y Alcoholismo (Sinatra, Tarrab, Silliti, Salamone) plantean

escenarios diferentes que dan cuenta de la época: no se trata de hacer encajar a las personas con

adicciones en el setting y las reglas de un análisis clásico, sino de supeditar el dispositivo para alojar

a cada consultante y trabajar la exigua o inexistente demanda donde esta asome, a fin de propiciar un

análisis posible.

Consumos y salud: ¿asunto público o privado?

Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden
y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a
Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados.
Art. 19 Constitución de la Nación Argentina

Las penas son de nosotros,


Las vaquitas son ajenas.
Atahualpa Yupanqui. “El arriero”

El consumo de sustancias psicoactivas crece de manera constante en nuestro país, en la región y en

todo occidente. Estudios recientes, muestran importantes aumentos del consumo de alcohol en

adolescentes, también ha crecido el consumo de marihuana a edades cada vez más tempranas y el

uso de metanfetaminas. Durante la pandemia, en particular durante los periodos de aislamiento

social, el incremento del consumo de sustancias se observó especialmente en la población adulta

(alcohol y psicofármacos) (Observatorio Argentino de Drogas, Sedronar.) (European Monitoring

Centre for Drugs and Drug Addiction, 2021) (UNODC).

Comparto ahora una anécdota personal, que me sirve para introducir el tema de este apartado: Hace

unos días organizamos un asado en casa para un grupo de amigos. Una de las parejas llegó tarde a la

reunión. Al entrar, no ocultaban su fastidio. En particular nuestro amigo estaba furioso porque había
sido frenado por un control de la policía municipal quienes procedieron a pedirle que soplara en el

alcoholímetro. El control le dio positivo porque había tomado un vaso de cerveza antes de salir de su

casa. Con los recientes cambios en la legislación, lo que antes no hubiera sido causal de multa

(alcoholemia de 0,20 g de por litro de sangre) en esta oportunidad tuvo como consecuencia que le

labraran una multa y que no pudiera seguir conduciendo. Mi amigo, furioso como ya dije, narraba

sus intentos por evitar el control, insultaba a los agentes y criticaba a viva voz otras medidas de

restricción al consumo de alcohol de reciente implementación. Decía “¡¡¿y por qué me tiene que

cuidar el Estado a mi si no quiero?!!, si yo quiero tomar en la calle, o hasta la hora que quiera y la

cantidad que quiera ¿Por qué me lo impide el Estado, si yo no pedí que me cuide?”

Existe una tensión entre salud pública y psicoanálisis. Entre poblaciones y sujeto. Entre la ética del

bien común y ética del psicoanálisis. Los consumos problemáticos, los problemas con el consumo de

drogas, ¿son un asunto de salud pública o de la vida privada de cada sujeto? ¿son un asunto de

seguridad? ¿Debemos guiarnos por la epidemiologia o por la lógica del caso por caso? Sin dudas que

la tarea y las herramientas del psicoanalista son diferentes de las de quien diseña políticas públicas y

la pandemia del covid-19 ha presentificado en cada persona y en cada familia estas preguntas que

hasta hace poco tiempo se discutían en ámbitos académicos. (Dragotto, Mesa de textos sobre

psicoanálisis y pandemia, 2020)

Las preguntas planteadas son, quizás, un poco tramposas. Si las pensamos unos minutos nos daremos

cuenta que muchas de esas dicotomías son falsas opciones, no necesariamente excluyentes unas de

otras. Pueden pensarse de manera complementaria. Pero habrán notado que cuando se discute acerca

del alcohol el tabaco y las drogas, las posiciones suelen tensarse a los extremos y los debates se

empobrecen o se anulan con la rápida aparición de chistes cargadas o enojos que zanjan la discusión.

Un psicoanalista no dejaría pasar esas reacciones sin pensar que puede haber de encubierto por ellas.

Parte de la falacia de las preguntas planteadas más arriba, se debe a que omiten opciones y actores

mayores del drama cotidiano de los consumos problemáticos, como los dealers y sus proveedores y
fabricantes. En Argentina utilizamos la palabra inglesa dealer para referirnos a la persona que vende

alguna droga ilegal al eventual consumidor. Ese personaje denostado por la prensa, pero que suele

ser un experto en técnicas de venta, promoción, fidelización de clientes y que no pocas veces

mantiene un vínculo muy complejo con sus clientes. Dealer, en los países de habla inglesa, es un

vendedor, de cualquier cosa, no solo de drogas ilegales. En Argentina, como lo han demostrado

numerosos autores, la pauta y la modalidad de consumo de alcohol se ha modificado

espectacularmente en el lapso de veinte años, pasando de una modalidad más ligada a la cultura

mediterránea (Miguez, 2002) es decir: tolerancia social hacia el consumo, con rechazo a la

embriaguez, consumo de alcohol iniciado en el ámbito familiar y regulado por este, acompañando las

comidas y las celebraciones, ha pasado a una pauta y modalidad más característica de la cultura

anglosajona (consumo de bebidas destiladas, con búsqueda de embriaguez, en grupo o en soledad,) y

con aparición y consolidación de la modalidad de Binge Drinking (consumo episódico intensivo de

alcohol). Esta última es una tendencia mundial, particularmente entre la población juvenil. Este

cambio de modalidad no ha sido un fenómeno de contagio histérico, ni una epidemia infecciosa. Es

el resultado de una política comercial agresiva y exitosa, minuciosamente planificada y llevada a

cabo por la industria de producción de bebidas alcohólicas, en particular de cerveza. Ya en los años

90 declaraban con desparpajo que su target publicitario eran los adolescentes de 15 años. ¿Quién no

recuerda las publicidades de cerveza, magníficamente realizadas? Que últimamente han dejado la

metáfora de “el sabor del encuentro” para pasar a un descarnado y prosaico “la joda no es joda” o

“un toque de joda es importante” (Lab, s.f.).

En su artículo “Cartografias del consumo de sustancias en las adolescencias contemporáneas”

Cardozo (2017) traza un recorrido de los adolescentes de nuestros días y de sus estrategias subjetivas

en el marco social del hiperconsumo actual. “El consumo se presenta en la actualidad como una de

las características fundamentales del ocio y del tiempo libre; es el hábito social más difundido (…)

deviene no pocas veces en consumo compulsivo en los adolescentes.” Citando a Han, postula que
vivimos tiempos en los que el amor perece; todo se convierte en consumo incluso el vínculo con el

otro. El uso de sustancias viene a llenar el desamparo y el vacío producto del abandono de los

antiguos lazos con los objetos primarios de amor. Destaca que las prácticas de consumo en la

adolescencia se articulan a las muchas y variadas formas de ser adolescente hoy, atendiendo a las

diferencias y desigualdades de clase, género y etnia en un contexto espacial e históricamente situado.

Sin patologizar el consumo ni a los adolescentes sostiene (y comparto) “lo que no puede eludirse es

que, ya sean conductas del orden de la exploración o conductas que adquieren el carácter de

actings, encierran un llamado al Otro y deben ser escuchadas”.

En una jornada organizada por APC tiempo atrás, una colega2 presentaba la viñeta de Anni:

Anni tiene 15 años. Comienza tratamiento 1 año atrás. Toma mucho alcohol en sus salidas y se

“come” varios chicos por noche. En medio de un intento de relación seria con un chico dos años

mayor, y cuando la posibilidad de relación sexual se acrecienta, Anni se escapa de esa relación en

una salida con amigos y tiene una noche más descontrolada que las anteriores.

Al día siguiente le escribe a su analista “Una de las tantas cosas que me advertiste en todo este

tiempo me pasó. Necesito verte lo antes posible. Todo mal”

En esa salida toman excesivamente tragos de tequila en un boliche para mayores. Se “come” cerca

de 12 chicos, poniéndole la cara a cada uno que se le acercaba: Siguen tomando tequila hasta el

amanecer. Se van a un after, a un departamento luego del boliche. 10 chicos y 10 chicas. Siguen

bebiendo tragos. Ella comienza a tambalear y sentirse muy mal. Su amiga se va a una habitación

con un chico, el resto de las chicas se van. Los chicos que quedan le proponen sexo grupal. Ella se

ríe. Un chico más grande la retira de allí le da más bebida, ella acepta. Ella se cae… se van a la

terraza y su amiga comienza a buscarla. No la encuentra, se desespera ya que sabía en el estado

que estaba su amiga, rayando la inconciencia. La encuentra en la terraza desmayada, con el joven

encima y ella sin su short ni ropa interior. La despierta, ella no sabe lo que sucedió

2
Agradezco a Alejandra Giraldez y Marcela Giomi haber facilitado esta viñeta clínica.
fehacientemente… se viste, los chicos se retiran ante los insultos de su amiga, toman un taxi… Anni

sigue durmiendo en el viaje…

Lo que se evidencia es el borramiento del Otro parental. Precisamente ese Otro al cual están

destinadas muchas de estas actuaciones. Los adultos nos apartamos, no queremos ver ni escuchar, ni

ser adultos. Lo vemos en la historia de Anni, en su raid nocturno por escenarios llenos de chicos y

chicas y sin adultos a la vista, de pulsiones desatadas a tal punto que el sujeto Anni desaparece, lo

que aparecen son bocas, miembros, sexos, tragos, hasta el dormir final sin conciencia.

La abdicación del Otro parental en su función de mirada, de escucha, de orientación, o simplemente

de referencia de la cual alejarse o esconderse, deja el espacio nocturno a los jóvenes, pero no ya

como un campo de juego, un escenario de travesuras y experimentación, sino como un campo de

batalla arrasado donde no hay otras reglas que las del consumo a mas no poder. La abdicación

paterna (por desentenderse, por no saber qué hacer o por sumarse y ser un adolescente mas) no hace

más que tensar al extremo tanto las conductas que los adolescentes deben realizar para diferenciarse

como para ser vistos y escuchados. En la historia de Anni hay un Otro encarnado en la persona del

analista, que funciona como referencia apres-coup, “me lo advertiste y pasó. Y ahora te lo cuento y

podemos hablar de lo que sucedió.” De nuevo, historias que cuando pueden escucharse no son tan

distintas a las de tantos adolescentes a lo largo del tiempo. Lo que ha cambiado y mucho es el

escenario de consumo desenfrenado, la incitación al consumo, la disponibilidad de las sustancias. El

trabajo del analista es uno a uno, caso por caso, pero para poder alojar la singularidad de cada sujeto

y que la locura de cada cual pueda desplegarse en el consultorio, es necesario cierto ordenamiento

externo y hay algo de eso que estamos extrañando. Y no me refiero al encuadre, sino a que el analista

puede trabajar mejor si sabe que cuenta con opciones afuera que contengan, padres con cierta

disponibilidad mínima, escuela que contenga, opciones de derivación o de consulta si la situación lo

amerita: desde dispositivos de internación a acompañantes terapéuticos, etc.


El Otro social, el Estado, tiene que estar presente para enmarcar las actuaciones adolescentes (mal

que le pese a mi amigo de la anécdota inicial). Las estrategias preventivas recientes (Sedronar)

intentan posicionarse desde el paradigma de la complejidad, abandonando enfoques reduccionistas

que imperaron otrora, y desarrollando estrategias complementarias que pueden definirse en términos

de prevención en un sentido amplio, accesibilidad de dispositivos de tratamiento y reducción de

daños.

Los y las psicoanalistas… ¿Tratamos lo suficiente?

Apoyándonos en la cita de Jünger que obra como epígrafe de este texto, diremos que las

explicaciones estadísticas y fisiológicas sirven poco al sujeto que consume drogas e intenta disminuir

o abandonar dicho consumo. Es otro idioma. Si el psiquiatra o el psicoterapeuta se limita a describir

numéricamente, explicar las modificaciones en los neuroreceptores, (como es frecuente), a dar un

consejo o una orden… poco logrará. Porque está hablando en otro idioma y le está hablando al yo. Si

no nos aventuramos en comprender la experiencia singular de ese sujeto en relación a la droga, la

ebriedad, la resaca, sus efectos, su subjetividad, es muy posible que seamos rápidamente desechados.

En la mayoría de las consultas por adicciones no podemos afirmar que nos encontremos con un

paciente, en el sentido psicoanalítico de este término: un sujeto que demanda a alguien a quien le

supone un saber acerca de su síntoma. El pedido de tratamiento suele ser planteado por familiares

o allegados del adicto. Y cuando al adicto consulta lo que demanda con urgencia suele ser una

solución inmediata, demanda que se sostiene por breves períodos (lo que algunos llaman “tocar

fondo”), pequeñas ventanas situadas entre largos períodos de consumo incuestionado. (Dragotto,

Adicciones, 2012)

Al respecto dice Héctor López (p.139):

“La dificultad para el establecimiento de la transferencia, se funda precisamente en la convicción del


sujeto adicto a que el analista nada sabe de la experiencia de la droga que él si conoce, y por lo tanto
¿cómo reconocer al Sujeto Supuesto Saber en el analista si el que sabe de ese goce es él? Si el analista
avala esta falacia suponiéndole al adicto una experiencia particular de goce, pone en juego su propia
resistencia como obstáculo a la transferencia.” (López, 2003)
El recurso a la droga proporciona una satisfacción directa que opera en lo real del cuerpo

haciendo un cortocircuito que evita o saltea pasar por la demanda al/del Otro y, por lo tanto, deja

fuera de juego, momentáneamente, a la palabra como recurso. Ese goce a través de la droga puede

tener características extásicas inicialmente, pero luego, en el derrotero de la adicción, casi

invariablemente se perpetúa en su función anestésica y diluyente de una dolorosa conciencia de sí. Y

no solo para evitar el padecimiento ligado a la abstinencia de drogas, señuelo que es necesario

atender ya que no pocas veces pone en riesgo la vida misma de la persona, sino precisamente para

evitar el encontrarse cara a cara con el dolor de los traumas no elaborados, el terror a una vida en la

que las satisfacciones son consecuencia de un trabajo que debe pasar por el rodeo del proceso

secundario y de la demanda de amor, la angustia de constatar el vacío existencial y vincular, el

desamparo de la insuficiencia de recursos… Precisamente esa constatación es la que la persona con

adicción intenta evitar.

¿Para qué quiero un a.t. yo? ¿Qué me puede enseñar un acompañante a mí? ¿Sabes qué? Yo le

puedo enseñar un par de cosas… de la droga, de la noche… ¿Qué me va a decir? ¿Vos crees que me

voy a drogar menos por tener un acompañante? Esto me decía vehementemente Isidro, un hombre

de 45 años que consultó por su adicción a la cocaína. Era la primera entrevista y yo no había

sugerido incluir acompañamiento terapéutico; quizás traía esa idea del terapeuta anterior, o de alguna

búsqueda previa en internet. Con actitud desconfiada y casi desafiante decía que pidió el turno

porque había recaído después de varios meses sin consumir. Pero que no sabía muy bien para que

había pedido el turno, si él sabe lo que tiene que hacer. Después de hablar con verborragia durante 20

minutos empezó a demandar respuestas, consejos, recetas indicaciones… Una presentación que

cualquiera que trabaje en tratamiento de personas con adicciones encontrará familiar. Esa demanda

de algo que funcione rápido y que solucione un problema que lleva décadas de desarrollo. Una

indicación que funcione como otra droga. Otra droga que me cure de esta que me gusta tanto pero
me hace mal. Esa dificultad para posicionarse desde un lugar de falta, o de necesidad, y dirigirse a

otro al que se le suponga un saber, es característica de muchas consultas por adicciones. Y es una

dificultad frecuente para el establecimiento de una transferencia (Rutsatz P y Medeiros Kother

Macedo M, 2016) de trabajo y eventualmente, para el inicio de un tratamiento. Excepto cuando la

consulta se realiza en un momento de descalabro, cuando la persona ha “tocado fondo” y el

posicionamiento puede ser desde un lugar de ruina o despojo.

En todo caso, el inicio de un tratamiento en estos casos, suele requerir una actitud más activa del

psicoterapeuta de orientación analítica. Más activa en sus formas y comunicaciones, de lo que suele

ser en otros casos. Algo del orden de un saber concreto respecto la problemática, o del manejo

clínico, o de lo que sucede en la “vida real” en relación a los consumos debe ser puesto a la vista en

esos primeros encuentros para pasar el examen y conseguir que el consultante vuelva a una segunda

entrevista. Se podrá decir que hay una inversión de la demanda, que no hay deseo de análisis, que no

alcanza para iniciar un tratamiento… por supuesto que sí, pero si queremos trabajar en el tratamiento

de personas con adicciones tenemos que estar dispuestos a modificar nuestra técnica de acuerdo a las

características de la presentación clínica de estas personas. Eso es algo que muchos analistas han

entendido hace tiempo. Las puntuaciones teóricas de Massimo Recalcati respecto de la clínica del

vacío, como diferenciada de la clásica clínica de la falta, son una buena orientación al respecto.

(Recalcati, 2003). En sus últimos desarrollos, dicho autor propone que, desde aquella clínica del

vacío, carente de demanda, caracterizada por las impulsiones y las actuaciones, nos encontramos

ahora con variaciones a las que caracteriza como neomelancolías en las que predomina el

aislamiento, la ausencia de todo deseo y el desasimiento del lazo social. Y es entonces que propone –

toda una audacia para un lacaniano- de retomar el uso clínico de la contratransferencia, única baliza

de que algo titila en la vinculación paciente analista. En esta clínica de la ausencia de demanda, de

ausencia de deseo, de apagamiento de la pasión vital, Recalcati sugiere que si la transferencia tiene

alguna chance de tirar una línea (así como los pescadores lo hacen) no será en términos de Sujeto
Supuesto al Saber, sino de un Sujeto Supuesto al Vivir. Algo en la presencia y la disponibilidad al

lazo del lado del/la analista que como testigo y como cuerpo allí se ofrezca como testimonio de que

podría haber algo en la vida que merezca ser vivida (Recalcati, Neo-Melancolías. La seguridad como

nuevo objeto pulsional, 2020) (Recalcati, El complejo de Telémaco, 2014).

Quizás la disponibilidad del/la analista hoy, en particular hacia los jóvenes, pueda metaforizarse

mejor con la imagen de una tenue, a veces vacilante y confusa, pero insistente señal de wi-fi o

bluetooth que busca vincularse a un dispositivo, que con la antaño idealizada imagen del sabio

silencioso que, como aquella esfinge, solo devolvía una pregunta.

Córdoba, septiembre 2021


Referencias
(s.f.). Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=gD5Y9eAKUsY

Dragotto, P. (2012). Adicciones. En P. Dragotto, & M. L. Frank, Acompañantes. Conceptualizaciones y


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Dragotto, P. (marzo de 2020). Mesa de textos sobre psicoanálisis y pandemia. Obtenido de


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López, H. (2003). Las adicciones. Sus fundamentos clínicos. Buenos Aires: Editorial Lazos.

Miguez, H. A. (2002). Cambios de la alcoholizacion en Argentina. Obtenido de


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https://www.argentina.gob.ar/sedronar/investigacion-y-estadisticas/observatorio-argentino-de-
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tca=AS5fZP7SriBGrY3mT95Bzla4U82dWFcWcrLCuNgT8b8

Recalcati, M. (2003). Clínica del Vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Madrid: Editorial Sintesis.

Rutsatz P y Medeiros Kother Macedo M. (2016). DESAFÍOS Y CAMBIOS EN LA ESCUCHA PSICOANALITICA DE


LA TOXICOMANÍA. SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 20(1), 216-234.

Sedronar. (s.f.). Plan nacional de reduccion de la demanda de drogas. Obtenido de


https://www.argentina.gob.ar/sedronar/plan

UNODC. (s.f.). Obtenido de https://www.unodc.org/res/wdr2021/field/WDR21_Booklet_5.pdf


Actos Consumados.
Notas acerca del consumo, las adicciones y el tratamiento psicoanalítico.
Pablo A Dragotto
Asociación Psicoanalítica de Córdoba
Tel 54 351 5122882

e-mail: pabloadragotto@gmail.com

Licenciado en psicología por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. (1993).


Se formó en psicoterapia clínica de adicciones en la Addictions Unit del Montreal General Hospital,
Montreal Canadá (1994-1995).
Miembro Adherente de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba (Argentina).
Docente de Acompañamiento Terapéutico en la Facultad de Psicología de la UNC.
Fué Director Nacional de Prevención en Materia de Drogas (Sedronar, Argentina)
Es miembro fundador de AATRA, Asociación de Acompañantes Terapéuticos de Argentina,
institución que presidió en el período de diciembre de 2008- a junio de 2011.
Co-autor del libro “Acompañantes. Conceptualizaciones y experiencias en AT” (ed Brujas, 2012)
Palabras clave:
Adicciones / Acompañante terapéutico / Adolescencia / Salud Mental

Resumen

Se aborda la temática de las adicciones y los consumos problemáticos de sustancias psicoactivas en

un recorrido que va desde los aspectos epidemiológicos y algunos determinantes socioeconómicos

del problema, para adentrarse luego en los aspectos clínicos del tratamiento psicoanalítico de

personas afectadas por esta problemática. Se aborda en particular la cuestión del consumo en la

adolescencia y el lugar de los adultos en relación a los y las adolescentes; la tensión entre la lógica y

la ética de la salud publica, del sujeto y del psicoanálisis, asi como particularidades de la

transferencia y el lugar del analista en el tratamiento de adolescentes con consumos problemáticos.

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