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Anestésicos inhalados
Durante muchos años, el óxido nitroso ha sido conocido por su capacidad para
inducir mareo y a menudo lo inhalan personas que buscan la excitación. Se
producía por calentamiento de nitrato de amonio en presencia de limadura de
hierro. El gas producido pasaba por agua para eliminar los óxidos tóxicos del
nitrógeno antes de almacenarlo. Joseph Priestley, un clérigo y científico inglés,
preparó por primera vez el óxido nitroso en 1773; Priestley se encuentra entre
los grandes pioneros de la química. Sin entrenamiento científico formal,
preparó y examinó varios gases, incluidos el óxido nitroso, amoniaco, dióxido
de azufre, oxígeno, monóxido de carbono y dióxido de carbono. A finales del
siglo XVIII había un gran interés en Inglaterra en los supuestos efectos
saludables del agua mineral y los gases, sobre todo con respecto al tratamiento
del escorbuto, la tuberculosis y otras enfermedades. Thomas Beddoes abrió su
Instituto Neumático cerca del pequeño gimnasio de Hotwells, en la ciudad de
Bristol, para estudiar los efectos beneficiosos de los gases inhalados. Contrató
a Humphry Davy en 1798 para conducir proyectos de investigación para el
instituto. Davy realizó brillantes investigaciones de varios gases, pero enfocó
mucho su atención en el óxido nitroso. Sus resultados experimentales en
humanos, combinados con la investigación sobre las propiedades físicas del
gas, se publicaron en Nitrous Oxide, un libro de 580 páginas publicado en 1800.
Este impresionante tratado se recuerda ahora por unas cuantas observaciones
incidentales. Davy comentaba que el óxido nitroso producía alivio transitorio
de la cefalea intensa, anulaba una cefalea menor y aminoraba brevemente un
dolor dental intenso. El pasaje citado con mayor frecuencia fue una entrada
casual: “Como el óxido nitroso en esta cirugía extensa parece capaz de anular
el dolor físico, es probable que pueda usarse con provecho durante
intervenciones quirúrgicas en las que no se produce un gran derramamiento
de sangre”. Quizá esta sea la más famosa de las “oportunidades perdidas” para
descubrir la anestesia quirúrgica. El legado duradero de Davy sobre el óxido
nitroso fue la frase “gas de la risa” para describir su propiedad única.
Demostración pública de anestesia con éter
Otro habitante de Nueva Inglaterra, William Thomas Green Morton, compartió
por poco tiempo un consultorio dental con Wells en Hartford. La agenda de
Wells muestra que le dio a Morton un curso instructivo en anestesia, pero al
parecer Morton se mudó a Boston sin pagar por las lecciones. En Boston,
Morton continuó su interés en la anestesia y buscó instrucción del químico y
médico Charles T. Jackson. Después de aprender que el éter goteado sobre la
piel producía analgesia, comenzó a experimentar con éter inhalado, un agente
que resultó mucho más versátil que el óxido nitroso. Los frascos de éter líquido
eran fáciles de transportar y la volatilidad del fármaco permitía su inhalación
efectiva. Las concentraciones requeridas para la anestesia quirúrgica eran tan
bajas que los pacientes no experimentaban hipoxia cuando respiraban éter
vaporizado en el aire. También tenía lo que más tarde se reconocería como
una propiedad única entre todos los anestésicos inhalados: la calidad de
producir anestesia quirúrgica sin causar depresión respiratoria. Estas
propiedades, junto con una inducción lenta, daban al paciente un margen de
seguridad significativo, incluso en manos de anestesiólogos relativamente
inexpertos. Después de anestesiar a un perro, Morton confió en sus
habilidades y anestesió con éter a los pacientes de su consultorio dental.
Alentado por su éxito, Morton buscó una invitación para dar una demostración
pública en el anfiteatro Bullfinch del Massachusetts General Hospital (el sitio
donde se cree erróneamente que ocurrió la demostración fallida de Wells
sobre la eficacia del óxido nitroso como anestésico quirúrgico completo).
Muchos detalles de la demostración del 16 de octubre de 1846 son bien
conocidos. Morton obtuvo la autorización para suministrar un anestésico a
Edward Gilbert Abbott, un paciente del cirujano John Collins Warren. Warren
planeaba extirpar una lesión vascular de la parte lateral izquierda del cuello de
Abbott y estaba a punto de proceder cuando Morton llegó tarde. Se había
retrasado porque se vio obligado a esperar a que un fabricante de
instrumentos terminara un nuevo inhalador. Consistía en un bulbo de vidrio
grande que contenía una esponja empapada en aceite de naranja mezclado
con éter y una boquilla que se colocaba en la boca del paciente. Una abertura
en el lado contrario del bulbo permitía, en cada respiración, la entrada y salida
del aire sobre la esponja empapada con éter.
Cloroformo y obstetricia
James Young Simpson fue un obstetra exitoso en Edimburgo, Escocia, y estuvo
entre los primeros en usar éter para aliviar el dolor del trabajo de parto.
Insatisfecho con el éter, Simpson pronto buscó un anestésico más placentero
y de acción más rápida. Él y sus colaboradores realizaron una audaz búsqueda
mediante la inhalación de muestras de varios compuestos volátiles recogidos
para Simpson por los farmacéuticos británicos. David Waldie sugirió el
cloroformo, que se había preparado por primera vez en 1831. Simpson y sus
amigos lo inhalaron después de cenar en una fiesta en la casa de Simpson la
noche del 4 de noviembre de 1847. Pronto quedaron inconscientes y al
despertar se sintieron encantados con su éxito. Simpson se dedicó a alentar el
uso del cloroformo. En 2 semanas presentó el primer informe sobre su empleo
para su publicación en The Lancet. En el siglo XIX, el alivio del dolor obstétrico
tuvo repercusiones sociales significativas e hizo de la anestesia durante el
parto un tema de controversia. Simpson argumentaba en contra de la noción
prevalente, que mantenía que el alivio del dolor se oponía a la voluntad de
Dios. El dolor de la parturienta se consideraba como un componente del
castigo y un medio para expiar el Pecado Original. Menos de un año después
de la primera anestesia durante el parto, Simpson presentó estas
preocupaciones en un panfleto titulado Respuestas a las objeciones religiosas
presentadas contra el uso de agentes anestésicos en la partería y en la cirugía
y la obstetricia (Answers to the Religious Objections Advanced Against the
Employment of Anaesthetic Agents in Midwifery and Surgery and Obstetrics).
En él, Simpson reconocía el libro Génesis como la raíz de este sentimiento y
señalaba que Dios prometió aliviar a los descendientes de Adán y Eva de la
maldición. Además, Simpson afirmaba que el dolor del trabajo de parto era
resultado de causas científicas y anatómicas, y no de la condena religiosa.
Señalaba que la posición vertical de los humanos requería músculos pélvicos
fuertes para sostener el contenido abdominal. Como resultado, argumentaba
que el útero había debido desarrollar musculatura potente para vencer la
resistencia del suelo pélvico y que la gran potencia contráctil causaba un
enorme dolor. Es probable que el panfleto de Simpson no tuviera un efecto
significativo en las actitudes prevalecientes, pero explicó muchos conceptos
que sus contemporáneos debatían en esa época. El cloroformo obtuvo
notoriedad considerable después que John Snow lo usara para el nacimiento
de los dos últimos hijos de la Reina Victoria. El consorte de la Reina, el Príncipe
Alberto, entrevistó a John Snow antes de ser llamado al Palacio de Buckingham
para administrar cloroformo a solicitud del obstetra de la Reina. Durante el
trabajo de parto de la soberana, Snow suministró dosis analgésicas de
cloroformo en un pañuelo plegado. Esta técnica pronto se denominó
cloroformo a la reina. Victoria aborrecía el dolor del parto y disfrutó el alivio
que le proporcionó el cloroformo. Escribió en su diario: “El Dr. Snow
administró ese bendito cloroformo y el efecto fue calmante, tranquilizador y
agradable más allá de lo mensurable”. Cuando la Reina, como cabeza de la
Iglesia de Inglaterra, respaldó la anestesia obstétrica, el debate religioso sobre
el tratamiento del dolor en el trabajo de parto terminó de manera súbita. John
Snow, que ya era un médico respetado, se interesó por la práctica anestésica
y pronto fue invitado a trabajar con muchos cirujanos prominentes de la
época. En 1848, Snow introdujo un inhalador de cloroformo. Había reconocido
la versatilidad del nuevo agente y lo prefirió en su práctica. Al mismo tiempo,
inició lo que se convirtió en una serie extraordinaria de experimentos que
fueron notables por su alcance y por anticipar la investigación sofisticada que
se realizaría un siglo después. Snow se dio cuenta de que la anestesia exitosa
aboliría el dolor y los movimientos indeseables. Anestesió varias especies de
animales con potencias distintas de éter y cloroformo a fin de determinar la
concentración requerida para prevenir el movimiento reflejo por estímulos
agudos. Este trabajo se aproximó al concepto moderno de la concentración
alveolar mínima. Snow valoró la acción anestésica de muchos anestésicos
potenciales, pero no encontró ninguno que rivalizara con el cloroformo o el
éter. Sus estudios lo llevaron a reconocer la relación entre la solubilidad, la
presión de vapor y la potencia anestésica, lo que no se apreció del todo hasta
después de la Segunda Guerra Mundial. Snow publicó dos libros notables, On
the Inhalation of the Vapour of Ether (1847) y On Chloroform and Other
Anaesthetics (1858). Este último estaba casi completo cuando murió por un
accidente vascular cerebral a los 45 años de edad y se publicó de manera
póstuma.
Visita preanestésica
Fármacos preanestésicos. 1758
Los fármacos preanestésicos ayudarán a que el paciente esté en calma, sin
ansiedad, con recuperación expedita de la consciencia y estabilidad
hemodinámica, y preparado para la cirugía. La selección de fármacos y sus
dosis depende de la edad, el estado cardiovascular, el nivel de ansiedad y
ubicación del paciente. Si bien las dosis elevadas de fármacos son lo ideal, no
se cuenta con tiempos adecuados para la administración preanestésica en
caso de un paciente internado el mismo día. La sedación insuficiente puede
predisponer a la aparición de hipertensión, taquicardia, o vasoespasmo
coronario, y desencadenar isquemia del miocardio.
Fx para inducción:
Es posible utilizar benzodiazepinas, barbitúricos, propofol y etomidato como
complementos de los anestésicos inhalados u opioides, o como fármacos
únicos para inducción en individuos con cardiopatías, lo que dependerá de la
suficiencia de la función ventricular y el tono simpático basal. Es necesario
modificar todas las dosis de modo que se adapten a la situación clínica. El
etomidato es el fármaco preferido para la inducción en personas con reserva
cardiaca limitada, pero rara vez se administra de manera repetida o por lapsos
duraderos, por el riesgo de disfunción suprarrenal que acompaña a su uso
prolongado.
El uso simultáneo o preanestésico de fentanilo y benzodiazepinas puede
causar hipotensión debido a la disminución de la resistencia vascular. La
administración de opiáceos en dosis altas puede causar bradicardia y rigidez
en el tórax e abdomen, lo que dificulta la ventilación. Se recomienda la
administración de una dosis baja de un relajante muscular antes de cualquier
dosis alta de opioide.
Medicación previa
Midazolam ha sustituido a las demás. Es dos a tres veces más potente que el
diazepam por su mayor afinidad a los receptores GABA. La dosis habitual
progresiva es de 1 mg - 2 mg IV. No hay irritación o flebitis con la inyección
de midazolam, a diferencia del diazepam.
• Sedación y amnesia