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Extravío sexual de la pubertad

Del despertar de la pubertad a la decisión de partir

Prof. Nestor Carlos Cordova1

Del despertar a la pubertad a la decisión de partir. Un trayecto posible entre dos


momentos decisivos: el advenimiento de la pubertad y la determinación de dejar atrás
el tiempo de la adolescencia para partir hacia la conquista del mundo adulto.

Partir requiere procesos mediadores que conducen a elaborar el trauma puberal hasta
acceder a la posición activa de vivir experiencias y crear acontecimientos significativos.

Lo puberal en el arte

El llamado de la pubertad, momento del despertar de los sueños de infancia, es el


acontecimiento que arroja al niño “fuera de sí”, a un territorio y un tiempo desconocidos.

La obra de Edward Munch (1895) titulada Pubertad representa ese momento del
despertar de los sueños de infancia ante el embate de la pubertad.

Este cuadro en cada uno de sus detalles tiene un valor significante: la mirada, la
posición de las manos, las sutiles manchas de sangre, la asimetría del cuerpo que
sugiere una parte aún niña y la otra siendo ya mujer.

La púber cubriendo su genital refleja en su rostro y gesto corporal la traumática


experiencia que provoca la caída de los ropajes infantiles para sumirla en un estado de
indefensión y desnudez. Su mirada parece dirigirse al encuentro de respuestas.

La impresión general que transmite la pintura es de tensión y fragilidad ante las


transformaciones del cuerpo y el impacto de la genitalidad.

1
Ficha de catedra para uso interno. 2017
Bischoff (2000) describe la escena: “Los ojos muy abiertos, los brazos que cubren el
sexo expresan elocuentemente lo que significa para la muchacha la entrega a lo
desconocido, el despertar de la sexualidad.”

Lacadée (2017) señala que debido a la pubertad el niño se descubre exiliado de sí,
de su cuerpo de niño y las palabras y la lengua de la infancia. Esta experiencia
confronta con la falta y se configura como traumática.

El cuadro la pubertad de Munch (1895) se abre a múltiples asociaciones e


interpretaciones del espectador, porque refleja de un modo magistral el despertar a la
pubertad.

Trauma puberal y extravío subjetivo

“El habitual extravío sexual de la pubertad” es una expresión de Freud (1892)


realizada de un modo ocasional, como al pasar, para referirse a la pubertad , que se
retoma en este escrito para definir un momento lógico relativo al trauma; el
desconcierto del sujeto ante el embate de es real aun no representado; el embate
pulsional y las transformaciones que alteran su imagen corporal.

Ese encuentro simultáneo de la sexualidad polimorfa infantil reactivada y la pulsión


genital, no puede ser traducido en palabras genera un trauma y da lugar al extravío:

1 Pérdida de las referencias y sentidos de la infancia.


2 Intensificación del goce autoerótico.
3 Caída de las identificaciones infantiles e imagen corporal.
.

Extravío es el resultado de la brusca alteración del curso normal de un proceso.


Estar extraviado es estar desorientado, haber perdido el rumbo. Extraviarse es perder
la orientación.
Anterior al primado genital, la transformación del excedente sensual en ternura y el
hallazgo de objeto, el extravío sexual es la consecuencia del impacto de lo puberal
(Gutton 1991) cuyos fundamentos son: la confluencia de la sexualidad de la infancia
reactivada y la corriente sensual genital de la pubertad.

La obra de teatro “Despertar de la primavera” de Frank Wedekind (1891), ha sido


subtitulada alternativamente “tragedia infantil” o sugestivamente “tragedia de la
adolescencia extraviada”. Comentada sucesivamente por Freud y Lacan, esta pieza
trata sobre el despertar sexual de la pubertad en un grupo de niños hijos de una sociedad
puritana que se asoman a las primeras e intensas sensaciones sexuales desprovistos de
recursos y del acompañamiento de sus referentes adultos: padres y profesores.
Sin referencias y rechazados por la cruel severidad social, exploran a ciegas. Son
adolescentes que no han superado aún su condición de niños extraviados en el exilio
impuesto por la pubertad; apremiados por sus urgencias pulsionales y los imperativos
sociales de su época que los conducen a los callejones sin salida de la tragedia.
Cuando la desmesura pulsional irrumpe como trauma puberal para desnudar
dramáticamente la inconsistencia de todo saber sobre las verdades esenciales de la
vida, adviene el extravío como parte de un desorden necesario o signo de un proceso
de desorganización psíquica.

¿Quién soy, cuál es el sentido de mi existencia...?

Preguntas esenciales, angustiosas y profundas del/la adolescente en tiempos de


extravio que no encontrarán respuestas en el adulto; inevitable confrontación con la
falta que deberá sortear mediante la creatividad, dado que la pubertad desnuda la
ausencia de un objeto predeterminado y un programa instintivo que indique como
acceder al encuentro sexual.
Gutton (1993) afirma que para que el proceso puberal pueda acaecer sin fracturas,
se requiere un primer trabajo de la psique: la representación. Sin representaciones lo
puberal genera una fractura y no puede configurarse una adolescencia saludable.
Por ese trabajo de representación de los procesos originario (P. Aulagnier) y
primario se generan las “escenas puberales” que el niño púber tendrá que sufrir, dado
que sus fantasmas edípicos ahora genitalizados toman el centro de la escena psíquica
y constituyen los materiales necesarios sobre los cuales habrá de trabajar lo
adolescente (Gutton, 1993), permitiendo que el yo antes avasallado por el trauma
puberal retome la iniciativa, representando y ligando lo pulsional mediante palabras y
pensamientos característicos del proceso secundario y sistemas Prec-Cc.
La elaboración por parte de lo adolescente de la intensa sensualidad puberal
permitirá que la posición edípica pueda ser gradualmente elaborada posibilitando el
acceso a una realidad no infantil y la búsqueda de un objeto adecuado.
Las escenas puberales, producidas como trabajo de representación de los procesos
originario y primario, se irán modificando desde las posiciones mas próximas a lo
incestuoso a las más elaboradas. Por este trabajo de elaboración, las escenas
incestuosas puberales inconscientes se van atenuando y alejando del objeto
incestuoso.
Así la creatividad y las experiencias amorosas tiernas son posibles cuando la
intensidad de lo puberal cede por los trabajos de lo adolescente.
El trabajo de representación de las sensaciones corporales y los diálogos amorosos
posibilitarán que el goce autoerótico se limite y se aproxime el logro del hallazgo de
objeto en su dimensión de alteridad.

Adolescencia y neurosis saludable del desarrollo.


En el teatro de sombras de la pubertad hacen su aparición los cambiantes
semblantes de la adolescencia. Como en los viejos caleidoscopios, sus figuras se
suceden mágicamente en un juego fascinante de engañosas simetrías.
La adolescencia requiere un nuevo pasaje por los desfiladeros del Complejo de
Edipo y la castración configurando una neurosis del desarrollo o neurosis edípica cuyo
antecedente lógico es la neurosis edípica infantil.
El juego de escenas imaginadas y relatadas que ocultan su dimensión incestuosa
es el andamiaje a partir del cual se constituye para Gutton (1993) una neurosis
adolescente de desarrollo.
Para este autor, durante la crisis del desarrollo, la neurosis se produce por lo
puberal sucediendo y lo adolescente organizándose.
Freud, una década antes de Metamorfosis de la pubertad hace referencia a la
pubertad como un segundo tiempo de configuración del trauma, momento lógico de
resignificación, noción que introduce con el término alemán nachträglich, que Lacan
rescató de la versión alemana y tradujo como après-coup.
Al respecto leemos de Freud (1895: 403)
“Aquí se da el caso de que un recuerdo despierte un afecto que como vivencia no
había despertado, porque entretanto la alteración de la pubertad ha posibilitado otra
comprensión de lo recordado […] Donde quiera se descubre que es reprimido un
recuerdo que solo con efecto retardado (nachträglich) 2 ha devenido trauma”.

Juan David Nasio (2010) afirma que la adolescencia es una neurosis del desarrollo,
y más precisamente una histeria que se caracteriza por ser saludable y pasajera, dado
que se disipa con el tiempo. Se trata de una neurosis de crecimiento benéfica, al final
de la cual se entra en la adultez. De un modo taxativo define a la adolescencia como un
una histeria y un duelo, proceso tumultuoso que cederá con el tiempo.

Partir: determinación, acto y acontecimiento

Con al traumático despertar de los sueños de infancia y el extravío sexual asociado


con lo puberal se renueva el pasaje por el Complejo de Edipo, ahora incestuoso y
genital. El Edipo se configura como una neurosis del desarrollo y se resuelve
saludablemente con los trabajos de lo adolescente para dar lugar a los procesos de la
juventud.
La definitiva puesta en funciones del Ideal del yo, instancia que señala al yo el
rumbo hacia el cual dirigir la energía pulsional en sus versiones sublimada y de fin
directo, en especial la genitalidad, poderosa fuente de realizaciones amorosas y
culturales.
Como Ulises, el adolescente debe descender al tenebroso reino de Hades,
inframundo de los griegos donde habitan los muertos para luego emerger de esa
experiencia de cara a la falta y la castración con la determinación de reemprender su

2
James Strachey y José Etcheverry traducen (al inglés y al castellano, respectivamente) nachträglich como efecto o
acción retardada, cuando se trata de una noción mucho más compleja, pensable como resignificación, retroacción,
a posteriori, que propongo pensar y denominar retro-post-significación.
largo periplo para aventurarse a la conquista de lo nuevo evitando el naufragio en la
inmediatez del goce o la locura de una interminable deriva.
Desasirse de sus padres (Freud) y partir requiere del adolescente un largo proceso
hasta asumir su paradojal condición de sujeto doblemente determinado. Determinado
en tanto causado y marcado por su cuerpo e historia infantil y familiar, por las
generaciones precedentes, por la cultura de su época. Pero a la vez determinado en el
sentido de decidido o resuelto a asumir su condición de sujeto deseante.
En ciertos casos el incierto camino de salida de la adolescencia se ilumina
fugazmente mediante una epifanía; un instante de inusitada claridad en el que el
protagonista accede a una revelación de sí mismo y su realidad. Profunda conmoción
transformadora que abre paso a un momento de decisión. Estamos entonces en el
territorio del acontecimiento ligado al acto.
Stephen Dédalus, protagonista de “Retrato de un artista adolescente”, joven
agobiado por la cerrada sociedad de Dublin y deseoso de dejar atrás el territorio
familiar, expresa en un diálogo la determinación que precede al acto de partir en busca
de un futuro.

“No serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria,
o mi religión, y trataré de expresarme mediante algún modo de vida o arte, tan
libremente como pueda, tan plenamente como pueda…” James Joyce (2004)

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