Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Le hemos puesto (yo también, por supuesto) muchos adjetivos… Consciente, saludable,
positivo, emocional… Me dejo alguno. Y luego, sales al mundo y las personas que lo
ejercen de verdad se cuentan con los dedos de una mano. La mayoría caemos (me incluyo
de nuevo) presas del pánico al cambio y con la incertidumbre agarrándonos las
muñecas…
Da tanto miedo cambiar por si era una milonga todo lo que nos hemos creído que siempre
esperamos que empiece el otro y luego, si acaso, nos apuntamos.
Y juzgamos a los demás cuando desde nuestra posición, sea la que sea, no lideramos nada.
No intentamos ver las circunstancias de otro modo. No escuchamos. No somos ejemplo
de lo que esperamos encontrar. No empatizamos. No aportamos nada por temor a que
nos copien o por si no hay retorno y lo que damos cae en saco roto. Ni siquiera sabemos
qué queremos más allá de sobrevivir…
Nuestro propósito es el «virgencita, virgencita, que me quede como estoy«. Y cuando
pides al cielo quedarte como estás sin gratitud ni reconocimiento, sin confianza en ti
mismo, la cosa va a peor siempre.
Vamos mendigando, pidiendo que otros hagan lo que nosotros no estamos dispuestos a
hacer.
Vamos por la vida sin saber quiénes somos, esperando que otros nos definan con un
sueldo, un puesto o incluso con un guiño en la barra de un bar. Sin que nada tenga sentido
más allá se soportar el miedo por la que nos cae encima. Sin esbozar por un momento
quiénes deseamos ser en función de lo mucho que podemos compartir y no en base a lo
que deseamos recibir. Siempre esperando que cambien los demás y que todo sea distinto
a cómo es para dar el primer paso.
Y se comprende. No es fácil. Nuestras creencias nos recortan y limitan. Nos han educado
para ser rebaño y para creer que o eres oveja o eres lobo, cuando lo que se trata es de
salir del cuento y del redil y arriesgarse a pensar de otro modo.
Buscamos líderes que nos guíen y luego en nuestra vida nos déjanos pisar y pisamos.
Somos incapaces de ponernos en piel ajena y enfocarnos en lo que realmente queremos
ser.
Siempre estamos mirando al mundo y esperando. Siempre esperamos que pase algo que
nos cambie la vida. Que llegue algo nuevo ahí afuera que nos salve de ese destino terrible
que tanto nos asusta. Siempre buscando algo que no será más que un parche para poder
seguir buscando parches en lugar de nuevas formas de ver la vida y de actuar en
consecuencia.
Siempre soñando que algo o alguien nos salve de nosotros mismos y nuestro miedo a
vivir. Algo que nos dé esa seguridad que nos permita seguir a flote entre tanta
incertidumbre, pero no demasiado, no sea que tengamos que replanteárnoslo todo.
Esperamos que otros nos valoren cuando no nos valoramos.
Esperamos que nos traten bien cuando nosotros nos tratamos mal.
Esperamos que otros nos den oportunidades que nosotros ni siquiera visualizamos para
nosotros mismos. Siempre esperando que el mundo nos dé lo que nosotros no nos damos.
No hace falta un despacho, ni una gran empresa. Se lidera a sorbos, a pequeños pasos. Se
lidera en silencio. Se Lidera desde todas partes si se decide, pero hay que tomar esa
decisión. Hay que usar la inteligencia emocional más allá de cuatro frases que motivan
tres minutos y dejan días de desazón y culpa porque no las aplicamos.
Lidera una madre durante la cena con la conversación que tiene con sus hijos… Lidera el
panadero cuando mima el pan que vende para ofrecer lo mejor. Lidera el atleta cuando
además de llegar a la meta el primero decide llegar bien… Lidera la bióloga en un
laboratorio recordando para qué pasa tantas horas investigando y recordando a las
personas… Lidera el maestro cuando además de enseñar decide aprender… Lidera la
abogada recordando la justicia… Lidera ese niño que va a su compañero que está en un
rincón y le pregunta si quiere jugar. Lideras tú cuando sales a la calle cada día y, a pesar
de no tener muchas ganas de nada porque tienes mil problemas encima que no sabes
cómo solucionar, respiras hondo y das gracias por estar. Y decides confiar en ti.
Lo que nos hace falta es dejar de mirar a otros esperando que sean y ser nosotros lo que
buscamos y necesitamos. Y compartirlo. Y transpirarlo. Y ser coherentes. Y caer y
equivocarnos, pero siendo lo que realmente somos.
Ya basta de mirar fuera esperando la solución… Porque está dentro. Hasta que no nos
sumerjamos en nuestra oscuridad, la luz que mostraremos al mundo será una luz de
emergencia efímera que pide socorro o deslumbra y no un faro que alumbra y guía en el
camino…
Si quieres saber más de mí, te invito a entrar en mi web y conocer lo que hago.
Acompaño a personas y organizaciones a desarrollar todo su potencial a través del
coaching, el mentoring y la Inteligencia Emocional.
www.merceroura.es
Es frecuente que, cuando se habla acerca de factores psicológicos que nos pueden hacer
ganar más con menos, se hable de la importancia del liderazgo. Un buen líder es capaz de
sacar lo mejor de un equipo, de sacar partido de las potencialidades de cada persona y
hacer que entren en una dinámica de trabajo en el que todos se complementen entre sí.
Sin embargo, a menudo olvidamos un elemento tan o más importante que este. Se trata
del autoliderazgo.
A fin de cuentas, para poder crear cierto orden alrededor de un proyecto, es necesario en
primer lugar ordenarse a uno mismo, hacer que las acciones que realizamos encajen
realmente con nuestros objetivos a medio y largo plazo, y que no aparezcan
inconsistencias entre lo que decimos que queremos hacer y lo que realmente estamos
haciendo. A lo largo de este artículo veremos en qué consiste exactamente el
autoliderazgo y de qué manera podemos potenciar y desarrollar esta cualidad.
¿Qué es el autoliderazgo?
El autoliderazgo es el conjunto de habilidades psicológicas que dan sustento al
autocontrol, a la capacidad para no caer en distracciones y a la monitorización de
las propias acciones según su grado de compatibilidad con las metas a medio y largo
plazo, de acuerdo a las capacidades que se estima que uno mismo tiene.
Así pues, se puede decir que el autoliderazgo está conformado por procesos psicológicos
encargados de hacer que tengamos las máximas posibilidades de llegar a metas a medio
y largo plazo, teniendo en cuenta que siempre existirá un cierto grado de incertidumbre
en lo que nos depara en el futuro, y que tenemos unos recursos limitados para conseguir
lo que queremos. Saber tomar decisiones de manera adecuada, y utilizar de un modo
inteligente lo que tenemos, son dos elementos clave del autoliderazgo.
Por otro lado, el autoliderazgo está relacionado con la autoeficacia y con el autoconcepto,
ya que para poder hacer que nuestros proyectos lleguen a buen puerto hay que ser
realistas y no aspirar a objetivos poco razonables; pero también está relacionado con las
estrategias necesarias para saber canalizar bien nuestros esfuerzos, de modo que no nos
pongamos a nosotros mismos . Entre estas estrategias encontramos, por ejemplo, las que
nos permiten priorizar tareas y focalizar la atención.
Estas habilidades son aquellas que nos permiten formular del modo más concreto posible
una meta a la que se quiere llegar. Son, principalmente, tres:
• Imaginación del objetivo por grados de complejidad (de lo abstracto a lo completo).
• Valoración de la coherencia interna del objetivo.
• Valoración de las implicaciones de la meta de cara a terceros (imaginar a quién perjudica
y a quién beneficia).
Se trata de las habilidades que permiten realizar un buen diagnóstico del momento
presente y que permiten obtener una radiografía de aquellos elementos relevantes de
cara a desarrollar un proyecto en el que hay que pensar a medio o largo plazo.
Fundamentalmente, son las siguientes:
• Evaluación de las propias fortalezas y debilidades.
• Imaginación de diferentes situaciones futuras.
• Análisis del grado de incertidumbre.
• Priorización y secuenciación de las acciones a seguir.
Estas aptitudes son aquellas que tienen que ver con la implementación del plan y con la
focalización de los recursos cognitivos en la puesta en práctica y el seguimiento de este.
Este tipo de aptitudes de autoliderazgo son tres:
• Demora de la gratificación.
• Capacidad de focalización de la atención.
• Habilidad para comparar objetivos y resultados.
A la hora de crear planes y subdividir objetivos, es importante procurar que todo forme
una jerarquía, de lo más concreto a lo más abstracto (o viceversa). De esta manera será
mucho más fácil acostumbrarse a analizar situaciones e incluir en nuestro “mapa mental”
del presente todo aquello que es relevante.
Una buena manera de hacer esto consiste en realizar primero un análisis DAFO para
obtener una descripción del presente. En cada una de sus categorías es posible ordenar
elementos según su grado de especificidad e importancia, colocando los más concretos
dentro de otros más amplios. Así, para una misma categoría jerárquica será más fácil
detectar elementos que juegan a favor y elementos que juegan en contra, lo cual luego
ayudará a saber si un plan es viable o no, y en el caso de serlo, qué aspectos hay que
solventar con mayor prioridad y cuáles hay que potencia para sacarles partido.
Establecer un momento en el que unas tareas concretas tienen que haber sido realizadas
va muy bien para no caer en distracciones, priorizar bien y organizar los recursos
disponibles. Realizar un diagrama de Gantt después, para pasar de “la fotografía” del
momento 0 a la visualización de cómo puede desplegarse en el tiempo un plan o proyecto.
Esta creación de fechas límite o deadlines debería ir al detalle, de manera que cada día
haya algo determinado que hacer en un número de horas concreto. De otro modo, se corre
el riesgo de ir dejándolo todo para el último momento, lo cual tiene repercusiones
negativas en todos los sentidos.
En algunos proyectos es posible colaborar con terceros y delegar tareas, y en todos ellos
es necesario en primer lugar preguntarse si hacer esto es posible, para al menos
considerar esa posibilidad. De esa manera, las acciones más estratégicas pueden quedar
al mando de uno mismo, mientras que aquellas que son más técnicas o procedimentales
pueden ser realizadas por otra persona. De esta manera se genera una dinámica en la
cual no hay interferencias innecesarias entre la realización de tareas.
4. Crea espacios de trabajo adecuados
Este es un aspecto del autoliderazgo que a menudo es dejado de lado, ya que a veces se
presupone que saber manejar el timón de uno mismo es una tarea que tiene que ver con
la introspección y con la gestión “interna” el propio Yo. Sin embargo, esto es un mito,
porque a la hora de trabajar la diferenciación entre uno mismo y el entorno es
simplemente un espejismo.
Por eso, hay que hacer todo lo posible por que el medio en el que trabajamos ofrezca todas
las comodidades que es razonable conseguir. Por ejemplo, eliminar distracciones es un
paso que se olvida muy frecuentemente, pero ayuda mucho.
Puede parecer una tontería, pero siguiendo la lógica del consejo anterior, es necesario
hacer todo lo posible por que nuestra interacción con el ambiente, ya sea mediante la
dieta o mediante el ejercicio, nos coloque en la mejor disposición posible de cara a
trabajar. Por supuesto, también es necesario dormir bien.