Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Publicado en Diccionario del Cine Iberoamericano. España, Portugal y América; SGAE, 2011;
Tomo 5, pags. 698-724. Autores: Federico Dávalos Orozco / Perla Ciuk
9. Otras obras, directores y estrellas. A partir del rodaje de Flor silvestre de Emilio
Fernández en 1943, se forja un equipo de creadores extraordinario conformado por
el escritor Mauricio Magdaleno, el cinefotógrafo Gabriel Figueroa y los actores
Dolores del Río y Pedro Armendáriz, con quienes finalmente se logra un cine
nacionalista de altura y de acuerdo con las necesidades del estado emanado de la
revolución, cosechando importantes éxitos de crítica y de taquilla con María
Candelaria (1943), Las abandonadas (1944) y Bugambilia (1944). El equipo original
sufre modificaciones, pero en general Fernández logra conservar el ímpetu y la
unidad de su obra hasta los primeros años de la década de 1950. Otras obras
logradas son el drama rural Pueblerina (1948) y La perla, prestigiosa cinta producida
por la RKO sobre un cuento de John Steinback, que inventa un idílico paraíso
indígena mancillado por la ambición del hombre blanco. Julio Bracho, refinado y
educado, visto como la antítesis del explosivo, rústico y visceral “Indio” Fernández,
debuta exitosamente en 1941 con la divertida comedia musical de tema
porfiriano ¡Ay, qué tiempos, señor don Simón!; entre sus mejores obras están
el thriller urbano Distinto amanecer (1943) y el melodrama de costumbres
provinciano Rosenda (1948). Roberto Gavaldón, se inicia en 1944 con la
extraordinaria cinta La barraca, sobre la obra de Vicente Blasco Ibáñez, que
aprovecha la presencia de numerosos actores provenientes del exilio español. Su
obra, muy dispareja, depende en demasía de la calidad y talento de sus
colaboradores en la escritura de los guiones, como aquellas en que interviene el
escritor José Revueltas, el melodrama policíaco La otra (1946), el melodrama La
casa chica (1949), el drama rural Rosauro Castro (1950), el drama criminal En la
palma de tu mano (1950) y el thriller La noche avanza (1951).
Luis Buñuel, el prestigioso realizador surrealista de Un chien andalou / Un perro
andaluz (1929) y L’Age d’or / La edad de oro (1930) películas realizadas en Francia,
es el único miembro que en 1946 ingresa a la Sección de Directores del STPC y
tropieza seriamente en su debut para el cine mexicano con Gran Casino,
convencional melodrama de época pensado para el lucimiento de los cantantes
Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Dos años después tiene mejor suerte con El
gran calavera (1949), que prepara el camino para obras personales como Los
olvidados (1950), verista y desolador retrato de la juventud marginal de los barrios
bajos de la ciudad. Después de ser premiado en Cannes se desvanecen las reservas
del público, de la crítica y del régimen que miran con desconfianza que un extranjero
presente un tratamiento tan crudo de la realidad social mexicana. A partir de ese
momento, su obra adquiere continuidad y con resultados desiguales, logra durante
este periodo trabajos tan notables como Susana (1950), visión irónica del
melodrama; Subida al cielo (1951) lúdica aproximación al deseo y a la sensualidad
femenina, alegoría de la tentación en un paraíso situado en la tórrida costa de
Guerrero y Él (1952), agudo estudio psicológico sobre un piadoso y adinerado
solterón que, finalmente casado, sufre de celos y de paranoia, con los que atormenta
a su esposa. La obra de Luis Buñuel trasciende las limitaciones de la industria para
manifestar su personal perspectiva del mundo incluso en obras menores
como Abismos de pasión (1953), sobre Cumbres borrascosas de Emily Brontë, El
río y la muerte (1954) y las coproducciones con Francia La muerte en este
jardín (1956) y Los ambiciosos / La fièvre monte à El Pao (1959). Obras más
acabadas y notables son La ilusión viaja en tranvía (1953), sobre un periplo
fantástico de todo un día por la Ciudad de México y sus personajes en vísperas de
la Navidad; Ensayo de un crimen (1955), sobre las ilusorias obsesiones asesinas de
un burgués ocioso; Nazarín (1958), sobre la imposibilidad de vivir conforme a los
evangelios; Viridiana (1961), coproducción con España sobre los peligros de la
caridad cristiana; El ángel exterminador (1962), verdadera experiencia surrealista
sobre un inexplicable grupo de náufragos urbanos y el mediometraje Simón del
desierto (1964), película inconclusa con la que se despide del cine mexicano, para
continuar en Francia el desarrollo de su talento, con menos ataduras.
Aunque su obra, apegada a los convencionalismos en boga, no puede distinguirse
de la realizada por sus colegas masculinos, destaca la presencia de la única
realizadora en el cine mexicano del momento, Matilde Landeta, que a pesar de la
solidez de su trabajo interrumpe su carrera después de dirigir tres cintas, Lola
Casanova (1948), La Negra Angustias (1949) y el melodrama
prostibulario, Trotacalles (1951).