Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Beatriz Sarlo
De m is biografía
^ M . Pi'.Ijv.hIm ) Ailn'ito ,|. tíniMinie. VWíi y (Wirri th ‘ l l a r t u i i i Q i i n n g i t , l.;i )iriis;i <i<> )tis t.iluns,
liib ü f ilr c ii Ito iló . M i i i i I c í -k I c d , 1939.
Q U IR O G A Y LA H IP Ó T E S IS TÉCNfCO-CIEJNTIFÍCA 127 5
de ía materia y, sobre todo, sobre su enriquecim iento: los metales menos atraclivos
se convierten, por la electrólisis, en materias brillantes y pulidas, más cercanas
al oro y al bronce, con la nobleza superlicial de la sustancia rica que ha sido
creada y adherida en el proceso. Pero, al mismo tiempo, la electrólisis es la forma
moderna de la a lquim ia , apela a la im aginación del transformador de materiales
y tiene, en esos años, un atractivo artístico junto al evidente sentido práctico.
En rigor, Quiroga se relaciona tan activamente con la técnica como con la
artesanía. Él representa algo nuevo, dentro del universo cultural riopialense: se
trata de la cercanía electiva con la materia y la herramienta; se trata de! puente,
establecido por sobre los libros y las revistas técnicas que leía,:’ con un saber
hitcer que no tenía ni prestigio intelectual ni mayores tradiciones locales en las
élites letradas. La vocación por el saber hacer está, probablemente, en casi todas
las aventuras de Quiroga: desde su primera empresa algodonera en el Chaco
Austral, hasta el jardín botánico más o menos exótico que consiguió plantar,
injertar y com binar en su últim o período en San Ignacio. En el medio, los
«inventos», que sus biógrafos llaman «quim éricas emprestes» y que convendría
mirar no sólo desde la perspectiva de un escritor en la selva misionera, tratando
de ganarse la vida fuera del mercado literario de Buenos Aires, sino como
estrategias de instauración de un poder frente a la naturaleza por la mediación
de la técnica y dei saber hacer técnico, dim ensiones que le dan a Quiroga un
perfil particular en el comienzo de siglo. Las empresas de innovación que fantasea
son varias y se las atribuye a uno de sus personajes misioneros;
s -Había adquirido un gran bagaje de conocim ientos en física y q uím ica industriales, así como
en lodo lo relativo a la artesanía. Su lectura favorita era la de los m anuales técnicos Mocplt-. Delgado
y H n g n u Je , op. cit.t p. 2 99 .
^ HsjiücÍí] «L os ea t!t¡ » ¿ ir a n jii1* y y op. r i t [>. 2'2<1.
gum oCA v i . a h i p ó t e s i s t é c n i c o -c i e n t i k I c a 1277
el saber, en osle caso técnico, del juego; está larnbién ia distancia irónica del
dandy, que Quiroga había sido, en ese gusto por ei riesgo económico en la aventura
que el buen sentido burgués considera alocada. Eslá, finalm ente, el gusto literario
por la experiencia vivida de un Robinson moderno, que recorre por sus propios
medios el camino de la invención y las aplicaciones de la im aginación técnica:
una figura de escritor que, totalmente desconocida en el Río de la Plata, remitía
sin embargo a personajes de Jack London: naturalismo y materialismo filosófico
en estado práctico. 1
Quiroga tiene una vocación material por la dim ensión tecnológica y la
innovación aplicada, cpie se apoya, sin duda, en una poética naturalista, pero no
sólo en ella. Si antes de escribir «Ei conductor del rápido» se empeña en realizar
un viaje en tren acom pañando al m aquinista,1' y este propósito sería perfectamente
adecuado al imperativo estético-moral del naturalismo, su placer frente a la
materialidad técnica más banal lo conduce a recorrer la Ferretería Francesa de
Buenos Aires con la dedicación y el placer de un fláneur de nuevo tipo, y buscar
en las librerías los manuales de artes y oficios con una benjam iniana pasión de
coleccionista.y Si, como lo aseguran los testimonios de época, Quiroga na leído
a Sherwood Anderson, algo del vagabundeo aventurero tanto por el espacio como
por 1a materia se descubre en estas pasiones: saberes concretos que se encuentran
en los lugares y las sustancias que la literatura no ba locado. Pero, sobre todo,
saberes nuevos o, por lo menos, poco imaginables en la formación intelectual
det escritor. FJ ideal del hombre {pie, puede cam biar su tugar en la sociedad no
es sólo un mito de ascenso; incluye también la idea del desplazamiento por los
saberes en un itinerario que no sea sólo alrededor de una biblioteca.
La obsesión por dom inar todos los olieios no es sólo un rasgo psicológico sino
el ideal moral de autoconstrucción independiente, concebido en términos de
fu turo. La pasión por la velocidad, que comienza en un club de ciclism o fundado
por Qutroga en Salto y en su frustrada vocación de corredor, encuenLra luego en
la motocicleta (como un verdadero dandy o como un adelantado, compra una en
¡918) y en el Ford (desde 1925) sus emblemas más contemporáneos. Sobre el
Ford, Quiroga, como un técnico popular, realiza una verdadera operación de
permanente desarmado y rearmado: bneidage mecánico de piezas conseguidas en
im aginable frecuentación de talleres o en los cementerios de repuestos y [jarles,
1 Kíi eslu, la Tier ion c!t; Q nm iga se dderencia brutalm ente do la construida por oíros modernistas
sobre la tmse í !i - algunas tupótesis "c ie n tífic a s » , Nada hay más e.Mraño u t .oopoldu l.tt^one.s, para
poner eí ejem plo inevitable, ipic estas preocupaciones pntclieas, del lodo ajenas af loim lie los cuentos
recopilados on l.as jucrzíts cximñax (¡Sítenos Aires, 1006).
^ Horacio Quiroga, «Cadáveres héseos», en Obras inéditas y descoiwcidus, Montevideo, Arca,
1968, ¡i. 130 y ss.
^ «C uando salía por Jas tardes do ia oficina del C onsulado, se reunía con un grupo de amigos
en el café “ K1 Tuyo” , de !a calle Corrientes, entre R econquista y San Martín. Después se apartaba
de ellos para ir solo a la ferretería Francesa, de ta eual era visitante casi diario, se pasaba a llí
luirás enteras exam inando aparatos y he na m ien la s, o en procura de tal o eual clase de tornillos, o
colores, o sustancias tjüúniea.s ¡...j Cuando no se dirigía a las librerías y se pasaba curioseando las
novedades, sobre lodo, ¡Hijeando los compendios de artes m anuales, i/ite lo niriifan más ¡Hulcrosamenle
t/ictt ni/igiirt Ithra y de ¡os cuales llegó a tener una colección cornplfclfsi illa». Delgado y Urignote, of>.
1278 B E A T R IZ SA I?I.O
^ Véase: B.S-, E l imperio de. los sentimientos, Buenos Aires, Catálogos, 1985.
1280 B EA TRI Z S A R L O
i
los resultados de los actos desencadenados por esta idea muestran el lado siniestro
de la extra potación técnica, un lado siniestro que Quiroga vincula a los viejos
fantasmas de la histeria y el vanipirismo y a las viejas leyes de la culpa y la
venganza. No de olro modo operaba una línea del cine en las primeras décadas
de este siglo, abordando con el recurso técnico más impresionante algunos de
¡os lemas ehtsieos del romanticismo o el 'sentimentalismo, y explorando una
narración formal de nuevo tipo con materiales que se lomaban de viejas fuentes
por las que ya había pasado la narración literaria.
K1 cruce ensayado por Quiroga en estos relatos de mitología lardorromántica
y tecnología soíisheada se produce en un medio donde el trine ya se había
insertado poderosamcrüe como íornui de la sensibilidad estética de un público
am plio y como hubby tecnológico de algunos grupos más reducidos. No se traía
sólo de evocar los primeros ensayos muy tempranos de Iilrus realizados en Buenos
Aires, sino también tic remitirse al registro que del cine hacen grandes diarios
como Crítica, y de la proliferación de revistas especializadas en la mitología del
star systí'in pero tam bién en los avances técnicos y los' trucos del oficio. En 1919,
aparece en Buenos Aires una revista íntegramente dedicada al cine, hnparcial
Film-, en 1920, comienza a editarse Cinema Chat y Hogar y cine: en 1922, Argos
Fihn\ al año siguiente, ¡j>s héroes del cinc y, enseguida, en 1924, Film Revista.
Semanarios dedicados a la publicación de ficciones, incorporan, a mediados de
los años veinte, secciones dedicadas a Hollywood, con dos grandes temas: la vida
de las estrellas y los irueos de la industria, i.os inventores locales patentan
algunas mejoras tempranas en la técnica de captar «vistas anim adas», y compiten
con la reválida de palenles extranjeras.1^ Mn Caras y Caretas aparecen con
frecuencia publicidades no sólo sobre fotografía sino también sobre cámaras y
proyectores cinematográficos para aficionados, fina lm en te , Quiroga mismo es
parte de este im pulso colectivo hacia la reproducción técnica de imágenes, que
sin duda ya había capturado a su público: no sólo posee un laboratorio fotográfico
sino que acom paña como fotógrafo a Leopoldo Lugones en su viaje a las misiones
jesuíticas en la primera década de este siglo. Lo «maravilloso técnico» ya había
im plantado su poder sobre la im aginación porteña, aunque todavía no fascinara
sino a pocos intelectuales.
*’*■ Registro <ie M iiirus y Palo ules, gil vela 27, clomte se encin-n trun, entre 1916 y 1922, varios
inventores lócalos. l£n í ‘^22, el nú hiero de palenles lanío locales eomo revalidadas aumenta de unas
|>or;ss por jfu> a casi d o n d e c enas, lanto lo referido a la liUngrufiu c o m a ¿*! cinc.
i 282 B E A T R IZ S A R L O
procesos de producción que superan el horizonte del saber hacer artesano. Hay
algo de trágico en el combate por alcanzar resultados técnicos positivos a partir
de saberes aproximalivos y condiciones materiales precarias: este es,
precisamente, el conflicto abierto en «Los destiladores de naranja» y «Los
fabricantes de carbón», aparecidos en 1926 y 1921, respectivamente.
Los técnicos primitivos son bricoleurs, porque ninguno de los materiales,
ninguna de las partes de m áquinas que emplean se adecúan al fin que adquieren
en las invenciones de nuevos procesos, siempre defectuosos, que im itan los
procesos industriales normales. Los técnicos primitivos construyen alam biques
donde «cada pieza eficaz había sido reemplazada por otra s uce dán e a»,r> en un
proceso de trasmutación funciona! que no puede sino conducirlos, por
aproximación inacabada e imperfecta, al fracaso. La im itación por sucedáneo, o
la re-invención (que es característica de los inventores populares) tiene el estilo
de un ejercicio de paciencia heroica, porque ei resultado final siempre exhibe
su hum illante diferencia respecto de la idea o el modelo. El objelivo práctico
de la invención (fabricar carbón fie piedra o alcohol de naranja en los dos cuentos
de Quiroga citados) aparece permanentemente diferido por los pasos intermedios,
que ; representan triunfos o fracasos parciales: de qué modo lograr que una
improvisada caldera funcione, cómo torcer los caños de un alam bique, o ajustar
remaches sin remaches. Los pasos inlermedios se convierten en logros por sí
mismos y, en el desenlace, en obstáculos definitivos porque el inventor aficionado
jam ás alcanza a solucionarlos por completo.
Los aparatos fabricados por el técnico prim itivo son imitaciones deformadas,
a las cjue el bricolngc convierte en un caos de duplicaciones innecesarias y
ausencias esenciales. La im itación técnica, en condiciones precarias, puede
alcanzar un p a r o x i s m o barroco de añadidos, remiendos y soluciones falsas,
impuestas por las condiciones materiales en las que, se plantea el problema;
Habiendo ese año madurado muy pronlo ías naranjas por las Tortísimas heladas,
el Manco debió también pensar en la temperatura de la bodega, a fin de que el
frío nocturno, vivo aún en ese octubre, no Irastomara la fermentación. Tuvo así
que forrar su rancho con manojos de paja despeinada, de modo tai que aquello
parecía un hirsuto y agresivo cepillo. Tuvo que instalar un aparato de calefacción,
cuyo hogar eonsliluíalo un tambor de acaroína, y cayos tubos de tacuara daban
vuelta por entre la paja de las paredes, a modo de gruesa serpiente amarilla.
C on esto, c u a tro c h a p a s q u e le h a b ía n s o b ra d o a l a rm a r el g a lp ó n , y la a y u d a He
H ie n z i, se p o d ía ensayar.
“Los destiladores de n aran ja», en ¿os <leslerrotlns (en !a présenlo ed ición, ¡>p. 602-694).
-{.os fleMiiadores de. naranja».
q U IR O C A v I-A H IP Ó T E S IS T ÉC N IC O -C IE N T IF ÍC A 12 83
^ <. Lf>s fabrican les de carbón» (en la presente edición, pp. 386-400].
12H4 B E A T R IZ S A K L O
l ’or ejemplo en C rfíicu v E l M m ulu: véase al respecto: 13.S., «A la búsqueda del im aginario
popular: del sentim entalism o a la léenica», ponencia presentada en las jornadas Inter-Escuela de
liis lu n a . Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, septiembre de 1991 (mimen; una traducción
¡ll in fle s apaiecerá en !Juzl¡cs). Sobre el S ip o de periodismo praclicndo por ('rilicti, víase: S jlv ia
Sailta, álbu m es de investigación sobre “ Historia del periodism o en A r^cniina: el caso de l.rílw o- .
Universidad de Buenos Aires, S990 y 1991.
- l. ii s fabricantes de carbón».
g ü li iO C A V LA H IP Ó T E S IS T ÉCNICO-CIEN T1FÍCA 12 8 5
Del otro lado de los inventores naífs y autodidactas, están los que fueron a una
universidad, emblem áticam ente los médicos que, desde el naturalismo, pasean
por la literatura una mirada que se define a sí misma como objetiva: la mirada
de la ciencia. Quiroga ironiza sobre la objetividad de esa mirada médica, pero
al mismo tiempo, algo de esa m i r a d a , q u e representó a la ciencia en el fin de
siglo, está en no pocos de sus relatos. Por otra parte, las ciencias físico-naturales
y, en especial, la biología gozaban de sólido prestigio como esquema explicativo,
sobre todo en los niveles tle divulgación del pensamiento científico: instituciones,
manuales, libros de gran c irculación .25
La primera marca, que no remite a la causalidad médica sino a la técnica,
bien curiosa por cierto, se encuentra en un texto muy breve, publicado en 1904:
■<Id ilio » .““ Un cuento elemental, hecho con retazos literarios sobre los que
predomina una lectura levemente irónica e influ id a por el decadentismo de la
bohemia lardorrornántica: la escritura no supera la composición de clisé y,
precisamente por eso, la causa técnica (¡tu;, por medio del más inmotivado azar
deja ciego ai protagonista, habla claramente de una idea de causalidad ajena y
distinta de ¡os clisés del relato. La írase misma muestra la Lorsión de una suma
lexical casi inverosímil: «A fines de setiembre Samuel quedó ciego: una explosión
Al respecto, véase Hugo Vezzelli, Historia de la locura en Argentina, Buenos Airea, Paulos.
** Véase al respecto la ponencia <1<: Dora ¡Sanaticos: «C iencia y ¡[¡(bajadores. 1.a vulgarización
de Lis Icsis darv, iniam is enln: 1890 y l (J 2 0 » , donde se estudian las confertüieias tle Ll Sociedad Luz
de lliicnos Aires, (mmieo) jornadas Inter E sdielas ile Historia. Facultad de Fdosolía y Lelia.s, Buenos
A ues. septiembre de 1991.
— l-.l rrim rn del o//'<>, Buenos Aires, E. S pm elli.
1286 BE ATR IZ S A R I,O
de acetileno abrasó sus ojos, apagando para siempre la mirada riel brioso doncel».
En la moral que expone el reíalo, Samuel debía quedarse ciego ya que, entre
otras actividades, fingía serlo para pedir limosna. Pero, fuera de disensión la
inevitable ceguera, su causa podría haber sido una lámpara de gas, un golpe
contra el batiente de una ventana, la explosión de un calentador en ia pieza de
los amantes, un accidente en la calle en e! que Samuel hubiera sido atropellado
por algún carruaje, incluso por un tranvía que «lia valorizado en exceso» nuevos
barrios como aquel donde vive Sam uel. Y, sin embargo, destellando como algo
fuera de lugar, a llí eslá la «explosión de acetileno», que, ¡ileralmenle, no viene
de ninguna parle. Y si no viene de ninguna parte (antes se lia informado que
Samuel carecía de todo o!icio), hay que preguntarse por qué está a llí y, sobre
todo, si anuncia (sin deliberación, pero por significativa casualidad antíeipatoria)
algo de lo que vendrá después en la literatura de Quiroga.
¿Qué le da la ciencia a la literatura? ¿En qué piensa ¡a literatura cuando
nombra a la ciencia o alude a ella? Lejos fie una c ie n ! i f i c í d a d de lo d i c h o , una
cicnl.ifu:.idad de la Jornia: lo dicho se certifica por la forma que ¡o presenta. El
recurso a la ciencia, eii su m odalidad discursiva, debe ser puesto, enloncos, entre
com illas, porque se trata de lo que se piensa como «forma de la ciencia» impresa
sobre «ia forma del discurso literario». La forma «científica», a diferencia de la
técnica que remite al saber hacer y a la descripción, propone una explicación:
en consecuencia, un esquema causal y, a partir de él, en sede literaria, un
argumento. La literatura no piensa como la ciencia, sino como crcc que la ciencia
piensa; obtiene así un compromiso y una caución.
La «voz de la ciencia» libera al relato de límites morales: a la ciencia le asiste
el derecho fie decir incluso aquello que ofende a las conveniencias sociales: no
hay transgresión cuando la ciencia habla de la transgresión. El personaje médico,
por ejem plo, eslá profesionalmente autorizado a la palabra y se le permite
colocarse fuera de los límites que las costumbres ponen al discurso de los otros.
En «Una bisloria inm oral» Quiroga muestra esla prerrogativa y, ai mismo tiempo,
ironiza sobre ella:
^ «Lina liisloria inm oral», C kc/jío .5, ¡orno ÍV, com pilación de Jorge R iiffin e lli, Mmileviiieo. Arca,
196R. P ublicado por prim era ve?. en jWsriím?, año i, m m m m 5. 1907.
Q U IR O G A Y LA H IP Ó T E S IS T FXNICO-CIENTSFÍCA 1287
autorización m édica del discurso narrativo. Aun cuando Quiroga mantiene una
distancia irónica respecto de esa autoridad, el cuento la pone en escena social,
ratificando su existencia en la ideología.
Las otras historias que recoge la mirada médica son las de los locos y, sobre
lodo, de ios procesos en los que alguien, literalmente, proporciona con su
«volverse loco» el tema de un relato. Sin duda, el más perfecto de esta sene es
«El conductor del rápido», verdadero experimento formal en el que se intenta
responder a una pregunta sobre la naturaleza del discurso fuera del ámbito
regulado por la razón, cuantió las alucinaciones alternan con momentos de una
lucidez ex!rema, cada vez más breves frente a! progreso de la locura, de la que
sólo se salva, hasta el desenlace, un resto de conciencia moral. Por otra parte,
no se traía de cualquier locura, sino de una locura profesional, vinculada' al
transporte moderno en la que entonces era su síntesis más técnica: locomotoras,
sistemas de señales, calderas en e bullición. Esle es un loco cuya prolongación
física es la m áquina y cuya locura se. potencia ante el poder de la m áquina:
cruzados así dos universos que remiten a la ciencia m édica y a la tecnología del
transporte, Quiroga pone el relato en un lím ite de doble naturaleza, el de la
velocidad y el de la razón. La locura del conductor del rápido no es sólo una
enfermedad profesional (o no puede ser del todo considerada así): es un desvarío
potenciado por la técnica que toma a su servicio.
Otros locos aparecen en cuentos quizás menos memorables y probablemente
más irónicos: la «charla amena, como es la que se establece sobre los locos»,
en casa de Leopoldo Lugones. días después de que hubiera visitado un manicomio
donde «ias bizarrías de su gente, añadidas a las que yo por mi parte había
observado alguna vez, ofrecían materia de sobra para un conlortante i’ti A vis de
hombres cuerdos».24 ¿Q u¿ hacen eslos dos escritores, Lugones y su amigo,
visitando manicomios? No es preciso confiar demasiado en la verdad del relato
para corroborar que esas excursiones eran parte de un clim a intelectual y no
sólo en el Río de la Plata, Conforman un modo de experim entación, que otros
escritores (como Cartelnuovo, por ejemplo) completaban con la visita al quirófano
o ai leprosario. Y no se trata sólo de acatar el mandato naturalista al
documental ismo: en ese mandato está la valorización (ideológica y estética) de
la clínica, el diagnóstico, la descripción y. en un lím ite, el sometimiento del propio
cuerpo a la experiencia.
Por ejemplo, a la droga, cuyo consumo aparece protegido por una intención
didáctica, primero, y moral, luego. «El baschich»2^ es, en esle sentido, una perfecta
historia clínica, donde se transcriben minuciosamente todas las reacciones frente a
una sobredosis; relatada en primera persona, y en una primera persona que revela
su experiencia anterior con el opio, el cloroformo y el éter (verdadera preparación
para un escritor que en relatos posteriores volverá a poner en escena la droga),26
^ "Los perseguidos» escrito en 1905 y publicado en 1908 por Armando Moen en Buenos Aires,
junto con Historia de un am or turbio.
2'r' Publicado en E l crimen del. otro (1904).
~lí Véase, pnr ejem pin, «Una estación de amor-, de Cuentos de am or de locura y de muerte (1917):
« M inlicrno artific ial», publicado en 1913 en la revista Fray Mocho.
12 KH BE A T R IZ S A R L O
Véase tam bién al respecto «E l perra rabioso». relato (Je un proceso do locura por iiidtololua.
Vías« el iniorm adn estudio prelim inar di; Pedro l.tus Harria a jtietztis extrañas de Leopoldo
Libones (Buenos Aires, E diciones del 80, 1987), donde se señalan detalladam ente las luentes
L\\lr<ililerarias de los relatos (je Lugones y el origen en uno de éstos (« Y zur*) de -El muño ahorcado»
de Quiroga.
Véase Barrancos, op cit. , p. 7: «El éxito de la obra de Haeckel en nuestro pais, y creo tam bién
en España, donde se realizaron las primeras traduce iones, fue tan intenso que estoy inclinada n
pensar que no pocas personas iniciaron su contacto con las ideas de Oanvin a través de la lectura
de los textos de lia e c k e U . En la ponencia fila d a se fundam enta esta opinión sobre textos y
conlereiicias pronunciados en Buenos Aires.
Publicad;) en E l crimen del otro (1904). En 1909, Quiroga pub lica en C<iriis y Caretas., en
folletín olra Instuiia de monos: «El mono que asesinó».
0U 1K 0GA Y ¡,A H IP Ó T E S IS i 'K í ^ ’lCO-Cll-NTIFÍCA 12 8 9
* ('ti ras ) l'.tirrhis, mimrros 5fiíí a ÍÍ93, 8 d¡i cm'pn a !2 ilc de 1910. *•[■)! Im tu 1n t‘ ;irl ilu 'm l»
y ío U ch m s apatvrtdos f.’fi Lonts x (,,<tfelus < <d pseudónim o de 5, l'Yago.so Luna, fueron
recopilados en: Nowltis corlas, La ILibanu, £dik iiiu] de Arle y Literatura, 3973, cun a l u d i ó lina!
tic Noe Jitrik , donde sí; afirma ipie eslus cuentos «se. inscriben en la oleada de lileralnra fantástica
{jur tuvo mta e\pr<*s*iún soberana nn 1906 con his juerzas extrañas de Lugones» (p. 278). «Kl humbre
a d itic ia ! »* esf junU) n i n «La inerva Ornega» de; Lngoncs, una jicciün cienlíJica; sobre las diferencias
entre uno y otro relato podiía estudiarse e) paso de tina narración íanfástiea cun m alcríales
*<eienliiici>S'» (td raso de Lugones) a un lexlo (como ei de Quiroga) inscrito más abiertamente en ol
espn<'.io, todavía a desarrollar en la literatura norteamericana y europea, de la ciencia ficción. Respecto
d o |¿t p r i m i t i v a o s e n c i a í i c n : i ó n ci é o s e o r i g e n , v é a s t í S a í n M o s k o v v ü z * S c ú / i c c Ficttoti (n G<islight>
líisti>r\ a n d Ai\fht/it>gy oj Science l'teiton íh thz Po¡udar Magazuxcst Westport, H ypenon Press, 1968,
1290 BKATRIZ S A R I,O
que lo integran. A partir del conocimiento de los elementos de ese mapa sería
posible producir vida. La electricidad (el llnidn ficcional por excelencia, va que
es todopoderoso e invisible) se presenta como principio de anim ación de los seres
vivientes, como energía que se comunica entre tos cuerpos y como fuerza primera:
así se anima el cuerpo de Biógeno, el hombre artificial producido por los tres
científicos, que también recurren a! hipnotism o como método de com unicación
entre los cuerpos de los humanos y el de su creación de laboratorio.
Sobre esta grilla de ideas que podían ser debatidas en conferencias de
divulgación y en la misma prensa diaria, Quiroga inventa una versión rioplalense
del «moderno Prometeo»: el sabio Donisoff es, en verdad, un doctor Frankenstein
que, en lugar de componer a su creación monstruosa con los restos fie anatomías
humanas, lo forma desde las sustancias elementales: oxígeno, nitrógeno, fosfatos.
Esta diferencia es la del siglo que transcurre entre la novela de Mary Shelley y
1908: de la anatomía como practica que individualiza las paites del cuerpo
humano, poniendo de manifiesto su estructura mecánica, a ¡a quím ica que aísla
las partículas elementales en el laboratorio y reconstruye, desde ese origen
primero, la estructura invisible de un cuerpo. Si el doctor Frankenstein creaba
su monstruo en la mesa de disección y cirugía, Donisoff y sus amigos producen
el suyo en el laboratorio quím ico a partir de sustancias elementales: el doble
humano así producido es formalmente más perfecto porque no proviene de un
cosido de partes sino de un proceso a mitad de camino entre la adición y la
síntesis. Los tres científicos son exploradores e inventores de procedimientos y,
sea cual sea el destino de su práctica, mientras la realizan descubren y discuten
principios «científicos»: no aplican simplemente un saber sino que lo construyen,
pero, en ese movimiento, su práctica se encuentra frente a preguntas morales
que no pueden responderse sólo desde las necesidades ele la ciencia, porque ésta
se resiste a sujetarse a una moral.
En este escenario de principios opuestos tiene lugar el relato de Quiroga: la
ciencia toca un territorio mitológico al lograr crear vida, pero encuentra, en el
mismo momento, un límite moral: ¿pueden los tres científicos insuflar una
conciencia dentro del cuerpo inerte de Biógeno, su criatura, ai precio de a n iq uilar
a otro ser humano sometiéndolo a un paroxismo de sufrim iento, físico? Pero más
aún: ¿se crea efectivamente una conciencia humana a partir del extremo
sufrimiento, o toda la obra fracasa porque los tres sabios, capaces de recomponer
un cuerpo a partir de sus elementos quím icos, no podrán jam ás construir una
conciencia ni un sistema de sensaciones? En síntesis: ia estatua perfecta que
yace sobre la mesa del laboratorio ¿está, por definición impuesta desde su origen,
condenada a lo inanim ado? Los tres sabios son inventores porque han
perfeccionarlo una técnica que suponen sin límites para la creación de vida:
comenzaron eon una raLa y construyeron luego el sim ulacro exacto de un hombre.
Pero la perfección técnica no asegura ni perfección moral (y el relato lo pone
en escena cuando Donisoff, el más genial de los tres, cómele los actos más
inmorales) ni, sobre todo, la producción de vida en el sentido de sensación y
conciencia.
La electricidad y el hipnotismo fracasan, no porque sea totalmente imposible
comunicar dos cuerpos por esos medios, sino porque es imposible transferir.
QUI R O G A Y LA H IP Ó T E S IS T ÉCNICO-CÍENT1FÍCA
La ¡fien de que las pasiones pueden producirse y trasmitirse por ondas eléctricas o de olra
especie eslá p r é s e n le , desde fines dei siglo X V J J !, en ios ensayos de mesmerismo. Véase: R o lw t
Durnion, Mesmerism. Como dalo curioso, vale la pena recordar que un prim itivo relato de ciencia
ficción donde ¡as pasiones son inducidas por descargas eléctricas: -Dr. M aterialism os-, lue escrito
poi írc d e ric Jcssup Stimson, em bajador norteamericano en Argentina a fines del siglo X IX .
1202 B E A T R IZ 5 A R L O
1910 marca una zona de contactos ideológicos y estéticos (novela por entregas
en una revista de gran circulación, hipótesis ficeionales construidas con
materiales científicos) entre un escritor que piensa en el público y una literatura
que recicla tópicos de! pasado con hipótesis originadas en versiones aproximativas
de los saberes contemporáneos.