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somos La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días.
La Iglesia es más que los edificios y la estructura
eclesiástica, la Iglesia somos nosotros, los
miembros, con Cristo a la cabeza y el profeta como
Su portavoz.
Por Reyna I. Aburto
Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro
1
Tras recibir una invitación a “ven[ir] y ve[r]”, asistí por
primera vez a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días a la edad de 26 años. Me acababa de
separar de mi primer esposo; tenía un niño de tres años
y me sentía impotente por el temor. Cuando entré en el
edificio, me sobrevino una calidez al percibir la fe y la
alegría de las personas que me rodeaban. Fue en verdad
un “amparo contra la tempestad”. Tres semanas
después hice el convenio del bautismo con el Padre
Celestial y empecé el trayecto de ser discípula de Cristo,
aunque mi vida no ha sido perfecta a lo largo de ese
trayecto.
2
El Señor ha dicho:
12
Queridas hermanas y queridos hermanos, sigamos la
invitación de Jesucristo de llevarnos a nosotros mismos y
nuestras aflicciones a Él. Cuando venimos a Él y llevamos a
quienes amamos a Él, Él ve nuestra fe. Él los sana a ellos y
nos sana a nosotros.
En calidad de “pacíficos discípulos de Cristo”, nos estamos
esforzando por ser “uno en corazón y voluntad” y por ser
humildes; sumisos; dóciles; accesibles; llenos de paciencia y
longanimidad; moderados en todas las cosas; diligentes en
guardar los mandamientos de Dios en todo momento; llenos
de fe, esperanza y caridad; y hacedores de buenas obras. Nos
estamos esforzando por llegar a ser semejantes a Jesucristo.
13
Testifico que, por ser la Iglesia de Cristo, nosotros somos el
medio por el cual, como enseñó el presidente Russell M.
Nelson, “[n]uestro Salvador y Redentor, Jesucristo, llevará a
cabo algunas de Sus obras más maravillosas entre ahora y
cuando vuelva de nuevo”.
El Señor ha dicho:
“He aquí, apresuraré mi obra en su tiempo.
“Y os doy a vosotros […] el mandamiento de que os reunáis,
y de que os organicéis, os preparéis y santifiquéis; sí,
purificad vuestro corazón y limpiad vuestras manos y
vuestros pies ante mí, para que yo os haga limpios”
14
Conclusión