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Su yugo es fácil y

ligera Su carga
Recordemos que cada persona de esta
tierra es hijo de Dios y que Él ama a
cada uno.
Por la hermana J. Anette Dennis
Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

1
Cuenta la historia que un hombre llamado Jack tenía una amada perra cazadora de pájaros de nombre
Cassie. Jack estaba tan orgulloso de Cassie que a menudo alardeaba de lo habilidosa que era ella. Para
probarlo, Jack invitó a algunos amigos para ver a Cassie en acción. Luego de llegar al club de caza, Jack
dejó suelta a Cassie para que correteara y él entró a registrarse.

Cuando llegó el momento de empezar, Jack estaba ansioso por mostrar las asombrosas habilidades de
Cassie. Sin embargo, Cassie estaba actuando de una manera extraña. No obedecía ninguna de las
órdenes de Jack como normalmente lo hacía de manera tan dispuesta; todo lo que quería hacer era estar
junto a él.

Jack estaba frustrado, avergonzado y enojado con Cassie, y pronto sugirió salir del lugar. Cassie ni
siquiera saltó a la caja de la camioneta, por lo que Jack la levantó impaciente y la empujó hacia la jaula.
Estaba lleno de ira, mientras los demás se burlaban del comportamiento de la perrita en todo el camino a
casa. Jack no podía entender por qué Cassie se estaba portando mal. Ella estaba bien entrenada y todo lo
que deseaba en el pasado era complacerlo y servirlo.

Luego de llegar a casa, Jack empezó a examinar a Cassie para ver si tenía heridas, abrojos o garrapatas,
como usualmente lo hacía. Al ponerle la mano en el pecho, sintió algo mojado y vio que tenía la mano
llena de sangre. Para su vergüenza y horror, se dio cuenta de que Cassie tenía un corte largo y ancho en
el pecho que le llegaba hasta el hueso. Encontró otro en la parte delantera de la pata derecha, que
también le llegaba hasta el hueso.

Jack levantó a Cassie en sus brazos y empezó a llorar. Su vergüenza por haberla juzgado y tratado mal lo
abrumaba. Cassie había actuado antes de forma inusual porque estaba lastimada. Su comportamiento
había sido influido por su dolor, su sufrimiento y sus heridas. No tenía nada que ver con una falta de
deseo de obedecer a Jack o una falta de amor por él.
2

¿Cuántas personas heridas tenemos


entre nosotros?

¿Cuán a menudo juzgamos a los demás


por su apariencia y acciones externas, o
su falta de acción, cuando, si
entendiéramos bien, más bien
reaccionaríamos con compasión y el
deseo de ayudar, en lugar de aumentar
sus cargas con nuestro juicio?
3

He sido culpable de esto muchas veces


en mi vida, pero el Señor me ha
enseñado con paciencia mediante
experiencias personales y al escuchar
experiencias de vida de muchas otras
personas. He llegado a apreciar más
plenamente el ejemplo de nuestro
querido Salvador, ya que Él pasó gran
parte de Su tiempo ministrando a los
demás con amor.
4

El élder Joseph B. Wirthlin, citando 1 Corintios, dijo: “Si yo


hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad,
vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe”.
Él continuó:
“El mensaje de Pablo a este nuevo grupo de santos fue
simple y directo: nada de lo que hagan tendrá gran
influencia si no tienen caridad. Pueden hablar en lenguas,
tener el don de profecía, entender todos los misterios y
poseer toda ciencia, y aun cuando tengan la fe para mover
montañas, si no tienen amor, de nada les sirve.
“‘[L]a caridad es el amor puro de Cristo’ [Moroni 7:47]. El
Salvador ejemplificó ese amor”.
5

En Juan 13:34-35 leemos: “En esto conocerán todos que sois


mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

Se nos manda amar a los demás, a no juzgarlos. Dejemos de


lado esa pesada carga; no está en nosotros llevarla. En su
lugar, podemos levantar el yugo de amor y compasión del
Salvador.
Mateo 11:28-30
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar.
“Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí […].
“Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
6

El Salvador no tolera el pecado, pero nos ofrece Su


amor y nos extiende perdón cuando nos
arrepentimos. A la mujer sorprendida en adulterio,
Él le dijo: “… Ni yo te condeno; vete, y no peques
más”. Aquellos a quienes Él tocó sintieron Su amor,
y ese amor los sanó y los transformó. Su amor los
inspiró a desear cambiar su vida. Vivir a Su manera
trae gozo y paz, y Él invitó a los demás a ese modo
de vida con dulzura, bondad y amor.

El élder Gary E. Stevenson dijo:


“Cuando enfrentemos el viento y las
tormentas de la vida, las enfermedades
y las heridas, el Señor —nuestro Pastor,
nuestro Cuidador— nos sustentará con
amor y bondad. Él sanará nuestros
corazones y restaurará nuestras almas”.
Como seguidores de Jesucristo, ¿no
debemos hacer lo mismo?
8
El Salvador nos pide que aprendamos de Él y hagamos aquello
que lo hemos visto hacer. Él es la personificación de la caridad, del
amor puro. A medida que aprendemos gradualmente a hacer lo
que Él nos pide —no solo por deber y ni siquiera por las
bendiciones que podríamos recibir, sino puramente por amor a Él
y a nuestro Padre Celestial—, Su amor fluirá en nosotros y hará
que todo lo que Él pide sea no solo posible, sino a la larga mucho
más fácil y ligero, y más gozoso de lo que podríamos llegar a
imaginar. Requerirá práctica; podría llevar años, como ha
sucedido conmigo, pero cuando tenemos incluso el deseo de que
el amor sea nuestra fuerza motivadora, Él puede tomar ese deseo,
esa semilla, y con el tiempo convertirla en un hermoso árbol, lleno
de los frutos más dulces.

Ninguno de nosotros tiene una vida perfecta ni una


familia perfecta; ciertamente, yo no la tengo. Cuando
procuramos tener empatía hacia los demás,
que también experimentan desafíos e imperfecciones,
podemos ayudarlos a sentir que no están solos
en sus dificultades. Todos necesitan sentir que
realmente pertenecen y son necesarios en el cuerpo de
Cristo. El gran deseo de Satanás es dividir a los hijos de
Dios y ha tenido mucho éxito, pero hay tal poder en la
unidad. ¡Y cuánto necesitamos caminar en conjunto con
los demás en este desafiante trayecto de la vida terrenal!
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Nuestro profeta, el presidente Russell M.


Nelson, dijo: “¡Cualquier forma
de abuso o prejuicio hacia otra persona debido a
su nacionalidad, raza, orientación sexual, sexo,
nivel de educación, cultura o cualquier otro
identificador importante es ofensivo para
nuestro Hacedor! ¡Esta manera de tratarnos mal
unos a otros causa que vivamos por debajo de
nuestra medida como hijos e hijas de Su
convenio!”

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Aunque el presidente Nelson ha invitado a


todos a entrar y a permanecer en la senda de los
convenios que nos conduce de vuelta a nuestro
Padre Celestial, él también dio el siguiente
consejo: “Si tienen amigos o familiares que se
apartan de la Iglesia, sigan amándolos. No les
corresponde juzgar las decisiones de los demás,
al igual que tampoco ustedes merecen ser
criticados por mantenerse fieles”.

12

Amigos, recordemos que cada persona en esta


tierra es hijo de Dios y que Él ama a cada uno.
¿Hay personas en su senda a las que se hayan
sentido inclinados a juzgar? Si es así, recuerden
que estas son oportunidades valiosas para
que practiquemos amar como ama el Salvador. Al
seguir Su ejemplo, podemos sujetarnos al yugo
con Él y ayudar a fomentar un sentimiento de
amor y pertenencia en el corazón de todos los
hijos de nuestro Padre.
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Conclusión
“Nosotros le amamos a él, porque él nos
amó primero”.

Al rebosar del amor del Salvador, Su


yugo verdaderamente puede ser fácil y
Su carga puede ser ligera..
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