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Una vez están producidos esos bienes y servicios hasta el final de su vida útil, se
necesitan sistemas ecológicos para absorber los residuos generados, tanto durante el
proceso de producción, como en el uso de los productos finales.
La vida humana está íntimamente entretejida con la naturaleza. La gente depende del abasto
que proporciona la naturaleza para satisfacer los requerimientos básicos para la vida (energía,
minerales, madera, alimentos, agua). Pero esta conexión con la naturaleza se ha ido ignorando
y peor aún, olvidando debido a que somos una sociedad consumista. Consideramos la naturaleza
nada más como un espacio de recreo. Si de verdad deseamos el bienestar del futuro de la vida
en la tierra debemos tener cuidado con nuestros desechos, nuestros desgastes de la naturaleza
y nuestra acumulación de gases en la atmosfera.
Se calcula que para el año 2030 habrá 10 mil millones de personas y cada una tendrá solamente
0.7 de tierra productiva disponible, suponiendo que no habría más degradación del suelo. Esto
muestra la importancia del crecimiento de la población, para la productividad de la naturaleza.
La creciente densidad de las ciudades puede resultar en menos requerimientos de la tierra, no
solo porque reducen la cantidad de construcción sino también porque los estilos de vida pueden
ser menos demandantes de energía.
¿Cómo reducir tu huella ecológica?
Una gran parte de la huella ecológica proviene de las emisiones de carbono de las
actividades humanas. De hecho, la huella ecológica de un individuo depende de su
estilo de vida.
Con el fin de limitar las emisiones de CO2 y reducir así la huella ecológica, es
fundamental cambiar nuestro estilo de vida, adoptando unos nuevos hábitos como
podrían ser: