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DE LA ANÉCDOTA:
UNA PRETENSIÓN
—
ANALÍA GERBAUDO
PATRICIA TORRES
IVANA TOSTI
(EDITORAS)
Más allá de la anécdota...
Analía Gerbaudo
Patricia Torres
Ivana Tosti
(editoras)
© Bayerque, Bernabé, Bouilly, Cañón, López Casanova, Caldo, Colectivo Vera cartonera,
Cumin, Ferreyra, Frugoni, Hermida, Istvansch, García, Gerbaudo, Indri, Malacarne,
Nieto, Santiago, Segretin, Torres, Tosti, Vottero, Zunino, 2021.
Autoridades
Rector
Enrique Mammarella
Si Emi quería decirme con ese texto que todos estamos un poco perdidos, no lo
sé, tampoco sé bien qué entendí yo de ese poema, y por otra parte no creo que a los
poemas haya que entenderlos. Pero lo cierto es que escucharla leer me calmó un
poco cierta angustia que había empezado a experimentar. Su lectura, su voz leyendo
y el mail que me mandó después con el poema entero y un escaneo de los dibujos de
Isol que lo acompañan, no solo me hicieron sentir más cerca suyo sino que fueron
para mí como un bálsamo.
Taller de Medicación fue la manera en que nominé (¿sin querer?) a una carpeta
compartida del Taller de Mediación en Literatura Infantil y Juvenil que comencé a
dictar de forma independiente en abril de 2020 (en plena cuarentena) de modo vir-
tual a un grupo de mujeres, en su mayoría docentes. Lo primero que pensé es que el
error había sido culpa del corrector automático. Pero no vale la pena disimular la
errata (ni lo errante). En la escritura o en la lectura lo había pasado por alto y el
fallido quedó ahí a la vista hablando de algo en lo que creo. De hecho al grupo le
causó tanta gracia que comenzamos a llamarnos así: Taller de medicación en litera-
tura infantil.
Tome usted dos versos en ayuna cada mañana antes de levantarse de la cama.
Otro poquito más por la siesta, preferiblemente en un lugar donde le llegue la luz
natural. Lea en voz alta, si está solo y si no también. Y por la noche tome del libro
todo lo que pueda hasta conciliar el sueño.
¿Cuál es el efecto que la literatura tiene sobre nosotros y sobre nuestros cuerpos?
Cuando era chica pedía cuentos antes de dormir. Mi mamá y mi papá se turna-
ban. A veces leían y otras inventaban historias que yo luego les pedía de nuevo y los
corregía si me las contaban muy diferente. Mi papá, sin darse cuenta, era crítico de
literatura infantil. Se quedaba enganchado con algunos cuentos y personajes y lue-
go les inventaba historias que podían continuar, me hacía preguntas que se pare-
cían mucho a lo que Chambers llama Conversación literaria. Y se reía, se reía mu-
cho con esas historias. Vinculaba los cuentos entre sí. Lo recuerdo riéndose a
carcajadas sordas (o mudas) de los finales de algunos relatos —mi papá cuando se
ríe mucho achina los ojos y se queda sin aire pero se sigue riendo y ya no emite so-
nido—. Siempre les dan remedios, decía, Al pajarito tito, al Conejo Pedro, (...) les
dan jarabe, o aceite de bacalao y los mandan a dormir. Se me ocurre ahora pensar
que quizás esos cuentos —sin querer— también estaban cometiendo un fallido, y
nos estaban diciendo que las moralejas son un trago amargo. Y mi papá con su hu-
mor las desmontaba. De alguna manera las moralejas nos sacan de la ficción, la
clausuran. Les dan al relato un porqué, una única dirección posible de interpreta-
ción, y un «mensaje» aleccionador a los lectores. Yo —como toda niña— odiaba los
jarabes y amaba ese momento de irme a dormir mientras me leían y contaban.
¿Por qué tantos cuentos contados tantas veces a tantos chicxs antes de irse a
dormir? ¿En qué ayudará la literatura a la hora de afrontar la noche/la oscuridad?
¿Por qué recurriremos a la ficción en ese momento, en ese pasaje entre el mundo
diurno y el del sueño? Justo ahí cuando nuestro cuerpo se queda quieto y mudo
mientras nosotros (pensando ahora en el poema de Luján) nos movemos hacia tan-
tas direcciones. Cuentos para arropar, para abrigar, la voz para envolver.
Solemos recurrir a la anécdota infantil, familiar para reconocer las marcas que
otros nos dejaron en los modos de leer. Lo hace Graciela Montes cuando en La
frontera indómita... cita al mismo tiempo a Aristóteles a Sherezade y a su abuela
para hablar del lugar del imaginario. Confirma Petit el ardor de esas marcas en sus
estudios. Y de eso también hablan, a su manera, los narradores orales. Escuché va-
rias veces a Joselina Martínez en su taller de narración oral Los palabreros pregun-
tar a sus alumnos sobre los hombros de qué otro narrador se paraban a la hora de
contar. Y escuché también muchas veces los distintos tipos de respuestas que
desataban del recuerdo a un sinnúmero de narradores espontáneos: un tío que con-
taba anécdotas de sobremesa, un familiar que traía cuentos de la tierra de donde
había emigrado, una tía que regalaba coplas, una maestra que leía con una voz en-
volvente, una madre que hablaba de su pueblo, un padre que inventaba cuentos.
Cuando estaba en los primeros años de Letras comencé a asistir a los talleres de
narración oral que dictaba Joselina Martínez en una librería del centro de la ciudad
de Santa Fe. Una vez para abrir uno de esos encuentros nos contó un fragmento de
El reino de este mundo de Alejo Carpentier. De pronto los estantes, los libros, se
fueron borroneando y de a poco también la cara de la narradora se diluyó para dar
lugar a Makandal, el esclavo manco que había aprendido de ungüentos y remedios,
y también de venenos. El esclavo que se había vuelto hechicero y en medio de la
hoguera se transformaba para liberarse y dejarnos a nosotros los escuchas de la
historia igual de boquiabiertos que los que presenciaron su ejecución y su trans-
formación. No hay manera de que yo me olvide de ese momento ni de esa historia.
Y desde esos primeros talleres hasta ahora, con todas mis intermitencias y trasla-
dos, siempre seguí haciendo narración oral. Sin embargo, nunca hasta ahora había
escrito detenidamente sobre el tema, al menos no más que para presentar algún
proyecto o espectáculo —acabo de encontrar otra prima menor en los discursos
académicos, al menos en los míos.
Joselina Martinez
Qué interesante esto de quedarme muda respecto del contar. Quizás una de las
razones que me lleva a escribir ahora sobre esto y a notar que lo había pasado por
alto fue haberme incorporado a comienzos de 2020 al CNOA (Colectivo de Narra-
dores Orales de Argentina). Ahí me encontré con una gran diversidad de narradores
de todo el país, militando la narración oral. Los debates y las acciones que llevamos
a cabo tienen, justamente, como deseo principal difundir la narración oral como un
arte y avanzar en el reconocimiento y los derechos de los narradores como trabaja-
dores profesionales de la cultura.
ba otra que recurrir a la mediación de las pantallas y defender en ese espacio la par-
ticularidad de la narración oral. Esa era casi la única forma que teníamos de no
quedarnos mudas.
Hablando de auras, hay un momento mágico sobre el que tampoco nunca escri-
bí. Y fue el primer encuentro del ciclo Poeplas. 1 Junto a las poetas Valeria Cervero,
Florencia Fragasso y Vanna Andreini comenzamos en 2018 a gestar un ciclo de lec-
tura de poesía para las infancias. Habíamos notado esa falta, solo había lecturas de
poesía para adultos. El primer encuentro2 tuvo mucho de salto al vacío, habíamos
asegurado a todo aquel que tenía que darnos algún permiso o facilitarnos una ayu-
da económica que los chicos iban a disfrutar las lecturas y que no se iban a aburrir
para nada. Por suerte así fue, entre los nervios de estar en el lugar de organizadoras
presenciamos cómo un montón de nenas y nenes escuchaban leer a Juan Lima.
Mientras él les leía y les contaba acerca del proceso de armado de Botánica Poética
—ese libro hermoso donde las palabras y las fotos de frutos y plantas forman poe-
mas— los chicos creaban sonajeros usando vasos descartables y aceitunas crudas
que arrancaban de las ramas de olivo que él les había repartido antes de leer. Ade-
más de escuchar, estaban acompañando el ritmo, estaban mudando un objeto, es-
taban haciendo poesía.
1 El ciclo se llama Poeplas, igual que las dos antologías de poesía argentina para chicxs que hizo Valeria
Cervero y que pueden descargarse gratis en formato e−book de los siguientes links:
Poeplas 1, Poeplas 2
2 Los ciclos tuvieron lugar en distintos espacios de la ciudad de Buenos Aires y alrededores durante
2019. El primer encuentro fue en mayo de 2019 y tuvo lugar en la Biblioteca Casa de la Lectura (CABA).
3 https://www.youtube.com/watch?v=F9YXSd2WbBE&list=PLnGztDpAhF7Y9fWnjbhRaRYvWcpgwYoMF
Leyendo con Fermín 10 meses - Leyendo con Fermín 11 meses - Canal de Youtube
Una de las cosas que confirmé con la experiencia de este poquito tiempo de ser
lectora privada (como lo llama Yolanda Reyes), pero filmando para que atraviese las
paredes, es que la literatura puede habitar allí donde aún no hay palabras. Y tam-
bién descubrí charlando con amigos y alumnos que incluso madres y padres asi-
duos a la lectura y la escritura, en ocasiones no les leen a sus hijos chiquitos par-
tiendo del prejuicio de que no van a entender. O solo les acercan libros con dibujos
porque creen que de otra forma no lograrán captar su atención. ¿Hay que entender
la literatura? ¿Esperamos que se entienda o que se experimente?
4 Link aquí
Referencias