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Metodológicos
20 Observación
participante
Ó scar Gisascti
G IS
Centro de Investigaciones Sociológicas
Ver, m irar, observar, contem p lar, son acciones asociadas al sentido de la
vista. Sin ese sentido no existen im ágenes y los m atices de la realidad se
construyen de otro m odo. Casi todos los ojos m iran, pero son pocos los que
observan, y m enos aú n los que ven. La m irad a es un acto sensitivo, incons
ciente e intuitivo que perm ite a las perso n as circu lar p o r lo cotidiano. Un
acto sensitivo que cuando aparece asociado al arte, a la religión, o a las esfe
ras m ás sensibles del ser h u m an o se convierte en contem plación.
Si la m irad a es u n acto usual que selecciona im ágenes de m anera incons
ciente y que no p resta atención al ento rn o m ás que p a ra sortearlo, la con
tem p lació n es u n acto consciente en el que la m irad a se concentra en un
p u n to y elim ina todos los dem ás. C ontem plar la realidad significa dejarse pe
n e tra r p o r la im agen. C ontem plar es p o n e r al servicio de la im agen todos los
sentidos hasta el p u n to de ser uno con aquello que se m ira. C ontem plar su
pone ir m ás allá de la im agen, im plica su p e ra r los sentidos y d a r paso al sen
tim iento. Es así com o puede m irarse u n paisaje, u n cuadro, u n a escultura;
así es com o los m ísticos de la m eseta p reten d ían fundirse con Dios
T am bién hay m irad as que b u scan y con cen tran la atención visual de m a
n e ra que n ad a p asa inadvertido al ojo que m ira. Pero no se tra ta ya de fun
dirse con la im agen o con aquello que evoca. H ay m iradas que controlan,
buscan, espían. Son los ojos del poder: la m irad a del dios que está en todas
p artes y p ara la cual Jerem ías BE N T H A M (1979) term ina p o r diseñar una a ta
laya. Las m iradas p ueden ser poliform as y diversas. Pero el objetivo de todas
es ver. Un objetivo que no siem pre es conseguido. La m irada inconsciente y
cotidian a que p erm ite tra n sita r la realidad social, la m irada que hace posible
la relación con los dem ás, suele ser u n a m irad a p arcialm ente ciega. Es una
m irad a que ignora y que desecha todo lo que no está en el itinerario social
habitual: la pobreza, injusticia, desigualdad. Es la situación social del p o rta
2 A m en u d o los n a tu ra lista s no se lim ita n a d e sc rib ir los seres vivos en su m e d io /sin o que se
co m p ro m eten en su d efensa. S in em b arg o , se tr a ta de u n a su bjetividad q u e se acepta, y a la que
se le da, ad em ás, in cid en cia m ed iática. Los casos de C ousteau y de R odr íguez de LA F u en te so n
b uenos ejem plos al respecto.
investigador obviar la dureza de ciertas realid ad es sociales. El cuestionario
sirve p a ra co n stru ir una distancia que b lo q u ea la im plicación personal y po
lítica del investigador con la realidad estu d iad a. E n la m edida en que la re a
lidad puede ser revolucionaria, la realidad se p asa p o r el filtro positivista de
la encuesta. E n Antropología el proceso es algo d istinto, pero los resultados
son los m ism os.
Los antropólogos h u b ieran podido q u ed arse en casa y hacer etnografía.
P ero la p rax is etn o g ráfica d o m éstica ta m b ié n p o d ía p la n te a r u n p o sib le
com prom iso porque, después de M alinow ski, la ortodoxia antropológica su
p rim e la distinción entre observador y analista. E n A ntropología, la distancia
se construye en térm inos de espacio. Los an tro p ó lo gos viajan lejos de casa y
protegen sus ojos m ediante el relativism o cu ltu ral. E n la m edida en que la
A ntropología afirm a que cada cu ltu ra debe ju zg arse en función de su propio
contexto, el infanticidio fem enino, la extirpación del clítoris, las to rtú ra se la
m arginació n social de la m ujer o la esclavitud in fantil, no son denunciadas.
Puesto que tales prácticas form an p arte de la c u ltu ra estudiada, el relativis
m o antropológico no las problem atiza. Si la d istin ció n en tre encuestador.y
analista sirve a la Sociología p ara evitar el co m p ro m iso social, el relativism o
cultural p erm ite al antropólogo no im plicarse en la realidad.
El in ten to de negación de la subjetiv id ad en ciencias sociales p a sa p o r
co n stru ir u n a distancia respecto a la realid ad social estudiada. Sin em bargo,
la subjetividad es inevitable; incluso n ecesaria. Si com o p ropone W eber la
acción h u m a n a es radicalm ente subjetiva, su co m p rensión sólo puede conse
guirse subjetivam ente. El problem a básico de la m irad a sociológica es que la
situació n social del observador co ndiciona aquello que m ira y aquello que
ve. Sin em bargo, en la m edida en que el o b serv ad o r reconoce y hace explíci
ta cuál es su posición social, la subjetividad queda, si no controlada, sí al
m enos m atizada. Es u n a cuestión de h o n e stid a d profesional. P or o tro lado,
co n tra quienes defienden que el científico social n u n ca debe hacer observa
ción p articip an te de u n grupo social en el que esté d irectam ente im plicado,
aq u í se defiende lo contrario. U n em igrante, u n a q u em ad a, u n policía, un
m édico, o u n evuzok, puede p ro d u cir etn o g rafía excelente sobre su pro p io
grupo social. La distancia, en estos casos, p u ed e c o n stru irse de m a n e ra c ríti
ca. El perten ecer a u n grupo social evita los p ro b lem as de trad u cció n cu ltu
ral. Ya no es necesario que quien investiga p ase p o r u n proceso de resociali
zación en un grupo social que desconoce. Q uien investiga conoce los códigos
vigentes en su propio grupo y puede hacerlos explícitos.
A nalizar la observación particip an te im plica, pues, an aliza r lo subjetivo;
supone revisar la distancia social y cu ltu ral resp ecto a aquello que se m ira.
P ero escribir sobre observación p artic ip a n te es tam bién, aunque en m en o r
m edida, escribir sobre la participación. La p artic ip a c ió n es u n problem a teó
rico m enor. La participación es, sobre todo, u n a cu estión técnica y de sen ti
do com ún. La presencia social de u n a p e rso n a en u n grupo social que le es
ajeno, sólo puede solventarse en térm inos del grupo que lo acoge. El grupo
al que se in co rp o ra el investigador siem pre posee algún tipo de nicho cultu
ral al que el extraño puede acogerse. Este nicho cultural puede ser el de p er
sona adoptada, el de huésped o incluso el de enemigo. Pero siem pre existe
algún m odo de in te ra c tu a r con los otros. Así pues, desde un pu n to de vista
teórico: el rol que d esem p eñ a el investigador en un grupo social ajeno al
suyo, debe e sta r previsto cu ltu ralm en te p o r la sociedad receptora. La b ú s
queda de un rol de p articip ació n p a ra el investigador es básica porque condi
ciona la observación.
Las técnicas que aseguran u n a buen a participación, tienen que ver con el
sentido com ún: se tra ta de ser sutil p ara no ser engañado, de conocer las
norm as que regulan la interacción social en el grupo social de acogida, de
respetar la ley de la hospitalidad. El problem a de la participación se resuelve
adecuándose a la realid ad social del grupo estudiado. Sin em bargo, y pese a
to m ar en cuen ta el m odo y los estilos de participación, u n a reflexión crítica
sobre la observación p artic ip a n te debe articularse sobre todo en to m o a las
cuestiones de la d istan cia y de la subjetividad.
La etnografía n o es la observación participante, sino su resultado. Pero
en la m edida en que observación participante y etnografía no pueden en ten
derse la u n a sin la otra, la reflexión crítica que propongo sobre la p rim era
incluye tam bién u n a reflexión sobre la segunda. En ese sentido, hay que se
ñ alar que la observación p articip an te y su resultado (la etnografía) son an te
riores a las ciencias sociales. La reflexión sobre la realidad social y sus p ro
blem as no es ni h a sido p atrim o n io exclusivo de las disciplinas sociales. La
m edicina ha observado, d escrito y propuesto soluciones p a ra el m undo so
cial. Unas p ro p u estas que, m u ch o antes de que exista la estadística, se reali
zan m ediante la etnografía: desde la observación y la descripción. Antes de
que D U R K H E IM co n trib u y era de form a decisiva a fundar la Sociología acadé
mica, y con ocasión de la epidem ia de tifus que asóla la Alta Silesia en 1848,
V lR C H O W define la m edicina com o u n a ciencia social. Los inform es que ela
bora sobre la epidem ia son etnográficos: describe prim ero y asocia después,
las condiciones de vida de la clase trab ajad o ra alem ana a la difusión de la
epidem ia. Pero la m irad a de V lR C H O W no es objetiva, ni pretende serlo tam
poco. Al contrario, su m ira d a es ta n subjetiva que se com prom ete con las
personas observadas h asta el p u n to de te rm in a r com batiendo en las b arric a
das del Berlín de 18483.
La etn o g rafía fue u n a técn ica com ún a m uchas disciplinas. E n el caso
concreto de la E u ro p a del XIX, p ractican etnografía la m edicina, las ciencias
sociales, y los folcloristas (C O M E L L E S 1996h). Pero finalm ente la A ntropolo
4 Un ejem plo evidente del c o m p ro m iso al que p o d ía llevar la p ráctica etn o g ráfica en la E u ro
p a del xix lo o frece E n g e ls (1968) con su d escrip ció n de las condiciones de vida de la clase
o b re ra d e In g laterra.
las culturas ajenas. Sin em bargo, diversos factores han puesto en cuestión la
versión de observación participante definida por MALINOWSKI.
La aparición en 1967 de los diarios privados del autor de. Los argonautas.
destruye el m ito del antropólogo relativista que valora y aprecia a los n ati
vos. L a publicación de los diarios de M a l i n o w s k i tan sólo es una anécdota.
Lo que realm ente cam bia la práctica antropológica de los países centrales en
la producción del conocim iento antropológico son los procesos de descoloni
zación. La descolonización pone de relieve los procesos de subaltem idad ins
critos en las relaciones centro-periferia y muestra tam bién las relaciones de
poder presentes en la p ráctica etnográfica. Los procesos de descolonización
primero, y la aldea global después, provocan una crisis en la práctica an tro
pológica de los países centrales. Ya no es posible ir allí, porque todos esta-,
ritos aquí.
El conjunto de las reflexiones de la Antropología de los países centrales
en la producción del conocim iento antropológico sobre su práctica etnográ
fica, sedim entan en to m o a cuatro cuestiones fundamentales: prim ero, el p ro
blem a de la: A ntropología com o traducción cultural; segundo; la cuestión de
la cultura com o in terpretación; tercero, el problema del.pacto de realidad; y
cuarto, la constatación de la sim ilitud entre etnografía y literatura, y la posi
bilidad de analizar las m onografías como textos. Estas reflexiones de la Antro
pología sobre su p ropia práctica, son también recogidas por las antropologías
de los países periféricos, pero en menor medida porque tales antropologías des
de siem pre investigaron estando aquí. Desarrollar la práctica etnográfica en
el propio m edio cultural p erm ite m inim izar (aunque no obviar) los proble
mas de in terp retació n y de traducción cultural.
En la práctica
’ W hy te (1 9 7 1 ) lo g ra el a c c e so a l g ru p o e s tu d ia d o m e d ia n te in f o r m a n te s c la v e c o n c ie r ta
a u to r id a d e n el m e d io . G offman (1 9 8 1 a ) in f o r m a d e s u s a c tiv id a d e s a la d ire c c ió n d e l h o s p ita l.
C a u d i ll (1 9 6 6 ) s e c o m p o rta c o m o p a c ie n te e n su p r im e r e s tu d io , y c o m o in v e s tig a d o r e n e l s e
gundo.
10 B u lm e r (1 9 8 2 ) c o n s id e ra e s ta e s tr a te g ia c o m o in a c e p ta b le d e s d e u n p u n to d e v is ta é tic o ,
s e a n c u a le s s e a n la s c irc u n s ta n c ia s q u e e n v u e lv e n la r e a lid a d o b s e r v a d a .
11 «Debe ten erse en cu en ta que los indígenas, al verm e c o n sta n te m e n te todos los días, d e ja
ro n d e interesarse, alarm arse, o au to co n tro larse p o r m i p resen c ia , a la vez que yo dejé de se r un
elem en to d istu rb a d o r d e la vida tribal que m e p ro p o n ía e stu d ia r, la cual se h ab ía a lte ra d o con
m i p rim e ra aproxim ación» (Malinowski 1975a: 25)
quien observa. Es en estos m om entos cuando se hace necesaria u n a buena
gestión de la tensión que origina la disrupción flagrante de la interacción so
cial esperada. En esos casos es recom endable m inim izar ante los observados
la im portancia de lo sucedido, y dejar p ara conversaciones posteriores con
los inform antes el análisis de la disrupción.
Todos estos problem as no se plantean en las investigaciones encubiertas.
Pero aparecen otros de igual envergadura. Es en las investigaciones encu
biertas cuando quien investiga debe tener un buen conocim iento previo de
las reglas sociales básicas que rigen el universo analizado. Al principio de
una investigación ab ierta los observados pueden obviar o m in im izar com
portam ien to s in ad ecu ad o s p o r p a rte del investigador: se supone que éste
desconoce las reglas de interacción. Pero en u n a investigación encubierta el
investigador debe co n o cer las n o rm as m ínim as p ara g estio n ar a d ecu ad a
mente la inform ación que de sí m ism o ofrece a los demás. Un conocim iento
que le perm ite definir u n rol en el escenario de acuerdo con alguno de los
múltiples papeles posibles en el campo: «el problem a a resolver consiste en
lograr ocupar u n a posición en la com unidad dentro del haz de posibilidades
culturales de la com unidad y com patible con su estructura social y su expe
riencia histórica» (M A E S T R E 1976: 60). El rol que desem peña el observador
debe adecuarse, pues, a lo socialm ente previsto según las norm as de interac
ción vigentes en el escenario.
El conocim iento previo del cam po que perm ite definir un rol en la inves
tigación encubierta puede conseguirse m ediante la revisión bibliográfica o a
través de contactos con expertos. Pero se logra sobre todo a lo largo de las
prim eras estancias de cam po en escenarios de fácil accesibilidad. E n cual
quier caso, la d istin ció n en tre investigación abierta y encubierta suele ser
más ideal que práctica. Lo usual es que en toda investigación en la que se
emplea observación p articip an te sea abierta p ara unos pocos (los porteros y
los inform antes) y cerrada p a ra otros (la m ayoría de los observados).
La técnica de observación participante requiere que quien observa acom
pañe a los actores en su vida diaria. Y esa com pañía puede realizarse de m a
nera abierta (con el conocim iento, aunque no necesariam ente con el bene
plácito de los actores) o de form a encubierta. Pero sea cual sea el m odo de
participación en el escenario, éste siem pre viene condicionado p o r las carac
terísticas del grupo observado. Como señala E v a n s - P r i t c h a r d l2, es el colec
tivo estudiado quien define el tipo de relaciones que se establecen con quien
observa.
Moverse en u n contexto social ajeno suele generar tensión y ansiedad.
Ambos factores pueden disto rsio n ar la capacidad de observación y el m odo
12 «Los azan d e no m e p erm itiero n vivir com o uno de ellos; los n u er no m e p e rm itie ro n vivir
sino a la m an era de ellos. E n tre los azande fui forzado a vivir fuera de la co m unidad; en tre los
nuer me vi obligado a ser m iem b ro de ella. Los azande me trataron com o a p e rso n a superior;
los n u er com o a un igual» (E vans -P ritchard 1967: 45).
4' i r, r í r\ •Dion?(e>.
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u Realmente hubiera sido difícil que un blanco p u d iera h acer observación p articip an te en el
movimiento negro radical de los años sesenta, o que u n negro h aga lo propio en u n a b a n d a ra
cista europea de los noventa.
1,1 Por ejemplo, si a la hora de defender la com isión de un robo, u n in fo rm an te de u n grupo
radical de izquierdas insiste en que «si np hubiese privilegios no hab ría delitos», resu lta im p ro
cedente contestar con un discurso sobre la necesidad de re sp e ta r la ley y la pro p ied ad privada.
Parece más coherente realizar un a reflexión, desde las propias convicciones políticas, sobre la
desigualdad social y sobre sus consecuencias. La p rim e ra opción d in am ita la relación de cam
po. La segunda la hace posible.
15 En un estudio sobre m ilitares vale la p ena sacar a relu cir las experiencias del observador
en el servicio militar; o en uno sobre sida resulta útil explicar al inform ante las técnicas que se
emplean para realizar sexo m ás seguro. Pese a que es im p o rtan te ser siem pre un o m ism o y no
intentar adaptaciones falsas al contexto, es aconsejable d isp o n e r de u n a b a tería p erso n a l de
cuestiones que puedan interesar al inform ante. Con eso se logra se d im e n ta r las relaciones de
campo y se consigue discutir y com entar tem as relativos a la investigación.
cam po, pero no las garantiza. O bviam ente el m e jo r m odo de cre ar y d e sa rro
llar relaciones de cam po surge de co m p artir experiencias a lo largo de la o b
servación participante.
Las relaciones de cam po se construyen día a día, y en ellas existen pro b le
m as sim ilares a los de la vida diaria: rechazos, celos, enfados y m alos en ten
didos. Es posible que quien investiga se en c u e n tre con personajes sociales
que rechazan la relación de cam po e incluso la p resen cia de quien investiga
en el escenario. Ello es m ás frecuente en las investigaciones abiertas, donde
la m ayoría de los actores disponen de algún tip o de inform ación (a m enudo
distorsionada) sobre la actividad del observador l6. E n estos casos es im p o n
ta n te facilitar inform ación a las personas sobre el sen tido de la presencia del
investigador en el escenario, pero tam b ién es im p o rta n te in teresarse (y co
m e n ta r si es posible) las razones del rechazo o de la h ostilid ad 17. Cabe la po
sibilidad de que, tras aclarar las posiciones respectivas, el rechazó inicial se
tran sfo rm e en afán colaborador.
Otro facto r que dificulta las relaciones de cam p o es involucrarse en dis
putas de carácter político entre grupos y facciones en frentadas. E n estos ca
sos, aunque sea difícil, es preciso c o n stru ir u n a cierta n e u tra lid a d 18. La difi
cultad p a ra conseguirlo rad ica en que el o b serv ad o r p uede no ser consciente
de que se im plica en las actividades de u n a d e te rm in ad a facción. El hecho
m ism o de acceder a un escenario, puede e n fre n ta r a grupos políticos que de
fiendan o rechacen la presencia del observador. C onseguir desm arcarse del
grupo que p erm ite el acceso p ara acercarse al que lo rec h az a puede signifi
car p erd e r la confianza del prim ero, y ten er que ren egociar el rol del investi
gador en el escenario. Estos y otros episodios de las relaciones de cam po,
pueden convertir la observación p articip an te en u n a actividad fru stran te y a
veces trau m ática.
La perso n a que investiga en el cam po p a sa p o r u n a am plia gam a de se n ti
m ientos que van desde la euforia a la depresión. L a ansiedad, la desilusión, y
la creen cia de que la investigación no p o d rá llevarse a b u e n térm in o son
ta m b ién sentim ientos frecuentes 19. E n el caso de las investigaciones ab ier