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Rodrigo Arriagada Zubieta


ZUBIETA,
Buenos Aires Poetry, 2019.
64p. ; 15x21 cm.
ISBN 9789874197603
1. Poesía Chilena.

©Rodrigo Arriagada Zubieta. Reservados todos los derechos.

Primera edición, 2019.

Editorial ©Buenos Aires Poetry.

Director: Juan Arabia.

Diseño editorial: Camila Evia.

BUENOS AIRES POETRY


Salta 350 5º F / C1074AAH / Ciudad de Buenos Aires
editorial@buenosairespoetry.com
www.buenosairespoetry.com
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Índice

13 COSTANERA TOWER
16 FORMAS DE DESAPARICIÓN
19 SPLEEN DE SANTIAGO
22 El CIERVO QUE SE FUGÓ DE LA SELVA
26 DESAPARECIMOS AÑOS ATRÁS
28 PLAZA DE ARMAS
32 NIGHTS
36 DARK BUILDINGS
39 ERASER HEAD, 1977.
41 LAS OLAS
44 CLARISSE (VIVRE DANGEREUSEMENT… JUSQ ´AU BOUT!)
46 RELACIONES CON LA REALIDAD
49 SEÑALES DE VIDA
52 PIEDRAS, SAN TELMO
55 BAUDELAIRE, 1845: HOMO DUPLEX
57 MERSAULT, PLATJA DE SAN SEBASTIÁ
58 PLAZA YUNGAY
59 TROVAR
8
9

Rodrigo
Arriagada-Zubieta

ZUBIETA
10
11

A mi esposa,
Alejandra Escobar Delmás

VIVRE DANGEREUSEMENT… JUSQ ´AU BOUT!


12
13

COSTANERA TOWER

We built a tower…
I mean,
construimos una torre.
Nos rompimos la cara
para falsificar un ídolo de piedra
que recordara el triunfo
ante las tribus vecinas.
No usamos mezcla
de cal y barro
ni fue necesario
verter cráneos sobre un altar.
Apenas el semen rancio
de una raza
de hombres mal constituida.
Esos que sentaron la belleza en sus rodillas
y dijeron
cada chileno será exitoso
cada exitoso será chileno.

Ahora miramos al cielo


sin ninguna creencia,
hablamos distintas lenguas
que cambian de frecuencia
los mensajes de la resaca
14

y por las noches la sed malsana


oscurece las venas.
No recordamos pasión litúrgica,
adoramos el orgasmo
la fiesta.
Desde Wall Street la mañana se filtra
por las vigas
hasta las grandes avenidas
y vemos caer desde lo alto de la torre
hogueras pálidas,
el hombre libre
revolviéndose en charcos membranosos
a plena luz del vidrio.

Se suponía que debíamos quebrar


el cuello de los enemigos
a la vista del Dios Sol
que fortalecería la musculatura,
pero el ascensor más alto
del fin del mundo
deja caer hombres debilitados
como el zumbido tenue
de las moscas sucias.
15

Así logramos todo, Señor


inmolamos nuestra estirpe
a fuerza de azotar la cabeza contra el piso.

Era más fácil de lo que decías,


y este es sólo el comienzo de las obras.

El sacrificio de los anestesiados suicidas


garantiza el orden
con mayor seguridad que un despertador.

¡Créenos¡
apenas manchas de sangre sobre el asfalto
y ninguno de nosotros
se dispersará sobre otra tierra.
16

FORMAS DE DESAPARICIÓN

“¿Dónde termina el espacio?”


preguntaba el niño cuando era niño
y la vida bajo el cielo parecía un sueño.
Todo era un mar sin hombres
sobreviviendo su naufragio
ni charco
ni orilla
ni fondo del río
cosas que cambian de rumbo,
peces de sangre fría
que no sobreviven la dispersión de la luz.

“Chubascos aislados,
focos tormentosos de evolución diurna”.
La chica de la T.V. arroja al vacío
un aquí y un allá impreciso
y esa duda se parece al vapor químico,
espantosamente fuera del alcance de la vista.

El cansancio
el paraguas
el rumor de adoquines
formas de una misma constelación de aguas negras,
predicciones que ilustran un desencuentro que tendrá lugar
17

bajo un cielo cubierto de cenizas.


Una sola certeza: Miraflores con Huérfanos.
Ella olvidó decir lo único definitivo: “va a ser un día un día”.

El tiempo está ideal para desaparecer


–a quién le importa–
si desde 1973 alguien habla por todos
sin ninguno de nosotros
como un actor que vuelve a casa
y se estira con los pies descalzos
vomitando un soliloquio en boca de nadie.

Pero hoy eres adulto


y estás aquí solo en los techos
el aire es espantoso
y los hombres de negocios
a diferencia de ti
se ganan la vida
porque están hechos para la derrota.
Nadie habla contigo y no se te oye
incluso ahora que estás en lo más alto
ausente
como un extraño sonido de los campanarios
en el fondo de los seres rotos.
18

Va a ser un día un día


en que no entrarás en contacto y observarás
el polvo rodando a tierra
con tu soledad agravada
por el paseo impúdico de las mujeres
a las 9 A.M.
después del primer orgasmo.

Otros indolentes
sobrevivirán un tumulto de cal
adiestrados en el gesto de despreciarse.
19

SPLEEN DE SANTIAGO

El éxtasis universal
se posterga en domingo.
Por fin dentro
las cosas ensayan formas de desaparición.
Esta orgía tan ausente de los rostros humanos
como si hubiera que arrastrarse
para seguir viviendo.
Es extraño. No siento nada.
Nada que se parezca al cansancio.
Sólo hoy es la misma hora a todo instante
y alguien en el techo se inicia en el arte del trapecio
ensayando nuevas formas de muerte.

Los que nos quitaron varios trozos de horizonte


pueden estar tranquilos,
torres curvas como la miopía nublan la vista
y la luz no alcanza a sugerir el sol,
los periódicos se sirven en la mesa
para que el hombre crea que es aún parte del mundo
y su mujer de un tiempo a esta parte
rompe platos contra el piso,
canta la musa al pobre mortal
que ha perdido su voz.
Yo apenas puedo pensar de un día para otro
20

en esta ciudad casi sin espacio


adelgazada hasta la soledad
por sus torturadas raíces
detenidas
desaparecidas
parece que en una mano mía
ya no cabe el gesto de empuñar los dedos.

Si alguien quiere un trozo de eternidad


tendrá que saltar las calles,
sus líneas divisorias,
los extramuros del inaccesible mecánico
y seguir de largo
en lo remoto de un cruce de trenes
que de seguro ya no existe.

Única propiedad privada al fin de todos


la extranjería de este no viento

Mugre en la bandera chilena


izada en blanco y negro
en los paseos peatonales

Frenesí en el vapor enarbolado


como en una película de Scorsesse
en el centro mismo del Sudamerican experiment
21

Premio Óscar
para la mejor borradura en escena
en este extremo en que se expolian
los ojos de los ávidos de color.

Se hace una voluntad oscura


aquí sin tierra
como sin cielo.
22

El CIERVO QUE SE FUGÓ DE LA SELVA

Se quema el viejo Santiago


y de las cenizas rezuma un licor más fuerte que el veneno
cuando todo lo oteas desde un balcón
que bien podría ser un precipicio
si las memorias del agua no desaparecen
y te hunden como una roca
que arrastra marineros
pescadores
arenas
despojos
lastimosos derrotados,
golondrinas de plata de pronto acabadas
en el tardío oficio de la lluvia
que se abren a la desaparecida caricia del espacio.
Estoy mirando abajo
muy lejos
una urbe llena de terror,
fuera unos hombres de traje se chocan
en ritmos regulares
semejante a un invierno
que no se recobra nunca, nunca
en los delgados hilos
que simulan los pasos de las marionetas.
Pero ¡escucha! Soy el ciervo que se fugó de la selva
23

y una imagen me asalta:


no andes el camino con desconocidos,
aparta tus pies de las calles,
quédate en las alturas
y observa la ciudad por entero:
hospital
asfalto
prostíbulos
las hormigas deben registrarse eternamente
ahora que colonizaron la totalidad del espacio.

Tus lugares ya no son las plazas y los cines,


los escarnecedores crujieron sus dientes frente a ti
y alguien prepara azotes en las espaldas
para los necios.

No pidas un hijo ni plantar un árbol,


pide que el color del día sea puesto en duda,
examinarlo a la luz de la inmovilidad
amenazado por el silencio
que restablece el perfecto caos,
pide dejar de cargar por las calles
ese abismo portátil que eres
en cada lunes que te falta el aire.

Tu generación no es la que desapareció


como se arrumban bultos indeseables,
24

son seis millones de habitantes


a los que los usureros dieron la espalda,
les ofrecieron edificios,
puntos de fuga al infinito como distracción
ante la ausencia de hierba
que era lo único que debía volver a enderezar,
crecer sobre los restos de los cuerpos salvajes
que algunas madres -Príamo sin corona-
no alcanzaron a gemir,
besar las manos terribles de los hijos
sin dejar de escupir un incienso con aroma a sangre.
¡Escucha! Soy el ciervo que se fugó de la selva
y una imagen me asalta:
debe haber otras estrellas además de las del cielo
con olor a sótano,
debe haber otro lugar
donde la hormiga se convierta en zarabanda
ignorando el sol
que alguien preparó mezquinamente para nosotros,
una forma menos resignada
de esperar para siempre.

Yo comencé
por coger la luz del pescuezo,
poner candado al cielo borracho y desvelado,
beber café hasta el cansancio,
orinar en vez de eyacular.
25

Ya no deseo que algo recomience,


aquí el mundo es un charco que tiembla detrás
del Santa Lucía,
cenagoso nada en micciones
y se ahoga de un espasmo nocturno.
26

DESAPARECIMOS AÑOS ATRÁS

Siempre que hemos participado


ha sido sólo en apariencia,
mucho antes que ese pensamiento de muerte
velara los cuartos
como un atmósfera de sol en un teatro.
Y toda esa luz incierta decía
amarás lo que se parezca al contacto.
el lugar donde no estás,
la mirada de los otros
como a una vitrina o un acuario,
las liturgias en las que nadie precisa
estar iniciado en las palabras
y sobre todo
los espejos
el momento feliz,
esa desatención de la materia
en que todo se empieza a tratar de ti.

Ahora que tu reflejo


comienza a morder su fantasma
y el de todos los vivos ya desaparecidos,
tu corazón es un rojo coágulo
que odia la nada inmensa
como un ahogado que muere en la orilla
27

y se pregunta para qué girar en la abismal


espiral de nosotros mismos
si puedes dejar atrás
al hombre traspasado,
la hermosura blanqueada por fuera
llena de osamentas sumergidas en el sol,
comer pan y beber agua,
juntar piedras en las playas sin visitas,
profundizando el tiempo de placer triste y oscuro
hasta que alguien te diga de un soplo
¿de dónde vienes, bebedor, sucio
sin rostro y con las manos quemadas?

Nunca encontrarás rastro de tu imagen


creyendo que el día se levanta contigo.
Mi insomnio lo atestigua.
Por eso llena tu cama de recuerdos venenosos
siguiendo el arte de los perfumistas
y ocupa tus días en tallar tu nombre
con sangre sobre una lápida,
realiza las cosas que la noche deja sin hacer
y simplemente piensa
¿quién removerá la piedra del sepulcro?
28

PLAZA DE ARMAS

Olvidado de primer orden,


cesante embalsamado
en tu camisa de fuerza,
funcionario que debiste
hace tiempo enrollar
una corbata de hierro
alrededor de tu garganta,
poeta seducido
por el resplandor de lo desaparecido:
has comido sin hambre,
bebido sin sed en las plazas
y en venganza los negociantes
se echarán por tu camino
sin que nadie te salve.
Es la hora negra de los comercios de lujo,
de la circulación de un orden posterior a la sangre,
del jardín del norte aplastando todas tus flores
sin consentimiento
ORINES DEL GRINGO
sueños de la mañana de un forajido
en el asfixiante viento del sur
destapando aromas de abismo y de lechos clínicos,
el prohibido frasco que esparce el sabor
de lo descompuesto
29

como si el mundo revelase


el perfume de su muerte
en una fuga de la oscuridad ligera
que susurra “sigues siendo acá,
a nuestro pesar, entre los vivos”

Es cierto.
He aquí una sombra,
pero nuca tuviste luz propia
descascarado, pálido, liso
el cadáver y la carne terminal
sustraídos a la curiosidad humana,
el abatimiento de cada hora
que no trasluce desesperación alguna
y como tal nadie se atrevería a demolerte
como a un monumento arquitectónico
en el centro mismo del poder
que ya no precisa la horca
para romper a sus muertos.

Te has conformado con tomar asiento


en una partida de cartas,
con ser saludado apenas con un gesto,
sueñas con ser parte de la historia
y es tan difícil recordar el mundo
¿No estuviste ahí?
En apariencia, quizás.
30

Entre reminiscencias
de artefactos rotos en el solar de una fábrica,
entre ruidos de sirenas
y pálidos silbidos de un tren extraviado,
polvos en grietas
y olores a vino barato
en el barrio de los marineros.

¿Por qué no dejar esta plaza hundida


a su espectro?

Si los españoles supieron desaparecer


a tiempo,
volar como pájaros del árbol
del que fueron hojas finitas
estremecidas al contacto de la derrota.

Entonces llévate lejos esa especie de abismo,


muerde una manzana con olor acre,
dile a la mujer que nunca tocarás
¡qué bella te ves hoy!
sube a los autobuses y contempla el paisaje muerto,
la multitud de cosas retorcidas,
la humedad que se añade a la forma
en que ruedan las colillas.
31

La atmósfera se restituirá sin ti


mezquina y portátil
como una bocanada de Dios
si éste nos hubiese dado alguna vez el soplo,
pero sólo hay barro en todas partes,
mugre en el fin del orbe
y ahora un imperio de autómatas
que eternizan la sagrada robótica del Padre
de hacer personas y luego borrarlas,
la íntima mecánica del cielo industrial
huesos de acero dispersos en el aire.

NO
NO
SEÑOR

No queremos más este vacío.

Esta ausencia residual.

Hemos sido los últimos en vernos


a través de tu espejo
y despreciamos tu semejanza.
32

NIGHTS

Todo el aire furiosamente


desordenado de tu vida arrastra
toneles alquitranados
como si el amanecer fuera una plaza sitiada.
Advierto que no vives en la calle
pero el sol
que hiere en la cara
se mezcla con tus fermentaciones
abriendo abanicos de fuego.
Algo se va a quemar:
la ciudad, los comercios, las ventanas
de los clubes nocturnos que ocultan
muslos y vulvas inmortales
en los que hace una hora te ejercitabas
con tus miembros acendrados
ofreciendo alabanzas a esa mujer
que ya no es la misma que fornicaste
y espera un taxi en que se perderá para siempre
en una acera entre tu mundo y otro.
Ya no te devuelven la mirada sus ojos de fuego
oscurecidos como los sorbos finitos
de un veneno derramado.
Esa virgen y hada
que quizás nunca duerme
33

ahuyenta el miedo de los edificios pétreos


rodeados de espanto
y en las poblaciones- en las que no puedes entrar-
despierta los odios y las rosas,
evapora la injustica hacia el cielo,
derrama inocencia en cada uno de sus senos
saturados de miel
como el sabor de la venganza.
Es ella la Virgen María que al volver a los suburbios
torna festivo a un borracho cesante,
borra los años de su madre
que agoniza entre aromas de lechos clínicos,
y a sus niños ordena plantar
en las entrañas del polvo y las piedras
un florido altar de juegos
que los usureros ordenarían demoler con odio.
Ella es una máquina ciega fecunda en crueldades
como un dispensador de riquezas
y utiliza, como tú, con arrogancia
el poder que le concede el dinero
sin conocer jamás las leyes de la Belleza.
El día de hoy es ruina
y ayer un mero espasmo.
Levántate y anda Lázaro,
tú que viniste por un torrente de orgías
y te niegas a ir a casa
con los bolsillos vacíos y desvencijados.
34

Este es el destino de la ciencia de la locura,


volver como un Ulises ardiendo
en la multitud de sus harapos,
penetrar cual rey sin séquito ni pompa
susurrando encantamientos lunares
como un loco agita lirios muertos
que una esposa fiel no tomaría nunca
como la fría y dolorosa dádiva
de una primavera estéril.

La cama está abierta


y todos los olores nocturnos
cruzan por tu cabeza
en habitaciones de ventanas cerradas.
Sácate la ropa, duerme,
prepárate para el nuevo día,
ya has pagado de sobra
el pecado original de tu clase
con los últimos estertores de un corazón
enfermo, seco y acuchillado
por una desigualdad milenaria.

Tú eres el desorden de las familias,


la secreción de las basuras en las alfombras
de hogares de perfectas fachadas.
Entre el espasmo y la sombra
tuyo es el reino de Santiago
35

y esta es la forma en que acaba


una noche cualquiera,
con el silencio de una caída mortal
y el perfume florido de las estrellas
de un cuerpo femenino en cuartos ajenos,
con tus monedas de oro amarillo
fundidas en fríos esteros de magma.

Has visto tu riqueza vacilar


y en pocas palabras tienes miedo.
36

DARK BUILDINGS

Con el paso del día


se borra la memoria de la tarde helada
y la soledad se extiende
como un descanso de copas vacías o de sábanas,
la lujuria es la presa que huye
a través de los balcones y los techos,
más allá del deseo,
e ignoramos si libremente
una pareja se ama
si otra se mata.

Nos han quitado el derecho de ver a lo lejos.


El soñador desconoce si los mirlos
se han establecido en la luna
y no puede ver la noche que supone real
figuras que se desvanecen recién formadas,
un hombre y una mujer que comienzan a tocarse como
|cuchillos
que dan estocadas hasta llover de frío,
la caída de los edificios como torrentes
en la opacidad de algún eriazo inicial,
los hospitales y los órganos de los enfermos
rompiendo los vidrios,
y finalmente el trabajador
rodeado de utensilios inútiles
37

colgando de las camas de apartamentos que


aparentemente odio.
Ese soñador es fanático de las estrellas
y sólo puede observar ventanas que dan a otras ventanas
en los que se celebra con profundidad
la apoteosis de lo mismo.
Habita moles geométricas,
pero no tiene ningún poder sobrenatural
y yace envenenado
por la basura eléctrica acumulada en sus ojos
donde algo deforme se filtra,
visiones de serpientes apocalípticas
que se amontonan en el zaguán
de una necrópolis fluvial.

Vivimos como arañas en exilio,


oímos trozos de conversaciones íntimas
condenados a ser vecinos idénticos,
pero desconocemos la voluntad del creador
de encogernos, separarnos
porque el barro siempre estuvo a la par del divorcio.

Sepan todos, entonces, la ley inicial:


este lugar se construyó en altura
para entrever en las cortinas formas de contacto.
El precio de los techos se estableció por consenso,
el empuje vertical de los balcones constituye
un factor de plusvalía absoluta,
38

la posibilidad cierta de imaginar


la cercanía de la vida de los otros
aunque sólo lo estamos de todos nuestros muertos
que sobrevuelan en círculos luctuosos
garabateando en el cielo la única verdad:
“la ciudad ya descansa en paz
por habernos matado tanto”.

Se ha tornado irreconocible
el lugar fúnebre de los homicidios neuróticos
sin que el diluvio universal de la barbarie
se haya limpiado
con el deslizamiento purificador del suelo,
porque la conciencia nos pesa también
en la memoria de los cadáveres
en el fondo del mar.
39

ERASER HEAD, 1977.

Él quiere ser otra fuga de sí mismo


como un baile de los astros dispersos
un túnel sin ventanas
donde asomar hacia lo más hondo del frío
una noche de insomnio en la cabeza.
Quizás él duerme a medias su vacío,
se cansa de ayunar
en un mundo tan fácilmente repleto,
lo perturba el ruido del metal,
el aroma a cámaras cerradas
y cada día esplende inconmovible
la ciudad de la que se oye hablar,
que se presiente a lo lejos,
donde nunca habita el hombre.
La terrible criatura es él
como un día sin frutos y sin espigas
y sin preguntar por la cosecha.
Aplasta con el pie los espermios
que no deben volver a florecer
como sangre en los jardines.
Finalmente el gran arquitecto de los sueños
le regala ese abrazo de la Mujer del Radiador:
una fracción de segundos
para que entre algo de luz
40

y arda
se consuma
se ciegue
sediento de tragar su ser baldío
por arte de una boca lejana.
No es verdad – como quisiera el autor–
que el espíritu lo alcance.
El deseo hecho irrealidad
corta la escena sin llegar a iluminar lo oscuro,
un cierre de plano que tributa al instante
que sin memoria lo humilla
y el amor se aleja.
41

LAS OLAS

El cigarrillo toma vuelo


cae
desde el piso 16
al menor contacto con el aire
plomo arsénico cadmio
sustancias se injertan
en las aguas subterráneas
una atmósfera que ralentiza el desenlace
como un suicida que quiere morir en el asfalto
y manchar esta ciudad
a la que ella me trajo
para oír el rodar de los buses demorados y exhaustos
en la hora exacta del amor
para hacerme olvidar las olas
encubrir así el sexo mudo
apenas espuma en sus piernas
reducido el grito
a su mínima expresión
fotogramático el orgasmo
sin lograr una verdadera sensación de movimiento
bajo una luz de luna
menguada en su claro del miedo
A PARIR.
Quizás la falta de seguridad
42

el gesto –por ella entrevisto–


de quitarme la corbata en cámara lenta
como si pesara más que el traje de Lawrence Olivier
en Hamlet
el desprecio por los signos de riqueza
que se agravan al sacar mi libreta de poemas:
papeles sin valor de cambio
cheques nulos
afasia
lengua muerta
arameo
esperanto.
No sé.

O quizás el vivir en habitáculos


donde los pasos se confunden en la oscuridad
cada vez más cerca uno del otro
en ausencia de adornos palaciegos
con que ella sueña
en su encandilado desvelo
fuma su ansiedad
y añora edificios más altos
bloques andamios horizontes
basuras cuidadosamente anunciadas
en los periódicos
43

ENGELS y VOLKERS
sus dos estrepitosos amantes.

Me hago eco de tu vicio.


Aprendo años después
en tu ausencia
el arte de consumirme a solas
aspirando la asfixia
de la belleza que se marchita.

Nada puede alegrar al príncipe joven


pero decrépito
ni un vaso de ginebra ni de vodka
ni el prostíbulo que muere
al pie del balcón
y las bocanadas en el aire mujer
son lo único que pierde valor
a mayor altura

Cigarrillos aventados
como pájaros idiotas
que se desploman
a la espera de nada
bajo este cielo más triste
que la noche.
44

CLARISSE (VIVRE DANGEREUSEMENT…


JUSQ ´AU BOUT!)

Mientras nos besamos aún desconocidos


en la antesala de un cine
pienso que horas más tarde ensayaré el regreso a otra soledad
y sin embargo tú ya has escrito en la pared
–VIVRE DANGEREUSEMENT...JUSQ ‘ AU BOUT!–

Como en la película,
el rayado anuncia de antemano
el desenlace de la historia:
primera vez que actuamos juntos para siempre.

“Sólo para mí” se lee en tu neón


como arte del diseño de una distinta paciencia,
un juego de tus delicadas manos
que desharían sutilmente el texto mismo que es la piel
hasta lo más íntimo de su fibra,
en el fondo
sin aliento.

Clarisse, un desmayo de los ángeles


en el instante exacto de la Anunciación,
el arder de la mañana entera
en una capital de fin de mundo
45

por obra de tus ojos de francesa trasplantada,


la primera actriz cuyo rol agrega un personaje
a la estrechez de mi reparto
en que suelo representar oníricamente
todos los papeles.
Escribo este poema
para que tu nombre no se diga en lugares comunes
y la pintura femenina sea la muda discreción
tan llena de ningún artificio.

Un silencio visual que preanuncia el éxtasis en la vejez


la infinita complacencia de ver a la protagonista
como si fueras variaciones sobre Anna Karina,
el sueño donde a la vista de la misma mujer
Yo –Godard–
a través de un cristal en que se rompería la luna
oigo sin secuencias la belleza delirar.
46

RELACIONES CON LA REALIDAD

Despierto. La voz de Clarisse


mientras abre las cortinas
“Un poco de luz para que te
relaciones con la realidad”.
Un vidrio repleto de hombres
que se abalanzan hacia fuera.
Es un pequeño apartamento
en calle Huérfanos
construido bajo la norma
de que la ciudad debe evocar un cuartel
y las habitaciones – les digo- son así
para frustrar la reunión de las familias
como si éstas fueran clandestinas,
porque el desarrollo exige
contabilizarnos a puñados,
numerarnos en series tatuados en sangre,
ocultarnos en el rincón
donde llega la luz y el pan.
Mi memoria trabaja en este piso.
Mi mujer suelta palabras lentas
como el caminar de los sacerdotes.
Hay dulzura bajo las grúas
edificios
taladros
47

y todo se hace espuma en mi oído.


Trabajo para resucitar por un instante
la lejana vigilancia del mar de Viña
o de playa Sant Sebastiá.

Porque hemos vuelto, Clarisse,


al mundo de la historia
que conserva bestias en ámbar
y árboles cristales de superficies podridas
para asombrarnos.
Dijeron que teníamos que regresar a la ciudad,
que aquí es donde pasan las cosas.

Y yo te digo
que este es sólo el sitio de los desafectos
un periscopio donde alguien vigila
qué penas y alegrías
pueden corresponder nuestras miradas.
Aquí el amor es peligroso
como un desempleado mugriento,
en este punto la única compañía imaginable
es la muerte o la locura,
tinieblas que vacían el erotismo
mediante la privación.

Yo ya entregué mis ropas, mi nombre


al médico de turno
48

antes de volver a casa,


y tú en cierto modo
estás sola en las sombras,
desnuda sobre las sábanas.
El ruido de los vecinos ha dejado
a Jorge González en silencio
y a mi apatía tumefacta sin concentración.

Pero a pesar de que los hombres


y los trozos de papel
sean arrastrados por el viento frío,
mi cuerpo es un guijarro
que tú cuidas como el agua,
alisándolo suavemente,
reprimiendo esas ganas
que tiene el hombre de gritar.

Advierto que hoy saldré de casa


para relacionarme con eso que llaman vida,
te haré caso en lo posible.
Llevaré gafas oscuras,
bombas de tiempo sin prisa en los bolsillos
y las babas de un niño entre las barbas.
Ábranme paso ya
Sin saludarme, por favor
Sin hablarme.
Échense a un lado
Si me ven.
49

SEÑALES DE VIDA

De vez en cuando soy tu visita inesperada


en nuestra tierra abandonada por todos
el viejo cantinero reconoce el desolado recuerdo
de dos sombras entrecortadas por el tiempo
y nos sirve los últimos tragos de cerveza
para tediosos borrachos de provincia
que lloran a las 6 a.m.
con los ojos clavados en las playas sin arena.
Nosotros sabemos que el mundo
desaparecerá mucho más pronto que lo que imaginan
los amantes de ciudad.
¿Sabías, Madeleine,
que ellos encienden la luz a medianoche,
se ponen trajes de otra época futura
y se excitan con algunos retorcimientos del cuerpo
entrevistos en la velocidad?
Tú, en cambio, insistes en arrancarle su alrededor
a las lámparas obscenas
para que en la anciana oscuridad
encontremos el camino que extraviamos juntos
en la sumergida espesura
de tu habitación preñada por la lentitud.
“¿Qué esperas para entrar en la cama?”
mientras se oye un disco de Bryan Ferry
50

afuera tiene lugar un holocausto de sardinas


que vuelan de noche
y se desploman asfixiadas por la sal.
Los años pasan,
te sorprende que yo siga con vida
cada vez más lleno de este ser que me es ajeno,
tan lejos de las olas de aguas verdes,
de tu desnudo imperfectamente femenino
como un retrato de Courbet:
confuso, obsceno, angelical.
“¿Por qué no das señales de vida?”
me preguntas a mí que apenas puedo
dejarme caer muerto sobre tu cuerpo,
hacer el amor a medias
sintiéndome exterior y frío por dentro,
escribir diez poemas al año
en estaciones sin trenes
a la orilla de los rieles oxidados
donde fumo
me arrugo
voy muriendo
a años sombra de mí mismo
en medio de resacas- flujos-latidos
que se parecen a la vida
y su espantosa discontinuidad,
idéntica al amor que te profeso
como mi último sacramento
51

antes de que vuelva a desaparecer


y vivas otro año recordando
el momento en que amanezco
junto a las gaviotas

Yo soy el reflujo donde comienza a envenenarse el océano.

No te dejo flores ni un poema, Madeleine,


te dejo llena de un aire totalmente nuevo
mi destino es- donde vaya- dejar de estar.
52

PIEDRAS, SAN TELMO

El aire resignado a siempre esperar


cancela las imágenes
en este lado de la ciudad en la que quiero
desaparecer junto a todos sus muertos
vagos
ebrios
casas fantasmas
irreparables monumentos a las palomas
que ya no extienden sus alas.

Porque se está bien aquí


entre búhos a los que no serena el atardecer
falsamente silente de Buenos Aires,
oculta necrópolis en vela
de sus noches que no acaban para nadie.

Afuera llora el desamparo,


la fría melodía
de una apenas entrevista felicidad
como un llanto sordo
amargamente injusto
en ausencia
de la risa que desborda en la boca de los jóvenes
en Junín, frente al cementerio de la Recoleta.
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Ellos no miran,
no ven a la encapuchada,
chocan sus cristales de cerveza,
ofrecen sorbos a la vida
cuyo reverso los espera en breve a dos pasos.
La confunden con el amor
de una buena samaritana
que les clava la mirada con deseo
y se retira en el momento exacto
del desdoblamiento de Venus
empapada en una lluvia de flores sangrientas.

Ellos no saben cuánto tiempo hace


que desapareció la belleza,
la confunden con la ternura de una adolescente,
la confunden con el amor
de una puta barata.

No a la luna blanca de los idiotas

Sí a la luna siniestra
Suspendida
Fúnebre
Rebelde
de los verdaderos muertos en vida
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de Calle Piedras
últimos en lanzar
una carcajada eterna
congelada por las brasas de la pobreza.

La locura incendia el fuego en masa


la soledad reducida a su humo
y los ojos errantes se velan sin su propio cerebro,
mi mudo pueblo de extranjeras arañas.
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BAUDELAIRE, 1845: HOMO DUPLEX

El papel está en blanco


y yo estoy irritado contra la ciudad entera.
La página carcomida por la falta de escritura
es el reflejo del agua bendita,
el confesionario donde me eximo de pagar
mis obligaciones de conciencia.

Soy un aparador repleto de facturas;


mi cerebro, un cementerio como orgía de gusanos
que se arrastran hasta oler
el aroma corrompido del frasco
y la tinta es un borracho en el fondo de una taberna
que multiplica con el licor su sed.

Cuando al fin alcanzo en algo las palabras


lo indecible conforma un panorama
lleno de amenazas
porque nada hay más peligroso que estar dividido
como dos amantes que no logran acomodarse
hasta convertirse en la escultural inercia de la carne.

Poeta-persona, mi doble naturaleza


una espada de los ciervos en el bosque,
animales salvajes que se ejercitan en la esgrima
solitariamente acorralados.
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Bestia y hombre no forman más que un solo ser


mi dolor son las sentencias de un otro delator;
el verso, un cadáver sin descanso
de un muerto que nunca termino de matar.

Detestable evidencia de mis malas artes.


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MERSAULT, PLATJA DE SAN SEBASTIÁ

Todos estamos condenados al patíbulo.


No se mata ni muere por exceso de pasión,
sólo se interrumpe el equilibrio del día
junto al mar del que me hago espuma
absorbiendo su mareo.
El testigo ocular son las piedras
y ellas sudan su silencio.
El verdadero asesino siempre fue el sol.
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PLAZA YUNGAY

Es una pareja joven, nietos de Sara y Abraham.


Bajaron del Barrio Alto para ver una plaza a escala humana.
Volverán como los libertinos, rotos por su labor.
No cometerán pecado y los días les serán ligeros.
Es de noche, los tambores imitan los embates del día.
Hay sudor de verano y la orina lava el vómito en el piso.
A veinte pasos está San Saturnino tallado más de cien años,
vieja fábrica de Dios a punto de derrumbarse. Siguen de largo.
Reposan boquiabiertos donde diez polillas en el techo
y aromas de incienso mezclados
con el humo secundario de cigarrillos baratos.
Echan atrás las sábanas. Sienten el calor de los cuerpos
reducidos a un condón que siempre se enfría.
Él mira el líquido espeso y piensa en la vida
encapsulada a la que no dará vida.
Ella se mira vacía de él, disuelta por un rayo blanco.
Es una hermosa estación y de vuelta en la calle
sobran los desperdicios.
Antes de salir ella dijo
“arroja los restos de amor a la basura,
nuestros hijos muertos
no son trofeos que exhibir al sol”.
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TROVAR
A Juan Arabia

He tomado sitio en la habitación


junto a las gardenias largas
que crecen en la mesa de luz.

Todo está roto por la noche,


abierta de piernas desde el balcón.

Ustedes no ensayan nuevas formas de vida.


Abusan de la mezquindad.

Finalmente lograron encerrarme


de tanto viajar por los ojos de los idiotas,
ese circo ambulante que invoca a las plagas.

Ha desaparecido mi cabeza
en un barroco jardín narcótico,
píldoras pinochetistamente eficaces
en la toma del poder
mientras unos pocos luchan contra un mundo
de ciegas velocidades,
amargo como un metal fundido en la boca.

Me creen fuera de combate,


pero lo que nunca verán
es la otra sombra acumulada que se detiene
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en ciertos libros que leo a sus espaldas,


palabras llenas de inexactitud
que pueden hacer confundir la poesía con la mentira.
La vida ha muerto y sin embargo viva la vida
les grito enarbolando un verso de Cocteau
en una época en que vivido intensamente,
contra toda mi voluntad.

Mi riqueza está en la espera,


mi margen de interés en la venganza.

Libertinos y usureros merecen ser hervidos


para destilar Sangre
Avaricia
y Mal.

Cuando aparezca mi tropa


de trovadores
construiremos una fortaleza
hecha de insomnio y torbellinos
donde anidará el colibrí inadaptable
junto a una verja en que un unicornio brama.
Porque no hay que seguir
el orden que el día preparó para nosotros.
Ahí la niñez perdió su rumbo
en un invernadero lleno de vidrios gélidos
con toda la sombra del bosque a su pesar.
Por eso escuchen mujeres del último hastío:
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preparen los vientres de hilos de sangre


como una cosecha de espíritus agresivos
y que sea descubierto el misterio de este siglo
en la abertura exigua de cada poro.

Antes las seduciremos con flores inversas:


Nieve
Hielo
y Escarcha.

No habremos comprendido sus leyes ni su idioma,


pero imitaremos a los pájaros.

Todo será canción en riscos y colinas;


los edificios, repugnantes malezas,
jaulas estacionarias
en las cuales defecar.

Entonces esplenderá
el pan en las tabernas
en el fondo de un licor sin precio,
remojado en la fábrica de Satán.

Será de noche sobre un camino de tierra


y junto al fuego temblaremos de frío.
En nuestra patria seremos extranjeros
a la vez bienvenidos y rechazados

Ciudadanos de una nueva oscuridad.


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Sobre el autor

– Rodrigo Arriagada Zubieta (Viña


del Mar, Chile, 1982) es un poeta, crítico literario y acadé-
mico chileno. Ha cursado estudios de letras en las univer-
sidades Adolfo Ibáñez (CL), Del Desarrollo (CL), De Bar-
celona (ESP) y Complutense (ESP). Su actividad artística
se centra en temáticas propias de la modernidad estética:
la ciudad, el paseante, la mirada, la memoria, el extraña-
miento y la crisis de la experiencia. Es miembro del Comité
Editorial de la revista y editorial Buenos Aires Poetry (ARG)
donde ejerce crítica literaria. Como poeta ha publicado Ex-
trañeza (Buenos Aires Poetry, ARG, 2017)), Hotel Sitges (Bue-
nos Aires Poetry, ARG, 2018) y Una temporada en la cabeza
(Santiago Inédito, CL, 2019). Sus poemas han sido traduci-
dos al italiano y al inglés, y publicados en medios de Chile,
Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados
Unidos, Italia y España.
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Noviembre, 2019
Impreso en Buenos Aires,

Buenos Aires Poetr y


w w w. b u e n o s a i r e s p o e t r y. c o m

buenosaires
poetry

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