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ierto; es decir, que tampoco estaría mal pensar en cambiar el sufrido color

gris de las paredes de las aulas, o incluso el azul de las pantallas, por el aire
fresco en contacto directo con la realidad de la calle.

Aquí el plan no es siempre necesariamente tecnológico. La educación


también ha de recuperar la calle como espacio de aprendizaje mediante el
juego experimental, tal y como defiende Francesco Tonucci, y quizá hasta
volver a sembrar en patios de tierra, aunque haya que excavar
profundamente en tantos colegios hormigonados, recordando la antigua
batalla de Teresa Ubiera de la escuela O´Pelouro. Éstas son un par de
muestras entre cientos de propuestas y experiencias vitales marcadas por
una decidida voluntad de cambio y de mejora del modelo instaurado. Si se
quieren conocer otros testimonios existen muchos trabajos, como los
reportajes del documental “La educación prohibida”, las experiencias del
Viaje a la escuela del siglo XXI de Hernando Calvo, o las visitas a escuelas
alternativas de Cesar Bona, entre otros.

El sentido común dice que tecnificar la escuela no hace que mejore sin más,
pues sumar ordenadores sin cambiar el sistema no tiene mucho sentido.
Nadie debe confundir la incorporación de las TIC en la educación con
desarrollos en innovación educativa, ya que tanto se puede innovar sin la
informátic

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