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Nombre: Mamerto Huamán Ayte

ANÁLISIS COMPARATIVO DE MULTICULTURALISMO E INTERCULTURALIDAD

Multiculturalismo
Es la acción de reconocimiento pleno del carácter multilingüe, multiétnico y
pluricultural de un país o nación. Esta acción da origen a políticas y programas
educativos, de salud, de participación ciudadana, de asistencia jurídica, trabajo
social y otras, con el fin de responder a las necesidades e intereses de las
diversas comunidades culturales lingüísticas y étnicas que conforman la nación,
en un marco de democracia multicultural. El multiculturalismo se apoya en valores
como la equidad y la justicia, la igualdad con derecho a la diferencia étnica y
cultural, y se manifiesta a través del ejercicio de reconocimiento, respeto y
promoción de la identidad y cultural y lingüística. Sus aportes positivos son:
a) la promoción de un mayor respeto de las culturas y los pueblos;
b) impulso a reformas del sistema educativo;
c) lucha contra el racismo y la discriminación;
d) regionalización cultural del currículum educacional, fortaleciendo a la vez un
currículum básico nacional, de manera que propicie la unidad en la diversidad.
Un concepto opuesto a multiculturalismo es el de la homogeneidad, el cual
persigue la mayoría de Estados-Nación modernos. Con la idea de una nación
monoétnica, culturalmente homogénea, se busca sustentar la visión de
“nacionalidad”, que con la puesta en vigencia el grupo étnico cultural dominante
consigue imponer su visión del mundo, el modelo de sociedad, las reglas del
juego en las relaciones sociales, políticas y culturales. Este conjunto de
condiciones convierte a los otros pueblos y culturas existentes en el país en
“minorías”, situación que crea tensiones y a veces conflictos sociales. Rodolfo
Stavenhagen, miembro de la Comisión Internacional sobre la Educación para el
siglo XXI, recomienda que “para que sea verdaderamente multicultural, la
educación deberá ser capaz de responder a la vez a los imperativos de la
integración planetaria y nacional, y a las necesidades específicas de comunidades
concretas, rurales o urbanas, que tienen una cultura propia. Llevará a todos a
tomar conciencia de la diversidad y a respetar a los demás, ya se trate de sus
vecinos inmediatos, de sus colegas o de los habitantes de un país lejano”3
3 Stavenhagen, Rodolfo, “La educación para un mundo multicultural”, en: Delors, Jacques y
otros, La educación encierra un Tesoro…, pág. 136.

Interculturalidad
La interculturalidad se origina de la filosofía del pluralismo cultural, y va más allá
del enfoque sociocultural y político del multiculturalismo al poner mayor atención a
“la intensa interacción que de hecho hay entre las culturas. Tiene en cuenta no
solo las diferencias entre personas y grupos sino también las convergencias entre
ellos, los vínculos que unen la aceptación de los derechos humanos, los valores
compartidos, las normas de convivencia ya legitimadas y aceptadas, los intereses
comunes en desarrollo local, la identidad nacional en algunos casos, y otros
puntos en común”5. La interculturalidad es un diálogo entre iguales, en un
contexto multilingüe, multiétnico y pluricultural. Según el autor Carlos Giménez
Romero, “la interculturalidad es una relación de armonía entre las culturas; dicho
de otra forma, una relación de intercambio positivo y convivencia social entre
actores culturalmente diferenciados”6. En un estudio sobre tendencias y casos de
política lingüística y educativa7. Norma Tarrow identifica tres paradigmas con los
cuales los Estados nacionales pluriculturales y multilingües han dado tratamiento
al fenómeno de las lenguas, interculturalismo y derechos humanos. Las tres
concepciones son: paradigmas de asimilación, de aceptación y de
interculturación.
• Paradigma de asimilación.
Postula una sociedad monocultural, que no reconoce ni acepta la realidad y la
existencia del multiculturalismo, tampoco la igualdad entre los grupos dominante y
dominado. Bajo este concepto, a través de las instituciones del Estado y también
del poder de la opinión pública, se persiguen, eliminan y reprimen las culturas y
lenguas de los grupos y pueblos dominados. El ideal de desarrollo se pretende
alcanzar por medio de la uniformidad cultural y lingüística.
• Paradigma de aceptación.
En su fase inicial persiste en negar la igualdad entre los grupos dominante y
dominado, pero fomenta programas de compensación para atender necesidades
y valores de los grupos dominados, aunque el objetivo es todavía el de asimilar o
integrar a éstos a la sociedad dominante. Una virtud de este paradigma es que,
en un proceso gradual (no sin conflictos), va sustituyendo la visión monocultural
por una perspectiva cultural pluralista. Pertenecen a este nivel los programas
lingüísticos y culturales, estudios étnicos, educación bilingüe, estudios de otras
religiones, con los cuales se permite el mantenimiento de la propia identidad
cultural.
• Paradigma de interculturación.
Es cuando el diálogo entre las culturas se vuelve una realidad efectiva o al menos
un objetivo. Aparecen los conceptos de interacción, interdependencia, intercambio
y reciprocidad; se impulsan programas de lucha contra los prejuicios y
discriminación racial, así como la educación en derechos humanos de la
sociedad; el interés fundamental de la educación es la calidad y la interacción
entre las culturas y naciones, se valora el enriquecimiento mutuo que resulta del
intercambio, la reciprocidad y la interdependencia; surgen métodos apropiados,
tales como el aprendizaje cooperativo, las técnicas de solución de conflictos y
luego la educación para la comprensión internacional.
5 Giménez, Carlos, “Guía sobre interculturalidad”. Colección Cuadernos Q’anil, Proyecto Q’anil-
PNUD, Editorial Serviprensa CA, Guatemala, 2000.
6 Ibídem.
7 Tarrow, Norma, “Lenguas, interculturalismo y derechos humanos”, en: Revista Perspectivas
XXII 4. UNESCO, París, Francia, 1992, págs. 489-509.

Multiculturalidad y multiculturalismo
Aunque existen diversas acepciones de la multiculturalidad, en general puede ser
entendida como el fenómeno que señala la existencia y convivencia de varios
grupos culturales en un territorio o en una situación o bien dentro de un mismo
Estado. Respecto de este término, León Olivé señala que “en ocasiones el
término “multicultural” se utiliza para describir sociedades en donde conviven
grupos que provienen de diversas culturas” (Olivé, 2004: 21) Asimismo, Olivé
apunta que asume como sinónimos multiculturalidad y pluriculturalidad. Por otra
parte, del multiculturalismo afirma que “expresa un concepto que se refiere a
modelos de sociedad que pueden servir como guía para establecer o modificar
relaciones sociales, para diseñar y justificar políticas públicas, para tomar
decisiones y para realizar acciones. A diferencia de la multiculturalidad, que tiene
un sentido descriptivo, el concepto de “multiculturalismo” tiene un sentido
normativo” (Ibid: 22) Estos sentidos, tanto de multiculturalidad como de
multiculturalismo apuntan hacia uno de los temas centrales del multiculturalismo
que es la diversidad cultural. En la definición de la multiculturalidad como término
descriptivo está implicada dicha diversidad cultural, entendida como pluralidad, y
el multiculturalismo, en tanto normativo es precisamente el proyecto de la
regulación de tal convivencia entre culturas. Sobre esta comprensión de las
sociedades en tanto multiculturales se ha elaborado el proyecto político del
multiculturalismo. Y se trata de un proyecto político porque, sobretodo, ha
abogado fundamentalmente por el reconocimiento de la diversidad cultural de
grupos minoritarios en el ámbito legislativo y de ejercicio de políticas públicas, aun
cuando también promueve el reconocimiento de la diversidad cultural en otros
aspectos. En este tono, Kimlicka describe el reto del multiculturalismo en los
siguientes términos: “las sociedades modernas tienen que hacer frente cada vez
más a grupos minoritarios que exigen el reconocimiento de su identidad y la
acomodación de sus diferencias culturales (Kimlicka, 1996: 25) Lo que puede
resaltarse aquí es que efectivamente el multiculturalismo está ligado a la
diversidad cultural como un fenómeno que se da en el mundo, asume de facto
esta diversidad. Y dado que el multiculturalismo afirma este hecho, también ha
derivado en el proyecto de un pluralismo cultural. Beuchot señala que justamente
el pluralismo cultural es el modelo con el que se trata de explicar o manejar el
multiculturalismo1 . Asimismo, afirma que, sin embargo, el multiculturalismo es
“una denominación de origen liberal, e implica y propicia la dominación” (Beuchot,
2005: 14). Esto puede ser así, puesto que el multiculturalismo en nivel político
asume la diversidad como diversidad de grupos minoritarios frente a los grupos de
poder dentro de los Estados.

1 Sin embargo, Beuchot entiende el multiculturalismo más bien en un sentido descriptivo, lo que
sería para Olivé multiculturalidad. Afirma Beuchot que “se llama multiculturalismo al fenómeno de
la multiplicidad de culturas que se da en el mundo, y en la mayoría de los países” (Beuchot: 2005:
13).
Cuadro comparativo de multiculturalidad e
interculturalidad
MULTICULTURALIDAD INTERCULTURALIDAD

1. Se caracteriza por los aspectos 1. Se caracteriza por la


propios de una cultura con relación respetuosa que
relación a otras culturas. existe entre culturas
2. Muchas culturas dentro de una 2. Interacción entre
misma sociedad. miembros de culturas
3. Todas las culturas son diferentes.
igualmente dignas y merecen 3. Cada cultura manifiesta
respeto. sus propios criterios
4. En ella, se manifiesta la culturales.
marginación y la exclusión 4. Con ella, se trata de
social romper la marginación y
5. Hay obstáculos que impiden la la exclusión social
participación de todos en la 5. Propicia la interrelación y
vida social. participación entre los
6. No por haber muchas culturas miembros de distintas
significa que existe interacción culturas.
entre ellas. 6. Interacción de culturas de
7. En muchas sociedades, al forma horizontal.
haber muchas culturas se da la 7. Ninguna cultura que se
jerarquía y diferencia relacionan está más
económica. arriba que otra.
8. Se marcas diferencias sociales. 8. Existe el respeto por la
diversidad.
9. Cada cultura habla su propio 9. Tiene algunos obstáculos
idioma lo que provoca como la comunicación
dificultades al querer por la diversidad de
interactuar con otras. idiomas.

RELACIÓN DE DISCRIMINACIÓN, RACISMO, Y EXCLUSIÓN SOCIAL PARA


ENTENDER LA INTERCULTURALIDAD
Nuestro país se reconoce como una nación pluricultural, sustentada originalmente
en sus pueblos indígenas, ya que en el territorio nacional se asientan más de 60
grupos étnicos. Esta diversidad se refleja en las diferentes lenguas que se hablan,
en las tradiciones, en las formas de organización, en la solución de conflictos y en
los diversos saberes y conocimientos tradicionales; sin embargo, la riqueza
cultural de nuestro país no ha sido debidamente reconocida y mucho menos
valorada. Desde la conquista los pueblos indígenas han sido marginados y
discriminados, por lo que en los últimos años se ha fomentado una nueva forma
de relacionarse con los pueblos indígenas, que fomente y promueva un diálogo en
el que se reconozca a las otras culturas como iguales, es decir, la
interculturalidad. La interculturalidad implica el reconocimiento y la aceptación de
las otras culturas, y se fundamenta en el respeto de las diferencias. La
perspectiva intercultural es esencial para promover el respeto a los derechos
humanos de los pueblos indígenas. La lucha por el respeto de sus derechos
humanos continúa siendo una tarea inacabada
1 Artículo 1o. de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
LA DISCRIMINACIÓN Y INTERCULTURALIDAD

La discriminación sigue siendo uno de los problemas más graves en nuestro país;
hay quienes aún creen y fomentan la idea de que existen personas que valen más
que otras. La discriminación se da cuando a partir de una característica elegida de
una manera arbitraria e injusti-cada se realizan actos de distinción, exclusión y
restricción que tienen por objeto impedir o anular el reconocimiento o ejercicio de
los derechos y la igualdad real de oportunidades. La discriminación se compone
de prejuicios y estereotipos que muchas veces aprendemos en la familia y en los
medios de comunicación. Los prejuicios son creencias que se generan sin
sustento real y que provocan rechazo o exclusión. Los estereotipos son ideas o
creencias impuestas por la sociedad que tomamos como verdaderas. Cuando los
prejuicios y los estereotipos se combinan dan lugar a actos de rechazo, exclusión
y marginación, es decir, a conductas discriminatorias. Niños, niñas, jóvenes y
adolescentes indígenas son discriminados en las escuelas, no sólo en sus
comunidades, sino cuando éstos migran a las ciudades para continuar con sus
estudios.
RACISMO Y INTERCULTURALIDAD
El racismo es la doctrina según la cual ciertos grupos humanos se consideran
superiores a otros y con el derecho de prevalecer sobre ellos. Sobre la base de
esta superioridad se entienden con derecho de perseguir y extinguir a los
considerados “grupos inferiores” o “razas inferiores”. El racismo siempre tiene de
fondo preservar el privilegio de un grupo social y la exclusión y segregación de
otro. Las prácticas racistas son una grave violación de todos los derechos
humanos y son obstáculos al pleno disfrute de estos derechos, niegan la verdad
evidente de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en
derechos y constituyen un obstáculo a las relaciones pací-cas entre los pueblos y
las naciones. El racismo es una problemática social que aumenta las
desigualdades que dividen a la sociedad; fomenta la exclusión, la xenofobia, el
odio, la discriminación, no propicia una vida en convivencia, atenta contra los
derechos de los seres humanos y amenaza la construcción de la democracia. Las
manifestaciones racistas en muchos países, hoy llegan a su punto más dramático
en las repatriaciones, violaciones de los derechos humanos, agresiones,
violencia, expulsiones, matanzas, y exterminios de grupos.
El debate sobre interculturalidad está profundamente marcado el racismo, esto es
por la realidad de discriminación étnica y cultural. El racismo en el Perú tiene
profundas raíces. La invasión de los Andes por los conquistadores españoles no
sólo fue una empresa militar, política y económica, también fue una empresa de
afirmación de la superioridad de una civilización y de una “raza”. La lucha contra
los sarracenos y la reciente afirmación de la raza blanca tuvieron un impacto
directo en la manera de colonizar América (véase Choy 1958 y Manrique 1993).
Pese a profundos cambios en los últimos decenios, el Perú sigue arrastrando la
pesada herencia colonial de negación de reconocimiento a una gran parte de la
población. Pero el racismo en el Perú no implica segregación en el sentido del
apartheid. Es mucho más sutil y, a la vez, no menos real. El racismo no es
reconocido, es más bien un racismo de sensibilidades que brota ocasionalmente
en los insultos y se mantiene en los prejuicios, los temores, los aires de
superioridad. Son muchas las razones por las que la sociedad peruana sigue
reproduciendo este tipo de discriminación. Hace falta ventilar el tema, debatirlo,
examinarlo colectivamente para identificar lo que nos sigue atando a estos
prejuicios. Hace falta, en particular, entender por qué se mantiene la
discriminación del mundo criollo con respecto al andino. Aquí, llama la atención
una profunda ambigüedad que proviene del hecho de que la gran mayoría de
peruanos han recibido por algún lado (o por múltiples lados) una influencia andina
que no reconocen fácilmente. La discriminación, en esos casos, provendría de
estas influencias culturales no asumidas, o incluso rechazadas, inhibidas, que se
desprecian al verse objetivadas en personas que las representan. Por eso una
gran pista por trabajar, es la del reconocimiento en uno mismo de las múltiples
influencias culturales heredadas. Para quienes, en el Perú, se creen “libres” de
estas influencias, que piensen en la chica que los crió o en la empleada del hogar
que codean diariamente. Por eso, entre los mundos “criollo” y “andino” existe en el
Perú una verdadera interculturalidad de hecho, en el sentido de una convivencia
cotidiana e influencias mutuas, incluso desde la cultura de más prestigio hacia la
otra. El problema es que las influencias culturales que provienen de las culturas
discriminadas no son fácilmente reconocidas. Con el mundo amazónico, la
relación tal vez debería pensarse de modo distinto. Por las razones históricas
conocidas, los pueblos amazónicos se mantuvieron mucho más separados y, por
ende, las influencias culturales mutuas fueron menores. Al existir un menor
desarrollo histórico de relaciones interculturales entre muchos pueblos
amazónicos y el resto de la población peruana, un proyecto intercultural tendría
características propias: siempre habrá que vencer prejuicios y estereotipos, pero
las resistencias no provendrían de un esfuerzo inconsciente por mantener
invisibles los rasgos propios encontrados en el otro, sino más bien por el
sentimiento de profunda alteridad frente a aquellos “otros” que no parecen del
todo humanos, que pertenecen al mundo “salvaje”, con toda la ambigüedad que
tiene este otro a la vez atractivo (por su asociación con la naturaleza primigenia) y
amenazador (por el desorden que para nosotros representa lo salvaje).
LA EXCLUSIÓN SOCIAL Y LA INTERCULTURALIDAD
El espacio visible e invisible de la ciudadanía intercultural tiene su asiento en los
múltiples entramados del sistema de relaciones y de convivencia social. Así,
desde el habitar rutinario hasta los modos de imaginar que se traducen en
comportamientos, se esparcen narrativas ocultas y subjetividades emergentes de
la cultura cívica. Este proceso de sociabilidad teje un conjunto de interacciones –
algunas erráticas, otras estables- que configuran condiciones de vida excluyentes
e inclusivas, de acuerdo a la prevalencia de intereses de los grupos de poder.La
realidad sociocultural actual es cada vez más heterogénea y su condición
fragmentada reclama una visión profunda y equitativa sobre la participación
ciudadana, particularmente en aquellos estados donde el fenómeno inmigratorio
es acentuado y donde su continuidad provoca un descentramiento del sentido de
pertenencia, de los conflictos interétnicos, de las tradiciones y la participación
pública, tanto de la comunidad originaria, receptora, como de la comunidad
ambulante. Así, “El des-arraigo que padecen tanto la muchedumbre de pobres
que llega cada día a la gran urbe, como buena parte de los adultos urbanos en la
ciudad actual, es vivido por los jóvenes como un des-localizado modo de arraigo
desde el que habitan nómadamente la ciudad” (Martín Barbero, 2005:72). Una
primera aproximación a la pregunta sobre qué son los excluidos consiste en
oponerlos a los incluidos, es decir, concebir la exclusión como lo que no es
garantía de vivir con dignidad. Algunos estudiosos consideran que en las
comunidades excluidas predomina un pensamiento limitado y una cultura frágil
que reproduce un sistema de relaciones primarias; ideas que, indudablemente
destruyen las formas diversificadas de ciudadanía y niegan el papel de estos
grupos en la articulación del orden social. Por otra parte, el vínculo entre
ciudadanía y culturas excluidas tiende a reivindicar los principios de justicia social
y de dignidad humana como ejes estructurantes de las normas de coexistencia,
resignificadas en los distintos planos de la vida sociocultural. El fenómeno del
desplazamiento ocasiona la angustia del desarraigo físico, emocional, social,
económico y cultural. La realidad impredecible y el sentimiento de asumirse
“ciudadano/a” de segunda o tercera categoría, invade la interioridad del excluido
quien se percibe como un ser de ninguna parte, deslocalizado e inmerso en una
otredad desde la cual se reconoce como individualidad anodina sin posibilidad de
narrar su historia que a nadie interesa. Esta visión no significa siempre
conformismo, desaparición o anomia, pues la fuerza de la resistencia constituye
un acicate para posicionarse en otros espacios y desde allí, anunciar su voz y su
presencia nómada en un constante rehacerse y reconfigurar el mapa de su
intimidad perseguida. La construcción de una nueva ciudadanía y el cruce étnico-
cultural en su diversidad de identidades e intereses desplazan formas
tradicionales de convivencia y de intercambio social, hacia prácticas inéditas y de
confrontación en la lucha por el reconocimiento, que es el derecho a existir
socialmente, aun cuando muchas veces los grupos excluidos se tornan pasivos y
se refugian en el silencio voluntario o impuesto en razón de la necesidad de
sobrevivencia. La multiplicidad de sentidos ciudadanos transforma los modos de
sentir, de percibir y de saber en el contexto real y simbólico de la colectividad,
donde transitan representaciones de ciudadanía en continua mutación. La
tolerancia y la seguridad son valores que soportan la formación de la ciudadanía
intercultural en una sociedad que propicie la justicia, no en vano es posible
reconocer que “una inmensa mayoría de pobladores ha construido su forma de
ser ciudadano en medio de profundas exclusiones sociales, económicas y
políticas; de discriminaciones y estigmatizaciones como portadores de referentes
culturales diversos” (Naranjo Giraldo y otros, 2001:15). En este contexto se
definen las intersubjetividades y se acuerdan las demandas en procura de
reivindicar la cohesión colectiva a través del aprendizaje de vivir juntos. En el
ámbito educativo, el interculturalismo reclama nuevas conceptualizaciones que
orienten la convergencia reflexiva con fundamentos que busquen la integración1
en la diversidad, en las identidades múltiples y en el pluralismo. Se entiende que
el marco territorial de la acción educativa ha sido trastocado por el mundo
globalizado, pero no puede perderse de vista la justificación de legítimos valores
que obligan a proteger la libertad y las diferencias en lo que respecta a la
superación de estereotipos culturales, provocadores de conductas excluyentes y
etnocéntricas. La persistencia de los procesos de hibridación cultural en nuestras
sociedades conduce al reconocimiento de la razón histórica de las culturas, lo que
legitima la construcción de la identidad personal en relación con los otros y las
distintas maneras de percibir el mundo como patrimonio común para el
enriquecimiento de la pluralidad y la responsabilidad compartida. El recorrido
histórico de las sociedades muestra situaciones donde la hostilidad diferencial
constituye causa de desintegración y exclusión con lamentables saldos de
injusticia y contiendas bélicas. Esta mirada convoca a la formulación de nuevas
preguntas y respuestas sobre las moralidades públicas, lo que insta a averiguar
de cuál ciudadanía intercultural hablamos y cuál admitimos institucionalmente y
en nuestras prácticas habituales. El interculturalismo es una cuestión de derechos
que exige reivindicar a vastos sectores sociales para la cohabitación como
actores públicos, desde las oportunidades que brinda el acceso a los beneficios
de la modernización en una sociedad que pretenda la equidad. Por este medio se
ha de garantizar el conocimiento, el diálogo y el respeto a la diferencia entre
diversas culturas. Lejos de asumir una visión “culturalista” nos acercamos al
abordaje de los cambios económicos, sociales y políticos que inciden en los
cambios culturales, legitimados por la organización de una sociedad basada en la
desigualdad y en los particularismos del poder2. Martín Barbero señala que “la
cultura es el espacio de producción y recreación del sentido de lo social, donde el
orden y los desórdenes sociales se vuelven significantes” (1987:85). No obstante,
dentro de una matriz de opciones y elecciones, es posible orientar la construcción
de la ciudadanía multiétnica articulando igualdad y diferencia, con el
reconocimiento de las diversas identidades colectivas y la interrupción del
fenómeno del racismo. Ahora bien, los problemas del interculturalismo y el
multiculturalismo no tendrán mejora mientras no se concreten en
comportamientos cotidianos donde se implique la formación de valores cívicos y
éticos. Entendemos que las condiciones económicas, políticas y sociales
comportan en sí un modelo de cultura; es decir, un modo de producir, reproducir,
disfrutar o inalcanzar los bienes materiales e inmateriales que circulan en la
sociedad. El efecto de las desigualdades que padece gran parte de la población
mundial, provoca una diáspora de colectivos humanos en búsqueda de “mejores”
medios de vida. Esto conlleva el trasplante de necesidades objetivas y subjetivas
que encubren formas de socialización manifiestas en reglas invisibles,
experiencias, valores, creencias y prácticas, tejidas en un imaginario que se
reconstruye en la confrontación con la “otra” cultura. En el caso de la emigración
interna han jugado “un rol importante no sólo las relaciones sociales y las
simbologías culturales que traían desde sus contextos rurales, con estrategias
vecinales y familiares de supervivencia, sino también las nuevas alternativas de
vida emanadas de los medios masivos” (Naranjo Giraldo y otros, 2001:35). El
problema de la emigración/inmigración ha sido siempre objeto de dudas,
conflictos y hasta determinismos, pues la misma organización de la sociedad y su
sistema jurídico, establecen mecanismos de infravaloración de los desplazados
con base en la negación para el “otro” de los derechos cívicos del oriundo. Los
movimientos de entrada y salida forzosa de población desde sus países de origen
y el posicionamiento en territorio extraño, representa un reto que se vuelca en una
vida dura y desprotegida, marcada por el aislamiento que ocasiona la
discriminación social. Toda la historia de los emigrantes e inmigrantes es un
ensayo de dificultades y un escenario traumático que exige mirar también hacia el
contexto de los autóctonos, anclados en prácticas y tradiciones arraigadas en la
conciencia colectiva; esto, por supuesto, no niega la posibilidad de acercamiento
a experiencias próximas o lejanas a través de las cuales es posible insertarse en
el mundo de nuevas complejidades y nuevos relatos. La organización jerárquica
de los pueblos se traduce en una hegemonía de los más fuertes sobre los más
débiles expandidos en los márgenes del “progreso” y percibidos como seres
atrasados o inferiores; consideraciones históricas que han permitido una
aculturación autoritaria donde se desprecian las cosmovisiones de las minorías.

1 Nos referimos a la integración crítica como identidad colectiva, capaz de reconocer la


diversidad sin que ello signifique pertenencia
incondicional.
2 Julio Caravana acepta que los problemas interculturales tienen, sobretodo, carácter
intrasocietario. Para ampliar este criterio consultar
Revista de Educación. No 302, pp. 61-82, 1993.

BIBLIGRAFIA
Multiculturalidad e interculturalidad en el ámbito educativo Experiencias de países
latinoamericanos
Módulo 1: Enfoque teórico Manuel de Jesús Salazar Tetzagüic
Hernández, Miriam Sobre los sentidos de "multiculturalismo" e "interculturalismo" Ra
Ximhai, vol. 3, núm. 2, mayo-agosto, 2007, pp. 429-442 Universidad Autónoma Indígena
de México El Fuerte, México
Ra Ximhai Vol. 3. Número 2, Mayo – agosto 2007, pp. 429 - 442
interculturalidadenguatemala.blogspot.com/.../tabla-comparativa-interculturalidad-y.h...

Interculturalidad, cultura y racismo (Juan Ansion)

Callirgos, Juan Carlos (2006). Percepciones y discursos sobre etnicidad y racismo: aportes
para la educación intercultural bilingüe. Lima: CARE Perú.

Estudios Pedagógicos XXXIV, Nº 1: 173-186, 2008

CIUDADANÍA INTERCULTURAL, ENSEÑANZA DE LA HISTORIA Y EXCLUSIÓN SOCIAL


Carmen ARANGUREN
Facultad de Humanidades y Educación, Universidad de los Andes. Mérida-
Venezuela.
carmenaran@hotmail.com

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