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LAS HEROINAS EN EL EJERCITO LIBERTADOR

En la solemnidad del bicentenario es imperativo rendir cálido homenaje a las


heroínas que, en la campaña libertadora, entregaron su fuerza y entereza, su
dulzura y amor a la patria, como protagonistas de eternidad, que hoy se enaltece
al evocar el proceso de la Independencia y su Campaña Libertadora. Fueron fieles
seguidoras, compañeras y actuantes, desde los amaneceres hasta los atardeceres
y aún hasta altas horas de la noche, por las actitudes y ocupaciones participes de
la marcha de los ejércitos, sin ningún distingo de raza, clase, ocupación o edad,
así desde la niña hasta la anciana, resplandecen con luz propia libertaria.

SIMONA AMAYA. Heroína inmortal en el Pantano de Vargas.

En Paya, ayer pertenencia casanareña y hoy boyacense, sus gentes con amor
terrígeno mantienen vivo el recuerdo, la vida, el heroísmo, la rectitud de la joven
amazona, aguerrida y patriota nacida en sus entrañas para orgullo y permanencia
en la memoria de las generaciones: Simona Amaya la payera que
desobedeciendo la decisión bolivariana al destinar a todas las mujeres solo al
ingreso al “Batallón de Servicios”, y no a los cuerpos de alta disciplina militar
armada, los batallones de la guerra.

En el Llano de Miguel, con ímpetu y disimulada actitud portando uniforme de


caballería, se camuflo como militante engrosando las filas del ejército patriota que
iniciaba con intrepidez la marcha en búsqueda del altiplano Neo Granadino, para
así consagrar la ansiada libertad proclamada en 1810.

En el cumplimiento del derrotero libertario, la Vanguardia Patriota luego de cruzar


los llanos inundados y los rios fuera de curso y con cierta escasez de recursos, el
27 de julio de 1819, llega a Paya escenario del combate de su nombre, conocido
también como las Termópilas de Paya e igualmente Trincheras de Paya, con
inobjetable triunfo; con derrocha de agilidad y extrema energía participó nuestra
joven amazona: Simona Amaya.

Luego de cruzar el invernal Casanare, los cuerpos armados de la Vanguardia de


Santander, de la Retaguardia de Bolívar y las corrientes avanzadas del ejercito
libertador, irrumpen en la ruta del cruce del Paramo de Pisba, con sus afilados
riscos, empinadas laderas, lagunas heladas…jornadas de hambre, escasas ropas
y crecientes necesidades, se llega a Socha. En el trecho del recorrido al sargento
Amaya se la integro bajo su mando un ejército de combatientes aguerridos.

Luego de escaramuzas, avistamiento de cuerpos armados y combates de realdad


pasajera se alcanza el paisaje del Pantano de Varga.

Los historiadores Luisa María Gutiérrez de Coronel y Jorge Alberto Dehaquiz


Mejía registran que en la Batalla del Pantano de Vargas 25 de julio de 1819,
nuestra sargento luce movimientos defensivos y arremetidos ataques con
diferentes adversarios hasta que en desafortunada suerte, por un encuentro de
caballos “ resbaló en el barro perdiendo el equilibrio, instante en el que el acero de
una bayoneta penetro y cerceno su seno derecho y el brazo, la sangre fue
copiosa,…Simona Amaya cayó de bruces”. En el improvisado hospital de la Casa
de Vargas el médico “Hugo Blair coció en carne viva la cortada. Inútiles
esfuerzos”. Su amortajado cuerpo reposo solitario y no en fosa común, en el
campo eterno del Pantano de Vargas consagratorio de la Heroica Sargento Mártir
Simona Amaya, aquel 25 de julio, cuando el espacio se cubrió de negras sombras
y por contraste de la historia en luminosas luces de la victoria del Pantano.

MATILDE ANARAY. Una joven campesina, heroína en místico ejemplo.

Mayo de 1819. Luego de Mantecal “Soldados de la Revolución de Independencia”


han cruzado los llanos con agua a la cintura, vencidos los ríos caudalosos
caminados los esteres inundados, y, cruzado los Andes de Pisba a trechos
cubiertos por nieves perpetuas, donde las frías temperaturas diezmaron soldados
y militantes del Batallón de Servicios, heroínas incansables y silenciosas a veces
olvidadas. No tienen ni uniformes ni vestido, el hambre acosa hasta la muerte, y
aquellos son los “héroes anónimos de la libertad”. Por fin avizoran el planondulado
boyacense.

A la distancia Socha hoy la Socha Vieja, no sin razón consagrada como la


“Nodriza de la Libertad”. El doctor Thomas Romero, el Cura, y don José Ignacio
Sarmiento el alcalde, el viernes 2 de julio de 1819 reciben información de la
cercanía de la Vanguardia del Ejercito Libertador al mando del Granadino
Francisco de Paula Santander. El sábado 3 de julio llegan a Socha, hambrientos,
destrozados físicamente, lucen harapos y carentes de calzado; el hambre acosa y
el frio tortura. Además, se acerca la retaguardia al mando del General de División
Simón Bolívar.

Entre tanto el señor alcalde y el señor cura con angustia trazan la estrategia de la
celebración de una Misa con Bendición papal el domingo 4 de julio. En efecto, con
toda pompa y lógica religiosa luego de la lectura y explicación del Evangelio el
orador sagrado con argumentos explicativos suplicó “queridos feligreses…yo los
invito a colaborar sin reservas y con decisión para darles todo lo que tenemos. Mi
Dios, el Todo Poderoso los bendecirá. El señor Alcalde y Yo los invitamos a
entregar los vestidos que hoy tenemos puestos para que el ejercito pueda
continuar”. Decisión inesperada, solicitud tajante, no hubo respuesta alguna y sí
reprocha a gritos. De pronto un suspenso dominó el templo, un silencio sobrecogió
a los fieles piadosos y a las cristianas conciencias, de repente de en medio de la
muchedumbre una pastorcita campesina surgió en luminosa desnudez de ropas
interiores con paso firme y llevando sus ropas en sus manos con decisión las
entrego ene le altar al señor Cura.

Un suspiro general domina el silencio. Aquella pastorcilla de apenas trece años de


edad es Matilde Anaray, la joven voluntaria que abrió la donación y a quien los
asistentes al templo sagrado prontamente la imitaron. Desde entonces se dice
que, “Socha: el pueblo que se desvistió en el templo de Dios para vestir a la patria
recién nacida” (expresión del padre Ernesto Reyes).

Loor a las mujeres que con sentimiento de patria de amor a a la independencia


supieron con sus actitudes pensamientos y decisiones formar un pedestal a la
noble patria colombiana. Consagremos a su recuerdo un himno de victoria y un
noble sentimiento a sus inmortales nombres.

FLORANGELA VEGA LEÓN


Licenciada en Ciencias Sociales y Económicas

Magister en Historia

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