Está en la página 1de 3

De los efectos del amor

Pasemos ahora a tratar de los efectos del amor (q.26 intr). Acerca de esta cuestión se
plantean seis problemas:

1. ¿Es la unión efecto del amor?


2. ¿Lo es la mutua inhesión?
3. ¿Es la éxtasis efecto del amor?
4. ¿Lo es el celo?
5. ¿Es el amor pasión que hiere al amante?
6. ¿Es el amor causa de todo cuanto hace el que ama?

Respondo: La unión del amante con lo amado es doble: Una real; por ejemplo, cuando lo
amado está presencialmente junto al amante. Otra, según el afecto. Esta unión debe
considerarse en relación con la aprehensión que le precede, puesto que el movimiento
apetitivo sigue a la aprehensión. Y siendo doble el amor, a saber, de concupiscencia y de
amistad, ambos proceden de una cierta aprehensión de la unidad de lo amado con el
amante. En efecto, cuando alguien ama algo con amor de concupiscencia, lo aprehende
como perteneciente a su bienestar. Del mismo modo, cuando uno ama a alguien con amor
de amistad, quiere el bien para él como lo quiere para sí mismo. Por eso lo aprehende
como otro yo, esto es, en cuanto quiere el bien para él como para sí mismo. De ahí que el
amigo se diga ser otro yo. Y San Agustín afirma en IV Confess.: Bien dijo uno de su amigo
que era la mitad de su alma.
Luego el amor produce la primera unión, la efectiva o según la realidad, porque mueve a
desear y buscar la presencia de lo amado como algo que le conviene y pertenece. Mas la
segunda unión la produce formalmente, porque el amor mismo es esta unión o vínculo.
Por eso dice San Agustín en VIII De Trin. que el amor es como vida que enlaza o desea
enlazar otras dos vidas, a saber, al amante y al amado. Al decir enlaza se refiere a la unión
del afecto, y al decir intenta enlazar se refiere a la unión real.
Respondo: Este efecto de la mutua inhesión puede entenderse no sólo con respecto a la
potencia aprehensiva, sino también en cuanto a la potencia apetitiva. Porque, respecto de
la potencia aprehensiva, el amado se dice estar en el amante en cuanto que el amado
mora en la aprehensión del amante, según aquello de Flp 1,7: Porque os llevo en el
corazón. Pero se dice que el amante está en el amado según la aprehensión en cuanto que
el amante no se contenta con una superficial aprehensión del amado, sino que se esfuerza
en escudriñar interiormente cada una de las cosas que pertenecen al amado, y así penetra
en su intimidad. Como del Espíritu Santo, que es el amor de Dios, dice 1 Cor 2,10 que
escudriña aun las profundidades de Dios.
Pero respecto de la potencia apetitiva se dice que el amado está en el amante en cuanto
está en su afecto mediante cierta complacencia, de manera que o se deleite en él, en sus
bienes, en su presencia; o, en su ausencia, tienda hacia el amado mismo por el deseo con
amor de concupiscencia, o hacia los bienes que quiere para el amado con amor de
amistad; y no por causa alguna extrínseca, como cuando se desea una cosa a causa de
otra, o como cuando se quiere un bien para otro por alguna otra cosa, sino por la
complacencia en el amado enraizada en el interior. De ahí que también el amor se
llame íntimo y se hable de entrañas de caridad. Y, a la inversa, el amante está de otro
modo en el amado por el amor de concupiscencia que por el amor de amistad. Porque el
amor de concupiscencia no descansa con cualquiera extrínseca o superficial posesión o
fruición del amado, sino que busca poseerlo perfectamente, penetrando, por así decirlo,
hasta su interior. Mas en el amor de amistad, el amante está en el amado, en cuanto
considera los bienes o males del amigo como suyos y la voluntad del amigo como suya, de
suerte que parece como si él mismo recibiese los bienes y los males y fuese afectado en el
amigo. Y por eso, según el Filósofo en IX Ethic. y en II Rhetoric., es propio de los
amigos querer las mismas cosas y entristecerse y alegrarse de lo mismo. De modo que, en
cuanto considera suyo lo que es del amigo, el amante parece estar en el amado como
identificado con él. Y, al contrario, en cuanto quiere y obra por el amigo como por sí
mismo, considerando al amigo como una misma cosa consigo, entonces el amado está en
el amante.
Por otra parte, la mutua inhesión en el amor de amistad puede entenderse también de
un tercer modo, por vía de reciprocidad de amor, en cuanto que los amigos se aman
mutuamente y quieren y obran el bien el uno para el otro.
Respondo: Se habla de que uno padece éxtasis cuando se pone fuera de sí. Lo cual sucede
no sólo según la potencia aprehensiva, sino también según la potencia apetitiva. Se dice
que uno se pone fuera de sí según la potencia aprehensiva cuando se sitúa fuera del
conocimiento que le es propio, bien porque se eleva a un conocimiento superior, como se
dice que un hombre está en éxtasis cuando se eleva a comprender algunas cosas que
sobrepasan el sentido y la razón, en cuanto se pone fuera de la aprehensión connatural de
la razón y del sentido; o bien porque se rebaja a cosas inferiores; por ejemplo, cuando uno
cae en frenesí o en demencia se dice que padece éxtasis. Mas en cuanto a la parte
apetitiva se dice que uno padece éxtasis cuando su apetito se dirige hacia otro saliendo en
cierto modo fuera de sí mismo.
El amor produce el primero de estos éxtasis a modo de disposición, esto es, en cuanto
hace meditar sobre el amado, como queda dicho (a.2), y la meditación intensa de una
cosa aparta la mente de las otras. Pero el segundo éxtasis lo produce el amor
directamente: en absoluto el amor de amistad, y no absolutamente, sino bajo cierto
aspecto, el amor de concupiscencia. Pues en el amor de concupiscencia el amante es
llevado de algún modo fuera de sí mismo, a saber, en cuanto no contento con gozar del
bien que posee, busca disfrutar de algo fuera de sí. Mas porque pretende tener este bien
exterior para sí, no sale completamente fuera de sí, sino que tal afección, al fin, se
encierra dentro de él mismo. En cambio, en el amor de amistad, el afecto de uno sale
absolutamente fuera de él, porque quiere el bien para el amigo y trabaja por él como si
estuviese encargado de su cuidado y de proveer a sus necesidades.
Respondo: El celo, de cualquier modo que se tome, proviene de la intensidad del amor.
Porque es evidente que cuanto más intensamente tiende una potencia hacia algo, más
fuertemente rechaza también lo que le es contrario e incompatible. Así, pues, siendo el
amor un movimiento hacia el amado, como dice San Agustín en el libro Octoginta trium
quaest., el amor intenso trata de excluir todo lo que le es contrario.
Esto, sin embargo, acontece de diferente manera en el amor de concupiscencia que en el
amor de amistad. Pues en el amor de concupiscencia, el que desea alguna cosa
intensamente se mueve contra todo lo que se opone a la consecución o fruición tranquila
del objeto amado. Y en este sentido se dice que los varones tienen celos de sus esposas,
para que la exclusividad que buscan en la consorte no sea impedida por la compañía de
otros. De la misma manera también, los que pretenden destacar, la emprenden contra los
que parecen sobresalir, como si fueran un impedimento de su propia grandeza. Y esto es
el celo de la envidia, del cual dice el Sal 36,1: No envidies a los malignos, ni celes de los
que obran la iniquidad.
Mas el amor de amistad busca el bien del amigo; por lo cual, cuando es intenso, hace
que el hombre se mueva contra todo aquello que es opuesto al bien del amigo. Y
conforme a esto, se dice que uno tiene celo por su amigo cuando procura rechazar todo lo
que se dice o hace contra el bien del amigo. Y de este modo también se dice que alguien
tiene celo por la gloria de Dios cuando procura rechazar según sus posibilidades lo que es
contra el honor o la voluntad de Dios, según aquello de 3 Re 19,14: Me abraso en celo por
el Señor de los ejércitos. Y sobre aquello de Jn 2,17: El celo de tu casa me devora, dice
la Glossa que es devorado por el buen celo quien se esfuerza en corregir cuantas cosas
malas ve; si no puede, lo sufre y gime.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente (q.26 a.1-2; q.27 a.1), el amor significa una
cierta coadaptación de la potencia apetitiva a un bien. Mas nada que se adapta a una cosa
que le es conveniente, sufre lesión por ello, sino más bien, si es posible, sale ganancioso y
mejorado. En cambio, lo que se adapta a una cosa que no le es conveniente sufre por ello
daño y deterioro. Luego el amor del bien conveniente perfecciona y mejora al amante, y el
amor del bien que no conviene al amante le daña y deteriora. De ahí que el hombre se
perfeccione y mejore principalmente por el amor de Dios, y sufra daño y deterioro por el
amor del pecado, según aquello de Os 9,10: Se hicieron abominables como las cosas que
amaron.
Esto que se ha dicho se entiende del amor en cuanto a lo que es formal en él, esto es,
por parte del apetito. Pero en cuanto a lo que es material en la pasión del amor, que es
una inmutación corporal, sucede que el amor es lesivo por exceso de inmutación, como
pasa en el sentido y en todo acto de una potencia del alma que se ejerce mediante una
inmutación del órgano corporal.
Respondo: Todo agente obra por algún fin, como se ha dicho anteriormente (q.1 a.2).
Ahora bien, el fin es para cada uno el bien deseado y amado. Luego es evidente que todo
agente, cualquiera que sea, ejecuta todas sus acciones por amor.

También podría gustarte