El Antimanual del mal historiador es una obra que ya desde su título mismo y a lo largo de sus 136 páginas va generando en el lector (en este caso particular nosotros) una irresistible tendencia hacia la reflexión en torno a la propuesta de una nueva forma de hacer, escribir, investigar y enseñar la historia. El título es altamente significativo y condensa a mi entender, la meta principal que se propone el autor. Un lector crítico podría preguntarse ¿hubiese sido lo mismo titularlo, por el contrario, Manual del buen historiador? Sin ninguna duda hubiera cambiado radicalmente el sentido, ya que su clave reside en la negatividad que encierra el mismo, en su desafiante fuerza antitética que todo lo coloca al revés en la esfera de lo no verdadero. Muchos otros autores, historiadores y teóricos han destacado el carácter fructífero de la experiencia negativa como vía de rechazo, negación y construcción de cuadros alternativos frente a verdades consolidadas y otras no tan consolidadas y que pueden resultar falsas. La negatividad del Antimanual resalta una ruptura, un quiebre que es frente a determinadas prácticas e indica nuevos caminos a seguir y esta es precisamente la meta principal que se propone Aguirre Rojas con esta lectura sobre la de construir y enseñar un nuevo tipo de historia que rechace esa historia positivista oficial, acrítica, aburrida, descriptiva, entre otras definiciones que dejan mal parada a la historia. Con el texto se elabora una nueva historia crítica en una donde hay una dimensión teórica y práctica articulada dialécticamente como generar, por un lado, un renovado tipo de saber y de discurso historiográfico con nuevas herramientas conceptuales que permitan una mejor aprehensión del pasado pero por el otro lado se tiene a promover una historia comprometida con los movimientos sociales actuales y con las necesidades del presente que estén dispuestas a ponerse en practica en muchos lugares del mundo tratando de darle una historia propia o escribir una nueva. Estas ideas que se sacan en la Introducción serán desarrolladas extensamente a lo largo de todo lo restante de la obra como por ejemplo en el Capítulo I denominado De anti manuales y anti definiciones de la historia Aguirre Rojas demuestra la fecundidad de la negatividad. Si en la actualidad de las instituciones académicas surgen manuales tradicionales cuyas empobrecidas definiciones contribuyen a formar malos historiadores y cuyo producto es una historia descriptiva y memorística como se mencionó antes en un espacio que busque formar buenos historiadores debiera comenzar a realizarse y ponerse en práctica, contrariamente, por un Antimanual con todo un conjunto de anti definiciones que no sólo delimiten a qué problemas y métodos no debieran estar de forma restringida a la historia sino que contribuyan a su vez a crear las condiciones para elaborar una nueva disciplina completamente diferente ya que de allí es donde viene la fecundidad de la situación como tal. Hay Anti definiciones que incluyen toda una serie de premisas básicas a saber cómo la primera que comienza por una reformulación del objeto de la ciencia histórica consagrada ahora como “la obra de los hombres en el tiempo”, marcando así la continuidad en la línea temporal pasado–presente–futuro en el que el “presente no es más que una compleja articulación estratificada de distintos ‘pasados todavía presentes’” (esto explicado más exactamente en la página 21 de la obra. La segunda anti definición nos conduce a las fuentes mismas que se consiguen advirtiéndonos que la labor del historiador no se reduce únicamente a la tarea de archivo, sino también a la de observación y análisis de la actualidad circundante a través de los aportes de métodos y técnicas de otras ciencias auxiliares a la historia para que las cosas salgan bien y correctas, la tercer anti definición propone la “undisciplinariedad” en el análisis de los social que incluye para la formación académica, los aportes de las otras ciencias sociales auxiliares a la historia y que bien podrían estar erróneas en lo que pueden llegar a aportar ya debiéndose a una mal ejecución de la investigación con fuentes que no son verificas. De esta misma forma se arriba a la cuarta anti definición, la que plantea la necesidad de una historia que abarque la densidad misma del tejido completo de las sociedades en todas sus dimensiones y de no hacerlo pues no habría historia como tal hecha y escrita a parte de mal redactada por el mal historiador empleando metodos de investigación vagos. La quinta anti noción de una buena historia crítica reclama a viva voz desprendiéndose de visiones anti teóricas y empiristas, la búsqueda de modelos teóricos y paradigmas que posibiliten la concreción de una verdadera historia científica, crítica e interpretativa. Otra anti definición importante que está relacionada con el concepto de “escala universal” que afirma la imposibilidad de restringir el marco geográfico en un análisis de caso, que ignore al contexto mundial o bien que lo conciba únicamente como simple complemento y tener algo concreto para definir como tal la historia que se redacta. Finalmente la sexta y última anti noción critica la mala fórmula positivista de una historia que actúa como instrumento de legitimación de los poderes dominantes proponiendo por el contrario, la construcción de otra que desde la mirada de los vencidos, marque que no hay realidades determinadas en un sólo sentido y que recupere del olvido aquellos proyectos alternativos que sucumbieron en el espacio de lucha ya que muchos de estos proyectos pudieron y hubiesen tenido la oportunidad de revolucionar la historia como tal y desgraciadamente se perdieron en el olvido. En el Capítulo II titulado Los siete pecados capitales del mal historiador (aunque hay muchos más) Aguirre Rojas nos advierte sobre los errores que cometen los malos historiadores positivistas. El primero no podía ser otro que el mismo “positivismo” el cual es visión que solo se limita a un análisis únicamente a los hechos comprobables y anula el nivel interpretativo del sentido profundo que guarda la dimensión factual expurgando así cualquier construcción meta factual que se distancie del llano nivel empírico. El segundo error estaría en el la falta de contemplación hacia el cambio histórico ya que es concepción que suprime esa parte esencial de la historia que consiste justamente en demostrar cómo opera el mismo sistema, cuáles fueron sus continuidades y cuáles sus rupturas, qué dirección siguieron estas últimas y cuáles circunstancias podrían haber seguido luego de lo ya sucedido. El tercer pecado está relacionado con la noción newtoniana de un tiempo único, homogéneo y unidireccional que como lo han explicado muchos más teóricos y autores se contrapone con la idea que tiene la ciencia histórica de otro múltiple, heterogéneo y variable según los procesos principales que lo caracterizan y le dan sustancia, de acuerdo a los tres niveles señalados por el mismo Braudel por ejemplo que serían el acontecimiento, coyuntura y estructura. El cuarto pecado remite a la idea simple de un progreso lineal de avances y conquistas que con el paso del tiempo indefectiblemente trae aparejado una visión contrapuesta a la del historiador crítico que plantea una realidad en devenir y redefinición constante, semejante al método de ensayo y error, de avance y retroceso que siguen los científicos en sus investigaciones. El quinto error común o pecado de los malos historiadores reside en su actitud acrítica para con las versiones hechas por las victoriosas generaciones anteriores esto hace que el historiador crítico detecta sus falsas argumentaciones legitimadoras y no sólo no haciéndose cómplice de las mismas sino demostrando, a su vez, que la realidad pudo haber sido distinta. En el sexto pecado, el de la objetividad en la historia donde el autor demuestra la imposibilidad de la misma ya que toda selección, organización y elección de paradigmas refleja indefectiblemente puntos de vista y gustos del cultivador del oficio de Clío. Por último está el séptimo pecado lo constituye el agnóstico postmodernismo que al reducir la historia a su dimensión discursiva anula las pretensiones científicas de conocer los procesos reales esto imposibilita a las nuevas generaciones que no conozcan a detalle el acontecimiento histórico y solo se brinda lo “general” o lo más relevante que se debe saber lo cual es una mala practica del mal historiador y solo demuestra un mal temperamento. Al comienzo del Capítulo III En los orígenes de la historia crítica y a lo largo de los capítulos IV y V Aguirre Rojas analiza cronológicamente la peripecia intelectual del proyecto de construcción de una historia crítica desde sus orígenes en la coyuntura de los años 1848-1870 con el proyecto fundacional marxista pasando por los malogrados años 1870–1929 dominado por el paradigma positivista siguiendo por el período de los Annales 1929–1968 hasta llegar a la actualidad con las contribuciones que dejó el mayo francés. Y en efecto para el autor de la obra fueron los trabajos de Karl Marx los que sentaron las premisas indispensables en la elaboración de una historia crítica, su primera contribución consiste en la viabilidad de la construcción de una ciencia de la historia que detecte regularidades, defina tendencias y formule leyes de los procesos sociales correctamente. La segunda lección está orientada hacia la creación de una historia social que por un lado incorpore como los verdaderos protagonistas de la historia a los antes completamente ignorados grandes actores colectivos y verdaderos ya que por el otro lado se incluya el macro contexto social general dentro del cual dichos actores sociales se desenvuelven y son condicionados a no decir a detalles los hechos del pasado con tal de alargar el tema. El itinerario reflexivo de la obra conduce al autor a analizar en el Capítulo V donde las lecciones de 1968 para una posible contra historia radical con los aportes principales que llegan hasta nuestros días y a su vez derivados de la crisis de los modelos abstractos pasados o obsoletos que implicó el mayo francés. Con este fin Aguirre Rojas rescata cuatro corrientes historiográficas principales las cuales son la cuarta generación francesa de los Annales, la historia marxista y socialista británica, la microhistoria italiana y por último el “world–system analysis”. Finalmente se llega al paradigma de la unidad planetaria del sistema–mundo capitalista elaborado por la corriente del “world–system analysis” donde se constituye el último legado de la revolución cultural de 1968 que al señalar la inviabilidad de cualquier análisis de realidades locales, regionales o nacionales que descarte el macro contexto del sistema–mundo capitalista como dinámica última y determinante del conjunto de fenómenos sociales este permite a su vez repensar metodológicamente la estructura organizacional de las ciencias sociales en el marco de una unidisciplinariedad. Una vez reseñada las principales contribuciones para el desarrollo de una historia crítica y retomando el propósito explicado en la Introducción Aguirre Rojas se propone promover en el último capítulo ¿Qué historia debemos hacer y enseñar hoy? Un modelo para armar o desarmar los elementos generales de una historia nueva, científica, crítica y comprometida con las demandas del presente. De esta misma manera al concebir la historia desde la perspectiva de la totalidad como una única realidad social, aunque con distintos niveles de pasados, presentes y futuros donde el autor desecha las falsas oposiciones de los malos historiadores, que parcializan la episteme restituyendo la rica perspectiva de una interconexión dialéctica de éstas distintas dimensiones. Es así como todo análisis histórico crítico combina muchos elementos universales que detectan fallas con elementos particulares que tiene la explicaron de nunca repetirse interrelaciona el trabajo de erudición visto como la materia prima que sirve para una interpretación que le otorga a la anterior sentido y significado y conecta los niveles macro y micro afirmando que lo general se manifiesta a través de lo particular se integran contextos como variables cambiantes y con “agentes” que son susceptibles a los cambios acerca interactivamente las permanencias con los cambios que operan dentro de las mismas transformándolas y combina la subjetividad con la objetividad así marcando la relación entre una historia hecha simultáneamente por los sujetos y por las condiciones objetivas y finalmente logra destacar los logros pero también los fracasos de quienes resultaron vencidos en las luchas por instaurar un proyecto alternativo y que los llevaron a un fracaso rotundo.
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