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ENSAYO MANIFESTACIONES Y TRADICIONES DECLARATORIA PATRIMONIO

INMATERIAL UNESCO

El Carnaval de Barranquilla habla con su propia voz. Más allá de la memoria que
se revela, de la protesta social que enuncian grupos como las picantes “letanías”,
de la mofa social que se evidencia en las llamadas “comedias”, del suspicaz análisis
freudiano que pueda derivarse de uno de los miles de hombres que se disfrazan de
mujer, hay un universo propio que se materializa y se simboliza en una vibrante
presencia multicolor.

El antecedente más próximo del Carnaval de Barranquilla es una fiesta de esclavos


que se efectuaba en la Cartagena de la Colonia. En las fechas anteriores al
Miércoles de Ceniza aparecían los negros con instrumentos africanos y disfraces,
bailando y cantando en la calle.

La historia del Carnaval de Barranquilla en sí está relacionada con el desarrollo


vertiginoso que vivió la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el Río
Grande de La Magdalena era la principal arteria fluvial del país, lo que permitía a
la ciudad un contacto directo con los más fértiles territorios del folclor, como
Cartagena, Santa Marta y El Banco.

Realidades hay muchas: la fauna regional ha inspirado expresiones como la Danza


del Caimán, originada en Ciénaga, y la cual no es otra cosa que la evocación
trágica de los hechos acaecidos en un 20 de enero, día de San Sebastián, cuando
un gigantesco reptil devoró a una niña que lavaba ropa en el caño; o la Danza de
Los Coyongos, en referencia a esta ave del río: “Quiera Dios que la cansada
después de tantos placeres no se antojen las mujeres de usar mi pluma rosada”

Pero más allá de las evocaciones a la fauna y a las tradiciones del campo, el
Carnaval es prolífico en alusiones a los más recónditos temores del ser humano. Es
el caso de la Danza de Los Diablos, que nació en 1930 con Marcial Lavalle.

Según Apolinar Polo, actual director de esa danza, su antepasado Lavalle “bailaba
al compás rítmico de la flauta de millo y la caja, mientras saltaba por encima de
botellas con gráciles movimientos acrobáticos, llevando en sus zapatos filosos
cuchillos como espuelas, al mismo tiempo que lanzaba lenguas de fuego por la
boca”.

El Carnaval de Barranquilla registra la impronta nítida del mestizaje, a través de


tambores africanos, flautas indígenas y bailes de parejas de claro corte español. Es
la magia de la síntesis generando la más sólida unidad.

AUTOR: Maria Camila Cortes

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